El documento describe un viaje a Hiroshima, Japón para llevar trabajos escolares sobre la paz al Monumento conmemorativo de la paz de Hiroshima. Los estudiantes dejaron sus trabajos en botellas junto a la Llama eterna, que permanece encendida hasta que desaparezcan las bombas atómicas. Fueron recibidos por una cooperante costarricense que trabaja en resolución de conflictos y quedó impresionada por su decisión de enviar los trabajos desde tan lejos para promover un mensaje de paz.