1. Siempre he creído en Dios, y la verdad, no me culpo por ello.
Desde que era pequeño me enseñaron muy bien a pasar desapercibido y hoy día me vale
con eso. ¿Por qué iba yo a querer relacionarme con las personas normales del mundo?
Todo el mundo miente, traiciona, y no es para nada como nos lo pintan en las películas y
en los cuentos, porque al fin y al cabo no son más que eso, cuentos, historias que nos
inventamos para parecer mejores en lo que al mundo se refiere… En lo personal no somos
más que simples alimañas, animales que sólo buscan el beneficio y el regocijo propio.
Todo el mundo habla del mal y del bien, pero ¿Realmente existen? No, por supuesto que
no, esas ideas morales y/o éticas no son más que patrañas. Acciones que hacemos o
dejamos de hacer, es realmente lo que medimos. Lo que llamamos “bien” y “mal” son
simples términos que hemos ido estableciendo en nuestro subconscientes poco a poco
para que la sociedad vaya perfectamente bien, pero claro, no es así. ¿Cuándo está bien
robar y cuándo no? La excusa de la mayoría de los ladrones mediocres de hoy en día es
que está bien robar a grandes empresas y lo suficientemente poco como para que no se
den cuenta de lo que ha pasado.
Me resulta muy gracioso la cara con la que me miran todos los del bar, ¿Qué pasa?
¿Tanto miedo me tenéis? La superioridad es algo que a la gran mayoría les da miedo, y
ellos lo notan en mi, no se ven capaces de superarme en ninguna de las facetas en las
que hasta ellos presumen de ser los mejores. La triste realidad es que todos ellos podrían
ganarme y superarme en lo que sea que le les ocurra, sólo deben de dar con el botón
adecuando, porque al fin y al cabo, sólo soy un mediocre más, uno de ellos. La única
diferencia que nos separa es que yo sí que se destacar, yo sé mucho mejor que ellos
donde dar y dónde duele. Es fácil, sólo hay que analizar atentamente a las personas,
saber como piensan, como son sus vidas, sus facetas más… bueno, las facetas que ellos
creen que les definen más y en las que creen que destacan. El caso es que creen que no
pueden superarme en nada, todos lo saben, y yo lo tengo completamente claro, por eso
precisamente todos me temen, todos ven en mi una amenaza. Los novios me miran y se
aferran a sus parejas cuando les dirijo la mirada, a ellas; los camareros intentan mantener
las distancias al servirme una copa; en la esquina cerca de la puerta hay dos claros
matones que no dejan de mirarme, llevan ahí, atentos a cada gesto que hago, creo que
están esperando a que me levante borracho como una cuba y me meta en algún callejón a
las tantas de la mañana para robarme hasta la identidad. Buena suerte.
2. Me apetece sentir tu piel,
Tenerte en mis brazos,
Acariciarte el pelo mientras duermes,
a pesar de no saber estar en la cama,
A pesar de que nadie escuche mis gritos de socorro,
Yo escribo lo que quiero,
Y rimo lo que me sale a mi del sombrero,
Quiero pintarte las caricias con tinta china para saber que no se van a borrar nunca,
Necesito volver a esos ojos que cantaban princesas,
Quiero que algún día tenga sentido algo de lo que hay en mi cabeza,
Quiero que las únicas pantallas que existen, sean el reflejo de los lago,
Desearía no reiterarme tanto, y saber usar bien los términos,
Ambos sabemos que eso es imposible ¿No?
Ambos sentimos ese nosequé que intentamos ocultar,
Que tontería ¿Verdad?
Ojalá que todos mis versos fueran solos a clase,
Que crezcan y se independicen,
Que tengan notas,
Que estas nazcan el mismo día en el que yo lo volveré a hacer,
Algún día tendré todos mis deseos,
Y si no es así… bueno… mínimo te quiero a ti,
Algún día dejaré de escuchar canciones de mis ídolos,
Para poner las mías.
3. -Hey, Alan, despierta Bicho-. Resonaba en su cabeza la voz de su hermano mayor.
Cuando abrió los ojos aún era de noche, y no tenía pinta de que fuera a amanecer dentro
de poco. Su hermano estaba delante suya, sonriendo y mirándolo fijamente. -¿Qué quieres
Ray? Que es muy tarde Jo-. Se quejó el pequeño que casi no podía abrir los ojos. -Me voy
Alan, Cuida bien de mamá eh, y en cuanto puedas, sabes lo que tienes que hacer-. Sonrió,
se levantó atento a todos los juguetes de la habitación de su hermano, mientras este se
había quedado dormido de nuevo sin hacer ningún caso a sus palabras “Os voy a echar de
menos” pensó.
A la mañana siguiente, el grito de su madre y el ruido que provenía de la cocina, consiguió
despertar a Alan. -¡¿Mamá?!- gritó levantándose de la cama de un brinco y corriendo
descalzo a la cocina. Al llegar a la planta de abajo, escuchó gritar a su padre: -Es culpa
tuya imbécil, ¿No sabes como criar a un puto crio de mierda? ¿Eh? Se ha ido por tu culpa
y así se muera el niño de los cojones, así dejara de dar problemas en casa-. Rugía entre
los llantos de la madre que de los golpes acabó tirada en el suelo. Haciendo caso a las
indicaciones tanto de su hermano mayor como de su madre, fue corriendo hacia su cuarto,
intentando hacer el menor ruido posible para hacerse el dormido y esperar a que su padre
se fuese.
“¿Qué habrá pasado con Papá ahora? Jo, no se ponía así de enfadado desde el cumple
de Ray… Que grande es Ray ya, mamá dice que ya puede llevarme al cole con el coche,
que guay, así verán todos lo guay que es mi hermano cuando me vean aparecer con él en
el co…. ¿Dónde está Ray? Ya debería de haber venido para ver como estoy o si papá me
ha visto y me ha vuelto a pegar…” Entonces lo recordó, su hermano Ray fue anoche a
despedirse de él, ya se había ido, no había más Ray, ni habría paseos en coche. Les
había dejado en casa con el monstruo de su padre. Ante la impotencia de saber lo que
suponía para su madre y para él que su hermano mayor no estuviera ahí para plantarle
cara a su padre, el pequeño empezó a llorar lo más bajo posible para que su padre no se
diera cuenta de que estaba despierto, no podía dejar que se diera cuenta, al menos hasta
que se fuera.