El poema describe 8 bienaventuranzas o felicidades para aquellos que acompañan con amor, llevan esperanza a los que sufren, se asombran ante la belleza del mundo, no reconocen al Cristo crucificado sino al resucitado, suben a Galilea con los marginados, tocan las llagas de Cristo resucitado a pesar de haber pasado por dudas, ahuyentan las tinieblas para que llegue la luz, y contemplan la naturaleza mientras trabajan para construir el Reino de Dios.
1. Texto: Miguel Ángel Mesa (Bienaventuranzas de la vida).
Presentación: Asun Gutiérrez.
Música: Bach. Concierto para oboe. Adagio.
2. Felices quienes no aspiran a ver, ni a creer,
sino que acompañan, humildemente, con mucho amor.
3. Felices quienes llevan ungüentos,
aromas, vendas y esperanzas
a quienes esperan en sus tumbas diarias
una nueva vida.
4. Felices quienes se asombran ante la luz,
de un momento feliz,
frente a un cielo azul.
5. Felices quienes no reconocen al Crucificado,
pues se les mostrará diferente, alegre y Resucitado.
6. Felices quienes se sienten llamados a subir a Galilea,
al mundo de los que son silenciados en vida.
7. Felices quienes avivan
su esperanza tocando las llagas
del Resucitado,
aunque antes hayan
experimentado el silencio,
la incredulidad,
la noche oscura
de la confianza y la fe.
8. Felices quienes ahuyentan las tinieblas,
quienes se apresuran para que surja la aurora,
quienes salen de noche
y llegan a la madurez del día.
9. Felices quienes contemplan el mar, las montañas, el cielo
y se encaminan, a la vez, a la construcción feliz,
humilde, gozosa del Reino.
10. Bienaventuranzas del Sábado Santo
Felices quienes no aspiran a ver, ni a creer, sino que acompañan, humildemente, con
mucho amor.
Felices quienes llevan ungüentos, aromas, vendas y esperanzas a quienes esperan en
sus tumbas diarias una nueva vida.
Felices quienes se asombran ante la luz, de un momento feliz, frente a un cielo azul.
Felices quienes no reconocen al Crucificado, pues se les mostrará diferente, alegre
y Resucitado.
Felices quienes se sienten llamados a subir a Galilea, al mundo de los que son
silenciados en vida.
Felices quienes avivan su esperanza tocando las llagas del Resucitado, aunque antes
hayan experimentado el silencio, la incredulidad, la noche oscura de la confianza y la
fe.
Felices quienes ahuyentan las tinieblas, quienes se apresuran para que surja la
aurora, quienes salen de noche y llegan a la madurez del día.
Felices quienes contemplan el mar, las montañas, el cielo y se encaminan, a la vez, a
la construcción feliz, humilde, gozosa del Reino. (Miguel Ángel Mesa)