En un autobús lleno de ancianos que viajaban a Lourdes, una abuela le ofreció repetidamente puñados de cacahuetes sin cáscara al chofer. Después de varias rondas, el chofer preguntó si los otros pasajeros también querrían algunos, a lo que la abuela respondió que ninguno tenía dientes para masticarlos y que solo chupaban el chocolate que los recubría.