2. Desde llevar a cabo
esterilizaciones en
masa de judíos hasta
extirpar el pene para
curar la
homosexualidad. Sin
duda, los científicos
de Hitler sembraron el
pánico con sus crueles
experimentos, los
cuales costaron la
vida a miles y miles de
indefensas víctimas.
3. Liderados por el «Ángel de la Muerte» Josef Mengele,
decenas de médicos alemanes no tuvieron reparos
en traicionar su juramento hipocrático en favor del
«führer», ávido de conseguir nuevas técnicas masivas
para asesinar y conocer las limitaciones del ser
humano.
De hecho, a la llamada de Hitler acudieron todo tipo
de científicos pertenecientes tanto a las Waffen SS
(un cuerpo de soldados de élite creado, entre otras
cosas, para la protección personal del líder) como a
la Ahnenerbe (una secta ocultista obsesionada con
lo paranormal).
4. Así lo afirma el periodista Óscar Herradón,
autor del libro «La Orden Negra. El ejercito
pagano del III Reich», editado por «Edaf».
«Los experimentos concretos, más allá de
los exterminios masivos en las cámaras de
gas (…) fueron llevados a cabo no por uno,
ni dos, ni tres “doctores de la muerte”, sino
por varios centenares de profesionales de
la medicina alemana que, de forma
inexplicable, se dejaron llevar por la espiral
asesina del régimen», determina el experto.
5. Aunque donde se llevaron a cabo un
mayor número de experimentos fue en
los campos de concentración, también
se crearon varios programas para
mantener la pureza de la raza fuera de
estos centros de exterminio. Uno de ellos
fue el de la «muerte por compasión»,
una forma de eutanasia que se realizó
de forma masiva en toda Alemania.
6. El uso de la «muerte por compasión» se inició
en 1938. Ese año, el gobierno nazi recibió una
curiosa petición por parte de una familia
alemana: solicitaban el permiso para acabar
con la vida de uno de sus hijos, el cual estaba
impedido. Tras producirse este suceso, Hitler
autorizó un programa para acabar con miles
de niños con deficiencias.
«Pronto también la eutanasia se convirtió en
un medio eficiente para acabar con aquellos
que los nazis consideraban lacras sociales.
7. Era habitual que a los miembros de las
Juventudes Hitlerianas se les llevara de
“excursión” a las instituciones mentales
para que vieran la situación en la que se
encontraban los enfermos (…). Además,
les explicaban el enorme coste que
suponía para el Estado mantenerlos con
vida», explica el periodista Óscar
Herradón en su libro.
8. De esta forma, comenzaron los asesinatos
en masa, como bien explica el experto: «El
Ministerio del Interior solicitó a los médicos y
a las parteras que informaran de todos los
casos de recién nacidos que mostrasen
enfermedades graves (…) como: idiotez,
síndrome de Down, microcefalia,
hidrocefalia, malformaciones de todo tipo
(especialmente de extremidades, cabeza y
columna vertebral); y parálisis, incluyendo
condiciones de parálisis cerebral».
9. A pesar de que para
poder acabar con la
vida de menores se
necesitaba el
consentimiento
paterno, era bastante
usual que se ejerciera
presión sobre las
familias para que
acabaran cediendo y
enviaran a sus hijos a
los centros de muerte
diseminados por
Alemania.
10. Allí, ya fuera mediante una inyección
letal o mediante cámaras de gas, se
acabó con cientos de vidas de
enfermos no sólo extranjeros, sino
también alemanes.
«Lo más escalofriante de todo ello fue el
consiguiente “negocio” que los
profesionales de la medicina y…
11. … científicos alemanes vieron en los
asesinatos de los discapacitados, cuyos
cuerpos servían para sus retorcidos
estudios raciales», destaca Herradón.
Con el inicio de la guerra, estos
escuadrones de la eutanasia recibirían
de Hitler la orden de acabar con cientos
de prisioneros recluidos en campos de
concentración.