Galileo Ricardei descubrió los cuatro satélites de Júpiter - Io, Ganímedes, Calisto y Europa - mientras estaba encarcelado. Observando a cuatro chicas bailar alrededor de un jardín, Ricardei comparó su baile con lo que había visto al observar Júpiter con su telescopio, notando cuatro objetos que giraban alrededor del planeta. Una noche clara, confirmó su descubrimiento al observar directamente a los cuatro satélites orbitando Júpiter.
1. LECTURA DEL TERCER CONTROL
DE LENGUA CASTELLANA
L O S
S A T É L I T E S
D E
J Ú P I T E R
Galileo Ricardei no había podido finalmente convencer al tribunal que lo juzgaba de sus
hipótesis que indicaban que la Tierra giraba alrededor del Sol. Todo un experto en la observación
de los cielos gracias a la mejora de su anteojo original -ahora telescopio de potentes lentes-, el
ilustre científico había tenido que renunciar a su prodigioso descubrimiento ante la amenaza de
morir quemado en la hoguera por hereje. La actitud que había mostrado ante sus acusadores había
sido fingida, pero necesariamente convincente. Ricardei aseguró que el Sol seguía siendo el centro
del universo ante el tribunal pero, como sabemos, murmuró entre labios la famosa sentencia <<Y,
sin embargo, se mueve>>.
Encerrado en su casa, condenado a cadena perpetua, Galileo Ricardei lamentaba no haber
podido convencer a esa panda de inútiles de las conclusiones que él mismo había verificado. Sin
embargo, su vocación de científico no había desaparecido. Viejo ya y sin demasiadas fuerzas,
Ricardei sacaba energías de donde fuese y nunca abandonaba el proceso de observación. Así,
noche tras noche, desde la ventana de la habitación en la que permanecía preso e incomunicado,
Ricardei dirigía su observación hacia Júpiter, el primero de los planetas exteriores, en busca de algo
que constituiría una nueva maravilla que asombraría al mundo. Su actitud curiosa le había
permitido abrir una nueva vía de investigación.
Puesto que Galileo Ricardei era un hombre culto, empezó a escribir un trabajo titulado <<Los
satélites de Júpiter>> en las paredes de la habitación. Sus carceleros tenían prohibido suministrarle
papel, pues el juez había decretado que nunca jamás le sería permitido escribir libro alguno que
pudiese confundir o engañar al mundo. Sin embargo, la sentencia no decía nada del hecho de
escribir en las paredes...
Cada mañana, Galileo se asomaba a la ventana, pues cuatro hermosas jóvenes, amigas de
juego, se acercaban al pie del torreón para cuidar las flores del jardín y mimarlas con sus cantos. Las
jóvenes se llamaban Sihami, Alexandrae, Sanau y Julieta y eran vecinas de la localidad de Pisa.
Esas muchachas le alegraban el día a Ricardei, pues no dejaban de cantar entonando
hermosas melodías con una voz absolutamente preciosa. Además, las chicas hacían una especie de
corro enlazando sus manos y bailaban ágilmente alrededor del parterre donde estaban las flores que
cuidaban.
2. Aparte de disfrutar con el espectáculo de las muchachas danzarinas, Galileo Ricardei,
pensativo como siempre, comparaba el baile en círculo alrededor de las flores con algo que creía
haber observado durante sus largas noches de vigilia con el telescopio. Le daba vueltas y más
vueltas al asunto, pero no acababa de ver claro de qué se trataba aquello que le rondaba por la
cabeza. De lo único que estaba seguro era de que la danza circular de las muchachas alrededor de
las flores él la había visto también en la inmensidad del universo.
Una noche clara, estrellada, con el firmamento bañado en bonanza, paz y tranquilidad, Galileo
Ricardei encontró lo que buscaba. Enfocó su potente telescopio hacia el cielo y entonces lo vio claro.
Más allá del cinturón de asteroides, Ricardei pudo observar la silueta del gigante planeta Júpiter.
Imponente, con sus colores pastel característicos, el planeta parecía tener a su alrededor cuatro
astros que se movían acompasados, bailando. Asistía, pues, a una especie de danza similar a la que
las cuatro jóvenes le regalaban cada mañana desde la ventana… ¡Claro! ¡Eso era precisamente lo
que estaba buscando! La danza de las cuatro muchachas era exactamente igual a la que cuatro
astros -en realidad cuatro satélites- hacían alrededor de Júpiter. Entonces, si esos satélites giraban
alrededor de Júpiter y no alrededor del Sol… ¡Galileo había encontrado una prueba más de que la
Tierra no era el centro entorno al cual gira todo! ¡Aquellos satélites giraban alrededor de Júpiter y no
de la Tierra!
Una vez más, Galileo Ricardei había sacado a relucir el genio científico que llevaba dentro.
Gracias a la observación de las chicas y a la investigación con el telescopio, el científico acababa de
descubrir los cuatro primeros satélites de Júpiter: Io, Ganímedes, Calisto y Europa.
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