2. Se trataba de un mono muy compasivo que abría su corazón a todos
los animales que encontraba.
Un día conoció a una tortuga macho y trabó una buena amistad con
ella. Tortuga y mono pasaban muchas horas al día hablando de sus cosas.
Pero la tortuga hembra comenzó a sentirse molesta porque su marido estaba
demasiadas horas fuera de casa. Pidió explicaciones y la tortuga macho le
explicó que había trabado una gran amistad con un cariñoso mono con el
que podía hablar de muchos temas y enriquecerse con su amistad y sus
sentimientos, siempre bondadosos.
La esposa, entonces, quedó presa de los celos y se dijo:
- Debo hallar algún modo de acabar con ese maldito mono.
Ideó un plan perverso y lo puso en acción. Comenzó a fingir que
había adquirido una rara enfermedad muy peligrosa y que ponía en riesgo su
vida. El marido estaba realmente preocupado.
-¿Qué puedo hacer por ti, esposa?
La tortuga hembra dijo:
- Mis órganos están muy débiles.
- En cualquier momento puedo morir.
- He consultado a la tortuga curandero y me ha asegurado que sólo
puedo salvarme si como hígado de mono.
3. La angustia atenazó al marido. La esposa insistió:
- Necesito hígado de mono o moriré; te lo aseguro.
- Tú tienes amistad con ese compasivo mono. Si es tan
bondadoso, como siempre dices, no durará en ofrecerte su hígado para
salvar mi vida.
La tortuga macho fue a hablar con el mono y le mintió:
- Amigo mono, mi esposa desea conocerte y procurarte los
mayores atenciones.
- Ven a comer a nuestra casa.
Las tortugas vivían en medio de un estanque y el mono no sabía
nadar. Preguntó:
- ¿Y cómo llegaré a vuestra casa?
- Muy fácil, amigo; sólo tengo que llevarte sobre mi caparazón.
- Magnifico – dijo el mono satisfecho y anhelando conocer a la
esposa de su buen amigo.
Comenzaron a cruzar el estanque, el mono sobre el caparazón. A
medio camino la tortuga dijo:
- Tengo que decirte la verdad. Necesitamos un hígado.
4. - Mi mujer esta muy enferma y tiene que ingerir hígado de
mono si quiere salvar la vida.
El mono, que era intuitivo, enseguida captó las intenciones
de la tortuga hembra. Aparentando la mayor naturalidad dijo:
- ¿Cómo no me los has dicho antes? Resulta que he
olvidado el hígado en mi cabaña, sobre el árbol.
- Pero ya sabes cuánto te quiero, así que volvamos y lo
cogeré.
- Si tu esposa está enferma, yo la ayudaré encantado.
Volvieron hasta el refugio del mono y éste trepó por el
tronco del árbol. Desde allí le exclamó a la tortuga macho:
- ¡Pobre tonto, tu mujer te ha engañado! No puedo seguir
asociado a alguien tan necio. Ella es perversa y tú, simplemente,
bobo. Te deseo todo lo mejor, créeme, pero no vuelvas por aquí.