3. ¿Qué es la Fábula? Es una breve composición literaria, cuyos personajes son en general animales u objetos. Su intención es demostrar mediante una breve historia, una advertencia o consejo, que se resume al final de la narración en una moraleja .
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5. La cigarra y la hormiga Moraleja: No pases tu tiempo dedicado sólo al placer. Trabaja, y guarda de tu cosecha para los momentos de escasez. Pero no seas tan poco generoso como la hormiga, ya que compartir las cosas da mucho gusto. - Doña hormiga, sé que vuestro granero está lleno, no vais a poder acabar con todas las provisiones durante el invierno. En cambio, aquí tenéis a vuestra humilde vecina que no podía imaginarse lo duro que es el invierno, y no tiene nada que llevarse a la boca. Por favor prestadme algo para comer, a cambio en verano os cantaré todo el día y siempre seré vuestra amiga. La hormiga no era generosa, y al oír a su vecina escondió a la espalda las llaves del granero diciendo: - ¡Tú crees que yo voy a prestarte lo que tanto esfuerzo me ha costado conseguir! ¡Holgazana! Te pasaste el verano cantando mientras yo trabajaba, con el calor que hacía, para llenar mi granero. Pues ahora que yo como, baila tú, que te creías tan lista. Y se metió en su hormiguero dejando sola y hambrienta a la perezosa cigarra. Era verano y hacia mucho calor. La cigarra estaba contenta, se sentía feliz. Se pasó todos esos meses cantando, sin preocuparse de que cuando viniera el frío, no iba a poder encontrar fácilmente comida. Veía abajo, en el suelo, a la tonta hormiga que no paraba de trabajar ni un instante. Iba de aquí para allá, siempre cargada con comida para su hormiguero. ¡Tonta, con lo bien que se estaba sin hacer nada! Empezaron a pasar los días y llegó el invierno. La cigarra empezó a buscar desesperadamente comida por los campos, pero no quedaba nada. Los árboles habían perdido las hojas y no tenían nada que dar de comer ni a los pájaros, ni a las cigarras. Tenía mucha hambre y tiritaba de frío. De pronto se acordó de su vecina, la hormiga y fue inmediatamente a verla. La saludó con respeto, y le dijo:
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7. La zorra y la cigüeña Una zorra invitó a comer a una cigüeña y lo hizo con tanto ofrecimiento, que la cigüeña se imaginó que se iba a encontrar con una auténtico banquete. Aceptó en seguida y muy alegre se fue a casa de la zorra. Moraleja: No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti. Pero al llegar se encontró con que encima de la mesa no había más que una fuente plana, en la que se veían menuditos trozos de carne dispuestos en una fina capa. La cigüeña tenía tal hambre que se lanzó a picotear la fuente, pero su largo pico no le servía como tenedor ¡No consiguió coger ni un solo trocito de carne! Llegó la zorra y con su lengua no dejó ni rastro de carne. La cigüeña se fue con más hambre de la que tenía, pero no protestó ni dijo nada. Pasaron unos días y la cigüeña devolvió la invitación a la zorra, quién aceptó y pensó también que se daría un banquete, ya que ella no tenía problemas para comer ni en fuentes planas, ni en platos hondos. La cigüeña había puesto la carne en un alto jarrón de cristal de panza ancha y boca estrecha. La zorra acercó el hocico y metió la lengua, pero no pudo llegar hasta el fondo donde estaba la apetitosa carne. El jarrón estaba hecho a la medida del pico de la cigüeña, y esta vez ella si pudo comer, sonriendo pensando en su venganza. La zorra se marchó de casa de la cigüeña con el rabo entre las piernas. Se había dado cuenta de que la cigüeña había sido más lista que ella y aprendió que donde las dan las toman.
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13. La lechera Y la buena mujer se puso tan contenta que empezó a saltar de alegría pensando en todo el dinero que iba a ganar, y sin acordarse de que llevaba en la cabeza el cántaro de leche, y éste se cayó al suelo. ¡Pobre lechera! Se quedó sin leche, sin huevos, sin pollitos, sin cerdo, sin vaca y sin ternero. “ Me darán mucho dinero por la leche, con eso compraré una cesta de huevos y de ahí nacerán al menos cien pollitos. Cuando crezcan los pollitos, los venderé. Conseguiré mucho dinero y con él compraré un cerdo. Si le doy bellotas para comer engordará mucho y al venderlo en el mercado, me darán aún mucho más dinero. Con todo el dinero que gane por el cerdo, compraré una vaca fuerte, que dé mucha leche, y seguro que me sobra dinero para comprar también un ternero….” Una mujer llevaba leche a vender al mercado: era la lechera. Vivía en la montaña e iba al pueblo. Contenta, iba pensando donde vendería la leche y quién pagaría más por ella. Empezó a imaginar cosas mientras caminaba: Moraleja: Que la fantasía no te impida ver la realidad. Disfruta de lo que tienes y del presente. Vive contento, que es el mejor regalo que te da la vida.
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16. El hombre y la víbora Un labrador vio en el suelo una serpiente medio muerta de frío. Le dio pena y la cogió para calentarla. Se la metió debajo de la camisa, junto a su pecho, para que el calor de su cuerpo le devolviera la vida. Y así fue. Pero era una víbora y, al revivir, lo que hizo fue picar a su salvador. Y lo mató con su veneno. Haz bien, pero fíjate a quién lo haces. Moraleja: No sirve de nada hacer bien a los desalmados.
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18. Las ranas pidiendo rey Las ranas vivían sin rey que las gobernara, libres, felices y haciendo cada una lo que le daba la gana. Como nadie están contento con lo que tiene, un día las ranas pensaron que no estaban bien sin un rey, y fueron a pedírselo a Júpiter, el dios de los dioses del Olimpo. A Júpiter le pareció tan tonta la petición que les lanzó un tronco a la laguna. Las ranas se asustaron por el ruido que provocó el tronco al caer y estuvieron escondidas largo rato, hasta que se dieron cuenta que no era un rey, sino un tronco. Entonces empezaron a pedir de nuevo a Júpiter: “¡Danos un rey, un rey de verdad!”. Y Júpiter se enfadó tanto que les mandó una culebra enorme. La culebra empezó a morder, matar y tragar a todas las ranas que se le pusieron por delante, ¡ahora si que tenían las ranas motivo para el miedo, la queja y el canto desesperado! Pidieron a Júpiter que liberara a su pueblo de ese rey tirano y el padre de los dioses les dijo: - Sufrid a ese rey tirano, porque me lo pedisteis. No he hecho más que lo que queríais. Moraleja: Antes de pedir algo, hay que pensar si será bueno para nosotros o si nos hará desgraciados.
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20. El asno y Júpiter Un labrador cargaba todas las mañanas su asno con las verduras que había cogido en el campo, para llevar a vender a la plaza, y al atardecer regresaba el burro cargado con los desperdicios. El asno, harto de tanto trabajar, le pedía todos los días a Júpiter, el padre de los dioses, que le cambiara esa forma tan dura de vivir. Júpiter, harto de tanta queja, hizo que el labrador vendiera el burro a un hombre que hacía tejas. Así el asno ya no cargaba verduras, sino tejas que pesaban muchísimo más. Encima su nuevo dueño le daba poco de comer y le azotaba bien. De nuevo el asno pidió a Júpiter, que tuviera lástima de él y le cambiara otra vez de dueño, y así lo hizo el padre de los dioses. El dueño vendió el burro a un curtidor, así que el burro cargaba ahora pellejos de animales ¡Que mal olor daba la carga! Y el burro volvió a suplicar a Júpiter, pero éste se tapó los oídos y así sigue siempre que oye a alguien pedir que le cambie su destino, porque nadie está contento con su suerte, excepto los que son felices que no quieren cambiarla. Moraleja: El camino de la envidia no conduce a la felicidad, sino a la desdicha. Hay que ver siempre lo bueno que hay en nuestra vida.
21. La cierva y la viña Una cervatilla iba huyendo de unos cazadores que la perseguían con sus perros, y empezó a cansarse. Por fin encontró una frondosa viña donde refugiarse. Sin pensarlo se metió en lo más espeso, y ya no se la veía. Los perros perdieron su pista. Descansó un rato y le empezó a entrar hambre, lo cual no era problema porque tenía a su alcance comida muy apetitosa: ¡las hojas y los tallos verdes de las vides! Empezó a comer aquellos tiernos tallos de la viña, sin darse cuenta de que estaba devorando a su salvadora. Y cuanto más comía, más hueco creaba en la verde viña y por el hueco iba saliendo a la luz su cabeza comilona. Desde lejos, un cazador que aún persistía en la búsqueda, la vio a través del hueco creado en la viña. No tuvo más que disparar y dio en la diana. La cierva que había sido ingrata con su protectora, la vid, cayó muerta al primer disparo. Moraleja: Nunca hagas daño a la persona que te ha ayudado.
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23. El león y el ratón Un león dormía tranquilo en su cueva, cuando unos ratoncitos entraron corriendo y saltando, y lo despertaron. Éste se enfadó y cogió entre sus garras a uno de ellos. El ratoncito asustado lloró y pidió perdón, con tan buenas palabras, que el león conmovido lo soltó. A los pocos días, el león estaba cazando y por error cayó en una red que los hombres habían tendido entre la maleza. El león rugía de tal manera, que se le oía en todo el bosque. Todos los animales le oían, pero no acudió ninguno. Bueno, sólo uno acudió, el ratoncito. Corrió a ver que había pasado y vio al león atrapado en la red. Se le acercó y le dijo que dejara de rugir, para que los hombres no le oyeran, y que le dejara trabajar a él. Empezó a roer la red sin parar, rompiéndola poco a poco, hasta que el león pudo sacar las garras y salir de la trampa. El león se salvó gracias a que había tenido pena del pobre ratoncito y le había dejado libre, ya que si no él también hubiera muerto atrapado en la red. Moraleja: Ayuda siempre que puedas a quien lo necesite. Todos nos podemos ayudar unos a otros y no hay ayuda pequeña, ¡todas sirven!
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28. El asno vestido de león Un asno andaba disfrazado con la piel de un león. Todos los animales huían con miedo al verle, creyendo que era un auténtico león. En el molino, el molinero estaba trabajando. Salió un momento a la puerta y le pareció ver un león a lo lejos. ¿Un león en este sitio? Miró y miró, y entonces vio que el león tenía una oreja de asno. Entonces cogió un garrote y fue al encuentro del falso león. ¡Cuántos palos le dio al burro disfrazado! Allí quedó el burro, en la casa del molinero, y no se atrevió ni a protestar. Todos se rieron al verlo disfrazado con la piel de león, cuando no era más que un burro apaleado. Moraleja: Muchos presumen de lo que no son. Y al menor descuido algo les delata, como al asno su oreja, y ya no les sirve de nada el disfraz.
29. Una persona tenía una gallina maravillosa, que ponía todos los días un huevo de oro. Era una riqueza inmensa, todos los días al levantarse, encontraba en el gallinero el huevo de oro del día. Pero esa persona era muy avara, y en vez de sentirse feliz con su ganancia, quiso tener más, llegar a la fábrica del oro y no tener que esperar día a día a que la gallina se lo regalara. Agarró a la gallina y la mató. Le abrió el vientre ¿y qué encontró? ¡pues nada! Había matado a la gallina y ya nunca más iba a conseguir ni uno solo. Había tenido la riqueza en sus manos, y su avaricia le había llevado a perderla definitivamente. Moraleja: Muchos hay que tienen lo necesario y no están contentos porque siempre quieren más. La avaricia no da nunca la felicidad. Sólo podemos ser felices si estamos contentos con lo que tenemos y disfrutamos de ello.
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35. La comadreja y los ratones Una comadreja se sentía muy débil porque apenas comía. Era ya muy vieja y no podía cazar ratones. Un día empezó a darle vueltas a la cabeza pensando como podría cazarlos, sin tener que correr detrás de ellos. Se metió en medio de un montón de harina y quedó totalmente enharinada, cubierta por completo de blanco, se quedó sin moverse y esperó casi sin respirar. Llegó un ratoncito, metió el hocico en la harina y de pronto una garra le cogió por el cuello y se lo comió. Al ver que el plan había funcionado, la vieja comadreja siguió oculta bajo la harina, hasta que llegó otro ratón, y le pasó lo mismo. Así poco a poco la comadreja fue recobrando sus fuerzas, comiendo un ratón tras otro. Moraleja: Si no tenemos fuerzas, si no tenemos poder, hay que saber utilizar el ingenio. La inteligencia llega siempre mucho más lejos que la fuerza.