Este relato cuenta la historia de un joven atleta que ganó su primera copa a los 5 años y fue seleccionado para competir en los campeonatos juveniles nacionales a los 16 años. El joven y sus compañeros fueron sometidos a un duro entrenamiento y recibieron suplementos vitamínicos que resultaron ser esteroides anabolizantes. A pesar de fallar en sus primeras pruebas, el joven ganó los 3000 metros y se aseguró una beca, pero quedó paralítico tres meses después.
1. Relato breve
marcialbetancor@hotmail.es
www.bubok.es/libros/207081/ENTRE-BROMAS-Y-VERAS
2. Sin duda alguna, yo nací para
correr, para competir. Las
piernas se me iban solas, el
sudor me refrescaba, y el
corazón me marcaba un ritmo
acompasado, como música,
mientras corría. ¡Cómo
disfrutaba en la pugna por ganar cada carrera en la que
participaba! Con sólo cinco añitos gané mi primera
copa. Y a los dieciséis, me seleccionaron para disputar
los campeonatos juveniles nacionales, que se
celebrarían en Galicia. Los ganadores disfrutarían de
3. una beca preparatoria para las próximas olimpiadas
Barcelona ´92.
Cuco Pascual, el seleccionador y preparador físico,
junto al doctor Rubio, diseñaron un específico
plan de entrenamientos y alimentación para convertirnos
en auténticos atletas. De los veinte
chicos seleccionados en principio,
sólo quedamos tres: Luis Sánchez,
en 1.000 metros; yo, en la distancia
de 1.500; y Picapiedras, en 3.000.
Durante meses, Cuco Pascual, siempre cronómetro en
mano, nos sometió a durísimos y variados ejercicios de
velocidad, musculación y resistencia. Y a falta de dos
4. semanas para el comienzo de los campeonatos,
nos concentraron en Las Cañadas del Teide, a
dos mil quinientos metros de altitud, para que
respiráramos aire puro. A los complementos
vitamínicos de nuestra dieta, añadieron unas
cápsulas rosadas, que tenían la función de
provocar un aumento del metabolismo.
Nunca oímos hablar de
asteroides anabolizantes,
testosteronas, ni nada por el
estilo. Sin embargo, días antes
de abandonar la concentración
en el Parador, nos extrajeron, a
5. cada uno de nosotros, sangre,
que guardaron en bolsas de
plástico.
Ya en Galicia, y antes del
comienzo de los campeonatos, se
nos practicó una transfusión
sanguínea.
Mi participación en la prueba de 1.000 metros,
fue un fracaso. Incomprensiblemente se me
aflojaron las piernas. También fallé en mi
especialidad, la final de los 1.500. Cuco Pascual y el
doctor Rubio me echaron una bronca
monumental.
6. Sólo quedaba la prueba de tres kilómetros para
justificar todo el esfuerzo que habían hecho con
nosotros. Así que planificaron la carrera de modo
que yo haría de liebre a Picapiedras. La noche
antes, el doctor me recetó doble cantidad de
aquellas cápsulas rosadas.
Estaba nervioso cuando salté a la pista.
No sujetaba las piernas cuando nos
preparábamos para la salida. Pero a
medida que avanzaba la carrera, soltaba
la presión, y me encontraba más ágil.
Desde el principio me coloqué en cabeza
7. del grupo, tirando fuerte. Sentía cerca el aliento y
las zancadas de los otros atletas. A la cuarta
vuelta al estadio, según la estrategia prevista, yo
tenía que retirarme, para que Picapiedras saliera
lanzado. Pero como en aquel
momento me encontré
fuerte como un caballo,
continué corriendo. Poco a
poco fui dejando atrás a los
otros atletas.
Notaba cómo el aire fresco me entraba a chorros
en los pulmones. Y de nuevo, el latir del corazón
8. me sonaba como un ritmo
musical. Corría como si volara por
óvalo del estadio. Cuando a un
nuevo paso por meta, sonó la
campana de última vuelta,
aceleré un poco más, y me separé
claramente del grupo.
Una cámara de televisión me seguía. Cuco
Pascual saltaba de júbilo. Era mi día de gloria. Doblé
a los más rezagados, y encaré los últimos cien
metros, esprintando con fuerza y elegancia.
9. ¡Campeón de España juvenil de 3.000
metros! ¡Tenía asegurada la beca para las
Olimpiadas!
Aplausos, sonrisas, felicitaciones… Era el
hombre más feliz de la tierra.
Sin duda alguna, yo nací para
correr. Desgraciadamente,
aquella fue mi única carrera
de verdad.
Tres meses más tarde, quedé postrado para
siempre en esta silla de ruedas, inválido.