Este documento es una carta a un amigo kirchnerista en la que el autor expresa su preocupación por qué tantos jóvenes son kirchneristas a pesar de compartir sus ideales progresistas. Plantea que la diferencia es que sus amigos eligen ser kirchneristas por falta de una alternativa mejor, renunciando a soñar con algo más allá de lo posible. Concluye que es necesario hacer un llamado a los jóvenes a no resignarse y a seguir soñando con un futuro más igualitario y justo.
Llamado a soñar: por qué los jóvenes eligen ser kirchneristas
1. Carta a un amigo kirchnerista (o, un llamado a soñar)
Hace un tiempo ya que me inquieta una idea: ¿por qué una parte importante de los/as jóvenes de
este país, entre los cuales hay amigos y conocidos, son kirchneristas?
Tengo 28 años, nací en el gran Buenos Aires y ahora vivo en la Ciudad. Hace algunos años me
recibí de abogado y en términos sinceros, me considero un tipo con un pensar, un decir y un hacer
progresista, bastante de izquierda para el imaginario actual. Soy un convencido, por ejemplo, de
que los problemas de seguridad se solucionan con mucha más igualdad y mucha menos policía;
que las grandes corporaciones económicas son el principal enemigo a vencer; que el Estado
efectivamente debe asumir un rol transformador; que un país donde las personas tienen los
mismos derechos cualquiera sea su orientación sexual es un país mucho más justo; y que si se
fomenta la pluralidad de opiniones la sociedad es más libre.
De verdad, creo todo eso y lo defiendo a muerte con cada acto de mi vida cotidiana y cada vez que
tengo la oportunidad de discutir alguno de estos temas. Sin embargo, al final de todas las charlas
que he tenido con amigos/as y conocidos/as kirchneristas (amigos/as y conocidos/as macristas la
vedad que no tengo, recuerden que soy progresista, de izquierda) siempre me queda una
sensación amarga en el pecho, nada que me haga pensar en algún tipo de dolencia física, sino más
bien eso que se siente cuando uno no puede encontrar la respuesta a un interrogante sumamente
sincero y profundo. -¿Por qué este/a pibe/a que de verdad defiende mis mismas convicciones es
kirchnerista y yo no?- me pregunto, y la sensación amarga de esa pregunta que me hago cuando
ya estoy volviendo a casa, no se asemeja a la pena, no es producto de la subestimación. De hecho,
muchas de las personas en las que estoy pensando, son y han sido compañeros/as e incluso
maestros/as de la vida, gente a la que quiero y respecto muchísimo en sus facetas humana e
intelectual, y de quienes he aprendido y aprendo diariamente.
Es más, confieso que no solo en una oportunidad me interpelé seriamente acerca de la posibilidad
de reconocerme kircherista, pero siempre aparecía algo que me lo impedía: la filo militarización de
los barrios más pobres de la Ciudad; algún acuerdo comercial con multinacionales que explotaban
nuestros recursos y contaminaban nuestros lagos; estructuras mafiosas enquistadas en
organismos centrales del Estado; reivindicaciones legítimas apropiadas espontánea- e
inconsultamente; falta de conferencias de prensa e información oficial, entre otros. Así entonces,
esas contradicciones, e incluso el distanciamiento involuntario con algunos de esos amigos, hacían
que la sensación amarga persistiera, -¿qué era?- me preguntaba.
En estos días creo que el propio kirchnerismo me ha ayudado a encontrar una posible respuesta.
“En la vida hay que elegir”, dice el nuevo slogan de campaña del FPV para estas elecciones.
Ni bien lo leí se me vino a la mente el concepto de Gramsci que afirma que “vivir es tomar
partido”, y acto seguido recordé una y otra y otra conversación con mis amigos/as y conocidos/as
kirchneristas, y me di cuenta que en todos los casos, el punto en el que los caminos de nuestras
discusiones se bifurcaban era el mismo: el exacto momento en que elegían. No nos habían
desencontrado las convicciones de igualdad, de justicia, de libertad ni de pluralidad, nos había
separado la elección que cada uno hacía.
Mis amigos/as elegían ser kirchneristas porque creían en los mismos valores que yo defendía, pero
también porque entendían que no había una alternativa mejor. Nadie, creían ellos/as, podía
2. defender desde lo discursivo y desde la praxis política esas causas mejor que el kirchnerismo. Y esa
era la piedra que inclinaba la balanza, ellos en su vida elegían ser kirchneristas ante la falta de una
alternativa seria y superadora, ante el vacío de ideas nuevas, ante los presagios negativos de los
mismos de siempre, ante la falta de confianza de que algo mucho mejor es posible, ante la
resignación o la desesperanza de tener sueños transformadores.
Fue justo en ese punto donde creo haber encontrado la respuesta a mi pregunta, la causa de esa
sensación amarga en el pecho después de una charla con amigos/as. Estoy convencido que una
gran parte de la juventud de este país es kirchnerista porque muchos/as de esos jóvenes han
renunciado a soñar, se han rendido ante la razón de lo posible y han dejado de ilusionarse con la
sinrazón de lo imposible, se han convencido que lo mejor que le puede pasar a la Argentina es el
kirchenerismo, porque no hay alternativa superadora.
Frente a esto, creo que todos los/as jóvenes que defendemos la igualdad, la justicia, la libertad y la
pluralidad, pero que nos negamos a aceptar como consecuencias necesarias la muerte, el
clientelismo, la corrupción y el autoritarismo, estamos obligados a hacerle a nuestros/as
amigos/as y compañeros/as un llamado a soñar. La desesperanza, el conformismo y la resignación
son la victoria de los poderosos. Por el contrario, la esperanza, la ilusión y los sueños de algo
mucho mejor son nuestras armas, imbatibles contra los que solo entienden de ambiciones y
egoísmos.
Si los jóvenes renunciamos a soñar, habremos elegido, pero habremos elegido ser indiferentes a la
vida e indiferentes a un futuro mucho más igualitario, más justo, más libre y más plural. (Y a juzgar
por la idea central de su escrito, a Gramsci no le caeríamos demasiado en gracia).