El gallo y el pato discutieron sobre la existencia de sirenas y decidieron investigar bajando al fondo del mar. Al principio vieron peces pequeños y grandes, pero luego se asustaron por la oscuridad. El pato convenció al gallo de intentarlo de nuevo con una linterna, y cuando la encendieron, descubrieron que estaban rodeados de sirenas, que se alegraron de verlos. Gracias a su valentía y perseverancia, el gallo y el pato se hicieron amigos de las sirenas.
El niño súper campeón y la lección de no hacer trampas
1. El gallo, el pato y las sirenas
Un gallo y un pato discutían tanto sobre si
existían las sirenas, que decidieron averiguarlo
yendo al fondo del mar. Bajaron viendo primero
pececitos de colores, luego peces medianos y
grandes, hasta que todo estaba oscuro y no
veían nada. Entonces les entró un gran miedo y
subieron. El gallo estaba aterrado y no quería
volver, pero el pato le animó a seguir
intentándolo, y para calmarle llevó una gran
linterna. Bajaron, y al llegar a la oscuridad,
cuando estaban pasando más miedo,
encendieron la linterna y descubrieron que
estaban totalmente rodeados de sirenas, que
les podían ver en la oscuridad. Ellas les
contaron que pensaban que no les querían,
2. porque la otra vez se habían ido justo cuando
les iban a invitar a una gran fiesta, y se
alegraron muchísimo de volver a verles.
Y gracias a su valentía y su perseverancia, el
pollo y el pato fueron grandes amigos de las
sirenas.
3. El pirata bueno
Manos Largas era un niño pirata, hijo de piratas. Él
nunca había robado nada ni asaltado ningún
barco, pero en su familia todos daban por seguro
que sería un pirata de primera. Sin embargo, a
Manos Largas no le atraía para nada la idea de
dedicarse a robar a la gente. Lo sabía porque de
pequeño uno de sus primos le robó uno de sus
juguetes favoritos y aquello le había parecido
horrible.
Según fue creciendo, el bueno de Manos Largas
empezó a angustiarse con la idea de que en
cualquier momento surgiera su verdadera
personalidad de pirata, y no pudiera evitar
dedicarse al robo, al abordaje y los pillajes.
Con el tiempo, todos se dieron cuenta de que no
era un pirata como los demás, pero era tan larga
la tradición familiar de estupendos piratas, que
ninguno se atrevía a decir que no era pirata.
4. "Simplemente", decían, "es un pirata bueno", y lo
seguían diciendo a pesar de que Manos Largas
hubiera estudiado medicina y dedicara sus días a
cuidar de los enfermos de la ciudad.
Un día, viéndose viejecito, y mirando a sus hijos y
sus nietos, ninguno de los cuales había llegado a
ser pirata, se dio cuenta de que ni él ni nadie tenía
que ser pirata ni ninguna otra cosa de forma
natural ni por obligación. ¡Cada uno podía hacer
con su vida lo que quería! Y él, que había sido lo
que había elegido, se sentía profundamente
satisfecho de no haber elegido la piratería.
5. El niño súper campeón
Cristóbal era un niño que lo que más le gustaba
en el mundo era ganar y como no soportaba
perder, se había convertido en un experto con
todo tipo de trampas. Así, era capaz de hacer
trampas prácticamente en cualquier cosa que
jugase sin que se notara, e incluso en los juegos
de la consola y jugando solo, se sabía todo tipo
de trucos para ganar con total seguridad.
Así que ganaba a tantas cosas que todos le
consideraban un campeón. Eso sí, casi nadie
quería jugar con él por la gran diferencia que
les sacaba, excepto un pobre niño llamado
Andrés un poco más pequeño que él, con el que
6. disfrutaba a lo grande dejándole siempre en
ridículo.
Pero llegó un momento en que el niño se
aburría, y necesitaba más, así que decidió
apuntarse al campeonato nacional de juegos de
consola, donde encontraría rivales de su talla.
Fue dispuesto a demostrar a todos sus
habilidades, pero cuando quiso empezar a
utilizar todos esos trucos que sabía de mil
juegos, resultó que ninguno de ellos funcionaba.
¡Los jueces habían impedido cualquier tipo de
trampa!
Entonces sintió una vergüenza enorme: él era
bueno jugando, pero sin sus trucos, fue incapaz
de ganar a ninguno de los concursantes. Allí se
quedó una vez eliminado, triste y pensativo,
hasta que todo terminó y oyó el nombre del
campeón: ¡era el niño pequeño a quien siempre
ganaba!
Entonces se dio cuenta de que aquel niño había
7. sido mucho más listo: nunca le había importado
perder y que le diera grandes palizas, porque lo
que realmente hacía era aprender de cada una
de aquellas derrotas, y a base de tanto
aprender, se había convertido en un verdadero
maestro.
Y a partir de entonces, aquel niño dejó de
querer ganar siempre, y pensó que ya no le
importaría perder algunas veces para poder
aprender, y así ganar sólo en los momentos
verdaderamente importantes.