Este documento contrasta las consecuencias de sembrar para el Espíritu frente a sembrar para la carne. Sembrar para el Espíritu a través de virtudes como el amor y la paciencia lleva a la cosecha de vida eterna. Por el contrario, sembrar para la carne a través de pecados como la fornicación y los celos resulta en la cosecha de corrupción y la exclusión del reino de Dios.