Jesús cuenta la parábola del buen samaritano para enseñar que todos debemos ayudar a nuestro prójimo sin importar su raza o religión, ilustrando cómo un samaritano, que era visto como un extranjero, ayudó a un hombre judío que había sido asaltado, mientras que un sacerdote y un levita pasaron de largo sin prestarle ayuda.