1. A PROPOSITO DE EL MURAL “OPERACIÓN JAQUE”, DE EFRAIN PEREZ BALLESTEROS.
He visto el mural de Efraín Pérez Ballesteros, en su casa-estudio, en la vereda del Alcaparral
de Firavitova , Boyacá, ”Operación Jaque”, sobre la liberación de los rehenes en poder del
grupo subversivo de las FARC, entre los que se encontraba la señora Ingrid Betancourt, ex -
candidata a la presidencia de Colombia. No me propongo hablar aquí de arte sino más bien
de realidades: El escritor como el pintor tratan por todos los medios de dibujar, o narrar la
realidad que les circunda, de mostrarla no como es sino como debiera ser, y por ello,
querámoslo o no, trasponen la realidad y la llevan al mundo de la fantasía donde se explican
mejor los hechos, o al menos, donde podemos ver de un solo golpe toda una realidad que es
inapreciable, en su contexto, a lo largo de su periplo vital. La realidad es una escritura que hay
que descodificar. Ella presenta una serie de capas superpuestas, de detalles ocultos, de
subterfugios, de lugares comunes, de particularidades escurridizas y puntos de contacto que
llevan sucesivamente de unos a otros para conformar un entorno comprensible. La realidad es
entonces una sucesión de situaciones que se reflejan mutuamente como en una sucesión de
espejos que ocultan lo que hay detrás del azogue. Otra cosa diferente es su interpretación
donde entran en juego no solamente la psicología e ideología de su autor, sino y de forma
particular, las influencias del medio donde suceden los hechos, por ello, la pintura y la
escritura no son un espejo de la realidad como ocurre con la fotografía sino un esfuerzo por
interpretar lo que se oculta detrás de ella. A modo de ejemplo debo citar la historia de un
misionero en el Congo y sus esfuerzos para enseñarles a los nativos la diferencia entre el bien y
el mal. En su escuela donde recogía a los jóvenes para enseñarles el evangelio explicaba la
diferencia entre una obra buena y una obra mala, daba ejemplos y más ejemplos para que
comprendieran su significado, un día con el objeto de comprobar si lo habían asimilado le
pregunto al más adelantado de sus alumnos:
-Tú, Kalil, ¿ qué es una obra mala? – a lo que el aludido respondió:
- Una obra mala es que otro robe las vacas de mi señor…
¡Muy bien Kalil ¡ Y, ¿Una obra buena
¡Que mi señor robe las vacas de otro…!
Valle Inclán escribió que, “Las cosas no son como las vemos sino como las recordamos” y es
por ello que, las interpretaciones son diversas, los criterios encontrados y los sentimientos que
producen susceptibles de excesos no deseados: El regreso a la realidad, dice Mario Vargas
Llosa, es siempre un empobrecimiento brutal. Los críticos deben ser siempre objetivos y no
dejarse llevar por fanatismos de ninguna índole. El arte y la literatura interpretan la realidad,
no quieren rivalizar con la historia, no invaden sus dominios, lo que ocurre es que el arte y la
literatura cuentan lo que la historia o los historiadores no cuentan ni saben contar. Las críticas
negativas que ha recibido esta obra de Efraín, se enmarca dentro de este contexto y no se les
debe dar más trascendencia que la que provoca un hazme reír de circo ante la poltronería
acomodaticia de los zalameros de turno. Y a propósito de todo este guirigay armado alrededor
2. de la obra de Efraín, me permito transcribir aquí un fragmento de la obra Espejos de Eduado
Galeano, que vine como anillo al dedo:
EL CAPITAN DE LAS TINIEBLAS
“En el reparto de África, el Rey Leopoldo de Bélgica recibió el Congo como propiedad privada.
Fusilando elefantes, el rey convirtió su colonia en la más prodiga fuente de marfil; y azotando,
fusilando y mutilando negros, brindo caucho abundante y barato a las ruedas de los
automóviles que habían comenzado a rodar por los caminos del mundo.
Él nunca estuvo en el Congo, por los mosquitos. En cambio el escritor Joseph Conrad si estuvo.
Y en “El corazón de las tinieblas”, su novela más famosa, Kurtz fue el nombre literario del
capitán León Rom, oficial distinguido de la tropa colonial. Los nativos recibían sus órdenes en
cuatro patas, y él los llamaba bestias estúpidas. A La entrada de su casa, entre las flores del
jardín, se alzaban veinte picas que completaban su decoración. Cada una sostenía la cabeza de
un negro rebelde. Y a la entrada de su oficina, entre las flores de su otro jardín, se alzaba una
horca que se balanceaba con la brisa.
En las horas libres, cuando no cazaba negros ni elefantes, el capitán pintaba paisajes al oleo,
escribía poemas y coleccionaba mariposas”.
Carlos Herrera rozo.