1. ¿ACTUAR COMO UN REBAÑO O COMO SERES PENSANTES?
Nada es lo que es ni como y donde era sino que todo se mueve,
se transforma, deviene y desaparece, decía, en el siglo V antes
de nuestra era, Heráclito de Éfeso. Hoy, a comienzo del siglo XXI,
aún hay gentes para las que el cambio y la evolución les suenan a
un asalto de sus conciencias, olvidan que el cambio y la evolución
es lo único que prevalece con el cambio del tiempo. Estas gentes
se resisten al cambio natural de la vida.
Hace ya varios años asistimos a una profunda crisis de valores
relacionada con nuestra forma de vida, nuestras creencias y
nuestra falta de conciencia sobre los hechos y circunstancias que
nos rodean. Creemos equivocadamente que los acontecimientos
escapan a nuestro control y, más por poltronería que por
cualquier otra cosa, no queremos entender que es nuestra falta
de compromiso con el mundo en que vivimos que nos vemos
arrojados al muladar de los desperdicios invadidos por el miedo,
la incertidumbre y la inseguridad como si estuviera en constante
peligro nuestra supervivencia y primara por encima de cualquier
principio, nuestro instinto animal de conservación. Asistimos sin
estremecernos, sin participar, sin aportar una idea, a lo que otros
quieren imponernos o nos imponen sin que por miedo, o por
pereza, nos atrevamos a levantar la voz.
El compromiso por el contrario nos hace ver las cosas con otra
perspectiva, con criterio critico, dentro de un escenario donde se
fraguan las transformaciones que nos permitan seguir creciendo
individual y colectivamente mirando al futuro con optimismo.
Por ello debemos movernos dentro del espacio en que nos ha
tocado vivir analizando la situación en el entendimiento que,
2. convivimos con una oportunidad que nos permitirá evolucionar,
individual y colectivamente, atreviéndonos a cambiar las viejas
estructuras que nos atan al pasado y nos impiden vivir en un
mundo donde interactúan todas las ideologías en beneficio de la
colectividad.
Siempre he entendido que un buen maestro es el producto de
discípulos inquietos y aventajados. Es decir que, cuando estamos
bien preparados cultural y socialmente, podemos afrontar los
cambios sin alteraciones del ritmo. Como miembros activos de
una colectividad debemos tomar conciencia de la
insostenibilidad del sistema que nos rige, de la vacuidad de su
filosofía, de sus valores obsoletos basados en el egoísmo, en el
individualismo cerrero, en el trabajo al servicio de unos pocos
que se ufanan y se benefician a expensas del hambre colectiva.
Tenemos la obligación, para con nosotros mismos, para con
nuestros hijos y nietos, de dejar de aferrarnos al pasado y sus
valores mezquinos, para cambiar en el presente que vivimos y
esperar el futuro que viene, pletórico de transformaciones y
cambios irreversibles, con esperanza. El paradigma del mundo de
hoy se está levantando, para bien de todos, en el principio de lo
que somos en contraposición a lo que tenemos. Salto cualitativo
que nos permitirá una profunda transformación social en
relación con lo que hacemos.
Hoy, más que nunca, debemos comprender que las nuevas
generaciones requieren de nuestro esfuerzo sostenido para que
no olviden ni el pasado reciente, ni el pasado remoto, para que
emprendan con seguridad y acierto el camino que tienen que
recorrer sin perder el norte. Los jóvenes, con raras excepciones,
creen equivocadamente que la historia comenzó,
simultáneamente, el día de su nacimiento. Desconocen, por
3. completo, la historia del arte a la que van a dedicar sus días. La
lectura les es ajena y nada saben de los autores clásicos, de la
Divina Comedia, del Quijote, del Ciudadano Kane, de la Ilíada o
de la Odisea, ni del arte en cualquiera de sus manifestaciones.
No es ya, tan siquiera, que no hayan oído hablar de dichos títulos
y sus autores sino que, al parecer, solo se interesan por lo que les
afecta la vida mediata, el hoy, excluyendo el pasado. La verdad
es que la orfandad con que viven los jóvenes se observa en casi
todos los órdenes de la vida: Observan y leen solo lo reciente, lo
que les es contemporáneo, y conocen de la historia solo aquello
que coincide con el lapso de tiempo de sus propias vidas,
ignorando el pasado reciente, las luchas intestinas que han
devorado el futuro y la estabilidad orgánica de las sociedades en
que les ha tocado vivir, desconocen quienes fueron sus
gobernantes y a quienes han llevado al país a su actual estado
de cosas. Nadie, ni padres, ni maestros, les han enseñado que, el
ciudadano, para su formación, puede prescindir de lo último,
pero no de aquello que lo ha precedido, porque si lo desconoce
está condenado a repetir, sin saberlo, hechos que serán
semejantes, convirtiéndose, a la vez, en simples epígonos de la
vida.
El ser humano para desarrollarse integralmente está condenado
a recorrer, en su efímera vida, todas las fases que recorrieron
sus antepasados a lo largo de los siglos, en su vital aliento. Los
ciudadanos, para comprender su historia y entender el mundo
que se avecina, tienen que prepararse, aligerando la carga del
presente cultivando el pasado, para no parecer viejo y cansado
cuando comienza a dar los primeros pasos en la vida. Quien no
recurra al conocimiento de la historia estará condenado a
descubrir nuevas Américas, nuevos mundos que fueron hollados
4. hace siglos por sus antepasados, su actitud provocara la tristeza
y la apatía en sus mayores que serán más modernos, más
contemporáneos y más revolucionarios solo por el hecho de
haber visitado la prehistoria algún día. Quien pretenda
desconocer estos hechos despertara mañana arrojado en el
muladar de los desperdicios.
No digo estas cosas para solazarme en el permanente fracaso de
la clase dirigente mundial, que han destruido los valores de
identidad que nos son tan necesarios, sino para llamar la
atención de toda la ciudadanía sobre las obligaciones cívicas
inherentes al quehacer cotidiano, no solamente sobre nuestros
compromisos inmediatos sino con aquellos que contraemos con
las nuevas generaciones de ciudadanos, con nuestros hijos y
nietos, y, desde luego, con nuestro hábitat, con la tierra en que
vivimos ultrajada y maltratada: Los políticos, desde el ejecutivo,
hasta el último concejal, pasando por Ministros, Senadores ,
Representantes, Gobernadores y Alcaldes han olvidado, a
propósito, el Medio Ambiente, el compromiso ineludible de
salvar para las nuevas generaciones el entorno geográfico que
hoy vivimos en beneficio de las multinacionales y de la codicia de
los desaprensivos que las dirigen. ¿Qué beneficio obtienen con
este procedimiento? No lo sabernos, el tiempo todo lo aclara,
nunca será demasiado tarde para que los ciudadanos despierten
de su letargo y exijan el respeto de sus derechos.
Carlos Herrera Rozo