Jorge Lorenzo ha cambiado su estilo de pilotaje para ser más seguro y consistente. Antes era muy apasionado y arriesgado, lo que a menudo resultaba en caídas. Ahora a los 25 años, se ha vuelto más cerebral en su enfoque, gestionando mejor los riesgos y aprendiendo sus límites. Esto le ha permitido ganar su segundo campeonato de MotoGP siendo el piloto más fuerte mentalmente.
1. EL PAÍS
Jorge Lorenzo es un témpano de hielo. Siempre fue un piloto
muy pasional. Era todo corazón: entraba al juego a la mínima
provocación, atacaba cada curva como si fuera la última. No
soportaba perder. Y para él perder era ser segundo. Aquella
precipitación le valió tantas críticas como caídas y visitas al hospital.
Sin embargo, a los 25 años, y de la misma manera en que ha ido
moldeando su carácter, el de ese niño complejo que fue educado para
ser campeón del mundo antes que persona, ha trabajado también en
su pilotaje. Lo ha hecho desde el coco, no desde la muñeca, donde se
esconde el genio de un corredor, ese que dicta cómo aprovechar el
gas. La muñeca ya estaba enseñada. Siempre fue rápido. Pero no
pensaba lo suficiente sobre la moto. Hasta ahora. Hoy es más duro
que una piedra. Impermeable ante los ataques o la presión del
lunes, 29 de octubre de 2012
2. EL PAÍS
entorno y sus rivales, pura cabeza a lomos de una máquina de
1.000cc.
Se empeñó en cambiar hace unos meses, cuando vio un documental
sobre el piloto de fórmula 1 Alain Prost en el que el francés explicaba
que fue el primero que empezó a conducir rápido pero seguro. “Eso
es muy complicado. Intenté mejorar mentalmente para aprender
dónde estaba mi límite. Hay pilotos rápidos, pero no pilotan seguro.
Así era yo hasta el 2009. Pero cuando te haces daño no quieres
volver a pasar por esa situación. El motociclismo es un deporte de
riesgo, así que si sabes dónde está el límite es mucho más fácil”,
explicaba ayer Lorenzo nada más proclamarse a los 25 años campeón
del mundo de MotoGP por segunda vez, al acabar segundo, solo por
detrás de Stoner, y con Pedrosa por los suelos en los primeros
compases de la carrera, en Australia.
Lorenzo se propuso conocer dónde estaban sus límites y los de su
moto y los fue encontrando en cada curva, en cada circuito, se
empeñó en bordar la perfección con todo aquello que estuviera en su
mano y lo logró. Ganó cuatro de las seis primeras carreras y no ha
cometido ni un solo error en todo el curso. Solo cuenta con un cero
en su casillero y no fue responsable del abandono —Bautista le tiró
en la primera vuelta—; después, haciendo gala de esa novedosa
parsimonia, supo gestionar aquella ventaja lograda hasta la mitad del
campeonato —con una quinta victoria en Mugello y una sexta en
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3. EL PAÍS
Misano, gracias al choque de Barberá con Pedrosa— y aprendió a
conformarse con los segundos puestos que antes despreciaba.
Es un deporte de riesgo. Si sabes dónde está el límite es más fácil”
Jorge Lorenzo
Lorenzo es tan delicado en la trazada, tan fino en su pilotaje, tan
constante vuelta tras vuelta, tan buen frenador y tan atrevido en el
cuerpo a cuerpo como lo era hace dos años, cuando ganó su primer
título de MotoGP. Pero ya no teme los inicios de las carreras, donde
flaqueaba: primeras vueltas, primeras curvas, el neumático frío,
malas salidas.
Ha pulido todos esos defectos. Y, además, es psicológicamente el
piloto más fuerte de la parrilla. Ha exprimido su Yamaha al máximo
en uno de los años en que las dos grandes marcas japonesas han
estado más igualadas, aceptando el reto de la competencia de una
Honda bárbara llevada al extremo, además, por dos pilotos a la
altura: Dani Pedrosa, excelso, más fuerte, más atrevido; y el siempre
magnífico Casey Stoner, lastrado por una lesión en verano.
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4. EL PAÍS
TRABAJO REALIZADO POR NICOLE SALOMÓN SÁNCHEZ
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