1. EL SUBJETIVO
Acaso heroicidades
Juan Claudio de Ramón
ElSubjetivo para THEOBJECTIVE.COM
28 MAR 2018
Arnaud Beltrame era un hombre bien parecido, si se me permite usar una
expresión anticuada para hablar de un gesto algo anticuado también, como es el
de dar la vida por otro. En las fotos que hemos visto llaman la atención sus ojos,
de un azul limpio, incapaz de engañar, más claro que el quepí de su uniforme de
teniente coronel de la gendarmería francesa. Yo no sé mucho de rangos, pero
me aventuro a pensar que cuando se es teniente coronel se tiene al mando a
subordinados a los que puedes enviar a hacer el trabajo por ti, posibilidad
especialmente tentadora si el trabajo consiste ir a arrancarle la pistola a un
tarado que se dice soldado del islam y se ha metido en un supermercado con
rehenes de parapeto. Pero el bueno de Arnaud debió de decirse aquello de que si
se quiere que algo se haga bien no hay más remedio que hacerlo uno mismo. En
un tiempo postmoderno y fake, he aquí un hombre que no es ni postmoderno ni
fake. En España, también hay personas así.
Dice el filósofo Bruno Latour –lo recordaba hace poco Manuel Arias– que «los
hechos incorporan necesariamente una llamada a la acción». Cuando de algo
sabemos, cuando la noticia de un suceso nos alcanza, no reaccionar no es
posible. Quien conoce ya no tiene dispensa. Sentimos entonces, con palabras del
poeta Gil de Biedma, que «el hecho de estar vivo exige algo / acaso heroicidades
–o basta, simplemente / alguna humilde cosa común». En la vida todos tuvimos
o tendremos, alguna vez, la posibilidad de desempeñar el papel del héroe
reticente. En mi infancia, los jesuitas a quienes se encomendó mi educación me
contaron varias veces la historia de Maximiliano Kolbe, el sacerdote polaco que
se intercambió por un prisionero en Auschwitz para salvarle la vida. Pero como
para quitarme ideas de la cabeza, tras la historia edificante venía la coda
prudencial: se nos pide que amemos a los demás como a nosotros mismos, pero
no más que eso. Kolbe fue canonizado por la Iglesia como Beltrame será
encumbrado por Francia. Porque hay algo que emparenta al santo con el héroe.
Ambos nos atraen y nos humillan al mismo tiempo. Ambos interrogan a la
persona a la que más nos importa no decepcionar, a la única que no podríamos
mentir, a la única que no podría perdonarnos: nosotros mismos.