1. El determinante pareciera ser el hecho inmodificable de que la maternidad no es opcional: la
mujer es la encargada biológica de parir. Por lo tanto, pareciera que la misma biología le otorgó al
macho un papel ineludible: salir a buscar el sustento para los dos y sus crías. Hasta allí, en una
sociedad primitiva es entendible. La mujer está “atada” a su casa, el hombre encontrará medios
“afuera”.
Ese esquema fue sostenible hasta la primera mitad del siglo 20. A partir de las feroces guerras que
atravesaron el mundo, el papel laboral de la mujer comenzó a tener mayor sentido, mucho más
del que había tenido hasta entonces, siempre docente, enfermera o mucama.
Está demás decir que no es el papel que tiene hoy: desde presidenta hasta ingeniera, de ministra
o diputada hasta jueza o médica. Y en algunas profesiones con más representantes que los
varones.
En una sociedad en que hombres y mujeres cumplen igual papel ¿puede la realidad de conjunto
seguir igual? ¿Pueden en el hogar seguir cumpliendo iguales funciones?
Me refiero a las funciones clásicas. El hombre trabajaba afuera y volvía a casa a descansar. La
mujer trabajaba en la casa y lo esperaba para que cenara y disfrutaran junto de la limpieza y el
orden que ella manejaba, los hijos criados y el lecho tibio y ordenado listo para una nueva velada
sexual.
Ya vivimos un cambio.
Claro que ahora los dos salen y los dos vuelven. ¿Puede sin embargo continuar la obligación
femenina de hacer las tareas que le impone su condición de “ser mujer”?
Sí. Al menos eso es lo que dice una encuesta oficial argentina muy interesante y que refleja el
diario Clarín de Buenos Aires en http://www.clarin.com/diario/2007/05/19/sociedad/s-
05215.htm.
En Argentina, ese país que parece tan avanzado, 7 de cada 10 hombres cuya mujer trabaja ¡la
obligan a hacer las tareas de la casa!
Algo que Roa (uno de los capos periodísticos del diario) llama con dulzura “doble imposición” es
aquello que durante más de cien años los marxistas llaman “doble explotación”: la que ejerce un
sistema social y su propia pareja.
A partir de aquí viene, taxativa, mi interpretación.
¿Sabe por qué su hija admite ese maltrato de su esposo? ¡Por que usted se lo enseñó! A partir de
una pretendida “diferenciación sexual” al chico se le da una pelota (sé agresivo, competí) y a la
2. nena una muñeca (sé maternal, hogareña). A cada uno se le transmite MEDIA REALIDAD: la que le
conviene a la sociedad que se retroalimenta para continuar el sistema.
¿Cómo sobrevendrá el cambio?
Sólo un cambio generacional, hecho de previa conciencia parental podría llevar al cambio real de
conductas. Esto es: que los chicos se vayan acostumbrando a la idea de que en el hogar, todos
colaboran. Que cambiar pañales, cocinar, o limpiar no son “tareas del género femenino” sino
tareas de la vida, a secas.
¿De dónde viene la cosa? De la creencia de que el “ser varón” es un hecho que puede deformarse
por los hábitos. De que un chico gay puede asumirlo por creerse mujer a partir de una cuestión
cultural.
Conozco mujeres muy progres que creen esto. Que sus hijos “pueden amariconarse” si ellas les
piden que lave los platos o planchen, hagan la cama o cambien los pañales del hermano.
Todo este lío proviene, creo, de estar a dos aguas entre aquella sociedad tradicional y esta que se
las trae: las mujeres cada vez ocupan funciones más importantes. En Chile, una sociedad
dominada por conservadores capitalistas y cuasi-feudales, gobierna una mujer que fue militante
de izquierda e hija de un perseguido.
Latinoamérica, de a poco está cambiando. Mucho no sabemos para dónde. Mejor miramos y
aprendemos.