ESQUEMAS IAD introduccion al analisi del derecho.pptx
Rol Mujer Sociedad
1. LICENCIATURA EN CIENCIAS POLÍTICAS Y
ADMINISTRACIÓN PÚBLICA.
SEGUNDO SEMESTRE GRUPO: A
DERECHOS HUMANOS
MTRO: LUIS ÁNGEL JIMÉNEZ SANTANA
ALUMNA: YADELI JAZIBI ALONZO GAMBOA
ENSAYO
2. EL ROL DE LA MUJER EN LA SOCIEDAD
Es cierto que la realidad de la mujer es diferente dependiendo del lugar geográfico
en el que se encuentre ubicada. La gran variedad de países que conforman el
planeta provoca que nos hallemos con múltiples modelos aplicables a la situación
en la que se encuentra una determinada mujer. Cada país regula el tema de
género de forma diferente, de tal forma que las mujeres se ven integradas o
apartadas de la sociedad en mayor o menor medida y dependiendo de la
estructura socio-cultural de cada sociedad. Generalmente, suele haber una
corresponsabilidad entre una mejor situación de la mujer en países desarrollados
frente a una situación de mayor discriminación en los países en vías de desarrollo.
El rol de la mujer en cada una de las sociedades depende de muchos factores que
condicionan su vida, como son la cultura, las tradiciones, la religión, etc.
El rol de la mujer se ha circunscrito, desde el inicio de la construcción de la
sociedad, al ámbito estrictamente familiar. Progresivamente, la mujer irá
asumiendo otros roles en el ámbito público tras las reivindicaciones llevadas a
cabo para conseguir avanzar en las conquistas que el otro género, los hombres,
iban adquiriendo de acuerdo con la propia evolución del mundo. Las mujeres de
los países desarrollados se han ido incorporando al desarrollo de sus países como
consecuencia de una búsqueda y un anhelo constante para obtener la igualdad
con el hombre, pero manteniendo el respeto a la diversidad. La mujer ha sido
consciente de que su incorporación a la sociedad no se puede realizar mediante
una política de desplazamiento que hubiera tenido como consecuencia un rechazo
frontal a sus posiciones
Hasta hace aproximadamente medio siglo no existía dudas, para el sistema
dominante de cuál era el papel de la mujer: en casa, a cargo de las obligaciones
del hogar y las crianzas de los hijos. Situación que se encontraba también
alimentada con los estereotipos surgidos alrededor de la figura femenina, la cual
dictaba que la mujer ante todo debía ser un ser sumiso, obediente, callado,
diligente y sobre todo complaciente, cuya única finalidad era conseguir un buen
marido, así como su realización estaba totalmente ligada al hecho de ser madre.
Por ese carril, durante años entraron muchas mujeres, criadas para responder a
estos patrones. En contraposición, muchas se revelaron a los designios de un
sistema dominado por los hombres, siendo juzgadas a través de una serie de
prejuicios y falsas creencias, al tiempo que fueron estigmatizadas y marginadas de
la sociedad.
Durante la historia de nuestra sociedad, el rol de la mujer se ha ido transformando.
Al comienzo, en culturas prehistóricas, el papel de la mujer era básicamente de
recolección, mientras que el hombre era el encargado de la caza. En las
sociedades más recientes, la mujer era la encargada del cuidado de los hijos y del
3. hogar, y sólo en caso de un muy mal estado económico familiar, la mujer buscaba
trabajo fuera del hogar.
Cambios en el mercado laboral, especialmente debido a la revolución industrial y a
las grandes guerras del siglo XX, permitieron a las mujeres una mayor inmersión
en el mercado laboral.
En la sociedad actual, basadas en una estructura de parentesco flexible que
ayuda mucho a la responsabilidad compartida con el hombre, muchas mujeres
buscan navegar el mar del mercado laboral más allá del núcleo familiar del cual
constituyen la pieza fundamental. Las razones son diversas: libertad,
independencia económica, valorización individual, motivación, recupero de una
carrera o actividad postergada, etc.
Para llevar adelante la actividad laboral, la de pareja y la maternidad, las mujeres
cuentan con una intuición, una inteligencia práctica y una sensibilidad exquisitas. Y
es justamente dicha sensibilidad el don que complementa las virtudes del hombre.
Pero la participación laboral de la mujer en la sociedad, más allá del núcleo
familiar, no es prioritaria para todas las mujeres. Hay muchas mujeres que hacen
foco en su rol de madres y se dedican de lleno a su familia sin realizar ningún
trabajo profesional fuera del hogar. Aquí es importante hacer una mirada diferente
y destacar que la mujer administra una empresa llamada HOGAR. En dicha
empresa, se requiere de finanzas, de cumplimiento de horarios, de actividades
concretas, de educación, de tolerancia, de integración de equipo, de servicio, de
conocimientos, de motivación, de pasión, etc. El problema es que la sociedad no
valora esta gran tarea, ya que asume que ser madre y eje del hogar es
prácticamente una obligación de la mujer adquirida por el mero hecho de ser
mujer, y que esta tarea no es remunerada como cualquier otra actividad.
Las mujeres de hoy se desenvuelven y se desarrollan en un medio que estimula la
persecución de nuevas metas, por lo cual, muchas veces se debaten entre la
procreación y la administración del hogar y la necesidad de crecimiento personal.
Si trabajan, se debaten entre la culpa por la disminución del tiempo con su familia
y la lucha por crecer en un universo laboral que les demanda atención completa,
llevando a la mujer a un nivel de autoexigencia enorme para sostener los pilares
del trinomio hijos, pareja y trabajo.
Hablamos de los roles de la mujer en la sociedad actual: madre, esposa o pareja,
trabajadora, administradora y sostén emocional del hogar, pero no debemos
olvidar que el primer rol de la mujer en la sociedad es justamente ser mujer, con
su identidad y su femineidad, es no adoptar características masculinas para ser
más aceptada en un mundo en el que todavía existen desigualdades de
oportunidades.
La violencia contra la mujer, es una violación flagrante de los derechos humanos y
frente a la que debemos mostrarnos absolutamente firmes. El desigual reparto de
4. los roles de hombres y mujeres en los ámbitos público y privado con un mucho
mayor porcentaje de mujeres volcadas en la familia y en sus necesidades; con un
distinto reconocimiento del trabajo de la mujer en el ámbito público y ese largo etc.
de discriminación y desigualdades. A partir de aquí, la falta de oportunidades de
empleo acordes con nuestra formación, la menor remuneración por el mismo
trabajo, el escaso número de mujeres en puestos directivos, la desvalorización de
profesiones feminizadas e incluso la feminización de la pobreza son una realidad
consecuencia de la no real igualdad de oportunidades en nuestra sociedad entre
hombres y mujeres.
Las mujeres debemos continuar reivindicando nuestra importante contribución a la
humanidad, en pie de igualdad con los varones y recordar que contribuimos a su
desarrollo sin que nuestro trabajo sea verdaderamente reconocido. Por poner un
ejemplo: el informe sobre Desarrollo Humano de Naciones Unidas afirma que si se
valorara el trabajo no remunerado de las mujeres del planeta en términos de PIB
ésta sería similar al 50% de la riqueza generada a nivel mundial. Es decir, en los
inicios del siglo XXI vivimos en un mundo en el cual se constatan numerosas
situaciones de discriminación contra las mujeres. Es importante subrayar que
estas situaciones de discriminación constituyen una realidad universal, ocurre en
todas las sociedades, en todas las clases sociales, y en todas las culturas.
La igual participación de la mujer y hombres en una sociedad refleja su nivel de
democracia. Una democracia auténtica ni excluye, ni puede excluir a las mujeres.
Porque la igualdad es un derecho consagrado además en la Declaración Universal
de los Derechos Humanos y desarrollado también en numerosas declaraciones y
disposiciones internacionales (La convención para la Eliminación de Todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer, las Estrategias de Nairobi, la
Plataforma de Acción de Pekín).
De hecho, ningún país que se diga democrático niega la igualdad. Pero eso es
una cosa y otra la práctica real, la diferencia entre la existencia de algunas leyes
en ese sentido y lo que realmente ocurre en nuestras calles, empresas,
instituciones…
Las estadísticas lo demuestran: la participación política de la mujer es insuficiente,
los ámbitos de decisión empresarial y laboral son casi en su totalidad conformados
por varones, la falta de respeto a las mujeres por su aspecto físico o simplemente
por el hecho de serlo es una realidad constante en publicidad, moda, medios de
comunicación… O sea que, el hecho de que avancemos en presencia en espacios
públicos puede inducir a pensar que no existe discriminación alguna cuando por el
contrario la realidad cotidiana lo desmiente.
Como se ha señalado más arriba, las condiciones de igualdad de género difieren
notablemente de las sociedades desarrolladas a las no desarrolladas, si bien es
cierto que a pesar de los logros conseguidos en las primeras, la igualdad de
género no se ha logrado. En los países en vías de desarrollo la desigualdad de
género es una constante en la dinámica de funcionamiento de la sociedad, y la
5. mujer pasa a convertirse en el colectivo más vulnerable y discriminado de estos
países. Si verdaderamente se quiere conseguir avanzar en el desarrollo es
necesario incorporar a ambos géneros en dicho proceso. Si se continúa relegando
a la mujer a un segundo plano, sin mejorar el acceso a los diversos sectores de la
vida social, económica, política y cultural del país, el desarrollo estará condenado
a convertirse en una meta inalcanzable.
La igualdad efectiva entre hombres y mujeres continúa siendo más un objetivo que
una realidad en todo el mundo. Vivimos en un mundo desigual e injusto, en el que
hay que hacer frente a relaciones asimétricas de poder generadoras de variadas
formas de desigualdad y a la vulneración de derechos económicos, sociales y
políticos de muchas personas y especialmente de las mujeres. Por ello es
necesario seguir realizando aportaciones que contribuyan a que la igualdad
avance, tanto desde el punto de vista del análisis como de la intervención.
Debemos implementar todas las acciones necesarias para avanzar hacia un
desarrollo sostenible, que pasa por la inclusión de las mujeres en todos los
procesos de la vida, fomentando la incorporación universal de las niñas a todos los
ciclos de enseñanza, apoyando su inserción real en el mercado laboral y el
espacio público, mejorando la gestión de su tiempo familiar y privado para no se
vean sobrecargadas en exceso, fomentando la lucha contra la violencia de género
en todas y cada una de sus manifestaciones, fortalecer la autoestima de las
mujeres para que puedan identificarse como sujetos de derechos, etc. Si
verdaderamente las sociedades quieren avanzar en el desarrollo y bienestar de
sus miembros, esto no se podrá lograr sin incorporar a la mitad de la masa laboral,
las mujeres, sin que se vean postergadas a ser meras espectadoras.