1. Aunque su corpulencia, maquillaje
y seriedad la hacen ver mayor, Astrid
acaba de cumplir 17 años. A simple vista
es una mujer con seis meses de
embarazo, pero en sus ojos se esconde
la niña que ríe a carcajadas cuando
alguien habla causando hilaridad. Su
juventud se evidencia cuando mueve su
cuerpo al escuchar “Estás Cantúa”, la champeta de moda, pero su
mirada se pierde cuando se queda absorta mirando a un grupo de
colegialas de su edad que con orgullo lucen una camiseta que lleva
impreso el número 11º. Rememora su pasado y advierte sin
ambages: “Este año estaría a punto de graduarme, pero ajá, salí
embarazada y todo se truncó”. Varias lágrimas bajan por sus
mejillas, no obstante se repone cuando la enfermera jefe del Centro
de Salud Con Camas de Canapote repite su nombre. Una señora
de sonrisa eterna, que no pasa de los 40 años, se levanta y la toma
del brazo. Ambas entran al consultorio donde le hacen seguimiento
a su embarazo y le dan consejos sobre cómo manejar esta etapa
de su vida. Esperanza salió del consultorio y varios funcionarios de
la ESE la invitaron a participar en un evento para adolescentes
embarazadas, que hizo parte de la Semana de la Prevención
al Embarazo en Adolescentes, donde pudo ver su angustia
reflejada en los rostros de otras niñas y jóvenes que cargan bebés
en sus vientres. Le enseñaron cómo amamantar a su hijo, asearlo,
colocarle un pañal, entre otros secretos para que crezca sano.
Esperanza reconoce que quedó embarazada en su primera
relación sexual y que poca atención le prestó a las clases de
educación sexual que enseñaban en la institución educativa donde
estudió hasta noveno. Dijo abiertamente que muchas de sus
amigas comenzaron a tener relaciones sexuales como por deporte
con sus novios y amigos desde los 13 años. “Algunas quedaron
embarazadas, otras no”. Esta joven señaló que su futuro no está
2. claro porque sus estudios los interrumpió André, el niño que lleva
en su vientre, y la mala situación. “Dejé el colegio por la pobreza,
y sé que ahora será más difícil estudiar porque, ajá, me toca criar
a mi hijo con la ayuda de mi marido, quien tiene 19 años y trabaja
como vendedor ambulante. Tengo fe en Dios y sé que lograré salir
adelante”, dice la pequeña Esperanza con los ojos llenos de
lágrimas. A pesar de aceptar su gran responsabilidad, Esperanza
cuenta que se ha convertido en consejera de sus amigas. “A ellas
les digo que pueden tener sexo seguro, que hay muchos métodos
que pueden evitar un embarazo, pero yo no me arrepiento de estar
embarazada, pues sé que con la ayuda de Dios podré criar a mi
hijo con bases sólidas”. Al salir del evento la joven contó: “Mi mamá
me tuvo a los 14 y aunque está feliz de ser abuela, dice que me
ayudará para que sus nietos no tengan que afrontar la
responsabilidad de ser padres a temprana edad, es muy duro”. La
joven parte acompañada de su nuera, pasando sus manos sobre
su barriga, donde guarda a André, su más preciado tesoro.