Este documento resume la construcción del estado liberal en España entre 1808 y 1874. Tras la invasión francesa y la guerra de independencia, las Cortes de Cádiz aprobaron la primera constitución española en 1812. Sin embargo, Fernando VII restauró el absolutismo entre 1814 y 1833. La revolución liberal de 1820-1823 estableció brevemente el régimen constitucional, hasta que la intervención extranjera lo derribó. Entre 1833 y 1874 hubo conflictos entre carlistas y liberales, hasta que la revolución de 1868 derroc
La construcción del Estado liberal en España tras la crisis del Antiguo Régimen
1. Apuntes Ciencias Sociales (4º ESO C), IES Don Diego de Bernuy, Benamejí (Córdoba),
Profesor Juan Pedro Parra Luna
TEMA 4
LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL EN ESPAÑA
1. CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Y REVOLUCIÓN LIBERAL.
La revolución liberal en España fue resultado de la quiebra de la monarquía
absoluta durante el reinado de Carlos IV, que se inició con un acontecimiento de
política exterior: la firma del tratado de Fontainebleau (1807) entre el secretario del rey,
Manuel Godoy, y Napoleón, permitiendo a los franceses atravesar España para
conquistar Portugal, aunque su última intención era dominar toda la Península.
El motín de Aranjuez (marzo de 1808) dio como resultado la destitución de
Godoy y la abdicación del rey a favor de su hijo. La situación se agravó cuando la
familia real marchó a Francia a petición de Napoleón, y se produjeron las abdicaciones
de Bayona: Fernando VII y Carlos IV cedieron la corona al emperador, que se la
entregó a su hermano José Bonaparte.
La Guerra de la Independencia (1808-1814).
La resistencia ante la ocupación francesa se inició espontáneamente con la
sublevación del pueblo de Madrid, el 2 de mayo de 1808, presentándose la contienda
como una guerra de liberación contra el invasor. El sentimiento nacionalista se reforzó
con la participación popular, especialmente cuando iniciaron su actividad en las partidas
guerrilleras en 1809, tras la desaparición del ejército regular.
El conflicto trajo consigo profundas transformaciones. En la zona controlada por
los franceses, José I puso en práctica una política reformista (Estatuto de Bayona, pago
de impuestos por nobleza, eliminación del régimen señorial), contando con la
colaboración de ilustrados españoles partidarios de su política (afrancesados).
En el resto del país, el vacío de poder fue ocupado por Juntas formadas en las
principales localidades, con representación de todos los estamentos sociales, y cuyas
tareas más importantes fueron organizar la lucha y mantener el orden.
Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812.
Las Juntas Provinciales eligieron una Junta Suprema Central, que asumió la
soberanía en ausencia del rey, siendo una de sus principales decisiones la convocatoria
de Cortes, que tuvieron lugar en Cádiz (1810) y en donde aparecieron dos tendencias
entre los diputados: liberales y absolutistas.
La mayoría liberal consiguió la aprobación de decretos que suponían la
transformación del sistema absolutista: soberanía nacional, división de poderes,
abolición de los señoríos, supresión de la Inquisición, libertad de imprenta, etc.
La tarea fundamental fue la redacción de la Constitución de 1812, primer texto
constitucional español que limitaba el poder del monarca y reconocía a las Cortes como
depositarias de la soberanía nacional.; además, declaraba los derechos y libertades de
los ciudadanos y su igualdad ante la ley.
2. EL REINADO DE FERNANDO VII (1814-1833).
A su regreso a España, Fernando VII fue acogido con entusiasmo por la
población, al ser visto como la solución a los graves problemas del país. Sin embargo,
sus primeras medidas tuvieron como objetivo la restauración del absolutismo: el decreto
del 4 de mayo de 1814 anulaba las disposiciones de las Cortes de Cádiz y reponía la
administración absolutista y los privilegios de la sociedad estamental. También dio
comienzo a la represión contra los afrancesados y liberales, muchos de los cuales
padecieron cárcel o tuvieron que huir al exilio. Mientras, la situación económica no
mejoraba y se veía agravada por la guerra de la independencia de las colonias
americanas.
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Los liberales buscaron en el pronunciamiento el medio de volver al poder: desde
1814 se sucedieron sublevaciones militares, hasta que en enero de 1820 triunfó el
pronunciamiento de Rafael del Riego en Las Cabezas de San Juan (Sevilla), obligando
al rey a jurar la Constitución de 1812.
El Trienio Liberal (1820-1823).
Se restablecieron las disposiciones emanadas de las Cortes de Cádiz, aunque
pronto surgió la división en las filas liberales entre moderados o doceañistas, que
deseaban pactar con las fuerzas del Antiguo Régimen y sólo aceptaban las reformas
propuestas en la Constitución; y los exaltados, que pretendían una transformación
profunda de la sociedad estamental.
Otro problema fue la formación de partidas realistas y la actitud de Fernando
VII, que conspiraba para que las potencias absolutistas intervinieran en España: en abril
de 1823 la Santa Alianza enviaba el ejército de Los Cien Mil Hijos de San Luís, que tras
una rápida campaña, vencía a los liberales y restituía el absolutismo.
La Década Ominosa (1823-1833).
La restauración absolutista dio paso otra vez a la persecución antiliberal, y
aunque en los aspectos políticos y sociales se volvió al orden anterior, para corregir la
situación económica, deteriorada por la pérdida del imperio americano, Fernando VII
puso en marcha medidas ilustradas (reforma de la hacienda pública, fomento de la
producción). Además, el rey tuvo que hacer frente a conspiraciones de distinto signo,
tanto liberales como realistas.
Los últimos tiempos del reinado de Fernando VII fueron testigos del problema
sucesorio. La falta de descendencia del rey facilitaba la subida al trono de su hermano,
Carlos María Isidro, pero el nacimiento de una hija en 1830 (la futura Isabel II),
originaría un grave enfrentamiento por la Corona a la muerte del monarca en 1833.
En 1830, Fernando VII promulgaba una disposición legal que abolía la ley sálica
decretada por Felipe V, por la que sólo podían reinar los varones. En 1832, los
defensores del hermano del rey, Don Carlos, aprovecharon la enfermedad del rey para
que la reina María Cristina revocara la Pragmática Sanción, pero finalmente Fernando
VII la reinstauró.
La independencia de la América española.
Entre las causas destacan la difusión de las ideas de la Revolución Francesa y el
ejemplo cercano de la independencia de Estados Unidos; el descontento de la burguesía
criolla, que deseaba desempeñar los cargos de Gobierno en América, ocupados por
españoles; la ayuda de Gran Bretaña y Estados Unidos por el control del comercio
americano; y la debilidad internacional de España, que concentraba sus esfuerzos en
luchar en la Guerra de la Independencia.
El precursor de la independencia de la América española fue el venezolano
Francisco de Miranda (1805), seguido en México por el cura Hidalgo (1810). En 1815
comenzó la fase decisiva, destacando los generales Simón Bolívar y José de San Martín.
Entre 1817 y 1824 se produjeron las victorias del general San Martín en
Chacabuco, del general Bolívar en Carabobo y del general Sucre en Ayacucho (Perú),
que supusieron la independencia de la mayor parte de la América española: sólo Cuba y
Puerto Rico permanecieron bajo soberanía española hasta 1898.
El nacimiento de las nuevas naciones consecuencias como la conquista del poder
político por la burguesía criolla, la aparición de nuevas repúblicas y la sustitución del
dominio español por la influencia británica y estadounidense.
3. EL FUNCIONAMIENTO DEL ESTADO LIBERAL (1833-68).
El problema carlista: absolutismo contra liberalismo.
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En 1833, María Cristina ocupó la Regencia ante la minoría de edad de su hija
Isabel, estallando la guerra civil entre los partidarios de Carlos María Isidro y los de
Isabel por el trono. No solo era un conflicto dinástico, pues también se dirimía el
sistema político que tendría el país: los carlistas aspiraban a continuar con el
absolutismo, mientras que los liberales defendían la Regencia para que introdujera
reformas en consonancia con sus principios.
El apoyo recibido de los campesinos y del clero, sobre todo en el noreste, no fue
suficiente para que los carlistas evitaran la derrota. El Convenio de Vergara de 1839,
que ponía fin a la guerra, recogía condiciones ventajosas para los militares del
pretendiente y el mantenimiento de los fueros vascos y navarro.
La implantación del sistema liberal.
Paralelamente a la guerra, se dieron los primeros pasos para la construcción del
estado liberal, primero con la publicación en 1834 del Estatuto Real, y más adelante,
como consecuencia de la insatisfacción de los liberales, con la aprobación de la
Constitución de 1837, inspirada en la de 1812.
Surgieron ahora los primeros partidos políticos en España: progresistas y
moderados, cuya alternancia en el poder se llevaría a cabo por medios violentos. En
1840, la regencia pasó de María Cristina al general Espartero, de tendencia progresista,
hasta que en 1843 subió al trono Isabel II.
A pesar de los vaivenes políticos, se habían establecido las reformas que
significaban la consolidación del Estado liberal: separación de poderes, creación de un
ejército nacional, división territorial en provincias, etc., desmantelándose la legislación
económica y social del Antiguo Régimen.
Las dificultades del funcionamiento del sistema político.
La caída de Espartero, tras un nuevo pronunciamiento, permitió a los moderados
ocupar el gobierno, dirigido por el general Narváez, aprobándose la Constitución de
1845, que recogía las ideas del moderantismo sobre la organización del Estado
(soberanía compartida rey-Cortes, derechos y libertades limitados).
El dominio moderado se extiende hasta que la revolución de 1854 llevó a los
progresistas al poder, aunque la corta duración del bienio progresista (1854-1856)
apenar permitió introducir reformas. Retornados los moderados al poder, en 1858
fueron sustituidos por la Unión Liberal de O´Donnell.
Los principales problemas del sistema liberal español eran:
a) La monarquía, que favorecía a los moderados y obligaba a los progresistas a
recurrir al pronunciamiento como única forma de hacerse con el poder.
b) El protagonismo excesivo del ejército, de donde procedían los líderes,
decidiendo además las mayorías parlamentarias.
c) La Constitución de 1845, que no fue aceptada por los progresistas.
4. EL SEXENIO DEMOCRÁTICO (1868-1874).
La revolución de 1868.
Los moderados vuelven al gobierno en 1863, caracterizándose los últimos años
del reinado de Isabel II por un endurecimiento de la represión contra los partidos de
oposición y los intelectuales. Ante esta situación, progresistas, demócratas y unionistas
liberales firman el Pacto de Ostende (1866), en el que acuerdan derribar la dinastía
borbónica y elaborar una nueva constitución. Esta iniciativa contó con una amplia
participación popular debido a la crisis económica que padecía España (financiera y
agraria).
El descontento social explica que el pronunciamiento del 18 de septiembre de
1868 se convirtiera en una revolución, que terminó con el rápido triunfo de los
sublevados, obligando a la reina a abandonar el país.
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4. Apuntes Ciencias Sociales (4º ESO C), IES Don Diego de Bernuy, Benamejí (Córdoba),
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La revolución se había realizado por dos caminos diferentes: los militares y
políticos sólo pretendían un cambio en el sistema de gobierno; las juntas revolucionarias
pedían, además, reformas sociales. El gobierno provisional disolvió las juntas y con ella
la revolución política se había impuesto a la revolución social.
Evolución política.
La forma del nuevo Estado se inició con la aprobación de la Constitución de
1869, que significaba el triunfo del liberalismo democrático (soberanía nacional,
monarquía parlamentaria, ampliación de libertades, etc.).
Los partidos que protagonizaron la revolución triunfaron en las elecciones de
1869, ocupando el general Serrano la Regencia, mientras que Prim se convirtió en el
hombre fuerte del gobierno. Sin embargo la estabilidad política se rompió debido a
graves conflictos, como el inicio de la sublevación independentista en Cuba, las
revueltas promovidas por los republicanos con participación popular, o el inicio de una
nueva guerra carlista.
Además, el gobierno debió afrontar la elección de un rey, eligiéndose a Amadeo
de Saboya, cuyo reinado estuvo condicionado por las dificultades que asolaban al país, a
las que se unió la división en los partidos de la coalición de gobierno. Ante estas
adversidades, renunció a la corona en febrero de 1873.
La I República.
La proclamación era la última solución democrática del sexenio, si bien su base
social era escasa y durante los nueve meses de su existencia la conflictividad fue
constante. A los problemas arrastrados del período anterior, sus cuatro presidentes
(Figueras, Pí y Margall, Salmerón y Castelar) debieron hacer frente a las sublevaciones
cantonalistas y a la agitación social en el campo y en las ciudades. Por su parte, las
clases altas preparaban la vuelta de la dinastía de los Borbones en la persona del futuro
rey Alfonso XII.
El golpe de Estado del general Pavía, en enero de 1874, dio la presidencia de la
república al general Serrano, que trató de restablecer el orden y ejerció el poder de
forma autoritaria. A finales de año, otra actuación militar abriría las puertas a la
restauración borbónica.
5. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS.
La reforma agraria liberal.
Los liberales pusieron en marcha reformas económicas con las que eliminaron
las trabas legales para la expansión del capitalismo.
Las más importantes afectaron a la agricultura y consistieron en la
transformación de la propiedad vinculada del Antiguo Régimen en propiedad privada.
Para ello, se decretó la desamortización, que había dado sus primeros pasos con Godoy,
las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal. En 1836 con la denominada desamortización
eclesiástica de Juan Álvarez de Mendizábal, se pusieron a la venta las tierras
pertenecientes al clero y, en 1855, con la desamortización civil de Pascual Madoz, los
propios y comunes de los municipios. Sin embargo, no se modificó la estructura de la
propiedad, al continuar predominando los grandes latifundistas en el centro y el sur del
país.
Otras normas de la reforma agraria, como la abolición de los señoríos, tuvieron
el mismo efecto, ya que la nobleza conservó intactas sus propiedades.
El resultado de todo ello fue el aumento de la superficie cultivada, aunque ni
modernización técnica, dedicándose preferentemente a los cereales, vid y olivar.
El atraso de la industrialización española.
A finales del siglo XIX España continuaba siendo eminentemente rural y
agraria, debido a que el bajo nivel de vida del campesinado español (70% de la
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5. Apuntes Ciencias Sociales (4º ESO C), IES Don Diego de Bernuy, Benamejí (Córdoba),
Profesor Juan Pedro Parra Luna
población) impedía un aumento en el consumo de productos manufacturados y era un
obstáculo para la industrialización. Además, las desamortizaciones desviaron hacia la
compra de tierras los capitales que podrían haberse invertido en la industria.
La Ley de Ferrocarriles (1855) permitió la expansión de la red ferroviaria,
aunque tuvo escasos efectos sobre el mercado interior, debido a que las compañías no
tuvieron la demanda prevista y tampoco impulsó la industria siderúrgica nacional al
utilizarse materiales importados en la construcción de vías.
Por su parte, la minería conoció una época de esplender gracias a la Ley de
Minas (1868), pero se dedicó preferentemente a la exportación por ausencia de
industrias en nuestro país.
Las zonas que conocieron mayor grado de industrialización fueron Cataluña
(textil) y el País Vasco (siderúrgica).
6. LA NUEVA SOCIEDAD BURGUESA.
El crecimiento moderado de la población.
El crecimiento demográfico fue menor que en otros países europeos de nuestro
entorno, debido a la elevada mortalidad por la incidencia de las guerras, las crisis
agrarias y las epidemias como el cólera, compensando las altas tasas de natalidad. Por
otro lado, la población española se caracterizaba por su carácter rural y por su alto
índice de analfabetismo.
La sociedad burguesa.
La eliminación de los privilegios estamentales dio paso a la formación de la
sociedad de clases, si bien los grupos privilegiados provenientes del Antiguo Régimen
conservaron parte de su preeminencia social y económica: la Iglesia se enfrentó al
liberalismo por la desamortización y la supresión del diezmo, normalizando sus
relaciones con el Estado con el Concordato de 1851; la nobleza mantuvo su patrimonio
y su notable papel político; la burguesía agraria y de negocios, gran beneficiaria del
proceso desamortizador, vivía de sus rentas y trataba de imitar a la nobleza en su
comportamiento. Esta oligarquía, a la que posteriormente se añadiría el clero, se
convirtió en la clase social dominante de la vida política española hasta bien entrados el
siglo XX.
Una característica destacada de la sociedad española de la época es la escasa
presencia de las clases medias urbanas y de la burguesía industrial y comercial.
Las clases populares y los inicios del movimiento obrero.
La mayoría de la población estaba formada por el campesinado (pequeños
propietarios, arrendatarios y jornaleros), con una vida miserable y sin beneficiarse de las
reformas liberales. La pérdida de las tierras comunes de los municipios obligó a muchos
pequeños arrendatarios a asalariarse y engrosar la masa de jornaleros. Por su parte, el
proletariado industrial creció al compás de las fábricas en las áreas urbanas de Cataluña.
El movimiento obrero no comenzó a desarrollarse en España hasta los años
treinta del siglo XIX, siendo gracias a la libertad de asociación del sexenio democrático
cuando aparecen organizaciones promovidas por la Asociación Internacional de
Trabajadores (anarquistas).
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6. Apuntes Ciencias Sociales (4º ESO C), IES Don Diego de Bernuy, Benamejí (Córdoba),
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población) impedía un aumento en el consumo de productos manufacturados y era un
obstáculo para la industrialización. Además, las desamortizaciones desviaron hacia la
compra de tierras los capitales que podrían haberse invertido en la industria.
La Ley de Ferrocarriles (1855) permitió la expansión de la red ferroviaria,
aunque tuvo escasos efectos sobre el mercado interior, debido a que las compañías no
tuvieron la demanda prevista y tampoco impulsó la industria siderúrgica nacional al
utilizarse materiales importados en la construcción de vías.
Por su parte, la minería conoció una época de esplender gracias a la Ley de
Minas (1868), pero se dedicó preferentemente a la exportación por ausencia de
industrias en nuestro país.
Las zonas que conocieron mayor grado de industrialización fueron Cataluña
(textil) y el País Vasco (siderúrgica).
6. LA NUEVA SOCIEDAD BURGUESA.
El crecimiento moderado de la población.
El crecimiento demográfico fue menor que en otros países europeos de nuestro
entorno, debido a la elevada mortalidad por la incidencia de las guerras, las crisis
agrarias y las epidemias como el cólera, compensando las altas tasas de natalidad. Por
otro lado, la población española se caracterizaba por su carácter rural y por su alto
índice de analfabetismo.
La sociedad burguesa.
La eliminación de los privilegios estamentales dio paso a la formación de la
sociedad de clases, si bien los grupos privilegiados provenientes del Antiguo Régimen
conservaron parte de su preeminencia social y económica: la Iglesia se enfrentó al
liberalismo por la desamortización y la supresión del diezmo, normalizando sus
relaciones con el Estado con el Concordato de 1851; la nobleza mantuvo su patrimonio
y su notable papel político; la burguesía agraria y de negocios, gran beneficiaria del
proceso desamortizador, vivía de sus rentas y trataba de imitar a la nobleza en su
comportamiento. Esta oligarquía, a la que posteriormente se añadiría el clero, se
convirtió en la clase social dominante de la vida política española hasta bien entrados el
siglo XX.
Una característica destacada de la sociedad española de la época es la escasa
presencia de las clases medias urbanas y de la burguesía industrial y comercial.
Las clases populares y los inicios del movimiento obrero.
La mayoría de la población estaba formada por el campesinado (pequeños
propietarios, arrendatarios y jornaleros), con una vida miserable y sin beneficiarse de las
reformas liberales. La pérdida de las tierras comunes de los municipios obligó a muchos
pequeños arrendatarios a asalariarse y engrosar la masa de jornaleros. Por su parte, el
proletariado industrial creció al compás de las fábricas en las áreas urbanas de Cataluña.
El movimiento obrero no comenzó a desarrollarse en España hasta los años
treinta del siglo XIX, siendo gracias a la libertad de asociación del sexenio democrático
cuando aparecen organizaciones promovidas por la Asociación Internacional de
Trabajadores (anarquistas).
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