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C o r r e s p o n d e n c i a
5 ( 1 9 1 6 1 9 5 5 )
>2 ALBERT EINSTEIN
;'|° MAX Y HEDWIG BORN
asa
CO RR ESPO NDENC IA (1916-1955)
M A X B O R N -A LB E R T EIN S TEIN
"T ú crees en el Dios que juega a los dados y yo en un orden y
ley acabados de un m undo que , de una manera
frenéticam ente especulativa, estoy tratando de ca p tu ra r." Asi',
al escribir Einstein a Max Born en 1944, resumía dos actitudes
totalm ente opuestas hacia la ciencia, que nunca se
reconciliaron a lo largo de esta serie de cartas. A l sostener
Born que la base del m undo m aterial era el com portam iento
puram ente casual de las partículas elementales del átom o,
com partía el pun to de vista de la m ayoría de los científico s;
no obstante, Einstein siguió pensando que todos los hechos
debían tener su causa y buscó constantem ente una explicación
más profunda que debía poner en orden el aparentemente
caótico m undo subatóm ico. Sus conflictivas perspectivas
proporcionan el estím ulo intelectual de la m ayor parte de esta
correspondencia.
Sin embargo, en el m om ento en que los político s advertían el
aterrorizante poder de la física atóm ica para proporcionar
armas de inesperada destructividad, ni Born ni Einstein dieron
la espalda a las implicaciones sociales de la nueva ciencia. A l
principio, sus cartas com partieron un tono de preocupación,
al final, cuando la bom ba atóm ica fue usada y la inocencia de
la ciencia fue relegada, ellos sólo pueden lamentarse de "la
desgracia que nuestra alguna vez hermosa ciencia ha tra íd o
sobre el m undo ". Las repercusiones cada vez más amplias de
la guerra dom inan muchas de las cartas, pues tanto Born com o
Einstein se vieron obligados a escapar de Alemania durante
el régimen de H itler y las cicatrices de la experiencia perduraron
tanto que Einstein no se sintió nunca capaz de regresar.
A pesar de sus diferencias científicas, Born y Einstein
sostuvieron una rara y cercana amistad durante más de
cuarenta años, hasta la m uerte de Einstein en 1955 (Max
Born vivió hasta 1970). Durante largos períodos estas cartas
fueron el único lazo entre ellos. Va sea compadeciéndose por
la condición de judíos alemanes en el exilio, o deleitándose
con las canciones y poemas de Hedwig, la esposa de Born, o
intercam biando penetrantes y, frecuentem ente, satíricos
com entarios acerca de sus colegas científico s, los dos hombre¡
muestran de principio a fin la calidez esencial y la generosidac
de sus personalidades. Como escribe Bertrand Russell en el
prólogo; "E n una época de m ediocridad y pigmeos morales,
sus vidas brillan con una intensa belleza. Algo de esto se
refleja en su correspondencia y el m undo se enriquece con su
publicación".
traducción de
F É L IX BLANCO
(las cartas 77, 78 y 80
fueron traducidas de
su versión original en inglés)
g a n z 1 9 1 2
A lb ert Einstein
H ed w ig y Max Born
CORRESPONDENCIA
1916-1955
g a n z 1 9 1 2
cartas de bom © 1971 g. v. r. born, i. newton-fohn, m. pryce
cartas de einstein © 1971 estáte of albert einstein
comentarios © 1971 g. v. r. bom
título original: einstein-bom bríefwechsel
primera edición en español, 197 3
© siglo xxi editores, s. a.
derechos reservados conforme a la ley
impreso y hecho en rnéxico
printed and made in mexico
IN D IC E
ganzl912
PRESENTACIÓN DE BERTRAND RUSSELL 1
PREFACIO DE WERNER HEISENBERG 2
CORRESPONDENCIA 1916-1955 9
APÉNDICES 291
i A Einstein en su 39 aniversario, 14 de
marzo de 1918 293
ii A uf einem sclilafenden Alten
(escültura de Margot Einstein) 297
ÍNDICE DE NOMBRES 303
V
PRESENTACIÓN
La correspondencia de Albert Einstein con Max Born
despertará gran interés, no sólo entre los hombres de
ciencia sino también en un público muy amplio. Los
dos fueron cumbres de la ciencia en nuestro siglo,
los dos se interesaron en cosas muy diversas y los dos
tuvieron una conciencia nada común de la responsa­
bilidad social del científico.
Estas cartas, que es evidente no estaban destinadas
a la publicación, dan fe de sus esperanzas y ansieda­
des, en la guerra como en la paz, de sus pensamientos
privados acerca del progreso de su labor y la de sus
colegas, y contienen un material inapreciable para la
historia de la ciencia.
Reflejan también algo de la nobleza de sus vidas.
Durante muchos años tuve ocasión de apreciar su amis­
tad. Ambos fueron excelentes, modestos y exentos de
todo temor en sus manifestaciones públicas. En una
época de mediocridad y de pigmeos morales, esas dos
vidas brillan con intensa belleza. Algo de su brillo se
refleja en esta correspondencia, cuya publicación enri­
quece al mundo.
BERTRAND RUSSELL
[1]
PREFACIO
La teoría de la relatividad y la de los cuantos, bases
teóricas de la física moderna, suelen considerarse sis­
temas abstractos de ideas, inaccesibles a los no inicia­
dos y en los que difícilmente se reconoce su origen
humano. Pero esta correspondencia de Albert Ein-
stein con Max Born y su esposa aclara precisamente el
lado humano de la ciencia en desarrollo. Einstein y
Born estuvieron en primera línea en la formación de
la física moderna. Al empezar esta correspondencia,
en 1916, Einstein acababa de poner el punto final a
sus trabajos acerca de la teoría general de la relativi­
dad y dedicaba sus esfuerzos a los fenómenos cuánti­
cos, todavía muy enigmáticos. En los años siguientes
■dio Born, con sus discípulos de Gotinga, pasos deci­
sivos para la comprensión de esos mismos fenómenos.
Nada explica mejor las dificultades, excepcionalmente
grandes, que se oponían al entendimiento de los fe­
nómenos atómicos (a pesar de los muchos datos ob­
tenidos ya experimentalmente) que el hecho de que
ambos científicos, que en lo humano estaban tan cerca
uno del otro, no lograran ponerse de acuerdo en cuan­
to a la interpretación definitiva de la teoría cuántica.
Pero esta correspondencia no es un mero testimonio
de sus casi dramáticas disensiones acerca de la debida
interpretación de los fenómenos atómicos, sino que
muestra también cómo entran en el debate problemas
humanos, políticos e ideológicos, y por eso tiene tan
importante papel en estas cartas la historia del perío­
do 1916-1955. Tanto Einstein como Born, ardiente­
mente interesados en las estructuras sociales que los ro­
deaban, participaron activamente en la historia de su
época, padeciendo y esperando, y para muchas perso-
[2]
PREFACIO 3
ñas que entonces también padecieron y esperaron de
otros modos resultará instructivo contemplar el mundo
de aquellos días con los ojos de estos dos eminentes
científicos.
En 1916 estaban Einstein y Born en Berlín. Ein-
stein desempeñando un puesto de investigación para la
Academia de Ciencias de Prusia y Born, que era pro­
fesor extraordinarius de física teórica en la Universidad
berlinesa, cumpliendo su servicio de guerra en calidad
de colaborador científico de la Comisión Examinado­
ra de Artillería en Berlín. Poco después de terminar la
guerra fue Born profesor ordinarius de física teórica en
la Universidad de Gotinga mientras Einstein empren­
día vastas giras para dar conferencias en muchas uni­
versidades de América, Asia y Europa.
El modo de trabajar de ambos científicos era muy
distinto. Fundamentalmente, Einstein trabajaba solo.
Verdad es que gustaba de charlar con otros físicos de
sus problemas y una que otra vez solicitaba la colabo­
ración de algún joven investigador, sobre todo matemá­
tico, para que lo ayudara en difíciles averiguaciones de
matemáticas. Pero Einstein no practicó la enseñanza
normalmente, como solía hacerse en las universidades,
y daba la impresión de que incluso en los trabajos que
publicó en colaboración la inspiración y la dirección
eran en lo esencial suyas.
En cambio Born había fundado en Gotinga una es­
cuela de física teórica. Daba cursos normales, organi­
zaba seminarios y pronto consiguió reunir en torno suyo
una cohorte de excelentes físicos jóvenes, con ayuda
de los cuales trató de penetrar en la térra ignota de
la teoría cuántica. Era Gotinga entonces uno de los
más importantes centros mundiales de la física moder­
na. La tradición matemática se había ido manteniendo
en la pequeña población universitaria durante más de
un siglo con algunos muy ilustres nombres: Cari Frie-
drich Gauss, Bernhard Riemann, Félix Klein, David
H ilbert... todos profesaron en Gotinga. Era pues esta
4 PREFACIO
ciudad la que ofrecía las mejores perspectivas para el
estudio de las leyes matemáticas que explican los fe­
nómenos atómicos. El físico experimental James Franck
había despertado allí, con sus experimentos sobre las
colisiones electrónicas, el interés de los físicos jóvenes
por el curioso comportamiento de los átomos expues­
tos a la radiación. Born 5' sus discípulos estaban em­
peñados en descubrir las leyes fundamentales de la na­
turaleza subyacentes en aquellos experimentos. Así se
había creado una animada atmósfera intelectual donde
la conversación giraba con mucha mayor frecuencia en
torno al comportamiento de los electrones dentro del
átomo que a los acontecimientos del día o las cues­
tiones políticas. Born y su esposa Hedwig eran quie­
nes cuidaban, tanto en lo científico como en lo huma­
no, aquel grupo de jóvenes físicos, que en su mayoría
apenas llegaban a los 25 años. La casa de Born siem­
pre estaba abierta a las reuniones sociales con jóvenes,
y quienquiera que encontraba aquella juvenil tropa en
el comedor de la Universidad o esquiando en el Harz
sin duda debía preguntarse cómo hacían sus profesores
para mantener su interés en una ciencia tan abstracta
y difícil. Parte de la gran tragedia alemana fue que
la revolución de 1933 pusiera súbito y violento fin a
aquella vida científica. Born y Franck hubieron de sa­
lir de Alemania. Bom halló nueva esfera de actividad
en Inglaterra; Franck, en los Estados Unidos.
En 1923 volvía Einstein a Berlín de su gran gira
por todo el mundo y participaba con regularidad en
el coloquio que reunía a la élite de la física berlinesa
(entre otros Max Planck, Max von Laue y W alther
Ncrnst) y donde se discutían los problemas locales de
la investigación. Las observaciones que entonces ha­
cía Einstein y las pláticas privadas a que solía invitar
a los hombres de ciencia en su propia morada tal vez
fueran la parte más importante de su actividad educa­
cional en aquel tiempo. Pero incluso esta limitada
acción dentro de un reducido círculo pronto hubo de
PREFACIO 5
ser aminorada por los acontecimientos políticos, cuyas
consecuencias eran más difíciles de rehuir en la gran
urbe berlinesa que en la pequeña y cordial población
universitaria de Gotinga. Einstein veía llegar la catás­
trofe política; por eso contrajo nuevos compromisos
en California y después de 1933 halló un lugar de tra­
bajo definitivo en Princeton, que en los siguientes de­
cenios se transformó en uno de los más importantes
centros de investigación de los Estados Unidos.
Los temas científicos centrales de la correspondencia
entre Einstein y Born fueron la teoría de la relatividad
y la cuántica. No habiendo entre ellos diferencias de
opinión sobre la teoría de la relatividad y su formula­
ción del tiempo y el espacio, las discusiones más inte­
resantes se relacionan con la interpretación de la teo­
ría de los cuantos. Einstein estaba de acuerdo con
Born en que la fórmula matemática hallada en Gotin­
ga y redondeada posteriomente en Cambridge y Co­
penhague para la mecánica cuántica describía muy bien
los fenómenos que se producían dentro del átomo. Tam­
bién estaba dispuesto a conceder que, de momento
por lo menos, debía aceptarse como una hipótesis de
trabajo la interpretación estadística que Born formu­
lara de las funciones de onda de Schródinger. Pero se
negaba a reconocer que la mecánica cuántica fuera una
explicación definitiva, y sobre todo completa, de aque­
llos fenómenos. Parte de su actitud filosófica funda­
mental eran la convicción de que el mundo podía divi­
dirse cabalmente en una parte objetiva y una subjetiva
y la hipótesis de que debía poderse hablar con preci­
sión inequívoca de la parte objetiva. Pero la mecánica
cuántica no podía satisfacer estos postulados einsteinia-
nos, ni parece probable que la ciencia halle jamás el
camino hacia ellos.
Los comentarios que en este libro hace Born a algu-
- ñas de las cartas, que nos dicen mucho además acerca
de las difíciles circunstancias en que entonces tenía
que desenvolverse la física, nos hacen ver en toda su
o PREFACIO
complejidad este problema central. Naturalmente, todo
trabajo científico está basado, consciente o inconsciente­
mente, en una posición filosófica o una determinada
estructura mental, que prestan al pensamiento un sólido
punto de partida. Sin esta definida actitud, los concep­
tos y las asociaciones de ideas difícilmente pueden al­
canzar el grado de claridad y lucidez esencial para el
trabajo científico. La mayoría de los científicos están
dispuestos a aceptar nuevos datos empíricos y recono­
cer nuevos resultados con tal de que quepan dentro
del marco de su posición filosófica. Pero en el curso
del progreso científico puede ocurrir que toda una nue­
va gama de datos empíricos sólo pueda ser cabalmente
comprensible haciendo el enorme esfuerzo de ensan­
char el marco filosófico y modificar la misma estructu­
ra del pensamiento. En el caso de la teoría de los
cuantos, Einstein estaba visiblemente muy poco dis­
puesto a dar ese paso, o tal vez ya no pudiera darlo.
Las cartas cruzadas entre Einstein y Born y los co­
mentarios que después les añadió el segundo muestran
en forma emocionante hasta qué punto influyen las po­
siciones fundamentales en materia filosófica y humana
en la labor del científico, que por su propio contenido
parece sin embargo tan alejada de todo lo humano.
No debe de todos modos, como ya dijimos, conside­
rarse que esta correspondencia sea tan sólo un valiosí­
simo documento para la historia de la ciencia contem­
poránea. Es también el testimonio de una actitud hu­
mana que en un mundo cuajado de calamidades po­
líticas quiere ayudar, con la mejor de las intenciones,
siempre que sea posible y que en el fondo tiene por
más importante el amor al prójimo que todas las ideo­
logías políticas.
WERNER HEISENBERG
AGRADECIMIENTOS
Por el permiso de utilizar las cartas de Einstein quedo
grandemente agradecido a su ejecutor testamentario, se­
ñor Otto Nathan, de Nueva York; estoy además agra­
decido a la señorita Helene Dukas, que fuera secreta­
ria de Einstein, quien me preparó y envió fotocopias
de esas cartas. La señora Franca Pauli me lia pemiitido
amablemente hacer uso de algunas cartas de su difunto
esposo, el profesor Wolfgang Pauli, por lo cual le es­
toy profundamente agradecido. También debo agrade­
cimiento al profesor Armin Hermann, de Stuttgart, por
su valiosa ayuda en la lectura de las pruebas de im­
prenta. De todo corazón agradezco asimismo al lord
profesor Bertrand Russel por su calurosa presentación
de esta obra y al profesor W erner Heisenberg por su
amplio y comprensivo prefacio. A la Nymphenburger
Verlagshandlung y al editor Berthold Spangenberg agra­
dezco su disposición a publicar esta correspondencia
y darle una hermosa vestidura. A la señora Hedwig
Geib, su cuidadosa transcripción mecanográfica de un
manuscrito con frecuencia ilegible. Y finalmente a mi
hijo, el profesor Gustav V . R. Born, de Londres, su
actividad en todos los asuntos de tipo editorial rela­
cionados con la publicación de esta obra.
MAX BORN
[7]
C O R R E S P O N D E N C I A
1916-1955
El famoso trabajo de Einstein que contenía los funda­
mentos de su teoría de la relatividad apareció en 1905,
en el mismo volumen de los Annalen der Physik que
contiene otros dos trabajos suyos de excepcional im­
portancia: la hipótesis del cuanto de luz y la teoría
estadística del movimiento browniano. Era yo enton­
ces estudiante en Gotinga y participé en un seminario
dirigido por los matemáticos David Hilbert y Herma nn
Minkowski. Se trataba el tema de la electrodinámica
y la óptica de los cuerpos en movimiento, el mismo
que fue el punto de partida para la teoría de la re­
latividad einsteiniana. Estudiamos allí trabajos de H.
A. Lorentz, Henri Poincaré, G. F. Fitzgerald, Larmor
y otros; pero no se mencionó a Einstein. Estos pro­
blemas me parecieron tan cautivadores que decidí con­
sagrarme a la física teórica. Pero por otras razones1
hube de posponer la profundización en la electrodi­
námica. Después de mi graduación (1906) reemprendí
el estudio abandonado y atendí en Cambridge, Ingla­
terra, cursos de Larmor sobre los últimos descubrimien­
tos en relación con la teoría del electromagnetismo de
Maxwell y de J. J. Thomson sobre los progresos ex­
perimentales de la teoría de los electrones. Tampoco
se mencionó aquí el nombre de Einstein.
Después (1907-1908) quise desarrollar mi destreza
experimental en el Instituto dirigido por Lummcr y
Pringsheim en mi ciudad natal, Breslau, y me uní a
un activo grupo de jóvenes físicos, entre ellos Rudolf
1 Las he mencionado ya en diversos lugares, por ejemplo
en Erinnerungen an Einstein, publicado en Physik im W andel
meiner Zeit, Brunsvic, 1957, y en la introducción a mis traba­
jos en las Ausgewcihlten Ahhandlugen, editadas por la Acade­
mia de Gotinga.
[H]
12 CORRESPONDENCIA
Ladenburg, Fritz Reiche y Stanislaus Loria. Estudiá­
bamos la literatura más reciente sobre física y hacíamos
comentarios acerca de lo leído. Una vez mencioné las
contribuciones de Minkowski a los seminarios de Go-
tinga, que contenían ya en germen su descripción cua-
tridimensional del campo electromagnético, publicada
después (1907-1908), y Reiche y Loria me hablaron
del trabajo de Einstein y me incitaron a estudiarlo.
Así lo hice, y al punto quedé hondamente impresio­
nado. Todos comprendíamos que había surgido un ge­
nio de primera magnitud. Pero nadie sabía nada de
su persona ni de su vida, salvo que era empleado de la
Oficina de Patentes de Berna, Suiza. Entonces deci­
dió Ladenburg aprovechar unas vacaciones para ir a
verlo, y lo que contó después fue lo primero que supe
del hombre Einstein, que ya entonces era como siem­
pre se le conoció después: sin pretensiones de ninguna
clase, de costumbres sencillas y modestas, amable y ge­
neroso, pero lleno de ingenio y humor. Ladenburg ve­
nía entusiasmado y nos interesó mucho por el gran
desconocido.
Pasó todavía cierto tiempo antes de que lo cono­
ciera yo personalmente, cosa que sucedió en 1909, en
la asamblea de hombres de ciencia de Salzburgo. En
diversas ocasiones he descrito ya lo que ocurrió enton­
ces y en los años subsiguientes, en los cuales se desarro­
lló nuestra amistad,2 y no voy a repetirlo. Pero sí diré
las circunstancias que nos pusieron en contacto. Ha­
bía sido Einstein nombrado sucesor del difunto J. H.
van’t Hoff (1913) en un puesto de investigación de la
Academia de Ciencias de Berlín y hecho miembro or­
dinario de la sección de física matemática. Un año
~ Einsteins statistische Theorien, Physik und Relativitat, Al-
hert Einstein und das Lichtquantum, Erinnerungen an Einstein,
todas en Physik im W andel meiner ’
Z.eit, ed., Brunsvic, 1966.
Véase también Max Born, Von der Verantwortung des Natur-
wissenschaftlers (1965) y Der Luxus des Gewissens (1969),
ambos en la NymphenbiiTgcr Vcrlagshandlung, Munich, [e .]
CORRESPONDENCIA 13
después, a poco de haber estallado la primera guerra
mundial, me hicieron extraordinarius de física teórica
en la Universidad de Berlín, puesto creado para exo­
nerar a Planck de sus tareas docentes. Esto no me
sirvió gran cosa, ya que no tardaron en llamarme (ve­
rano de 1915) para el servicio militar. Tras breve for­
mación, de radiotelegrafista de aviación, en el campo
de Dóberitz fui enviado a la Inspección de Artillería
en calidad de colaborador científico. El edificio donde
estaban las oficinas, situado en la calle de Spichern,
quedaba muy cerca de la morada de Einstein, Haber-
land strasse núm. 5. Por eso era frecuente que yo
fuera a visitarlo y a charlar con él. Y nos enten­
díamos no sólo en lo científico sino también en po­
lítica, así como en nuestra actitud hacia todas las re­
laciones humanas.
No puedo decir con seguridad si en los años prece­
dentes hubo un intercambio de correspondencia entre
Einstein y yo, ya que no queda ninguna prueba. Pero
se me hace difícil creer que en un tiempo (1912) en que
yo estaba colaborando con Theodor von Kármán en el
desarrollo de la teoría einsteiniana sobre el calor espe­
cífico de los sólidos no hubiera escrito nada a Einstein
al respecto. Es de suponer que entonces no guardaba
yo las cartas.
Las primeras cartas de Einstein a mi mujer y a mí
datan de 1916. Hasta 1920 no hay cartas de nosotros
conservadas por Einstein. Los comentarios que escribí
en 1965 se fundaban por ello en mi memoria para
ese período.
El primer documento conservado es una tarjeta pos­
tal dirigida a mí y relativa a asuntos científicos; en ella
se ve que la envió Einstein desde su departamento
de Wilmersdorff a mi dirección de Teplitzerstrasse,
Grunewald.
[1] Domingo, 21 de febrero de 1916
Querido señor Born:
Esta mañana recibí las pruebas corregidas de su tra­
bajo para la Physikalische Zeitschrift, que leí no sin
cierto rubor, pero al mismo tiempo con la feliz sensa­
ción de haber sido completamente entendido y reco­
nocido por uno de mis mejores colegas. Mas aparte
del contenido material, fue el sentimiento de amistosa
benevolencia que emanaba del escrito lo que me dio
gusto, por ser algo tan raro de hallar a la fría luz de
los estudios científicos. Le agradezco de todo corazón
esta gran alegría que ha tenido a bien darme.
Le saluda atentamente. Suyo,
A. Einstein
14 [1] 27 DE FEBRERO DE 1916
El artículo que tanto gusto diera a Einstein llevaba por
título La teoría de la gravitación de Einstein y la relati­
vidad general.3 Hoy no escribiría yo de otro modo al res­
pecto. Con el tiempo se ha puesto de moda considerar
secundaria la relatividad de la teoría general einsteiniana
y ver lo esencial en la nueva ley de la gravitación. No
puedo compartir esta opinión, representada en particular
por mi amigo y ex colaborador, el ruso V . Fock. El punto
de partida de Einstein era el hecho empírico de la igual­
dad de la masa inerte y la gravitacional. De ahí se deduce
que un observador encerrado dentro de una caja no pue­
de distinguir si la aceleración de un cuerpo dentro de la
caja se debe a un campo gravitacional exterior o a una
aceleración de la. caja misma en dirección contraria. La
existencia y la magnitud de un campo gravitacional den­
tro de un pequeño espacio sólo puede afirmarse en rela­
ción con determinado sistema de referencia (acelerado).
Tal fue el fundamento histórico de la teoría y todavía
es, a mi modo de ver, el enfoque razonable. Lo apliqué
en el libro Die Kélativitatstheorie Einsteins, que publi­
qué en 1920, y lo he mantenido en la reelaboración últi­
mamente aparecida. Creo que es bastante justo, tanto por
s Physik. Z„ 17, 1916, p. 51.
15
lo que toca a la intención de Einstein como objetivamente.
La carta a mi esposa que viene a continuación sólo es
comprensible sabiendo que existía una relación de amis­
tad entre el matrimonio de Einstein y el nuestro. Mi
esposa la ha descrito en un artículo que apareció hace unos
años en la revista W eltwoche,4 donde explica la relación
existente con el poema y la puerca flamenca.
[2] 8 DE SE P T IE M B R E DE 1916
[2] 8 de septiem bre de 1916
Muy estimada señora de Born:
Su poema me dio mucho gusto, sobre todo porque es
señal de un feliz estado de ánimo, pero también por­
que lo es de que se lleva usted muy bien tanto con
las musas del Parnaso como con la puerca flamenca.
Aunque esta última en verdad no era necesaria para
hacerme ver con los más atractivos colores un par de
horas vespertinas a gusto en su retiro de ustedes.
El libro 5 lo lie leído con gran interés. No cabe duda
de que lo ha escrito, en forma muy interesante, alguien
que conoce a fondo el alma humana. Creo por lo de­
más haber encontrado al autor en Praga. Me parece
que pertenecía a un pequeño círculo plagado de filo­
sofía y sionismo que se agrupaba vagamente en torno
a los filósofos de la Universidad, pequeña tropa de
regusto medieval, de gentes ajenas al mundo, que ya
habrá conocido usted leyendo la obra.
Los saluda atentamente, de ustedes,
Einstein
Adjuntos le envío los dos trabajos que quería. El li­
bro lo llevaré yo personalmente.
La próxima carta de Einstein está también dirigida a mi
* Einstein ganz privat, contenido en II. y M. Born, Der Luxtis
des Gewissens, Nymplienburger Yerlagsliandlung, Munich, 1969.
5 Se trata probablemente de una obra de Max Brod.
16
esposa. Pero su contenido me concernía tanto como a ella.
Creo que yo estaba ausente en un viaje oficial.
[3] 8 DE FEBRERO DE 1918
[3] 8 de febrero de 1918
Querida señora de Born:
Su detallada carta con sus benéficas manifestaciones
de simpatía y confianza me dio mucha alegría. Pero
le contestaré a ella en forma de monólogo, para elimi­
nar por completo la odiosa sima entre el “tú” y el “yo”.
Laue quiere venir aquí. Hace cierto tiempo tuvo
la suerte de lograr aquí un puesto de investigador, me­
diante una beca privada, sin obligación de enseñar. Y
entonces justificaba su afán de ir a Berlín con su aver­
sión a la enseñanza. Pero como al parecer no podrá
realizarse su plan, piensa en cambiar de puesto con su
marido. Su deseo principal es pues “Berlín”, y el mo­
tivo, la ambición (¿de la esposa?). Planck lo sabe, pero
el Ministerio seguramente no. Todavía no he hablado
de esto con Planck. Supongo que sus esfuerzos se diri­
gen a convertirse en el sucesor de Planck. ¡Pobre tipo!
Nerviosa sutilidad. Afanarse en lograr algo que va con­
tra su deseo natural de vivir tranquilamente, sin com­
plicadas relaciones humanas. A propósito de esto le
ruego lea el bonito cuentecito de los caracoles de An-
dersen. Visto objetivamente, el plan de Laue tiene
probabilidades de éxito con dos condiciones:
1] Que represente un ingreso suficiente para Laue
el empleo de ustedes.
2] Que su marido esté dispuesto a andar cambian­
do puestos.
Ahora bien: suponiendo que se cumpla la condi­
ción 1, queda la cuestión de si ustedes aceptarán. Se­
guramente es la que ya preocupa a usted. M i opinión es:
aceptar incondicionalmente.
No necesito decirle cuánto los quiero y cuán contento
17
estoy de tenerlos por amigos y compañeros en este. ..
yermo. Pero no debe rechazarse un puesto tan estu­
pendo, donde se disfruta de total independencia. Hay
allí una esfera de actividad más grande y libre, y con
más oportunidad para su marido de desplegar sus po­
deres. Lo más importante es que vivir cerca de Planck
constituye una alegría. Pero cuando Planck al fin se
retire no pueden ustedes estar seguros, aunque su ma­
rido siga allí, de alcanzar su puesto. Y si fuera otro
el que lo lograra, la cosa tal vez resultara menos agra­
dable. Es necesario prever todas las posibilidades y no
es bueno arriesgarse innecesariamente a ésta.
Cuídense y tómenme por ejemplo. Yo ya no puedo
“subir”. La saluda cordialmente, así como a sus hijos
y a su dueño y señor, que espero vuelva pronto. Suyo,
Einstein
[4] 24 DE JU N IO DE 1918
No creo que Einstein haya seguido después atribuyendo
! a Laue el motivo de la ambición. Entonces no conocía
bien todavía a Laue, seguramente. Posteriormente lo re-
1 conoció no sólo como físico sino también como persona
j perfectamente honorable y recta, como puede verse en
I otra carta (la 81). A mí me dijo Laue que su afán de ir
a Berlín se debía menos a su aversión por la enseñanza
que a su deseo de estar cerca de su admirado y querido
maestro Planck.
Sigue una carta sin dirección, probablemente enviada
en Berlín, de domicilio a domicilio.
[4] 24 de junio de 1918
Querido Born:
Mañana tenemos que ir a nuestra casita de campo de
Ahrenshoop (de la señora Ronow de Nieman).^ Sir­
van estas letras de solemne despedida. Con ellas va
un “regalo de Dánae”. Con ayuda de Haber pude
conseguir a Nordstrom el permiso (de la dirección)
18 [5]
para su viaje a Finlandia. Ahora querría volver a Ho­
landa y ya no puedo ocuparme en eso, desgraciada­
mente. Por eso le ruego se lo arregle. Corre prisa, por­
que la señora de Nordstrom va a tener un bebé, y
quisiera dar a luz en Holanda.
Deseo que lo pasen bien usted y su pequeña compa­
ñía. Suyo,
Einstein
Espero le llegaran los 40 marcos que le envié por co­
rreo ordinario.
El físico finés Nordstrom había formulado, casi al mismo
tiempo que aparecían las primeras publicaciones de Ein­
stein sobre la teoría general de la relatividad, una teoría
rival relativista de la gravitación con un solo potencial
escalar, como en Newton, mientras en Einstein determi-
, nan el campo gravitacional los diez componentes de un
tensor simétrico. Las ideas de Nordstrom eran ingeniosas
y agudas. Después supe que él había sido mi competidor
más rudo para el puesto de profesor extraordinario en
Berlín.
La siguiente carta de Einstein, seguramente procedente
de Ahrenshoop, sin fecha, indica que yo traté de hacer
algo por Nordstrom. No puedo recordar si lo logré; y
tampoco sé nada más del destino de Nordstrom. En la
carta de Einstein había dos subrayados que parecían indi­
car cierta reticencia acerca de la casita de campo y su
estancia en ella. Sin duda cumplía el deseo de su segunda
esposa, su prima Elsa, que lo había atendido en una grave
enfermedad y seguramente salvado de la muerte.
[5] [sin fecha]
Querido Born:
Es usted muy amable en encargarse de Nordstrom. No
tiene más que escribir al Generalstab que Nordstrom
ya ha recibido permiso, a instancias de Haber, para su
viaje. Después el viaje de regreso se le concederá segu-
[5] 19
ramente sin dificultad. Como le comuniqué, tiene que
estar de vuelta para primeros de agosto.
Aquí es maravilloso. No hay teléfono, no hay nada
que hacer, es una calma absoluta. Sencillamente ya
no comprendo cómo se puede vivir en la gran ciudad. Y
el tiempo también es maravilloso. M e la paso en la
playa, tumbado como un cocodrilo, dejándome tostar
por el sol, no veo una revista y lo que llaman el mun­
do me importa un pito.
Lo que me cuenta de la inercia en una red cristalo­
gráfica es muy satisfactorio. Pero sólo puede tratarse
de la energía eléctrica, ya que la energía potencial de
las demás fuerzas postuladas no entra en la inercia, se­
gún las leyes de la mecánica. Me gusta su modo de
presentar la cosa.
Estoy leyendo los Prolegom ena de Kant, entre otras
cosas, y empiezo a comprender la enorme fuerza de
sugestión que tenía este amigo y todavía tiene. Una
vez que le ha concedido uno la mera existencia de jui­
cios sintéticos a priori, está uno atrapado. Tengo que
suavizar el “a priori” en “convencional” para no verme
en el caso de contradecirle, pero ni siquiera así concuer-
dan los detalles. De todos modos es muy agradable su
lectura, aunque no sea tan bueno como su antecesor
Hume, que tenía un instinto mucho más seguro.
Cuando esté de vuelta nos volveremos a juntar to­
dos tranquilamente y volverán a acostumbrarme, con
todo género de precauciones, al ajetreo de los hom­
bres, que ahora he olvidado por completo. Mientras
tanto, espero que su señora y usted estén otra v£z en
buen estado de salud. Nosotros, bien; hasta el pequeño
harén come y lozanea. Cordiales saludos. Suyo,
Einstein
Saludos atentos a su señora y los niños, una vez más.
Ahrenshoop le gustaba, pues, de todos modos y le senta­
ba bien. La observación acerca de la inercia en las redes
2 0
de cristales se refiere al resultado de mis investigaciones
relativas a los campos electromagnéticos de los cristales,
que he publicado en varios libros y en otras publicacio­
nes. Representan el ulterior desarrollo de la fundamental
obra de P. P. Ewald acerca de la dispersión en las redes
cristalográficas, pero con otro método diferente, apuntado
por Hilbcrt en una conferencia. Mi resultado era nuevo:
se deducía automáticamente que la acción recíproca elec­
tromagnética de las cargas de partículas de la red con­
tribuye a la inercia (masa electromagnética). Pero la
observación de Einstein de que debía tratarse de la ener­
gía eléctrica era perfectamente acertada.
A continuación contiene la carta la posición de Ein­
stein respecto de la filosofía kantiana, que viene siendo
un rechazo. En aquellos días era totalmente empirista
y partidario de David Hume. Después cambió y lo es­
peculativo con poco fundamento empírico fue desempe­
ñando un papel cada vez más importante en su pensa­
miento.
En cuanto a la frase final acerca del harén (no creo
que diga otra cosa), no sé a qué se refiera; probablemente
a la mujer y las hijas políticas.
Después de esto viene una tarjeta postal con una vista
de Ahrcnshoop:
[6] 2 DE AGOSTO DE 1918
[6] Ahrenshoop, 2 de agosto de 1918
Queridos Borns: Cuanto más se acerca la vuelta, tanto
más se inquieta la conciencia y se teme un regaño por
la pereza en escribir. Mas ¿cómo puede escribir un
individuo que se pasa el día holgazaneando, no ve a
nadie y si acaso se da una vueltecita de media hora
con los pies descalzos? Si me dejaran introducir esta
costumbre (voluntariamente) en B erlín ... El trébol
me gustó mucho. Se ve que representa a tres incorre­
gibles loquitos bien hermanados, dos de ellos ensimis­
mados y el tercero con la mirada perdida en el vacío.
Últimamente leí que la población de Europa pasó en
un siglo de 113 millones a casi 400. . . espantoso pen-
samiento, que casi le hace a uno amigo de la guerra.
Que nos volvamos a ver con alegría. Suyo,
Einstein
[7] 19 DE ENERO DE 1919 -21
No consigo recordar quiénes serían las hojas del trébol.
La observación del incremento demográfico y de la gue­
rra es digna de nota.
A una tarjeta postal que Elsa, la mujer de Einstein, en­
vió de Arosa, Suiza, con el lago Silser, añadió él lo si­
guiente:
[7] 19 de enero de 1919
Radiante campiña y ciudadanos satisfechos, que no
tienen nada que temer. Así es este país. Pero por Dios
que prefiero a las gentes con inquietudes y que no sa­
ben de qué estará hecho el mañana. ¿Cómo terminará
todo? Uno no puede apartar sus pensamientos de Ber­
lín, tan cambiado y todavía cambiante. Creo que todo
estará bien una vez que haya vuelto la calma. Los jó­
venes que han vivido esto no se aburguesarán tan fá­
cilmente.
Los saluda cordialmente, de ustedes,
Einstein
Era seguramente el primer viaje al extranjero de Einstein
después de la guerra. Sus pensamientos estaban todavía
en el Berlín sacudido por la revolución. Las pocas pala­
bras de la tarjeta muestran las esperanzas que tenía puestas
en el nuevo régimen, la República presidida por Ebert.
Odiaba profundamente el prusianismo, el arrogante mi­
litarismo, y creía que al fin caería y que todo sería me­
jor. Yo también lo creía entonces, y éste era uno de los
vínculos de nuestra amistad. Pero estábamos totalmente
equivocados, porque después fue todavía peor. Cartas pos­
teriores contienen recuerdos de aquella época de espe­
ranza.
Después de algunas idas y venidas, el cambio de cáte­
dra entre Laue y yo fue aceptado. Logramos adquirir una
bonita casa con jardín en Frankfurt, en la calle Cronstet-
ten. La primera carta de Einstein a esa dirección es la
siguiente:
22 [8] 4 DE JU N IO DE 1919
[8] Berlín, 4 de junio de 1919
Querido Born: '
Ya me remordía la conciencia por no haber contestado
a la amabilísima carta de su esposa, y en lugar del re­
gaño me llega ahora una carta encantadora de usted.
Estoy feliz de que tengan ustedes un nidito tan estu­
pendo, con casa y jardín. Pero no deberían cargarse
con tantas responsabilidades. ¿Quiere convertirse en
tormento para sus estudiantes y reproche para sus co­
legas? ¿Cumplirá usted también sus promesas litera­
rias, por ejemplo, a Sommerfeld? Es demasiado. Si
Shakespeare hubiera vivido en nuestras condiciones ac­
tuales, hubiera cambiado su dicho “Júpiter se ríe de
los perjurios del amor”, que no deja de ser un poco
duro, por “de la promesa olvidada de un informe”. Y
después me dice usted que según Oppenheim yo he
hecho Dios sabe qué maravilloso descubrimiento. Pero
no hay nada de eso. La modesta insinuación que yo
le hice, aquella de que le hablé a usted en el lago
Grunewald, ha adquirido proporciones enormes en su
fértil fantasía. La teoría de los cuantos me hace a mí
sentir del todo como a usted. En verdad que debería
uno avergonzarse de su éxito, por haberse realizado de
acuerdo con la máxima jesuítica: “la mano derecha no
debe saber lo que hace la izquierda”. Yo no veo la
situación política con tanto pesimismo como usted.
La situación es grave, pero no durará. Es más satisfac­
toria para los ojos que para el estómago del “enemigo”.
Sin duda Ludendorff estaba en condiciones mucho
peores que los parisienses. Los franceses obran sólo
por miedo. Pero Ludendorff se sentía Napoleón. La
gravedad de los errores franceses se compensa con una
indefectible incuria, como en la que fuera cierto tiem­
po mi patria: Austria.6 Al final, con la peligrosidad de
Alemania sucederá como con la unidad de sus contra­
rios, amén de cierta histéresis, sin duda. ¿Puede permi­
tírsele a un hermano x de cáscara amarga y determi­
nista decir con lágrimas en los ojos que ha perdido la
fe en la humanidad? El impulsivo comportamiento de
los hombres de la actualidad en cuestiones políticas es
bastante para mantener viva la fe en el determinismo.
Estoy convencido de que en los años próximos las co­
sas no serán tan duras como las que hemos pasado en
los últimos años.
Con cordiales saludos míos y de mi esposa, para us­
ted y la suya. De ustedes,
Einsteín
La aplicación de Haber a los metales monovalentes
de su teoría de usted es desconcertante.
[8 ] 4 DE JU N IO DE 1919 ¿
1
>
La promesa literaria se refiere a la que le hice a Sonnner-
feld (profesor de física teórica en Munich) de escribir
un artículo sobre la “teoría atómica del estado sólido”
para el tomo de Física en la Enciclopedia de la matemá­
tica. Es un tratado bastante largo publicado también en
forma de libro»
El amigo Oppenheim era hijo de un prominente nego­
ciante (joyero) de Frankfurt y había fundado y dotado la
cátedra de física teórica desempeñada primero por Lauc
V luego por mí. El joven Oppenheim se interesaba en la
filosofía, y en especial en los pensamientos filosóficos
contenidos en la teoría de la relatividad einsteiniana. Se­
guramente se trata aquí de los inicios de “una teoría de
campo unificado” destinada a combinar la gravitación y
el electromagnetismo y que ocupó a Einstein hasta el fin
de sus días.
6 Einstein se refería sin duda a su estancia en Praga cuan­
do fue profesor de la universidad alemana, porque Bohemia era
entonces parte de Austria.
24
Las observaciones políticas demuestran que en aquel
tiempo yo veía la situación con más pesimismo que Ein- l
stein. La expresión “hermano x de cáscara amarga y
determinista” (decíamos x a propósito del cálculo con
magnitudes desconocidas, como suele hacerse en las ma­
temáticas) estaba entonces perfectamente justificada, sin
duda, porque mis ideas no deterministas surgieron sólo 1
algunos años más adelante.
En cuanto a lo que significa la aplicación de Haber a
mi teoría de los metales monovalentes, ya no puedo re­
cordarlo.
A continuación, una carta a mi esposa.
[9] 1 DE SEPTIEM BR E DE 1919
[9] Domingo, 1 de septiem bre de 1919
Querida señora de Born:
Estoy muy apenado con ustedes dos, y en particular
con usted, señora, porque tardo tanto en escribirles.
Ante todo, para que no se me olvide, quiero decirle
que haré cuanto pueda por sacar algunos fondos del
K. W . Institut para su marido, si es posible y si los
hay disponibles. Pronto los visitaré en su nuevo y agra­
dable nido, con tal que no tengan a nadie alojado. Es
cuestión de esperar y nada más. Con Oppenheim la
cosa estuvo mal, porque mi sueldo académico no de­
pende de su bolsa sino de la del señor Koppel. Yo
no sabía que la cátedra de su marido hubiera sido
fundada por Oppenheim. . . y sólo conozco el obser­
vatorio que hay allí. Las relaciones entre Oppenheim
(el joven) y nosotros son de índole estrictamente pri­
vada (al mayor sólo lo he visto una vez) y dependen
de las aficiones filosóficas de él. Hay una dificultad,
y es que les prometí tanto a ustedes como al joven
Oppenheim ir a su casa cuando fuera a Frankfurt;
la solución está por encima de mis fuerzas. . . pero ya
se arreglará de algún modo. No es tan grave como para
la respuesta que dio Althoff, entre desenvuelta y dura,
a uno a quien le había prometido un puesto y que se
lo había ganado otro: "¿Cree usted ser el único a quien
prometí el profesorado?” Ayer estuvo Stern conmigo.
Está encantado con Frankfurt y con el instituto. No
me pareció mal Rausch, pero es mucho mejor para mí
el Traumspiel de Strindberg.
Es delicioso el amor y la adoración que siente el se­
ñor Bieberbach por sí mismo y por su musa. Que
Dios se lo conserve, porque así es como se vive mejor.
Antes, que la gente vivía más aislada, los originales
como él eran la regla entre los profesores de universi­
dad, porque no tenían contacto personal con nadie de
su capacidad en su profesión, y aparte de ésta no había
nada para ellos. En política estoy más con su marido
que con usted. Creo en las posibilidades de la Socie­
dad de Naciones y creo también que las dificultades
inherentes a su formación desaparecerán con el tiem­
po. Por ahora, el conflicto de intereses de la Entente
es tan grande que muchas cosas se atemperan (inci­
dente constitucional acerca de Austria; intervención de
la Entente en Silesia). Para mí, el mayor peligro fu­
turo sería la retirada de los norteamericanos; espero
que Wilson la impida. No creo que los humanos pue­
dan cambiar mucho, pero estoy convencido de que es
posible y aun necesario poner fin a la anarquía reinan­
te en las relaciones entre estados, aunque ello costara
a cada uno de ellos buena parte de su independencia.
Ahora a la filosofía. Lo que usted llama "materialis­
mo de Max” es sencillamente su modo causal de ver
las cosas, que siempre responde a la pregunta de "¿por
qué?” pero nunca a la de "¿para qué?”. Ningún prin­
cipio de utilidad y ninguna selección natural pueden
sacarnos de ahí. Pero cuando uno pregunta "para qué
debemos ayudarnos unos a otros, para qué hacernos la
vida mutuamente más llevadera, componer buena mú­
sica y tener grandes pensamientos” habría que contes­
tarle: "Si usted no lo siente, nadie se lo podrá explicar”.
Si no nacemos con ese sentimiento, no valemos nada
y más nos valdría no vivir. Si alguien quisiera hacer
[9] 1 DE SE PTIE M B R E DE 1919 25
una investigación a fondo y probar que esas cosas con­
tribuyen a preservar y promover la existencia humana,
volvería a plantearse la terrible pregunta de “¿para
qué?”, y la respuesta sobre bases “científicas” no podría
ser sino aún más desconsoladora. Por eso, si se quiere
a toda costa proceder científicamente, tenemos que li­
mitar nuestro objetivo a los menos posibles y apartar
a los demás del camino. Pero esto la dejaría fría a
usted.
Yo no estoy de acuerdo con la estimación pesimista
del conocimiento. Una de las cosas más bellas de la
vida es ver con claridad las relaciones y eso sólo puede
negarse estando de un humor totalmente sombrío y
nihilista. Pero no debería usted citar la Biblia en su
apoyo. En la traducción de Lutero dice en muchos
lugares: “y él la conoció, y ella le dio un hijo, que se
llamó.. . ” Es probable que se refiera a eso lo del árbol
de la ciencia, o del “conocimiento”. Poco tiene que
ver sin duda con la teoría del conocimiento o episte­
mología tal y como nosotros la entendemos; o quién
sabe si los antiguos padres se complacieron en ese equí­
voco. Aunque no parece muy propio de aquellos dis-
cutidores y caviladores. . .
Le agradezco mucho las hermosas fotografías. La
de su marido es maravillosa... claro es que el sujeto
tampoco está mal. Todavía no llega; y tengo muchas
ganas de verlo. Estos buenos días que hizo los pasé
estupendamente navegando con vela, pero en el servi­
cio naval pesqué otro achaque (el estómago) y nueva­
mente tengo que pasar unos días en la cama. Por eso
escribo tan mal.
Saludos a ambos de todo corazón. Suyo,
Einstein
¿b [9] 1 DE SEPTIEM BR E DE 1919
Althoff fue durante mucho tiempo funcionario del Mi­
nisterio de Instrucción Pública en relación con la admi­
nistración de las universidades, en cuya construcción se
había distinguido mucho. Era muy conocido y temido
por su desconsideración y grosería.
Otto Stern era un joven físico de Silesia que se con­
virtió en ayudante mío. Nuestro instituto tenía un taller
y un buen mecánico, Sclnnidt; Stern aprovechaba mag­
níficamente esa oportunidad para realizar sus experimen­
tos, después famosos, sobre un peculiar efecto cuántico,
llamado cuantización de dirección. Hasta entonces, ese
efecto se había deducido sólo indirectamente, por obser­
vaciones espectroscópicas; Stern emprendió la tarea de
demostrarlo directamente mediante la radiación atómica
en el alto vacío. Le apoyaba Walther Gerlach, ayudan­
te en el Instituto de Física Experimental, dirigido por el
profesor Wachsmuth. Estas investigaciones valieron des­
pués a Stern la distinción del Premio Nobel. Animado
por él, yo también experimenté venturosamente entonces
y con mi ayudante Elisabeth Bormann medí directamente
la longitud de las ondas libres de los átomos con ayuda
de la radiación atómica.
No puedo recordar qué clase de espectáculo sería
Rausch.
Lo de Bieberbach era esto: la Facultad de Ciencias Na­
turales tenía un libro, bellamente encuadernado, en que
cada nuevo profesor debía poner una breve nota biográ­
fica. El decano, el matemático Schoenflies, me pasó el
libro, y naturalmente yo leí algunas de las breves biogra­
fías y se las enseñé también a mi esposa, quien descubrió
una muy cómica, la del joven matemático Ludwig Bieber­
bach, rebosante de vanidad, y copió algunos de los mejo­
res trozos para Einstein.
En cuanto a las manifestaciones políticas contenidas
en esta carta, no es necesario ningún comentario.
Las aclaraciones que hace Einstein a mi esposa acerca
del carácter de la investigación científica revelan la base de
su filosofía de modo tan claro y conciso que sería difícil
hallar otro. Le llevan a examinar el concepto bíblico de
conocimiento, cuya discusión duró con mi esposa cierto
tiempo. Al contrario de Einstein, que interpretaba el co­
mer de 1a- manzana prohibida del árbol de la ciencia del
bien y del mal como conocimiento sexual, ella insistía en
que se trataba de un conocimiento mental. Porque dice
Moisés, en el primer capítulo del Génesis: “Y los bendijo
[9] 1 DE SE P TIE M B R E DE 1919 27
28
Dios [al varón y la hembra] y les dijo: Creced y multipli­
caos”. Y en el capítulo segundo dice: “Y había Jehová
hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista. . .
también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol
de la ciencia del bien y del m al... Y Dios dijo al hom­
bre. . . del árbol de ciencia del bien y del mal no come­
rás. . En el capítulo 3 dice la serpiente a Eva: “Mas
sabe Dios que el día que comiereis de él se abrirán vues­
tros ojos y seréis como dioses, porque sabréis el bien v
el mal”.
La siguiente carta de Einstcin demuestra que en este
punto cedió a mi esposa, pero no en sus consecuencias.
[10] 16 DE OCTUBRE DE 1919
[10] 16 de octubre de 1919
Querido Born:
Eres un gran tipo. He enviado tu folleto con vivas ex­
presiones de conformidad, mas rezongando algo contra
el feliz recipiente. Tu mujer tenía razón en lo del ár­
bol de la ciencia y yo tenía a mis antepasados por de­
masiado primitivos. Pero no vamos a dejarnos tasajear
el conocimiento por ella de esa manera. ¿Acaso hay
algo más bello? Además, no debe quejarse tanto de
desierto social teniendo junto a sí a un individuo tan
estupendo como tú. Y todo porque siente frío. Tal
vez el frío te haga perder la cabeza en tu problema con
el M inisterio... y eso sería una cosa buena. Por lo
demás, las cartas de tu esposa son obras maestras. . .
sin adulación.
Saludos cordiales para ambos. Vuestro,
Einstein
En el original se ve tachado el usted y remplazado por el
tú en distintos lugares. Einstein ha preferido el tuteo.
He olvidado ya el folleto que me valió el título de “gran
tipo”. Lo que sí recuerdo es que con frecuencia yo lo
apoyaba, y a su obra también.
En la cuestión del conocimiento, Einstein concede fran-
camente que mi esposa tenía razón, pero sólo en lo rela­
tivo al árbol del Paraíso, y defiende firmemente el valor
del conocimiento en el sentido del saber. “¿Acaso hay algo
más bello?”
Aunque ya sabía que Einstein tenía una buena opinión
de mí, el ofrecimiento que me hacía en las primeras lí­
neas de la siguiente carta, que confirmaba el tuteo, me dio
gran alegría.
[11] 9 DE N OVIEM BRE DE 1919 29
[H] 9 de noviembre de 1919
Querido Born:
En adelante nos tutearemos, si lo permites. He reci­
bido el manuscrito. Pero me parece que es demasiado
largo para las actas, según las nuevas reglas. Hablaré
con Planck. En cuanto a la solicitud para el K. W .
Instituí, pronto le llegará el turno; hay que tener un
poquito de paciencia.
En el caso de Toeplitz no puedo hacer ahora mu­
cho ruido, porque si no no asustaré a nadie cuando
sea más necesario. Debemos ver en el antisemitismo
un hecho, basado en cualidades verdaderamente here­
ditarias, aunque a los judíos suela molestarnos. Pienso
que yo también, si me dieran a escoger, escogería por
compañero un judío. Por otra parte, me parecería ra­
zonable que los judíos juntaran dinero para mantener
a investigadores judíos fuera de las universidades y pro­
porcionarles ocasiones de impartir enseñanza.
Tenemos muchas ganas de ver a tu esposa. Mien­
tras llega el momento quiero pedirle perdón por no
haber comido bastante del árbol del conocimiento, como
ella lo hizo ver, a pesar de que por mi profesión estaba
obligado a alimentarme regularmente con sus frutos.
En cuanto a las peras, te las agradezco de todo cora­
zón. .. vuestra productividad se extiende realmente a
toda delicia imaginable. Espero que no tengáis mucho
frío; aquí estamos perfectamente organizados en ese
aspecto.
30
Hasta pronto. Por hoy, cordiales saludos de vuestro
Einstein
[11] 9 DE N O VIEM BRE DE 1919
Por muy convencido que estuviera de la superioridad que
sobre mí tenía Einstein, el tuteo me resultó muy fácil. Era
tan sencillo y natural, tan alejado de toda pretensión, que
el tú fraterno casi se impuso solo. Claro es que yo tenía
conciencia del honor que recibía al ser tratado con esta
confianza. Y aunque posteriormente hube de tener algu­
nas fuertes discusiones con él en materia científica (como
se verá en algunas de las cartas), jamás padeció por ello
nuestra amistad.
En cuanto al manuscrito a que alude, no recuerdo exac­
tamente cuál sería. El “caso de Toeplitz” se refiere sin
duda a alguna humillación que mi ex camarada de escuela
y amigo Otto Toeplitz habla padecido por algún proble­
ma de nombramiento o competencia y que él atribuía al
antisemitismo. Era Toeplitz un brillante matemático y
contribuyó mucho a la teoría de las formas cuadráticas de
infinito número de variables (en el llamado espacio de Hil-
bert), utilizada hoy en la mecánica de los cuantos, y con­
cretamente con un gran artículo en la Enciclopedia de la
matemática, escrito en colaboración con otro amigo y com­
pañero de estudios, Ernst Hellinger.
Las observaciones de Einstein acerca del antisemitismo
muestran que él comprendía muy bien el antagonismo
entre judíos y nórdicos europeos y que le parecía natural
la existencia de una antipatía mutua. Con frecuencia se
manifestó en favor de que los judíos no se empeñaran
en lograr las mejores posiciones, sobre todo en materia
académica, sino que se crearan ellos mismos sus puestos.
Que yo recuerde, yo no opinaba igual; mi familia era de
aquellas que aspiraban a la asimilación total y veían en las
manifestaciones y medidas antisemíticas injustificadas hu­
millaciones. La historia ha demostrado que Einstein veía
muy hondo, aunque entonces todavía estaba muy lejos
de reconocer la magnitud de la amenaza del antisemitismo
y los espantosos crímenes a que después dio lugar.
[12] Lunes, 9 de diciembre de 1919
Querido Born:
Tu excelente artículo de la Frankfurter Zeitung me
dio mucho gusto. Pero ahora vas a ser perseguido como
yo, aunque en menor medida, por la prensa y otra gen­
tecilla de ese jaez. Eso me preocupa tanto que apenas
me deja respirar, y no digamos trabajar como es debido.
Ese artículo de Drill es divertido porque introduce en
la filosofía el método democrático del llamado a la
multitud y de la perorata. Dejo al hombre golpeando
como loco, porque no vale la pena replicarle. Que el
pobre vanílocuo se agite; no te excites por él. Su prue­
ba de la causalidad a priori es verdaderamente algo
grande.
Estuve unos días con Sclilick en Rostock con oca­
sión del jubileo de la Universidad, y con esa ocasión
oí malintencionados discursos políticos de agitación y vi
algunos ejemplos verdaderamente deliciosos de política
de principado. Lo divertido era que todos se conocen
tanto que a cada solemne retumbo acompañaba siem­
pre un cómico tintineo. No había otra sala para la
celebración que el teatro, que así prestaba algo de co­
media a la solemnidad del acto. Era un encanto ver
allí juntos a los representantes del antiguo y el nuevo
gobierno en dos palcos contiguos de proscenio. Natural­
mente, los del nuevo recibían toda clase de alfilerazos
de las potestades académicas mientras que al Gran
Duque se le propinaba una ovación que parecía inter­
minable. No hay revolución que valga frente a tanto
servilismo innato. Schlick es una gran cabeza y tenemos
que ver de procurarle un profesorado; y lo necesita
tanto más que su situación es desesperada a consecuen­
cia de la devaluación de los bienes. Pero será difícil,
porque no pertenece a la religión filosófica oficial de
los kantianos.
La desgracia de Planck me conmueve hondamente.
No podía contener las lágrimas cuando lo visité a mi
[12] 9 DE D ICIEM BRE DE 1919 31
32
vuelta de Rostock. Se conduce con maravillosa entereza
y dignidad, pero se ve que el dolor lo roe.
Las cartas de tu esposa son encantadoras, tan origi­
nales y atinadas. Espero de verdad que nuestro amigo
Oppenheim halle pronto la ansiada comadrona; si no,
el feliz suceso habría de demorarse algo. Mi amigo
Haber vive una situación parecida, de preñez maligna,
desde que acudió a mí en su dolor cuando tú te tras­
ladaste. Tiene un método violento para arrancar la
verdad a la naturaleza. En las cuestiones materiales
se fía de su intuición. Es como quien dice un bárbaro
desatentado, pero de todas maneras muy interesante.
Tu confuso Lorenz me ha ordenado categóricamente
asistir a una conferencia en extremo superflua en Frank-
furt; es una de las más extrañas aves que pueblan los
puestos docentes. Por desgracia, tengo otros cuidados.
Mi madre está enferma de muerte y va a venir con
nosotros. .. y tarde o temprano tendré que hallar aco­
modo para mis hijos en el hogar de mi ex esposa en
Alemania. Dificultades y angustias por todas partes.
El comportamiento de la Entente empieza a parecer
asqueroso incluso para mi gusto. Mis esperanzas en la
Sociedad de Naciones no parecen realizarse. De todos
modos, creo que Francia está padeciendo mucho a pe­
sar de la importación de carbón, como se echa de ver
en sus últimas restricciones eiv relación con el tránsito
de pasajeros por ferrocarril. Aquí los extranjeros están
comprando bienes muebles e inmuebles, hasta hacernos
una colonia angloamericana. Menos mal que no tene­
mos que vender nuestros cerebros ni sacrificárselos al
Estado en una situación de emergencia.
Espero que estéis todos bien y que el frío no sea
intolerable. Con saludos de todo corazón. Vuestro,
Einstein
[12J 9 DE D IC IEM BRE DE 1919
Tuve hace poco en la mano el artículo de la Frankfurter,
pero ahora no lo encuentro. Sí recuerdo que después de
tantos años me reí de mi crítica, mordaz y repleta de datos,
33
contra aquellos filósofos chapados a la antigua. Recuerdo
vagamente que Drill, cuyo artículo tan divertido le parecía
a Einstein, era un caso típico de enemigo rabioso suyo.
En cambio Schlick era un importante filósofo, que después
pasó a Viena y fue el fundador de una escuela que hoy se
llama positivismo lógico.
La descripción que hace Einstein de las solemnidades
de la Universidad de Rostock es muy suya. Por lo que
toca a la desgracia de Planck, creo que Einstein se refiere
a que su hermana había muerto poco después de dar a luz.
Tenía una hermana gemela muy parecida a ella y que se
encargó de cuidar a la criatura y al poco tiempo se casó
con el esposo de su hermana. Y lo terrible fue que ella
también murió después de dar a luz a su primer hijo, y en
circunstancias idénticas. La descripción que hace Einstein
de Fritz Haber es muy acertada. Durante la guerra él y yo
nos peleamos, porque él quería ponerme con su equipo
dé gases de guerra, y yo me negué categóricamente a acep­
tar. Después nos reconciliamos y visité varias veces su
instituto de Dahlem en busca de material empírico de mi
amigo Franck para mi trabajo sobre el cálculo de las varia­
ciones tennoquímicas de las energías de red. Haber se
sintió vivamente interesado en ello e ideó un modo de re­
presentación gráfica de mi método de cálculo. Esta teoría
entró después en la literatura de fisicoquímica con el nom­
bre de proceso cíclico de Born y Haber. Así tuve ocasión
de conocer al “bárbaro desatentado”, como decía Einstein.
Una vez, por ejemplo, teníamos una viva discusión en su
recámara, donde constantemente nos estaban interrum­
piendo ayudantes, doctorandos, mecánicos, que necesitaban
algo del director del instituto. Al fin, alguien abrió la
puerta sin llamar y Haber, ya furioso, lanzó un tintero
de vidrio en dirección de la puerta, donde se hizo pedazos
y salpicó de tinta puerta y pared. Pero quien estaba a la
puerta era. . . la esposa de Haber. Desapareció ella espan­
tada, y nosotros proseguimos con nuestra labor como si
nada hubiera ocurrido.
El “confuso Lorenz” era profesor de fisicoquímica en
Frankfurt. Ciertamente, le faltaba algo de claridad, pero
de todos modos valía para su puesto. Me animó mucho,
por ejemplo, en mi intento de explicar las anomalías de la
movilidad iónica de los iones pequeños con ayuda de ex-
[12] 9 DE D IC IEM BRE DE 1919
perimentos dipolares, y en los experimentos de mi discí­
pulo Lertes acerca de los efectos mecánicos de los dípolos.
(Véanse mis Ausgewdhlte Abhandlungen, pp. 655 y 698.)
En el último párrafo de su carta muestra Einstein que
ya no podía conservar en materia de política sus esperan­
zas, que tan frecuentemente había opuesto a mi pesimismo.
Pero se esforzaba en justificar sus apuros. Yo creo que
entonces ninguno de nosotros comprendía el verdadero pe­
ligro del duro trato que la Entente imponía a Alemania,
que era lesionar el orgullo nacional. Esto condujo a la
leyenda de la puñalada por la espalda, al rearme secreto
y, al final, al advenimiento del nacionalsocialismo.
La siguiente carta está dirigida a mi esposa y a mí, y es
bastante amplia.
34 [13] 27 DE ENERO DE 1920
[13] Lunes, 27 de enero de 1920
Querido Born:
Ante todo quiero hablar del joven colega Dehlinger,
de quién escribiste a Berliner. Ahora recibimos mucho
dinero para investigaciones astronómicas, y yo sólo pue­
do disponer de él. ¿No le gustaría la astrofísica? Por el
momento podría obtenerle un nombramiento de unos
6 000 marcos al año, y tal vez más, si la mala situación
actual lo requiriere. Entonces trabajaría con Freund-
lich en investigaciones fotométricas de los espectros
estelares. Pero si prefiere un empleo de práctica téc­
nica, también tengo relaciones que podrían buscarle
algo. Con el trabajo puramente científico es difícil ali­
mentarse. Escríbeme pronto detalles.
Nosotros también lo estamos pasando tristemente,
porque tenemos a mi madre en la casa, encamada, en
situación desesperada y sufriendo lo indecible. Todavía
pueden pasar meses antes que deje de padecer. Else
está haciendo mucho, y para ella la cosa no es fácil.
Todo esto reduce aún más mi escaso deseo de realizar
proezas. Tú eres muy distinto. Tu pequeña compañía
también tiene sus problemas, y también usted, mi que­
rida señora de Born, se hace interesante de más de un
modo permitido (porque permitidos sólo son los poe­
mas caprichosos y las ingeniosas cartas). Y tú, Max,
que das conferencias sobre la relatividad por salvar el
Instituto y escribes artículos como si fueras un joven
soltero que viviera estupendamente aislado en su buena
recámara bien calientita y exento de las preocupacio­
nes de pater fam iliae que te acongojan. Dime, ¿cómo
le haces?
Haber también se queja mucho de Fajans, a quien
tú describiste muy bien. No se da cuenta del número
de sus arbitrarios supuestos y sobrcstima infinitamente
el valor de los resultados concordantes. Tienes razón en
atenerte firmemente a tu excelente método. Yo no
creo que se halle la solución de los cuantos renunciando
al continuo. De modo semejante podría pensarse en la
posibilidad de descubrir la relatividad general renun­
ciando al sistema de coordenadas. En principio podría
abandonarse el continuo, pero ¿cómo describir el movi­
miento relativo de n puntos sin el continuo? La obje­
ción de Pauli no va solamente dirigida contra Weyl
sino también contra la teoría del continuo de cualquier
otro, e incluso contra quien trate el electrón como algo
singular. Creo ahora como antes que debe buscarse
esa superabundancia de determinación mediante ecua­
ciones diferenciales para que las soluciones no tengan
ya el carácter de continuo. Pero ¿cómo?
La política está evolucionando constantemente en fa­
vor de los bolcheviques. Me parece que los grandes
logros exteriores de los rusos junto con la posición cada
vez más insostenible de Occidente, y sobre todo la nues­
tra, llevan inconteniblemente hacia ahí. Pero antes ha­
brán de correr torrentes de sangre, porque la reacción
se pondrá cada vez más furiosa. Atacan e insultan tanto
a Nikolai que ya no le queda tiempo de leer, ni siquiera
en el hospital. Otra vez he tenido que defenderlo en
público (se podría escribir una nueva comedia, E l ami­
go a pesar suyo). Francia está realmente haciendo un
papel bastante triste en todo esto (aunque hay que
[13] 27 DE ENERO DE 1920 35
poner en su haber el haberse librado del T igre).7 Pero
la victoria es un fardo muy difícil de llevar. El proceso
de Erzberger es muy divertido: el que tenga las manos
limpias (y los bolsillos) que le tire la primera piedra;
si hay alguno. Debo además confesarte que los bolche­
viques no me parecen tan malos, a pesar de sus extrañas
teorías. Sería verdaderamente interesante echar una mi­
rada de cerca a lo que allí sucede. En todo caso, lo que
dicen debe de ser muy eficaz, porque el armamento
de la Entente, que acabó con el ejército alemán, parece
fundirse en Rusia como la nieve al sol de marzo. Esos
sujetos tienen a la cabeza a políticos de categoría. Hace
poco leí un folleto de R adek... mi reverencia, el hom­
bre sabe lo que dice.
¿Crees que debo hacer oír mi voz en Inglaterra? Si tu­
viera algo realmente importante que decir, lo haría.
Pero veo que también ellos están hasta el cuello en
dificultades. ¿Qué podrían hacer para acabar con la
miseria? Ellos, como los norteamericanos, envían soco­
rros, ciertamente. Pero eso no puede ser suficiente para
tanta gente que padece tanta necesidad. El tratado de
paz va demasiado lejos. Pero su aplicación es casi impo­
sible, y más vale así, que sus exigencias sean material­
mente imposibles de cumplir y no que sean insoporta­
bles. Es preciso reconocer que el ciudadano del otro
lado necesita algo escrito, negro sobre blanco, que re­
compense la bravura francesa. Pronunciarse contra el
tratado sólo tendría sentido si uno creyera en su valor
real, y yo no estoy en ese caso. Por lo demás, voy a
Inglaterra esta primavera para que me pongan una me­
dalla y para poder ver de cerca el otro lado de esta
mojiganga. Spengler tampoco ha dejado de meterse
conmigo. A veces se deja uno atraer por alguna suges­
tión suya en la noche, y a la mañana siguiente se ríe
de ella. Se ve que toda esta monomanía suya procede de
las matemáticas de maestro de escuela. Su caballo
de batalla es Euclidcs contra Cartesio, y en todo lo
7 Se refiere a Georges Clcmenceau.
36 [13] 27 DE ENERO DE 1920
37
mete, aunque reconozco que ingeniosamente. Tales co­
sas son divertidas, y si mañana alguien con el ingenio
necesario dice lo contrario, de todas maneras es diver­
tido, y sepa el diablo cuál es la verdad.
Esto de la causalidad también me preocupa mucho.
¿Pueden entenderse la absorción y emisión cuánticas de
luz en el sentido de la cabal necesidad causal, o que­
daría un residuo estadístico? Debo confesar que aquí
me falta el valor para defender mis convicciones. Pero
renuncio muy a disgusto a la causalidad total. No en­
tiendo la interpretación de Stern porque no sé exacta­
mente lo que quiere decir con eso de que la naturaleza
es "comprensible". (La cuestión de si hay una causa­
lidad estricta o no tiene un sentido bien claro, aunque
no sea fácil contestar a ella.) E l libro de Sommerfeld
es bueno, pero debo decir francamente que hay en su
persona, por alguna razón subconsciente que sólo Dios
sabe, algo que no me parece muy sincero. M e alegro
mucho de que tus cartas al Ministerio hayan servido.
Eso los honra, porque no te mordías la lengua. En rea­
lidad, así salió mejor. Imagínate si lo hubieras escrito
antes. Ahora la omnipotencia dictatorial de vosotros
los ordinarii va a tener un horrible fin, según oí hace
poco. Veremos.
En cuanto a usted, señora de Born, tengo una suges­
tión interesante. En cuanto sus hijos estén restableci­
dos, aprenda a experimentar en el laboratorio. Es una
labor increíblemente bella cuando uno puede dedicarse
a ella plenamente. Se lo digo muy en serio. Aunque
se haya de calcular un año o más de aprendizaje, vale la
pena. Y una vez metida en ello, es un modo esplén­
dido de colaboración. Usted necesita algo que ocupe
su mente. ¿Qué le parece?
Con cordiales saludos para ambos. Vuestro,
Einstein
[13] 27 DE ENERO DE 1920
Era Dehlinger un joven y capaz físico de Viena que había
ideado una fórmula para la dispersión, de la luz en los in­
38
frarrojos para redes simples diatómicas apoyándose en mis
trabajos sobre la teoría de las redes de cristales. No sé qué
sería de él. Amold Berliner era entonces conocido por to­
dos los hombres de ciencia por ser el fundador y editor de
la revista Die Natunvissenschaften. Era ingeniero electri­
cista de profesión y ocupaba un importante puesto en la
aeg (Compañía General de Electricidad). Con su publi­
cación ejercía considerable influencia en las esferas cientí­
ficas. Una importante correspondencia con sus autores le
procuró una visión profunda de su psicología, que resumía
con esta expresión: “puercoespines con sensibilidad de mi­
mosa". Vivió hasta el advenimiento de Hitler, por su edad
no pudo irse al extranjero y se quitó la vida. . .
Después de mencionar brevemente los grandes sufrimien­
tos de su madre y los pequeños de nuestra casa (mi esposa
y los niños habían atrapado unas paperas), Einstein habla
de mis conferencias sobre la relatividad en Franlcfurt. La
inflación de la moneda alemana era tan grande en aquellos
días que el presupuesto de los institutos era insuficiente.
En el mío había empezado ya Otto Stern, con ayuda de
Walther Gerlach, del Instituto Experimental (de Física)
dirigido por Wachsmuth, sus experimentos sobre “cuanti-
zación de dirección", y necesitábamos dinero. Entonces se
me ocurrió aprovechar el interés general por la. teoría ein-
steiniana de la relatividad y organizar conferencias sobre
ese tema, cobrando la entrada en beneficio de la caja
del Instituto. A propósito de la carta número 15 infor­
mo del éxito de las conferencias y del libro a que dieron
origen, que fue Die Relativitatstheorie Einsteins (1920).
Las observaciones acerca de los fisicoquímicos Fajans y
Haber tienen relación con problemas que ahora no presen­
tan ningún interés. Más importantes son las explicaciones
de Einstein acerca de los cuantos, porque en ellas está ya
la base de su ulterior posición en relación con la mecánica
cuántica. Insiste él en atenerse incondicionalmente a una
teoría del continuo, o sea de ecuaciones diferenciales, y en
obtener los fenómenos cuánticos (discontinuidades) por
la superabundancia de determinación (más ecuaciones que
incógnitas).
Las consideraciones políticas de Einstein son particular­
mente reveladoras. Creía entonces, como tantos otros, que
la revolución bolchevique significaría la liberación verda­
[13] 27 DE ENERO DE 1920
39
dera de los males de nuestro tiempo: militarismo, opresión
burocrática, plutocracia; y esperaba de los comunistas un
cambio de situación “a pesar de sus extrañas teorías” . ..
No sé si habría leído mucho o poco las obras de Marx,
Engels y Lenin. Es de suponer que tampoco conociera
bien a los autores burgueses que han escrito de política y
economía. En todo caso, su esperanza en la Revolución
rusa se basaba más en su aversión, y aun podría decirse
su odio, contra las potencias que imperaban en Occidente
que en su convencimiento razonado de la justeza de las
ideas comunistas. Hago hincapié en esto porque los escri­
tores comunistas suelen presentarlo como partidario o por
lo menos precursor de sus doctrinas.8 El tema de la Revo­
lución rusa vuelve a aparecer con frecuencia en cartas pos­
teriores. En todo caso, cuando hubo de salir de Alemania,
Einstein fue a Estados Unidos y no a Rusia, donde nunca
estuvo, que yo sepa.
Mi mujer nunca tomó en serio la indicación de que
aprendiera a experimentar, porque ese tipo de actividad
jamás le gustó.
La siguiente carta debe de haberla escrito en respuesta a
nuestra comunicación de que me habían llamado a Go-
tinga. Durante la guerra había estado allí Petcr Debye
en calidad de sucesor del que fuera mi maestro, Woldemar
Voigt. En mi tiempo de enseñanza privada hubo dos pro­
fesores ordinarios de física: E. Riecke de física experimen­
tal y W. Voigt de física teórica. Con el fin de interesar a
Peter Debye en la ida a Gotinga se creó en 1914 una
cátedra extraordinaria adicional, que tomó Voigt para de­
jar el puesto de profesor ordinarius a Debye. Después de la
muerte de Riecke se creó un puesto extraordinario para
Robert Pohl. Acabada la guerra, Debye decidió aceptar un
puesto que le ofrecían en Zurich. En 1920 me ofrecieron
su puesto. A mi pregunta a Einstein acerca de lo que nos
aconsejaba contestó lo siguiente:
[13] 27 DE ENERO DE 1920
8 Por ejemplo, Friedricli Herneck en su libro Albert Einstein,
Berlín, 1953, que empieza diciendo: “Albert Einstein, uno de
los más grandes alemanes después de Karl Marx. . A Einstein
esto le divirtió mucho.
40
[14]
[14] 3 DE MARZO DE 1920
3 de marzo de 1920
Querido Born:
Ahí sí es difícil aconsejar. La física teórica prosperará
dondequiera que estéis, porque hoy no hay en Alema­
nia otro Born. Por eso de lo que se trata es de averiguar
dónde os gustará más estar. Poniéndome yo en el caso,
pienso que preferiría quedarme en Frankfurt. Porque
me parecería insoportable la limitación a un reducido
círculo de sabios inflados de poco corazón (y poco cere­
bro) y allí no hay más relaciones sociales posibles que
ellos. Recuerda lo que padeció Ililbert con esa gente.
También hay que tomar en consideración otra cosa.
Si Max se viera en la necesidad de ganar algo por su
parte, posibilidad que no puede excluirse en las actuales
circunstancias sin más ni más, sería mucho mejor vivir
en Frankfurt que en Gotinga. Por otra parte, la vida en
Gotinga puede ser más agradable que en Frankfurt
para una ama de casa y sus hijos; pero yo no puedo
decidir en esto, porque no conozco bien las circunstan­
cias de Frankfurt.
Y después de todo, no tiene tanta importancia el
lugar donde uno radique. Lo mejor es seguir su cora­
zón en este asunto sin pensarlo mucho. Además yo,
que no tengo raíces en ninguna parte, no me siento
capacitado. Las cenizas de mi padre están en Milán.
A mi madre la inhumé hace unos días. Continuamen­
te estoy yendo y viniendo, en todas partes extranjero.
Mis hijos viven en Suiza en condiciones tales que me
resulta una empresa dificultosa ir a verlos. Una persona
como yo piensa que lo ideal es estar con los suyos en su
casa, dondequiera que sea; y en este caso tuyo no tiene
derecho de dar consejos.
Me interesaron mucho tus observaciones acerca de
la movilidad de los iones; las creo acertadas. Cuando
tengo algún rato suelo cavilar en el problema de los
cuantos desde el punto de vista de la relatividad. No
creo que pueda evitarse la teoría del continuo. Pero
no me quiere salir bien mi idea favorita: entender la es­
tructura de los cuantos mediante la superabundancia
o redundancia de determinación empleando ecuaciones
diferenciales.
Esperando que ésta os encuentre a los cuatro nueva­
mente en buen estado de salud y de humor, os saluda
cordialmente, vuestro
Einstcin
[14] 3 DE MARZO DE 1920 41
Al final nos decidimos por Gotinga. Fui a Berlín a nego­
ciar con el Ministerio de la Enseñanza y expuse al con­
sejero ministerial Wende que no me sentía capaz de encar­
garme al mismo tiempo de la física teórica y de la experi­
mental, pero que estaba dispuesto a ir a Gotinga si ponían
un físico experimental que estuviera en contacto conmigo.
Wende dijo que no había puesto disponible, que ya se
había decidido el presupuesto para el año en curso y que
era muy improbable que se aprobara una nueva cátedra
para el ejercicio del año próximo. A manera de prueba me
dio un libro grande y gordo que contenía los cálculos
presupuestarios del Ministerio, y me dejó solo. Examiné
atentamente las páginas que se referían a la física en Go­
tinga y descubrí lo siguiente: había dos puestos de profesor
extraordinario, uno para Voigt y el otro para Pohl. Uno
de ellos llevaba la siguiente nota: "A abolir a la muerte del
titular”. Voigt acababa de morir, pero la nota no estaba
bajo su lugar, como debería, sino bajo el de Pohl... que
estaba bien vivo. Había, pues, un lugar disponible, el del
difunto Voigt. Cuando Wende volvió le enseñé lleno de
alegría cómo estaban las cosas. Pero él se encogió de hom­
bros y dijo que sin duda se trataba de un error del em­
pleado, porque el puesto de Voigt sólo se había previsto
para la duración de su vida. Pero yo insistí enérgicamente
en la letra del texto, tanto que al fin Wende declaró que él
no podía echarse aquella responsabilidad encima y debía
consultar a sus superiores. Llegaron el ministro, profesor
Becker, y el director ministerial, profesor Richter. Cuando
les hube explicado el asunto se rieron y Becker dijo: “Bue­
no, como todavía estamos en revolución [era en 1920],
puede hacerse algo. Nos atendremos a la letra, y les ruego
hagan proposiciones para el segundo”. Entonces yo acepté
el puesto; pero no fui ordinario sino, como el nuevo pro­
fesor experimentador que iban a nombrar, extraordinario.
Pero al año siguiente los tres, Pohl, el nuevo y yo, pasamos
a ordinarios.
La designación del nuevo me costó algunos dolores de
cabeza. Seguí mi instinto para lo que más importaba en
principio y propuse a mi antiguo amigo James Franck, cu­
yos experimentos sobre la excitación de espectros lineales
atómicos mediante la colisión electrónica, realizados en
colaboración con Gustav Hertz, yo admiraba mucho, por­
que confirmaban las hipótesis, fundamentales y revolucio­
narias, de la- teoría atómica de Bohr y eran así una de las
bases de la física cuántica. Había elegido bien, como lo
demostraron no sólo la otorgación a Franck y Hertz del
Premio Nobel en 1925 sino también el esplendor de la
física experimental en Gotinga en los doce años siguientes
(1921-1933). Todo se debió al error de un burócrata.
Termina la carta con dos observaciones de física. La pri­
mera es relativa a un trabajo mío y la segunda, más impor­
tante, contiene ideas de Einstein acerca- de la naturaleza
de los cuantos. Mi trabajo sobre la movilidad de los iones
se debía a excitativas del fisicoquímico de Frankfurt R.
Lorenz. Se trataba del hecho de que los iones en solución
acuosa, especialmente los monovalentes, tienen una extraña
anomalía en el movimiento; parece como si los iones pe­
queños debieran ser más rápidos y los grandes más lentos,
pero es todo lo contrario. Los químicos explicaban esto
mediante la noción algo vaga de la hidratación. Yo logré
afinar más la idea mediante la teoría de Debye de que
las moléculas de agua son dípolos. El ión que las atraviesa
hace girar los dípolos, con fuerza tanto mayor cuanto me­
nor es su radio. De esto hice una teoría general que, por
analogía con la moderna- magnetohidrodinámica, puede lla­
marse electrohidrodinámica. Hice también que uno de
mis discípulos, Lertes, demostrara experimentalmente un
efecto simple (la rotación de una esfera llena de agua
en un campo eléctrico giratorio).
Años enteros pensó Einstein en explicar los cuantos den­
tro del marco normal de las ecuaciones diferenciales, com­
plementadas de tal modo que contuvieran una superabun­
dancia de determinación. Con frecuencia hablamos de
4Z [14J 3 DE MARZO DE 1920
43
ello. Aunque no resultó nada, él creía tanto en la bondad
de su idea que se aferró a ella- incluso después de descu­
bierta la mecánica cuántica. Seguramente tenía relación
con esto su rechazo de dicha mecánica.
Lo que hace particularmente valiosa para mí esta carta
es la luz que arroja sobre la vida y la personalidad de
Einstein.
A continuación, una tarjeta postal de Berlín.
[15]
[15] [sin fecha]
Querido Born:
Por este mismo correo te envío el ejemplar que me que­
daba del trabajo que me pediste. Salió muy manchado
de las prensas de Teubner. M e gustó mucho tu librito
sobre la relatividad. Perdona que no te haya escrito a
pesar de toda tu amable correspondencia. La culpa
la tiene el picaro del cartero. ¿Cómo van las cosas en
Gotinga? El trabajo de Debye es muy bueno.
Cordiales saludos de tu
Einstein
Saluda a tu señora de mi parte. Todavía no puedo
volver a Frankfurt. Ojalá podamos vernos aquí antes.
Mi libro sobre 1a- relatividad surgió de las conferencias que
ya dije había dado en Frankfurt. Era la época en que la
inflación de la moneda alemana empezaba a paralizarlo
todo. Mi ayudante Otto Stern, pronto ayudado a su vez
por Walther Gerlach, que tenía a Wachsmuth por su­
perior en el instituto experimental vecino, trabajó en el
experimento, que se hizo famoso, destinado a demostrar
directamente el extraño efecto espectroscópicamente obser­
vable de la cuantización direccional de los átomos en el
campo magnético con ayuda de los rayos de átomos de
plata. Yo mismo experimenté algo con mi ayudante, la
señorita Elisabeth Bormann, con rayos de átomos de plata
a fin de determinar por medición directa los recorridos
libres de los átomos. Pero nuestro presupuesto no era su­
ficiente, debido a la desvalorización de la- moneda. En
aquel tiempo, todo el mundo se entusiasmaba con la teo­
ría einsteiniana, sobre todo después que el astrónomo inglés
sir Arthur Eddington anunciara en la Royal Society que la
predicción hecha por Einstcin acerca de la desviación por
el sol de los rayos luminosos de las estrellas había sido
confirmada por una expedición inglesa que él dirigiera.
Yo aproveché aquel interés general por Einstein para dar
conferencias, cobrando la entrada, en beneficio de mi Ins­
tituto. Hubo buen público y buenas entradas, y así pudi­
mos proseguir nuestros experimentos. Después decidí nacer
un libro con el texto de las conferencias. El mismo Ein­
stein leyó las pruebas corregidas y dio su acuerdo a mi
modo de presentar las cosas. No tardó en conocer el libro,
y tuvo mucho gusto en ello, como lo prueba la tarjeta pos­
tal anterior. Se hicieron tres ediciones del mismo en poco
tiempo. En 1962, o sea 44 años después, apareció en inglés
en una edición en rústica algo modernizada y puesta al
día, y en 1964 salió en una edición semejante en alemán.
La tarjeta siguiente es de Cristianía y está dirigida a mi
esposa, con el pésame por la defunción de la madre de ella.
Había muerto en nuestra casa de Frankfurt, de lo que en­
tonces se llamó gripe asiática, que azotaba a toda Europa.
Debajo de lo escrito por Einstein hay un par de líneas de
su hija política Ilsc.
44 [16] 18 DE A BRIL DE 1920
[16] Cristianía, 18 de abril de 1920
Querida señora de Born:
La noticia del amargo trago que acaba usted de pasar
me conmovió porque yo sé lo que es ver a su madre
sufrir la mortal agonía sin poderla socorrer. No hay
consuelo para eso. Y todos tenemos que pasarlo, por­
que está indisolublemente ligado a la vida. Pero hay
una cosa: la amistosa unión y el ayudarse mutuamente
a llevar la carga. Hemos tenido juntos bellas experien­
cias, y no debemos entregarnos a una morbosa apatía.
Los viejos muertos siguen viviendo en los jóvenes. ¿No
lo siente usted cuando en su duelo contempla a sus
hijos? Estoy aquí con Ilse y dando un par de conferen-
cías a unos estudiantes, gente viva y simpática. Además,
está la maravillosa naturaleza que nos rodea y una ola
de calor verdaderamente formidable, que no hubiéramos
sospechado pudiera darse aquí. Saludos de todo cora­
zón a usted y Max. Suyo,
Einstein
Querida señora de Born: Quiero decirle que yo también
la acompaño en su dolor y la recuerdo con toda sim­
patía. Suya,
Ilse Einstein
[17] 21 d e j u n i o d e 1920 45
La primera carta mía que se conserva no está dirigida a
Einstein sino a su esposa; no requiere comentario, como
tampoco mi carta siguiente a Einstein.
[17] Frankfurt a. M ., 21 d e junio d e 1920
Querida y estimada señora de Einstein:
Envié su amable carta a mi esposa, a Leipzig, donde
está con su padre. Las últimas semanas fueron muy
tristes y me resultan indescriptibles. Hedí acabó por
caer agotada a consecuencia de la emoción, el dolor y
la fatiga. De todos modos, fue a Leipzig, pero allí
hubo de encamarse para restablecerse. Según parece,
ya va mejor. Ahora me llegó una tarjeta de Albert,
procedente de Cristianía, con amabilísimas palabras,
como él sólo sabe hallar. En ella puso también algo
la señorita Ilse.
Quiero pedir a usted un favor. Usted sabe que he
escrito un libro bastante voluminoso de divulgación
acerca de la teoría de la relatividad. Contiene también
una pequeña descripción de la vida y la personalidad
de Albert. Yo quisiera que usted recibiera las prue­
bas de manos del doctor Berliner y leyera el pequeño
I resumen biográfico, que si bien lo he escrito con el
corazón no sé si tenga el tono justo. Y quién sabe
46
si no contenga también algún error material. Le agra­
decería una crítica sin miramientos, así como la even­
tual propuesta de alguna modificación. Lo que más
quisiera evitar es que la gente diga que estoy incen­
sando al ídolo. Y Albert tampoco lo necesita. Le ruego
me envíe su opinión cuanto antes.
Otro ruego. Dentro de unos días recibirá Albert las
segundas pruebas con figuras. Como es natural, me
interesa mucho que Albert lea o por lo menos hojee el
libro antes de que lo impriman, y quizá que proponga
alguna modificación. Es probable que ahora sea difícil
llegar hasta él, y necesito tener pronto las pruebas de
vuelta, porque la imprenta no puede esperar. Le ruego
haga lo posible por que él reciba las pruebas cuanto
antes, que las lea lo antes posible y que usted me las
devuelva por correo expreso. Le agradeceré mucho bus­
que una foto de Albert para el libro y me la adjunte.
Mis pequeñuelos son seres suaves y encantadores y
me llenan de sol.
La cuestión “Gotinga o no” nos preocupa lo inde­
cible. Seguimos sin decidirnos.
Si usted sabe lo que debemos hacer, aconséjenos.
Con los más cordiales saludos, y para su hija tam­
bién. Suyo sinceramente,
M. Born
[18] 16 DE JU L IO DE 1920
[18] Instituí für Theoretische Physik
der Uráversitát
Frarikfurt a. M.
. R obert Mctyer Str. 2
16 de julio de 1920
Querido Einstein:
Lo más probable es que vayamos a Gotinga, es decir,
si a Francle le ofrecen la cátedra y la acepta; la Fa­
cultad ya lo ha propuesto. Ahora se agudiza la cues­
tión de mi sucesor. Schcenflies quería escribirte para
pedirte tu dictamen. Yo, naturalmente, querría a Stern.
47
Pero Wachsmuth no; me dijo que apreciaba mucho
a Stern, “pero tiene un espíritu analítico tan judío..
Por lo menos es eso antisemitismo declarado. Pero
Schoenflies y Lorenz quieren ayudarme. Wachsmuth
propone a Kossel, y eso me parece muy malicioso, ya
que nada puede decirse contra éste, como no sea que
ignora las matemáticas, pero eso no es pecado. Stern
ha hecho subir a nuestro Instituto y eso hay que agra­
decérselo. Y naturalmente, yo no necesito explicarte
a ti lo que vale Stern. Entran además en consideración
Lenz y Reiche, y tal vez algún advenedizo. Embarras
de richesse.9 Pregunté a Laue su opinión, y tal vez se­
ría bueno que tú hablaras con él al respecto, para que
no se contradigan vuestros juicios. Ahora estoy traba­
jando muy poco; me encuentro perezoso. Los únicos
experimentos que continúo celosamente son los rela­
cionados con los recorridos libres de los átomos de pla­
ta. Mi ayudante me es muy útil. Hemos montado ya
el aparato, pero por desgracia las mediciones no las
tendremos antes de las vacaciones. El 6 de agosto sa­
limos para el Tirol meridional, para Sulden, en Italia;
ya estoy otra vez impaciente por apartarme de todo
y contemplar algo bello. M i esposa ya se ha repues­
to bastante de lo que pasó con la muerte de su ma­
dre. Salimos de excursión con frecuencia, y eso le sien­
ta muy bien. Mañana vamos al Rin, que ella no
conoce. Los niños, bien. Desgraciadamente, se pos­
pone interminablemente la decisión acerca de Gotin-
ga. Todavía no hemos encontrado casa allá. M i esposa
piensa ir la semana próxima y buscar un acomodo.
¿Vendrás algún día al sur? Quisiéramos tanto verte
y hablar contigo...
Con cordiales saludos para tu amable señora y las
damitas. Tuyo,
Max Born
[18] 16 DE JU L IO DE 1920
0 Problema de abundancia (en francés en el original), [t .]
Sigue ahora la primera carta que se conserva de nn es­
posa a Einstein. Tampoco de ella hay nada que decir,
salvo quizá que Einstein la apreció mucho, como se des­
prende de varias cartas siiyas posteriores. Tal vez fuera
ella, con su calor y hondura, la causa de que en adelante
(era mediado el año de 1920) se conservaran nuestras cartas.
48 [19] 31 d e j u l i o d e 1920
[19] Frankfurt a. M., 31 de julio de 1290
Me encarga Max le dé calurosamente las gracias por
su carta; es muy importante su juicio para él porque
Wachsmuth está agitado contra Stern por razones an­
tisemitas. Por eso Epstein, que además de judío es po­
laco, sería aún más fuertemente rechazado. Max está
trabajando con mucha aplicación; su experimento (¿diá­
metro atómico d e...?) está al fin en marcha, y se la
pasa en el Instituto hasta las 8 de la noche, haciendo
mediciones. Nos produce gran alegría el que venga us­
ted a Nauheim, y espero que viva con nosotros unos
cuantos días. Ahora, después de la muerte de mi ma­
dre, estoy muy necesitada de las relaciones verdadera­
mente cordiales que me queden. Cuanto más se aleja
de nosotros la hora de su defunción, más fuerte se
hace mi nostalgia por su pérdida y más oscuro e in­
comprensible parece el enigma de la muerte. El aca­
bamiento de una personalidad tan marcada y la súbi­
ta extinción de la vida de una persona es una cues­
tión tan martirizante que uno se pregunta cómo pue­
de seguir viviendo sin estar con la constante preocu­
pación de ese problema. Pero eso le enseña a uno a
vivir de forma más consciente, a sentir más honda y fir­
memente y a apegarse a lo que uno tiene. De no ser
así, nos hundiríamos en las ideas pesimistas y amargas
de la M aikaferkom odie, de Widman. ¿La conoce? Siem­
pre la recuerdo cuando me ataca la primera amargura
del dolor. Vivimos convencidos de que siempre es
mayo y el mundo entero está lleno de jugoso verdor, jo­
ven y sabroso, que está ahí precisamente para nosotros,
y de repente, con increíble rapidez, se rompe uno la
pierna y se encuentra cojeando, harto de la vida, en el
camino lodoso y lleno de lluvia. Así pensaba yo antes.
Pues bien, ahora estoy yo en el lodazal, pero veo que
todavía es mayo y que no debo dejarme ofuscar...
Gotinga está ya decidido, pero no se ven perspecti­
vas de alojamiento y tal vez estemos todavía el invier­
no aquí, porque el Ministerio sigue en cámara len ta...
Otra cosa: Max quiere parar dos días en Nauheim
para poder pasar la tarde con sus colegas. ¿Gustaría
usted de hacer otro tanto? ¿O preferiría ir desde acá
cada día (1 hora de viaje)? ¿Le rentamos una habita­
ción para varios días, y cuántos? Pero en todo caso,
antes y después parará usted en esta su casa. De eso
ni Dios lo salva. El 6 de agosto salimos para el Sul-
denhotel, en Sulden (Tirol italiano), pasando por Mu­
nich, Merano y Bolzano, debidamente provistos de
pasaportes y liras. Su esposa quería escribirme cuando
fuéramos al sur. ¿Cómo les va, a ella y las hijas?
Cordialísimos saludos para todos de estos sus since­
ros amigos,
Max y Hedí Born
[20] 8 DE SEPTIEM BR E DE 1920 49
Con la siguiente carta, mi esposa inició una discusión
con Einstein a propósito de la “publicidad” y de la con­
ducta de él frente a los ataques o las alabanzas. En la pri­
mera de estas cartas se echa de ver ya que nosotros dos,
y sobre todo Hedi, no estábamos de acuerdo con su reac­
ción a tales plagas. Todavía creíamos en el “retirado
templo de la ciencia”, como decía Hedi. De aquí nació
un verdadero conflicto, como se verá por las siguientes
cartas.
[20] Cronstettenstr. 9, 8 de septiem bre de 1920
Querido señor Einstein:
¿Cuándo viene a Nauheim y qué días lo tendremos
I
con nosotros? No le diremos a nadie que está usted
aquí y, si usted lo prefiere, estará de incógnito. Pabli-
to Oppenheim todavía parece estar de viaje. Le ruego
nos envíe una tarjeta para comunicarnos sus planes.
Acerca de las bajas querellas con que lo atormentan
le diré que estamos de todo corazón con usted. De- i
muestra hasta qué punto lo habrán hecho enojar el
paso, bastante ajeno a su modo de ser, que dio usted
con aquella malhadada respuesta que publicaron los
periódicos. Quienes lo conocen sufren por usted, por­
que notan hasta qué punto lo han lastimado esas in­
fames provocaciones. Pero quienes no lo conocen se
hacen de usted una idea falsa. Eso también duele.
Espero que vuelva usted a ser el antiguo Diógenes y I
se ría de los animales que tratan de babosear su to­
nel. El que la gente pueda todavía decepcionarle o
hacerle perder la calma no concuerda con la imagen que
de usted tengo, junto con la de algunos otros, en el
altar privado de mi corazón. Si usted hubiera podido
hallar en la agitación de la gente las mismas ilusio- I
nes, la misma paz y felicidad que en el retirado tem­
plo de la ciencia (vea su conversación con Planck), I
no se hubiera recluido en éste. Por eso, si las sucias
aguas del mundo lamen los escalones de su templo,
cierre la puerta y confórmese con reír. Y dígase que
no fue en balde haber entrado en el templo. No se
encolerice. Siga siendo el santo del templo y ... quéde­
se en Alemania. En todas partes hay basura, pero no
predicadoras tan entusiastas y sabidillas como esta su
devota,
Hedí Born
I
¡Ojo! Quiero pronto noticias de usted o de su señora
esposa Elsa, a quien saludo cordialmente. En caso
contrario me haré miembro de la Antirrelatividad, So­
ciedad de Responsabilidad Limitada, o si no fundaré
una empresa rival.
Tiene usted absolutam ente que leer L a casa y el mun- ,
50 [20] 8 DE SEPTIEM BR E DE 1920
do, de Rabindranath Tagore, la obra (novela) más
bella que he leído desde hace tiempo.
[21] 9 DE SE P TIE M B R E DE 1920 51
[21] 9 de septiem bre de 1920
Queridos Borns:
No sean muy severos conmigo. Todo el mundo tiene
que sacrificar alguna que otra vez ante el altar de la
tontería, para deleite de los dioses y del género huma­
no. Y yo lo hice a fondo con mi artículo. Lo prueban
todas las cartas de mis amigos queridos, que son de
rara concordancia. Un ingenioso conocido dijo última­
mente: “Con Einstein todo es publicidad; su truco más
reciente y astuto es la Weyland, S. de R. L.” Así es,
o por lo menos lo parece. Como aquel de la fábula,
que todo cuanto tocaba lo transformaba en oro, en
mí todo se vuelve pregón periodístico: suum cuique.
En el primer momento del ataque pensé probable­
mente en la huida. Pero pronto volvieron el entendi­
miento y la antigua flema. Hoy solamente pienso en
comprar un barco de vela y una casita rústica junto
al agua, cerca de Berlín.
Si me quieren, llego el 18 por su casa de ustedes.
Pero si he de vivir en Nauheim mientras dure esa asam­
blea científica te ruego, Born, que vivamos bastante
cerca uno del otro. No dispongo nada desde aquí por­
que tú estás en mejores condiciones de juzgar lo que
más conviene. De todos modos, si es posible quisie­
ra vivir un poquito con vosotros, para poder charlar
con mi encantadora corresponsal, porque por escrito
no me sale tan bien: mi tinta lo emborrona todo fa­
talmente. Else también viene, pero se quedará con los
Oppenheims. El 28 hemos de estar en Stuttgart, por­
que tengo que dar allí una conferencia a beneficio de
un observatorio nacional. D e ahí iremos a Suabia,
donde me reuniré con mis hijos.
Os saludo de todo corazón. Vuestro,
Einstein
La tan mencionada asamblea de la sociedad de médicos
y científicos de Alemania se celebró en Nauheim en sep­
tiembre de 1920. Allí se produjo un grave choque entre
Einstein y sus contrarios por motivos nada científicos y
sí muy relacionados con el antisemitismo.10 Según había­
mos convenido, Einstein estuvo viviendo con nosotros en
Frankfurt, en la calle de Cronstetten; cada mañana íba­
mos en tren a Nauheim, y volvíamos en la noche. En la
sección de física lanzó Philipp Lenard rudos y malintencio­
nados ataques contra Einstein, de tendencia abiertamente
antisemita. Einstein fue arrastrado a replicar enérgicamen­
te y creo recordar que yo lo secundé. En una carta pos­
terior (26) vuelve Einstein a este incidente para lamentar
el haberse dejado llevar por la excitación y haber perdi­
do el sentido del humor. A partir de entonces, Lenard
no dejó de atacar sistemáticamente a Einstein. Inventó
la diferencia entre física “alemana” y física “judía”. Él
y otro físico de relieve, Johannes Stark, ambos posterior­
mente premios Nobel, fueron con los nazis los principales
en la administración científica y en el alejamiento de to­
dos los sabios judíos. Fue entonces, en Nauheim, don­
de por primera vez se esbozó el gran peligro del anti­
semitismo.
A continuación, una candorosa carta de mi esposa.
52 [22] 2 DE OCTUBRE DE 1920
[22] Frankfurt a. M., 2 de octubre d e 1920
Querido Einstein:
A juzgar por su tarjeta, Hechingen debe ser un lugar
encantador, un nidito de ensueño, perfectamente apro­
piado para calmar la agitación que, para dolor nues­
tro, se vio usted obligado a sufrir aquí, en Nauheim.
No queremos turbar su “conciencia dormitante” ni
siquiera con efusiones escritas; a veces es bueno que
hasta los amigos salgan de la conciencia de uno, y ten­
go la impresión de que es precisamente ahora cuando
10 Compárese al respecto la correspondencia de Einstein con
Amold Sommerfeld, entonces presidente de la Sociedad de Fí­
sicos Alemanes (Basilea, 1968). [r.1
nosotros debemos desaparecer. En verdad, nada hay
más insoportable que la “compasión”, que es una in­
trusión en la vida del amigo, un desnudamiento del
alma de que después es necesario avergonzarse.
Antes, pues, de que nos esfumemos como el diverti­
do monigote del guiñol tenemos otras dos instancias
que hacer, y de cuyo cumplimiento la encargamos,
querida Elsa, o sea de que se las recuerde a su marido
de vez en cuando: 1. Que Albert escriba a la seño­
ra de Hoff, Güntersburg, Allee 57. No sería realmente
una pérdida de tiempo, porque las personas así no
abundan.
2. Parece que mi marido tiene ganas de degollar el
becerro de oro norteamericano y dando conferencias
allí sacar bastante para hacerse una casita a su gusto
en Gotinga. Dado caso de que tuviera usted la opor­
tunidad de proponer a alguien, le ruego se acuerde de
Max. Podría ponerse en viaje en febrero, marzo o abril,
y así saciaría su anhelo de Broadway (amor que no en­
tiendo, pero disculpo).
Y ahora sí, sin hacer más ruido, desaparecen las dos
marionetas,
Max y Hedí Born,
hasta que las vuelva a sacar usted del cesto de los
juguetes.
[22] 2 DE OCTUBRE DE 1920 53
No veo por qué se entendía que yo tuviera “anhelo de
Broadway”. De todos modos, aquel viaje a los Estados
Unidos no se realizó.
La carta siguiente vuelve al tema de la “publicidad”,
ya decentado. A Einstein le habían reprochado sus ene­
migos en Nauheim el buscar la propaganda y tratar de
que su fama se extendiera por todas partes. Ya habíamos
tratado de esto con Einstein en las noches cuando vol­
víamos de Nauheim y comentábamos los sucesos del día.
Nos parecía demasiado condescendiente con los periodis­
tas, quizá en parte porque a su mujer, como es natural,
le agradaba la popularidad del marido.
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  • 1. C o r r e s p o n d e n c i a 5 ( 1 9 1 6 1 9 5 5 ) >2 ALBERT EINSTEIN ;'|° MAX Y HEDWIG BORN asa
  • 2. CO RR ESPO NDENC IA (1916-1955) M A X B O R N -A LB E R T EIN S TEIN "T ú crees en el Dios que juega a los dados y yo en un orden y ley acabados de un m undo que , de una manera frenéticam ente especulativa, estoy tratando de ca p tu ra r." Asi', al escribir Einstein a Max Born en 1944, resumía dos actitudes totalm ente opuestas hacia la ciencia, que nunca se reconciliaron a lo largo de esta serie de cartas. A l sostener Born que la base del m undo m aterial era el com portam iento puram ente casual de las partículas elementales del átom o, com partía el pun to de vista de la m ayoría de los científico s; no obstante, Einstein siguió pensando que todos los hechos debían tener su causa y buscó constantem ente una explicación más profunda que debía poner en orden el aparentemente caótico m undo subatóm ico. Sus conflictivas perspectivas proporcionan el estím ulo intelectual de la m ayor parte de esta correspondencia. Sin embargo, en el m om ento en que los político s advertían el aterrorizante poder de la física atóm ica para proporcionar armas de inesperada destructividad, ni Born ni Einstein dieron la espalda a las implicaciones sociales de la nueva ciencia. A l principio, sus cartas com partieron un tono de preocupación, al final, cuando la bom ba atóm ica fue usada y la inocencia de la ciencia fue relegada, ellos sólo pueden lamentarse de "la desgracia que nuestra alguna vez hermosa ciencia ha tra íd o sobre el m undo ". Las repercusiones cada vez más amplias de la guerra dom inan muchas de las cartas, pues tanto Born com o Einstein se vieron obligados a escapar de Alemania durante el régimen de H itler y las cicatrices de la experiencia perduraron tanto que Einstein no se sintió nunca capaz de regresar. A pesar de sus diferencias científicas, Born y Einstein sostuvieron una rara y cercana amistad durante más de cuarenta años, hasta la m uerte de Einstein en 1955 (Max Born vivió hasta 1970). Durante largos períodos estas cartas fueron el único lazo entre ellos. Va sea compadeciéndose por la condición de judíos alemanes en el exilio, o deleitándose con las canciones y poemas de Hedwig, la esposa de Born, o intercam biando penetrantes y, frecuentem ente, satíricos com entarios acerca de sus colegas científico s, los dos hombre¡ muestran de principio a fin la calidez esencial y la generosidac de sus personalidades. Como escribe Bertrand Russell en el prólogo; "E n una época de m ediocridad y pigmeos morales, sus vidas brillan con una intensa belleza. Algo de esto se refleja en su correspondencia y el m undo se enriquece con su publicación".
  • 3. traducción de F É L IX BLANCO (las cartas 77, 78 y 80 fueron traducidas de su versión original en inglés)
  • 4. g a n z 1 9 1 2 A lb ert Einstein H ed w ig y Max Born CORRESPONDENCIA 1916-1955
  • 5. g a n z 1 9 1 2 cartas de bom © 1971 g. v. r. born, i. newton-fohn, m. pryce cartas de einstein © 1971 estáte of albert einstein comentarios © 1971 g. v. r. bom título original: einstein-bom bríefwechsel primera edición en español, 197 3 © siglo xxi editores, s. a. derechos reservados conforme a la ley impreso y hecho en rnéxico printed and made in mexico
  • 6. IN D IC E ganzl912 PRESENTACIÓN DE BERTRAND RUSSELL 1 PREFACIO DE WERNER HEISENBERG 2 CORRESPONDENCIA 1916-1955 9 APÉNDICES 291 i A Einstein en su 39 aniversario, 14 de marzo de 1918 293 ii A uf einem sclilafenden Alten (escültura de Margot Einstein) 297 ÍNDICE DE NOMBRES 303 V
  • 7.
  • 8. PRESENTACIÓN La correspondencia de Albert Einstein con Max Born despertará gran interés, no sólo entre los hombres de ciencia sino también en un público muy amplio. Los dos fueron cumbres de la ciencia en nuestro siglo, los dos se interesaron en cosas muy diversas y los dos tuvieron una conciencia nada común de la responsa­ bilidad social del científico. Estas cartas, que es evidente no estaban destinadas a la publicación, dan fe de sus esperanzas y ansieda­ des, en la guerra como en la paz, de sus pensamientos privados acerca del progreso de su labor y la de sus colegas, y contienen un material inapreciable para la historia de la ciencia. Reflejan también algo de la nobleza de sus vidas. Durante muchos años tuve ocasión de apreciar su amis­ tad. Ambos fueron excelentes, modestos y exentos de todo temor en sus manifestaciones públicas. En una época de mediocridad y de pigmeos morales, esas dos vidas brillan con intensa belleza. Algo de su brillo se refleja en esta correspondencia, cuya publicación enri­ quece al mundo. BERTRAND RUSSELL [1]
  • 9. PREFACIO La teoría de la relatividad y la de los cuantos, bases teóricas de la física moderna, suelen considerarse sis­ temas abstractos de ideas, inaccesibles a los no inicia­ dos y en los que difícilmente se reconoce su origen humano. Pero esta correspondencia de Albert Ein- stein con Max Born y su esposa aclara precisamente el lado humano de la ciencia en desarrollo. Einstein y Born estuvieron en primera línea en la formación de la física moderna. Al empezar esta correspondencia, en 1916, Einstein acababa de poner el punto final a sus trabajos acerca de la teoría general de la relativi­ dad y dedicaba sus esfuerzos a los fenómenos cuánti­ cos, todavía muy enigmáticos. En los años siguientes ■dio Born, con sus discípulos de Gotinga, pasos deci­ sivos para la comprensión de esos mismos fenómenos. Nada explica mejor las dificultades, excepcionalmente grandes, que se oponían al entendimiento de los fe­ nómenos atómicos (a pesar de los muchos datos ob­ tenidos ya experimentalmente) que el hecho de que ambos científicos, que en lo humano estaban tan cerca uno del otro, no lograran ponerse de acuerdo en cuan­ to a la interpretación definitiva de la teoría cuántica. Pero esta correspondencia no es un mero testimonio de sus casi dramáticas disensiones acerca de la debida interpretación de los fenómenos atómicos, sino que muestra también cómo entran en el debate problemas humanos, políticos e ideológicos, y por eso tiene tan importante papel en estas cartas la historia del perío­ do 1916-1955. Tanto Einstein como Born, ardiente­ mente interesados en las estructuras sociales que los ro­ deaban, participaron activamente en la historia de su época, padeciendo y esperando, y para muchas perso- [2]
  • 10. PREFACIO 3 ñas que entonces también padecieron y esperaron de otros modos resultará instructivo contemplar el mundo de aquellos días con los ojos de estos dos eminentes científicos. En 1916 estaban Einstein y Born en Berlín. Ein- stein desempeñando un puesto de investigación para la Academia de Ciencias de Prusia y Born, que era pro­ fesor extraordinarius de física teórica en la Universidad berlinesa, cumpliendo su servicio de guerra en calidad de colaborador científico de la Comisión Examinado­ ra de Artillería en Berlín. Poco después de terminar la guerra fue Born profesor ordinarius de física teórica en la Universidad de Gotinga mientras Einstein empren­ día vastas giras para dar conferencias en muchas uni­ versidades de América, Asia y Europa. El modo de trabajar de ambos científicos era muy distinto. Fundamentalmente, Einstein trabajaba solo. Verdad es que gustaba de charlar con otros físicos de sus problemas y una que otra vez solicitaba la colabo­ ración de algún joven investigador, sobre todo matemá­ tico, para que lo ayudara en difíciles averiguaciones de matemáticas. Pero Einstein no practicó la enseñanza normalmente, como solía hacerse en las universidades, y daba la impresión de que incluso en los trabajos que publicó en colaboración la inspiración y la dirección eran en lo esencial suyas. En cambio Born había fundado en Gotinga una es­ cuela de física teórica. Daba cursos normales, organi­ zaba seminarios y pronto consiguió reunir en torno suyo una cohorte de excelentes físicos jóvenes, con ayuda de los cuales trató de penetrar en la térra ignota de la teoría cuántica. Era Gotinga entonces uno de los más importantes centros mundiales de la física moder­ na. La tradición matemática se había ido manteniendo en la pequeña población universitaria durante más de un siglo con algunos muy ilustres nombres: Cari Frie- drich Gauss, Bernhard Riemann, Félix Klein, David H ilbert... todos profesaron en Gotinga. Era pues esta
  • 11. 4 PREFACIO ciudad la que ofrecía las mejores perspectivas para el estudio de las leyes matemáticas que explican los fe­ nómenos atómicos. El físico experimental James Franck había despertado allí, con sus experimentos sobre las colisiones electrónicas, el interés de los físicos jóvenes por el curioso comportamiento de los átomos expues­ tos a la radiación. Born 5' sus discípulos estaban em­ peñados en descubrir las leyes fundamentales de la na­ turaleza subyacentes en aquellos experimentos. Así se había creado una animada atmósfera intelectual donde la conversación giraba con mucha mayor frecuencia en torno al comportamiento de los electrones dentro del átomo que a los acontecimientos del día o las cues­ tiones políticas. Born y su esposa Hedwig eran quie­ nes cuidaban, tanto en lo científico como en lo huma­ no, aquel grupo de jóvenes físicos, que en su mayoría apenas llegaban a los 25 años. La casa de Born siem­ pre estaba abierta a las reuniones sociales con jóvenes, y quienquiera que encontraba aquella juvenil tropa en el comedor de la Universidad o esquiando en el Harz sin duda debía preguntarse cómo hacían sus profesores para mantener su interés en una ciencia tan abstracta y difícil. Parte de la gran tragedia alemana fue que la revolución de 1933 pusiera súbito y violento fin a aquella vida científica. Born y Franck hubieron de sa­ lir de Alemania. Bom halló nueva esfera de actividad en Inglaterra; Franck, en los Estados Unidos. En 1923 volvía Einstein a Berlín de su gran gira por todo el mundo y participaba con regularidad en el coloquio que reunía a la élite de la física berlinesa (entre otros Max Planck, Max von Laue y W alther Ncrnst) y donde se discutían los problemas locales de la investigación. Las observaciones que entonces ha­ cía Einstein y las pláticas privadas a que solía invitar a los hombres de ciencia en su propia morada tal vez fueran la parte más importante de su actividad educa­ cional en aquel tiempo. Pero incluso esta limitada acción dentro de un reducido círculo pronto hubo de
  • 12. PREFACIO 5 ser aminorada por los acontecimientos políticos, cuyas consecuencias eran más difíciles de rehuir en la gran urbe berlinesa que en la pequeña y cordial población universitaria de Gotinga. Einstein veía llegar la catás­ trofe política; por eso contrajo nuevos compromisos en California y después de 1933 halló un lugar de tra­ bajo definitivo en Princeton, que en los siguientes de­ cenios se transformó en uno de los más importantes centros de investigación de los Estados Unidos. Los temas científicos centrales de la correspondencia entre Einstein y Born fueron la teoría de la relatividad y la cuántica. No habiendo entre ellos diferencias de opinión sobre la teoría de la relatividad y su formula­ ción del tiempo y el espacio, las discusiones más inte­ resantes se relacionan con la interpretación de la teo­ ría de los cuantos. Einstein estaba de acuerdo con Born en que la fórmula matemática hallada en Gotin­ ga y redondeada posteriomente en Cambridge y Co­ penhague para la mecánica cuántica describía muy bien los fenómenos que se producían dentro del átomo. Tam­ bién estaba dispuesto a conceder que, de momento por lo menos, debía aceptarse como una hipótesis de trabajo la interpretación estadística que Born formu­ lara de las funciones de onda de Schródinger. Pero se negaba a reconocer que la mecánica cuántica fuera una explicación definitiva, y sobre todo completa, de aque­ llos fenómenos. Parte de su actitud filosófica funda­ mental eran la convicción de que el mundo podía divi­ dirse cabalmente en una parte objetiva y una subjetiva y la hipótesis de que debía poderse hablar con preci­ sión inequívoca de la parte objetiva. Pero la mecánica cuántica no podía satisfacer estos postulados einsteinia- nos, ni parece probable que la ciencia halle jamás el camino hacia ellos. Los comentarios que en este libro hace Born a algu- - ñas de las cartas, que nos dicen mucho además acerca de las difíciles circunstancias en que entonces tenía que desenvolverse la física, nos hacen ver en toda su
  • 13. o PREFACIO complejidad este problema central. Naturalmente, todo trabajo científico está basado, consciente o inconsciente­ mente, en una posición filosófica o una determinada estructura mental, que prestan al pensamiento un sólido punto de partida. Sin esta definida actitud, los concep­ tos y las asociaciones de ideas difícilmente pueden al­ canzar el grado de claridad y lucidez esencial para el trabajo científico. La mayoría de los científicos están dispuestos a aceptar nuevos datos empíricos y recono­ cer nuevos resultados con tal de que quepan dentro del marco de su posición filosófica. Pero en el curso del progreso científico puede ocurrir que toda una nue­ va gama de datos empíricos sólo pueda ser cabalmente comprensible haciendo el enorme esfuerzo de ensan­ char el marco filosófico y modificar la misma estructu­ ra del pensamiento. En el caso de la teoría de los cuantos, Einstein estaba visiblemente muy poco dis­ puesto a dar ese paso, o tal vez ya no pudiera darlo. Las cartas cruzadas entre Einstein y Born y los co­ mentarios que después les añadió el segundo muestran en forma emocionante hasta qué punto influyen las po­ siciones fundamentales en materia filosófica y humana en la labor del científico, que por su propio contenido parece sin embargo tan alejada de todo lo humano. No debe de todos modos, como ya dijimos, conside­ rarse que esta correspondencia sea tan sólo un valiosí­ simo documento para la historia de la ciencia contem­ poránea. Es también el testimonio de una actitud hu­ mana que en un mundo cuajado de calamidades po­ líticas quiere ayudar, con la mejor de las intenciones, siempre que sea posible y que en el fondo tiene por más importante el amor al prójimo que todas las ideo­ logías políticas. WERNER HEISENBERG
  • 14. AGRADECIMIENTOS Por el permiso de utilizar las cartas de Einstein quedo grandemente agradecido a su ejecutor testamentario, se­ ñor Otto Nathan, de Nueva York; estoy además agra­ decido a la señorita Helene Dukas, que fuera secreta­ ria de Einstein, quien me preparó y envió fotocopias de esas cartas. La señora Franca Pauli me lia pemiitido amablemente hacer uso de algunas cartas de su difunto esposo, el profesor Wolfgang Pauli, por lo cual le es­ toy profundamente agradecido. También debo agrade­ cimiento al profesor Armin Hermann, de Stuttgart, por su valiosa ayuda en la lectura de las pruebas de im­ prenta. De todo corazón agradezco asimismo al lord profesor Bertrand Russel por su calurosa presentación de esta obra y al profesor W erner Heisenberg por su amplio y comprensivo prefacio. A la Nymphenburger Verlagshandlung y al editor Berthold Spangenberg agra­ dezco su disposición a publicar esta correspondencia y darle una hermosa vestidura. A la señora Hedwig Geib, su cuidadosa transcripción mecanográfica de un manuscrito con frecuencia ilegible. Y finalmente a mi hijo, el profesor Gustav V . R. Born, de Londres, su actividad en todos los asuntos de tipo editorial rela­ cionados con la publicación de esta obra. MAX BORN [7]
  • 15. C O R R E S P O N D E N C I A 1916-1955
  • 16.
  • 17. El famoso trabajo de Einstein que contenía los funda­ mentos de su teoría de la relatividad apareció en 1905, en el mismo volumen de los Annalen der Physik que contiene otros dos trabajos suyos de excepcional im­ portancia: la hipótesis del cuanto de luz y la teoría estadística del movimiento browniano. Era yo enton­ ces estudiante en Gotinga y participé en un seminario dirigido por los matemáticos David Hilbert y Herma nn Minkowski. Se trataba el tema de la electrodinámica y la óptica de los cuerpos en movimiento, el mismo que fue el punto de partida para la teoría de la re­ latividad einsteiniana. Estudiamos allí trabajos de H. A. Lorentz, Henri Poincaré, G. F. Fitzgerald, Larmor y otros; pero no se mencionó a Einstein. Estos pro­ blemas me parecieron tan cautivadores que decidí con­ sagrarme a la física teórica. Pero por otras razones1 hube de posponer la profundización en la electrodi­ námica. Después de mi graduación (1906) reemprendí el estudio abandonado y atendí en Cambridge, Ingla­ terra, cursos de Larmor sobre los últimos descubrimien­ tos en relación con la teoría del electromagnetismo de Maxwell y de J. J. Thomson sobre los progresos ex­ perimentales de la teoría de los electrones. Tampoco se mencionó aquí el nombre de Einstein. Después (1907-1908) quise desarrollar mi destreza experimental en el Instituto dirigido por Lummcr y Pringsheim en mi ciudad natal, Breslau, y me uní a un activo grupo de jóvenes físicos, entre ellos Rudolf 1 Las he mencionado ya en diversos lugares, por ejemplo en Erinnerungen an Einstein, publicado en Physik im W andel meiner Zeit, Brunsvic, 1957, y en la introducción a mis traba­ jos en las Ausgewcihlten Ahhandlugen, editadas por la Acade­ mia de Gotinga. [H]
  • 18. 12 CORRESPONDENCIA Ladenburg, Fritz Reiche y Stanislaus Loria. Estudiá­ bamos la literatura más reciente sobre física y hacíamos comentarios acerca de lo leído. Una vez mencioné las contribuciones de Minkowski a los seminarios de Go- tinga, que contenían ya en germen su descripción cua- tridimensional del campo electromagnético, publicada después (1907-1908), y Reiche y Loria me hablaron del trabajo de Einstein y me incitaron a estudiarlo. Así lo hice, y al punto quedé hondamente impresio­ nado. Todos comprendíamos que había surgido un ge­ nio de primera magnitud. Pero nadie sabía nada de su persona ni de su vida, salvo que era empleado de la Oficina de Patentes de Berna, Suiza. Entonces deci­ dió Ladenburg aprovechar unas vacaciones para ir a verlo, y lo que contó después fue lo primero que supe del hombre Einstein, que ya entonces era como siem­ pre se le conoció después: sin pretensiones de ninguna clase, de costumbres sencillas y modestas, amable y ge­ neroso, pero lleno de ingenio y humor. Ladenburg ve­ nía entusiasmado y nos interesó mucho por el gran desconocido. Pasó todavía cierto tiempo antes de que lo cono­ ciera yo personalmente, cosa que sucedió en 1909, en la asamblea de hombres de ciencia de Salzburgo. En diversas ocasiones he descrito ya lo que ocurrió enton­ ces y en los años subsiguientes, en los cuales se desarro­ lló nuestra amistad,2 y no voy a repetirlo. Pero sí diré las circunstancias que nos pusieron en contacto. Ha­ bía sido Einstein nombrado sucesor del difunto J. H. van’t Hoff (1913) en un puesto de investigación de la Academia de Ciencias de Berlín y hecho miembro or­ dinario de la sección de física matemática. Un año ~ Einsteins statistische Theorien, Physik und Relativitat, Al- hert Einstein und das Lichtquantum, Erinnerungen an Einstein, todas en Physik im W andel meiner ’ Z.eit, ed., Brunsvic, 1966. Véase también Max Born, Von der Verantwortung des Natur- wissenschaftlers (1965) y Der Luxus des Gewissens (1969), ambos en la NymphenbiiTgcr Vcrlagshandlung, Munich, [e .]
  • 19. CORRESPONDENCIA 13 después, a poco de haber estallado la primera guerra mundial, me hicieron extraordinarius de física teórica en la Universidad de Berlín, puesto creado para exo­ nerar a Planck de sus tareas docentes. Esto no me sirvió gran cosa, ya que no tardaron en llamarme (ve­ rano de 1915) para el servicio militar. Tras breve for­ mación, de radiotelegrafista de aviación, en el campo de Dóberitz fui enviado a la Inspección de Artillería en calidad de colaborador científico. El edificio donde estaban las oficinas, situado en la calle de Spichern, quedaba muy cerca de la morada de Einstein, Haber- land strasse núm. 5. Por eso era frecuente que yo fuera a visitarlo y a charlar con él. Y nos enten­ díamos no sólo en lo científico sino también en po­ lítica, así como en nuestra actitud hacia todas las re­ laciones humanas. No puedo decir con seguridad si en los años prece­ dentes hubo un intercambio de correspondencia entre Einstein y yo, ya que no queda ninguna prueba. Pero se me hace difícil creer que en un tiempo (1912) en que yo estaba colaborando con Theodor von Kármán en el desarrollo de la teoría einsteiniana sobre el calor espe­ cífico de los sólidos no hubiera escrito nada a Einstein al respecto. Es de suponer que entonces no guardaba yo las cartas. Las primeras cartas de Einstein a mi mujer y a mí datan de 1916. Hasta 1920 no hay cartas de nosotros conservadas por Einstein. Los comentarios que escribí en 1965 se fundaban por ello en mi memoria para ese período. El primer documento conservado es una tarjeta pos­ tal dirigida a mí y relativa a asuntos científicos; en ella se ve que la envió Einstein desde su departamento de Wilmersdorff a mi dirección de Teplitzerstrasse, Grunewald.
  • 20. [1] Domingo, 21 de febrero de 1916 Querido señor Born: Esta mañana recibí las pruebas corregidas de su tra­ bajo para la Physikalische Zeitschrift, que leí no sin cierto rubor, pero al mismo tiempo con la feliz sensa­ ción de haber sido completamente entendido y reco­ nocido por uno de mis mejores colegas. Mas aparte del contenido material, fue el sentimiento de amistosa benevolencia que emanaba del escrito lo que me dio gusto, por ser algo tan raro de hallar a la fría luz de los estudios científicos. Le agradezco de todo corazón esta gran alegría que ha tenido a bien darme. Le saluda atentamente. Suyo, A. Einstein 14 [1] 27 DE FEBRERO DE 1916 El artículo que tanto gusto diera a Einstein llevaba por título La teoría de la gravitación de Einstein y la relati­ vidad general.3 Hoy no escribiría yo de otro modo al res­ pecto. Con el tiempo se ha puesto de moda considerar secundaria la relatividad de la teoría general einsteiniana y ver lo esencial en la nueva ley de la gravitación. No puedo compartir esta opinión, representada en particular por mi amigo y ex colaborador, el ruso V . Fock. El punto de partida de Einstein era el hecho empírico de la igual­ dad de la masa inerte y la gravitacional. De ahí se deduce que un observador encerrado dentro de una caja no pue­ de distinguir si la aceleración de un cuerpo dentro de la caja se debe a un campo gravitacional exterior o a una aceleración de la. caja misma en dirección contraria. La existencia y la magnitud de un campo gravitacional den­ tro de un pequeño espacio sólo puede afirmarse en rela­ ción con determinado sistema de referencia (acelerado). Tal fue el fundamento histórico de la teoría y todavía es, a mi modo de ver, el enfoque razonable. Lo apliqué en el libro Die Kélativitatstheorie Einsteins, que publi­ qué en 1920, y lo he mantenido en la reelaboración últi­ mamente aparecida. Creo que es bastante justo, tanto por s Physik. Z„ 17, 1916, p. 51.
  • 21. 15 lo que toca a la intención de Einstein como objetivamente. La carta a mi esposa que viene a continuación sólo es comprensible sabiendo que existía una relación de amis­ tad entre el matrimonio de Einstein y el nuestro. Mi esposa la ha descrito en un artículo que apareció hace unos años en la revista W eltwoche,4 donde explica la relación existente con el poema y la puerca flamenca. [2] 8 DE SE P T IE M B R E DE 1916 [2] 8 de septiem bre de 1916 Muy estimada señora de Born: Su poema me dio mucho gusto, sobre todo porque es señal de un feliz estado de ánimo, pero también por­ que lo es de que se lleva usted muy bien tanto con las musas del Parnaso como con la puerca flamenca. Aunque esta última en verdad no era necesaria para hacerme ver con los más atractivos colores un par de horas vespertinas a gusto en su retiro de ustedes. El libro 5 lo lie leído con gran interés. No cabe duda de que lo ha escrito, en forma muy interesante, alguien que conoce a fondo el alma humana. Creo por lo de­ más haber encontrado al autor en Praga. Me parece que pertenecía a un pequeño círculo plagado de filo­ sofía y sionismo que se agrupaba vagamente en torno a los filósofos de la Universidad, pequeña tropa de regusto medieval, de gentes ajenas al mundo, que ya habrá conocido usted leyendo la obra. Los saluda atentamente, de ustedes, Einstein Adjuntos le envío los dos trabajos que quería. El li­ bro lo llevaré yo personalmente. La próxima carta de Einstein está también dirigida a mi * Einstein ganz privat, contenido en II. y M. Born, Der Luxtis des Gewissens, Nymplienburger Yerlagsliandlung, Munich, 1969. 5 Se trata probablemente de una obra de Max Brod.
  • 22. 16 esposa. Pero su contenido me concernía tanto como a ella. Creo que yo estaba ausente en un viaje oficial. [3] 8 DE FEBRERO DE 1918 [3] 8 de febrero de 1918 Querida señora de Born: Su detallada carta con sus benéficas manifestaciones de simpatía y confianza me dio mucha alegría. Pero le contestaré a ella en forma de monólogo, para elimi­ nar por completo la odiosa sima entre el “tú” y el “yo”. Laue quiere venir aquí. Hace cierto tiempo tuvo la suerte de lograr aquí un puesto de investigador, me­ diante una beca privada, sin obligación de enseñar. Y entonces justificaba su afán de ir a Berlín con su aver­ sión a la enseñanza. Pero como al parecer no podrá realizarse su plan, piensa en cambiar de puesto con su marido. Su deseo principal es pues “Berlín”, y el mo­ tivo, la ambición (¿de la esposa?). Planck lo sabe, pero el Ministerio seguramente no. Todavía no he hablado de esto con Planck. Supongo que sus esfuerzos se diri­ gen a convertirse en el sucesor de Planck. ¡Pobre tipo! Nerviosa sutilidad. Afanarse en lograr algo que va con­ tra su deseo natural de vivir tranquilamente, sin com­ plicadas relaciones humanas. A propósito de esto le ruego lea el bonito cuentecito de los caracoles de An- dersen. Visto objetivamente, el plan de Laue tiene probabilidades de éxito con dos condiciones: 1] Que represente un ingreso suficiente para Laue el empleo de ustedes. 2] Que su marido esté dispuesto a andar cambian­ do puestos. Ahora bien: suponiendo que se cumpla la condi­ ción 1, queda la cuestión de si ustedes aceptarán. Se­ guramente es la que ya preocupa a usted. M i opinión es: aceptar incondicionalmente. No necesito decirle cuánto los quiero y cuán contento
  • 23. 17 estoy de tenerlos por amigos y compañeros en este. .. yermo. Pero no debe rechazarse un puesto tan estu­ pendo, donde se disfruta de total independencia. Hay allí una esfera de actividad más grande y libre, y con más oportunidad para su marido de desplegar sus po­ deres. Lo más importante es que vivir cerca de Planck constituye una alegría. Pero cuando Planck al fin se retire no pueden ustedes estar seguros, aunque su ma­ rido siga allí, de alcanzar su puesto. Y si fuera otro el que lo lograra, la cosa tal vez resultara menos agra­ dable. Es necesario prever todas las posibilidades y no es bueno arriesgarse innecesariamente a ésta. Cuídense y tómenme por ejemplo. Yo ya no puedo “subir”. La saluda cordialmente, así como a sus hijos y a su dueño y señor, que espero vuelva pronto. Suyo, Einstein [4] 24 DE JU N IO DE 1918 No creo que Einstein haya seguido después atribuyendo ! a Laue el motivo de la ambición. Entonces no conocía bien todavía a Laue, seguramente. Posteriormente lo re- 1 conoció no sólo como físico sino también como persona j perfectamente honorable y recta, como puede verse en I otra carta (la 81). A mí me dijo Laue que su afán de ir a Berlín se debía menos a su aversión por la enseñanza que a su deseo de estar cerca de su admirado y querido maestro Planck. Sigue una carta sin dirección, probablemente enviada en Berlín, de domicilio a domicilio. [4] 24 de junio de 1918 Querido Born: Mañana tenemos que ir a nuestra casita de campo de Ahrenshoop (de la señora Ronow de Nieman).^ Sir­ van estas letras de solemne despedida. Con ellas va un “regalo de Dánae”. Con ayuda de Haber pude conseguir a Nordstrom el permiso (de la dirección)
  • 24. 18 [5] para su viaje a Finlandia. Ahora querría volver a Ho­ landa y ya no puedo ocuparme en eso, desgraciada­ mente. Por eso le ruego se lo arregle. Corre prisa, por­ que la señora de Nordstrom va a tener un bebé, y quisiera dar a luz en Holanda. Deseo que lo pasen bien usted y su pequeña compa­ ñía. Suyo, Einstein Espero le llegaran los 40 marcos que le envié por co­ rreo ordinario. El físico finés Nordstrom había formulado, casi al mismo tiempo que aparecían las primeras publicaciones de Ein­ stein sobre la teoría general de la relatividad, una teoría rival relativista de la gravitación con un solo potencial escalar, como en Newton, mientras en Einstein determi- , nan el campo gravitacional los diez componentes de un tensor simétrico. Las ideas de Nordstrom eran ingeniosas y agudas. Después supe que él había sido mi competidor más rudo para el puesto de profesor extraordinario en Berlín. La siguiente carta de Einstein, seguramente procedente de Ahrenshoop, sin fecha, indica que yo traté de hacer algo por Nordstrom. No puedo recordar si lo logré; y tampoco sé nada más del destino de Nordstrom. En la carta de Einstein había dos subrayados que parecían indi­ car cierta reticencia acerca de la casita de campo y su estancia en ella. Sin duda cumplía el deseo de su segunda esposa, su prima Elsa, que lo había atendido en una grave enfermedad y seguramente salvado de la muerte. [5] [sin fecha] Querido Born: Es usted muy amable en encargarse de Nordstrom. No tiene más que escribir al Generalstab que Nordstrom ya ha recibido permiso, a instancias de Haber, para su viaje. Después el viaje de regreso se le concederá segu-
  • 25. [5] 19 ramente sin dificultad. Como le comuniqué, tiene que estar de vuelta para primeros de agosto. Aquí es maravilloso. No hay teléfono, no hay nada que hacer, es una calma absoluta. Sencillamente ya no comprendo cómo se puede vivir en la gran ciudad. Y el tiempo también es maravilloso. M e la paso en la playa, tumbado como un cocodrilo, dejándome tostar por el sol, no veo una revista y lo que llaman el mun­ do me importa un pito. Lo que me cuenta de la inercia en una red cristalo­ gráfica es muy satisfactorio. Pero sólo puede tratarse de la energía eléctrica, ya que la energía potencial de las demás fuerzas postuladas no entra en la inercia, se­ gún las leyes de la mecánica. Me gusta su modo de presentar la cosa. Estoy leyendo los Prolegom ena de Kant, entre otras cosas, y empiezo a comprender la enorme fuerza de sugestión que tenía este amigo y todavía tiene. Una vez que le ha concedido uno la mera existencia de jui­ cios sintéticos a priori, está uno atrapado. Tengo que suavizar el “a priori” en “convencional” para no verme en el caso de contradecirle, pero ni siquiera así concuer- dan los detalles. De todos modos es muy agradable su lectura, aunque no sea tan bueno como su antecesor Hume, que tenía un instinto mucho más seguro. Cuando esté de vuelta nos volveremos a juntar to­ dos tranquilamente y volverán a acostumbrarme, con todo género de precauciones, al ajetreo de los hom­ bres, que ahora he olvidado por completo. Mientras tanto, espero que su señora y usted estén otra v£z en buen estado de salud. Nosotros, bien; hasta el pequeño harén come y lozanea. Cordiales saludos. Suyo, Einstein Saludos atentos a su señora y los niños, una vez más. Ahrenshoop le gustaba, pues, de todos modos y le senta­ ba bien. La observación acerca de la inercia en las redes
  • 26. 2 0 de cristales se refiere al resultado de mis investigaciones relativas a los campos electromagnéticos de los cristales, que he publicado en varios libros y en otras publicacio­ nes. Representan el ulterior desarrollo de la fundamental obra de P. P. Ewald acerca de la dispersión en las redes cristalográficas, pero con otro método diferente, apuntado por Hilbcrt en una conferencia. Mi resultado era nuevo: se deducía automáticamente que la acción recíproca elec­ tromagnética de las cargas de partículas de la red con­ tribuye a la inercia (masa electromagnética). Pero la observación de Einstein de que debía tratarse de la ener­ gía eléctrica era perfectamente acertada. A continuación contiene la carta la posición de Ein­ stein respecto de la filosofía kantiana, que viene siendo un rechazo. En aquellos días era totalmente empirista y partidario de David Hume. Después cambió y lo es­ peculativo con poco fundamento empírico fue desempe­ ñando un papel cada vez más importante en su pensa­ miento. En cuanto a la frase final acerca del harén (no creo que diga otra cosa), no sé a qué se refiera; probablemente a la mujer y las hijas políticas. Después de esto viene una tarjeta postal con una vista de Ahrcnshoop: [6] 2 DE AGOSTO DE 1918 [6] Ahrenshoop, 2 de agosto de 1918 Queridos Borns: Cuanto más se acerca la vuelta, tanto más se inquieta la conciencia y se teme un regaño por la pereza en escribir. Mas ¿cómo puede escribir un individuo que se pasa el día holgazaneando, no ve a nadie y si acaso se da una vueltecita de media hora con los pies descalzos? Si me dejaran introducir esta costumbre (voluntariamente) en B erlín ... El trébol me gustó mucho. Se ve que representa a tres incorre­ gibles loquitos bien hermanados, dos de ellos ensimis­ mados y el tercero con la mirada perdida en el vacío. Últimamente leí que la población de Europa pasó en un siglo de 113 millones a casi 400. . . espantoso pen-
  • 27. samiento, que casi le hace a uno amigo de la guerra. Que nos volvamos a ver con alegría. Suyo, Einstein [7] 19 DE ENERO DE 1919 -21 No consigo recordar quiénes serían las hojas del trébol. La observación del incremento demográfico y de la gue­ rra es digna de nota. A una tarjeta postal que Elsa, la mujer de Einstein, en­ vió de Arosa, Suiza, con el lago Silser, añadió él lo si­ guiente: [7] 19 de enero de 1919 Radiante campiña y ciudadanos satisfechos, que no tienen nada que temer. Así es este país. Pero por Dios que prefiero a las gentes con inquietudes y que no sa­ ben de qué estará hecho el mañana. ¿Cómo terminará todo? Uno no puede apartar sus pensamientos de Ber­ lín, tan cambiado y todavía cambiante. Creo que todo estará bien una vez que haya vuelto la calma. Los jó­ venes que han vivido esto no se aburguesarán tan fá­ cilmente. Los saluda cordialmente, de ustedes, Einstein Era seguramente el primer viaje al extranjero de Einstein después de la guerra. Sus pensamientos estaban todavía en el Berlín sacudido por la revolución. Las pocas pala­ bras de la tarjeta muestran las esperanzas que tenía puestas en el nuevo régimen, la República presidida por Ebert. Odiaba profundamente el prusianismo, el arrogante mi­ litarismo, y creía que al fin caería y que todo sería me­ jor. Yo también lo creía entonces, y éste era uno de los vínculos de nuestra amistad. Pero estábamos totalmente equivocados, porque después fue todavía peor. Cartas pos­ teriores contienen recuerdos de aquella época de espe­ ranza.
  • 28. Después de algunas idas y venidas, el cambio de cáte­ dra entre Laue y yo fue aceptado. Logramos adquirir una bonita casa con jardín en Frankfurt, en la calle Cronstet- ten. La primera carta de Einstein a esa dirección es la siguiente: 22 [8] 4 DE JU N IO DE 1919 [8] Berlín, 4 de junio de 1919 Querido Born: ' Ya me remordía la conciencia por no haber contestado a la amabilísima carta de su esposa, y en lugar del re­ gaño me llega ahora una carta encantadora de usted. Estoy feliz de que tengan ustedes un nidito tan estu­ pendo, con casa y jardín. Pero no deberían cargarse con tantas responsabilidades. ¿Quiere convertirse en tormento para sus estudiantes y reproche para sus co­ legas? ¿Cumplirá usted también sus promesas litera­ rias, por ejemplo, a Sommerfeld? Es demasiado. Si Shakespeare hubiera vivido en nuestras condiciones ac­ tuales, hubiera cambiado su dicho “Júpiter se ríe de los perjurios del amor”, que no deja de ser un poco duro, por “de la promesa olvidada de un informe”. Y después me dice usted que según Oppenheim yo he hecho Dios sabe qué maravilloso descubrimiento. Pero no hay nada de eso. La modesta insinuación que yo le hice, aquella de que le hablé a usted en el lago Grunewald, ha adquirido proporciones enormes en su fértil fantasía. La teoría de los cuantos me hace a mí sentir del todo como a usted. En verdad que debería uno avergonzarse de su éxito, por haberse realizado de acuerdo con la máxima jesuítica: “la mano derecha no debe saber lo que hace la izquierda”. Yo no veo la situación política con tanto pesimismo como usted. La situación es grave, pero no durará. Es más satisfac­ toria para los ojos que para el estómago del “enemigo”. Sin duda Ludendorff estaba en condiciones mucho peores que los parisienses. Los franceses obran sólo por miedo. Pero Ludendorff se sentía Napoleón. La
  • 29. gravedad de los errores franceses se compensa con una indefectible incuria, como en la que fuera cierto tiem­ po mi patria: Austria.6 Al final, con la peligrosidad de Alemania sucederá como con la unidad de sus contra­ rios, amén de cierta histéresis, sin duda. ¿Puede permi­ tírsele a un hermano x de cáscara amarga y determi­ nista decir con lágrimas en los ojos que ha perdido la fe en la humanidad? El impulsivo comportamiento de los hombres de la actualidad en cuestiones políticas es bastante para mantener viva la fe en el determinismo. Estoy convencido de que en los años próximos las co­ sas no serán tan duras como las que hemos pasado en los últimos años. Con cordiales saludos míos y de mi esposa, para us­ ted y la suya. De ustedes, Einsteín La aplicación de Haber a los metales monovalentes de su teoría de usted es desconcertante. [8 ] 4 DE JU N IO DE 1919 ¿ 1 > La promesa literaria se refiere a la que le hice a Sonnner- feld (profesor de física teórica en Munich) de escribir un artículo sobre la “teoría atómica del estado sólido” para el tomo de Física en la Enciclopedia de la matemá­ tica. Es un tratado bastante largo publicado también en forma de libro» El amigo Oppenheim era hijo de un prominente nego­ ciante (joyero) de Frankfurt y había fundado y dotado la cátedra de física teórica desempeñada primero por Lauc V luego por mí. El joven Oppenheim se interesaba en la filosofía, y en especial en los pensamientos filosóficos contenidos en la teoría de la relatividad einsteiniana. Se­ guramente se trata aquí de los inicios de “una teoría de campo unificado” destinada a combinar la gravitación y el electromagnetismo y que ocupó a Einstein hasta el fin de sus días. 6 Einstein se refería sin duda a su estancia en Praga cuan­ do fue profesor de la universidad alemana, porque Bohemia era entonces parte de Austria.
  • 30. 24 Las observaciones políticas demuestran que en aquel tiempo yo veía la situación con más pesimismo que Ein- l stein. La expresión “hermano x de cáscara amarga y determinista” (decíamos x a propósito del cálculo con magnitudes desconocidas, como suele hacerse en las ma­ temáticas) estaba entonces perfectamente justificada, sin duda, porque mis ideas no deterministas surgieron sólo 1 algunos años más adelante. En cuanto a lo que significa la aplicación de Haber a mi teoría de los metales monovalentes, ya no puedo re­ cordarlo. A continuación, una carta a mi esposa. [9] 1 DE SEPTIEM BR E DE 1919 [9] Domingo, 1 de septiem bre de 1919 Querida señora de Born: Estoy muy apenado con ustedes dos, y en particular con usted, señora, porque tardo tanto en escribirles. Ante todo, para que no se me olvide, quiero decirle que haré cuanto pueda por sacar algunos fondos del K. W . Institut para su marido, si es posible y si los hay disponibles. Pronto los visitaré en su nuevo y agra­ dable nido, con tal que no tengan a nadie alojado. Es cuestión de esperar y nada más. Con Oppenheim la cosa estuvo mal, porque mi sueldo académico no de­ pende de su bolsa sino de la del señor Koppel. Yo no sabía que la cátedra de su marido hubiera sido fundada por Oppenheim. . . y sólo conozco el obser­ vatorio que hay allí. Las relaciones entre Oppenheim (el joven) y nosotros son de índole estrictamente pri­ vada (al mayor sólo lo he visto una vez) y dependen de las aficiones filosóficas de él. Hay una dificultad, y es que les prometí tanto a ustedes como al joven Oppenheim ir a su casa cuando fuera a Frankfurt; la solución está por encima de mis fuerzas. . . pero ya se arreglará de algún modo. No es tan grave como para la respuesta que dio Althoff, entre desenvuelta y dura, a uno a quien le había prometido un puesto y que se
  • 31. lo había ganado otro: "¿Cree usted ser el único a quien prometí el profesorado?” Ayer estuvo Stern conmigo. Está encantado con Frankfurt y con el instituto. No me pareció mal Rausch, pero es mucho mejor para mí el Traumspiel de Strindberg. Es delicioso el amor y la adoración que siente el se­ ñor Bieberbach por sí mismo y por su musa. Que Dios se lo conserve, porque así es como se vive mejor. Antes, que la gente vivía más aislada, los originales como él eran la regla entre los profesores de universi­ dad, porque no tenían contacto personal con nadie de su capacidad en su profesión, y aparte de ésta no había nada para ellos. En política estoy más con su marido que con usted. Creo en las posibilidades de la Socie­ dad de Naciones y creo también que las dificultades inherentes a su formación desaparecerán con el tiem­ po. Por ahora, el conflicto de intereses de la Entente es tan grande que muchas cosas se atemperan (inci­ dente constitucional acerca de Austria; intervención de la Entente en Silesia). Para mí, el mayor peligro fu­ turo sería la retirada de los norteamericanos; espero que Wilson la impida. No creo que los humanos pue­ dan cambiar mucho, pero estoy convencido de que es posible y aun necesario poner fin a la anarquía reinan­ te en las relaciones entre estados, aunque ello costara a cada uno de ellos buena parte de su independencia. Ahora a la filosofía. Lo que usted llama "materialis­ mo de Max” es sencillamente su modo causal de ver las cosas, que siempre responde a la pregunta de "¿por qué?” pero nunca a la de "¿para qué?”. Ningún prin­ cipio de utilidad y ninguna selección natural pueden sacarnos de ahí. Pero cuando uno pregunta "para qué debemos ayudarnos unos a otros, para qué hacernos la vida mutuamente más llevadera, componer buena mú­ sica y tener grandes pensamientos” habría que contes­ tarle: "Si usted no lo siente, nadie se lo podrá explicar”. Si no nacemos con ese sentimiento, no valemos nada y más nos valdría no vivir. Si alguien quisiera hacer [9] 1 DE SE PTIE M B R E DE 1919 25
  • 32. una investigación a fondo y probar que esas cosas con­ tribuyen a preservar y promover la existencia humana, volvería a plantearse la terrible pregunta de “¿para qué?”, y la respuesta sobre bases “científicas” no podría ser sino aún más desconsoladora. Por eso, si se quiere a toda costa proceder científicamente, tenemos que li­ mitar nuestro objetivo a los menos posibles y apartar a los demás del camino. Pero esto la dejaría fría a usted. Yo no estoy de acuerdo con la estimación pesimista del conocimiento. Una de las cosas más bellas de la vida es ver con claridad las relaciones y eso sólo puede negarse estando de un humor totalmente sombrío y nihilista. Pero no debería usted citar la Biblia en su apoyo. En la traducción de Lutero dice en muchos lugares: “y él la conoció, y ella le dio un hijo, que se llamó.. . ” Es probable que se refiera a eso lo del árbol de la ciencia, o del “conocimiento”. Poco tiene que ver sin duda con la teoría del conocimiento o episte­ mología tal y como nosotros la entendemos; o quién sabe si los antiguos padres se complacieron en ese equí­ voco. Aunque no parece muy propio de aquellos dis- cutidores y caviladores. . . Le agradezco mucho las hermosas fotografías. La de su marido es maravillosa... claro es que el sujeto tampoco está mal. Todavía no llega; y tengo muchas ganas de verlo. Estos buenos días que hizo los pasé estupendamente navegando con vela, pero en el servi­ cio naval pesqué otro achaque (el estómago) y nueva­ mente tengo que pasar unos días en la cama. Por eso escribo tan mal. Saludos a ambos de todo corazón. Suyo, Einstein ¿b [9] 1 DE SEPTIEM BR E DE 1919 Althoff fue durante mucho tiempo funcionario del Mi­ nisterio de Instrucción Pública en relación con la admi­ nistración de las universidades, en cuya construcción se
  • 33. había distinguido mucho. Era muy conocido y temido por su desconsideración y grosería. Otto Stern era un joven físico de Silesia que se con­ virtió en ayudante mío. Nuestro instituto tenía un taller y un buen mecánico, Sclnnidt; Stern aprovechaba mag­ níficamente esa oportunidad para realizar sus experimen­ tos, después famosos, sobre un peculiar efecto cuántico, llamado cuantización de dirección. Hasta entonces, ese efecto se había deducido sólo indirectamente, por obser­ vaciones espectroscópicas; Stern emprendió la tarea de demostrarlo directamente mediante la radiación atómica en el alto vacío. Le apoyaba Walther Gerlach, ayudan­ te en el Instituto de Física Experimental, dirigido por el profesor Wachsmuth. Estas investigaciones valieron des­ pués a Stern la distinción del Premio Nobel. Animado por él, yo también experimenté venturosamente entonces y con mi ayudante Elisabeth Bormann medí directamente la longitud de las ondas libres de los átomos con ayuda de la radiación atómica. No puedo recordar qué clase de espectáculo sería Rausch. Lo de Bieberbach era esto: la Facultad de Ciencias Na­ turales tenía un libro, bellamente encuadernado, en que cada nuevo profesor debía poner una breve nota biográ­ fica. El decano, el matemático Schoenflies, me pasó el libro, y naturalmente yo leí algunas de las breves biogra­ fías y se las enseñé también a mi esposa, quien descubrió una muy cómica, la del joven matemático Ludwig Bieber­ bach, rebosante de vanidad, y copió algunos de los mejo­ res trozos para Einstein. En cuanto a las manifestaciones políticas contenidas en esta carta, no es necesario ningún comentario. Las aclaraciones que hace Einstein a mi esposa acerca del carácter de la investigación científica revelan la base de su filosofía de modo tan claro y conciso que sería difícil hallar otro. Le llevan a examinar el concepto bíblico de conocimiento, cuya discusión duró con mi esposa cierto tiempo. Al contrario de Einstein, que interpretaba el co­ mer de 1a- manzana prohibida del árbol de la ciencia del bien y del mal como conocimiento sexual, ella insistía en que se trataba de un conocimiento mental. Porque dice Moisés, en el primer capítulo del Génesis: “Y los bendijo [9] 1 DE SE P TIE M B R E DE 1919 27
  • 34. 28 Dios [al varón y la hembra] y les dijo: Creced y multipli­ caos”. Y en el capítulo segundo dice: “Y había Jehová hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista. . . también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del m al... Y Dios dijo al hom­ bre. . . del árbol de ciencia del bien y del mal no come­ rás. . En el capítulo 3 dice la serpiente a Eva: “Mas sabe Dios que el día que comiereis de él se abrirán vues­ tros ojos y seréis como dioses, porque sabréis el bien v el mal”. La siguiente carta de Einstcin demuestra que en este punto cedió a mi esposa, pero no en sus consecuencias. [10] 16 DE OCTUBRE DE 1919 [10] 16 de octubre de 1919 Querido Born: Eres un gran tipo. He enviado tu folleto con vivas ex­ presiones de conformidad, mas rezongando algo contra el feliz recipiente. Tu mujer tenía razón en lo del ár­ bol de la ciencia y yo tenía a mis antepasados por de­ masiado primitivos. Pero no vamos a dejarnos tasajear el conocimiento por ella de esa manera. ¿Acaso hay algo más bello? Además, no debe quejarse tanto de desierto social teniendo junto a sí a un individuo tan estupendo como tú. Y todo porque siente frío. Tal vez el frío te haga perder la cabeza en tu problema con el M inisterio... y eso sería una cosa buena. Por lo demás, las cartas de tu esposa son obras maestras. . . sin adulación. Saludos cordiales para ambos. Vuestro, Einstein En el original se ve tachado el usted y remplazado por el tú en distintos lugares. Einstein ha preferido el tuteo. He olvidado ya el folleto que me valió el título de “gran tipo”. Lo que sí recuerdo es que con frecuencia yo lo apoyaba, y a su obra también. En la cuestión del conocimiento, Einstein concede fran-
  • 35. camente que mi esposa tenía razón, pero sólo en lo rela­ tivo al árbol del Paraíso, y defiende firmemente el valor del conocimiento en el sentido del saber. “¿Acaso hay algo más bello?” Aunque ya sabía que Einstein tenía una buena opinión de mí, el ofrecimiento que me hacía en las primeras lí­ neas de la siguiente carta, que confirmaba el tuteo, me dio gran alegría. [11] 9 DE N OVIEM BRE DE 1919 29 [H] 9 de noviembre de 1919 Querido Born: En adelante nos tutearemos, si lo permites. He reci­ bido el manuscrito. Pero me parece que es demasiado largo para las actas, según las nuevas reglas. Hablaré con Planck. En cuanto a la solicitud para el K. W . Instituí, pronto le llegará el turno; hay que tener un poquito de paciencia. En el caso de Toeplitz no puedo hacer ahora mu­ cho ruido, porque si no no asustaré a nadie cuando sea más necesario. Debemos ver en el antisemitismo un hecho, basado en cualidades verdaderamente here­ ditarias, aunque a los judíos suela molestarnos. Pienso que yo también, si me dieran a escoger, escogería por compañero un judío. Por otra parte, me parecería ra­ zonable que los judíos juntaran dinero para mantener a investigadores judíos fuera de las universidades y pro­ porcionarles ocasiones de impartir enseñanza. Tenemos muchas ganas de ver a tu esposa. Mien­ tras llega el momento quiero pedirle perdón por no haber comido bastante del árbol del conocimiento, como ella lo hizo ver, a pesar de que por mi profesión estaba obligado a alimentarme regularmente con sus frutos. En cuanto a las peras, te las agradezco de todo cora­ zón. .. vuestra productividad se extiende realmente a toda delicia imaginable. Espero que no tengáis mucho frío; aquí estamos perfectamente organizados en ese aspecto.
  • 36. 30 Hasta pronto. Por hoy, cordiales saludos de vuestro Einstein [11] 9 DE N O VIEM BRE DE 1919 Por muy convencido que estuviera de la superioridad que sobre mí tenía Einstein, el tuteo me resultó muy fácil. Era tan sencillo y natural, tan alejado de toda pretensión, que el tú fraterno casi se impuso solo. Claro es que yo tenía conciencia del honor que recibía al ser tratado con esta confianza. Y aunque posteriormente hube de tener algu­ nas fuertes discusiones con él en materia científica (como se verá en algunas de las cartas), jamás padeció por ello nuestra amistad. En cuanto al manuscrito a que alude, no recuerdo exac­ tamente cuál sería. El “caso de Toeplitz” se refiere sin duda a alguna humillación que mi ex camarada de escuela y amigo Otto Toeplitz habla padecido por algún proble­ ma de nombramiento o competencia y que él atribuía al antisemitismo. Era Toeplitz un brillante matemático y contribuyó mucho a la teoría de las formas cuadráticas de infinito número de variables (en el llamado espacio de Hil- bert), utilizada hoy en la mecánica de los cuantos, y con­ cretamente con un gran artículo en la Enciclopedia de la matemática, escrito en colaboración con otro amigo y com­ pañero de estudios, Ernst Hellinger. Las observaciones de Einstein acerca del antisemitismo muestran que él comprendía muy bien el antagonismo entre judíos y nórdicos europeos y que le parecía natural la existencia de una antipatía mutua. Con frecuencia se manifestó en favor de que los judíos no se empeñaran en lograr las mejores posiciones, sobre todo en materia académica, sino que se crearan ellos mismos sus puestos. Que yo recuerde, yo no opinaba igual; mi familia era de aquellas que aspiraban a la asimilación total y veían en las manifestaciones y medidas antisemíticas injustificadas hu­ millaciones. La historia ha demostrado que Einstein veía muy hondo, aunque entonces todavía estaba muy lejos de reconocer la magnitud de la amenaza del antisemitismo y los espantosos crímenes a que después dio lugar.
  • 37. [12] Lunes, 9 de diciembre de 1919 Querido Born: Tu excelente artículo de la Frankfurter Zeitung me dio mucho gusto. Pero ahora vas a ser perseguido como yo, aunque en menor medida, por la prensa y otra gen­ tecilla de ese jaez. Eso me preocupa tanto que apenas me deja respirar, y no digamos trabajar como es debido. Ese artículo de Drill es divertido porque introduce en la filosofía el método democrático del llamado a la multitud y de la perorata. Dejo al hombre golpeando como loco, porque no vale la pena replicarle. Que el pobre vanílocuo se agite; no te excites por él. Su prue­ ba de la causalidad a priori es verdaderamente algo grande. Estuve unos días con Sclilick en Rostock con oca­ sión del jubileo de la Universidad, y con esa ocasión oí malintencionados discursos políticos de agitación y vi algunos ejemplos verdaderamente deliciosos de política de principado. Lo divertido era que todos se conocen tanto que a cada solemne retumbo acompañaba siem­ pre un cómico tintineo. No había otra sala para la celebración que el teatro, que así prestaba algo de co­ media a la solemnidad del acto. Era un encanto ver allí juntos a los representantes del antiguo y el nuevo gobierno en dos palcos contiguos de proscenio. Natural­ mente, los del nuevo recibían toda clase de alfilerazos de las potestades académicas mientras que al Gran Duque se le propinaba una ovación que parecía inter­ minable. No hay revolución que valga frente a tanto servilismo innato. Schlick es una gran cabeza y tenemos que ver de procurarle un profesorado; y lo necesita tanto más que su situación es desesperada a consecuen­ cia de la devaluación de los bienes. Pero será difícil, porque no pertenece a la religión filosófica oficial de los kantianos. La desgracia de Planck me conmueve hondamente. No podía contener las lágrimas cuando lo visité a mi [12] 9 DE D ICIEM BRE DE 1919 31
  • 38. 32 vuelta de Rostock. Se conduce con maravillosa entereza y dignidad, pero se ve que el dolor lo roe. Las cartas de tu esposa son encantadoras, tan origi­ nales y atinadas. Espero de verdad que nuestro amigo Oppenheim halle pronto la ansiada comadrona; si no, el feliz suceso habría de demorarse algo. Mi amigo Haber vive una situación parecida, de preñez maligna, desde que acudió a mí en su dolor cuando tú te tras­ ladaste. Tiene un método violento para arrancar la verdad a la naturaleza. En las cuestiones materiales se fía de su intuición. Es como quien dice un bárbaro desatentado, pero de todas maneras muy interesante. Tu confuso Lorenz me ha ordenado categóricamente asistir a una conferencia en extremo superflua en Frank- furt; es una de las más extrañas aves que pueblan los puestos docentes. Por desgracia, tengo otros cuidados. Mi madre está enferma de muerte y va a venir con nosotros. .. y tarde o temprano tendré que hallar aco­ modo para mis hijos en el hogar de mi ex esposa en Alemania. Dificultades y angustias por todas partes. El comportamiento de la Entente empieza a parecer asqueroso incluso para mi gusto. Mis esperanzas en la Sociedad de Naciones no parecen realizarse. De todos modos, creo que Francia está padeciendo mucho a pe­ sar de la importación de carbón, como se echa de ver en sus últimas restricciones eiv relación con el tránsito de pasajeros por ferrocarril. Aquí los extranjeros están comprando bienes muebles e inmuebles, hasta hacernos una colonia angloamericana. Menos mal que no tene­ mos que vender nuestros cerebros ni sacrificárselos al Estado en una situación de emergencia. Espero que estéis todos bien y que el frío no sea intolerable. Con saludos de todo corazón. Vuestro, Einstein [12J 9 DE D IC IEM BRE DE 1919 Tuve hace poco en la mano el artículo de la Frankfurter, pero ahora no lo encuentro. Sí recuerdo que después de tantos años me reí de mi crítica, mordaz y repleta de datos,
  • 39. 33 contra aquellos filósofos chapados a la antigua. Recuerdo vagamente que Drill, cuyo artículo tan divertido le parecía a Einstein, era un caso típico de enemigo rabioso suyo. En cambio Schlick era un importante filósofo, que después pasó a Viena y fue el fundador de una escuela que hoy se llama positivismo lógico. La descripción que hace Einstein de las solemnidades de la Universidad de Rostock es muy suya. Por lo que toca a la desgracia de Planck, creo que Einstein se refiere a que su hermana había muerto poco después de dar a luz. Tenía una hermana gemela muy parecida a ella y que se encargó de cuidar a la criatura y al poco tiempo se casó con el esposo de su hermana. Y lo terrible fue que ella también murió después de dar a luz a su primer hijo, y en circunstancias idénticas. La descripción que hace Einstein de Fritz Haber es muy acertada. Durante la guerra él y yo nos peleamos, porque él quería ponerme con su equipo dé gases de guerra, y yo me negué categóricamente a acep­ tar. Después nos reconciliamos y visité varias veces su instituto de Dahlem en busca de material empírico de mi amigo Franck para mi trabajo sobre el cálculo de las varia­ ciones tennoquímicas de las energías de red. Haber se sintió vivamente interesado en ello e ideó un modo de re­ presentación gráfica de mi método de cálculo. Esta teoría entró después en la literatura de fisicoquímica con el nom­ bre de proceso cíclico de Born y Haber. Así tuve ocasión de conocer al “bárbaro desatentado”, como decía Einstein. Una vez, por ejemplo, teníamos una viva discusión en su recámara, donde constantemente nos estaban interrum­ piendo ayudantes, doctorandos, mecánicos, que necesitaban algo del director del instituto. Al fin, alguien abrió la puerta sin llamar y Haber, ya furioso, lanzó un tintero de vidrio en dirección de la puerta, donde se hizo pedazos y salpicó de tinta puerta y pared. Pero quien estaba a la puerta era. . . la esposa de Haber. Desapareció ella espan­ tada, y nosotros proseguimos con nuestra labor como si nada hubiera ocurrido. El “confuso Lorenz” era profesor de fisicoquímica en Frankfurt. Ciertamente, le faltaba algo de claridad, pero de todos modos valía para su puesto. Me animó mucho, por ejemplo, en mi intento de explicar las anomalías de la movilidad iónica de los iones pequeños con ayuda de ex- [12] 9 DE D IC IEM BRE DE 1919
  • 40. perimentos dipolares, y en los experimentos de mi discí­ pulo Lertes acerca de los efectos mecánicos de los dípolos. (Véanse mis Ausgewdhlte Abhandlungen, pp. 655 y 698.) En el último párrafo de su carta muestra Einstein que ya no podía conservar en materia de política sus esperan­ zas, que tan frecuentemente había opuesto a mi pesimismo. Pero se esforzaba en justificar sus apuros. Yo creo que entonces ninguno de nosotros comprendía el verdadero pe­ ligro del duro trato que la Entente imponía a Alemania, que era lesionar el orgullo nacional. Esto condujo a la leyenda de la puñalada por la espalda, al rearme secreto y, al final, al advenimiento del nacionalsocialismo. La siguiente carta está dirigida a mi esposa y a mí, y es bastante amplia. 34 [13] 27 DE ENERO DE 1920 [13] Lunes, 27 de enero de 1920 Querido Born: Ante todo quiero hablar del joven colega Dehlinger, de quién escribiste a Berliner. Ahora recibimos mucho dinero para investigaciones astronómicas, y yo sólo pue­ do disponer de él. ¿No le gustaría la astrofísica? Por el momento podría obtenerle un nombramiento de unos 6 000 marcos al año, y tal vez más, si la mala situación actual lo requiriere. Entonces trabajaría con Freund- lich en investigaciones fotométricas de los espectros estelares. Pero si prefiere un empleo de práctica téc­ nica, también tengo relaciones que podrían buscarle algo. Con el trabajo puramente científico es difícil ali­ mentarse. Escríbeme pronto detalles. Nosotros también lo estamos pasando tristemente, porque tenemos a mi madre en la casa, encamada, en situación desesperada y sufriendo lo indecible. Todavía pueden pasar meses antes que deje de padecer. Else está haciendo mucho, y para ella la cosa no es fácil. Todo esto reduce aún más mi escaso deseo de realizar proezas. Tú eres muy distinto. Tu pequeña compañía también tiene sus problemas, y también usted, mi que­ rida señora de Born, se hace interesante de más de un
  • 41. modo permitido (porque permitidos sólo son los poe­ mas caprichosos y las ingeniosas cartas). Y tú, Max, que das conferencias sobre la relatividad por salvar el Instituto y escribes artículos como si fueras un joven soltero que viviera estupendamente aislado en su buena recámara bien calientita y exento de las preocupacio­ nes de pater fam iliae que te acongojan. Dime, ¿cómo le haces? Haber también se queja mucho de Fajans, a quien tú describiste muy bien. No se da cuenta del número de sus arbitrarios supuestos y sobrcstima infinitamente el valor de los resultados concordantes. Tienes razón en atenerte firmemente a tu excelente método. Yo no creo que se halle la solución de los cuantos renunciando al continuo. De modo semejante podría pensarse en la posibilidad de descubrir la relatividad general renun­ ciando al sistema de coordenadas. En principio podría abandonarse el continuo, pero ¿cómo describir el movi­ miento relativo de n puntos sin el continuo? La obje­ ción de Pauli no va solamente dirigida contra Weyl sino también contra la teoría del continuo de cualquier otro, e incluso contra quien trate el electrón como algo singular. Creo ahora como antes que debe buscarse esa superabundancia de determinación mediante ecua­ ciones diferenciales para que las soluciones no tengan ya el carácter de continuo. Pero ¿cómo? La política está evolucionando constantemente en fa­ vor de los bolcheviques. Me parece que los grandes logros exteriores de los rusos junto con la posición cada vez más insostenible de Occidente, y sobre todo la nues­ tra, llevan inconteniblemente hacia ahí. Pero antes ha­ brán de correr torrentes de sangre, porque la reacción se pondrá cada vez más furiosa. Atacan e insultan tanto a Nikolai que ya no le queda tiempo de leer, ni siquiera en el hospital. Otra vez he tenido que defenderlo en público (se podría escribir una nueva comedia, E l ami­ go a pesar suyo). Francia está realmente haciendo un papel bastante triste en todo esto (aunque hay que [13] 27 DE ENERO DE 1920 35
  • 42. poner en su haber el haberse librado del T igre).7 Pero la victoria es un fardo muy difícil de llevar. El proceso de Erzberger es muy divertido: el que tenga las manos limpias (y los bolsillos) que le tire la primera piedra; si hay alguno. Debo además confesarte que los bolche­ viques no me parecen tan malos, a pesar de sus extrañas teorías. Sería verdaderamente interesante echar una mi­ rada de cerca a lo que allí sucede. En todo caso, lo que dicen debe de ser muy eficaz, porque el armamento de la Entente, que acabó con el ejército alemán, parece fundirse en Rusia como la nieve al sol de marzo. Esos sujetos tienen a la cabeza a políticos de categoría. Hace poco leí un folleto de R adek... mi reverencia, el hom­ bre sabe lo que dice. ¿Crees que debo hacer oír mi voz en Inglaterra? Si tu­ viera algo realmente importante que decir, lo haría. Pero veo que también ellos están hasta el cuello en dificultades. ¿Qué podrían hacer para acabar con la miseria? Ellos, como los norteamericanos, envían soco­ rros, ciertamente. Pero eso no puede ser suficiente para tanta gente que padece tanta necesidad. El tratado de paz va demasiado lejos. Pero su aplicación es casi impo­ sible, y más vale así, que sus exigencias sean material­ mente imposibles de cumplir y no que sean insoporta­ bles. Es preciso reconocer que el ciudadano del otro lado necesita algo escrito, negro sobre blanco, que re­ compense la bravura francesa. Pronunciarse contra el tratado sólo tendría sentido si uno creyera en su valor real, y yo no estoy en ese caso. Por lo demás, voy a Inglaterra esta primavera para que me pongan una me­ dalla y para poder ver de cerca el otro lado de esta mojiganga. Spengler tampoco ha dejado de meterse conmigo. A veces se deja uno atraer por alguna suges­ tión suya en la noche, y a la mañana siguiente se ríe de ella. Se ve que toda esta monomanía suya procede de las matemáticas de maestro de escuela. Su caballo de batalla es Euclidcs contra Cartesio, y en todo lo 7 Se refiere a Georges Clcmenceau. 36 [13] 27 DE ENERO DE 1920
  • 43. 37 mete, aunque reconozco que ingeniosamente. Tales co­ sas son divertidas, y si mañana alguien con el ingenio necesario dice lo contrario, de todas maneras es diver­ tido, y sepa el diablo cuál es la verdad. Esto de la causalidad también me preocupa mucho. ¿Pueden entenderse la absorción y emisión cuánticas de luz en el sentido de la cabal necesidad causal, o que­ daría un residuo estadístico? Debo confesar que aquí me falta el valor para defender mis convicciones. Pero renuncio muy a disgusto a la causalidad total. No en­ tiendo la interpretación de Stern porque no sé exacta­ mente lo que quiere decir con eso de que la naturaleza es "comprensible". (La cuestión de si hay una causa­ lidad estricta o no tiene un sentido bien claro, aunque no sea fácil contestar a ella.) E l libro de Sommerfeld es bueno, pero debo decir francamente que hay en su persona, por alguna razón subconsciente que sólo Dios sabe, algo que no me parece muy sincero. M e alegro mucho de que tus cartas al Ministerio hayan servido. Eso los honra, porque no te mordías la lengua. En rea­ lidad, así salió mejor. Imagínate si lo hubieras escrito antes. Ahora la omnipotencia dictatorial de vosotros los ordinarii va a tener un horrible fin, según oí hace poco. Veremos. En cuanto a usted, señora de Born, tengo una suges­ tión interesante. En cuanto sus hijos estén restableci­ dos, aprenda a experimentar en el laboratorio. Es una labor increíblemente bella cuando uno puede dedicarse a ella plenamente. Se lo digo muy en serio. Aunque se haya de calcular un año o más de aprendizaje, vale la pena. Y una vez metida en ello, es un modo esplén­ dido de colaboración. Usted necesita algo que ocupe su mente. ¿Qué le parece? Con cordiales saludos para ambos. Vuestro, Einstein [13] 27 DE ENERO DE 1920 Era Dehlinger un joven y capaz físico de Viena que había ideado una fórmula para la dispersión, de la luz en los in­
  • 44. 38 frarrojos para redes simples diatómicas apoyándose en mis trabajos sobre la teoría de las redes de cristales. No sé qué sería de él. Amold Berliner era entonces conocido por to­ dos los hombres de ciencia por ser el fundador y editor de la revista Die Natunvissenschaften. Era ingeniero electri­ cista de profesión y ocupaba un importante puesto en la aeg (Compañía General de Electricidad). Con su publi­ cación ejercía considerable influencia en las esferas cientí­ ficas. Una importante correspondencia con sus autores le procuró una visión profunda de su psicología, que resumía con esta expresión: “puercoespines con sensibilidad de mi­ mosa". Vivió hasta el advenimiento de Hitler, por su edad no pudo irse al extranjero y se quitó la vida. . . Después de mencionar brevemente los grandes sufrimien­ tos de su madre y los pequeños de nuestra casa (mi esposa y los niños habían atrapado unas paperas), Einstein habla de mis conferencias sobre la relatividad en Franlcfurt. La inflación de la moneda alemana era tan grande en aquellos días que el presupuesto de los institutos era insuficiente. En el mío había empezado ya Otto Stern, con ayuda de Walther Gerlach, del Instituto Experimental (de Física) dirigido por Wachsmuth, sus experimentos sobre “cuanti- zación de dirección", y necesitábamos dinero. Entonces se me ocurrió aprovechar el interés general por la. teoría ein- steiniana de la relatividad y organizar conferencias sobre ese tema, cobrando la entrada en beneficio de la caja del Instituto. A propósito de la carta número 15 infor­ mo del éxito de las conferencias y del libro a que dieron origen, que fue Die Relativitatstheorie Einsteins (1920). Las observaciones acerca de los fisicoquímicos Fajans y Haber tienen relación con problemas que ahora no presen­ tan ningún interés. Más importantes son las explicaciones de Einstein acerca de los cuantos, porque en ellas está ya la base de su ulterior posición en relación con la mecánica cuántica. Insiste él en atenerse incondicionalmente a una teoría del continuo, o sea de ecuaciones diferenciales, y en obtener los fenómenos cuánticos (discontinuidades) por la superabundancia de determinación (más ecuaciones que incógnitas). Las consideraciones políticas de Einstein son particular­ mente reveladoras. Creía entonces, como tantos otros, que la revolución bolchevique significaría la liberación verda­ [13] 27 DE ENERO DE 1920
  • 45. 39 dera de los males de nuestro tiempo: militarismo, opresión burocrática, plutocracia; y esperaba de los comunistas un cambio de situación “a pesar de sus extrañas teorías” . .. No sé si habría leído mucho o poco las obras de Marx, Engels y Lenin. Es de suponer que tampoco conociera bien a los autores burgueses que han escrito de política y economía. En todo caso, su esperanza en la Revolución rusa se basaba más en su aversión, y aun podría decirse su odio, contra las potencias que imperaban en Occidente que en su convencimiento razonado de la justeza de las ideas comunistas. Hago hincapié en esto porque los escri­ tores comunistas suelen presentarlo como partidario o por lo menos precursor de sus doctrinas.8 El tema de la Revo­ lución rusa vuelve a aparecer con frecuencia en cartas pos­ teriores. En todo caso, cuando hubo de salir de Alemania, Einstein fue a Estados Unidos y no a Rusia, donde nunca estuvo, que yo sepa. Mi mujer nunca tomó en serio la indicación de que aprendiera a experimentar, porque ese tipo de actividad jamás le gustó. La siguiente carta debe de haberla escrito en respuesta a nuestra comunicación de que me habían llamado a Go- tinga. Durante la guerra había estado allí Petcr Debye en calidad de sucesor del que fuera mi maestro, Woldemar Voigt. En mi tiempo de enseñanza privada hubo dos pro­ fesores ordinarios de física: E. Riecke de física experimen­ tal y W. Voigt de física teórica. Con el fin de interesar a Peter Debye en la ida a Gotinga se creó en 1914 una cátedra extraordinaria adicional, que tomó Voigt para de­ jar el puesto de profesor ordinarius a Debye. Después de la muerte de Riecke se creó un puesto extraordinario para Robert Pohl. Acabada la guerra, Debye decidió aceptar un puesto que le ofrecían en Zurich. En 1920 me ofrecieron su puesto. A mi pregunta a Einstein acerca de lo que nos aconsejaba contestó lo siguiente: [13] 27 DE ENERO DE 1920 8 Por ejemplo, Friedricli Herneck en su libro Albert Einstein, Berlín, 1953, que empieza diciendo: “Albert Einstein, uno de los más grandes alemanes después de Karl Marx. . A Einstein esto le divirtió mucho.
  • 46. 40 [14] [14] 3 DE MARZO DE 1920 3 de marzo de 1920 Querido Born: Ahí sí es difícil aconsejar. La física teórica prosperará dondequiera que estéis, porque hoy no hay en Alema­ nia otro Born. Por eso de lo que se trata es de averiguar dónde os gustará más estar. Poniéndome yo en el caso, pienso que preferiría quedarme en Frankfurt. Porque me parecería insoportable la limitación a un reducido círculo de sabios inflados de poco corazón (y poco cere­ bro) y allí no hay más relaciones sociales posibles que ellos. Recuerda lo que padeció Ililbert con esa gente. También hay que tomar en consideración otra cosa. Si Max se viera en la necesidad de ganar algo por su parte, posibilidad que no puede excluirse en las actuales circunstancias sin más ni más, sería mucho mejor vivir en Frankfurt que en Gotinga. Por otra parte, la vida en Gotinga puede ser más agradable que en Frankfurt para una ama de casa y sus hijos; pero yo no puedo decidir en esto, porque no conozco bien las circunstan­ cias de Frankfurt. Y después de todo, no tiene tanta importancia el lugar donde uno radique. Lo mejor es seguir su cora­ zón en este asunto sin pensarlo mucho. Además yo, que no tengo raíces en ninguna parte, no me siento capacitado. Las cenizas de mi padre están en Milán. A mi madre la inhumé hace unos días. Continuamen­ te estoy yendo y viniendo, en todas partes extranjero. Mis hijos viven en Suiza en condiciones tales que me resulta una empresa dificultosa ir a verlos. Una persona como yo piensa que lo ideal es estar con los suyos en su casa, dondequiera que sea; y en este caso tuyo no tiene derecho de dar consejos. Me interesaron mucho tus observaciones acerca de la movilidad de los iones; las creo acertadas. Cuando tengo algún rato suelo cavilar en el problema de los cuantos desde el punto de vista de la relatividad. No creo que pueda evitarse la teoría del continuo. Pero
  • 47. no me quiere salir bien mi idea favorita: entender la es­ tructura de los cuantos mediante la superabundancia o redundancia de determinación empleando ecuaciones diferenciales. Esperando que ésta os encuentre a los cuatro nueva­ mente en buen estado de salud y de humor, os saluda cordialmente, vuestro Einstcin [14] 3 DE MARZO DE 1920 41 Al final nos decidimos por Gotinga. Fui a Berlín a nego­ ciar con el Ministerio de la Enseñanza y expuse al con­ sejero ministerial Wende que no me sentía capaz de encar­ garme al mismo tiempo de la física teórica y de la experi­ mental, pero que estaba dispuesto a ir a Gotinga si ponían un físico experimental que estuviera en contacto conmigo. Wende dijo que no había puesto disponible, que ya se había decidido el presupuesto para el año en curso y que era muy improbable que se aprobara una nueva cátedra para el ejercicio del año próximo. A manera de prueba me dio un libro grande y gordo que contenía los cálculos presupuestarios del Ministerio, y me dejó solo. Examiné atentamente las páginas que se referían a la física en Go­ tinga y descubrí lo siguiente: había dos puestos de profesor extraordinario, uno para Voigt y el otro para Pohl. Uno de ellos llevaba la siguiente nota: "A abolir a la muerte del titular”. Voigt acababa de morir, pero la nota no estaba bajo su lugar, como debería, sino bajo el de Pohl... que estaba bien vivo. Había, pues, un lugar disponible, el del difunto Voigt. Cuando Wende volvió le enseñé lleno de alegría cómo estaban las cosas. Pero él se encogió de hom­ bros y dijo que sin duda se trataba de un error del em­ pleado, porque el puesto de Voigt sólo se había previsto para la duración de su vida. Pero yo insistí enérgicamente en la letra del texto, tanto que al fin Wende declaró que él no podía echarse aquella responsabilidad encima y debía consultar a sus superiores. Llegaron el ministro, profesor Becker, y el director ministerial, profesor Richter. Cuando les hube explicado el asunto se rieron y Becker dijo: “Bue­ no, como todavía estamos en revolución [era en 1920], puede hacerse algo. Nos atendremos a la letra, y les ruego
  • 48. hagan proposiciones para el segundo”. Entonces yo acepté el puesto; pero no fui ordinario sino, como el nuevo pro­ fesor experimentador que iban a nombrar, extraordinario. Pero al año siguiente los tres, Pohl, el nuevo y yo, pasamos a ordinarios. La designación del nuevo me costó algunos dolores de cabeza. Seguí mi instinto para lo que más importaba en principio y propuse a mi antiguo amigo James Franck, cu­ yos experimentos sobre la excitación de espectros lineales atómicos mediante la colisión electrónica, realizados en colaboración con Gustav Hertz, yo admiraba mucho, por­ que confirmaban las hipótesis, fundamentales y revolucio­ narias, de la- teoría atómica de Bohr y eran así una de las bases de la física cuántica. Había elegido bien, como lo demostraron no sólo la otorgación a Franck y Hertz del Premio Nobel en 1925 sino también el esplendor de la física experimental en Gotinga en los doce años siguientes (1921-1933). Todo se debió al error de un burócrata. Termina la carta con dos observaciones de física. La pri­ mera es relativa a un trabajo mío y la segunda, más impor­ tante, contiene ideas de Einstein acerca- de la naturaleza de los cuantos. Mi trabajo sobre la movilidad de los iones se debía a excitativas del fisicoquímico de Frankfurt R. Lorenz. Se trataba del hecho de que los iones en solución acuosa, especialmente los monovalentes, tienen una extraña anomalía en el movimiento; parece como si los iones pe­ queños debieran ser más rápidos y los grandes más lentos, pero es todo lo contrario. Los químicos explicaban esto mediante la noción algo vaga de la hidratación. Yo logré afinar más la idea mediante la teoría de Debye de que las moléculas de agua son dípolos. El ión que las atraviesa hace girar los dípolos, con fuerza tanto mayor cuanto me­ nor es su radio. De esto hice una teoría general que, por analogía con la moderna- magnetohidrodinámica, puede lla­ marse electrohidrodinámica. Hice también que uno de mis discípulos, Lertes, demostrara experimentalmente un efecto simple (la rotación de una esfera llena de agua en un campo eléctrico giratorio). Años enteros pensó Einstein en explicar los cuantos den­ tro del marco normal de las ecuaciones diferenciales, com­ plementadas de tal modo que contuvieran una superabun­ dancia de determinación. Con frecuencia hablamos de 4Z [14J 3 DE MARZO DE 1920
  • 49. 43 ello. Aunque no resultó nada, él creía tanto en la bondad de su idea que se aferró a ella- incluso después de descu­ bierta la mecánica cuántica. Seguramente tenía relación con esto su rechazo de dicha mecánica. Lo que hace particularmente valiosa para mí esta carta es la luz que arroja sobre la vida y la personalidad de Einstein. A continuación, una tarjeta postal de Berlín. [15] [15] [sin fecha] Querido Born: Por este mismo correo te envío el ejemplar que me que­ daba del trabajo que me pediste. Salió muy manchado de las prensas de Teubner. M e gustó mucho tu librito sobre la relatividad. Perdona que no te haya escrito a pesar de toda tu amable correspondencia. La culpa la tiene el picaro del cartero. ¿Cómo van las cosas en Gotinga? El trabajo de Debye es muy bueno. Cordiales saludos de tu Einstein Saluda a tu señora de mi parte. Todavía no puedo volver a Frankfurt. Ojalá podamos vernos aquí antes. Mi libro sobre 1a- relatividad surgió de las conferencias que ya dije había dado en Frankfurt. Era la época en que la inflación de la moneda alemana empezaba a paralizarlo todo. Mi ayudante Otto Stern, pronto ayudado a su vez por Walther Gerlach, que tenía a Wachsmuth por su­ perior en el instituto experimental vecino, trabajó en el experimento, que se hizo famoso, destinado a demostrar directamente el extraño efecto espectroscópicamente obser­ vable de la cuantización direccional de los átomos en el campo magnético con ayuda de los rayos de átomos de plata. Yo mismo experimenté algo con mi ayudante, la señorita Elisabeth Bormann, con rayos de átomos de plata a fin de determinar por medición directa los recorridos libres de los átomos. Pero nuestro presupuesto no era su­
  • 50. ficiente, debido a la desvalorización de la- moneda. En aquel tiempo, todo el mundo se entusiasmaba con la teo­ ría einsteiniana, sobre todo después que el astrónomo inglés sir Arthur Eddington anunciara en la Royal Society que la predicción hecha por Einstcin acerca de la desviación por el sol de los rayos luminosos de las estrellas había sido confirmada por una expedición inglesa que él dirigiera. Yo aproveché aquel interés general por Einstein para dar conferencias, cobrando la entrada, en beneficio de mi Ins­ tituto. Hubo buen público y buenas entradas, y así pudi­ mos proseguir nuestros experimentos. Después decidí nacer un libro con el texto de las conferencias. El mismo Ein­ stein leyó las pruebas corregidas y dio su acuerdo a mi modo de presentar las cosas. No tardó en conocer el libro, y tuvo mucho gusto en ello, como lo prueba la tarjeta pos­ tal anterior. Se hicieron tres ediciones del mismo en poco tiempo. En 1962, o sea 44 años después, apareció en inglés en una edición en rústica algo modernizada y puesta al día, y en 1964 salió en una edición semejante en alemán. La tarjeta siguiente es de Cristianía y está dirigida a mi esposa, con el pésame por la defunción de la madre de ella. Había muerto en nuestra casa de Frankfurt, de lo que en­ tonces se llamó gripe asiática, que azotaba a toda Europa. Debajo de lo escrito por Einstein hay un par de líneas de su hija política Ilsc. 44 [16] 18 DE A BRIL DE 1920 [16] Cristianía, 18 de abril de 1920 Querida señora de Born: La noticia del amargo trago que acaba usted de pasar me conmovió porque yo sé lo que es ver a su madre sufrir la mortal agonía sin poderla socorrer. No hay consuelo para eso. Y todos tenemos que pasarlo, por­ que está indisolublemente ligado a la vida. Pero hay una cosa: la amistosa unión y el ayudarse mutuamente a llevar la carga. Hemos tenido juntos bellas experien­ cias, y no debemos entregarnos a una morbosa apatía. Los viejos muertos siguen viviendo en los jóvenes. ¿No lo siente usted cuando en su duelo contempla a sus hijos? Estoy aquí con Ilse y dando un par de conferen-
  • 51. cías a unos estudiantes, gente viva y simpática. Además, está la maravillosa naturaleza que nos rodea y una ola de calor verdaderamente formidable, que no hubiéramos sospechado pudiera darse aquí. Saludos de todo cora­ zón a usted y Max. Suyo, Einstein Querida señora de Born: Quiero decirle que yo también la acompaño en su dolor y la recuerdo con toda sim­ patía. Suya, Ilse Einstein [17] 21 d e j u n i o d e 1920 45 La primera carta mía que se conserva no está dirigida a Einstein sino a su esposa; no requiere comentario, como tampoco mi carta siguiente a Einstein. [17] Frankfurt a. M ., 21 d e junio d e 1920 Querida y estimada señora de Einstein: Envié su amable carta a mi esposa, a Leipzig, donde está con su padre. Las últimas semanas fueron muy tristes y me resultan indescriptibles. Hedí acabó por caer agotada a consecuencia de la emoción, el dolor y la fatiga. De todos modos, fue a Leipzig, pero allí hubo de encamarse para restablecerse. Según parece, ya va mejor. Ahora me llegó una tarjeta de Albert, procedente de Cristianía, con amabilísimas palabras, como él sólo sabe hallar. En ella puso también algo la señorita Ilse. Quiero pedir a usted un favor. Usted sabe que he escrito un libro bastante voluminoso de divulgación acerca de la teoría de la relatividad. Contiene también una pequeña descripción de la vida y la personalidad de Albert. Yo quisiera que usted recibiera las prue­ bas de manos del doctor Berliner y leyera el pequeño I resumen biográfico, que si bien lo he escrito con el corazón no sé si tenga el tono justo. Y quién sabe
  • 52. 46 si no contenga también algún error material. Le agra­ decería una crítica sin miramientos, así como la even­ tual propuesta de alguna modificación. Lo que más quisiera evitar es que la gente diga que estoy incen­ sando al ídolo. Y Albert tampoco lo necesita. Le ruego me envíe su opinión cuanto antes. Otro ruego. Dentro de unos días recibirá Albert las segundas pruebas con figuras. Como es natural, me interesa mucho que Albert lea o por lo menos hojee el libro antes de que lo impriman, y quizá que proponga alguna modificación. Es probable que ahora sea difícil llegar hasta él, y necesito tener pronto las pruebas de vuelta, porque la imprenta no puede esperar. Le ruego haga lo posible por que él reciba las pruebas cuanto antes, que las lea lo antes posible y que usted me las devuelva por correo expreso. Le agradeceré mucho bus­ que una foto de Albert para el libro y me la adjunte. Mis pequeñuelos son seres suaves y encantadores y me llenan de sol. La cuestión “Gotinga o no” nos preocupa lo inde­ cible. Seguimos sin decidirnos. Si usted sabe lo que debemos hacer, aconséjenos. Con los más cordiales saludos, y para su hija tam­ bién. Suyo sinceramente, M. Born [18] 16 DE JU L IO DE 1920 [18] Instituí für Theoretische Physik der Uráversitát Frarikfurt a. M. . R obert Mctyer Str. 2 16 de julio de 1920 Querido Einstein: Lo más probable es que vayamos a Gotinga, es decir, si a Francle le ofrecen la cátedra y la acepta; la Fa­ cultad ya lo ha propuesto. Ahora se agudiza la cues­ tión de mi sucesor. Schcenflies quería escribirte para pedirte tu dictamen. Yo, naturalmente, querría a Stern.
  • 53. 47 Pero Wachsmuth no; me dijo que apreciaba mucho a Stern, “pero tiene un espíritu analítico tan judío.. Por lo menos es eso antisemitismo declarado. Pero Schoenflies y Lorenz quieren ayudarme. Wachsmuth propone a Kossel, y eso me parece muy malicioso, ya que nada puede decirse contra éste, como no sea que ignora las matemáticas, pero eso no es pecado. Stern ha hecho subir a nuestro Instituto y eso hay que agra­ decérselo. Y naturalmente, yo no necesito explicarte a ti lo que vale Stern. Entran además en consideración Lenz y Reiche, y tal vez algún advenedizo. Embarras de richesse.9 Pregunté a Laue su opinión, y tal vez se­ ría bueno que tú hablaras con él al respecto, para que no se contradigan vuestros juicios. Ahora estoy traba­ jando muy poco; me encuentro perezoso. Los únicos experimentos que continúo celosamente son los rela­ cionados con los recorridos libres de los átomos de pla­ ta. Mi ayudante me es muy útil. Hemos montado ya el aparato, pero por desgracia las mediciones no las tendremos antes de las vacaciones. El 6 de agosto sa­ limos para el Tirol meridional, para Sulden, en Italia; ya estoy otra vez impaciente por apartarme de todo y contemplar algo bello. M i esposa ya se ha repues­ to bastante de lo que pasó con la muerte de su ma­ dre. Salimos de excursión con frecuencia, y eso le sien­ ta muy bien. Mañana vamos al Rin, que ella no conoce. Los niños, bien. Desgraciadamente, se pos­ pone interminablemente la decisión acerca de Gotin- ga. Todavía no hemos encontrado casa allá. M i esposa piensa ir la semana próxima y buscar un acomodo. ¿Vendrás algún día al sur? Quisiéramos tanto verte y hablar contigo... Con cordiales saludos para tu amable señora y las damitas. Tuyo, Max Born [18] 16 DE JU L IO DE 1920 0 Problema de abundancia (en francés en el original), [t .]
  • 54. Sigue ahora la primera carta que se conserva de nn es­ posa a Einstein. Tampoco de ella hay nada que decir, salvo quizá que Einstein la apreció mucho, como se des­ prende de varias cartas siiyas posteriores. Tal vez fuera ella, con su calor y hondura, la causa de que en adelante (era mediado el año de 1920) se conservaran nuestras cartas. 48 [19] 31 d e j u l i o d e 1920 [19] Frankfurt a. M., 31 de julio de 1290 Me encarga Max le dé calurosamente las gracias por su carta; es muy importante su juicio para él porque Wachsmuth está agitado contra Stern por razones an­ tisemitas. Por eso Epstein, que además de judío es po­ laco, sería aún más fuertemente rechazado. Max está trabajando con mucha aplicación; su experimento (¿diá­ metro atómico d e...?) está al fin en marcha, y se la pasa en el Instituto hasta las 8 de la noche, haciendo mediciones. Nos produce gran alegría el que venga us­ ted a Nauheim, y espero que viva con nosotros unos cuantos días. Ahora, después de la muerte de mi ma­ dre, estoy muy necesitada de las relaciones verdadera­ mente cordiales que me queden. Cuanto más se aleja de nosotros la hora de su defunción, más fuerte se hace mi nostalgia por su pérdida y más oscuro e in­ comprensible parece el enigma de la muerte. El aca­ bamiento de una personalidad tan marcada y la súbi­ ta extinción de la vida de una persona es una cues­ tión tan martirizante que uno se pregunta cómo pue­ de seguir viviendo sin estar con la constante preocu­ pación de ese problema. Pero eso le enseña a uno a vivir de forma más consciente, a sentir más honda y fir­ memente y a apegarse a lo que uno tiene. De no ser así, nos hundiríamos en las ideas pesimistas y amargas de la M aikaferkom odie, de Widman. ¿La conoce? Siem­ pre la recuerdo cuando me ataca la primera amargura del dolor. Vivimos convencidos de que siempre es mayo y el mundo entero está lleno de jugoso verdor, jo­ ven y sabroso, que está ahí precisamente para nosotros,
  • 55. y de repente, con increíble rapidez, se rompe uno la pierna y se encuentra cojeando, harto de la vida, en el camino lodoso y lleno de lluvia. Así pensaba yo antes. Pues bien, ahora estoy yo en el lodazal, pero veo que todavía es mayo y que no debo dejarme ofuscar... Gotinga está ya decidido, pero no se ven perspecti­ vas de alojamiento y tal vez estemos todavía el invier­ no aquí, porque el Ministerio sigue en cámara len ta... Otra cosa: Max quiere parar dos días en Nauheim para poder pasar la tarde con sus colegas. ¿Gustaría usted de hacer otro tanto? ¿O preferiría ir desde acá cada día (1 hora de viaje)? ¿Le rentamos una habita­ ción para varios días, y cuántos? Pero en todo caso, antes y después parará usted en esta su casa. De eso ni Dios lo salva. El 6 de agosto salimos para el Sul- denhotel, en Sulden (Tirol italiano), pasando por Mu­ nich, Merano y Bolzano, debidamente provistos de pasaportes y liras. Su esposa quería escribirme cuando fuéramos al sur. ¿Cómo les va, a ella y las hijas? Cordialísimos saludos para todos de estos sus since­ ros amigos, Max y Hedí Born [20] 8 DE SEPTIEM BR E DE 1920 49 Con la siguiente carta, mi esposa inició una discusión con Einstein a propósito de la “publicidad” y de la con­ ducta de él frente a los ataques o las alabanzas. En la pri­ mera de estas cartas se echa de ver ya que nosotros dos, y sobre todo Hedi, no estábamos de acuerdo con su reac­ ción a tales plagas. Todavía creíamos en el “retirado templo de la ciencia”, como decía Hedi. De aquí nació un verdadero conflicto, como se verá por las siguientes cartas. [20] Cronstettenstr. 9, 8 de septiem bre de 1920 Querido señor Einstein: ¿Cuándo viene a Nauheim y qué días lo tendremos
  • 56. I con nosotros? No le diremos a nadie que está usted aquí y, si usted lo prefiere, estará de incógnito. Pabli- to Oppenheim todavía parece estar de viaje. Le ruego nos envíe una tarjeta para comunicarnos sus planes. Acerca de las bajas querellas con que lo atormentan le diré que estamos de todo corazón con usted. De- i muestra hasta qué punto lo habrán hecho enojar el paso, bastante ajeno a su modo de ser, que dio usted con aquella malhadada respuesta que publicaron los periódicos. Quienes lo conocen sufren por usted, por­ que notan hasta qué punto lo han lastimado esas in­ fames provocaciones. Pero quienes no lo conocen se hacen de usted una idea falsa. Eso también duele. Espero que vuelva usted a ser el antiguo Diógenes y I se ría de los animales que tratan de babosear su to­ nel. El que la gente pueda todavía decepcionarle o hacerle perder la calma no concuerda con la imagen que de usted tengo, junto con la de algunos otros, en el altar privado de mi corazón. Si usted hubiera podido hallar en la agitación de la gente las mismas ilusio- I nes, la misma paz y felicidad que en el retirado tem­ plo de la ciencia (vea su conversación con Planck), I no se hubiera recluido en éste. Por eso, si las sucias aguas del mundo lamen los escalones de su templo, cierre la puerta y confórmese con reír. Y dígase que no fue en balde haber entrado en el templo. No se encolerice. Siga siendo el santo del templo y ... quéde­ se en Alemania. En todas partes hay basura, pero no predicadoras tan entusiastas y sabidillas como esta su devota, Hedí Born I ¡Ojo! Quiero pronto noticias de usted o de su señora esposa Elsa, a quien saludo cordialmente. En caso contrario me haré miembro de la Antirrelatividad, So­ ciedad de Responsabilidad Limitada, o si no fundaré una empresa rival. Tiene usted absolutam ente que leer L a casa y el mun- , 50 [20] 8 DE SEPTIEM BR E DE 1920
  • 57. do, de Rabindranath Tagore, la obra (novela) más bella que he leído desde hace tiempo. [21] 9 DE SE P TIE M B R E DE 1920 51 [21] 9 de septiem bre de 1920 Queridos Borns: No sean muy severos conmigo. Todo el mundo tiene que sacrificar alguna que otra vez ante el altar de la tontería, para deleite de los dioses y del género huma­ no. Y yo lo hice a fondo con mi artículo. Lo prueban todas las cartas de mis amigos queridos, que son de rara concordancia. Un ingenioso conocido dijo última­ mente: “Con Einstein todo es publicidad; su truco más reciente y astuto es la Weyland, S. de R. L.” Así es, o por lo menos lo parece. Como aquel de la fábula, que todo cuanto tocaba lo transformaba en oro, en mí todo se vuelve pregón periodístico: suum cuique. En el primer momento del ataque pensé probable­ mente en la huida. Pero pronto volvieron el entendi­ miento y la antigua flema. Hoy solamente pienso en comprar un barco de vela y una casita rústica junto al agua, cerca de Berlín. Si me quieren, llego el 18 por su casa de ustedes. Pero si he de vivir en Nauheim mientras dure esa asam­ blea científica te ruego, Born, que vivamos bastante cerca uno del otro. No dispongo nada desde aquí por­ que tú estás en mejores condiciones de juzgar lo que más conviene. De todos modos, si es posible quisie­ ra vivir un poquito con vosotros, para poder charlar con mi encantadora corresponsal, porque por escrito no me sale tan bien: mi tinta lo emborrona todo fa­ talmente. Else también viene, pero se quedará con los Oppenheims. El 28 hemos de estar en Stuttgart, por­ que tengo que dar allí una conferencia a beneficio de un observatorio nacional. D e ahí iremos a Suabia, donde me reuniré con mis hijos. Os saludo de todo corazón. Vuestro, Einstein
  • 58. La tan mencionada asamblea de la sociedad de médicos y científicos de Alemania se celebró en Nauheim en sep­ tiembre de 1920. Allí se produjo un grave choque entre Einstein y sus contrarios por motivos nada científicos y sí muy relacionados con el antisemitismo.10 Según había­ mos convenido, Einstein estuvo viviendo con nosotros en Frankfurt, en la calle de Cronstetten; cada mañana íba­ mos en tren a Nauheim, y volvíamos en la noche. En la sección de física lanzó Philipp Lenard rudos y malintencio­ nados ataques contra Einstein, de tendencia abiertamente antisemita. Einstein fue arrastrado a replicar enérgicamen­ te y creo recordar que yo lo secundé. En una carta pos­ terior (26) vuelve Einstein a este incidente para lamentar el haberse dejado llevar por la excitación y haber perdi­ do el sentido del humor. A partir de entonces, Lenard no dejó de atacar sistemáticamente a Einstein. Inventó la diferencia entre física “alemana” y física “judía”. Él y otro físico de relieve, Johannes Stark, ambos posterior­ mente premios Nobel, fueron con los nazis los principales en la administración científica y en el alejamiento de to­ dos los sabios judíos. Fue entonces, en Nauheim, don­ de por primera vez se esbozó el gran peligro del anti­ semitismo. A continuación, una candorosa carta de mi esposa. 52 [22] 2 DE OCTUBRE DE 1920 [22] Frankfurt a. M., 2 de octubre d e 1920 Querido Einstein: A juzgar por su tarjeta, Hechingen debe ser un lugar encantador, un nidito de ensueño, perfectamente apro­ piado para calmar la agitación que, para dolor nues­ tro, se vio usted obligado a sufrir aquí, en Nauheim. No queremos turbar su “conciencia dormitante” ni siquiera con efusiones escritas; a veces es bueno que hasta los amigos salgan de la conciencia de uno, y ten­ go la impresión de que es precisamente ahora cuando 10 Compárese al respecto la correspondencia de Einstein con Amold Sommerfeld, entonces presidente de la Sociedad de Fí­ sicos Alemanes (Basilea, 1968). [r.1
  • 59. nosotros debemos desaparecer. En verdad, nada hay más insoportable que la “compasión”, que es una in­ trusión en la vida del amigo, un desnudamiento del alma de que después es necesario avergonzarse. Antes, pues, de que nos esfumemos como el diverti­ do monigote del guiñol tenemos otras dos instancias que hacer, y de cuyo cumplimiento la encargamos, querida Elsa, o sea de que se las recuerde a su marido de vez en cuando: 1. Que Albert escriba a la seño­ ra de Hoff, Güntersburg, Allee 57. No sería realmente una pérdida de tiempo, porque las personas así no abundan. 2. Parece que mi marido tiene ganas de degollar el becerro de oro norteamericano y dando conferencias allí sacar bastante para hacerse una casita a su gusto en Gotinga. Dado caso de que tuviera usted la opor­ tunidad de proponer a alguien, le ruego se acuerde de Max. Podría ponerse en viaje en febrero, marzo o abril, y así saciaría su anhelo de Broadway (amor que no en­ tiendo, pero disculpo). Y ahora sí, sin hacer más ruido, desaparecen las dos marionetas, Max y Hedí Born, hasta que las vuelva a sacar usted del cesto de los juguetes. [22] 2 DE OCTUBRE DE 1920 53 No veo por qué se entendía que yo tuviera “anhelo de Broadway”. De todos modos, aquel viaje a los Estados Unidos no se realizó. La carta siguiente vuelve al tema de la “publicidad”, ya decentado. A Einstein le habían reprochado sus ene­ migos en Nauheim el buscar la propaganda y tratar de que su fama se extendiera por todas partes. Ya habíamos tratado de esto con Einstein en las noches cuando vol­ víamos de Nauheim y comentábamos los sucesos del día. Nos parecía demasiado condescendiente con los periodis­ tas, quizá en parte porque a su mujer, como es natural, le agradaba la popularidad del marido.