1. EL AGUA DE LA VERGÜENZA.
Los planes de cuenca y las comunidades autónomas.
Miquel Camps. Responsable de Política Territorial en el GOB de Menorca. Enero 2011.
El 2 de diciembre de 2009, finalizó el plazo para que las diferentes comunidades autónomas o
cuencas hidrográficas aprobaran los nuevos Planes Hidrológicos, de acuerdo con lo que marca la
Directiva europea del Agua y su correspondiente transposición en la Ley de Aguas española. Todas
las comunidades y cuencas han incumplido y siguen incumpliendo a dia de hoy dicho
compromiso. Y los borradores más avanzados (como el de Baleares, que aquí se comenta)
pronostican importantes contradicciones con la normativa europea.
El agua sigue protagonizando polémicas, al tiempo que nuestras autoridades se resisten a aplicar los
criterios europeos, que pasan de la oferta de agua sin límites, a la visión ecosistémica que permita
conservar las funciones ambientales del ciclo hidrológico.
Si Daimiel o Doñana se están viendo seriamente afectados por extracciones abusivas de agua, en
una situación todavía más delicada se encuentra Baleares, con una geografía per permite poca o
nula capacidad de almacenar agua superficial (sólo en localizados puntos de Mallorca), con el
abastecimiento principal basado en acuíferos que llevan décadas bajando de nivel, y con una
creciente problemática de contaminación por exceso de nitratos.
Pero no parece que se haya aprendido ninguna lección. Será el electoralismo o serán las presiones
de grupos de interés, pero el borrador del nuevo Plan Hidrológico de Baleares, incluye en su
Normativa, el siguiente desiderato: “Evitar que se produzcan estrangulamientos en el desarrollo de
cualquier actividad sectorial por limitaciones derivadas de la insuficiencia de recursos para atender
las correspondientes demandas”.
Esa es justo la política que se ha venido llevando a cabo desgraciadamente, no sólo en Baleares y
que nos está llevando al colapso de los ecosistemas ligados al agua. La enorme permisividad en la
perforación de pozos ilegales, en la aparición de nuevos regadíos que no constan ni cotizan como
tales, la dejadez en la correcta gestión de purines agrícolas de las grandes granjas, en la
administración de abonos excesivos en zonas de agricultura intensiva, en fosas sépticas de viviendas
que filtran de manera constante al subsuelo... son actitudes que responden a la directriz de no poner
límites, a la aplicación de un liberalismo ambiental exacerbado.
La Directiva Marco del Agua (DMA) representa una oportunidad para cambiar las cosas. Se trata de
un marco legal, de obligado cumplimiento, que permitiría ir reconduciendo esa gran paradoja de la
civilización actual, una antilogía ciertamente vergonzante: a los niños que comienzan su ciclo de
vida habrá que explicarles que la generación con más conocimientos científicos y técnicos, y con el
acceso a la mayor cantidad de recursos económicos que se haya conocido, ha agotado, en cuarenta
años, las reservas de agua dulce que se habían preservado a lo largo de todos los siglos y todas las
civilizaciones anteriores.
Estamos secando fuentes, ríos, marismas y acuíferos, asentados en un discurso que no tiene futuro.
Esa política no nos sirve. No sirve a los intereses generales y contradice frontalmente las leyes
vigentes. Está jugando con elementos esenciales para el territorio. Ojalá que en 2011 aparezcan los
nuevos Planes Hidrológicos que respondan a su etimología: la ciencia del agua. Ojalá que sea el año
de abandonar retóricas populistas y aplicar sensatez. Ojalá, porque el agua se nos va.