Porqué y cómo limpiar las aguas del ebro en zaragoza
1. PORQUÉ Y CÓMO LIMPIAR LAS AGUAS DEL EBRO EN
LA CIUDAD DE ZARAGOZA
LA CONSERVACIÓN DE LOS SOTOS EN EL AÑO INTERNACIONAL DE LOS BOSQUES
Muchas personas consideran que gran parte de los problemas asociados a la
contaminación que arrojamos a la cuenca del Ebro quedan resueltos con la instalación
de depuradoras y eliminación de vertidos; como los famosos del antiguo matadero y
del Mercado Central en Zaragoza que arrojaban directamente al río, en un caso la
sangre y restos del animal sacrificado, en otro los restos de frutas, verduras y
menuceles que se iban flotando río abajo a su salida del colector situado junto al
actual Puente de Santiago.
La tecnología lo puede todo pero esto es sólo una apariencia. Resuelve el exceso de
materia orgánica digerida en la planta depuradora dejando por contrapartida un exceso
de coliformes en el río. Limpia -al nivel que puede- grasas y aceites, y separa los
sólidos (entre ellos los palillos de algodón, toallitas de limpieza, pañuelos de papel,
compresas…) de personas que por falta de hábitos ambientales, los arrojan a los
inodoros como si estos fueran cubos de basura. Pero una depuradora no limpia los
llamados contaminantes emergentes –restos de fármacos y de drogas orgánicas- y ni
siquiera el exceso de fosfatos incorporados a los productos de limpieza porque
nuestras depuradoras no llevan tratamientos de estos productos, de forma que arrojan
cientos de metros de espuma a partir del emisario de aguas al río.
Añadido a estos problemas, está que recibimos agua de mala calidad con un gran
exceso de sales, unas de procedencia natural del sustrato de yesos de la depresión
del Ebro y otras que provienen de la contaminación difusa que dejan los restos de
fertilizantes y pesticidas usados en la agricultura.
A ello hay que añadir los residuos altamente contaminantes usados como motas en el
antiguo barrio de La Química y en el barrio de Movera con los montones de escoria de
fundición en la salida del Ebro aguas abajo de la ciudad de Zaragoza.
Para completar, hay una cantidad de sólidos que las aguas arrastran flotando y que
provienen de cantidad de cursos de agua que vierten en el río sin control alguno. La
imagen de un río vacío de agua nos haría descubrir los millones de objetos que
quedan almacenados en el fondo de los embalses de Mequinenza o Ribarroja por no
hablar de los millones de kg de contaminantes desprendidos en el agua que arrojamos
al Mediterráneo, rebautizado con mucha razón como ‘Mare Porcum’.
Ejemplos de envases de agua embotellada, productos de limpieza, fitosanitarios de
agricultura… se almacenan por toneladas en algunas zonas de las orillas a la salida de
la ciudad. Allí se pueden encontrar palets, ruedas de camión, toneles, cocinas,
lavadoras, juguetes y miles y miles de plásticos adheridos a las ramas de los árboles,
millones y millones de partículas de poliespan que impregnan todo. Incluso nos
podemos encontrar algún pingüino de la Expo 2008.
Las mejanas Ebro a la salida de Zaragoza, las playas de grava de Cantalobos, los
escorrederos de la acequia del Rabal en Juslibol, el soto del Francés, el extremo este
del soto de La Cartuja, pero especialmente el soto de Villarroya, almacenan estas
decenas de toneladas de basura.
2. Como en los vertederos industriales, el río deposita capas entremezcladas de residuos
y manto vegetal. Si hiciéramos una cata, encontraríamos varios metros de profundidad
de residuos en estos sotos y mejanas del Ebro.
Todo esto es consecuencia y exponente de nuesta manera de producir y consumir.
Todo ello envenena nuestros ecosistemas, toda nuestra vida acuática se ve
profundamente alterada cuando no en trance de desaparición.
Por ello el domingo 8 de mayo pasaremos un día de fiesta. Sí,
de fiesta, porque primero contribuiremos a mejorar un soto, en
el Año Internacional de los Bosques. Segundo, lo haremos
entre amigos y diferentes tipos de colectivos: vecinales,
ecologistas, discapacitados, excursionistas, ciclistas…. Y
tercero, nos quedará un tiempo para pasear y disfrutar de las
excelencias de este soto a la vez que charramos y almorzamos.
PAPEL DE LOS BOSQUES DE ZARAGOZA EN ESTA DEPURACIÓN DE
AGUAS
Los bosques del Ebro y del Gállego en la ciudad de Zaragoza son bastante
desconocidos. Si hiciéramos una encuesta entre los ciudadanos, probablemente
citarían el de Cantalobos y el de Ranillas, pero la gran mayoría desconocen el de
Partinchas, Mejana de Santa Catalina, Alfocea, Torre Arqué, Villarroya, Picatiel, La
Cartuja, Francés, y así hasta 20 bosques que hay en Zaragoza y sus proximidades si
incluimos los del Espacio Natural de La Alfranca.
Los hay de diferentes formas: islas como Santa Catalina y Ranillas; otros de gran
espesura como Cantalobos y Partinchas; algunos adehesados como Villarroya y
Picatiel con inmensas capas de prados del tamaño de varios campos de fútbol.
El tipo de arbolado es muy variado. Hay saucedas como en Partinchas, otros como el
de Niss es un gran tamarizal. En el corredor donde iba a anillar Adolfo Aragüés hay
centenares de majuelos con una floración espectacular en el mes de abril. La mayoría
de ellos son alamedas y choperas con algunos fresnos y olmos que, por su
enfermedad, han ido en regresión constante.
Algunos sotos se pueden transitar fácilmente por las sendas abiertas por el ganado,
personas, o indebidamente por las bicicletas
Otros son selvas cerradas, como la isla de Ranillas o el soto de Torre Arqué, por
donde es imposible caminar.
Pero tan importante como la belleza de estos bosques de ribera es su contribución a la
funcionalidad y sostenibilidad del ecosistema fluvial.
Estabilizan las orillas por el entramado de las raíces de los árboles. Son como grandes
esponjas que retienen agua y nutrientes que van soltando al río en épocas de estiaje.
Limitan la velocidad de las avenidas minimizando sus efectos destructivos en cultivos y
en la propia ciudad. Filtran los contaminantes que llevan en disolución las aguas, con
un efecto depurador importante. Son depósitos de CO2. Suavizan la temperatura tanto
en el interior del soto como en el agua de las orillas por el sombreado que se realiza
3. sobre ellas. Al disminuir la temperatura del agua, se aumenta su oxigenación y se
favorece la vida acuática. Por último, los bosques de ribera son fuentes de
biodiversidad, refugio y alimento para centenares de especies animales.
La fauna que albergan es variada y espectacular: hasta doscientas especies de aves,
un número importante de mamíferos -jabalí, gineta, castor, nutria- anfibios, reptiles, y
una gran variedad de insectos.
En definitiva, los bosques de ribera mejoran de forma sustancial la calidad de las
aguas a su salida de Zaragoza, y éstas a su vez mejoran la calidad de nuestros
bosques.
IDEAS PARA REFLEXIONAR
Habría que mejorar la unión entre los sotos estableciendo corredores biológicos de
flora y fauna. Este efecto se podría llevar a cabo en la orilla derecha entre Cantalobos
y La Cartuja, reforzando líneas y parcelas de vegetación. En la orilla izquierda habría
que retranquear el espacio entre la desembocadura del Gállego y el Cuarto Cinturón,
de manera que además de eliminar las escorias tóxicas de antiguas fundiciones
traídas del Barrio del Picarral, se aumenta el vaso de evacuación para las avenidas y
por tanto la seguridad frente a las inundaciones en la ciudad de Zaragoza.
Estudiar, si es conveniente, el facilitar la entrada suave de caudales a los galachos, de
forma que el agua de los mismos se renovase y se revitalizase, retardando la
colmatación de estos espacios, que hoy por hoy están con poca oxigenación y
carentes de vida. De igual manera, habría que extender esta revitalización a las
madres del río y a los espacios públicos del Galacho de la Cartuja.
Así mismo, habría que valorar si las aguas salientes de la depuradora de la Cartuja,
antes de abandonarlas en el Ebro, se conducían a filtrar al soto contiguo y se
transportaban para regar todo el espacio existente entre el Soto del Francés y el
Galacho de La Cartuja, recuperando las antiguas acequias y facilitando el riego de las
repoblaciones de árboles que se han iniciado en ese espacio.
Estos lugares públicos, aguas abajo de la ciudad, además de ampliar los bosques de
ribera de la Reserva Natural de La Alfranca, tienen que constituir territorios de libertad
del río, para lo cual hay que facilitar la relación con él y de esta manera mitigar los
daños que las inundaciones aguas abajo pueden provocar.
El beneficio es mutuo. Por una parte, las aguas se depuran cuando transitan por los
espacios de gravas, galachos y bosques de ribera de sus orillas, y éstos se
rejuvenecen y se revitalizan con la afluencia del agua a este territorio fluvial.
Todo ello debe ir acompañado de una figura de protección para los 20 bosques de
ribera existentes en el Término Municipal de Zaragoza, los mejores en cantidad y
calidad de toda la Cuenca del Ebro. En el Año Internacional de los Bosques
esperamos del Gobierno de Aragón este reconocimiento que al menos salvaguarde la
integridad de estos espacios.
Y además de estas figuras legales de protección es necesaria una adecuada gestión
que en el proceder de responsables políticos, tanto del Ayuntamiento como del
Gobierno de Aragón, que hasta ahora es prácticamente inexistente.
4. Es necesario respetar la zonificación de usos que marca el PORN en la Reserva
Natural de La Alfranca. En el caso del Galacho de Juslibol y su entorno, habría que
impedir el paso de motos, quads y en algunos senderos de bicicletas.
La apertura de restaurantes y diferentes museos en el espacio de La Alfranca, a 300 m
de la cría de martinetes, creemos que no ha sido beneficiosa. De unas 180 parejas
que criaban hace 5 años, el año pasado solamente criaron 40 parejas, que han tenido
que trasladar sus nidos al Galacho de La Cartuja.
Es preocupante la evolución de la población piscícola, muy diezmada y alterada por la
introducción de especies foráneas.
Pero incluso la conservación de ciertos sotos, como el de Cantalobos que en gran
parte es propiedad del Gobierno de Aragón, están muy lejos de su estado óptimo. La
regulación de caudales ha llevado a que el freático del río en épocas de estiaje no
reporte agua a las raíces de los bosques de ribera y estos sufren estrés hídrico, con lo
que el arbolado se resiente y acaba por morir. De hecho, su supervivencia en las
últimas décadas se ha debido a los sobraderos de las acequias de riego, que en
bastantes casos se ha eliminado.
En definitiva, habría que integrar en una figura única los galachos y sotos de Zaragoza
y zona de influencia, velar por una gestión correcta con medios humanos y
económicos, y de esta manera conseguir tener unos bosques en buenas condiciones
ecológicas y trabajar porque ello repercuta en tener unas aguas de mejor calidad.
Mariano Mérida Salazar.
ANSAR – Proyecto VoluntaRíos.