El Rastro de Madrid es uno de los mercados más antiguos y emblemáticos de la ciudad, ubicado en el barrio de La Latina. Cada domingo y festivo, más de 1.000 vendedores ofrecen una gran variedad de productos entre el bullicio de los compradores. El Rastro se ha convertido en una tradición y cita ineludible para madrileños y turistas que buscan gangas y disfrutar de la atmósfera única de este emblemático mercado.
1. De origen medieval, el Rastro es uno de los mercados más antiguos de Madrid. La mezcla de vendedores y compradores, de madrileños y turistas ha hecho de él uno de los lugares más populosos de la ciudad. Para empaparse de su esencia, lo mejor es recorrer sus calles, confundirse entre el gentío, dedicarse al arte del regateo y dejarse cautivar por el ambiente. Es uno de los símbolos más emblemáticos de Madrid. La visita al Rastro es cita ineludible para el primer domingo que uno pasa en la ciudad o paseo habitual en las mañanas festivas de los madrileños. Ubicado en el entorno de la Ribera de Curtidores, el mercado engloba una gran manzana casi triangular delimitada por las calles de Toledo, Embajadores y Ronda de Toledo. Donde tiempo atrás se ubicaba el matadero y las cercanas tenerías, donde se curtía la piel de las reses, está hoy el zoco más castizo de España. Domingos y festivos, más de 1.000 vendedores ambulantes "abren sus puertas" a eso de las 9 de la mañana para hacer las delicias de propios y extraños ávidos de hacerse con cualquier chollo.
4. A mediodía, la popularmente conocida como Plaza de Cascorro -donde se erige la estatua de Eloy Gonzalo, un soldado madrileño que en 1897 prendió fuego, de manera heroica, a las casas del pueblo cubano de Cascorro- es ya un hervidero de gente. Un reguero de turistas y madrileños cumple con la mayoritaria costumbre de, tras salir del metro en la estación de Tirso de Molina, recorrer el mercadillo desde arriba hacia abajo. Desde Cascorro al Mercado de Puerta de Toledo.
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13. El Barrio del Rastro, conocido con ese nombre desde finales del siglo XV y principios del XVI, ya tenía la gran actividad comercial de los “ropavejeros”, vendedores de ropa vieja y usada, afincados desde el siglo XIV en la Calle de los Estudios y en torno a una manzana triangular de casas al pie de esta calle. Esta manzana ocupaba la parte alta de la actual Plaza de Cascorro. A finales del siglo XV empezaron a instalarse en esta zona los mataderos y las tenerías con los curtidores de pieles. Conviene saber que el Rastro pertenecía a los Barrios bajos, no tanto por su sociedad de bajo nivel económico sino porque, desde la Villa, su pendiente hacia el río Manzanares era y sigue siendo muy pronunciada.
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18. La palabra Rastro , con toda probabilidad, se refiere al hecho de que las reses dejaban un rastro de sangre después de ser degolladas y vendidas al por mayor. Lo confirman muchos autores como Cervantes y Covarrubias. Tanto Mesonero Romanos en El Antiguo Madrid como Hilario Peñasco y Carlos Cambronero en su libro Las calles de Madrid , sin negar el sentido tradicional de la palabra, señalan que este termino también significaba “ las afueras ” donde alcanzaba la jurisdicción de los alcaldes de la corte. Sin embargo, sigue vigente en la tradición popular que el Rastro debe su nombre al viejo matadero y a la marca de sangre de las reses. De hecho, Cervantes se alojó un tiempo en Valladolid en la Calle del Rastro de los Carneros situada al lado de un matadero y así llamada por la misma razón.
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25. Hay buen ambiente, mucho griterío, ganas de comprar y muchas más de vender. Es la feria más madrileña de la capital, el mercado de los mercados donde uno puede toparse con el barquillero y la organista que ambienta con su chotis la zona a la vez que con los más modernos del momento ojean tebeos (comics) antiguos.
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30. En el Rastro también hay calles temáticas, como la de San Cayetano, conocida como la de los Pintores, plagada de óleos, acuarelas o reproducciones de grandes obras de arte.
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36. Han cambiado los tiempos desde que el Rastro era terreno donde campaban pícaros y truhanes, también han cambiado los objetos expuestos a la venta pero permanece esa esencia propia de los mercados donde todo puede ser vendido y que recogían los autores decimonónicos Hilario Peñasco y Carlos Cambronero: "Allí, en confuso montón, aparecen revueltos un uniforme de miliciano y una vajilla desportillada, el retrato del duque de la Victoria y un capuchón de carnaval, una mantilla de casco y un espadachín del siglo XVIII; por eso el padre de familia, el comediante casero, la mujer hacendosa y el anticuario encuentran siempre en el Rastro algo que puede remediar sus necesidades de satisfacer sus aficiones". De Cascorro uno puede irse a casa con cualquier cosa imaginable. Desde ropa de primera y segunda mano, bisutería o cualquier recuerdo típico de Madrid, hasta objetos de almoneda o antigüedades que se muestran en algunas plazuelas y galerías. Pero también con lo que nunca imaginó ver a la venta: un plastiquillo que puesto bajo la lengua reproduce el canto de un pájaro, el mecanismo interno de una cerradura antigua o una pieza para una radio que se dejó de fabricar casi antes de que llegase a España el genial aparato.
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47. Tras el bullicioso paseo y saciadas las ansias de ganga, uno no puede marcharse de Cascorro sin consolidar esa actividad tan madrileña de comprar en el Rastro con un buen aperitivo en los bares y tascas que, abarrotados, se localizan por toda la zona. La castiza costumbre de salir de cañas tiene aquí su paraíso propio. Un vino, una cerveza o un vermú de grifo no serían lo mismo sin la inestimable compañía de una tapa de paella, una ración de caracoles o un bocadillo de calamares que ofrecen los locales de Ribera de Curtidores y las calles próximas.
48. El Rastro es Patrimonio Cultural del Pueblo de Madrid. Así lo declara la Ordenanza del año 2000, actualmente en vigor, que regula el Rastro de domingos y festivos y se refiere únicamente a la venta de los puestos desmontables que son la esencia de este mercado madrileño. El Rastro no es patrimonio del Ayuntamiento de Madrid. Sus sucesivos alcaldes no deben remodelarlo constantemente ni desplazarlo a su antojo cuando molesta sus proyectos urbanísticos. Su obligación es protegerlo con una seguridad ciudadana adecuada para los más de 100.000 visitantes que a él acuden cada domingo. El Pueblo de Madrid considera el Rastro como mercado emblemático de su ciudad y quiere conservarlo en su estado tradicional, es decir en la zona de la capital que siempre le correspondió, en su aspecto natural y espontáneo, en su desorden encantador. Es un mercado céntrico, de fácil acceso, a pie, en Metro o en autobús. Quien pasa por Madrid se reserva una mañana festiva para ir al Rastro de 9 a 15 horas. El público pasea, compra lo imprevisto junto con lo que busca, regatea un poco, va a beber un chato de vino con tapas en los bares de la zona y se muestra siempre alegre bajo el sol o la lluvia porque durante unas horas está en un mundo atractivo y diferente.