Juan Bautista predica la conversión en Judea y bautiza a la gente, cuestionando el estilo de vida de los fariseos y saduceos. Jesús pide ser bautizado por Juan para acompañar a los que han sentido el llamado de Dios y por la trascendencia colectiva del pecado. Después, Dios declara a Jesús como su hijo y manifiesta estar complacido con él.