1. Embarazo en la adolescencia
La mayoría de los embarazos complicados no son característicos de las mujeres que tienen
relaciones estables y hogares constituidos, sino de jovencitas que sin haber logrado la
terminación de su desarrollo físico están afrontando una situación que cada vez es más
común.
Anteriormente, la educación sobre la vida familiar de los adolescentes era responsabilidad de
la familia. A esto se añadían ritos de iniciación que preparaban a las y los jóvenes para una
vida responsable. Sin embargo, esto ya no es así: la mayoría de los jóvenes inician su vida
sexual antes de llegar a los quince años sin tener conciencia de los riesgos que implican las
enfermedades de transmisión sexual, ni de verse afrontando un embarazo cuando no tienen
la madurez física ni emocional para asumir la llegada de un hijo.
De acuerdo con las estadísticas de las autoridades de la salud, en Colombia cada año, cerca
de 400 mil jóvenes entre los 15 y 19 años se encuentran embarazadas o ya son madres. Así
mismo, se estima que los abortos en esas mismas edades bordean los 300 mil al año. Este
fenómeno está creciendo y no es responsabilidad única de los colegios: los padres y madres,
con la formación y ejemplo amoroso, son los que tienen que asumir el adecuado desarrollo de
la sexualidad de sus hijos e hijas.
Los embarazos durante la adolescencia se deben a menudo a la falta de información confiable
sobre salud reproductiva. Además, hay reserva entre los miembros de la comunidad y padres
y madres de familia a proporcionar educación sexual.
Según Profamilia, el 97,2% de las mujeres entre los 15 y 19 años conoce el riesgo del VIH
Sida. Sólo un poco más del 3% reconoce que puede contraer esta enfermedad.
Fruto de la inmadurez
En el embarazo en adolescentes están implicados factores socioculturales y económicos que
comprometen a la madre y a su hijo. En esta etapa, ocurren un conjunto de cambios
fisiológicos, sociales y emocionales, que de acuerdo con la edad de la adolescente y del
tiempo que ha transcurrido entre su desarrollo y el embarazo, pueden generar más o menos
complicaciones.
Por ejemplo si la adolescente tiene menos de 15 años existe mayor riesgo de aborto, parto
pretérmino, preeclampsia (la enfermedad más común en el embarazo de adolescentes)
o parto por cesárea por inmadurez fisiológica.
Si es mayor de 15 años, la embarazada tiene el mismo riesgo que una paciente adulta, excepto
si está mal alimentada o si se encuentra en situación de abandono por parte de su pareja o
familia. Lo más probable es que la adolescente no esté preparada para asumir
emocionalmente el compromiso de un bebé y necesite mayor apoyo. Por eso se necesita
fomentar la información y concientizarlos sobre la responsabilidad de su sexualidad.
2. Las consecuencias
Estos embarazos traen consigo gran cantidad de problemas escolares, dificultan la inserción
en el mundo laboral e interfieren con la posibilidad de conseguir ingresos suficientes. En el
aspecto educativo, las posibilidades de llegar a conseguir una buena formación en la madre
adolescente se ven disminuidas, porque son mucho más frecuentes los problemas escolares y
el abandono de los estudios.
El bajo rendimiento académico y las probabilidades de abandono escolar pueden acarrear
consecuencias sociales y económicas, como las relacionadas con la ausencia de
alternativas que un par de "niños padres" pueden tener para atender al menos sus
necesidades básicas y las de su hijo; debido a su bajo nivel de formación y a su habitualmente
escasa o nula experiencia laboral. La precariedad económica se mantiene incluso varios años
después del embarazo.
En cuanto al aspecto de las relaciones, ser madre puede ocasionar a la adolescente problemas
de rechazo social, no sólo por parte de su pareja, sino también por algunos de sus amigos,
vecinos o familiares. Esta situación priva a la madre joven de una parte muy importante de
sus fuentes de apoyo, esto hace más difícil que la joven establezca una relación de pareja
estable.
El fomento de una vida saludable
La mejor forma de evitar estas consecuencias, es conseguir que los adolescentes no se
impliquen en conductas que puedan suponer un riesgo de embarazo no deseado. El fomento
de estilos de vida saludables y una adecuada educación sexual desde la infancia, pueden
contribuir a ello.
Cuando la prevención ha fallado, convendría conseguir que el embarazo se detecte con la
mayor precocidad posible, ofreciendo a los adolescentes y a sus padres, la posibilidad de
conocer las alternativas que existen de forma que puedan tomar una decisión bien
fundamentada, teniendo en cuenta esta información y sus propias creencias.
Recuerde que estos casos también se deben a la falta de información confiable sobre salud
reproductiva.