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Quejas
   de
   Job
           El silencio de Dios…




JL
Caravias
El libro de Job enfrenta el problema del sufrimiento con absoluta honradez.
 Job es el prototipo del hombre inocente que sufre,
                           se pregunta por su dolor
                           y no admite soluciones piadosas.

  Sus cuestionamientos son muy serios:
¿Por qué sufre el inocente?
¿Es Dios el que manda sufrimientos como castigo?
¿Cómo se entiende su justicia cuando sufre un inocente?
¿Cómo se entiende que haya malvados que prosperan
        y buena gente lo pasa muy mal?
¿Es posible ser libre frente a Dios?
¿Se le puede pedir cuentas?
¿Es posible rebelarse contra Dios?

  Este libro es una ficción literaria, una especie de obra de teatro.
Posiblemente se escribió hacia finales del siglo IV aC., en época persa.
Job cree en Dios, pero no entiende por qué lo trata tan mal,
 y por ello se rebela en contra suya…
        Sus amigos le dan las respuestas clásicas de siempre,
                        y Job las rechaza con rabia.


  Los amigos piensan que Dios en esta vida
  castiga a los malos y premia a los buenos.
  Su intenso sufrimiento es señal de que Job es mala gente.

Ellos pretenden defender
la justicia de Dios
condenando a Job.


      Leamos, asombrados, las rebeldías de Job.
      Después escuchemos las respuestas de los cuatro “amigos”.
      Por último, asistamos al encuentro entre Job y Dios.
¡Maldito el día en que nací
y la noche en que se dijo:             ¿Para qué
Ha sido concebido un hombre!           dar la vida a un
 ¿Por qué no morí al salir del seno    hombre
 y no expiré cuando salía del vientre? que no encontrará
 ¿Para qué dar la luz a un             su camino,
 desdichado?                           ya que Dios lo
 Job 3,3.11.20                         tiene encerrado?


                                      Son los suspiros
                                      mi alimento,
                                      y se derraman como
                                      el agua mis lamentos,
                                      porque si algo temo,
                                      eso me ocurre, y
                                      lo que me atemoriza
                                      me sucede.
                                      3, 23-25
Las flechas del Omnipotente
están clavadas en mí,
mi espíritu bebe su veneno,
y los terrores de Dios
están alineados contra mí.
6,4
  ¡Ojalá se escuchara mi ruego
  y Dios me concediera
  lo que espero:
      aceptara aplastarme,
      y soltara su mano
      y me acabara!
      6,8s
                ¿Con qué fuerza    esperaré aún?
                ¿Acaso resistiré   como la roca?
                ¿Es mi carne de    bronce?
                Ya no encuentro    en mí fuerza que me salve
                y toda ayuda se    ha ido lejos de mí. 6,11-13
No callará mi boca,
sino que expresaré
       mis angustias
      y me quejaré
       a la medida
             de mi
         amargura.
                 7,11



      Mi alma está hastiada de la vida,
                       por lo que daré
               libre curso a mi queja,
           hablaré de mi amargura. 10,1
Tú me asustas con sueños
y me aterrorizas con visiones.
Preferiría ser sofocado:
la muerte antes que estos dolores.
Mira que desfallezco…

 ¡Déjame!
 Ves que mis días son un soplo.
 ¿Qué es el hombre para
 que te fijes tanto en él
 y pongas en él tu mirada,
 para que lo vigiles cada mañana
 y lo pongas a prueba
 a cada instante?               ¿Cuándo apartarás de mí tus ojos
                                y me darás tiempo de tragar mi saliva?
     Si he pecado, ¿qué te he hecho yo a ti,guardián de los hombres?
     ¿Por qué me has tomado como blanco de tus golpes?

                                     ¿En qué te molesto?
¿Por qué no olvidas mi falta y no dejas pasar mi pecado?
                                                            7,14-21
¿Cómo puede un hombre justificarse ante Dios?
Su corazón es sabio y su fuerza es enorme.
¿Quién le ha opuesto resistencia y ha salido triunfante?
9,2.4
Y si él acude a mi llamado, ¿podré estar seguro que me atenderá?
Él, que me aplasta sólo por un pelo
y que multiplica sin razón mis heridas,
que no me deja ni respirar con tantas amarguras que me hace tragar.

¿Recurriré a la fuerza? El es más        forzudo,
y si le meto pleito, ¿quién le hará      la citación? 9,16-19

                                         Pero,
                                 ¿realmente soy bueno?
                                  ¡Ni yo mismo lo sé!
                                    ¡Desconfío de mi
                                      existencia!
                                              9,21
Quiero decirle a Dios:
 No me condenes;
 dime por qué
 me has demandado.
¿Acaso te conviene
mostrarte duro,
despreciar la obra
de tus manos
y favorecer
el plan de los malvados?
10,2-3
         ¿Para qué andas rebuscando mi falta, indagando mi pecado,
         aunque sabes muy bien que yo no soy culpable
         y que nadie puede librarme de tu mano?
   Tus manos me han modelado, me han formado,
   y luego, enojado, ¿me quieres destruir?
                   Acuérdate que me amasaste como el barro
                   y que de nuevo me harás volver al polvo. 10,6-9
Estoy agotado, pero como un león me persigues,
te gusta triunfar sobre mí;
redoblas tus ataques
y tu furor aumenta
en contra mía;
tus tropas de refresco
me asaltan sin tregua.




¿Por qué me sacaste
del seno materno?
Habría muerto
y ningún ojo
me habría visto…

¿No son bien poca cosa los días de mi existencia?
Apártate de mí, para que goce un poco de alegría. 10,16-20
¿Por qué me
vuelves la cara
y me tratas como
a un enemigo tuyo?

¿Quieres asustar
a una hoja
que arrastra el viento
o perseguir a
una paja seca
tú, que dictas contra mí
amargas sentencias
y que me achacas los pecados de la juventud,
que colocas cadenas en mis pies
o que vigilas todos mis pasos
observando las huellas de mis pies?
13,24-27
He pasado a ser
objeto de risa
para mi amigo,
yo que clamo a Dios
y no me responde.




                        ¡Motivo de risa es
                      el hombre intachable!

  En cambio, las casas de los salteadores están en paz,
  y viven seguros los que enojan a Dios,
  los que tienen su Dios en su propia fuerza. 12,4.6
Contra sus “amigos”

      Ustedes no son más que charlatanes,
      todos ustedes son médicos que no sirven para nada.
      ¡Quién pudiera obligarlos a guardar silencio!,
      eso sería el único acto sabio de ustedes…

¿Acaso quieren defender a Dios
con argumentos falsos
y por él van a decir mentiras? 13,4-7

 Sus afirmaciones son como sentencias de ceniza
 y sus argumentos son de barro.
 ¡Cállense, ahora voy a hablar yo,
 venga lo que venga!
                                      Me lo jugaré todo,
                            llevando en la palma mi vida.
                                                   13,12-14
Contra sus “amigos”
 ¡He oído muchas cosas como éstas!,
  ¡pesados consoladores son todos ustedes!
                   ¿No se acabarán
                   sus palabras vanas?
                       16,4s

                          ¿Hasta cuándo continuarán produciéndome
                      amargura, y me acorralarán con sus discursos?
                                     Ya me han insultado diez veces,
                      ¿y no se avergüenzan de maltratarme así? 19,2s
                       Apiádense de mí, ustedes mis amigos,
                       que es la mano de Dios la que me hirió.
  ¿Por qué me persiguen tan cruelmente como Dios
  y no quedan satisfechos con mi carne? 19,21
Ustedes tratan de condenarme y buscan pretextos contra mí 19,28
¿Para qué me dan vanos consuelos?
             ¡Pura falsedad lo que me contestan! 21,34
Dios me entrega a los injustos
                  y me arroja en manos de los malvados.
              Yo vivía tranquilo cuando
              comenzó a sacudirme,
              me tocó por el cuello
              y me hizo pedazos…
Traspasa mis entrañas sin piedad
y derrama por el suelo mi hiel.
                Me llena de agujeros
                y se lanza contra mí como un guerrero.
                16,11-14

                 Mi clamor ha llegado hasta Dios
                 y mis lágrimas
                 corren ante él.


¡Ojalá pudiera el hombre discutir con Dios
lo mismo que lo hace con su prójimo! 16,20s
¿Dónde está
  mi esperanza?

¿Quién ha visto
    para mí
  la felicidad?

¿Acaso bajará
conmigo al
infierno
y nos
hundiremos
juntos en el
polvo?
17,15s
Bien sé yo que mi Defensor vive
 y que él hablará el último, de pie sobre la tierra.

Yo me pondré de pie dentro de mi piel
y en mi propia carne
veré a Dios.
Mi corazón desfallece
esperándolo;
yo lo contemplaré,
      yo mismo.
Él es a quien veré
      y no a otro.
19,25-27
Déjenme hablar, y cuando haya terminado,
 se podrán burlar de mí…
¿Por qué siguen viviendo los malvados, y según
prolongan sus días se hacen cada vez más ricos?
Tienen a su alcance la felicidad, sin que Dios esté
presente en
sus proyectos.
¿Será verdad que se
apaga la lámpara
de los malvados
y cae sobre ellos
la desgracia,
y que Dios,
en su ira,
los destruye?
21,3.7.16-18

¿Los vemos acaso como paja ante el viento,
como pelusa que arrebata un torbellino?
¡Quién me diera saber
      dónde hablar a Dios
     y llegar hasta su casa!


Expondría ante él mi caso
y rebosarían mis quejas.


                 Pero él así decidió:
               ¿quién se lo impedirá?
                Hará lo que se le dé
                             la gana…
                       Por eso, estoy horrorizado ante él,
                     y cuando reflexiono, le tengo miedo.
                         Dios me ha hecho perder el valor
                       y el Omnipotente me ha espantado,
                 porque no callaba al caer las tinieblas y
              la oscuridad que envolvió mi rostro. 23,13-17
¿Por qué el Todopoderoso no se entera de lo que sucede
  y sus fieles no comprueban su justicia?
Los malvados cambian los linderos, roban el rebaño y
su pastor. Se roban el burro de los huérfanos,
toman en prenda el buey de la viuda.
Se arranca al huérfano del pecho materno,
se toma en prenda el hijo del pobre.
Los mendigos tienen que apartarse del camino,
todos los pobres del país han de esconderse…
Trabajando todo el día, no tienen pan para sus hijos…
Pasan la noche desnudos, sin un abrigo contra el frío…
Sienten hambre mientras llevan las gavillas.
Con sed pisan la uva de los lagares.
En la ciudad gimen los moribundos y los heridos piden socorro,
pero Dios no atiende a sus súplicas.       24,1-12
Mantendré mi inocencia hasta el último momento.
        Me aferraré a mi justicia y no la aflojaré,
pues en mi conciencia no me avergüenzo de mi pasado.             27,5s

Pues yo libraba al pobre que gemía y al huérfano que no tenía apoyo…;
yo alegraba el corazón de la viuda…
              Era yo los ojos para el ciego, y los pies para el rengo.




Era el padre de los pobres,
y me preocupaba por la causa del desconocido.
Quebraba los colmillos del malvado,
de entre sus dientes arrancaba su presa.
Y me decía: “Anciano moriré, cargado de días”. 29,12-18
    Pero ahora se ríen de mí unos más jóvenes que yo
         y cuyos padres, para mí, no eran dignos
    ni de mezclarse con los perros de mi ganado. 30,1
Los terrores se han vuelto contra mí,
           el viento se llevó mis esperanzas…
 Y ahora se va derramando mi vida, me torturan días de aflicción.
 De noche se me taladran los huesos y no descansan mis llagas.
 Con fuerza agarra Dios mi manto, me aprieta el cuello de la túnica.
 Me ha tirado en el fango, soy como el polvo y la ceniza.
 Clamo a ti, y tú no me respondes; me presento, y no me haces caso.
 Te has vuelto cruel conmigo,
 me persigues con toda la fuerza de tus manos.
 Me llevas y me haces cabalgar sobre el viento,
 hasta que una tormenta me deshace en agua…

Sin embargo, contra el pobre no levantaba mi
mano cuando en su angustia clamaba a mí.
¿No lloré con quien tuvo días duros?
¿No se entristeció mi corazón por el pobre?
Yo esperaba la dicha, y llegó la desgracia.
Esperaba la luz, y vino la oscuridad. 30,15-26
 ¡Quién me diera que se me escuchara!
           Ahí va mi firma:
¡que me responda el Omnipotente! 31,35

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Quejas de Job: El silencio de Dios

  • 1. Quejas de Job El silencio de Dios… JL Caravias
  • 2. El libro de Job enfrenta el problema del sufrimiento con absoluta honradez. Job es el prototipo del hombre inocente que sufre, se pregunta por su dolor y no admite soluciones piadosas. Sus cuestionamientos son muy serios: ¿Por qué sufre el inocente? ¿Es Dios el que manda sufrimientos como castigo? ¿Cómo se entiende su justicia cuando sufre un inocente? ¿Cómo se entiende que haya malvados que prosperan y buena gente lo pasa muy mal? ¿Es posible ser libre frente a Dios? ¿Se le puede pedir cuentas? ¿Es posible rebelarse contra Dios? Este libro es una ficción literaria, una especie de obra de teatro. Posiblemente se escribió hacia finales del siglo IV aC., en época persa.
  • 3. Job cree en Dios, pero no entiende por qué lo trata tan mal, y por ello se rebela en contra suya… Sus amigos le dan las respuestas clásicas de siempre, y Job las rechaza con rabia. Los amigos piensan que Dios en esta vida castiga a los malos y premia a los buenos. Su intenso sufrimiento es señal de que Job es mala gente. Ellos pretenden defender la justicia de Dios condenando a Job. Leamos, asombrados, las rebeldías de Job. Después escuchemos las respuestas de los cuatro “amigos”. Por último, asistamos al encuentro entre Job y Dios.
  • 4. ¡Maldito el día en que nací y la noche en que se dijo: ¿Para qué Ha sido concebido un hombre! dar la vida a un ¿Por qué no morí al salir del seno hombre y no expiré cuando salía del vientre? que no encontrará ¿Para qué dar la luz a un su camino, desdichado? ya que Dios lo Job 3,3.11.20 tiene encerrado? Son los suspiros mi alimento, y se derraman como el agua mis lamentos, porque si algo temo, eso me ocurre, y lo que me atemoriza me sucede. 3, 23-25
  • 5. Las flechas del Omnipotente están clavadas en mí, mi espíritu bebe su veneno, y los terrores de Dios están alineados contra mí. 6,4 ¡Ojalá se escuchara mi ruego y Dios me concediera lo que espero: aceptara aplastarme, y soltara su mano y me acabara! 6,8s ¿Con qué fuerza esperaré aún? ¿Acaso resistiré como la roca? ¿Es mi carne de bronce? Ya no encuentro en mí fuerza que me salve y toda ayuda se ha ido lejos de mí. 6,11-13
  • 6. No callará mi boca, sino que expresaré mis angustias y me quejaré a la medida de mi amargura. 7,11 Mi alma está hastiada de la vida, por lo que daré libre curso a mi queja, hablaré de mi amargura. 10,1
  • 7. Tú me asustas con sueños y me aterrorizas con visiones. Preferiría ser sofocado: la muerte antes que estos dolores. Mira que desfallezco… ¡Déjame! Ves que mis días son un soplo. ¿Qué es el hombre para que te fijes tanto en él y pongas en él tu mirada, para que lo vigiles cada mañana y lo pongas a prueba a cada instante? ¿Cuándo apartarás de mí tus ojos y me darás tiempo de tragar mi saliva? Si he pecado, ¿qué te he hecho yo a ti,guardián de los hombres? ¿Por qué me has tomado como blanco de tus golpes? ¿En qué te molesto? ¿Por qué no olvidas mi falta y no dejas pasar mi pecado? 7,14-21
  • 8. ¿Cómo puede un hombre justificarse ante Dios? Su corazón es sabio y su fuerza es enorme. ¿Quién le ha opuesto resistencia y ha salido triunfante? 9,2.4 Y si él acude a mi llamado, ¿podré estar seguro que me atenderá? Él, que me aplasta sólo por un pelo y que multiplica sin razón mis heridas, que no me deja ni respirar con tantas amarguras que me hace tragar. ¿Recurriré a la fuerza? El es más forzudo, y si le meto pleito, ¿quién le hará la citación? 9,16-19 Pero, ¿realmente soy bueno? ¡Ni yo mismo lo sé! ¡Desconfío de mi existencia! 9,21
  • 9. Quiero decirle a Dios: No me condenes; dime por qué me has demandado. ¿Acaso te conviene mostrarte duro, despreciar la obra de tus manos y favorecer el plan de los malvados? 10,2-3 ¿Para qué andas rebuscando mi falta, indagando mi pecado, aunque sabes muy bien que yo no soy culpable y que nadie puede librarme de tu mano? Tus manos me han modelado, me han formado, y luego, enojado, ¿me quieres destruir? Acuérdate que me amasaste como el barro y que de nuevo me harás volver al polvo. 10,6-9
  • 10. Estoy agotado, pero como un león me persigues, te gusta triunfar sobre mí; redoblas tus ataques y tu furor aumenta en contra mía; tus tropas de refresco me asaltan sin tregua. ¿Por qué me sacaste del seno materno? Habría muerto y ningún ojo me habría visto… ¿No son bien poca cosa los días de mi existencia? Apártate de mí, para que goce un poco de alegría. 10,16-20
  • 11. ¿Por qué me vuelves la cara y me tratas como a un enemigo tuyo? ¿Quieres asustar a una hoja que arrastra el viento o perseguir a una paja seca tú, que dictas contra mí amargas sentencias y que me achacas los pecados de la juventud, que colocas cadenas en mis pies o que vigilas todos mis pasos observando las huellas de mis pies? 13,24-27
  • 12. He pasado a ser objeto de risa para mi amigo, yo que clamo a Dios y no me responde. ¡Motivo de risa es el hombre intachable! En cambio, las casas de los salteadores están en paz, y viven seguros los que enojan a Dios, los que tienen su Dios en su propia fuerza. 12,4.6
  • 13. Contra sus “amigos” Ustedes no son más que charlatanes, todos ustedes son médicos que no sirven para nada. ¡Quién pudiera obligarlos a guardar silencio!, eso sería el único acto sabio de ustedes… ¿Acaso quieren defender a Dios con argumentos falsos y por él van a decir mentiras? 13,4-7 Sus afirmaciones son como sentencias de ceniza y sus argumentos son de barro. ¡Cállense, ahora voy a hablar yo, venga lo que venga! Me lo jugaré todo, llevando en la palma mi vida. 13,12-14
  • 14. Contra sus “amigos” ¡He oído muchas cosas como éstas!, ¡pesados consoladores son todos ustedes! ¿No se acabarán sus palabras vanas? 16,4s ¿Hasta cuándo continuarán produciéndome amargura, y me acorralarán con sus discursos? Ya me han insultado diez veces, ¿y no se avergüenzan de maltratarme así? 19,2s Apiádense de mí, ustedes mis amigos, que es la mano de Dios la que me hirió. ¿Por qué me persiguen tan cruelmente como Dios y no quedan satisfechos con mi carne? 19,21 Ustedes tratan de condenarme y buscan pretextos contra mí 19,28 ¿Para qué me dan vanos consuelos? ¡Pura falsedad lo que me contestan! 21,34
  • 15. Dios me entrega a los injustos y me arroja en manos de los malvados. Yo vivía tranquilo cuando comenzó a sacudirme, me tocó por el cuello y me hizo pedazos… Traspasa mis entrañas sin piedad y derrama por el suelo mi hiel. Me llena de agujeros y se lanza contra mí como un guerrero. 16,11-14 Mi clamor ha llegado hasta Dios y mis lágrimas corren ante él. ¡Ojalá pudiera el hombre discutir con Dios lo mismo que lo hace con su prójimo! 16,20s
  • 16. ¿Dónde está mi esperanza? ¿Quién ha visto para mí la felicidad? ¿Acaso bajará conmigo al infierno y nos hundiremos juntos en el polvo? 17,15s
  • 17. Bien sé yo que mi Defensor vive y que él hablará el último, de pie sobre la tierra. Yo me pondré de pie dentro de mi piel y en mi propia carne veré a Dios. Mi corazón desfallece esperándolo; yo lo contemplaré, yo mismo. Él es a quien veré y no a otro. 19,25-27
  • 18. Déjenme hablar, y cuando haya terminado, se podrán burlar de mí… ¿Por qué siguen viviendo los malvados, y según prolongan sus días se hacen cada vez más ricos? Tienen a su alcance la felicidad, sin que Dios esté presente en sus proyectos. ¿Será verdad que se apaga la lámpara de los malvados y cae sobre ellos la desgracia, y que Dios, en su ira, los destruye? 21,3.7.16-18 ¿Los vemos acaso como paja ante el viento, como pelusa que arrebata un torbellino?
  • 19. ¡Quién me diera saber dónde hablar a Dios y llegar hasta su casa! Expondría ante él mi caso y rebosarían mis quejas. Pero él así decidió: ¿quién se lo impedirá? Hará lo que se le dé la gana… Por eso, estoy horrorizado ante él, y cuando reflexiono, le tengo miedo. Dios me ha hecho perder el valor y el Omnipotente me ha espantado, porque no callaba al caer las tinieblas y la oscuridad que envolvió mi rostro. 23,13-17
  • 20. ¿Por qué el Todopoderoso no se entera de lo que sucede y sus fieles no comprueban su justicia? Los malvados cambian los linderos, roban el rebaño y su pastor. Se roban el burro de los huérfanos, toman en prenda el buey de la viuda. Se arranca al huérfano del pecho materno, se toma en prenda el hijo del pobre. Los mendigos tienen que apartarse del camino, todos los pobres del país han de esconderse… Trabajando todo el día, no tienen pan para sus hijos… Pasan la noche desnudos, sin un abrigo contra el frío… Sienten hambre mientras llevan las gavillas. Con sed pisan la uva de los lagares. En la ciudad gimen los moribundos y los heridos piden socorro, pero Dios no atiende a sus súplicas. 24,1-12
  • 21. Mantendré mi inocencia hasta el último momento. Me aferraré a mi justicia y no la aflojaré, pues en mi conciencia no me avergüenzo de mi pasado. 27,5s Pues yo libraba al pobre que gemía y al huérfano que no tenía apoyo…; yo alegraba el corazón de la viuda… Era yo los ojos para el ciego, y los pies para el rengo. Era el padre de los pobres, y me preocupaba por la causa del desconocido. Quebraba los colmillos del malvado, de entre sus dientes arrancaba su presa. Y me decía: “Anciano moriré, cargado de días”. 29,12-18 Pero ahora se ríen de mí unos más jóvenes que yo y cuyos padres, para mí, no eran dignos ni de mezclarse con los perros de mi ganado. 30,1
  • 22. Los terrores se han vuelto contra mí, el viento se llevó mis esperanzas… Y ahora se va derramando mi vida, me torturan días de aflicción. De noche se me taladran los huesos y no descansan mis llagas. Con fuerza agarra Dios mi manto, me aprieta el cuello de la túnica. Me ha tirado en el fango, soy como el polvo y la ceniza. Clamo a ti, y tú no me respondes; me presento, y no me haces caso. Te has vuelto cruel conmigo, me persigues con toda la fuerza de tus manos. Me llevas y me haces cabalgar sobre el viento, hasta que una tormenta me deshace en agua… Sin embargo, contra el pobre no levantaba mi mano cuando en su angustia clamaba a mí. ¿No lloré con quien tuvo días duros? ¿No se entristeció mi corazón por el pobre? Yo esperaba la dicha, y llegó la desgracia. Esperaba la luz, y vino la oscuridad. 30,15-26 ¡Quién me diera que se me escuchara! Ahí va mi firma: ¡que me responda el Omnipotente! 31,35