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Tema: La Pascua
HISTORIA DE LA PASCUA
1. La Pascua
a) La Pascua judía
Las fiestas principales judías eran Pascua, Pentecostés y
Tabernáculos, cuya celebración se basaba en
acontecimientos anualmente esperados por agricultores y
ganaderos, relacionados desde siempre con Dios y, más
tarde, con algunos hechos salvíficos históricos. De estas
tres fiestas, la de la Pascua era la más antigua e importante
de Israel. Recordemos que la palabra griega pascha (en
castellano pascua) es traducción del arameo phasha y del
hebreo pesah, que significan «paso» o «tránsito». Así se
emplea en el evangelio de San Juan (13,1): «Habiendo
llegado la hora de pasar de este mundo al Padre...».
Naturalmente, el «paso» pascual significado no es cambio
de lugar, sino transformación de existencia. Es existir de un
modo nuevo.
Así como para los agricultores el comienzo del año era en
otoño, para los nómadas empezaba en primavera. En todo
caso, en Pascua florecían las primeras espigas, con cuya
harina se obtenían los panes ázimos, es decir, los panes sin
la levadura vieja perteneciente a la cosecha anterior.
Además, coincidiendo con el florecimiento del desierto, las
ovejas tienen sus crías. La noche pascual tuvo su origen en
la luna llena de primavera, momento en que los pastores se
despedían con una comida (cordero, hierbas amargas, pan
ázimo), dispuestos a cambiar de lugar de pastos (vestido
ceñido, sandalias y bastón). Precisamente cuando los judíos
preparaban sus panes ázimos para ofrecerlos a Yahvé, tuvo
lugar el paso del ángel del Señor para salvar a su pueblo de
la esclavitud de Egipto.
La Pascua judía era celebrada desde sus orígenes con una
comida. A los panes ázimos se añadió el rito del sacrificio y
banquete de un cordero. Así se recordaría anualmente la
pascua del Señor, la liberación del pueblo. El
acontecimiento del éxodo de Israel y su salida de Egipto
hacia la tierra prometida se conmemoró mediante la
institución pascual o el memorial de liberación: salida hacia
la libertad, final de la antigua existencia y donación de
nueva vida. Celebrada por las tribus en su lugar de
asentamiento, la Pascua se restringió más tarde a Jerusalén
y al Templo, convertidos en lugares de peregrinación. En
tiempos de Jesús, la Pascua era la fiesta más importante de
los judíos. Según Ex 12 y Dt 16, la Pascua es el «paso de
Dios» para salvar a su pueblo de la esclavitud y llevarlo a la
libertad. Según una tradición judía, la Pascua era asimismo
aniversario de la creación.
El rito fundamental de la Pascua era la cena en familia o en
fraternidad, a base de cordero (signo de la compasión de
Dios), pan ázimo (miseria sufrida), hierbas amargas
(esclavitud) y salsa roja (trabajos forzados en Egipto). Se
conmemoraba la liberación de la servidumbre de Egipto, la
alegría por la libertad adquirida y la espera de la venida
salvadora del Mesías. Las muchedumbres se agolpaban en
Jerusalén. Los padres de familia iban oportunamente al
templo con su correspondiente cordero para ser degollado
en la parasceve (preparación) por un sacerdote. Era noche
de rebelión y de «cuchillos largos» o de espadas. Pero,
sobre todo, noche de esperanza escatológica en la
liberación definitiva que llevaría a cabo el Mesías.
b) La Pascua de Cristo El evangelio de Juan alude a tres
pascuas de Cristo: la que coincide con la expulsión de los
mercaderes (Jn 2,12-22), la que pone de relieve el tema del
pan (Jn 6) y la de la acogida triunfal de Jesús, coincidiendo
con el día en que se escogían los corderos pascuales (Jn
12ss), para manifestar que Jesús es el verdadero «cordero
de Dios que quita el pecado del mundo». La palabra
«pascua», en el NT, equivale a la fiesta de la Pascua o de
los Azimos, a la cena pascual y al cordero pascual. La
pasión de Jesús se desarrolla en un contexto pascual, ya
que en ese tiempo tuvo lugar la última cena de Jesús, su
prendimiento, su interrogatorio y su condena. Según los
sinópticos, Jesús fue condenado en la noche de Pascua y
crucificado al día siguiente. La última cena de Jesús fue
pascual (Mc 14,12-26 par). En cambio, según San Juan,
todos estos acontecimientos tuvieron lugar veinticuatro
horas antes (Jn 18,28; 19,14), ya que Jesús murió cuando
se degollaban los corderos de Pascua, en la tarde del 14 de
Nisán. Los sinópticos ponen de relieve que la última cena es
la Pascua nueva. Juan acentúa que Jesús es el nuevo
cordero.
Hoy se interpreta que la última cena de Jesús fue banquete,
con los gestos del ritual judío de la comida, es decir,
«bendición» del pan y «acción de gracias» por el vino
después de haber cenado. Los relatos de la eucaristía
omiten la descripción del ritual judío y ponen el énfasis en
esos dos gestos. Fue también cena de despedida de Jesús
antes de la entrega. Todas las comidas de Jesús eran
«buena noticia» que hacían presente ya, aunque no en su
plenitud, el banquete escatológico del reino de Dios. Jesús
comió con los pobres, reconcilió en la mesa a pecadores y
cenó diariamente con sus discípulos. La última cena tuvo un
relieve especial. Los cuatro relatos de la institución son
adaptaciones litúrgicas de las palabras y acciones de Jesús
en la última cena. En realidad no cuentan lo que Jesús hizo,
sino cómo celebraban los primeros cristianos y qué sentido
tiene la eucaristía. Los cuatro relatos coinciden en señalar lo
que Jesús hizo y difieren en precisar lo que dijo. Jesús se
compara a sí mismo con el pan (cuerpo) y el vino (sangre).
Según la antropología semita, el hombre es «carne»; la
sangre era para los hebreos «sustancia de la vida». El
término «cuerpo», en contraste con «espíritu», se emplea
para referirse a toda la persona. Está en conexión con el
pan; la sangre apunta a la muerte violenta.
Los dos gestos judíos de Jesús en la última cena pascual
manifiestan el relieve eucarístico de la Pascua cristiana. Hay
una bendición sobre el pan y la copa; se ofrece el pan
partido y la copa de vino, y se acompaña esta entrega con
palabras significativas y eficaces. Uno de estos gestos, el de
la fracción del pan, dará nombre a la eucaristía,
denominada por Pablo «Cena del Señor».
c) La Pascua cristiana Es posible que desde los primeros
orígenes cristianos hubiese una celebración específica
pascual cada año. Recordemos que el domingo, día del
Señor, fue fiesta pascual semanal. Pero no es fácil precisar
cuándo se hizo el tránsito de la pascua semanal a la pascua
anual. Algunos aseguran que antes del año 50 se celebraba
una vigilia pascual en las Iglesias de Roma, Corinto, Asia
Menor y Jerusalén; incluso hay quienes piensan que la
Segunda Carta de Pedro es una homilía pascual
pronunciada en Roma y dirigida a los cristianos de entonces
como una especie de primera encíclica. Son meras
hipótesis. Lo cierto es que desde finales del siglo Il la
Pascua anual es la fiesta más importante de la Iglesia. De
hecho, hubo en ese siglo, con respecto a la Pascua, dos
corrientes que originaron una tensa controversia. La
corriente oriental defendía que la Pascua debía celebrarse el
Viernes Santo, al atardecer, con una eucaristía. La corriente
occidental pensaba que había de festejarse en las primeras
horas del domingo siguiente a ese viernes. A finales del
mencionado siglo, por decisión del papa Víctor, se impuso la
tradición romana, y empezó a celebrarse la Pascua el
Domingo de Resurrección. El concilio de Nicea del año 325
determinó que ese domingo fuera el siguiente a la luna
llena del equinocio de primavera (entre el 22 de marzo y el
25 de abril).
Desde entonces, la celebración de la Pascua anual en toda
la Iglesia fue ruptura del ayuno previo mediante la comida
fraternal y eucarística; memorial de la pasión, es decir, de
la muerte y resurrección del Señor o del triunfo de Cristo
sobre la muerte y su retorno al Padre; vigilia nocturna con
la comunidad despierta, a la espera del retorno del Señor.
La celebración culminaba, pues, con la eucaristía de la
madrugada del domingo, a la que pronto precedió el
bautismo de los catecúmenos adultos.
La razón de la importancia cristiana de la Pascua es obvia:
la fe cristiana es fe en la muerte y resurrección del Señor, o
Pascua de Cristo; por consiguiente, el misterio pascual es el
centro del cristianismo, de la Iglesia, de la acción pastoral y
de la vida espiritual cristiana. Por estas razones decimos
que el bautismo es sacramento de la fe o de la Pascua, y la
eucaristía memorial pascual.
El Vaticano II ha revalorizado el sentido pascual del
cristianismo. «Esta obra de la redención humana y la
perfecta glorificación de Dios la realizó Cristo principalmente
por el misterio pascual de su bienaventurada pasión,
resurrección y gloriosa ascensión» (SC )
Consecuencias de la Resurrección
No publicar es liga de Teología y Espiritualidad
Con su muerte Jesucristo nos libró de los pecados, con su
Resurrección, nos devolvió los bienes que habíamos perdido por
el pecado, es decir, nos abrió las puertas de la vida eterna.
LA REALIDAD DE LA RESURRECCION
Aunque el suceso mismo de la Resurrección de Jesucristo sólo lo
ha presenciado Dios, los hechos que perciben los discípulos son
suficientes como para que se pueda decir que la Resurrección
del Señor es una realidad. El sepulcro vacío y las apariciones son
hechos que la historia no puede ignorar. Dios quiso que los
testigos que «Él había designado» pudieran tener una evidencia
que les permitiera dar testimonio ante los demás.
Los que han negado el gran milagro de la Resurrección se han aferrado a diferentes
argumentaciones, que en el fondo coinciden en no admitir nada que no pueda demostrarse con
argumentos racionales o por experiencia.
Así, han dicho algunos que la Resurrección era una pura experiencia subjetiva de los discípulos.
Otros han afirmado que la Resurrección significaría solamente que Cristo vive en el recuerdo y
en el interior de los Apóstoles y que éstos no distinguen fácilmente sus deseos de la realidad.
Consecuencias de la Resurrección
También ha habido quienes han supuesto fraude o mentira en las afirmaciones de los discípulos.
Sin embargo, los relatos evangélicos de las apariciones nos presentan a unos hombres que se
sorprenden claramente - al encontrarse con Aquél con el que convivieron antes de la Pasión. En
principio, no reconocen a Jesús. Luego pasan a estar ciertos de que es Él. Esta es una prueba
más de que ese reconocimiento del Señor proviene de la realidad y no es una creación de su
fantasía. De lo contrario, no tendrían dificultad en reconocerle al punto. En cambio, necesitan
un cierto tiempo.
EL MISTERIO DE LA RESURRECCION DEL SEÑOR
La Resurrección de Jesucristo es un misterio de fe. Sólo ayudados por el Espíritu se puede llegar
a la fe en la Resurrección. Sólo la fe permite captar el mensaje de salvación que entraña.
Los discípulos se percatan de que Aquél con el que se encuentran de nuevo es Jesús, aunque no
es enteramente el mismo.
Jesucristo, al resucitar, ha comenzado a vivir una vida nueva, que es a la que estamos llamados
y nos tiene prometida. En efecto, la Resurrección de Cristo no consistió sólo en la reanimación
de un cadáver, como en el caso del hijo de la viuda de Naím o de Lázaro.
Por otra parte, al creer este misterio, no se afirma sólo un hecho que le acaeció a Jesús en el
pasado, sino también que Jesucristo, por haber resucitado, vive, es decir, continúa viviendo esa
nueva vida.
Al creer esta verdad, además, no sólo afirmamos que Cristo resucitó de entre los muertos, sino
que lo hizo por su propio poder, como había anunciado:
«Porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente.
Tengo poder para daría y poder para recobrarla de nuevo» (Jn. 10, 17-18)
El Señor ha resucitado como había predicho.
La Resurrección de Cristo es la verdad más trascendental de nuestra fe católica. Por eso decía
San Agustín: «No es gran cosa creer que Cristo murió; porque esto también lo creen los paganos
y judíos (...) La fe de los cristianos es la Resurrección de Cristo» (Enarr. in Psalmos, 120)
Los Apóstoles, movidos por el Espíritu, creyeron en el Cristo resucitado. Por la fe, pudieron
comprender que Jesús es dueño de la vida y de la muerte, es decir, que es Dios.
También se percataron poco a poco de que se había abierto una nueva etapa en la realización
del Reino de los Cielos. Hasta el momento de la Resurrección, Cristo era el Mesías Siervo de
Yahvé, que podía padecer y ser perseguido hasta la muerte en la Cruz, a pesar de sus poderes
sobrenaturales y de su doctrina sublime. A partir de ahora, Jesús se ha hecho glorioso. No ha
vuelto a la vida terrestre, sino que ha inaugurado una nueva vida en la que posee una plenitud
que incluye la inmortalidad y la liberación de las limitaciones del tiempo y del espacio. Como
consecuencia, el cuerpo de Cristo participa de la gloria que, desde el principio, llevaba el alma
del Señor.
Los Apóstoles son los testigos de esta nueva realidad, para los hombres de todos los tiempos. La
fe de todos los cristianos que vengan después apoya en el testimonio de la fe apostólica.
Pero a estos testigos oculares también se les exigía fe: vieron y creyeron. No basta con ver para
percibir la nueva creación que significa la Resurrección de Cristo. Los testigos se encontraron
con Jesús y le reconocieron por la fe, movidos por el Espíritu Santo.
CONSECUENCIAS DE LA RESURRECCION
La Resurrección de Jesucristo no es algo que le afecte o beneficie a Él, en el sentido de que le
libera de las consecuencias de la muerte una realidad que nos afecta a todos los hombres de un
modo importantísimo.
En efecto, la Resurrección fue necesaria para que se completara la de nuestra Redención.
Jesucristo, con su muerte, nos libró de los pecados pero con su Resurrección, nos devolvió los
bienes que habíamos perdido por el pecado, es decir, nos abrió las puertas de la vida eterna.
Nosotros creemos en Aquél que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro, quien fue
entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación. (Rom 4, 24-25)
El haber resucitado por su propio poder es prueba definitiva de que Cristo es el Hijo de Dios y,
por tanto, su Resurrección confirma plenamente nuestra fe en su divinidad.
Las apariciones de Jesús muestran una nueva manera de presencia Redentor en la Iglesia y en los
cristianos: presencia del que es permanente aunque no se le vea. Al mostrarse a sus discípulos,
enseña no sólo que puede «entrar con las puertas cerradas», sino que está siempre presente y
cercano.
En los días posteriores a la Resurrección, el Señor comunica a los discípulos su Espíritu,
mediante el gesto de soplar sobre ellos. Por medio de este don, nos será posible unirnos a Él en
lo sucesivo.
Y lo mismo que los discípulos entraron en esa vida nueva a través de su encuentro con Jesús y la
fe en Él, todos los hombres que vivan la vida de Cristo habrán de comenzar por un encuentro con
esa Persona concreta que es Jesús resucitado.
LA ALEGRIA DE LA PASCUA
Después de narrar con detalle los sucesos de la Pasión y Muerte de Jesucristo, los evangelios nos
transmiten la gran ALEGRIA PASCUAL de la Resurrección.
Esta alegría no sólo alcanza al hecho de que el Señor haya vuelto a la vida. La Resurrección de
Jesús es un suceso ligado a los anteriores. Juntos constituyen lo que se llama el MISTERIO
PASCUAL.
Así como la Pascua judía o «paso del Señor» rememoraba el momento en que los israelitas
fueron liberados tanto de la esclavitud de los egipcios como de la muerte de los primogénitos,
que Dios envió como castigo al Faraón y su pueblo, la nueva Pascua, la Pascua cristiana, es, ante
todo, la liberación del hombre de la esclavitud del pecado.
Esta liberación la ha realizado Jesucristo por medio de su Pasión y Muerte en la Cruz y por su
Resurrección de entre los muertos. Con ésta, se ha demostrado su poder divino no sólo sobre la
muerte, sino también sobre las fuerzas del mal.
Por ello, los relatos de los días siguientes a la Resurrección rebosan alegría:
«El ángel habló a las mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús crucificado. No está
aquí: Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus
discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis ( ...) Filas se marcharon ( ... ) y llenas de alegría, corrieron a comunicarlo a sus
discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos» (Mt. 28, 5-9)
Cuando Jesús se aparece a sus discípulos después de su Resurrección, siempre les saluda con las
palabras: paz a vosotros» La fe y la alegría pascual deben llevar a la paz: « Y los discípulos se
llenaron de alegría al ver al Señor.» (Jn. 20, 19-21).
Pero no se debe entender que la alegría pascual fue un estado de ánimo propio de un tiempo
cercano a la Resurrección, sino que todo el Nuevo Testamento está como atravesado por esta
actitud. Los cristianos tienen motivos para la alegría, que no son pasajeros, que no se basan en
cosas de este mundo, sino en la participación ya aquí, en la tierra, de la vida nueva de Cristo.
San Pablo nos dejará muy diversos testimonios de esta dimensión característica del cristiano.
Quizá entre todos ellos destaque el del capítulo tercero de la carta a los Filipenses: «hermanos
míos, manteneos alegres en el Señor (... ) juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del
conocimiento de Cristo Jesús, mí Señor, (... ) y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la
comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar
a la resurrección de entre los muertos» (1-11).
http://www.youtube.com/watch?v=gClzxiQMimM
omunión.
Los primeros frutos de la pascua de Resurrección, se encuentran en la experiencia de la
comunión. Para aquellos vivos con la fe de la Resurrección, la comunión en esa fe y claro
la solidaridad con todos los hermanos y hermanas constituye una respuesta natural.
Paz. Frente a una cultura de un constante fuego cruzado, la Pascua, nos invita a la paz. La
paz que da el Señor Resucitado es fruto precisamente de la comunión con Dios.
Alegríafrente a la tristeza. La Pascua nos descubre el gran secreto del amor de Dios: La
Vida eterna. Ello convierte nuestra existencia en un surtidor de alegría.
Esperanzafrente al pesimismo. La Pascua nos exige confiar y esperar en Dios. Sólo quien
espera en El, es capaz de llegar a cumplir los más altos ideales.
Amor frente al egoísmo. La Pascua, al ver a Jesús, nos enseña que el servicio es pasaporte
necesario para entrar en el país del cielo.
Perdón frente al odio. La Pascua nos empuja a las dos vertientes de una vida cristiana: el
perdón y la reconciliación.
Ilusión frente al desencanto. La Pascua nos hace ver el horizonte de nuestra existencia con
unas lentes muy especiales: detrás del fracaso aparente, espera un mañana feliz.
Valentíafrente a la cobardía. La Pascua, nos confiere fuerzas para seguir adelante. Jesús ha
cumplido y, por lo tanto, nos da una buena inyección de fortaleza.
Fe frente a las dudas. La Pascua nos confirma en el camino emprendido en el día de nuestro
Bautismo. La experiencia de Jesús Resucitado hace que nos sintamos arropados por su
Espíritu y por los deseos de crecer como creyentes, como orantes y comprometidos en pro
de un orden nuevo en el mundo desde la perspectiva del Evangelio.
LOS SIGNOS DE LA PASCUA
Cada signo tiene un significado profundo, que muchas veces se nos escapa.
Vamos a tratar de acercarnos a algunos de los signos de la Pascua, pero antes de
ello, tenemos que caer en la cuenta de que cada signo nos está hablando de Jesús,
nos sitúa ante su presencia real en cada uno de nosotros, en la comunidad reunida
en su nombre, en el sacerdote que preside la celebración, en la palabra que se
proclama, en el pan y el vino que se nos regala como alimento.... Para
prepararnos a participar con mayor intensidad la próxima Pascua, intentaremos
recordar y reconocer algunos de los signos que vivimos en cada Misa y que
nacen fundamentalmente de la Pascua de Jesús.
Pascua significa el paso de Dios que libera al pueblo. Es el compromiso de Dios
con su pueblo, su alianza y contrato. Jesús se une a esta historia y la supera:
establece un nuevo pacto, una alianza nueva y definitiva. Es la Pascua de Jesús,
es la Nueva Alianza, es la Luz y la Vida para todos. A nosotros, que nos
consideramos seguidores de Jesús, se nos invita a unirnos a El, a optar
definitivamente por El. Celebramos la Pascua en la medida en que nuestra vida
sea reflejo y actualización de la vida de Jesús. Nuestro seguimiento a Jesús ha de
actualizar dos dimensiones: nuestra opción y adhesión personal a Jesús y nuestro
compromiso por realizar lo que El hizo: crear la fraternidad. Y este camino lo
hacemos como Iglesia. No somos islas separadas, somos una comunidad que
refleja la vida de Jesús. Los signos de nuestras celebraciones solamente tienen
sentido si los vivimos como pueblo de Dios, como Iglesia.
Textos para la oración.
La Pascua judía: Exodo 12,1 - 14
La Pascua de Jesús: Mateo 26, 17-30
El signo de la Pascua: Juan 13, 1-17
Actualización de la Pascua de Jesús: 1 Cor. 11, 23-26
Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga (la llevaron los hombres) que en
mis hombros pusiste; Pero a veces encuentro que la jornada es larga, que el cielo
ante mis ojos de tinieblas se viste...
Mas entonces me miras.... y se llena de estrellas, Señor, la oscura noche; y detrás
de tus huellas, con la cruz que llevaste me es dulce caminar.
EL SIGNO DE LA PALABRA
Las personas se comunican de muchas formas y en ellas se comprometen. La
Palabra es, quizás, la expresión más humana de comunicación. Dios se quiere
hacer comprensible para nosotros y nos habla con palabras que sean accesibles a
nuestra realidad. Jesús es la Palabra de Dios, es el modo de hablar de Dios.
Las lecturas que se proclamas en cada Misa expresan la historia de esa Palabra de
Dios, se nos presentan estas lecturas para que abramos nuestros ojos al proyecto
de acción de Dios entre los hombres. Acudimos a la Palabra para descubrir y
notar qué dice Dios y, sobre todo, qué quiere decirnos hoy y ahora. Porque la
Palabra de Dios es una Palabra viva y eficaz hoy. Lo que dice se cumple: crea, da
paz, ofrece esperanza....
La Palabra de Dios nos invita a acogerla con una actitud especial: apertura,
escucha, respeto. De ese modo ponemos los medios necesarios para que esa
Palabra entre en nuestro corazón y dé su fruto.
* A veces una frase de la Biblia te ha iluminado un aspecto de tu propia vida,
)recuerdas alguna en particular?
* )Qué palabras de vida necesita hoy el mundo en que vives?
* Imaginate que es Dios quien siembra y que tú eres la tierra que acoge la
semilla: )qué frutos puedes ofrecer a los demás?
Textos para la oración
Exodo 20, 1-21
Hebreos 1, 1-2
Juan 1, 1-14
Juan 13, 34-35
EL SIGNO DE LA LUZ-TINIEBLAS
Descubrimos la necesidad de la luz cuando no la tenemos. De noche encendemos
la bombilla para ver, si estamos en el monte la linterna para guiarnos y entrar en
la tienda, cuando pasamos por un túnel los focos del coche nos orienta. Si vemos
a un ciego que no percibe la luz caemos en la cuenta de su necesidad: alguien le
ha de llevar de la mano.
Pero no solamente se ve con los ojos. La vida de pecado, es decir, la vida alejada
de los demás y de Jesús es una vida en tinieblas, sin horizonte, sin claridad. A
veces decimos Aesto no lo veo claro, no veo lo que quieres decir....@ En todos
esos momentos somos ciegos, necesitamos que alguien nos ponga en el corazón
una luz para iluminar nuestro futuro, nuestro camino.
Jesús se nos presenta como la luz que ilumina nuestra tiniebla, la esperanza que
da sentido a la sinrazón de muchas decisiones equivocadas. Es una luz que no se
agota que la recibimos y la transmitimos a los demás, como cuando encendemos
nuestra vela y la ofrecemos a los demás. Solamente la persona que recibe la Luz
de Jesús puede iluminar a los demás.
* Señala cuatro circunstancias de la vida que te rodea en que sientas falta de
claridad y de luz.
* Aquí tienes tres lámparas encendidas: indica tres aspectos de tu vida que
necesitan iluminarse.
* Comenta brevemente la siguiente frase de Jesús: AYo soy la Luz del mundo,
quien me siga no caminará en tinieblas, antes tendrá la Luz de la vida@ (Juan 8,
12)
Textos para la oración
Génesis 1, 2
Isaías 9, 1
Juan 1, 4-5
Juan 12, 35
1 Juan 2, 11
EL SIGNO DEL AGUA
Desde hace algunos años hemos vivido una situación climatológica rara: una
gran sequía y fuertes inundaciones. El agua, que es necesaria para la vida, falta.
El agua, cuando se desborda, puede destruir, romper proyectos....
El antiguo pueblo judío busca la libertad de Egipto y rompe con esa situación
atravesando el Mar Rojo. El paso por esa agua se convierte en un signo: refleja la
muerte a una esclavitud y abre el nuevo camino de la libertad. Jesús, con su vida
y su muerte, inicia la historia de un nuevo pueblo, la Iglesia, la comunidad de sus
seguidores. De ahí que el agua del Bautismo sea para los seguidores de Jesús el
signo del paso de la muerte a la vida, del egoísmo al amor, del yo al nosotros.
* Probablemente habrás asistido al bautizo de algún hermano, primo, sobrino.
)Te has acordado de que una vez fuiste tú también bautizado? )Qué has sentido al
recordarlo?
* Recuerda alguna de las siguientes experiencias: confirmación, pascuas,
bautismo de algún familiar. )Has vivido ese momento como renovación de tu
propio Bautismo?
* Hay momentos y circunstancias en que el agua no limpia, ni tampoco libera; las
inundaciones, las tormentas repentinas, el lavarse las manos como Pilatos para
evitar la propia responsabilidad. Señala cuatro momentos en que hayas vivido
esta experiencia.
Textos para la oración
Exodo 14, 1-31
Exodo 17, 1-7
Juan 3, 1-9
Juan 7, 37
Juan 19, 31-37
Mateo 28, 19-20
EL SIGNO DEL PAN Y EL VINO
Cualquier celebración de fiesta, de aniversario, tiene siempre una expresión
concreta en torno a la mesa: compartir una comida es una de las expresiones que
más se repite en todos los pueblos como signo de alegría, gozo y unión. Un plato
y un vaso tomados junto a las personas que se ama y se estima ayuda a crear un
ambiente y una atmósfera realmente sinceros.
En su deseo de hablar un lenguaje que los hombres pudiéramos entender,
también Dios quiso que en torno a una mesa se juntaran sus seguidores y
compartieran una comida de fiesta. Con ello celebraban el Paso del Señor, la
Pascua. Jesús deseó celebrar con sus amigos más íntimos esta Cena, su última
cena entre los hombres, no sólo para compartir lo que habían vivido, sino
también para ofrecer un nuevo camino, una nueva comida. Jesús quiso quedarse
entre ellos como comida: Aesto es mi cuerpo, esta es mi sangre@. Por estas
palabras se hace alimento para que acudamos a El y tomemos fuerza para seguir
Su camino.
Compartir entre nosotros el alimento de Jesús no es solamente asistir a una Misa
y comulgar el pan de la Eucaristía. Ciertamente es Aeso@ y algo más: es
compartir los gestos de Jesús, es hacer realidad su actitud de servicio, de perdón,
de ayuda, de tolerancia....
Jesús nos dice que hemos de unirnos a El, hemos de comer su cuerpo y beber su
sangre para que tengamos vida, una vida que no acaba, una vida que se transmite
a los demás. Y en el día a día hemos de actualizar su presencia y sus gestos,
conscientes de que la celebración de la Misa es la expresión más profunda de su
Amor por todos los hombres.
* Señala los momentos en que el pan y el vino se hacen presentes en la Misa.
)Recuerdas algunas de las palabras que acompañan a estos signos?
* Jesús comparte su Vida y Amor a través del pan y el vino. )Cuáles son los
signos con los que compartes tu vida? )Con quién lo haces?
*Señala un gesto de compartir en cada uno de los siguientes aspectos de tu
vida:
Familia..................................
Amigos..................................
Estudio/trabajo.....................
Descanso..............................
* Te acuerdas realmente, y no sólo de memoria, de los que tienen poco, de
los pobres, de los marginados....? )Cuándo?
Toda la Vida de Jesús fue un gesto de compartir. )Y tu vida? )Compartes de
vez en cuando, cuando te recuerdan una campaña o, por el contrario, toda
tu vida es una actitud de entrega?
Textos para la oración
Exodo 16
Juan 6
Marcos 14, 22-26

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La pascua

  • 1. Tema: La Pascua HISTORIA DE LA PASCUA 1. La Pascua a) La Pascua judía Las fiestas principales judías eran Pascua, Pentecostés y Tabernáculos, cuya celebración se basaba en acontecimientos anualmente esperados por agricultores y ganaderos, relacionados desde siempre con Dios y, más tarde, con algunos hechos salvíficos históricos. De estas tres fiestas, la de la Pascua era la más antigua e importante de Israel. Recordemos que la palabra griega pascha (en castellano pascua) es traducción del arameo phasha y del hebreo pesah, que significan «paso» o «tránsito». Así se emplea en el evangelio de San Juan (13,1): «Habiendo llegado la hora de pasar de este mundo al Padre...». Naturalmente, el «paso» pascual significado no es cambio de lugar, sino transformación de existencia. Es existir de un modo nuevo. Así como para los agricultores el comienzo del año era en otoño, para los nómadas empezaba en primavera. En todo caso, en Pascua florecían las primeras espigas, con cuya harina se obtenían los panes ázimos, es decir, los panes sin la levadura vieja perteneciente a la cosecha anterior. Además, coincidiendo con el florecimiento del desierto, las ovejas tienen sus crías. La noche pascual tuvo su origen en la luna llena de primavera, momento en que los pastores se despedían con una comida (cordero, hierbas amargas, pan ázimo), dispuestos a cambiar de lugar de pastos (vestido ceñido, sandalias y bastón). Precisamente cuando los judíos
  • 2. preparaban sus panes ázimos para ofrecerlos a Yahvé, tuvo lugar el paso del ángel del Señor para salvar a su pueblo de la esclavitud de Egipto. La Pascua judía era celebrada desde sus orígenes con una comida. A los panes ázimos se añadió el rito del sacrificio y banquete de un cordero. Así se recordaría anualmente la pascua del Señor, la liberación del pueblo. El acontecimiento del éxodo de Israel y su salida de Egipto hacia la tierra prometida se conmemoró mediante la institución pascual o el memorial de liberación: salida hacia la libertad, final de la antigua existencia y donación de nueva vida. Celebrada por las tribus en su lugar de asentamiento, la Pascua se restringió más tarde a Jerusalén y al Templo, convertidos en lugares de peregrinación. En tiempos de Jesús, la Pascua era la fiesta más importante de los judíos. Según Ex 12 y Dt 16, la Pascua es el «paso de Dios» para salvar a su pueblo de la esclavitud y llevarlo a la libertad. Según una tradición judía, la Pascua era asimismo aniversario de la creación. El rito fundamental de la Pascua era la cena en familia o en fraternidad, a base de cordero (signo de la compasión de Dios), pan ázimo (miseria sufrida), hierbas amargas (esclavitud) y salsa roja (trabajos forzados en Egipto). Se conmemoraba la liberación de la servidumbre de Egipto, la alegría por la libertad adquirida y la espera de la venida salvadora del Mesías. Las muchedumbres se agolpaban en Jerusalén. Los padres de familia iban oportunamente al templo con su correspondiente cordero para ser degollado en la parasceve (preparación) por un sacerdote. Era noche de rebelión y de «cuchillos largos» o de espadas. Pero, sobre todo, noche de esperanza escatológica en la liberación definitiva que llevaría a cabo el Mesías. b) La Pascua de Cristo El evangelio de Juan alude a tres pascuas de Cristo: la que coincide con la expulsión de los mercaderes (Jn 2,12-22), la que pone de relieve el tema del pan (Jn 6) y la de la acogida triunfal de Jesús, coincidiendo con el día en que se escogían los corderos pascuales (Jn
  • 3. 12ss), para manifestar que Jesús es el verdadero «cordero de Dios que quita el pecado del mundo». La palabra «pascua», en el NT, equivale a la fiesta de la Pascua o de los Azimos, a la cena pascual y al cordero pascual. La pasión de Jesús se desarrolla en un contexto pascual, ya que en ese tiempo tuvo lugar la última cena de Jesús, su prendimiento, su interrogatorio y su condena. Según los sinópticos, Jesús fue condenado en la noche de Pascua y crucificado al día siguiente. La última cena de Jesús fue pascual (Mc 14,12-26 par). En cambio, según San Juan, todos estos acontecimientos tuvieron lugar veinticuatro horas antes (Jn 18,28; 19,14), ya que Jesús murió cuando se degollaban los corderos de Pascua, en la tarde del 14 de Nisán. Los sinópticos ponen de relieve que la última cena es la Pascua nueva. Juan acentúa que Jesús es el nuevo cordero. Hoy se interpreta que la última cena de Jesús fue banquete, con los gestos del ritual judío de la comida, es decir, «bendición» del pan y «acción de gracias» por el vino después de haber cenado. Los relatos de la eucaristía omiten la descripción del ritual judío y ponen el énfasis en esos dos gestos. Fue también cena de despedida de Jesús antes de la entrega. Todas las comidas de Jesús eran «buena noticia» que hacían presente ya, aunque no en su plenitud, el banquete escatológico del reino de Dios. Jesús comió con los pobres, reconcilió en la mesa a pecadores y cenó diariamente con sus discípulos. La última cena tuvo un relieve especial. Los cuatro relatos de la institución son adaptaciones litúrgicas de las palabras y acciones de Jesús en la última cena. En realidad no cuentan lo que Jesús hizo, sino cómo celebraban los primeros cristianos y qué sentido tiene la eucaristía. Los cuatro relatos coinciden en señalar lo que Jesús hizo y difieren en precisar lo que dijo. Jesús se compara a sí mismo con el pan (cuerpo) y el vino (sangre). Según la antropología semita, el hombre es «carne»; la sangre era para los hebreos «sustancia de la vida». El término «cuerpo», en contraste con «espíritu», se emplea
  • 4. para referirse a toda la persona. Está en conexión con el pan; la sangre apunta a la muerte violenta. Los dos gestos judíos de Jesús en la última cena pascual manifiestan el relieve eucarístico de la Pascua cristiana. Hay una bendición sobre el pan y la copa; se ofrece el pan partido y la copa de vino, y se acompaña esta entrega con palabras significativas y eficaces. Uno de estos gestos, el de la fracción del pan, dará nombre a la eucaristía, denominada por Pablo «Cena del Señor». c) La Pascua cristiana Es posible que desde los primeros orígenes cristianos hubiese una celebración específica pascual cada año. Recordemos que el domingo, día del Señor, fue fiesta pascual semanal. Pero no es fácil precisar cuándo se hizo el tránsito de la pascua semanal a la pascua anual. Algunos aseguran que antes del año 50 se celebraba una vigilia pascual en las Iglesias de Roma, Corinto, Asia Menor y Jerusalén; incluso hay quienes piensan que la Segunda Carta de Pedro es una homilía pascual pronunciada en Roma y dirigida a los cristianos de entonces como una especie de primera encíclica. Son meras hipótesis. Lo cierto es que desde finales del siglo Il la Pascua anual es la fiesta más importante de la Iglesia. De hecho, hubo en ese siglo, con respecto a la Pascua, dos corrientes que originaron una tensa controversia. La corriente oriental defendía que la Pascua debía celebrarse el Viernes Santo, al atardecer, con una eucaristía. La corriente occidental pensaba que había de festejarse en las primeras horas del domingo siguiente a ese viernes. A finales del mencionado siglo, por decisión del papa Víctor, se impuso la tradición romana, y empezó a celebrarse la Pascua el Domingo de Resurrección. El concilio de Nicea del año 325 determinó que ese domingo fuera el siguiente a la luna llena del equinocio de primavera (entre el 22 de marzo y el 25 de abril). Desde entonces, la celebración de la Pascua anual en toda la Iglesia fue ruptura del ayuno previo mediante la comida fraternal y eucarística; memorial de la pasión, es decir, de
  • 5. la muerte y resurrección del Señor o del triunfo de Cristo sobre la muerte y su retorno al Padre; vigilia nocturna con la comunidad despierta, a la espera del retorno del Señor. La celebración culminaba, pues, con la eucaristía de la madrugada del domingo, a la que pronto precedió el bautismo de los catecúmenos adultos. La razón de la importancia cristiana de la Pascua es obvia: la fe cristiana es fe en la muerte y resurrección del Señor, o Pascua de Cristo; por consiguiente, el misterio pascual es el centro del cristianismo, de la Iglesia, de la acción pastoral y de la vida espiritual cristiana. Por estas razones decimos que el bautismo es sacramento de la fe o de la Pascua, y la eucaristía memorial pascual. El Vaticano II ha revalorizado el sentido pascual del cristianismo. «Esta obra de la redención humana y la perfecta glorificación de Dios la realizó Cristo principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión, resurrección y gloriosa ascensión» (SC ) Consecuencias de la Resurrección No publicar es liga de Teología y Espiritualidad Con su muerte Jesucristo nos libró de los pecados, con su Resurrección, nos devolvió los bienes que habíamos perdido por el pecado, es decir, nos abrió las puertas de la vida eterna. LA REALIDAD DE LA RESURRECCION Aunque el suceso mismo de la Resurrección de Jesucristo sólo lo ha presenciado Dios, los hechos que perciben los discípulos son suficientes como para que se pueda decir que la Resurrección del Señor es una realidad. El sepulcro vacío y las apariciones son hechos que la historia no puede ignorar. Dios quiso que los testigos que «Él había designado» pudieran tener una evidencia que les permitiera dar testimonio ante los demás. Los que han negado el gran milagro de la Resurrección se han aferrado a diferentes argumentaciones, que en el fondo coinciden en no admitir nada que no pueda demostrarse con argumentos racionales o por experiencia. Así, han dicho algunos que la Resurrección era una pura experiencia subjetiva de los discípulos. Otros han afirmado que la Resurrección significaría solamente que Cristo vive en el recuerdo y en el interior de los Apóstoles y que éstos no distinguen fácilmente sus deseos de la realidad. Consecuencias de la Resurrección
  • 6. También ha habido quienes han supuesto fraude o mentira en las afirmaciones de los discípulos. Sin embargo, los relatos evangélicos de las apariciones nos presentan a unos hombres que se sorprenden claramente - al encontrarse con Aquél con el que convivieron antes de la Pasión. En principio, no reconocen a Jesús. Luego pasan a estar ciertos de que es Él. Esta es una prueba más de que ese reconocimiento del Señor proviene de la realidad y no es una creación de su fantasía. De lo contrario, no tendrían dificultad en reconocerle al punto. En cambio, necesitan un cierto tiempo. EL MISTERIO DE LA RESURRECCION DEL SEÑOR La Resurrección de Jesucristo es un misterio de fe. Sólo ayudados por el Espíritu se puede llegar a la fe en la Resurrección. Sólo la fe permite captar el mensaje de salvación que entraña. Los discípulos se percatan de que Aquél con el que se encuentran de nuevo es Jesús, aunque no es enteramente el mismo. Jesucristo, al resucitar, ha comenzado a vivir una vida nueva, que es a la que estamos llamados y nos tiene prometida. En efecto, la Resurrección de Cristo no consistió sólo en la reanimación de un cadáver, como en el caso del hijo de la viuda de Naím o de Lázaro. Por otra parte, al creer este misterio, no se afirma sólo un hecho que le acaeció a Jesús en el pasado, sino también que Jesucristo, por haber resucitado, vive, es decir, continúa viviendo esa nueva vida. Al creer esta verdad, además, no sólo afirmamos que Cristo resucitó de entre los muertos, sino que lo hizo por su propio poder, como había anunciado: «Porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para daría y poder para recobrarla de nuevo» (Jn. 10, 17-18) El Señor ha resucitado como había predicho. La Resurrección de Cristo es la verdad más trascendental de nuestra fe católica. Por eso decía San Agustín: «No es gran cosa creer que Cristo murió; porque esto también lo creen los paganos y judíos (...) La fe de los cristianos es la Resurrección de Cristo» (Enarr. in Psalmos, 120) Los Apóstoles, movidos por el Espíritu, creyeron en el Cristo resucitado. Por la fe, pudieron comprender que Jesús es dueño de la vida y de la muerte, es decir, que es Dios. También se percataron poco a poco de que se había abierto una nueva etapa en la realización del Reino de los Cielos. Hasta el momento de la Resurrección, Cristo era el Mesías Siervo de Yahvé, que podía padecer y ser perseguido hasta la muerte en la Cruz, a pesar de sus poderes sobrenaturales y de su doctrina sublime. A partir de ahora, Jesús se ha hecho glorioso. No ha vuelto a la vida terrestre, sino que ha inaugurado una nueva vida en la que posee una plenitud que incluye la inmortalidad y la liberación de las limitaciones del tiempo y del espacio. Como consecuencia, el cuerpo de Cristo participa de la gloria que, desde el principio, llevaba el alma del Señor. Los Apóstoles son los testigos de esta nueva realidad, para los hombres de todos los tiempos. La fe de todos los cristianos que vengan después apoya en el testimonio de la fe apostólica. Pero a estos testigos oculares también se les exigía fe: vieron y creyeron. No basta con ver para percibir la nueva creación que significa la Resurrección de Cristo. Los testigos se encontraron
  • 7. con Jesús y le reconocieron por la fe, movidos por el Espíritu Santo. CONSECUENCIAS DE LA RESURRECCION La Resurrección de Jesucristo no es algo que le afecte o beneficie a Él, en el sentido de que le libera de las consecuencias de la muerte una realidad que nos afecta a todos los hombres de un modo importantísimo. En efecto, la Resurrección fue necesaria para que se completara la de nuestra Redención. Jesucristo, con su muerte, nos libró de los pecados pero con su Resurrección, nos devolvió los bienes que habíamos perdido por el pecado, es decir, nos abrió las puertas de la vida eterna. Nosotros creemos en Aquél que resucitó de entre los muertos a Jesús Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados y fue resucitado para nuestra justificación. (Rom 4, 24-25) El haber resucitado por su propio poder es prueba definitiva de que Cristo es el Hijo de Dios y, por tanto, su Resurrección confirma plenamente nuestra fe en su divinidad. Las apariciones de Jesús muestran una nueva manera de presencia Redentor en la Iglesia y en los cristianos: presencia del que es permanente aunque no se le vea. Al mostrarse a sus discípulos, enseña no sólo que puede «entrar con las puertas cerradas», sino que está siempre presente y cercano. En los días posteriores a la Resurrección, el Señor comunica a los discípulos su Espíritu, mediante el gesto de soplar sobre ellos. Por medio de este don, nos será posible unirnos a Él en lo sucesivo. Y lo mismo que los discípulos entraron en esa vida nueva a través de su encuentro con Jesús y la fe en Él, todos los hombres que vivan la vida de Cristo habrán de comenzar por un encuentro con esa Persona concreta que es Jesús resucitado. LA ALEGRIA DE LA PASCUA Después de narrar con detalle los sucesos de la Pasión y Muerte de Jesucristo, los evangelios nos transmiten la gran ALEGRIA PASCUAL de la Resurrección. Esta alegría no sólo alcanza al hecho de que el Señor haya vuelto a la vida. La Resurrección de Jesús es un suceso ligado a los anteriores. Juntos constituyen lo que se llama el MISTERIO PASCUAL. Así como la Pascua judía o «paso del Señor» rememoraba el momento en que los israelitas fueron liberados tanto de la esclavitud de los egipcios como de la muerte de los primogénitos, que Dios envió como castigo al Faraón y su pueblo, la nueva Pascua, la Pascua cristiana, es, ante todo, la liberación del hombre de la esclavitud del pecado. Esta liberación la ha realizado Jesucristo por medio de su Pasión y Muerte en la Cruz y por su Resurrección de entre los muertos. Con ésta, se ha demostrado su poder divino no sólo sobre la muerte, sino también sobre las fuerzas del mal. Por ello, los relatos de los días siguientes a la Resurrección rebosan alegría: «El ángel habló a las mujeres: Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús crucificado. No está aquí: Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
  • 8. veréis ( ...) Filas se marcharon ( ... ) y llenas de alegría, corrieron a comunicarlo a sus discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: Alegraos» (Mt. 28, 5-9) Cuando Jesús se aparece a sus discípulos después de su Resurrección, siempre les saluda con las palabras: paz a vosotros» La fe y la alegría pascual deben llevar a la paz: « Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.» (Jn. 20, 19-21). Pero no se debe entender que la alegría pascual fue un estado de ánimo propio de un tiempo cercano a la Resurrección, sino que todo el Nuevo Testamento está como atravesado por esta actitud. Los cristianos tienen motivos para la alegría, que no son pasajeros, que no se basan en cosas de este mundo, sino en la participación ya aquí, en la tierra, de la vida nueva de Cristo. San Pablo nos dejará muy diversos testimonios de esta dimensión característica del cristiano. Quizá entre todos ellos destaque el del capítulo tercero de la carta a los Filipenses: «hermanos míos, manteneos alegres en el Señor (... ) juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mí Señor, (... ) y conocerle a Él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a Él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos» (1-11). http://www.youtube.com/watch?v=gClzxiQMimM omunión. Los primeros frutos de la pascua de Resurrección, se encuentran en la experiencia de la comunión. Para aquellos vivos con la fe de la Resurrección, la comunión en esa fe y claro la solidaridad con todos los hermanos y hermanas constituye una respuesta natural. Paz. Frente a una cultura de un constante fuego cruzado, la Pascua, nos invita a la paz. La paz que da el Señor Resucitado es fruto precisamente de la comunión con Dios. Alegríafrente a la tristeza. La Pascua nos descubre el gran secreto del amor de Dios: La Vida eterna. Ello convierte nuestra existencia en un surtidor de alegría. Esperanzafrente al pesimismo. La Pascua nos exige confiar y esperar en Dios. Sólo quien espera en El, es capaz de llegar a cumplir los más altos ideales. Amor frente al egoísmo. La Pascua, al ver a Jesús, nos enseña que el servicio es pasaporte necesario para entrar en el país del cielo.
  • 9. Perdón frente al odio. La Pascua nos empuja a las dos vertientes de una vida cristiana: el perdón y la reconciliación. Ilusión frente al desencanto. La Pascua nos hace ver el horizonte de nuestra existencia con unas lentes muy especiales: detrás del fracaso aparente, espera un mañana feliz. Valentíafrente a la cobardía. La Pascua, nos confiere fuerzas para seguir adelante. Jesús ha cumplido y, por lo tanto, nos da una buena inyección de fortaleza. Fe frente a las dudas. La Pascua nos confirma en el camino emprendido en el día de nuestro Bautismo. La experiencia de Jesús Resucitado hace que nos sintamos arropados por su Espíritu y por los deseos de crecer como creyentes, como orantes y comprometidos en pro de un orden nuevo en el mundo desde la perspectiva del Evangelio. LOS SIGNOS DE LA PASCUA Cada signo tiene un significado profundo, que muchas veces se nos escapa. Vamos a tratar de acercarnos a algunos de los signos de la Pascua, pero antes de ello, tenemos que caer en la cuenta de que cada signo nos está hablando de Jesús, nos sitúa ante su presencia real en cada uno de nosotros, en la comunidad reunida en su nombre, en el sacerdote que preside la celebración, en la palabra que se proclama, en el pan y el vino que se nos regala como alimento.... Para prepararnos a participar con mayor intensidad la próxima Pascua, intentaremos recordar y reconocer algunos de los signos que vivimos en cada Misa y que nacen fundamentalmente de la Pascua de Jesús. Pascua significa el paso de Dios que libera al pueblo. Es el compromiso de Dios con su pueblo, su alianza y contrato. Jesús se une a esta historia y la supera: establece un nuevo pacto, una alianza nueva y definitiva. Es la Pascua de Jesús, es la Nueva Alianza, es la Luz y la Vida para todos. A nosotros, que nos consideramos seguidores de Jesús, se nos invita a unirnos a El, a optar definitivamente por El. Celebramos la Pascua en la medida en que nuestra vida sea reflejo y actualización de la vida de Jesús. Nuestro seguimiento a Jesús ha de actualizar dos dimensiones: nuestra opción y adhesión personal a Jesús y nuestro compromiso por realizar lo que El hizo: crear la fraternidad. Y este camino lo
  • 10. hacemos como Iglesia. No somos islas separadas, somos una comunidad que refleja la vida de Jesús. Los signos de nuestras celebraciones solamente tienen sentido si los vivimos como pueblo de Dios, como Iglesia. Textos para la oración. La Pascua judía: Exodo 12,1 - 14 La Pascua de Jesús: Mateo 26, 17-30 El signo de la Pascua: Juan 13, 1-17 Actualización de la Pascua de Jesús: 1 Cor. 11, 23-26 Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga (la llevaron los hombres) que en mis hombros pusiste; Pero a veces encuentro que la jornada es larga, que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste... Mas entonces me miras.... y se llena de estrellas, Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas, con la cruz que llevaste me es dulce caminar. EL SIGNO DE LA PALABRA Las personas se comunican de muchas formas y en ellas se comprometen. La Palabra es, quizás, la expresión más humana de comunicación. Dios se quiere hacer comprensible para nosotros y nos habla con palabras que sean accesibles a nuestra realidad. Jesús es la Palabra de Dios, es el modo de hablar de Dios. Las lecturas que se proclamas en cada Misa expresan la historia de esa Palabra de Dios, se nos presentan estas lecturas para que abramos nuestros ojos al proyecto de acción de Dios entre los hombres. Acudimos a la Palabra para descubrir y notar qué dice Dios y, sobre todo, qué quiere decirnos hoy y ahora. Porque la Palabra de Dios es una Palabra viva y eficaz hoy. Lo que dice se cumple: crea, da paz, ofrece esperanza.... La Palabra de Dios nos invita a acogerla con una actitud especial: apertura, escucha, respeto. De ese modo ponemos los medios necesarios para que esa Palabra entre en nuestro corazón y dé su fruto. * A veces una frase de la Biblia te ha iluminado un aspecto de tu propia vida, )recuerdas alguna en particular? * )Qué palabras de vida necesita hoy el mundo en que vives? * Imaginate que es Dios quien siembra y que tú eres la tierra que acoge la semilla: )qué frutos puedes ofrecer a los demás?
  • 11. Textos para la oración Exodo 20, 1-21 Hebreos 1, 1-2 Juan 1, 1-14 Juan 13, 34-35 EL SIGNO DE LA LUZ-TINIEBLAS Descubrimos la necesidad de la luz cuando no la tenemos. De noche encendemos la bombilla para ver, si estamos en el monte la linterna para guiarnos y entrar en la tienda, cuando pasamos por un túnel los focos del coche nos orienta. Si vemos a un ciego que no percibe la luz caemos en la cuenta de su necesidad: alguien le ha de llevar de la mano. Pero no solamente se ve con los ojos. La vida de pecado, es decir, la vida alejada de los demás y de Jesús es una vida en tinieblas, sin horizonte, sin claridad. A veces decimos Aesto no lo veo claro, no veo lo que quieres decir....@ En todos esos momentos somos ciegos, necesitamos que alguien nos ponga en el corazón una luz para iluminar nuestro futuro, nuestro camino. Jesús se nos presenta como la luz que ilumina nuestra tiniebla, la esperanza que da sentido a la sinrazón de muchas decisiones equivocadas. Es una luz que no se agota que la recibimos y la transmitimos a los demás, como cuando encendemos nuestra vela y la ofrecemos a los demás. Solamente la persona que recibe la Luz de Jesús puede iluminar a los demás. * Señala cuatro circunstancias de la vida que te rodea en que sientas falta de claridad y de luz. * Aquí tienes tres lámparas encendidas: indica tres aspectos de tu vida que necesitan iluminarse. * Comenta brevemente la siguiente frase de Jesús: AYo soy la Luz del mundo, quien me siga no caminará en tinieblas, antes tendrá la Luz de la vida@ (Juan 8, 12) Textos para la oración Génesis 1, 2 Isaías 9, 1 Juan 1, 4-5 Juan 12, 35 1 Juan 2, 11
  • 12. EL SIGNO DEL AGUA Desde hace algunos años hemos vivido una situación climatológica rara: una gran sequía y fuertes inundaciones. El agua, que es necesaria para la vida, falta. El agua, cuando se desborda, puede destruir, romper proyectos.... El antiguo pueblo judío busca la libertad de Egipto y rompe con esa situación atravesando el Mar Rojo. El paso por esa agua se convierte en un signo: refleja la muerte a una esclavitud y abre el nuevo camino de la libertad. Jesús, con su vida y su muerte, inicia la historia de un nuevo pueblo, la Iglesia, la comunidad de sus seguidores. De ahí que el agua del Bautismo sea para los seguidores de Jesús el signo del paso de la muerte a la vida, del egoísmo al amor, del yo al nosotros. * Probablemente habrás asistido al bautizo de algún hermano, primo, sobrino. )Te has acordado de que una vez fuiste tú también bautizado? )Qué has sentido al recordarlo? * Recuerda alguna de las siguientes experiencias: confirmación, pascuas, bautismo de algún familiar. )Has vivido ese momento como renovación de tu propio Bautismo? * Hay momentos y circunstancias en que el agua no limpia, ni tampoco libera; las inundaciones, las tormentas repentinas, el lavarse las manos como Pilatos para evitar la propia responsabilidad. Señala cuatro momentos en que hayas vivido esta experiencia. Textos para la oración Exodo 14, 1-31 Exodo 17, 1-7 Juan 3, 1-9 Juan 7, 37 Juan 19, 31-37 Mateo 28, 19-20 EL SIGNO DEL PAN Y EL VINO Cualquier celebración de fiesta, de aniversario, tiene siempre una expresión concreta en torno a la mesa: compartir una comida es una de las expresiones que
  • 13. más se repite en todos los pueblos como signo de alegría, gozo y unión. Un plato y un vaso tomados junto a las personas que se ama y se estima ayuda a crear un ambiente y una atmósfera realmente sinceros. En su deseo de hablar un lenguaje que los hombres pudiéramos entender, también Dios quiso que en torno a una mesa se juntaran sus seguidores y compartieran una comida de fiesta. Con ello celebraban el Paso del Señor, la Pascua. Jesús deseó celebrar con sus amigos más íntimos esta Cena, su última cena entre los hombres, no sólo para compartir lo que habían vivido, sino también para ofrecer un nuevo camino, una nueva comida. Jesús quiso quedarse entre ellos como comida: Aesto es mi cuerpo, esta es mi sangre@. Por estas palabras se hace alimento para que acudamos a El y tomemos fuerza para seguir Su camino. Compartir entre nosotros el alimento de Jesús no es solamente asistir a una Misa y comulgar el pan de la Eucaristía. Ciertamente es Aeso@ y algo más: es compartir los gestos de Jesús, es hacer realidad su actitud de servicio, de perdón, de ayuda, de tolerancia.... Jesús nos dice que hemos de unirnos a El, hemos de comer su cuerpo y beber su sangre para que tengamos vida, una vida que no acaba, una vida que se transmite a los demás. Y en el día a día hemos de actualizar su presencia y sus gestos, conscientes de que la celebración de la Misa es la expresión más profunda de su Amor por todos los hombres. * Señala los momentos en que el pan y el vino se hacen presentes en la Misa. )Recuerdas algunas de las palabras que acompañan a estos signos? * Jesús comparte su Vida y Amor a través del pan y el vino. )Cuáles son los signos con los que compartes tu vida? )Con quién lo haces? *Señala un gesto de compartir en cada uno de los siguientes aspectos de tu vida: Familia.................................. Amigos.................................. Estudio/trabajo..................... Descanso..............................
  • 14. * Te acuerdas realmente, y no sólo de memoria, de los que tienen poco, de los pobres, de los marginados....? )Cuándo? Toda la Vida de Jesús fue un gesto de compartir. )Y tu vida? )Compartes de vez en cuando, cuando te recuerdan una campaña o, por el contrario, toda tu vida es una actitud de entrega? Textos para la oración Exodo 16 Juan 6 Marcos 14, 22-26