La caza de brujas durante el periodo del capitalismo primitivo fue un brutal genocidio dirigido contra las mujeres con el objetivo de controlar sus cuerpos y someterlas al patriarcado y al sistema capitalista. Se ejecutó a cientos de miles de mujeres acusadas de brujería, aunque en realidad su verdadero delito era desafiar el orden establecido al ejercer roles como curanderas o vivir de forma independiente. Este proceso marcó la alienación psicológica de los hombres hacia las mujeres y quebró la solidaridad de cl
1. María Angelina Quixtán
Federici, Silvia. Caliban and the Witch. Women, The Body and Primitive Accumulation,
Autonomedia, 2004.
La caza de brujas y la supremacía masculina: la domesticación de las mujeres
Las mujeres son las productoras de la mercancía más importante del sistema capitalista: la
fuerza de trabajo. La escritora italiana Federici, en el Calibán y la Bruja, afirma que era
necesario controlar sus cuerpos, eliminar las vías contraceptivas o abortivas por las que las
mujeres controlaban la reproducción. El Estado capitalista, con la ayuda inestimable de la
Iglesia, toma el control del cuerpo de las mujeres. “Sus úteros se transforman en territorio
político controlado por los hombres y el Estado: la procreación fue directamente puesta al
servicio de la acumulación capitalista”.
Fue necesario un brutal genocidio dirigido contra las mujeres la caza de brujas, murieron en la
hoguera cientos de miles de mujeres (millones escriben algunos autores) acusadas de brujas,
mujeres a las que había que domesticar, para colocarlas en el lugar que la alianza entre
patriarcado y capitalismo les tenía reservados. Se acusaba a la bruja de herejía o de copular con
el Diablo, pero su verdadero delito era ser curandera, partera, desobedecer a su marido,
escoger vivir sola o rebelarse contra los cercamientos de campos que expulsaban a los
campesinos de sus tierras y los empujaban a la miseria de las ciudades.
En esta parte se coloca en punta de lanza el poder del diablo, de amo-dueño, que dirige a la
bruja; y la bruja, la mujer-esclava, sirvienta en cuerpo y alma, quien rara vea hacía aparecer al
diablo, porque él era quien se aparecía cuando le daba la gana; una brujería a consecuencia de
la lujuria insaciable de las mujeres.
Raramente los hombres se oponían a estos asesinatos; solo un grupo de pescadores de la
región vasca, al enterarse de lo que le hacían a sus mujeres e hijas, regresaron antes de la
campaña de Bacalao para ver como las defendían.
2. María Angelina Quixtán
Federici, Silvia. Caliban and the Witch. Women, The Body and Primitive Accumulation,
Autonomedia, 2004.
Sin embargo, muchos hombres aprovecharon esta situación para deshacerse de sus mujeres o
amantes, de las que habían violado o seducido, para difamarlas y declararlas brujas. Los años
de propaganda y terror de estas mujeres, marcaron a los hombres de una profunda alienación
psicológica con respecto a las mujeres, lo cual quebró la solidaridad de clases y surgió su propio
poder colectivo. “No había diferencia entre un hombre castrado y uno inútilmente
enamorado”.
La caza de brujas condenó la sexualidad femenina como la fuente de todo mal, pero también
fue el principal vehículo para llevar a cabo una amplia restructuración de la vida sexual que
amenaza la procreación, la transmisión de la propiedad dentro de la familia ya que el goce de la
sexualidad de la mujer resta tiempo y energías para el trabajo.
Según Federici, la mujer era percibida como prostituta de joven porque vendía su cuerpo a los
hombres y bruja de vieja porque vendía su alma al diablo; la sexualidad de la mujer era
físicamente penada con la muerte y socialmente con la criminalización.
Mientras tanto, la familia se va transformando hasta configurarse en un espacio privado que es,
según Federici, la institución más importante para la apropiación y el ocultamiento del trabajo
de las mujeres. Una invisibilización que pasa por la apropiación del cuerpo femenino, de forma
mucho más hostil que sobre el cuerpo de los varones. La mujer enfrenta, aún hoy, restricciones
sociales muy opresivas no sólo en lo que tiene que ver con sus derechos reproductivos y con su
sexualidad, sino también con la estética.
Gerda Lerner ha definido, la domesticación de la mujer en sentido amplio, como “la manifestación
e institucionalización del dominio masculino sobre mujeres y niñ@s en la familia y la extensión del
dominio masculino sobre las mujeres a la sociedad en general”.