2. El libro El Profesor De Frank
McCourt (Nacido en 1930 en Nueva York,
hijo de inmigrantes irlandeses) nos cuenta
los treinta años en los que McCourt fue
docente en un instituto de secundaria en
Nueva York.
3. La historia comienza cuando McCourt tiene 27 años
y se instala en Nueva York iniciando su actividad
como profesor cuando sus estudios universitarios no
habían terminado todavía. Dada las realidades
sociales en un entorno tan duro como el
neoyorquino resultan difíciles de digerir por parte de
este inmigrante irlandés por lo que haciendo más
caso a su intuición y a lo que le dicta su conciencia
que a las directrices académicas, consigue
despertar el interés de sus alumnos.
4. Su método de enseñanza no es para nada convencional sino
que se basa en escuchar a sus alumnos y a aprender de ellos,
conociendo sus inquietudes, sus gustos y su forma de ver el
mundo.
Me ha parecido un libro bastante peculiar, ya que en realidad
es una autobiografía en la cual Frank McCourt en vez de
enseñar a sus alumnos gramática inglesa, que se suponía era
lo que enseñaba, se pasaba horas hablándoles de una forma
amena de cómo había sido su vida, de su infancia trágica en
Irlanda, y cómo su familia tuvo que viajar a Estados Unidos en
busca del sueño americano, un sueño el cual no pudo hacerse
realidad.
5. Por otra parte, es un libro que me ha sorprendido gratamente
teniendo en cuenta que utiliza una literatura bastante sencilla
permitiendo adentrarte en la lectura de éste de tal forma como
si de un cuento se tratase. Está narrado en primera persona
por lo que da más realismo al libro.
En mi opinión, no es que se trate tampoco de un libro
magnífico, pero si que te hace reflexionar debido a algunas
anécdotas que aparecen en él y puedes apreciar cómo el
profesor McCourt va adquiriendo su propia personalidad como
docente por todo lo que le va sucediendo durante esos treinta
años en las aulas de Nueva York.
6. Este libro me ha servido para darme cuenta de lo difícil que es
enfrentarte a tu primer día de clase y cómo poco a poco
trabajando y esforzándote puedes llegar a convertirte en un
maestro/a extraordinario utilizando la naturalidad como un
recurso como hacía el profesor McCourt.
La primera parte del libro es lo que más me ha gustado pues
es bastante entretenida, pero una vez que avanzas en la
lectura al final se hace un poco repetitivo por tantas anécdotas.
Me hubiera gustado que se hubiera centrado un poco más en
situaciones sobre los alumnos y el aula antes que contarnos
toda su vida.
7. La conclusión que el profesor McCourt hace al final del libro es
que después de toda una vida dedicada a la educación con
adolescentes no cree que nadie alcance la libertad absoluta,
pero lo que intenta hacer con sus alumnos es que el miedo se
refugie en un rincón y salga a flote el ser que llevan dentro.
8. Entrevista a Frank McCourt a cargo
de Clemente Corona. (12/05/2006)
Nuestro amigo Clemente Corona nos ha hecho
llegar la entrevista que le hizo al mismísimo Frank
McCourt en mayo de 2006 para la revista
ClubCultura. Acababa de publicar ‘El Profesor’ y
pasó por Madrid para promocionarlo. Especialmente
interesantes sus respuestas sobre Limerick y la
polémica acerca de su libro, sobre el papel de la
religión y sobre los recientes cambios sociales que
había detectado en Irlanda.
9. ¿Cómo define la experiencia de enseñar en Nueva
York durante más de 30 años?
Fue duro pero aprendí mucho. Sólo la experiencia
puede ayudarte a ser un profesor competente.
Algunas veces me he arrepentido de haber estado
enseñando durante 30 años y no escribir, pero fue
una experiencia muy satisfactoria que me convirtió
en lo que soy.
10. ¿Por qué vio la necesidad de contar su
experiencia docente en un libro?
Quise que la gente viera que la enseñanza es como la vida,
literalmente. Si solo hubiera escrito Las cenizas de Ángela
sería igual de feliz. Estoy seguro de que Edmund Hillary y
Tenzing Norgay sintieron lo mismo cuando llegaron a la cima
del Everest, ellos dos en la cima de la montaña más alta del
mundo. Las cenizas de Ángela fue mi montaña. Tenía que
contar la historia. Si no hubiera escrito nada más, si no hubiera
ganado dinero con ello, lo hubiera hecho igual y la gente lo
podría leer. Fue como cumplir un sueño, eso fue lo más
importante. Podría haber muerto tranquilo. Quería sacarlo de
mí. Pero lo que de verdad quería explicar es cuán difícil es ser
profesor.
11. El profesor es un canto a la educación, un
libro que debería leer todo aspirante a
maestro…
Gracias. Espero que los profesores de todo
el mundo lean el libro. Normalmente, los
médicos, los abogados, los militares, los
actores, la gente de la televisión y los
políticos son admirados y recompensados,
pero no así los profesores. La enseñanza es
la doncella de las profesiones. Pero puedes
ser muy motivador para tus alumnos.
12. En sus tres libros, se aprecia que una de las cosas
que han marcado su vida ha sido la presencia
agobiante del catolicismo. Como profesor, ¿cree
conveniente la educación religiosa en estos
tiempos de hoy?
Si tienes fe, la religión es algo bueno. Si no la tienes, entonces la
gente no debería molestarte. En algunos países la religión es un
elemento positivo. En otros, destructivo. Cuando era crío, creíamos
que el alma estaba dentro del cuerpo y era blanca. Así que si
cometías un pecado, cualquiera de los siete pecados capitales, habría
una mancha en tu alma que se convertiría en un tumor que supuraría
y crecería, de la que no te podrías librar hasta que fueras a ver al cura
y te confesaras. Pero si te atropellaba un camión yendo a verle y el
pecado seguía en tu alma, ibas al infierno. La Iglesia nos señalaba las
fronteras: te diremos cuáles son los pecados, y si los cometes te
perdonaremos. Nos tenía cogidos por todos los lados. Pero los padres
ya no pueden decirte que te van a enviar al cura y me pregunto qué va
a reemplazar esta estructura moral y teológica tan férrea. Va a ser
muy interesante para los historiadores ver qué va a pasar a Irlanda
ahora que la Iglesia ya no es un poder de referencia.
13. ¿Cómo ha cambiado su vida tras el éxito mundial
de Las cenizas de Ángela?
No me tengo que preocupar por el dinero. Puedo hablar todo el
tiempo del mundo sobre la enseñanza y la gente lo escuchará.
Pero la fama es tanto una carga como un placer, porque es
algo para lo que no estás entrenado. Ya sabes lo que pasa: la
gente se casa, y en un año se divorcian. Les enferma: alguien
tiene que cambiar el rollo de papel higiénico y cerrar bien el
dentífrico, y sacar la basura, y lavar los platos… esas
realidades sórdidas. Así es la fama. La gente ahora me mira.
Solía ir a bares de Nueva York y yo era “el profesor”, pero
después ya era “ooh, Frank McCourt”. Buscaban mi opinión.
Eso cambió. Y puedes amargarte y decir, “Eh, nunca me
reconociste cuando era profesor”, pero no puedes pensar de
ese modo. Así es el mundo.
14. En Limerick, la ciudad irlandesa donde pasó su
terrible infancia, hay tours organizados por los
lugares reflejados en su primer libro. ¿Ha vuelto
desde entonces a la ciudad?
Sí, he vuelto. Todo ha cambiado. Nunca podré sacar
a Irlanda de mí. Volví hace unas semanas. En
Limerick hay opiniones negativas sobre el libro y la
prensa hace que sean más fuertes aún. Pero lo
importante es que tengo un título honorario de la
Universidad, el alcalde me recibió, Las cenizas de
Ángela ha desaparecido de las estanterías, cuando
pusieron un anuncio buscando extras se apuntaron
centenares de personas y el Ayuntamiento no puso
traba alguna al rodaje de la película. Sólo esto
derrumba toda controversia.
15. ¿Cómo contempla desde Nueva York la brutal
evolución vivida por Irlanda en estos últimos años?
Irlanda ha cambiado radicalmente desde mi niñez, y para mí lo
más asombroso es cómo la Iglesia Católica ha perdido su
poder, esa es la principal diferencia. Hubo un tiempo en el que
los cardenales, los obispos y los arzobispos dirigían el país.
Había un gobierno, pero los curas podían echar a cualquier
político que no les gustara. Pero ahora a nadie le importa la
Iglesia, nadie va a misa. La iglesia de la Redención a la que
solía ir en Limerick se llenaba sólo de hombres tres noches por
semana; ahora, sólo hay un oficio, y no se llena ni la mitad. Ya
no hay sentido del pecado. Me hubiera gustado crecer así.