1. Caridad asistencialista.
La clase media es capaz de gestos muy generosos, por ejemplo cuando un clase media
encuentra a un pobre predicador caído al pie de su tarima o púlpito, alzándolo en su
automóvil lo lleva a su casa. Se ocupa de nutrirlo, entretenerlo, hasta que el predicador
tiene fuerza y se atreva a subir otra vez a su tarima o sitio de predicación. El clase media
se siente muy bueno después de este gesto, y en realidad es muy bueno, solamente que
no se le ocurre pensar que dentro de pocos días el predicador va caerse de nuevo de su
púlpito. Entonces mientras el predicador está de nuevo caído al pie de su sitio de
predicar, el clase media está en su club y se siente muy bueno y piensa en la forma que
ayudó al pobre predicador cuando lo encontró caído.
Los refugiados no son muy generosos por principio. Pasan al lado de las cosas más
conmovedoras, como ver a un pobre predicador que no sabe hablar ingles y por eso
gime, sentado en una vereda. Estos refugiados no miran al predicador, ocupadísimos de
seguir con la vista a una jovencita de ensueño. Con seres así no se puede practicar
coherentemente la caridad ni la beneficencia, por eso en la mayoría de sociedades de
caridad, O.N.G, o filantrópicas las autoridades son todas de la clase media y la
bibliotecaria es una izquierdista de derecha. Claro que desde sus puestos los clases
medias ayudan muchísimo a los refugiados, que se los gorrean y/o aprovechan.