El narrador se despertó tarde y se dio cuenta de que su padre no lo había despertado de forma violenta como era su rutina. Reconoció a la sirvienta limpiando y a su madre haciendo ejercicio. Revisó los papeles que había estado leyendo la noche anterior y notó detalles que no había visto, como que había tres carpetas distintas - una con cartas personales ordenadas por fecha, otra con apuntes y conclusiones pedagógicas, y una tercera con documentos extraños e ininteligibles.
1. Finalmente me dormí. Cuando abrí los ojos habían dado las nueve de la mañana.
Me pareció inusitado que papá se hubiera ido al hospital pasando por alto su
rutina de despertarme arrancando violentamente las cobijas de mi cama y abriendo
las cortinas del cuarto de par en par. Quizá el hecho de que mi hermano Saúl no
estuviera, o quizá el desagradable recuerdo de la discusión que tuvo con el
director el día anterior, lo había hecho reflexionar respecto a la forma de tratarnos.
El ruido de la aspiradora me permitió reconocer a la sirvienta en pleno inicio de
jornada y la música clásica a mi madre haciendo su gimnasia matutina. Excelente:
era demasiado tarde para ir a la escuela. Me levanté a recoger los papeles que
había estado leyendo hasta avanzadas horas y que dejé caer al quedarme dormido.
Los acomodé cuidadosamente. Al hacerlo, aprecié detalles que en la víspera me
pasaron desapercibidos:
En el portafolios había tres carpetas distintas, una azul y dos verdes. La primera
contenía manuscritos personales ordenados por fechas: cartas a su esposa, cartas
a sus hijos y simples relatos íntimos como los que detalla un adolescente en su
diario. La carpeta verde contenía escritos a máquina: resúmenes expositivos,
apuntes y conclusiones de temas pedagógicos, algo así como las notas en las que
un profesor se apoya para impartir su cátedra. Y la tercera carpeta contenía
aquellos documentos extraños e ininteligibles con sus incipientes borradores de
traducción.