El documento discute los límites de una economía verde y argumenta que se necesita un cambio conceptual más profundo en la relación humana con la Tierra. Aunque medidas como la producción baja en carbono y energías renovables son útiles, una economía verde sigue operando dentro del mismo paradigma de dominación de la naturaleza. En cambio, se necesita adoptar un concepto de la Tierra como un sistema vivo interdependiente del que formamos parte, junto con un cambio en la mente y el corazón hacia el respeto y el cuidado de la Tierra y todas las
MINERIA: Real Potencial Minero del Ecuador, por Pablo Duque
La ilusión de una economía verde según Leonardo Boff
1. Leonardo Boff
Teólogo/Filósofo
21 de octubre de 2011
La ilusión de una
economía verde
Todo lo que hagamos para proteger el planeta vivo que es la Tierra contra
factores que le quitan su equilibrio y provocan, como consecuencia, el
calentamiento global, es válido y debe ser apoyado. En realidad, la expresión
«calentamiento global» esconde fenómenos como sequías prolongadas que
diezman cosechas de granos, grandes inundaciones y vendavales, falta de
agua, erosión de los suelos, hambre, degradación de 15 de los 24 servicios
enumerados en la Evaluación de Ecosistemas de la Tierra (ONU), y que son
responsables de la sostenibilidad del planeta (agua, energía, suelos, semillas,
fibras, etc.).
La cuestión central ni siquiera es salvar la Tierra. Ella se salva a sí misma y, si
fuera preciso, lo haría expulsándonos de su seno. Pero ¿cómo vamos a
salvarnos nosotros mismos y a nuestra civilización? Esta es la pregunta real,
ante la cual la mayoría se encoge de hombros.
La producción de bajo carbono, los productos orgánicos, la energía solar y
eólica, la mayor disminución posible de la intervención en los ritmos de la
naturaleza, buscar la reposición de los bienes utilizados, el reciclaje, todo lo
que viene bajo el nombre de economía verde son los procesos más buscados y
difundidos. Y es recomendable que se imponga ese modo de producir.
Así y todo no debemos ser ilusos y perder el sentido crítico. Se habla de
economía verde para evitar la cuestión de la sostenibilidad, porque ésta se
encuentra en oposición al actual modo de producción y de consumo, pero en el
fondo aquella (la economía verde) se sirve de medidas dentro del mismo
paradigma de dominación de la naturaleza. No existe lo verde y lo no verde.
Todos los productos contienen en las distintas fases de su producción
2. elementos tóxicos para la salud de la Tierra y de la sociedad. Hoy mediante el
Análisis del Ciclo de Vida podemos exhibir y monitorizar las complejas
interrelaciones entre las distintas etapas: la extracción, el transporte, la
producción, el uso y el descarte de cada producto y sus impactos ambientales.
Ahí queda claro que el pretendido verde no es tan verde como parece. Lo
verde representa solamente una etapa de todo el proceso. La producción nunca
es del todo ecoamigable.
Tomemos como ejemplo el etanol, considerado como energía limpia y
alternativa a la energía fósil y sucia del petróleo. Es limpio solamente en la
boca de la bomba de suministro. Todo el proceso de su producción es
altamente contaminante: los productos químicos aplicados al suelo, las
quemas, el transporte en grandes camiones que emiten gases, los líquidos
efluentes y el bagazo. Los pesticidas eliminan bacterias y expulsan las
lombrices que son fundamentales para la regeneración de los suelos; sólo
vuelven después de cinco años.
Para garantizar una producción necesaria para la vida, que no estrese ni
degrade la naturaleza, es necesario algo más que la búsqueda de lo verde. La
crisis es conceptual y no económica. La relación con la Tierra tiene que
cambiar. Somos parte de Gaia y mediante nuestra actuación cuidadosa la
volvemos más consciente y con más oportunidad de asegurar su vitalidad.
Para salvarnos no veo otro camino que el indicado por la Carta de la Tierra:
«el destino común nos convoca a buscar un nuevo comienzo; esto requiere un
cambio en la mente y en el corazón; demanda un nuevo sentido de
interdependencia global y de responsabilidad universal» (final).
Cambio de mente: adoptar un nuevo concepto de la Tierra como Gaia. Ella no
nos pertenece a nosotros, sino al conjunto de los ecosistemas que sirven a la
totalidad de la vida, regulando su base biofísica y los climas. Ella creó toda la
comunidad de vida, no sólo a nosotros. Nosotros somos su porción consciente
y responsable. El trabajo más pesado lo hacen nuestros socios invisibles,
verdadero proletariado natural, los microorganismos, las bacterias y los
hongos, que son miles de millones en cada cucharada de tierra. Ellos son los
que sustentan efectivamente la vida desde hace ya 3,8 miles de millones de
años. Nuestra relación con la Tierra debe ser como la que tenemos con
nuestras madres: de respeto y gratitud. Debemos devolver, agradecidos, lo que
ella nos da y mantener su capacidad vital.
3. Cambio de corazón: además de la razón instrumental con la cual organizamos
la producción, necesitamos la razón cordial y sensible, que se expresa por el
amor a la Tierra y por el respeto a cada ser de la creación porque es nuestro
compañero en la comunidad de vida, y por el sentimiento de reciprocidad, de
interdependencia y de cuidado, pues esa es nuestra misión.
Sin esta conversión no saldremos de la miopía de una economía verde.
Sólo nuevas mentes y nuevos corazones gestarán otro futuro.