Este cuento habla de una pareja, Manuel y Eloísa, que deciden hacer un viaje para salvar su matrimonio. En su recorrido llegan a una aldea sin nombre donde descubren un cementerio solo con tumbas de niños menores de 9 años. El sacerdote les explica que en la aldea se les da a cada recién nacido un cuaderno para anotar los momentos felices de su vida, y la edad que tendrán al morir será la cantidad de días anotados, no su edad real. Manuel y Eloísa continú
1. El Observador
29-X-2013
#2
Este cuento NO es mío ni mucho menos, pero de alguna manera fue y es
parte de mi visión de la vida.
Se llama El Cementerio de niños
Manuel y Eloísa habían caído en la rutina y para intentar solucionar este
problema, que estaba a punto de romper su matrimonio, decidieron hacer
un viaje por los pueblos de su región.
Era finales de julio y el calor apretaba, pero a ellos les daba igual, lo que
querían eran emociones fuertes y kilómetros de camino para poder
pensar.
A lo largo de la travesía se iban encontrando con los paisanos del lugar,
que amablemente les comentaban cuáles eran los pueblecillos más
curiosos y extraños; ellos apuntaban la información, consultaban el mapa
y reestructuraban la ruta en función de la cercanía de algunos de ellos con
su posición actual.
Muchos de los pueblos que les habían comentado carecían de ese “algo”
que ellos iban persiguiendo, otros no. Atravesaron cañadas, arroyos,
estanques, rutas ecológicas…y aterrizaron en un pueblo que no figuraba
en su fantástico mapa. ¿Dónde nos encontramos exactamente? - preguntó
2. Eloísa a un pastor que se encontraba sentado en una piedra. Señora, está
usted en “Aldea Sin Nombre”- contestó el pastor con voz ruda.
Continuaron su paseo a través de la extraña aldea, tanto caminaron en
línea recta que terminaron en el cementerio situado a las afueras de la
misma.
Manuel, conforme avanzaba zigzagueando a través de las lápidas, se iba
fijando en las impresionantes edades a las que moría la gente del lugar …
Pablo Cerrato, 7 años; Paula Ortiz, 8 años; Abelardo Páramo, 7 años..¡Dios
mío Eloísa! Creo que nos encontramos en un cementerio de niños, ¿has
visto a algún adulto enterrado aquí? – dijo Manuel intranquilo. Eloísa
prestó más atención entonces; era cierto, ninguno superaba los 9 años de
edad.
Aún conmocionados por lo que acababan de ver, consiguieron acercarse a
la pequeña ermita del cementerio; allí encontraron al Padre Tomás,
párroco de la aldea.
- Padre, ¿por qué son todo niños los que están enterrados aquí? ¿Ha
habido alguna epidemia o alguna desgracia en Aldea Sin nombre?
- Perdone, pero…me parece que no la acabo de entender; dice usted que
en mi cementerio sólo hay niños enterrados, sin embargo, eso no es
cierto. La mayoría de los que ahora descansan en paz murieron siendo ya
mayores.
3. - Entonces ¿Por qué no hay ninguno que supere los 9 años?
El Padre meditó unos segundos…
- Verán, les contaré una tradición del pueblo, quizá esto les ayude a
entender las cortas edades de fallecimiento de los habitantes del lugar. A
cada persona que nace en esta aldea, como regalo en el bautizo, se le
ofrece una libreta y un lápiz, que el niño o niña llevará colgado del cuello
durante toda su vida. En ella escribirán cada uno de los momentos felices
de su vida, de modo que cuando fallezcan, sólo se contarán los días que
anotaron; y esa será la edad que realmente tenga esa persona.
Así fue cómo Manuel y Eloísa continuaron esta tradición y salieron de la
rutina. Sus hijos continuaron con ella, enterrando a sus padres a la tierna
edad de 10 años.
El Observador