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J.C. Cambranes
Jacobo Arbenz Guzmán:
Por la Patria y la Revolución
en Guatemala, 1951-1954
Guatemala, 2011
Primera edición, 2011
Comisión Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivo
en materia de Derechos Humanos (COPREDEH)
MSc. Dora Ruth del Valle Cóbar
Presidenta de COPREDEH
Carlos Oswaldo Morales Callejas
Director Ejecutivo de COPREDEH
José Antonio Montúfar Chinchilla
Subdirector Ejecutivo de COPREDEH
2a
. Ave. 10-50 zona 9, Ciudad de Guatemala, Guatemala, C.A.
Tels. (PBX) (502) 2360-7272, 2334-0115 y 2334-0116
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-19544
De Julio César, ese personaje histórico tan extraordinario, se han escrito
frases tan elogiosas y acertadas, que merecen ser grabadas en una lápida:
“Fue un personaje fascinante.”
“Fue una figura irrepetible.”
“Con sus discursos comenzó a abrirse camino.”
“Era la política lo que le seducía. Política por ambición, nos dicen. Sin duda, pero
también para hacer cosas.”
“Era inteligente y seductor. Le amaban las mujeres.”
“Era amigo del pueblo.”
“Trató de introducir humanidad y justicia.”
“Luchó incansablemente.”
“Intentó liberar al pueblo de las imposiciones de una aristocracia de la tierra que
cerraba los caminos a las leyes agrarias.”
“Su amor al pueblo, su sincero reformismo lo demuestra su legislación agraria.”
“Con criterios políticos perdonaba y castigaba, seguía o sacrificaba sus sentimientos.”
“Tuvo amigos fieles y también se creó enemigos irreconciliables.”
“Sufrió traiciones.”
“Fue un hombre que hubo de aceptar los juegos dobles que se llevaban.”
“Fue asesinado por aquellos a quienes había perdonado.”
“Este hombre contradictorio y genial, humano, amado y odiado, superior, de
intenciones a favor del pueblo…aunque sujeto a inevitables compromisos, a veces,
¿qué planeaba para el futuro?
Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que estas frases son aplicables
también a Juan Jacobo Árbenz Guzmán.
INDICE
Presentación........................................................................................
Prólogo...............................................................................................
PRIMERA PARTE: LAS RAÍCES DE JACOBO ÁRBENZ........................
Capítulo I: Origen paterno...............................................................
Capítulo II: Nacimiento y niñez.......................................................
Capítulo III: Adolescencia y juventud..............................................
SEGUNDA PARTE: LAS RAÍCES DE NUESTRO PRESENTE................
Capítulo I: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida militar:
el Caballero Cadete 497...................................................................
Capítulo II: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida política.........
TERCERA PARTE: LAS RAÍCES DEL ARBENCISMO...........................
Capítulo I: Jacobo Árbenz y Simón Bolívar.......................................
Capítulo II: Jacobo Árbenz y Kemal Atatürk.....................................
Capítulo III: Jacobo y María.............................................................
CUARTA PARTE: LAS RAÍCES DE LA REVOLUCIÓN DE 1944..........
Capítulo I: La crisis del orden establecido........................................
Capítulo II: La caída de los sátrapas.................................................
Capítulo III: La Revolución de 1944................................................
Capítulo IV: El Presidente Revolucionario Jacobo Árbenz Guzmán.
Capítulo V: Por la Patria y la Revolución..........................................
ANEXO: Tiene la palabra Jacobo Árbenz.............................................
Entrevista exclusiva para Bohemia
BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA.......................................................
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POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-19548
PRESENTACIÓN
El libro que presentamos en esta oportunidad es parte de un trabajo
más amplio realizado por el historiador guatemalteco, Doctor en Historia,
Julio Castellanos Cambranes, quien hace años se dedica al estudio y la
investigación sobre el período revolucionario 1944-1954.
Dentro del Acuerdo de Solución Amistosa firmado entre el Estado
Guatemalteco y la familia del expresidente Árbenz, se encuentra la
publicación de esta biografía, de manera que permita a los guatemaltecos
y guatemaltecas conocer quién fue Jacobo Árbenz Guzmán, como hombre,
como padre y esposo, como ciudadano, como presidente.
Para ello se contó con la anuencia de la familia del expresidente
para que el trabajo biográfico que estaba realizando el Dr. Castellanos
Cambranes fuera publicado como parte de este Acuerdo.
Queda con ustedes una manifestación más del reconocimiento y
dignificación del expresidente Árbenz Guzmán, en el entendido que estos
esfuerzos contribuyen a construir la memoria histórica de nuestro país y
nos ayudan a entender la historia, lo que se constituye en un elemento de
nuestra identidad.
Guatemala, octubre 2011.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195410
PRÓLOGO
Observando detenidamente el rostro apacible de Jacobo Árbenz
en una conocida fotografía donde aparece en calidad de Presidente de
Guatemala, puede adivinarse que detrás de unos rasgos que muestran a
un hombre de penetrantes ojos y de inconfundible carácter adusto, se
encuentra una persona reflexiva e inquietante, de un fuerte temperamento,
comprometido con la revolución política, económica y social reclamada
por el campesinado e impulsada por él en su período administrativo. Por
aquí debemos comenzar al referirnos a nuestro biografiado. Virtudes y
defectos personales aparte, ese semblante serio y melancólico también nos
revela un personaje fascinante, capaz de ser abierto y afable, con gran
sentido del humor. La mencionada foto, que es la que más se conoce de
él, lo presenta con un impecable traje oscuro a la medida, pudiéndose
apreciar debajo del saco parte de la bandera presidencial de Guatemala,
con el bello quetzal, el ave nacional, estampado en medio del escudo de
armas, encima de los colores patrios azul-blanco-azul.
Jacobo Arbenz Guzmán se impuso la difícil meta de sacar adelante una
revolución social y económica en el medio rural guatemalteco, llegando
ésta a adquirir tal fuerza vital, que, por una parte, fue atacada con alevosía
y saña por el sector oligárquico; y, por la otra, se escapó al control de
la burocracia reformista que inicialmente apoyaba al Presidente. Su labor
fue meritoria y debe verse como tal. La historia de Jacobo Árbenz y la
Revolución de 1944-1954 es terrible y conmovedora, por lo que sobre
ella se han escrito ya trabajos interesantes por unos autores, que han sido
ampliados por otros.
Por esto es importante presentar y someter a severa crítica las
diversas visiones que se tienen de la Revolución de Octubre del período
1944-54 y el papel que jugaron los personajes que intervinieron en el
hecho histórico; decir qué carácter tuvo el proceso, quiénes fueron sus
verdaderos protagonistas y porqué actuaron como lo hicieron. Con ello no
sólo nos aproximaremos a nuestra propia visión del fenómeno y proceso
histórico, sino también al principal hombre de acción y organizador del
contexto revolucionario, Jacobo Árbenz, procurando crear nuevos trazos
firmes por otro sendero. No es mi propósito mencionar en este Prólogo,
las abundantes obras y a los diversos autores que han contribuido con sus
esfuerzos e investigaciones al conocimiento de la Revolución de Octubre
JACOBO ARBENZ GUZMAN 11
de 1944-54, ni tampoco comentar sus diversas interpretaciones sobre el
mencionado hecho histórico. Basta ahora con decir que la Revolución del
44-54 es la relación particular que une nuestro pasado próximo con el
presente, para hacernos actuar de manera revolucionaria de cara a nuestro
futuro.
Dos acontecimientos, entrelazados a manera de nudo gordiano,
marcaron a los guatemaltecos del siglo XX y nos siguen marcando en la
primera década del siglo XXI: el derrocamiento de la dictadura de Jorge
Ubico, en junio de 1944, por el pueblo de Guatemala; y la renuncia
forzada del Presidente Constitucional Juan Jacobo Árbenz Guzmán, en
julio de 1954, a causa de la traición de militares fascistas y su apoyo
incondicional al golpe de Estado organizado por el gobierno de los EE.UU.
por intermedio de la CIA. Han pasado ya 67 años desde la caída del
dictador Jorge Ubico y del inicio de la llamada “Primavera Democrática” de
Guatemala, y el problema de la revolución guatemalteca es más actual que
nunca debido a que literalmente la gente en nuestro país se está muriendo
de hambre por las imperantes desigualdad e injusticia social. Este hecho
por sí mismo justifica tratar el tema de Árbenz y la revolución cuantas
veces sea necesario. La historia muerta hace 57 años debe recuperar la
vida ahora que Guatemala vive aturdida por su pasado, indignada por su
presente y turbada por su futuro.
Se me ha ocurrido escribir otro libro sobre Jacobo Árbenz y la
Revolución, porque he deseado saber, en base a mis propias investigaciones
y análisis interpretativos, qué fue realmente lo que se dio en llamar la
Revolución del 44, y cuáles fueron las causas objetivas y subjetivas, para
que se haya producido dicho fenómeno histórico. Ante todo, siempre tuve
la curiosidad de averiguar por mí mismo quién fue realmente ese personaje
cuyo nombre se menciona hoy en día con una mezcla de nostalgia por no
pocos, e ignorancia por la inmensa mayoría de los guatemaltecos: Jacobo
Árbenz. Tuve el honor de conocerlo personalmente en La Habana, a fines
de 1962, siendo yo un hombre joven, y celebré con él ese fin de año y la
llegada del Año Nuevo en su casa del barrio Miramar, brindando todos
los presentes a las 12 de la Noche Vieja por un futuro mejor para nuestra
patria. Fue la última vez que lo vi con vida, ya que nunca volvió a pisar el
suelo de su amada Guatemala.
Escribir este libro dedicado a su memoria política lo considero un
verdadero privilegio. La divisa de su Gobierno fue “Por la Patria y la
Revolución”. Dos palabras que lo dicen todo.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195412
PRIMERA PARTE: LAS RAÍCES DE JACOBO ÁRBENZ
Capítulo I: Origen paterno
Alexaminarlosactosylosacontecimientosdelperíodoinmediatamente
anterior o durante la presidencia de Jacobo Árbenz, por falta de precisión de
informaciones históricas de archivo, no me referiré a enigmas sin respuesta
hasta el día de hoy. Una de ellas es la controversial participación de Árbenz,
voluntaria o no, en el asesinato del coronel Francisco Javier Arana, ocurrido
lamentablemente durante la presidencia de Juan José Arévalo, siendo él su
ministro de la Defensa. Intentaré, eso sí, aclarar hechos y problemas que
no han sido silenciados, sino que han permanecido en la sombra, así como
precisar conocidos asuntos políticos conflictivos, como su firme oposición
al imperialismo norteamericano; o su ambivalente posición y divergencias
con la dirección del Partido Guatemalteco del Trabajo.
Tiene carácter de urgencia relatar nuestra historia contemporánea
de una manera nueva, veraz, para poder comprender los recientes
acontecimientos políticos, sociales, económicos y hasta religiosos, que
mantienen en convulsión permanente a nuestra patria. Ante todo, respecto
a la figura de Jacobo Árbenz Guzmán, es necesario decir que no existió
solo uno, sino que diversos Jacobos, que aparecen en el escenario de
esta biografía, según su edad y las circunstancias en que se desarrolla su
existencia. Es por esto que daré mi punto de vista sobre el curso de su
vida como Presidente, por medio de un relato lo más objetivo posible de
lo acontecido.
En primer lugar haré un breve resumen sobre los ascendientes directos
de Jacobo Árbenz, no sólo para conocerlos sino también para comprender
las condiciones y factores que pudieron determinar su temperamento,
carácter, gran sabiduría de la vida campesina y su correspondiente
pensamiento político, comúnmente ignorados, omitidos o tergiversados.
JACOBO ARBENZ GUZMAN 13
Para los Árbenz de todas las épocas nacidos en Suiza, el pasado no
está petrificado; tiene más importancia que el presente que a menudo
se despilfarra, y que el porvenir que está por crearse. Sin haber sido
aristócratas, los Árbenz tienen clara conciencia del significado de linaje,
de clan. Y esto es así, porque la sociedad suiza es una sociedad tradicional.
A diferencia de Europa, de donde provino la mayoría de los emigrantes
que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, salidos de la nada, llegaron
a Guatemala masivamente, en América Central existía la posibilidad de
encontrar un nuevo país donde se pudiera ampliar el horizonte de la vida
con sólo invertir las energías que tenía el cuerpo, explotar al prójimo sin
límites y sin pagar impuestos.
Se ha dicho que el hecho de la emigración constituye una de las más
difíciles pruebas en la vida de un hombre. Se piensa en la inmensa soledad
que rodea al inmigrante fuera de su país, pero en Guatemala el inmigrante
europeo recién arribado nunca estaría solo, al contrario; en la neocolonia
alemana que se estaba organizando, se conocería a otros inmigrantes,
igualmente aventureros nacidos en la pobreza, se formaría una familia si se
era soltero, se harían nuevas amistades entre los nacionales, y, con el tiempo,
se adquiriría la anhelada respetabilidad social y política desconocidas para
la mayoría de ellos en sus países de origen.
Al leerse el libro Genealogía de la Familia Árbenz pueden conocerse,
a partir de fines del siglo XVI, diez líneas de antepasados directos de Juan
Jacobo Árbenz Guzmán. Si hemos de decir algunas palabras sobre ellos,
podría mencionarse que todos, con excepción del padre de Juan Jacobo
Árbenz Guzmán, nacieron y fallecieron en Andelfingen, una pequeña
ciudad situada en la Suiza alemana.
Los Árbenz nunca pertenecieron a ningún linaje distinguido de
nobleza. En el Libro de Familia puede verse que no fue gente de abolengo
aunque entre las diversas líneas genealógicas del tronco común, que
datan desde fines del siglo XVI hasta la década de 1980, pueden verse
artesanos, comerciantes, banqueros, profesionales, militares, síndicos y
hasta parlamentarios. Si se examina la genealogía de la rama que conduce
a Jacobo Árbenz Guzmán, a partir de fines del siglo XVI, se notará que fue
una característica familiar el ponerle los mismos nombres a las diversas
generaciones, aunque en el apellido de la familia se dieron algunos cambios
(Arbentz, Arbänz, Arbens), hasta quedar firme el apellido Árbenz, que a
partir del siglo XVII fue transmitido de generación en generación.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195414
Los Árbenz que nos interesa conocer practicaron diversos oficios en
las sucesivas generaciones. Ninguno de ellos ocupó cargos burocráticos
importantes. Sin embargo, se distinguieron por su apego y dedicación a
una profesión que ejercieron tradicionalmente en su poblado: casi todos
fueron taberneros. Esto hace pensar que durante varias generaciones
heredaron un oficio de padres a hijos que parecía hecho a sus medidas,
por lo que aparentemente tenían el mismo destino al nacer; proporcionar
alegría a los amantes de la cerveza en sus reuniones después del trabajo
cotidiano.
La fecha del tronco familiar se retrotrae a fines del siglo XVI. Pantaleón
Arbentz (1594-1645), el primero que aparece en el libro genealógico, fue
maestro molinero y luego se hizo propietario de una taberna, dedicándose
a repartir cerveza a los alegres asiduos de su local. Su hijo, el primer Jacobo
que conocemos, cambió la escritura del apellido: se llamó Hans Jakob
Arbänz (1624-1668). No cambió de oficio, pues también fue maestro
tabernero como su padre, al igual que lo fue su hijo Hans Balthasar (1643-
1699), quien cambió de nombre, pero no dejó de despachar cervezas. El
hijodeesteúltimo,fueelsegundoJacobo,HansJakob(1666-1731),siendo,
además de maestro tabernero, respetable juez comunal. Su hijo, Jakob
(1699-1771), volvió a ser sólo tabernero, no así su hijo, el cuarto Jakob
(1739-1797), quien se convirtió en tendero, ejerciendo alternativamente
como jurado oficial y luego fue nombrado teniente del ejército.
Sorprende que el hijo del primer militar Árbenz de la historia, el
quinto Jakob (1772-1846), no haya aprovechado el tirón hacia una escala
social superior que sin duda le dio su padre militar y no haya cambiado
de profesión, sino que volviera a ponerse a la cabeza del antiguo negocio
familiar de tabernero. Su hijo Salomón (1803-1870), sin embargo, sí
cambió de oficio aunque no de categoría social, convirtiéndose en maestro
herrero. El sexto Jacobo, Johann Jakob (1846-1911), quien siguiendo el
tardío desarrollo textil de su país se hizo fabricante de bordados, fue padre
del séptimo Jacobo (1883-1934), y abuelo del octavo Jacobo por línea
directa. Me refiero al niño que tuvo los apellidos Árbenz Guzmán, que
nació en la ciudad de Quetzaltenango y que, con el correr de los años,
sería un día el Presidente más brillante y revolucionario que ha tenido la
República de Guatemala.
Como la mayoría de sus ascendientes fueron rutinarios taberneros
profesionales, en más de 350 años ningún Árbenz en la historia familiar
llegó a tener un nivel social y político tan alto como el del Hans o Johann
JACOBO ARBENZ GUZMAN 15
Jakob quetzalteco en Guatemala. Sin embargo, en dicho Libro de Familia,
debajo del nombre de nuestro expresidente, puede leerse: “Coronel del
Ejército de Guatemala, 1944 triunviro de un régimen dictatorial”. Tengo
para mí que quien escribió el mencionado Libro de Familia, no tenía
conocimiento, ni se tomó la molestia de informarse de las circunstancias
históricas en que fue derrocada en Guatemala, en octubre de 1944, la
prolongada dictadura militar de los finqueros, ni de quiénes eran las
personas que asumieron el poder político, formando un triunvirato en
el pequeño país centroamericano. El régimen dictatorial fue el gobierno
depuesto. Jacobo Árbenz Guzmán fue el integrante más importante de una
junta cívico-militar progresista, precursora de todo un proceso de cambio
democrático burgués.
Es indispensable referirnos al padre de Jacobo Árbenz Guzmán, dado
el significativo papel que desempeñó en su niñez y adolescencia. A fines
del siglo XIX, un joven de dieciséis años, llamado Hans Jakob Árbenz
Gröbli, de Andelfingen, Suiza, se pone en marcha y emigra a Guatemala,
un lejano país en el centro de América, que se había convertido en
neocolonia alemana gracias a un dichoso Tratado de Comercio, firmado
en 1887 entre Werner von Bergen, el hábil representante diplomático
del Imperio Alemán, y Lorenzo Montúfar, el mofletudo negociador del
gobierno de Guatemala, historiador liberal y gran experto en ocupar altos
cargos oficiales.
A raíz de la firma de ese Tratado neocolonialista, por medio del cual
se buscaba respaldar jurídicamente la expansión del Imperio alemán a
un territorio centroamericano muy cerca de los EE.UU., la gran potencia
imperialista por excelencia, miles de alemanes más muertos de hambre que
vivos, salían en desbandada de su país en busca de fortuna o simplemente
una nueva vida en América, se desparramaron en el territorio guatemalteco
y en Chiapas, el vecino sureste de México, una extensa y amplia región
todavía en 1821 perteneciente a la Capitanía General de Guatemala, que
se había revelado muy apta para el cultivo del café, de gran y creciente
demanda en Alemania y el resto de Europa Central.
Entre los blancos europeos o norteamericanos más avispados llegados
al país, existía una concepción no escrita de obtener un patrimonio
básico que les permitiera ejercer el poder de manera dinástica, como si
se tratara de un linaje de nobleza adquirida. La regla era enriquecerse de
manera rápida, por medio de hábiles negocios que estaban a su alcance o
a través de la explotación del trabajo servil de los miserables campesinos
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195416
que caían en su poder. Estos negocios, generalmente turbios, los lograban
realizar con la complicidad de los sobornados mestizos que colocaban a
su servicio y que hacían el papel de alcahuetes, fungiendo como jefes de la
policía local, oficiales de los destacamentos militares o como pequeños y
medianos funcionarios públicos. Los extranjeros ocultaban discretamente
sus negocios y se cubrían de respetabilidad por medio del comercio
de importación y exportación, o moviendo dinero como prestamistas
usureros. La mejor garantía del éxito financiero, sin embargo, consistía en
invertir dinero en la adquisición de tierras y fincas con “mozos colonos”
para trabajarlas y producir café y otros frutos comerciales de exportación,
altamente rentables para ellos.
Cuando estos antiguos inmigrantes devenidos ricos comerciantes o
terratenientes capitalistas no vivían como barones medievales aislados en
sus fincas, habitaban cómodamente en la ciudad capital o en las ciudades
y pueblos de las provincias cercanas a sus plantaciones. Común para casi
todos ellos después de arribar a Guatemala, era aprender rápidamente
a enriquecerse, aprovechando las facilidades que les brindaban las
autoridades locales para robar y explotar a los indígenas guatemaltecos.
Otros blancos ya establecidos en el país, no tardaban en enseñarles que
los europeos durante generaciones constituían el sector minoritario, pero
poderoso, que ejercía el poder político y económico. A raíz de la invasión
española, a principios del siglo XVI, los colonialistas habían llegado a
constituir una minoría privilegiada de blancos y mestizos, que vivía del
trabajo productivo de la inmensa mayoría de la población campesina.
La mayoría de los alemanes arribados como inmigrantes a Guatemala,
más pronto que tarde habrían de alcanzar el éxito económico en terreno
favorable, gracias a la adquisición de tierras comunales y al trabajo esclavo
de la población campesina indígena, había partido de ciudades, pueblos y
regiones empobrecidas por las crisis periódicas financieras, que dejaban a
miles sin empleo y en la pobreza más absoluta. De acuerdo con una severa
costumbre, todos comenzaban desde el escalón más bajo trabajando como
empleados de otros alemanes llegados con antelación De acuerdo con una
severa y sana costumbre transmitida de generación en generación, todos
comenzaban desde el escalón más bajo trabajando como empleados, para
más tarde abrirse camino y alcanzar el éxito económico con la explotación
de la mano de obra indígena, para más tarde abrirse camino y alcanzar el
éxito económico con la explotación de la mano de obra indígena.
JACOBO ARBENZ GUZMAN 17
La emigración de suizos a Guatemala no fue masiva como la de los
alemanes. Si alguno se atrevía a llegar al país, muy pronto desaparecía
del mapa geográfico local sin dejar el menor rastro. Su juventud les
llevaba de un lado para otro sin echar raíces en ninguna parte. Los
primeros inmigrantes suizos que hemos conocido y de quienes vale la
pena decir algunas palabras, son Louis Gröbli y sus dos sobrinos Jakob
y Ernst Árbenz Gröbli, que le siguieron los pasos en busca de aventura y
fortuna. Louis Gröbli fue requerido como boticario a fines del siglo XIX,
por un empresario alemán establecido en Quezaltenango que consideró
conveniente que existiera un dispensario de salud privado que se encargara
de importar medicamentos alemanes para proveer a la creciente población
alemana del Occidente del país. A Gröbli le siguió su sobrino Hans Jakob
Árbenz, quien llegó a Quezaltenango a los 16 años, y más adelante su
hermano Ernst, diez años menor que él.
Ya en territorio americano, cada uno de los hermanos siguió más o
menos su suerte y su destino. Mientras que Hans Jakob se estableció en
1899 en la ciudad de Quezaltenango como ayudante de su tío boticario,
algunos años después su hermano diez años menor, Ernst, buscó una
fuente de riqueza en la región del Soconusco, Chiapas, hacia donde viajó
alrededor de 1910. También en ese territorio, vecino a Quetzaltenango y
arrebatado por México a Guatemala a mediados del siglo XIX, se estaban
erigiendo muchas fincas de café de propiedad alemana y todos los recién
llegados se convertían en nuevos buscadores de fortuna. Sin embargo,
parece que su estadía en ese lugar no fue un éxito ni mucho menos, pues
no tardó mucho en trasladarse a Guatemala. Aquí no laboró en la farmacia
sino que procuró poner en práctica su experiencia laboral adquirida en
Chiapas, buscándose la vida nuevamente en una finca de café. De él no
se sabe que haya tenido un papel sobresaliente en ese nuevo lugar de
trabajo. ¿Qué hizo este hombre durante su existencia singular en ese lugar
de ninguna parte, además de montar una bella mula con el estilo de un
gran finquero, tal y como aparece en una fotografía que se encuentra en el
álbum familiar de los Árbenz? Tampoco hay datos sobre si engendró hijos
o hijas entre las jóvenes indígenas laborantes en la finca, tal y como solían
hacer los jóvenes alemanes empeñados en transmitirles sus genes a las hijas
de la tierra que les había dado acogida. Parece ser que se mantuvo soltero,
ya que después de varios años regresó a su país solo, estableciéndose en
Zürich como comerciante de quesos, en donde falleció en 1938.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195418
El padre del futuro Presidente de Guatemala, séptimo según la filiación
directa de los Jacobo Árbenz suizos, era un espíritu inquieto desde niño,
y ya durante su pubertad logró ampliar el horizonte de su propia vida
cruzando la frontera de su patria, siguiendo los pasos aventureros de
su tío materno que ya residía en Quetzaltenango, una pequeña ciudad
geográficamente muy accidentada, pero muy pintoresca cabecera del rico y
hermoso departamento del mismo nombre. No se imaginaba que el destino
le había designado una misión muy especial, distinta al enriquecimiento
personal soñado por todos los emigrados europeos. Lamentablemente
para él, su salud, temperamento y carácter no le condujeron a la opulencia
en Guatemala, el país exótico de ultramar y de nuevas oportunidades que
eligió para probar fortuna. Para triunfar como extranjero en nuestro país,
era necesario ser laborioso y tener espíritu empresarial. La honradez no
servía para hacer buenos negocios monetarios; es decir, había que saber
anteponer el espíritu de lucro para ganarse la vida, no tener ninguna
clase de escrúpulos para enriquecerse a costa de la explotación y ruina de
otros seres humanos. Sabido es que entre más fincas de café tuvieran en
propiedad y más ricos llegaran a ser los “civilizados” y “emprendedores”
inmigrantes alemanes, más tierras comunales le habrían robado al
campesinado y más desolación y muerte habrían causado. De ahí que el
hijo del Jacobo inmigrante no heredara de él dinero contante y sonante, ni
bienes territoriales materializados en extensas como valiosas fincas, sino
algo menos usual: grandes cualidades humanas.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195420
Capítulo II: Nacimiento y niñez
Lagunas en información y testimonios documentales impiden
reconstruir el cuadro aproximado de los actos y acontecimientos en torno a
los suizos establecidos en Quetzaltenango durante el siglo XIX y principios
del siglo XX. El caso que nos ocupa, el de Hans Jakob Árbenz Gröbli,
es un buen ejemplo de lo que decimos. Lo desconocido de su historial
es verdaderamente lamentable, ya que nos impide conocer mejor los
determinantes primeros años de la existencia de nuestro biografiado y el
curso de su vida antes de conocer a quien sería su esposa el resto de su vida.
Su enlace con la madre de Jacobo, Octavia Guzmán, es toda una incógnita
histórica. Lo que sí puede advertirse por lo que sabemos de él, de manera
fragmentaria, por cierto, nos conduce a pensar que por haber arribado
al país siendo aún una persona muy joven, con el correr de los años su
vida y milagros, hazaña y proeza individual en el país que le dio acogida,
bien pudo haber sido semejante a la de otros jóvenes buscafortuna recién
bajados del barco, e impacientes aspirantes por adquirir un patrimonio que
les confiriera comodidad y un lugar privilegiado en “la buena sociedad”.
Lo que solían hacer los jóvenes colonialistas españoles arribados a América
durante su dominación, ligarse bien y casarse con la hija de algún viejo
inmigrante enriquecido o su descendiente criollo ávido de darle lustre
racial a su ya morena tez, era cosa del pasado. El país en vías de desarrollo
capitalista no tenía mucho espacio más para vagos domésticos.
Las fantasías de los jóvenes alemanes que llegaban a Guatemala, un país
con una población mayoritariamente analfabeta, pasaban por desquitarle el
dinero al que había pagado su viaje con fines mercantiles, y esto significaba
arremangarse la camisa a más no poder, entrarle al trabajo que se le tenía
predestinado y sudar la gota bien gorda, hasta salir de la deuda. Luego,
con la experiencia adquirida en la primera etapa mencionada, buscarse la
JACOBO ARBENZ GUZMAN 21
suerte por su cuenta. Vivir cómodamente en una ciudad o refundido en
lo más profundo de la montaña, vivir a la intemperie mientras se destruía
la selva, abriendo brechas para poder penetrarla y tumbando grandes
árboles para levantar en su lugar lo que con el tiempo sería una bellísima
plantación de café requería no sólo de agallas sino también tener un físico
apropiado. Si las fiebres de la malaria no lo mataban como resultado de
haberse convertido en alimento de toda clase de bichos chupasangre, su
soñado enriquecimiento era cuestión de “suerte”. Esta “suerte” dependía de
que estuviese en capacidad de adquirir tierras con campesinos nativos que
las habitaran y a la posibilidad de esclavizarlos y obligarlos a golpe de látigo
a trabajarlas para él. Había, por consiguiente, que ser despiadado y tener
mucha disposición a explotar a los trabajadores hasta que reventaran. De
esto último dependía que las fantasías se le hicieran realidad a todo alemán
miserable pretendiente a ricachón. Los jóvenes frágiles recién llegados al
país no tenían nada que buscar en la montaña.
El adolescente suizo Hans Jakob tuvo inicialmente mejor suerte que
la inmensa mayoría de otros inmigrantes llegados a Guatemala a fines del
siglo XIX y principios del siglo XX: su tío materno Louis, llegado al país
en la década de 1890 seguramente a instancias de algún finquero alemán
establecido en Quetzaltenango, se había convertido con el devenir del
tiempo en un próspero farmacéutico de la ciudad altense. Seguramente
en un viaje que hizo a su ciudad natal, encontró a Jakob con muchos
deseos de acompañarlo a su regreso, y después de conversarlo con sus
padres, aunque el joven no había concluido aún sus estudios secundarios,
se decidió que para él, el viaje y su estadía en Guatemala como ayudante
del tío, sería una gran experiencia para el futuro. Esta circunstancia
contribuyó a que el joven sobrino tuviese un aterrizaje blando en la ciudad
de Quetzaltenango y comenzara a trabajar como ayudante de su tío, siendo
aún casi un niño. Con los años resultó ser un joven caballero romántico,
y ya como un ferviente y apasionado admirador de la belleza geográfica
y de las féminas del país, tomó la decisión de insertarse en la sociedad
local y hacer su descendencia entroncando con una atractiva joven ladina
originaria de la capital.
De acuerdo con las condiciones de vida y normas sociales entre los
ladinos de la época, el enamoramiento de dos jóvenes de la ciudad de
Quetzaltenango pasaba por un ritual muy típico en ese entonces de los
pueblos hispanoamericanos: los futuros novios se conocían de siempre
por ser del mismo barrio, a veces por ser parientes, o porque un buen día
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se habían visto por primera vez en la calle, en alguna fiesta popular o de
amigos comunes, en la iglesia a la hora de la misa cantada del domingo
o en algunos de los rezos vespertinos de cada día. Si nunca se habían
hablado, de ahí en adelante, cada vez que se encontraban, sin mediar
palabra se comían mutuamente con los ojos. Por las noches de retreta, a la
vez que escuchaban alegres melodías de marimba o la tan de moda música
de viento tocada por la banda municipal, no dejaban de verse y más verse,
mientras daban vueltas y más vueltas en el Parque Central, ellos en sentido
contrario a las mujeres. Era la alegre costumbre. El siguiente paso se daba
al surgir y desarrollarse el fuego cruzado de mensajes escritos a mano en
papel perfumado, enviados y recibidos clandestinamente gracias a los
buenos oficios de alguna tía con vocación de celestina, prima o amiga, o
de alguna criada ávida de participar en el juego del amor de dos jóvenes
con grandes deseos de ir juntos al monte a cortar flores silvestres.
Pasado algún tiempo de los cruces de miradas en el parque y el contacto
epistolar, el pretendiente a “novio” le consultaba a su amada si podía ir a
su casa a hablar con su padre, evitando así la censura social. Si la respuesta
era sí, la “novia” preparaba el terreno adecuadamente, de tal manera que
“el novio” hablara con el futuro suegro, a fin de convencerlo de que era el
yerno adecuado. Si éste tenía mala fama, de nada valía su apariencia física
y modales educados. Una vez realizado el encuentro de presentación, si el
joven era aceptado, de ahí en adelante podía llegar a la casa como novio
oficial. De esta manera solemne se formalizaba la entrada a la casa de la
joven, y además de conocerse mejor a los suegros, se entraba en contacto
con el resto de la siempre numerosa parentela. Este ingreso a la familia
por la puerta grande, no sólo garantizaba la naciente relación amorosa y
la aceptación paterna, sino que procuraba cortar de cuajo habladurías de
familiares, ante familiares, amistades y del numeroso vecindario.
El noviazgo oficial significaba que se abría la posibilidad de formalizar
poco a poco una relación a todas luces conveniente para ambas partes,
con el fin de llegar finalmente a la boda eclesiástica y civil. Antes de que
se llegara a este momento cumbre, el novio podía visitar o pasear a la
novia públicamente, pero siempre acompañados de una estricta chaperona
encargada de que el encuentro en el hogar de la novia o el paseo callejero
fuesen vistos por todo el pueblo. En el hogar, el novio podía estar sentado
con la novia en la sala de la casa hasta las 9 de la noche, después de
llegar del rezo nocturno en la iglesia. La chaperona podía ser una familiar
cercana, comenzando por la madre, hermana o hermano pequeño, tía o
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abuela de la novia. También podía ser una empleada de plena confianza
familiar, considerada incorruptible. Como las reglas se crearon para ser
rotas, más de una chaperona alcahueta podía ser ganada para la causa
del amor sin barreras, a fin de que sus informes fueran positivos. Lo que
sucedía a continuación, era lo que se quería evitar por el padre de la novia
o lo que se quería provocar por la madre interesada en que la relación
llegara al mejor puerto posible: el matrimonio por la iglesia.
El sueño de toda joven ladina de clase media era llegar virgen al día
de su boda, contraer matrimonio muy enamorada de su príncipe azul,
deslumbrar a todos con su vestido de boda blanco, llevar un gran bouquet
deflores,darseconsuesposo“elbesodeamoreterno”frentealaltar,procrear
muchos hijos y tener todos muchos éxitos en sus vidas. Las relaciones
sexuales prenupciales entre los novios, según los estereotipos del pasado,
eran tenidas por ilícitas y estaban acompañadas de despiadadas burlas en
el vecindario, de gritos histéricos de la madre de la novia y de amenazas
con pistola en mano por parte del suegro, para continuar con una visita al
cura parroquial y, finalmente, culminar en el matrimonio eclesiástico con
la bendición de Dios, y una gran fiesta de boda organizada por la madre y
pagada por el padre de la novia.
No sabemos si los futuros padres de nuestro igualmente futuro
presidente Jacobo Árbenz Guzmán tuvieron que pasar por todos estos
rituales de paso, o si, más afortunados, un buen día simplemente fueron
presentados en algún evento social por una hermana de Octavia, quien
tenía relación de noviazgo con otro joven inmigrante llegado de Alemania,
y con quien también se casaría más tarde. Esto hace pensar que las jóvenes
Guzmán se apartaban de las normas sociales de la época, frecuentando
círculos de jóvenes inmigrantes alemanes, lo cual no era común entre
las ladinas de costumbres rígidas. Fue precisamente su cuñado quien le
presentó la guapa Octavia al joven Hans Jakob, quien con la cabeza llena
de sueños por realizar, se enamoró de ella a primera vista y la boda no se
hizo esperar.
Así pues, la familia Árbenz-Guzmán se formó al casarse en 1911
Hans Jakob, nacido en 1883, en Andelfingen, Suiza, con Octavia Guzmán
Caballeros, nacida en la ciudad de Guatemala en 1885. Ella era una mujer
ladina, inteligente y producto de su entorno familiar de clase media; es
decir, había crecido con una educación religiosa, apegada a las costumbres
y tradiciones guatemaltecas, se desenvolvía con soltura y aspiraba a una
vida tranquila y despreocupada. Originalmente, los colonialistas españoles
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llamaban “ladino” al nativo del país que consideraban astuto, tramposo,
sagaz, taimado, poco de fiar. Poco a poco el apelativo despreciativo se fue
aplicando al mestizo que tradicionalmente se alió al blanco para explotar a
los indígenas, hasta que llegó a ser nombrado oficialmente así toda aquella
persona no considerada totalmente nativa del país.
Octavia Guzmán era una “ladina” típica de la clase media. Su actitud
ante la vida y su temperamento natural (de gran importancia conocer
desde ya, porque son parte fundamental de la futura personalidad de Juan
Jacobo), pueden describirse de la siguiente manera: amable, entusiasmo
por la vida, optimista por el devenir, calculadora para obtener provecho,
dada a cultivar la amistad y la benevolencia con el prójimo, trabajadora
en búsqueda del bienestar propio y familiar, afectuosa y sencilla con
los conocidos, orgullosa sin ser altanera con los extraños, gran sentido
práctico para buscar siempre sus propios intereses o beneficios, moderada,
con gran habilidad para disimular, dada a no hacer comentarios malignos
o desfavorables de alguien, proverbial determinación a salir adelante
en lo que se propone, mucha capacidad de organización, dada a tomar
todo demasiado en serio, buen sentido del humor, entusiasta y a la vez
desconfiada con actitud siempre en guardia, visión del mundo muy
apegada a la religión y a los aspectos materiales y económicos de la vida,
instrucción elemental básica para hacer proyectos futuros optimistas,
constante preocupación por los familiares y allegados, poco dada a intimar
con desconocidos, siempre vacilante en el actuar, fuerte tendencia a la
actividad creativa, interesada, con fuerte tendencia a ocultar la verdad
familiar o para decirla a medias, y gran sentido de la responsabilidad.
Los posibles rasgos psicológicos mencionados de Octavia son muy
reveladores, por cuanto no solo dibujan la personalidad de la madre sino
también la influencia que pudo haber tenido en sus hijos, especialmente
en el futuro presidente de Guatemala. A partir de que su hijo Jacobo tomó
parte en el gobierno de Juan José Arévalo, doña Octavia (más conocida
entonces como “doña Tavita”) agregó a las anteriores características de
su personalidad: dedicación a las causas públicas, fe en el progreso de
Guatemala y participación en el espíritu revolucionario de la nueva época.
Fruto del matrimonio, fue el nacimiento de la primera hija, Anna
Arabella, el 8 de agosto de 1912. Un año después nació un niño, a quien
bautizaron con el nombre de Juan Jacobo, tal y como se llamaba su padre, su
abuelo, bisabuelo, tatarabuelo, y demás ancestros de los mismos nombres.
Juan Jacobo Árbenz Guzmán nace el 14 de septiembre de 1913. Para
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diferenciarlo de su padre, el pequeño vástago fue llamado cariñosamente
Jacobito por sus padres y familiares cercanos. El pequeño Jacobo nació
saludable -según evoca la familia Árbenz-. De más está mencionar que
los primeros días se mantuvo acurrucado en el pecho moreno y maternal
de Octavia, pero, según cuenta su hijo, Jacobo Árbenz Vilanova, su padre
después de recibir el bautismo no mamó de la leche de su madre, sino la
de una vigorosa joven indígena que laboraba en su casa como empleada
doméstica. Aunque esto posiblemente se acostumbraba entre las familias
ladinas, influyó mucho en la futura personalidad del pequeño Jacobo,
llevándolo a decir con orgullo años después que él se sentía y consideraba
“puro indio” o “más indio que ladino”. Aunque no tenemos mucha
información sobre la vida de Jacobo a tan temprana edad, esta anécdota
familiar pone de manifiesto que para él la fusión cultural fue muy positiva.
Por su aspecto físico, el pequeño Jacobo no tenía nada de indígena: era
un niño blanco y rubio, de ojos azules, que al crecer alcanzó una estatura
mayor que la normal entre los indígenas y mestizos guatemaltecos. Por
eso, quizás, consideraba un insulto que se le llamara “Suizo”. Según refiere
su hijo, más de uno olió su puño al decirle dicho apelativo.
Doña Tavita, de profesión maestra de escuela primaria, era una mujer
enérgica, a quien no le gustaba que en su casa se hiciera algo sin su
autorización. Al nacer Jacobito, Octavia decidió abandonar temporalmente
el aula escolar, para dedicarse íntegramente a cuidar a sus niños en casa.
Consideraba un deber sagrado atender de manera prioritaria a su esposo, a
su niña y al recién nacido, el rubicundo y cachetón bebé de gran parecido
con su padre. Pensaba que ese paso sería lo más beneficioso para la familia,
especialmente para Hans Jakob, que así tendría toda la tranquilidad
necesaria para atender la farmacia.
Seis años después, el 1 de octubre de 1919, su madre dio a luz a
la segunda hija, Octavia Silvia. Según expresó en una oportunidad doña
Octavia, ella y su esposo sentían bendecido el hogar porque Anna Arabella
y Jacobito estaban encantados con su pequeña hermanita y la querían
mucho. Los tres crecieron con el siglo. Doña Octavia les enseñó a leer y a
escribir y a las niñas los oficios de la casa. Es de suponer que la hermana
mayor, Anna Arabella, jugó un papel muy importante ayudando a su
mamá en la crianza de sus hermanitos, especialmente en la de la pequeña
Octavia Silvia. Ése era entonces el estilo de vida en los hogares en donde
había más de dos niños. Los niños mayores asumían la tarea de cargar y
cuidar a sus hermanitos cada vez que se enfermaban.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195426
Los tres niños Árbenz Guzmán nacieron en Xelajú, como también
suele llamarse a Quetzaltenango, la segunda ciudad en importancia de
Guatemala, que a principio del siglo XX tenía poca densidad de población.
Era una ciudad bellísima, de calles estrechas enclavada sobre una loma, en
medio de montañas. Quetzaltenango se llama también el departamento o
provincia más rica y poblada de Guatemala, que a raíz de su independencia
de España, en 1821, pretendió convertirse en un Estado independiente con
el nombre de Los Altos, por estar ubicado su territorio en altas cumbres
del occidente del país. Esto hace que imperen bajísimas temperaturas
en casi todas las épocas del año, caracterizándose sus habitantes por ser
gente recia, mayoritariamente indígenas fieles a sus costumbres y rituales
religiosos de origen maya-quiché.
Juan Jacobo nació y creció en el seno de una familia pequeño
burguesa. La religión practicada por su madre era la católica, hegemónica
en Guatemala en ese entonces por ser de hondas raíces coloniales.
Doña Tavita se consideraba una mujer con suerte porque su esposo era
complaciente con ella, respetaba sus hábitos y costumbres guatemaltecas
y nunca trató de imponerle sus normas, sino más bien permitió que ella
se encargara de la educación de los niños. De ahí que ella diera a sus hijos
una educación fuertemente impregnada de la herencia española, siguiendo
la tradición en que la pequeña burguesía percibía el concepto de familia.
Todos los días doña Tavita se levantaba al amanecer, iba a la iglesia y al
regresar de misa preparaba los desayunos. Decía que cocinar para su
familia era lo que más le gustaba en la vida. La convivencia con su esposo
parece ser que no le fue difícil. Esto llevó a que mientras estuvieron juntos,
ambos esposos siguieron las normas y el modelo de la familia cristiana que
convive satisfecha y feliz con lo que tiene, lo cual marcó las identidades de
las hijas y del hijo por el resto de sus vidas.
Sabemos que Jacobito aprendió a leer y a garabatear su nombre antes
de los cinco años gracias a las enseñanzas de su madre, quien, además, les
daba a sus hijos clases de religión por medio de la lectura bíblica. A pesar
de la fuerte influencia materna, que tuvo el efecto de un sólido sostén en la
infancia de Jacobo, se tomó en cuenta la herencia genética suiza. El padre
fue capaz de educar parcialmente a su hijo de acuerdo con las rigurosas
normas helvéticas, que más adelante le servirían al niño para salir adelante
en la vida. Dado el importante papel que sus padres desempeñaron en
su formación infantil, esta doble influencia religioso-cultural sería la base
sobre la cual se formaría la compleja personalidad del futuro gobernante
guatemalteco, cuyo significado trataré de explicar en esta biografía.
JACOBO ARBENZ GUZMAN 27
Los tres hijos nacieron y vivieron muchos años en Xelajú, lo cual
indica que durante toda su niñez y parte de la adolescencia, nunca salieron
de la ciudad altense ni en el hogar cambiaron los hábitos y costumbres
tradicionales que imperaban en la localidad. No conozco la casa de
nacimiento de Jacobo, pero tengo entendido que la familia vivía en un
barrio ladino de la ciudad de colinas pedregosas, al lado de otros ladinos
pequeño burgueses como ellos. Este desconocimiento de la casa natal es
una pena porque repasar, aunque sea brevemente, los lugares donde ha
nacido, vivido o por donde ha pasado un biografiado los primeros años
de su vida, es como hacer un viaje fascinante que alimenta el imaginario
del público lector no especialista, al dotar de significado la primera
parte de la existencia del personaje por conocer. Así que lo único que
puede asegurarse, y esto no deja de ser importante, es que Jacobito y sus
hermanitas no tuvieron una niñez cargada de limitaciones. Sus padres
no fueron nunca pobres que malvivieran en infrahumanas condiciones,
como la mayor parte de los indígenas guatemaltecos. Vivir en condiciones
económicas limitadas las conocería Jacobo personalmente antes de cumplir
veinte años, ya que su vida como adolescente tuvo sus golpes, los cuales,
sin embargo, contribuyeron a formar su conciencia y serían para él muy
importantes en su futura existencia como político revolucionario. Para
despertar el interés y avivar el recuerdo, es nuestro deber mencionarlo
desde ya, por estar íntimamente vinculado a las preocupaciones y a
luchas políticas cotidianas, a menudo polémicas, del futuro presidente
guatemalteco.
Como madre, Octavia fue una mujer apegada a los estrictos lazos
sanguíneos que la unían a sus hijos, de quienes además de madre fue
tutora, lo cual podría catalogarse de típico en un hogar tradicional. Era
una familia formada por un hombre y una mujer casados y con hijos
biológicos; de hecho, el único aceptado en la sociedad de la época. Doña
Tavita, como toda mujer ladina de clase media que se respetara, era una
persona piadosa muy dada al rezo y a la lectura. Las paredes de la casa
estaban llenas de cuadros y figuras de religiosos. El mundo exterior,
abierto y excitante para la juventud, lo encontraba ella muy propicio para
la perdición de las almas, pero los fuertes sentimientos que tenía sobre la
religión pesaron menos cuando se trató de que Jacobito decidiera salir a la
calle con sus amiguitos a hacer travesuras propias de su edad. Cuando el
niño se propasaba en el horario de juego callejero, al regresar a casa tenía
que prepararse para una buena reprimenda y a veces, para algo más fuerte.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195428
Tanto doña Tavita como Hans Jacob, su esposo, solían instruir a su
hijo, no sólo con el fin de que aprendiera buenos modales sino también
para que fuera aceptado por sus compañeritos de juegos como un niño
quezalteco más y no el hijo de un extranjero. A sus compañeros de juego
Jacobito les caía bien, porque en todos los deportes que hacía llevaba la
voz cantante. Como líder carismático, siempre se mostraba predispuesto a
dar el ejemplo con sus esfuerzos por ganar y por ayudar a sus compañeros
de equipo a salir adelante. Era el cerebro de los equipos que dirigía, por
tener la habilidad de comprometer y llevar al triunfo a sus compañeros de
juego. Jugar para ganar se convirtió en su pan de cada día.
A su padre, el boticario, apenas lo veía Jacobo durante el día. Trabajaba
en la farmacia establecida años antes por su tío, Louis Gröbli, fundador
de Gröbli & Hutter, una pequeña sociedad comercial importadora de
medicamentos alemanes en la ciudad de Xelajú. Con el paso de los años,
el padre de Jacobo llegaría a ser socio comercial del tío. Mientras tanto, el
poco tiempo que el padre pasaba en casa, contribuyó a que el pequeño
Jacobo no aprendiera de él el idioma alemán, por lo que sólo hablaba
castellano y algunas palabras en quiché, el principal idioma nativo de
Quetzaltenango. Esto no significa que no le interesase lo suizo. Por el
contrario, hasta los últimos días de su vida habló con frecuencia y gran
admiración de Suiza.
Después de su matrimonio con el joven suizo, doña Tavita decidió
dedicarse exclusivamente a las labores domésticas en la casa familiar y a
trabajos de costura, la que había sido siempre su afición, lo cual la hizo
muy independiente en la toma de decisiones familiares. Jacobo no nació ni
creció en la pobreza. No nos es posible reconstruir paso a paso la primera
parte de su infancia, pero sí es posible asegurar que los primeros años de
la vida familiar estuvieron enmarcados en una dichosa felicidad hogareña.
Los Árbenz Guzmán llegaron a constituir una familia bien establecida
de clase media. En su casa imperaba la ternura, ya que Jacobo Árbenz
padre era un hombre amoroso, responsable y respetuoso de las tradiciones
familiares. Sin embargo, aunque el primer viaje a sus raíces lo hizo Jacobo
padre cuando Jacobito tenía aún menos de un año; el segundo en 1920,
cuando el pequeño tenía ya siete años, es posible que lo haya recluido
en una invisible tristeza y melancolía, por la falta de cercanía y ternura
paterna. La ausencia diaria del padre cuando era boticario a tiempo
completo dejó también huella en el recuerdo del hijo, pero nunca como
la larga temporada que el padre pasó en Suiza la segunda vez. Como todo
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niño acostumbrado a jugar con su padre, en él prevalecían los sentimientos
de distancia y ansiedad por el retorno del papá.
Después de un largo compás de espera, Jacobito pudo comprobar que
la vida podía continuar sin la presencia en casa de su padre. Se ha dicho
que de niño era bastante introvertido y que este rasgo de su carácter fue
uno de los motivos de que encontrara refugio en la soledad reconfortante
de la pasión por la lectura y el estudio. Su introversión no significaba
sumisión. Su tendencia a permanecer callado cuando otros hablaban
tampoco significaba timidez. Con su temperamento tranquilo, nadie se
hubiese imaginado que el pequeño Jacobo se convertiría algún día en el
principal artífice de una revolución. Faltaba mucho aún para que triunfara
una revuelta popular que se conocería como Revolución de Octubre de
1944, y todavía otros años más para que llegara a Presidente de Guatemala
y a ser un decidido impulsor del Decreto 900 de Reforma Agraria.
Jacobo era una cabeza pensante y meditativa, alguien no dispuesto a
obedecer sin más, sino a tomar decisiones y a dirigir o conducir a otros
hombres. Sus dotes de mando eran cualidades connaturales, de alguien
nacido para ser obedecido. Ya en la escuela se caracterizó como un niño
muy popular entre sus compañeros de clase, lo cual se reflejaba en ser un
alumno aventajado, de mucho talento; y también en el ámbito deportivo,
como lo prueba su permanente designación como capitán del equipo
de fútbol, el principal juego en el patio durante los recreos. Su carácter
estable y bonachón, y la manera tan desenvuelta de hacerse cargo de todo,
seguramente eran causantes de su popularidad. No cabe la menor duda
que su éxito para comunicarse, saber tomar decisiones por otros, y ser un
gran organizador desde su época de líder juvenil marcará profundamente
su futuro durante sus años previos a jugar un papel de primer orden en la
política guatemalteca.
Por el contrario, no sabemos hasta qué punto Jacobo padre llegó a
tener éxito como farmacéutico. Según se nos ha relatado, el padre tuvo
hacia su hijo una actitud dura conforme el niño se hizo adolescente y luego
hombre. Posiblemente tenía esto que ver con el avance de su enfermedad,
de la cual no obtuvimos mucha información. A principios del siglo XX
muchas enfermedades, incluyendo cánceres, requerían de morfina para
paliar los dolores permanentes. Los enfermos se volvían muy irascibles
y Jacobo padre no fue la excepción. Su mirada de enfado permanente
fue objeto de comentarios entre su clientela. Aunque no era un hombre
avaro, se mantenía atado día y noche al negocio, deseoso de atender
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195430
las necesidades de medicinas de su clientela, pero también las de una
enfermedad aparentemente degenerativa que comenzó a afectarle poco
después de haber desposado a Octavia. La enfermedad le producía mucho
dolor en partes vitales de su cuerpo y, para mitigar su dolencia, utilizaba
morfina muy a menudo, no siempre con éxito. De ahí que, cuando el dolor
corporal le era insoportable, mirara a sus clientes y al hijo con mal humor,
y, al mismo tiempo con tristeza y nostalgia en dirección a su vieja Suiza, su
lejana tierra querida donde residían sus padres, otros allegados y amigos.
El hacerse del tío en la farmacia le dio independencia y medios
financieros necesarios para viajar en dos oportunidades a Suiza, con la
finalidad de someterse a tratamientos médicos en sanatorios de montaña,
los cuales no se caracterizaban por ser precisamente baratos. Los viajes
a Suiza de Hans Jakob alteraban la vida de toda la familia, convirtiendo
sus pasados sueños en incertidumbre, ya que dejaba a su mujer e
hijos descuidados y ante un futuro incierto. Las largas temporadas de
irremediable soledad afectaban mucho a su joven esposa, hijas y a su hijo
Jacobo. Indudablemente lo que más les afectaba, era la incertidumbre
de si le quedaba poco tiempo de vida o regresaría sano algún día. Esta
prolongada ausencia causó en su actitud cotidiana los normales altibajos
de una madre que no tenía un hombre en casa y de quien sólo recibía
cartas, donde le contaba lo mal que lo estaba pasando sin ella y los niños.
Sólo el carácter firme de doña Tavita mantuvo a la familia emocionalmente
estable, según recordaría su hijo siempre.
Teniendo en cuenta el casi total desconocimiento de las peculiares
circunstancias de la niñez de Jacobito, la falta de testimonios vivos -además
de las pocas personas que lo conocieron muy de cerca o trabajaron con
él, además de su hijo, con quienes conversé detenidamente-, nos ha
impedido conocer la relación que existió entre el pequeño Jacobo y sus
dos hermanas. Para un biógrafo, esto es equivalente a haber perdido una
invalorable riqueza de datos que nunca se tendrán al alcance de la mano.
Las largas ausencias del padre nos hacen creer que en su hogar uno de los
valores más fuertes cultivados por su madre fue fomentar la unión entre
sus hijos, y también se recuerda que todos comían helados hechos en casa.
Se dice que las hermanas de Jacobo tenían una estrecha relación con su
madre, pareciéndose mucho en el carácter, y que desde niñas hablaban
con notoria madurez, compartiendo con ella las responsabilidades del
hogar. Mientras ella hacía la comida, una de sus hijas la ayudaba haciendo
la limpieza y la otra lavando la ropa sucia y tendiéndola para secarla al
JACOBO ARBENZ GUZMAN 31
sol. Ambas muchachas tenían mucho carácter, eran de temperamentos
fuertes. Tal y como ella, no se dejaban de nadie. A su madre le gustaba
confeccionarles sus vestidos para que las dos niñas ladinas parecieran
muñequitas suizas. Posteriormente, las hacendosas hijas, convertidas ya
en atractivas muchachas que tenían inquieto al cura gallego de la iglesia
del Calvario, cogerían sus caminos por la vida, casándose Anna Arabella
el 30 de junio de 1929 con Roberto Aparicio Paganini, miembro de una
prominente familia quezalteca; y Octavia Silva el 25 de noviembre de 1946,
con Charles Kenneth Simmons, miembro de un prominente bufete de
abogados de la ciudad de Kansas, EE.UU., con una sucursal en Guatemala.
Es evidente que el pequeño Jacobo no siempre tuvo en casa a un
hombre que le sirviera como guía a seguir en la niñez, o como modelo
ejemplar en la juventud; no había un contrapeso del padre a la influencia
de la madre, quien forzosamente tuvo que hacer de cabeza de la familia,
además de sus tareas domésticas cotidianas, y de las hermanas, lo que
posiblemente no benefició al futuro Presidente, a quien siendo gobernante
se le achacaría, a menudo, actuar como títere de su esposa y ser objeto
permanente de su manipulación.
Conforme el pequeño Jacobo fue creciendo, el niño que por nacimiento
era medio suizo y medio ladino, de naturaleza muy tímido, que hablaba
poco con los extraños y que sólo compartía juegos con sus hermanitas
en la sala de la casa, comenzó a jugar canicas con los otros niños en las
calles tan tranquilas como polvorientas de la vecindad. Jacobo recordaba
de adulto que, debido a que casi no habían carros que al circular pusieran
en peligro la integridad física de los transeúntes, además de jugar canicas
con los amigos del barrio, de niño pasaba gran parte del día en la calle,
dando de patadas a una pelota multicolor de goma, derrochando energía
a más no poder en el principal juego de ocio popular. Cuando la bola ya
no daba para más por estar ya desinflada de tanta patada, de algún lugar
salía otra, a veces de trapo o descosida, y el juego continuaba. Sólo los
aguaceros de los fuertes temporales en la época de lluvias, que a veces
dificultaban la visibilidad en pleno día, eran capaces de interrumpir los
juegos callejeros. Todo esto convirtió al niño “suizo” que había nacido
y crecido entre sábanas blancas y lleno de mimos, en otro niño más del
pueblo quezalteco, que aprendía los trucos del fútbol infantil viendo las
destrezas y soportando las irritantes rudezas de los niños mayores que
hacían de contrincantes.
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La vida deportiva al aire libre de Jacobo Árbenz, según contaba décadas
después el biografiado, se inició en la época del niño que descubre su
afición a las canicas, al fútbol callejero y a andar en bicicleta. La época en
que después de un duro partido regresaba a casa sudado y cansado, con
hambre y mucha sed, con la ropa hecha un asco y con la camisa rota, a
contarle a su madre sus más recientes incidentes futbolísticos y lo mucho
que le dolían los pies por las numerosas ampollas que le habían salido
de tanto jugar con un pequeño grupo de niños para meter goles en la
portería enemiga. Como es sabido, el fútbol aunque fuese de niños, es un
deporte rudo e intenso, pero también lleno de tácticas y estrategias para
vencer al enemigo en el terreno de juego. Doña Tavita fungía para su hijo
como máxima autoridad deportiva doméstica, sólo ella lo comprendía y
le prestaba atención a sus quejas infantiles y una estimable ayuda, para
superar esos cotidianos incidentes personales tan importantes en la vida
futbolística, como eran los empujones, codazos, zancadillas y patadas
en las espinillas de los otros jugadores, a quienes él también las había
proporcionado, pero con más rudeza a los otros niños, además de botarles
los dientes a más de uno por llevárselas de gracioso. Nadie le inspiró y
secundó para jugar, ni le dio tanto calor humano a lo largo de su vida,
como doña Tavita.
Con el paso de los años, jugar fútbol, “entrenar”, como alegremente
solía decir, pegando de carreras pateando la pelota en la calle hasta entrado
el atardecer en que se ponía el sol, se volvió rutina para Jacobito. Era
mejor que estar encerrado en la casa. Jacobo aprendió a jugar descalzo,
como los otros niños y adolescentes. Sus pies se acostumbraron a dar
tremendas patadas a la portería enemiga y, a veces, a otros niños jugadores
que lo provocaban con golpes inesperados o insultos, como cuando le
llamaban “suizo”, que ya dijimos que era para él un insulto. El castigo no
se hacía esperar, hasta convencerlos de la desventaja en que se colocaban
mofándose de él teniéndolo de frente. Se hizo prohibido pelear antes,
durante o después de jugar pelota, y poco a poco se cumplió con ese
reglamento, observándose buena conducta con el paso del tiempo. Esas
rencillas de niños fueron terminando conforme la vida hizo cada vez
mayores y más apacibles a los niños del vecindario. Abrumados por la
pobreza, la economía de subsistencia y el éxodo de familias enteras a
la capital, los vecinos se tranquilizaban viendo que sus hijos jugaran y
aprendieran poco a poco a convivir aferrados a sus tradiciones y raíces
populares. Para doña Tavita, era bueno que Jacobo descargara su energía
jugando fútbol con sus amigos. De hecho, lo veía como una bendición de
JACOBO ARBENZ GUZMAN 33
Dios, pero eso sucedía hasta las 6 p.m. en punto, hora en que su mamá lo
llamaba para entrar a la casa.
Una anécdota de su niñez que le gustaba referir a Jacobo Árbenz en
círculos familiares fue una aventura infantil en la cual fue protagonista, y
que refleja su carácter y espíritu inquieto. Como uno de juegos era montar
bicicleta en la calle, tomando en dirección inesperada para desorientar a
sus compañeros, un día se fue con su primo a un lugar de terreno escabroso
e inapropiado. En dicho lugar estaba el Jefe Político local, revisando la
construcción de un puente. Tanto él como las demás personas que le
acompañaban quedaron asombrados al ver la destreza con que Jacobo y
su primo manejaban sendas bicicletas, su valor y audacia infantil al pasar
en diversas ocasiones por encima de una tabla angosta que unía las dos
partes del puente en construcción, sin el menor temor de caer al vacío
desde una considerable altura, poniendo más que nerviosos a quienes los
observaban. El juego cesó cuando el Jefe Político mandó que los agarraran
y les jalaran las orejas, lo cual fue imposible, por la velocidad con que los
niños desaparecieron de la escena. A los primos les gustaba arriesgarse
al máximo conduciendo sus bicicletas en los lugares más peligrosos y de
difícil acceso, lo que los hacía sentirse diferentes y superiores a los demás
niños de su edad. Era entonces cuando más se ponía de manifiesto la
incipiente fuerte personalidad del pequeño Jacobo.
Muy pronto Jacobito demostró que, al igual que su madre, y a diferencia
de su padre, tenía un gran sentido del humor. Aunque nunca trató de
hacerse el gracioso, sus ocurrencias infantiles mostraban que poseía un
humor fino, irónico, con la persona adecuada y en el momento adecuado.
Cada día, desde muy temprano, solía reír doña Tavita a carcajadas ante
su más mínima ocurrencia. En casa Jacobo se burlaba, por ejemplo, de
los golpes que recibía en las peleas escolares, peleando con otros niños,
dejando entrever que los contendientes que se le enfrentaban, salían
siempre peor parados que él. No pretendía que un golpe no le causara
dolor sino que, pese a ser apacible, sabía defenderse cuando se indignaba.
Esto lo demostró más que verbalmente un día en clase.
Desde muy niño mostró Jacobito estar en contra de víctimas de la
injusticia, especialmente de los castigos corporales que practicaban los
maestros más severos, que consideraban que con la aplicación de métodos
de “mano dura”, meterían en cintura a los niños traviesos, rebeldes,
indisciplinados o alborotadores. Sentía que era humillante para un niño
indefenso tener que soportar castigos corporales de sus maestros, ya que
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195434
éste no tenía derecho a pegarle en público ni en privado por el solo hecho
de ser una autoridad. Debía amonestársele, censurársele, pero no pegarle,
decía a su madre. En una ocasión dio la cara por otro niño que no tuvo
el ánimo de aceptar su indebido comportamiento. Así que el recibir los
inmerecidos azotes, dio ejemplo de valor y entereza a sus compañeros,
soportando estoicamente el dolor que producían los golpes en sus carnes.
Según una persona que lo conoció siendo niño, Jacobito era muy
simpático y bueno, pero ya se veía que tenía un carácter fuerte y no se
dejaba de nadie. Esto lo demostró un día que un maestro le puso las
manos encima frente a los alumnos porque creyó que Jacobito se había
burlado de él imitando su voz chillona. Había sido otro niño sentado cerca
de él. La respuesta de Jacobito fue darle un reglazo al maestro, dejando
boquiabiertos a todos, incluyendo al maestro quien al comprender el error
que había cometido, le pidió disculpas y lo respetó de ahí en adelante. La
lección es que el ser pequeño no significaba que fuera inerme e impotente,
y que tuviera que soportar el abuso, la arbitrariedad y la violencia de los
mayores.
Como doña Tavita le había enseñado a sus hijos que eran pecados
graves la vagancia y el no tener voluntad, ni ideales en la vida, Jacobito
aprendió a ser una persona trabajadora, llena de energía en todo lo que se
proponía hacer. Lo demostró con las tareas escolares que hacía en clase o
en casa, en las cuales obtenía notas sobresalientes. Esto le hacía acreedor
a los permisos para, después de regresar de la escuela, jugar en casa con
sus hermanitas durante muchas horas o en la calle con otros niños. A
los deportes que hacía desde niño, les ponía siempre mucha fuerza de
voluntad. No le importaban los golpes que recibía.
Lo de tener ideales en la vida vendría después. Por lo pronto, a los
desconocidos que lo trataban, Jacobito les daba la impresión de ser un
niño mimado y huraño, quizás por ser hijo (varón) único, pero al tomar
confianza con cualquier persona que no pertenecía a su círculo familiar y
visitar su casa más frecuentemente, se comportaba con la naturalidad de
un niño de su edad y se le veía muy feliz, inmerso en todo tipo de juegos
infantiles con sus hermanitas. El carácter jovial y abierto de doña Octavia
hacía de su casa un centro de reuniones, con sus amigas que llegaban
diariamente, una tras otra o en alegre grupo, a pasarle toda la información
y rumores que circulaban por el barrio y en la ciudad.
JACOBO ARBENZ GUZMAN 35
Las primeras pautas de su futura singular existencia, las dio Jacobo
precisamente en su edad escolar. Desde un principio demostró tener una
inteligencia fuera de lo común. Rápidamente asimilaba todo cuanto le
enseñaban. Le fascinaba hacer preguntas difíciles y poner en aprietos a sus
maestros. Por su parte, procuraba dar respuestas lógicas, pero no fáciles de
contestar para la mayoría de los niños de su edad. Doña Tavita solía referir
lo preguntón que era Jacobo de niño, por ejemplo cuando preguntaba si
su padre iba a regresar. Siempre presionó a sus interlocutores a explicarle
aquello que no comprendía, aunque sus preguntas excedieran los límites
del conocimiento de éstos.
Su talento natural, unido a su espíritu inquisitivo, logró ser satisfecho
con la lectura, que doña Tavita estimulaba. Fue gracias a ella que desde
niño se convirtió en un gran lector de la Biblia y que su mente se llenara
de conocimientos impensables en otros niños de su edad, que no tenían
condiciones para ello. Al principio leyó en casa todo aquello que tenía a
la vista y caía en sus manos. Más adelante comenzó a pedirles prestados
libros a los padres de sus amigos. Aunque no se conocen con exactitud
los libros formativos de su niñez y adolescencia, en más de una ocasión
comentó que gustaba de leer biografías de grandes personajes. Es muy
posible que esta inclinación le haya conducido a interesarse por la historia
universal, que fue uno de los grandes temas de su preferencia a lo largo
de su vida. Se cuenta que hacía anotaciones manuscritas en los bordes de
las páginas y que, a veces, su madre lo reñía por ello. Paradójicamente, su
ansia por saber le apartó intelectualmente de la mayoría de sus amiguitos.
Como él mismo reconoció años más tarde, en muchas ocasiones prefería
la soledad y tranquilidad que proporcionaba la lectura y el estudio, a
estar perdiendo el tiempo en juegos que ya le parecían infantiles y, por
consiguiente, cada vez más aburridos para un joven que deseaba madurar
a pasos agigantados. Jacobo se convirtió en un gran conversador cuando
consideraba que sus palabras no caerían en el vacío, sopesando muy
bien lo que decía y analizando con detenimiento lo que escuchaba. Por
lo general, sus interlocutores se asombraban de los conocimientos del
niño y quedaban convencidos de que llegaría muy lejos, lo que no es
sorprendente, si tomamos en cuenta que sus maestros lo consideraban no
sólo como un alumno ejemplar, sino que como un futuro triunfador.
De su padre sacó Jacobo el deseo de superación y el espíritu
perfeccionista que le llegó a caracterizar. También le llegó a deber la risa
franca, la seriedad y el buen talante cuando la ocasión lo ameritaba. Sus dos
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195436
prolongadas ausencias, así como su enfermedad y fármaco-dependencia
le crearon al suizo fama de hombre extraño. Pese a estar cubierto de
respetabilidad por estar casado con una ladina y haber procreado con
ella dos niñas y un niño, circulaban rumores de todo tipo sobre su salud
corporal y mental. En la farmacia era una persona afable y trabajaba con
gran ahínco en medio de sus tormentos, pero era obvio que la enfermedad
le minaba también el carácter.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195438
Capítulo III: Adolescencia y juventud
Jacobo Árbenz Guzmán fue un self-made-man, un hombre hecho a
sí mismo; pero, antes de 1944, con sus defectos y sus cualidades, fue el
producto de un medio social y de un régimen político. A través de su
historia, aparece la historia de Guatemala desde principios a mediados del
siglo XX. ¿Para qué serviría conocer la biografía de los primeros años de la
vida de un futuro hombre de Estado, si al mismo tiempo no fuera posible
bosquejar el cuadro de su país, de sus compatriotas y de su época? He aquí
por qué es necesario conocer al niño que se hace hombre. La pregunta
¿Quién fue, antes de octubre de 1944, Jacobo Árbenz? es lo que trataré de
responder a continuación.
Al crecer, además de dar cada vez más muestras de su gran compresión
intelectual, perseverancia y disciplina de trabajo, Jacobo se volvió robusto,
lleno de energía y con gran fuerza corporal. Hacía sentir su presencia con
solo entrar a algún lugar. Tenía mucha seguridad en sí mismo. Siguió
practicando deportes populares como el fútbol, pero en la adolescencia se
aficionó a la lucha libre, primero, y al boxeo, después. Este último deporte
requiere tanto una buena constitución física, como mucha agilidad en
los movimientos de piernas, pero también mucho cerebro para estudiar
al contrincante. Jacobo se hizo famoso por sus certeros ganchos que
intimidaban a sus oponentes antes de entrar en combate; tenía tanta fuerza
que al menor descuido dejaba tendido a su opositor, a quien no le quedaba
mucho ánimo para volver por más. Se ha mencionado la manera casual
como Jacobo decidió pasar de la lucha libre al boxeo. La anécdota es tan
reveladora que vale la pena repetirla, ya que refleja la personalidad del
biografiado. Y es la siguiente:
Como era costumbre en Guatemala, los amigos solían alegrarse
espiritualmente ingiriendo bebidas estimulantes en cantinas de barrio.
JACOBO ARBENZ GUZMAN 39
Cuando salían de ellas, se acompañaban hasta sus casas, si éstas quedaban
por el mismo rumbo. En una ocasión, después de una sesión de buenos
tragos, caminaba Jacobo con un amigo en una callejuela de Xelajú y vieron
que se dirigía hacia ellos el campeón de box local, conocido también por su
arrogancia. Al verlo, el amigo de Jacobo sugirió que se bajaran de la acera
porque era muy estrecha y podía surgir un conflicto. Jacobo le respondió
que él no se bajaba de la acera para darle el lugar a nadie, aunque se tratara
del campeón de box del universo, y siguió su camino con paso más firme.
Al toparse ambos frente a frente y no estar ninguno de los dos dispuestos a
cederle el paso al otro, surgió el conflicto, pero gracias a Dios y a los puños
de Jacobo poco después el campeón de box estaba tendido en la calle con
los brazos en cruz. Al recuperarse, prefirió hacerse amigo de quien lo había
derribado al primer asalto, invitándolo a visitar el gimnasio donde él era
el entrenador. Su propuesta no cayó en saco roto. Jacobo se apuntó de
inmediato y pronto se hizo común que venciera a cualquier contendiente
en el cuadrilátero, golpeándolo con sus poderosos puños, ya que su fuerza
física, heredada de su padre, era impresionante. Aún no era mayor de edad
y no había quién no lo viera en la ciudad con admiración y respeto.
El uso de la táctica y estrategia en el deporte es muy útil para superar
el agotamiento físico cuando éste llega a producirse, pero también son
importantes la autoestima y la autoconfianza, así como la voluntad y certeza
del guerrero de poder vencer al oponente. Y esta actitud la demostraba
Jacobo igualmente cuando comenzó a participar en campeonatos del
barrio de hacer el pulso con el puño cerrado. Siempre vencía al oponente.
Sus contendientes eran, por lo general, sus propios compañeros de juegos,
y a veces hasta personas mayores. En el caso de la lucha de brazos, como
también es llamada, no sólo intervienen los puños cerrados sino también
los dedos, las muñecas, antebrazo, hombro, espalda y fuerza abdominal.
Todo se ponía tenso en cuanto los contendientes apoyaban los codos sobre
la mesa y entrelazaban sus dedos. La capacidad mental y la aplicación
de la psicología del guerrero tenían más peso que la fuerza física. Con
su habilidad para superar cualquier dificultad, Jacobo fue desde su
adolescencia un reconocido pulseador de peso pesado.
La imagen que tenemos de Jacobo Árbenz adolescente es la de un
joven de figura espigada y de aspecto fuerte, que se destacaba tanto física
como intelectualmente, contrastando con los demás jóvenes de su edad.
En la escuela secundaria era uno de los de mayor estatura y rendimiento
escolar, de comportamiento recatado y gran poder de observación. No
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195440
hablaba mucho y hasta podía parecer un muchacho tímido por la manera
como sonreía, pero hacía notar su presencia, no pasaba desapercibido
aunque no deseara llamar la atención. Es posible que disfrutara saber que
vivía intensamente cada día que pasaba y que jugaba un papel protagónico
dondequiera que se encontrara. De aquí es posible que surgiera su gran
capacidad de soñar, que le acompañaría incluso durante los años de la
presidencia guatemalteca.
Además del boxeo, Jacobo disfrutaba el polo a caballo, para lo que
se requería ser muy buen jinete, además de poseer destreza, agilidad
y habilidad física. Corretear detrás de la bola y burlar al adversario
golpeándola con fuerza antes que él, era una de sus especialidades. Su
equipo ganaba siempre y él, personalmente, se ganaba una legión de
admiradores, especialmente en el medio femenino. Solía decir que lo que
más le gustaba de los caballos que montaba era su fortaleza, su velocidad,
su decisión y su lealtad. En las ocasiones que Jacobo jugaba con su equipo,
se formaba un concurrido como entusiasta público que llegaba a admirar
a su estrella, lo cual le llenaba de orgullo. De hecho, todos los deportes
que practicaba Jacobo los ejecutaba casi a la perfección, como si fuese
un profesional. En todos los deportes en que tomaba parte llegaba a
convertirse en el principal atractivo, en el centro de la atención del juego.
Cuando vivió en la finca que administraba su padre, se aficionó a montar
caballo, llegando a ser muy buen jinete, al punto que siendo ya oficial del
ejército fue el capitán de un equipo de polo, deporte muy en boga entre la
gente adinerada del país. Su rudeza y valentía en los deportes contrastaba
con su buena educación que infundía confianza a sus amigos y su gran
sensibilidad humana, indudable herencia de doña Tavita.
No parece que mostrara algún interés especial por las mujeres; los
encuentros que hizo con muchachas pueden verse como fogueos para el
momento que conoció a la mujer de su vida, la joven salvadoreña María
Cristina Vilanova, de quien se enamoró desde el momento en que le fue
presentada y con quien estaría unido hasta el día de su muerte. Asimismo
era conocido su legendario “abrazo de oso”, capaz de paralizar y asfixiar a
quien lo recibiera.
En la creencia de que el trabajo al aire libre le sería más sano, el
boticario aceptó la oferta de un amigo alemán para administrar una
pequeña finca de café situada en las tierras bajas de Quetzaltenango, la
llamada Bocacosta. Puede que el destino de Jacobito haya sido sellado
con el traslado de la familia Árbenz Guzmán de la ciudad al medio
JACOBO ARBENZ GUZMAN 41
rural cuando él tenía trece años. Fue en esta finca donde Jacobito tuvo
una gran conmoción al encontrarse con la realidad de su país: conoció
personalmente las grandes miserias y el alto grado de explotación a que
eran sometidos los campesinos indígenas por los finqueros, que veían en
ellos simple mano de obra esclava. Lo que más impresionó al adolescente
Jacobo Árbenz al entrar en contacto con el medio campesino, fueron los
abusos a que éstos eran sometidos por los finqueros, administradores,
capataces y supervisores.
Existía la creencia de que esa selecta élite de los finqueros alemanes
eran personas muy trabajadoras e inteligentes, y que eran esos atributos
los que los enriquecían rápidamente produciendo café para el mercado
exterior. Estaban convencidos de que el enriquecimiento dependía de que
produjeran café de buena calidad, es decir que lo que dieron en llamar
“grano de oro” se cultivara la variedad más apropiada a una determinada
altura de la montaña (entre 1,200 y 1,600 metros sobre el nivel del mar),
y que la producción contara con una receta perfecta para buenas prácticas
de manejo en las plantaciones y en el beneficio del grano seco. Nadie
tenía interés en reconocer que el verdadero “secreto” del enriquecimiento
de los finqueros, se debía a las facilidades que les daban los gobiernos
entreguistas de turno para hacerse propietarios de grandes extensiones
de tierras y, en especial, al buen funcionamiento de las leyes de trabajo
forzado que habían decretado en diversas épocas, con la única finalidad de
someter impunemente a los campesinos a condiciones de severa esclavitud
productiva. La opresión y explotación de la mano de obra indígena era el
verdadero “secreto” del enriquecimiento de los patrones blancos.
La estadía de Jacobo Árbenz Guzmán en una finca de café fue una
etapa que lo marcó para siempre y sobre la cual solía conversar en tono
grave, pero solo con sus familiares y allegados. En las fincas de café no
solamente trabajaban como esclavos la aplastante mayoría de los adultos,
hombres y mujeres, sino que los menores de edad estaban privados de ir a
la escuela y obligados a trabajar al lado de sus padres desde los cinco años.
Las familias solían ser numerosas porque las mujeres parían los hijos que
Dios, con ayuda del marido, quisiera mandarles. Los hombres hacían los
trabajos más pesados en las plantaciones, pero las mujeres trabajaban igual
o más que sus maridos en la recolección del fruto maduro, invirtiendo
mayor esfuerzo laboral porque, además de los trabajos que hacían en las
plantaciones al lado de sus maridos, tenían que realizar labores domésticas,
que cada día las extenuaban al límite. Y esto sin contar con que el trabajo
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195442
en las fincas se realizaba diariamente en condiciones de vida o muerte,
debido a que los trabajadores debían cortar el café en situación de riesgo,
pues las plantaciones solían estar llenas de serpientes venenosas, cuyos
venenos no contaban con antídotos y, en cuestión de minutos, penetraba
a gran velocidad en la sangre, afectando órganos vitales. Se jugaban la
vida diariamente, paso a paso. Los gritos de los que habían sido mordidos
y las graves consecuencias que les seguían, se volvieron tan normales
como cantar mientras se trabajaba. Lo peor de todo, es que los capataces
atribuían estos “accidentes” laborales a la negligencia de los trabajadores, a
fallas humanas. Según los capataces, el trabajador debía “revisar” siempre
el lugar donde iba a laborar.
Jacobo no tuvo en la finca la vida privilegiada por ser el hijo del
patrón o del administrador, pues el hijo era tratado por su padre como si
fuese un peón más. Esto era necesario por si algún día Jacobo quería ser
administrador de su propia finca, por lo que iniciaba el aprendizaje desde
el puesto más bajo en la escala de trabajador. Desde el primer día de su
entrenamiento como futuro patrón debía levantarse antes de la salida del
sol y hacer sus tareas de acuerdo con las necesidades o prioridades en la
finca. Las jornadas laborales eran extenuantes, aptas sólo para gente recia.
En la lucha tenaz del trabajo agrícola, desde preparar la tierra para sembrar
maíz y hacer la milpa, como hacer tareas de limpieza, sembrar y cuidar
los almácigos hasta convertirse en plantas, cortar café en la temporada de
cosecha, conocer cómo se llevaban a cabo todas las tareas relacionadas con
el secado del café, y hasta aprender a trepar a la copa del árbol más alto,
era considerado trabajo necesario, y Jacobo tenía que aprender a realizarlo.
En la primera mitad del siglo XX, la agricultura era el sector productivo
más importante de Guatemala. Sin embargo, los campesinos eran vistos
como ciudadanos de segunda categoría, eran la población mayoritaria pero
estaba obligada a vivir entre sombras pese a ser la creadora de la riqueza
nacional. En las fincas los campesinos andaban descalzos y vestidos con
harapos llenos de barro adherido. Sus viviendas no podían ser consideradas
casas, sino más bien chozas primitivas de guano, de una sola habitación en
donde a menudo cohabitaban varias familias, se cocinaban los alimentos
en un fogón con leña y todos dormían en el suelo de tierra, al lado de los
animales domésticos cuando los había, como perros famélicos, cerdos y
gallinas. El techo de las chozas solía ser de palmas. Casas de madera o adobe
con tejados de zinc sólo las tenían el dueño y el administrador. El agua que
se utilizaba para cocinar, beber u otros menesteres, podía ser de lluvia, que
JACOBO ARBENZ GUZMAN 43
se almacenaba en recipientes de metal generalmente llenos de insectos y
alimañas muertas, que producía múltiples enfermedades al ser bebida. En
casi todas las fincas había nacientes cercanas de agua que se aprovechaban
para las necesidades más inmediatas. Los más afortunados se abastecían de
agua de pozo y otros, menos afortunados, tenían que acarrear desde largas
distancias el agua de los ríos y las quebradas, doblegados bajo el peso de
las cubetas que les encorvaban las espaldas.
Lo peor de todo era que los trabajadores estaban ya tan acostumbrados
a malvivir sembrando y cosechando maíz y frijol para medio alimentarse y
poder sobrevivir, y a hacer sus tareas cotidianas en semejantes condiciones,
que soportaban su miserable vida como algo natural, como si ya no les
importara ser tratados más que como seres humanos como animales de
trabajo sometidos a la explotación de los propietarios, desde antes del
amanecer hasta después de la puesta del sol. En las épocas lluviosas o de
frío invernal, llovían las enfermedades infecto-contagiosas, endémicas y
mortales. No existía un médico ni personal sanitario de ninguna clase. Ni
siquiera medicinas para aliviar las temperaturas que pronto se convertían
en fiebres mortales. La ropa que todo el mundo llevaba puesta se
caracterizaba por su hedor a excremento, ya que las posibilidades de aseo
eran ínfimas. Esto significa que por falta de aseo personal, todo el mundo
portaba gérmenes que también les abrían las puertas del cementerio, pero
a nadie le importaba el mal olor porque sus olfatos ya no lo sentían.
Jacobo descubrió que los campesinos no habían elegido padecer
de miseria crónica ni ser esclavos de por vida del hombre blanco o su
compinche mestizo. Simplemente fueron convertidos en tales o habían
nacido en una finca, cuyos terrenos les habían sido robados a sus ancestros
por los alemanes o extranjeros de otras nacionalidades. El hombre blanco
era el saqueador, el asesino de indígenas desde los tiempos de la invasión
española. Según expresó el déspota Rufino Barrios, el asesino mestizo
que gobernó el país con mano de hierro de 1871 a 1885, promoviendo
la inmigración alemana, para él 100 familias alemanes valían más que
20,000 indios. Siguiendo este pensamiento típico de los ladinos frente a
los indígenas, despojó de sus tierras comunales a decenas de miles de
campesinos que las poseían desde tiempos inmemoriales y obligó a sus
moradores a trabajar a golpe de látigo para los inmigrantes. “Un terreno vale
por los peones que tiene para trabajarlo y convertirlo en una finca”, escribió
un cínico inmigrante alemán. Desgraciadamente no se equivocaba. Fue de
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195444
esta manera como el campesino que trabajaba en tierras de la comunidad
se quedó un día sin sus tierras de cultivo, y convertido en esclavo.
Huir de las tierras que le habían sido robadas no le era posible al
campesino si tenía familia. Sin embargo, sí huyeron de la esclavitud miles
de jóvenes solteros en busca de tierras para cultivarlas a escondidas, o
de trabajo en alguna parte. Los más audaces cruzaban las fronteras hacia
Belice o México, donde buscaban enmontañarse para siempre. Muchas
plantaciones se quedaron sin gente antes de ser terminadas. Algunas
familias volvieron. En otras el éxodo fue detenido encarcelando a los hijos
de los peones a manera de rehenes. Muchos que habían huido fracasaron en
el intento, por ser perseguidos por policías rurales y soldados del ejército,
quienes al capturarlos los llevaban amarrados para ser puestos en prisión.
Al salir de la cárcel, los campesinos eran amarrados y regresados a pie al
terruño que los había visto nacer, resignados pero sin perder la esperanza ni
la ilusión de volver a intentar escapar en alguna otra ocasión. La conducción
en condiciones humillantes y muchas veces sin darles alimentos durante
el trayecto, la llamaban por cordillera. Muchos campesinos no llegaban a
su destino pues morían de hambre y sed en el camino. Los que lograban
retornar vivos, se alegraban de volver a ver a sus padres y de tener por lo
menos un trabajo, ya que conseguirlo en otra parte se les había vuelto tarea
muy complicada por el sistema de dominación imperante.
Los dictadores “liberales” como Rufino Barrios, Manuel Estrada
Cabrera y Jorge Ubico, y sus camarillas de funcionarios corruptos, se
robaron miles de caballerías de tierras y se convirtieron en finqueros
cafetaleros. Ante las leyes que ellos mismos habían fabricado a su medida
e intereses, aparecían como patronos respetuosos de la Constitución de la
republiqueta. Gobernaron para establecer y mantener un sistema oligarca
de generaciones de propietarios de grandes latifundios que los hacían
producir con mano de obra esclava. Fueron ellos quienes posibilitaron las
oleadas de inmigrantes alemanes a quienes consideraban de raza superior,
civilizadores, según afirmaban con orgullo patrio. Históricamente se les
ha considerado erróneamente señores feudales, pues en realidad se trataba
de capitalistas agrarios, poseedores de grandes fincas que cultivaban con
esclavos legales, que bajo las condiciones de trabajo arriba descritas les
producían una plusvalía imposible de cuantificar, por el hecho de que la
ganancia provenía de producir café al más bajo costo posible y venderlo
en el mercado internacional al precio más alto posible. Para darle visos de
legalidad al sistema esclavista establecido, emitieron leyes.
JACOBO ARBENZ GUZMAN 45
Segúnsusrelatoshistóricoshechosapersonasdesuabsolutaconfianza,
Jacobo se sintió siempre orgulloso de haber trabajado en una finca como
un peón más, pues aseguraba que ese recuerdo le había ayudado años
después a sacar adelante la Reforma Agraria en Guatemala. De su estadía
en esa finca sacó una conclusión: finquero no era la profesión que elegiría
para realizar sus sueños. Tenía grandes deseos de superación personal
y deseaba tomar la mejor decisión de su vida. Después de satisfacer su
curiosidad acerca de lo que era y significaba una finca para un inmigrante
alemán o suizo, había aprendido que era el peor lugar para la vida de un
campesino guatemalteco, pues vivía como esclavo y cualquier día podía
morir mordido por una culebra, por una enfermedad o simplemente de
hambre o envejecido prematuramente. Muchos niños morían al nacer,
otros días después, y la mayoría que lograba crecer, lo hacía desnutrido
y propenso a todo tipo de enfermedades. Las razones las tenía muy claras
y podía explicarlas hasta el último detalle a quien se las preguntara, por
haber compilado muchas anécdotas de sus pasadas experiencias juveniles
en el medio rural. Un medio que un guatemalteco de la ciudad nunca se
podía imaginar. Generalmente cuando hablaba de ello se ponía serio al
recordar sus pasadas amargas experiencias; en otras ocasiones hablaba con
bastante humor mientras apelaba a su memoria. Había temas relacionados
con su pasada experiencia en la finca que le conmovían siempre que se
refería a ellos: uno era la falta de acceso a la educación de la niñez en el
medio rural, especialmente en las fincas. El otro, no menos serio, era el
tema del racismo, la discriminación y la pobreza en que se encontraba la
población indígena del país.
En las fincas no existían ni escuelas ni personal cualificado para
instruir a los niños campesinos. En la inmensa mayoría de las fincas no
había escuela primaria, en donde se enseñara a leer y escribir a los niños.
Cuando había algún maestro que enseñara las primeras letras, los únicos
beneficiados eran los hijos del patrón, cuando éste vivía en la finca, y los
del administrador. Las escuelitas tenían unos pocos alumnos, a quienes
enseñaba un maestro o maestra empírico envejecido en el lugar juntamente
con sus pocos alumnos quienes se quedaban para siempre en la finca,
trabajando como personal de confianza del propietario, aprovechando
lo que habían aprendido. Algunos abandonaban el lugar en busca de un
mejor destino, se casaban y nunca más ponían las plantas de sus pies en el
caserío donde habían nacido.
Desde la invasión española de 1524, el campesino indígena fue llamado
despectivamente indio y fue visto más como un animal de carga y trabajo
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195446
forzado que como un ser humano; se les consideró fuerza laboral, y con su
esfuerzo y productividad se enriquecieron parasitariamente. Nunca se les
ha tratado en plano de igualdad ni se han respetado sus derechos humanos
y ciudadanos; su religión, cultura y estilo de vida han sido estigmatizadas
y motivo de mofas dentro de la población ladina. Todo esto lo observó de
cerca Jacobo en la finca, después de reflexionar sobre las advertencias que
desde niño recibía de los ladinos en Xelajú, en el sentido de que “el indio
es peligroso y hay que andarse con cuidado cuando está borracho porque le
sale el instinto asesino en contra del ladino”. El haber comprobado Jacobo
que los indígenas son muy trabajadores y muy agradables de trato cuando
ven en el ladino a una persona que no los discrimina, hizo que los apreciara
en todo lo que valen y posiblemente desde entonces procuró destacar sus
orígenes genéticos maternos.
En una ocasión, Jacobo Árbenz le confió a una persona de su
confianza, que siendo oficial del Ejército encargado de escoltar a la cárcel
por cordillera a unos campesinos fugados, sintió repugnancia por el
papel de instrumento de represión que estaba ejerciendo. Consideraba
que era injusto el trato que se les daba a esos hombres valientes que
habían tenido el coraje de romper sus cadenas y huir de la esclavitud.
Esas reflexiones fueron decisivas para solicitar su traslado del cuartel de
San Juan Sacatepéquez donde estaba estacionado, a la Escuela Politécnica.
Árbenz aún no comprendía que el robo de las tierras comunales por
parte de dictadores para entregárselas a los inmigrantes alemanes, estaba
estrechamente unida a la explotación, la opresión, la discriminación racial,
la pobreza, la desigualdad social y la exclusión a que se enfrentaban los
campesinos indígenas. Cuando lo comprendió años más tarde, procuró
como presidente hacer valer los derechos humanos fundamentales de la
población campesina, especialmente su derecho a la propiedad de la tierra.
Su pensamiento y su motivación revolucionaria lo llevaron a solicitarle a
sus colaboradores más cercanos, que hicieran todo lo posible por impulsar
el derecho de los pueblos indígenas al trabajo, a la asistencia sanitaria, a
la expresión y a la participación política, como ciudadanos guatemaltecos
de primera clase y no de segunda, en plano de absoluta igualdad con la
población ladina.
A la destacada dirigente magisterial que le servía como asistente
personal, Carmela Ramos de Castellanos, le pidió que viera que se
le prestara especial atención a los niños indígenas, facilitándose su
incorporación masiva a la educación primaria hasta en las aldeas y fincas
JACOBO ARBENZ GUZMAN 47
más remotas, que se promoviera su educación secundaria por medio de
becas de estudio. Le pidió también a doña Carmela, que se nombraran
maestros a indígenas y que se promovieran para altos cargos en el sistema
educativo nacional. Lamentablemente, su derrocamiento impidió que las
autoridades del gobierno revolucionario cumplieran con sus disposiciones
sobre mejorar el estado de los derechos políticos, civiles, culturales,
económicos y sociales de la población indígena guatemalteca.
A Jacobo no le había resultado nada fácil vivir y trabajar en la finca, porque
había sido impactado con esa realidad. Por ello, al poco tiempo tenía la
certeza que su futuro inmediato debía labrarlo fuera de ahí, donde lo único
útil había sido ver con sus propios ojos cómo los peones estaban destinados
a vivir y morir como animales de trabajo, sin contemplaciones ni la mínima
atención médica durante sus cortas vidas laborales. Recordaba que después
de salir de la finca y retornar a Quetzaltenango, hablaba muy orgulloso de
sus vivencias personales, que a veces más parecían historias fantásticas.
Contaba sobre la manera en que aprendió a cortar la maleza, pasándose
el afilado machete de una mano a la otra, manejando manejándolo con la
misma destreza. Este aprendizaje no le resultó nada del otro mundo, como
tampoco hacerlo todo con absoluta rapidez. Contaba que en poco tiempo
llegó a jefe de cuadrillas de chapeado, así como de pepescadores de granos
de café maduros caídos de las ramas. Nunca imaginó que regresaría al
medio rural, pero a hacer reformas profundas en el sistema de tenencia de
la tierra y a liberar a los campesinos oprimidos durante generaciones. Todo
por la patria y la revolución guatemalteca.
POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195448
SEGUNDA PARTE: LAS RAÍCES DE NUESTRO PRESENTE
Capítulo I: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida
militar: el Caballero Cadete 497.
En 1951, siendo Presidente de Guatemala el Teniente Coronel
Juan Jacobo Árbenz Guzmán, un militar cubano egresado de la Escuela
Politécnica, escribía lleno de nostalgia y admiración por Guatemala y su
Presidente revolucionario, los siguientes párrafos: “Por el amplio y pintoresco
Paseo de la Reforma, en la Nueva Guatemala de la Asunción, los árboles se
yerguen majestuosos y los pájaros vuelas y cantan sobre los sotos verdeantes
y las jacarandas en flor. Allí se yerguen, en medio de una especie de praderas
turgente, suntuosos chalets y edificios públicos que albergan el regimiento
motomecanizado, el Instituto de Nutrición y otros. Y por uno de los vados se
levan los muros amarillos, de suntuosas almenas coloniales, de la academia
militar conocida desde los tiempos de su fundación con el nombre de Escuerla
Politécnica, que ha dado los mejores frutos a Guatemala, traducidos en militares
nutridos de verdadera cultura y patriotismo, que a través de las edades, y con
muy raras excepciones, han sido orgullo del país, desde diversos ángulos de la
vida nacional.
Este instituto de pedagogía militar, el mejor de la América Central y uno
de los más prestigiosos de la América Latina entera, es orgullo de Guatemala
y su nombre es pronunciado con el mismo legítimo blasón con que los
norteamericanos hablan de West Point o los franceses de Saint Cyr. Y es que, sin
temor de caer en hipérboles, este centro docente ha ofrecido hombres forjados en
las recias disciplinas de la academia, acendraron su carácter y sus convicciones
democráticas para ofrecer a Guatemala los sazonados frutos de una educación
eficiente y moderna.
El 15 de septiembre de 1873, en conmemoración de un aniversario de
la independencia de Centroamérica, se dispuso en Guatemala la creación de
una academia para la enseñanza militar de la juventud que con el nombre
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  • 1.
  • 2. J.C. Cambranes Jacobo Arbenz Guzmán: Por la Patria y la Revolución en Guatemala, 1951-1954 Guatemala, 2011
  • 3. Primera edición, 2011 Comisión Presidencial Coordinadora de la Política del Ejecutivo en materia de Derechos Humanos (COPREDEH) MSc. Dora Ruth del Valle Cóbar Presidenta de COPREDEH Carlos Oswaldo Morales Callejas Director Ejecutivo de COPREDEH José Antonio Montúfar Chinchilla Subdirector Ejecutivo de COPREDEH 2a . Ave. 10-50 zona 9, Ciudad de Guatemala, Guatemala, C.A. Tels. (PBX) (502) 2360-7272, 2334-0115 y 2334-0116 FAX (502) 2334-0119 E-mail: copredeh@copredeh.gob.gt sitio web: www.copredeh.gob.gt ISBN: 978-9929-8119-3-5 Reservados todos los derechos. De conformidad con la ley se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra en cualquier tipo de soporte, sea éste mecánico, fotocopiado o electrónico, sin la respectiva autorización del editor.
  • 4. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-19544 De Julio César, ese personaje histórico tan extraordinario, se han escrito frases tan elogiosas y acertadas, que merecen ser grabadas en una lápida: “Fue un personaje fascinante.” “Fue una figura irrepetible.” “Con sus discursos comenzó a abrirse camino.” “Era la política lo que le seducía. Política por ambición, nos dicen. Sin duda, pero también para hacer cosas.” “Era inteligente y seductor. Le amaban las mujeres.” “Era amigo del pueblo.” “Trató de introducir humanidad y justicia.” “Luchó incansablemente.” “Intentó liberar al pueblo de las imposiciones de una aristocracia de la tierra que cerraba los caminos a las leyes agrarias.” “Su amor al pueblo, su sincero reformismo lo demuestra su legislación agraria.” “Con criterios políticos perdonaba y castigaba, seguía o sacrificaba sus sentimientos.” “Tuvo amigos fieles y también se creó enemigos irreconciliables.” “Sufrió traiciones.” “Fue un hombre que hubo de aceptar los juegos dobles que se llevaban.” “Fue asesinado por aquellos a quienes había perdonado.” “Este hombre contradictorio y genial, humano, amado y odiado, superior, de intenciones a favor del pueblo…aunque sujeto a inevitables compromisos, a veces, ¿qué planeaba para el futuro? Sin temor a equivocarme, puedo asegurar que estas frases son aplicables también a Juan Jacobo Árbenz Guzmán.
  • 5.
  • 6. INDICE Presentación........................................................................................ Prólogo............................................................................................... PRIMERA PARTE: LAS RAÍCES DE JACOBO ÁRBENZ........................ Capítulo I: Origen paterno............................................................... Capítulo II: Nacimiento y niñez....................................................... Capítulo III: Adolescencia y juventud.............................................. SEGUNDA PARTE: LAS RAÍCES DE NUESTRO PRESENTE................ Capítulo I: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida militar: el Caballero Cadete 497................................................................... Capítulo II: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida política......... TERCERA PARTE: LAS RAÍCES DEL ARBENCISMO........................... Capítulo I: Jacobo Árbenz y Simón Bolívar....................................... Capítulo II: Jacobo Árbenz y Kemal Atatürk..................................... Capítulo III: Jacobo y María............................................................. CUARTA PARTE: LAS RAÍCES DE LA REVOLUCIÓN DE 1944.......... Capítulo I: La crisis del orden establecido........................................ Capítulo II: La caída de los sátrapas................................................. Capítulo III: La Revolución de 1944................................................ Capítulo IV: El Presidente Revolucionario Jacobo Árbenz Guzmán. Capítulo V: Por la Patria y la Revolución.......................................... ANEXO: Tiene la palabra Jacobo Árbenz............................................. Entrevista exclusiva para Bohemia BIBLIOGRAFÍA DE REFERENCIA....................................................... 7 9 11 11 19 37 47 47 71 75 75 81 87 97 97 113 131 153 161 185 193
  • 7.
  • 8. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-19548 PRESENTACIÓN El libro que presentamos en esta oportunidad es parte de un trabajo más amplio realizado por el historiador guatemalteco, Doctor en Historia, Julio Castellanos Cambranes, quien hace años se dedica al estudio y la investigación sobre el período revolucionario 1944-1954. Dentro del Acuerdo de Solución Amistosa firmado entre el Estado Guatemalteco y la familia del expresidente Árbenz, se encuentra la publicación de esta biografía, de manera que permita a los guatemaltecos y guatemaltecas conocer quién fue Jacobo Árbenz Guzmán, como hombre, como padre y esposo, como ciudadano, como presidente. Para ello se contó con la anuencia de la familia del expresidente para que el trabajo biográfico que estaba realizando el Dr. Castellanos Cambranes fuera publicado como parte de este Acuerdo. Queda con ustedes una manifestación más del reconocimiento y dignificación del expresidente Árbenz Guzmán, en el entendido que estos esfuerzos contribuyen a construir la memoria histórica de nuestro país y nos ayudan a entender la historia, lo que se constituye en un elemento de nuestra identidad. Guatemala, octubre 2011.
  • 9.
  • 10. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195410 PRÓLOGO Observando detenidamente el rostro apacible de Jacobo Árbenz en una conocida fotografía donde aparece en calidad de Presidente de Guatemala, puede adivinarse que detrás de unos rasgos que muestran a un hombre de penetrantes ojos y de inconfundible carácter adusto, se encuentra una persona reflexiva e inquietante, de un fuerte temperamento, comprometido con la revolución política, económica y social reclamada por el campesinado e impulsada por él en su período administrativo. Por aquí debemos comenzar al referirnos a nuestro biografiado. Virtudes y defectos personales aparte, ese semblante serio y melancólico también nos revela un personaje fascinante, capaz de ser abierto y afable, con gran sentido del humor. La mencionada foto, que es la que más se conoce de él, lo presenta con un impecable traje oscuro a la medida, pudiéndose apreciar debajo del saco parte de la bandera presidencial de Guatemala, con el bello quetzal, el ave nacional, estampado en medio del escudo de armas, encima de los colores patrios azul-blanco-azul. Jacobo Arbenz Guzmán se impuso la difícil meta de sacar adelante una revolución social y económica en el medio rural guatemalteco, llegando ésta a adquirir tal fuerza vital, que, por una parte, fue atacada con alevosía y saña por el sector oligárquico; y, por la otra, se escapó al control de la burocracia reformista que inicialmente apoyaba al Presidente. Su labor fue meritoria y debe verse como tal. La historia de Jacobo Árbenz y la Revolución de 1944-1954 es terrible y conmovedora, por lo que sobre ella se han escrito ya trabajos interesantes por unos autores, que han sido ampliados por otros. Por esto es importante presentar y someter a severa crítica las diversas visiones que se tienen de la Revolución de Octubre del período 1944-54 y el papel que jugaron los personajes que intervinieron en el hecho histórico; decir qué carácter tuvo el proceso, quiénes fueron sus verdaderos protagonistas y porqué actuaron como lo hicieron. Con ello no sólo nos aproximaremos a nuestra propia visión del fenómeno y proceso histórico, sino también al principal hombre de acción y organizador del contexto revolucionario, Jacobo Árbenz, procurando crear nuevos trazos firmes por otro sendero. No es mi propósito mencionar en este Prólogo, las abundantes obras y a los diversos autores que han contribuido con sus esfuerzos e investigaciones al conocimiento de la Revolución de Octubre
  • 11. JACOBO ARBENZ GUZMAN 11 de 1944-54, ni tampoco comentar sus diversas interpretaciones sobre el mencionado hecho histórico. Basta ahora con decir que la Revolución del 44-54 es la relación particular que une nuestro pasado próximo con el presente, para hacernos actuar de manera revolucionaria de cara a nuestro futuro. Dos acontecimientos, entrelazados a manera de nudo gordiano, marcaron a los guatemaltecos del siglo XX y nos siguen marcando en la primera década del siglo XXI: el derrocamiento de la dictadura de Jorge Ubico, en junio de 1944, por el pueblo de Guatemala; y la renuncia forzada del Presidente Constitucional Juan Jacobo Árbenz Guzmán, en julio de 1954, a causa de la traición de militares fascistas y su apoyo incondicional al golpe de Estado organizado por el gobierno de los EE.UU. por intermedio de la CIA. Han pasado ya 67 años desde la caída del dictador Jorge Ubico y del inicio de la llamada “Primavera Democrática” de Guatemala, y el problema de la revolución guatemalteca es más actual que nunca debido a que literalmente la gente en nuestro país se está muriendo de hambre por las imperantes desigualdad e injusticia social. Este hecho por sí mismo justifica tratar el tema de Árbenz y la revolución cuantas veces sea necesario. La historia muerta hace 57 años debe recuperar la vida ahora que Guatemala vive aturdida por su pasado, indignada por su presente y turbada por su futuro. Se me ha ocurrido escribir otro libro sobre Jacobo Árbenz y la Revolución, porque he deseado saber, en base a mis propias investigaciones y análisis interpretativos, qué fue realmente lo que se dio en llamar la Revolución del 44, y cuáles fueron las causas objetivas y subjetivas, para que se haya producido dicho fenómeno histórico. Ante todo, siempre tuve la curiosidad de averiguar por mí mismo quién fue realmente ese personaje cuyo nombre se menciona hoy en día con una mezcla de nostalgia por no pocos, e ignorancia por la inmensa mayoría de los guatemaltecos: Jacobo Árbenz. Tuve el honor de conocerlo personalmente en La Habana, a fines de 1962, siendo yo un hombre joven, y celebré con él ese fin de año y la llegada del Año Nuevo en su casa del barrio Miramar, brindando todos los presentes a las 12 de la Noche Vieja por un futuro mejor para nuestra patria. Fue la última vez que lo vi con vida, ya que nunca volvió a pisar el suelo de su amada Guatemala. Escribir este libro dedicado a su memoria política lo considero un verdadero privilegio. La divisa de su Gobierno fue “Por la Patria y la Revolución”. Dos palabras que lo dicen todo.
  • 12. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195412 PRIMERA PARTE: LAS RAÍCES DE JACOBO ÁRBENZ Capítulo I: Origen paterno Alexaminarlosactosylosacontecimientosdelperíodoinmediatamente anterior o durante la presidencia de Jacobo Árbenz, por falta de precisión de informaciones históricas de archivo, no me referiré a enigmas sin respuesta hasta el día de hoy. Una de ellas es la controversial participación de Árbenz, voluntaria o no, en el asesinato del coronel Francisco Javier Arana, ocurrido lamentablemente durante la presidencia de Juan José Arévalo, siendo él su ministro de la Defensa. Intentaré, eso sí, aclarar hechos y problemas que no han sido silenciados, sino que han permanecido en la sombra, así como precisar conocidos asuntos políticos conflictivos, como su firme oposición al imperialismo norteamericano; o su ambivalente posición y divergencias con la dirección del Partido Guatemalteco del Trabajo. Tiene carácter de urgencia relatar nuestra historia contemporánea de una manera nueva, veraz, para poder comprender los recientes acontecimientos políticos, sociales, económicos y hasta religiosos, que mantienen en convulsión permanente a nuestra patria. Ante todo, respecto a la figura de Jacobo Árbenz Guzmán, es necesario decir que no existió solo uno, sino que diversos Jacobos, que aparecen en el escenario de esta biografía, según su edad y las circunstancias en que se desarrolla su existencia. Es por esto que daré mi punto de vista sobre el curso de su vida como Presidente, por medio de un relato lo más objetivo posible de lo acontecido. En primer lugar haré un breve resumen sobre los ascendientes directos de Jacobo Árbenz, no sólo para conocerlos sino también para comprender las condiciones y factores que pudieron determinar su temperamento, carácter, gran sabiduría de la vida campesina y su correspondiente pensamiento político, comúnmente ignorados, omitidos o tergiversados.
  • 13. JACOBO ARBENZ GUZMAN 13 Para los Árbenz de todas las épocas nacidos en Suiza, el pasado no está petrificado; tiene más importancia que el presente que a menudo se despilfarra, y que el porvenir que está por crearse. Sin haber sido aristócratas, los Árbenz tienen clara conciencia del significado de linaje, de clan. Y esto es así, porque la sociedad suiza es una sociedad tradicional. A diferencia de Europa, de donde provino la mayoría de los emigrantes que, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, salidos de la nada, llegaron a Guatemala masivamente, en América Central existía la posibilidad de encontrar un nuevo país donde se pudiera ampliar el horizonte de la vida con sólo invertir las energías que tenía el cuerpo, explotar al prójimo sin límites y sin pagar impuestos. Se ha dicho que el hecho de la emigración constituye una de las más difíciles pruebas en la vida de un hombre. Se piensa en la inmensa soledad que rodea al inmigrante fuera de su país, pero en Guatemala el inmigrante europeo recién arribado nunca estaría solo, al contrario; en la neocolonia alemana que se estaba organizando, se conocería a otros inmigrantes, igualmente aventureros nacidos en la pobreza, se formaría una familia si se era soltero, se harían nuevas amistades entre los nacionales, y, con el tiempo, se adquiriría la anhelada respetabilidad social y política desconocidas para la mayoría de ellos en sus países de origen. Al leerse el libro Genealogía de la Familia Árbenz pueden conocerse, a partir de fines del siglo XVI, diez líneas de antepasados directos de Juan Jacobo Árbenz Guzmán. Si hemos de decir algunas palabras sobre ellos, podría mencionarse que todos, con excepción del padre de Juan Jacobo Árbenz Guzmán, nacieron y fallecieron en Andelfingen, una pequeña ciudad situada en la Suiza alemana. Los Árbenz nunca pertenecieron a ningún linaje distinguido de nobleza. En el Libro de Familia puede verse que no fue gente de abolengo aunque entre las diversas líneas genealógicas del tronco común, que datan desde fines del siglo XVI hasta la década de 1980, pueden verse artesanos, comerciantes, banqueros, profesionales, militares, síndicos y hasta parlamentarios. Si se examina la genealogía de la rama que conduce a Jacobo Árbenz Guzmán, a partir de fines del siglo XVI, se notará que fue una característica familiar el ponerle los mismos nombres a las diversas generaciones, aunque en el apellido de la familia se dieron algunos cambios (Arbentz, Arbänz, Arbens), hasta quedar firme el apellido Árbenz, que a partir del siglo XVII fue transmitido de generación en generación.
  • 14. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195414 Los Árbenz que nos interesa conocer practicaron diversos oficios en las sucesivas generaciones. Ninguno de ellos ocupó cargos burocráticos importantes. Sin embargo, se distinguieron por su apego y dedicación a una profesión que ejercieron tradicionalmente en su poblado: casi todos fueron taberneros. Esto hace pensar que durante varias generaciones heredaron un oficio de padres a hijos que parecía hecho a sus medidas, por lo que aparentemente tenían el mismo destino al nacer; proporcionar alegría a los amantes de la cerveza en sus reuniones después del trabajo cotidiano. La fecha del tronco familiar se retrotrae a fines del siglo XVI. Pantaleón Arbentz (1594-1645), el primero que aparece en el libro genealógico, fue maestro molinero y luego se hizo propietario de una taberna, dedicándose a repartir cerveza a los alegres asiduos de su local. Su hijo, el primer Jacobo que conocemos, cambió la escritura del apellido: se llamó Hans Jakob Arbänz (1624-1668). No cambió de oficio, pues también fue maestro tabernero como su padre, al igual que lo fue su hijo Hans Balthasar (1643- 1699), quien cambió de nombre, pero no dejó de despachar cervezas. El hijodeesteúltimo,fueelsegundoJacobo,HansJakob(1666-1731),siendo, además de maestro tabernero, respetable juez comunal. Su hijo, Jakob (1699-1771), volvió a ser sólo tabernero, no así su hijo, el cuarto Jakob (1739-1797), quien se convirtió en tendero, ejerciendo alternativamente como jurado oficial y luego fue nombrado teniente del ejército. Sorprende que el hijo del primer militar Árbenz de la historia, el quinto Jakob (1772-1846), no haya aprovechado el tirón hacia una escala social superior que sin duda le dio su padre militar y no haya cambiado de profesión, sino que volviera a ponerse a la cabeza del antiguo negocio familiar de tabernero. Su hijo Salomón (1803-1870), sin embargo, sí cambió de oficio aunque no de categoría social, convirtiéndose en maestro herrero. El sexto Jacobo, Johann Jakob (1846-1911), quien siguiendo el tardío desarrollo textil de su país se hizo fabricante de bordados, fue padre del séptimo Jacobo (1883-1934), y abuelo del octavo Jacobo por línea directa. Me refiero al niño que tuvo los apellidos Árbenz Guzmán, que nació en la ciudad de Quetzaltenango y que, con el correr de los años, sería un día el Presidente más brillante y revolucionario que ha tenido la República de Guatemala. Como la mayoría de sus ascendientes fueron rutinarios taberneros profesionales, en más de 350 años ningún Árbenz en la historia familiar llegó a tener un nivel social y político tan alto como el del Hans o Johann
  • 15. JACOBO ARBENZ GUZMAN 15 Jakob quetzalteco en Guatemala. Sin embargo, en dicho Libro de Familia, debajo del nombre de nuestro expresidente, puede leerse: “Coronel del Ejército de Guatemala, 1944 triunviro de un régimen dictatorial”. Tengo para mí que quien escribió el mencionado Libro de Familia, no tenía conocimiento, ni se tomó la molestia de informarse de las circunstancias históricas en que fue derrocada en Guatemala, en octubre de 1944, la prolongada dictadura militar de los finqueros, ni de quiénes eran las personas que asumieron el poder político, formando un triunvirato en el pequeño país centroamericano. El régimen dictatorial fue el gobierno depuesto. Jacobo Árbenz Guzmán fue el integrante más importante de una junta cívico-militar progresista, precursora de todo un proceso de cambio democrático burgués. Es indispensable referirnos al padre de Jacobo Árbenz Guzmán, dado el significativo papel que desempeñó en su niñez y adolescencia. A fines del siglo XIX, un joven de dieciséis años, llamado Hans Jakob Árbenz Gröbli, de Andelfingen, Suiza, se pone en marcha y emigra a Guatemala, un lejano país en el centro de América, que se había convertido en neocolonia alemana gracias a un dichoso Tratado de Comercio, firmado en 1887 entre Werner von Bergen, el hábil representante diplomático del Imperio Alemán, y Lorenzo Montúfar, el mofletudo negociador del gobierno de Guatemala, historiador liberal y gran experto en ocupar altos cargos oficiales. A raíz de la firma de ese Tratado neocolonialista, por medio del cual se buscaba respaldar jurídicamente la expansión del Imperio alemán a un territorio centroamericano muy cerca de los EE.UU., la gran potencia imperialista por excelencia, miles de alemanes más muertos de hambre que vivos, salían en desbandada de su país en busca de fortuna o simplemente una nueva vida en América, se desparramaron en el territorio guatemalteco y en Chiapas, el vecino sureste de México, una extensa y amplia región todavía en 1821 perteneciente a la Capitanía General de Guatemala, que se había revelado muy apta para el cultivo del café, de gran y creciente demanda en Alemania y el resto de Europa Central. Entre los blancos europeos o norteamericanos más avispados llegados al país, existía una concepción no escrita de obtener un patrimonio básico que les permitiera ejercer el poder de manera dinástica, como si se tratara de un linaje de nobleza adquirida. La regla era enriquecerse de manera rápida, por medio de hábiles negocios que estaban a su alcance o a través de la explotación del trabajo servil de los miserables campesinos
  • 16. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195416 que caían en su poder. Estos negocios, generalmente turbios, los lograban realizar con la complicidad de los sobornados mestizos que colocaban a su servicio y que hacían el papel de alcahuetes, fungiendo como jefes de la policía local, oficiales de los destacamentos militares o como pequeños y medianos funcionarios públicos. Los extranjeros ocultaban discretamente sus negocios y se cubrían de respetabilidad por medio del comercio de importación y exportación, o moviendo dinero como prestamistas usureros. La mejor garantía del éxito financiero, sin embargo, consistía en invertir dinero en la adquisición de tierras y fincas con “mozos colonos” para trabajarlas y producir café y otros frutos comerciales de exportación, altamente rentables para ellos. Cuando estos antiguos inmigrantes devenidos ricos comerciantes o terratenientes capitalistas no vivían como barones medievales aislados en sus fincas, habitaban cómodamente en la ciudad capital o en las ciudades y pueblos de las provincias cercanas a sus plantaciones. Común para casi todos ellos después de arribar a Guatemala, era aprender rápidamente a enriquecerse, aprovechando las facilidades que les brindaban las autoridades locales para robar y explotar a los indígenas guatemaltecos. Otros blancos ya establecidos en el país, no tardaban en enseñarles que los europeos durante generaciones constituían el sector minoritario, pero poderoso, que ejercía el poder político y económico. A raíz de la invasión española, a principios del siglo XVI, los colonialistas habían llegado a constituir una minoría privilegiada de blancos y mestizos, que vivía del trabajo productivo de la inmensa mayoría de la población campesina. La mayoría de los alemanes arribados como inmigrantes a Guatemala, más pronto que tarde habrían de alcanzar el éxito económico en terreno favorable, gracias a la adquisición de tierras comunales y al trabajo esclavo de la población campesina indígena, había partido de ciudades, pueblos y regiones empobrecidas por las crisis periódicas financieras, que dejaban a miles sin empleo y en la pobreza más absoluta. De acuerdo con una severa costumbre, todos comenzaban desde el escalón más bajo trabajando como empleados de otros alemanes llegados con antelación De acuerdo con una severa y sana costumbre transmitida de generación en generación, todos comenzaban desde el escalón más bajo trabajando como empleados, para más tarde abrirse camino y alcanzar el éxito económico con la explotación de la mano de obra indígena, para más tarde abrirse camino y alcanzar el éxito económico con la explotación de la mano de obra indígena.
  • 17. JACOBO ARBENZ GUZMAN 17 La emigración de suizos a Guatemala no fue masiva como la de los alemanes. Si alguno se atrevía a llegar al país, muy pronto desaparecía del mapa geográfico local sin dejar el menor rastro. Su juventud les llevaba de un lado para otro sin echar raíces en ninguna parte. Los primeros inmigrantes suizos que hemos conocido y de quienes vale la pena decir algunas palabras, son Louis Gröbli y sus dos sobrinos Jakob y Ernst Árbenz Gröbli, que le siguieron los pasos en busca de aventura y fortuna. Louis Gröbli fue requerido como boticario a fines del siglo XIX, por un empresario alemán establecido en Quezaltenango que consideró conveniente que existiera un dispensario de salud privado que se encargara de importar medicamentos alemanes para proveer a la creciente población alemana del Occidente del país. A Gröbli le siguió su sobrino Hans Jakob Árbenz, quien llegó a Quezaltenango a los 16 años, y más adelante su hermano Ernst, diez años menor que él. Ya en territorio americano, cada uno de los hermanos siguió más o menos su suerte y su destino. Mientras que Hans Jakob se estableció en 1899 en la ciudad de Quezaltenango como ayudante de su tío boticario, algunos años después su hermano diez años menor, Ernst, buscó una fuente de riqueza en la región del Soconusco, Chiapas, hacia donde viajó alrededor de 1910. También en ese territorio, vecino a Quetzaltenango y arrebatado por México a Guatemala a mediados del siglo XIX, se estaban erigiendo muchas fincas de café de propiedad alemana y todos los recién llegados se convertían en nuevos buscadores de fortuna. Sin embargo, parece que su estadía en ese lugar no fue un éxito ni mucho menos, pues no tardó mucho en trasladarse a Guatemala. Aquí no laboró en la farmacia sino que procuró poner en práctica su experiencia laboral adquirida en Chiapas, buscándose la vida nuevamente en una finca de café. De él no se sabe que haya tenido un papel sobresaliente en ese nuevo lugar de trabajo. ¿Qué hizo este hombre durante su existencia singular en ese lugar de ninguna parte, además de montar una bella mula con el estilo de un gran finquero, tal y como aparece en una fotografía que se encuentra en el álbum familiar de los Árbenz? Tampoco hay datos sobre si engendró hijos o hijas entre las jóvenes indígenas laborantes en la finca, tal y como solían hacer los jóvenes alemanes empeñados en transmitirles sus genes a las hijas de la tierra que les había dado acogida. Parece ser que se mantuvo soltero, ya que después de varios años regresó a su país solo, estableciéndose en Zürich como comerciante de quesos, en donde falleció en 1938.
  • 18. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195418 El padre del futuro Presidente de Guatemala, séptimo según la filiación directa de los Jacobo Árbenz suizos, era un espíritu inquieto desde niño, y ya durante su pubertad logró ampliar el horizonte de su propia vida cruzando la frontera de su patria, siguiendo los pasos aventureros de su tío materno que ya residía en Quetzaltenango, una pequeña ciudad geográficamente muy accidentada, pero muy pintoresca cabecera del rico y hermoso departamento del mismo nombre. No se imaginaba que el destino le había designado una misión muy especial, distinta al enriquecimiento personal soñado por todos los emigrados europeos. Lamentablemente para él, su salud, temperamento y carácter no le condujeron a la opulencia en Guatemala, el país exótico de ultramar y de nuevas oportunidades que eligió para probar fortuna. Para triunfar como extranjero en nuestro país, era necesario ser laborioso y tener espíritu empresarial. La honradez no servía para hacer buenos negocios monetarios; es decir, había que saber anteponer el espíritu de lucro para ganarse la vida, no tener ninguna clase de escrúpulos para enriquecerse a costa de la explotación y ruina de otros seres humanos. Sabido es que entre más fincas de café tuvieran en propiedad y más ricos llegaran a ser los “civilizados” y “emprendedores” inmigrantes alemanes, más tierras comunales le habrían robado al campesinado y más desolación y muerte habrían causado. De ahí que el hijo del Jacobo inmigrante no heredara de él dinero contante y sonante, ni bienes territoriales materializados en extensas como valiosas fincas, sino algo menos usual: grandes cualidades humanas.
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  • 20. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195420 Capítulo II: Nacimiento y niñez Lagunas en información y testimonios documentales impiden reconstruir el cuadro aproximado de los actos y acontecimientos en torno a los suizos establecidos en Quetzaltenango durante el siglo XIX y principios del siglo XX. El caso que nos ocupa, el de Hans Jakob Árbenz Gröbli, es un buen ejemplo de lo que decimos. Lo desconocido de su historial es verdaderamente lamentable, ya que nos impide conocer mejor los determinantes primeros años de la existencia de nuestro biografiado y el curso de su vida antes de conocer a quien sería su esposa el resto de su vida. Su enlace con la madre de Jacobo, Octavia Guzmán, es toda una incógnita histórica. Lo que sí puede advertirse por lo que sabemos de él, de manera fragmentaria, por cierto, nos conduce a pensar que por haber arribado al país siendo aún una persona muy joven, con el correr de los años su vida y milagros, hazaña y proeza individual en el país que le dio acogida, bien pudo haber sido semejante a la de otros jóvenes buscafortuna recién bajados del barco, e impacientes aspirantes por adquirir un patrimonio que les confiriera comodidad y un lugar privilegiado en “la buena sociedad”. Lo que solían hacer los jóvenes colonialistas españoles arribados a América durante su dominación, ligarse bien y casarse con la hija de algún viejo inmigrante enriquecido o su descendiente criollo ávido de darle lustre racial a su ya morena tez, era cosa del pasado. El país en vías de desarrollo capitalista no tenía mucho espacio más para vagos domésticos. Las fantasías de los jóvenes alemanes que llegaban a Guatemala, un país con una población mayoritariamente analfabeta, pasaban por desquitarle el dinero al que había pagado su viaje con fines mercantiles, y esto significaba arremangarse la camisa a más no poder, entrarle al trabajo que se le tenía predestinado y sudar la gota bien gorda, hasta salir de la deuda. Luego, con la experiencia adquirida en la primera etapa mencionada, buscarse la
  • 21. JACOBO ARBENZ GUZMAN 21 suerte por su cuenta. Vivir cómodamente en una ciudad o refundido en lo más profundo de la montaña, vivir a la intemperie mientras se destruía la selva, abriendo brechas para poder penetrarla y tumbando grandes árboles para levantar en su lugar lo que con el tiempo sería una bellísima plantación de café requería no sólo de agallas sino también tener un físico apropiado. Si las fiebres de la malaria no lo mataban como resultado de haberse convertido en alimento de toda clase de bichos chupasangre, su soñado enriquecimiento era cuestión de “suerte”. Esta “suerte” dependía de que estuviese en capacidad de adquirir tierras con campesinos nativos que las habitaran y a la posibilidad de esclavizarlos y obligarlos a golpe de látigo a trabajarlas para él. Había, por consiguiente, que ser despiadado y tener mucha disposición a explotar a los trabajadores hasta que reventaran. De esto último dependía que las fantasías se le hicieran realidad a todo alemán miserable pretendiente a ricachón. Los jóvenes frágiles recién llegados al país no tenían nada que buscar en la montaña. El adolescente suizo Hans Jakob tuvo inicialmente mejor suerte que la inmensa mayoría de otros inmigrantes llegados a Guatemala a fines del siglo XIX y principios del siglo XX: su tío materno Louis, llegado al país en la década de 1890 seguramente a instancias de algún finquero alemán establecido en Quetzaltenango, se había convertido con el devenir del tiempo en un próspero farmacéutico de la ciudad altense. Seguramente en un viaje que hizo a su ciudad natal, encontró a Jakob con muchos deseos de acompañarlo a su regreso, y después de conversarlo con sus padres, aunque el joven no había concluido aún sus estudios secundarios, se decidió que para él, el viaje y su estadía en Guatemala como ayudante del tío, sería una gran experiencia para el futuro. Esta circunstancia contribuyó a que el joven sobrino tuviese un aterrizaje blando en la ciudad de Quetzaltenango y comenzara a trabajar como ayudante de su tío, siendo aún casi un niño. Con los años resultó ser un joven caballero romántico, y ya como un ferviente y apasionado admirador de la belleza geográfica y de las féminas del país, tomó la decisión de insertarse en la sociedad local y hacer su descendencia entroncando con una atractiva joven ladina originaria de la capital. De acuerdo con las condiciones de vida y normas sociales entre los ladinos de la época, el enamoramiento de dos jóvenes de la ciudad de Quetzaltenango pasaba por un ritual muy típico en ese entonces de los pueblos hispanoamericanos: los futuros novios se conocían de siempre por ser del mismo barrio, a veces por ser parientes, o porque un buen día
  • 22. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195422 se habían visto por primera vez en la calle, en alguna fiesta popular o de amigos comunes, en la iglesia a la hora de la misa cantada del domingo o en algunos de los rezos vespertinos de cada día. Si nunca se habían hablado, de ahí en adelante, cada vez que se encontraban, sin mediar palabra se comían mutuamente con los ojos. Por las noches de retreta, a la vez que escuchaban alegres melodías de marimba o la tan de moda música de viento tocada por la banda municipal, no dejaban de verse y más verse, mientras daban vueltas y más vueltas en el Parque Central, ellos en sentido contrario a las mujeres. Era la alegre costumbre. El siguiente paso se daba al surgir y desarrollarse el fuego cruzado de mensajes escritos a mano en papel perfumado, enviados y recibidos clandestinamente gracias a los buenos oficios de alguna tía con vocación de celestina, prima o amiga, o de alguna criada ávida de participar en el juego del amor de dos jóvenes con grandes deseos de ir juntos al monte a cortar flores silvestres. Pasado algún tiempo de los cruces de miradas en el parque y el contacto epistolar, el pretendiente a “novio” le consultaba a su amada si podía ir a su casa a hablar con su padre, evitando así la censura social. Si la respuesta era sí, la “novia” preparaba el terreno adecuadamente, de tal manera que “el novio” hablara con el futuro suegro, a fin de convencerlo de que era el yerno adecuado. Si éste tenía mala fama, de nada valía su apariencia física y modales educados. Una vez realizado el encuentro de presentación, si el joven era aceptado, de ahí en adelante podía llegar a la casa como novio oficial. De esta manera solemne se formalizaba la entrada a la casa de la joven, y además de conocerse mejor a los suegros, se entraba en contacto con el resto de la siempre numerosa parentela. Este ingreso a la familia por la puerta grande, no sólo garantizaba la naciente relación amorosa y la aceptación paterna, sino que procuraba cortar de cuajo habladurías de familiares, ante familiares, amistades y del numeroso vecindario. El noviazgo oficial significaba que se abría la posibilidad de formalizar poco a poco una relación a todas luces conveniente para ambas partes, con el fin de llegar finalmente a la boda eclesiástica y civil. Antes de que se llegara a este momento cumbre, el novio podía visitar o pasear a la novia públicamente, pero siempre acompañados de una estricta chaperona encargada de que el encuentro en el hogar de la novia o el paseo callejero fuesen vistos por todo el pueblo. En el hogar, el novio podía estar sentado con la novia en la sala de la casa hasta las 9 de la noche, después de llegar del rezo nocturno en la iglesia. La chaperona podía ser una familiar cercana, comenzando por la madre, hermana o hermano pequeño, tía o
  • 23. JACOBO ARBENZ GUZMAN 23 abuela de la novia. También podía ser una empleada de plena confianza familiar, considerada incorruptible. Como las reglas se crearon para ser rotas, más de una chaperona alcahueta podía ser ganada para la causa del amor sin barreras, a fin de que sus informes fueran positivos. Lo que sucedía a continuación, era lo que se quería evitar por el padre de la novia o lo que se quería provocar por la madre interesada en que la relación llegara al mejor puerto posible: el matrimonio por la iglesia. El sueño de toda joven ladina de clase media era llegar virgen al día de su boda, contraer matrimonio muy enamorada de su príncipe azul, deslumbrar a todos con su vestido de boda blanco, llevar un gran bouquet deflores,darseconsuesposo“elbesodeamoreterno”frentealaltar,procrear muchos hijos y tener todos muchos éxitos en sus vidas. Las relaciones sexuales prenupciales entre los novios, según los estereotipos del pasado, eran tenidas por ilícitas y estaban acompañadas de despiadadas burlas en el vecindario, de gritos histéricos de la madre de la novia y de amenazas con pistola en mano por parte del suegro, para continuar con una visita al cura parroquial y, finalmente, culminar en el matrimonio eclesiástico con la bendición de Dios, y una gran fiesta de boda organizada por la madre y pagada por el padre de la novia. No sabemos si los futuros padres de nuestro igualmente futuro presidente Jacobo Árbenz Guzmán tuvieron que pasar por todos estos rituales de paso, o si, más afortunados, un buen día simplemente fueron presentados en algún evento social por una hermana de Octavia, quien tenía relación de noviazgo con otro joven inmigrante llegado de Alemania, y con quien también se casaría más tarde. Esto hace pensar que las jóvenes Guzmán se apartaban de las normas sociales de la época, frecuentando círculos de jóvenes inmigrantes alemanes, lo cual no era común entre las ladinas de costumbres rígidas. Fue precisamente su cuñado quien le presentó la guapa Octavia al joven Hans Jakob, quien con la cabeza llena de sueños por realizar, se enamoró de ella a primera vista y la boda no se hizo esperar. Así pues, la familia Árbenz-Guzmán se formó al casarse en 1911 Hans Jakob, nacido en 1883, en Andelfingen, Suiza, con Octavia Guzmán Caballeros, nacida en la ciudad de Guatemala en 1885. Ella era una mujer ladina, inteligente y producto de su entorno familiar de clase media; es decir, había crecido con una educación religiosa, apegada a las costumbres y tradiciones guatemaltecas, se desenvolvía con soltura y aspiraba a una vida tranquila y despreocupada. Originalmente, los colonialistas españoles
  • 24. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195424 llamaban “ladino” al nativo del país que consideraban astuto, tramposo, sagaz, taimado, poco de fiar. Poco a poco el apelativo despreciativo se fue aplicando al mestizo que tradicionalmente se alió al blanco para explotar a los indígenas, hasta que llegó a ser nombrado oficialmente así toda aquella persona no considerada totalmente nativa del país. Octavia Guzmán era una “ladina” típica de la clase media. Su actitud ante la vida y su temperamento natural (de gran importancia conocer desde ya, porque son parte fundamental de la futura personalidad de Juan Jacobo), pueden describirse de la siguiente manera: amable, entusiasmo por la vida, optimista por el devenir, calculadora para obtener provecho, dada a cultivar la amistad y la benevolencia con el prójimo, trabajadora en búsqueda del bienestar propio y familiar, afectuosa y sencilla con los conocidos, orgullosa sin ser altanera con los extraños, gran sentido práctico para buscar siempre sus propios intereses o beneficios, moderada, con gran habilidad para disimular, dada a no hacer comentarios malignos o desfavorables de alguien, proverbial determinación a salir adelante en lo que se propone, mucha capacidad de organización, dada a tomar todo demasiado en serio, buen sentido del humor, entusiasta y a la vez desconfiada con actitud siempre en guardia, visión del mundo muy apegada a la religión y a los aspectos materiales y económicos de la vida, instrucción elemental básica para hacer proyectos futuros optimistas, constante preocupación por los familiares y allegados, poco dada a intimar con desconocidos, siempre vacilante en el actuar, fuerte tendencia a la actividad creativa, interesada, con fuerte tendencia a ocultar la verdad familiar o para decirla a medias, y gran sentido de la responsabilidad. Los posibles rasgos psicológicos mencionados de Octavia son muy reveladores, por cuanto no solo dibujan la personalidad de la madre sino también la influencia que pudo haber tenido en sus hijos, especialmente en el futuro presidente de Guatemala. A partir de que su hijo Jacobo tomó parte en el gobierno de Juan José Arévalo, doña Octavia (más conocida entonces como “doña Tavita”) agregó a las anteriores características de su personalidad: dedicación a las causas públicas, fe en el progreso de Guatemala y participación en el espíritu revolucionario de la nueva época. Fruto del matrimonio, fue el nacimiento de la primera hija, Anna Arabella, el 8 de agosto de 1912. Un año después nació un niño, a quien bautizaron con el nombre de Juan Jacobo, tal y como se llamaba su padre, su abuelo, bisabuelo, tatarabuelo, y demás ancestros de los mismos nombres. Juan Jacobo Árbenz Guzmán nace el 14 de septiembre de 1913. Para
  • 25. JACOBO ARBENZ GUZMAN 25 diferenciarlo de su padre, el pequeño vástago fue llamado cariñosamente Jacobito por sus padres y familiares cercanos. El pequeño Jacobo nació saludable -según evoca la familia Árbenz-. De más está mencionar que los primeros días se mantuvo acurrucado en el pecho moreno y maternal de Octavia, pero, según cuenta su hijo, Jacobo Árbenz Vilanova, su padre después de recibir el bautismo no mamó de la leche de su madre, sino la de una vigorosa joven indígena que laboraba en su casa como empleada doméstica. Aunque esto posiblemente se acostumbraba entre las familias ladinas, influyó mucho en la futura personalidad del pequeño Jacobo, llevándolo a decir con orgullo años después que él se sentía y consideraba “puro indio” o “más indio que ladino”. Aunque no tenemos mucha información sobre la vida de Jacobo a tan temprana edad, esta anécdota familiar pone de manifiesto que para él la fusión cultural fue muy positiva. Por su aspecto físico, el pequeño Jacobo no tenía nada de indígena: era un niño blanco y rubio, de ojos azules, que al crecer alcanzó una estatura mayor que la normal entre los indígenas y mestizos guatemaltecos. Por eso, quizás, consideraba un insulto que se le llamara “Suizo”. Según refiere su hijo, más de uno olió su puño al decirle dicho apelativo. Doña Tavita, de profesión maestra de escuela primaria, era una mujer enérgica, a quien no le gustaba que en su casa se hiciera algo sin su autorización. Al nacer Jacobito, Octavia decidió abandonar temporalmente el aula escolar, para dedicarse íntegramente a cuidar a sus niños en casa. Consideraba un deber sagrado atender de manera prioritaria a su esposo, a su niña y al recién nacido, el rubicundo y cachetón bebé de gran parecido con su padre. Pensaba que ese paso sería lo más beneficioso para la familia, especialmente para Hans Jakob, que así tendría toda la tranquilidad necesaria para atender la farmacia. Seis años después, el 1 de octubre de 1919, su madre dio a luz a la segunda hija, Octavia Silvia. Según expresó en una oportunidad doña Octavia, ella y su esposo sentían bendecido el hogar porque Anna Arabella y Jacobito estaban encantados con su pequeña hermanita y la querían mucho. Los tres crecieron con el siglo. Doña Octavia les enseñó a leer y a escribir y a las niñas los oficios de la casa. Es de suponer que la hermana mayor, Anna Arabella, jugó un papel muy importante ayudando a su mamá en la crianza de sus hermanitos, especialmente en la de la pequeña Octavia Silvia. Ése era entonces el estilo de vida en los hogares en donde había más de dos niños. Los niños mayores asumían la tarea de cargar y cuidar a sus hermanitos cada vez que se enfermaban.
  • 26. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195426 Los tres niños Árbenz Guzmán nacieron en Xelajú, como también suele llamarse a Quetzaltenango, la segunda ciudad en importancia de Guatemala, que a principio del siglo XX tenía poca densidad de población. Era una ciudad bellísima, de calles estrechas enclavada sobre una loma, en medio de montañas. Quetzaltenango se llama también el departamento o provincia más rica y poblada de Guatemala, que a raíz de su independencia de España, en 1821, pretendió convertirse en un Estado independiente con el nombre de Los Altos, por estar ubicado su territorio en altas cumbres del occidente del país. Esto hace que imperen bajísimas temperaturas en casi todas las épocas del año, caracterizándose sus habitantes por ser gente recia, mayoritariamente indígenas fieles a sus costumbres y rituales religiosos de origen maya-quiché. Juan Jacobo nació y creció en el seno de una familia pequeño burguesa. La religión practicada por su madre era la católica, hegemónica en Guatemala en ese entonces por ser de hondas raíces coloniales. Doña Tavita se consideraba una mujer con suerte porque su esposo era complaciente con ella, respetaba sus hábitos y costumbres guatemaltecas y nunca trató de imponerle sus normas, sino más bien permitió que ella se encargara de la educación de los niños. De ahí que ella diera a sus hijos una educación fuertemente impregnada de la herencia española, siguiendo la tradición en que la pequeña burguesía percibía el concepto de familia. Todos los días doña Tavita se levantaba al amanecer, iba a la iglesia y al regresar de misa preparaba los desayunos. Decía que cocinar para su familia era lo que más le gustaba en la vida. La convivencia con su esposo parece ser que no le fue difícil. Esto llevó a que mientras estuvieron juntos, ambos esposos siguieron las normas y el modelo de la familia cristiana que convive satisfecha y feliz con lo que tiene, lo cual marcó las identidades de las hijas y del hijo por el resto de sus vidas. Sabemos que Jacobito aprendió a leer y a garabatear su nombre antes de los cinco años gracias a las enseñanzas de su madre, quien, además, les daba a sus hijos clases de religión por medio de la lectura bíblica. A pesar de la fuerte influencia materna, que tuvo el efecto de un sólido sostén en la infancia de Jacobo, se tomó en cuenta la herencia genética suiza. El padre fue capaz de educar parcialmente a su hijo de acuerdo con las rigurosas normas helvéticas, que más adelante le servirían al niño para salir adelante en la vida. Dado el importante papel que sus padres desempeñaron en su formación infantil, esta doble influencia religioso-cultural sería la base sobre la cual se formaría la compleja personalidad del futuro gobernante guatemalteco, cuyo significado trataré de explicar en esta biografía.
  • 27. JACOBO ARBENZ GUZMAN 27 Los tres hijos nacieron y vivieron muchos años en Xelajú, lo cual indica que durante toda su niñez y parte de la adolescencia, nunca salieron de la ciudad altense ni en el hogar cambiaron los hábitos y costumbres tradicionales que imperaban en la localidad. No conozco la casa de nacimiento de Jacobo, pero tengo entendido que la familia vivía en un barrio ladino de la ciudad de colinas pedregosas, al lado de otros ladinos pequeño burgueses como ellos. Este desconocimiento de la casa natal es una pena porque repasar, aunque sea brevemente, los lugares donde ha nacido, vivido o por donde ha pasado un biografiado los primeros años de su vida, es como hacer un viaje fascinante que alimenta el imaginario del público lector no especialista, al dotar de significado la primera parte de la existencia del personaje por conocer. Así que lo único que puede asegurarse, y esto no deja de ser importante, es que Jacobito y sus hermanitas no tuvieron una niñez cargada de limitaciones. Sus padres no fueron nunca pobres que malvivieran en infrahumanas condiciones, como la mayor parte de los indígenas guatemaltecos. Vivir en condiciones económicas limitadas las conocería Jacobo personalmente antes de cumplir veinte años, ya que su vida como adolescente tuvo sus golpes, los cuales, sin embargo, contribuyeron a formar su conciencia y serían para él muy importantes en su futura existencia como político revolucionario. Para despertar el interés y avivar el recuerdo, es nuestro deber mencionarlo desde ya, por estar íntimamente vinculado a las preocupaciones y a luchas políticas cotidianas, a menudo polémicas, del futuro presidente guatemalteco. Como madre, Octavia fue una mujer apegada a los estrictos lazos sanguíneos que la unían a sus hijos, de quienes además de madre fue tutora, lo cual podría catalogarse de típico en un hogar tradicional. Era una familia formada por un hombre y una mujer casados y con hijos biológicos; de hecho, el único aceptado en la sociedad de la época. Doña Tavita, como toda mujer ladina de clase media que se respetara, era una persona piadosa muy dada al rezo y a la lectura. Las paredes de la casa estaban llenas de cuadros y figuras de religiosos. El mundo exterior, abierto y excitante para la juventud, lo encontraba ella muy propicio para la perdición de las almas, pero los fuertes sentimientos que tenía sobre la religión pesaron menos cuando se trató de que Jacobito decidiera salir a la calle con sus amiguitos a hacer travesuras propias de su edad. Cuando el niño se propasaba en el horario de juego callejero, al regresar a casa tenía que prepararse para una buena reprimenda y a veces, para algo más fuerte.
  • 28. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195428 Tanto doña Tavita como Hans Jacob, su esposo, solían instruir a su hijo, no sólo con el fin de que aprendiera buenos modales sino también para que fuera aceptado por sus compañeritos de juegos como un niño quezalteco más y no el hijo de un extranjero. A sus compañeros de juego Jacobito les caía bien, porque en todos los deportes que hacía llevaba la voz cantante. Como líder carismático, siempre se mostraba predispuesto a dar el ejemplo con sus esfuerzos por ganar y por ayudar a sus compañeros de equipo a salir adelante. Era el cerebro de los equipos que dirigía, por tener la habilidad de comprometer y llevar al triunfo a sus compañeros de juego. Jugar para ganar se convirtió en su pan de cada día. A su padre, el boticario, apenas lo veía Jacobo durante el día. Trabajaba en la farmacia establecida años antes por su tío, Louis Gröbli, fundador de Gröbli & Hutter, una pequeña sociedad comercial importadora de medicamentos alemanes en la ciudad de Xelajú. Con el paso de los años, el padre de Jacobo llegaría a ser socio comercial del tío. Mientras tanto, el poco tiempo que el padre pasaba en casa, contribuyó a que el pequeño Jacobo no aprendiera de él el idioma alemán, por lo que sólo hablaba castellano y algunas palabras en quiché, el principal idioma nativo de Quetzaltenango. Esto no significa que no le interesase lo suizo. Por el contrario, hasta los últimos días de su vida habló con frecuencia y gran admiración de Suiza. Después de su matrimonio con el joven suizo, doña Tavita decidió dedicarse exclusivamente a las labores domésticas en la casa familiar y a trabajos de costura, la que había sido siempre su afición, lo cual la hizo muy independiente en la toma de decisiones familiares. Jacobo no nació ni creció en la pobreza. No nos es posible reconstruir paso a paso la primera parte de su infancia, pero sí es posible asegurar que los primeros años de la vida familiar estuvieron enmarcados en una dichosa felicidad hogareña. Los Árbenz Guzmán llegaron a constituir una familia bien establecida de clase media. En su casa imperaba la ternura, ya que Jacobo Árbenz padre era un hombre amoroso, responsable y respetuoso de las tradiciones familiares. Sin embargo, aunque el primer viaje a sus raíces lo hizo Jacobo padre cuando Jacobito tenía aún menos de un año; el segundo en 1920, cuando el pequeño tenía ya siete años, es posible que lo haya recluido en una invisible tristeza y melancolía, por la falta de cercanía y ternura paterna. La ausencia diaria del padre cuando era boticario a tiempo completo dejó también huella en el recuerdo del hijo, pero nunca como la larga temporada que el padre pasó en Suiza la segunda vez. Como todo
  • 29. JACOBO ARBENZ GUZMAN 29 niño acostumbrado a jugar con su padre, en él prevalecían los sentimientos de distancia y ansiedad por el retorno del papá. Después de un largo compás de espera, Jacobito pudo comprobar que la vida podía continuar sin la presencia en casa de su padre. Se ha dicho que de niño era bastante introvertido y que este rasgo de su carácter fue uno de los motivos de que encontrara refugio en la soledad reconfortante de la pasión por la lectura y el estudio. Su introversión no significaba sumisión. Su tendencia a permanecer callado cuando otros hablaban tampoco significaba timidez. Con su temperamento tranquilo, nadie se hubiese imaginado que el pequeño Jacobo se convertiría algún día en el principal artífice de una revolución. Faltaba mucho aún para que triunfara una revuelta popular que se conocería como Revolución de Octubre de 1944, y todavía otros años más para que llegara a Presidente de Guatemala y a ser un decidido impulsor del Decreto 900 de Reforma Agraria. Jacobo era una cabeza pensante y meditativa, alguien no dispuesto a obedecer sin más, sino a tomar decisiones y a dirigir o conducir a otros hombres. Sus dotes de mando eran cualidades connaturales, de alguien nacido para ser obedecido. Ya en la escuela se caracterizó como un niño muy popular entre sus compañeros de clase, lo cual se reflejaba en ser un alumno aventajado, de mucho talento; y también en el ámbito deportivo, como lo prueba su permanente designación como capitán del equipo de fútbol, el principal juego en el patio durante los recreos. Su carácter estable y bonachón, y la manera tan desenvuelta de hacerse cargo de todo, seguramente eran causantes de su popularidad. No cabe la menor duda que su éxito para comunicarse, saber tomar decisiones por otros, y ser un gran organizador desde su época de líder juvenil marcará profundamente su futuro durante sus años previos a jugar un papel de primer orden en la política guatemalteca. Por el contrario, no sabemos hasta qué punto Jacobo padre llegó a tener éxito como farmacéutico. Según se nos ha relatado, el padre tuvo hacia su hijo una actitud dura conforme el niño se hizo adolescente y luego hombre. Posiblemente tenía esto que ver con el avance de su enfermedad, de la cual no obtuvimos mucha información. A principios del siglo XX muchas enfermedades, incluyendo cánceres, requerían de morfina para paliar los dolores permanentes. Los enfermos se volvían muy irascibles y Jacobo padre no fue la excepción. Su mirada de enfado permanente fue objeto de comentarios entre su clientela. Aunque no era un hombre avaro, se mantenía atado día y noche al negocio, deseoso de atender
  • 30. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195430 las necesidades de medicinas de su clientela, pero también las de una enfermedad aparentemente degenerativa que comenzó a afectarle poco después de haber desposado a Octavia. La enfermedad le producía mucho dolor en partes vitales de su cuerpo y, para mitigar su dolencia, utilizaba morfina muy a menudo, no siempre con éxito. De ahí que, cuando el dolor corporal le era insoportable, mirara a sus clientes y al hijo con mal humor, y, al mismo tiempo con tristeza y nostalgia en dirección a su vieja Suiza, su lejana tierra querida donde residían sus padres, otros allegados y amigos. El hacerse del tío en la farmacia le dio independencia y medios financieros necesarios para viajar en dos oportunidades a Suiza, con la finalidad de someterse a tratamientos médicos en sanatorios de montaña, los cuales no se caracterizaban por ser precisamente baratos. Los viajes a Suiza de Hans Jakob alteraban la vida de toda la familia, convirtiendo sus pasados sueños en incertidumbre, ya que dejaba a su mujer e hijos descuidados y ante un futuro incierto. Las largas temporadas de irremediable soledad afectaban mucho a su joven esposa, hijas y a su hijo Jacobo. Indudablemente lo que más les afectaba, era la incertidumbre de si le quedaba poco tiempo de vida o regresaría sano algún día. Esta prolongada ausencia causó en su actitud cotidiana los normales altibajos de una madre que no tenía un hombre en casa y de quien sólo recibía cartas, donde le contaba lo mal que lo estaba pasando sin ella y los niños. Sólo el carácter firme de doña Tavita mantuvo a la familia emocionalmente estable, según recordaría su hijo siempre. Teniendo en cuenta el casi total desconocimiento de las peculiares circunstancias de la niñez de Jacobito, la falta de testimonios vivos -además de las pocas personas que lo conocieron muy de cerca o trabajaron con él, además de su hijo, con quienes conversé detenidamente-, nos ha impedido conocer la relación que existió entre el pequeño Jacobo y sus dos hermanas. Para un biógrafo, esto es equivalente a haber perdido una invalorable riqueza de datos que nunca se tendrán al alcance de la mano. Las largas ausencias del padre nos hacen creer que en su hogar uno de los valores más fuertes cultivados por su madre fue fomentar la unión entre sus hijos, y también se recuerda que todos comían helados hechos en casa. Se dice que las hermanas de Jacobo tenían una estrecha relación con su madre, pareciéndose mucho en el carácter, y que desde niñas hablaban con notoria madurez, compartiendo con ella las responsabilidades del hogar. Mientras ella hacía la comida, una de sus hijas la ayudaba haciendo la limpieza y la otra lavando la ropa sucia y tendiéndola para secarla al
  • 31. JACOBO ARBENZ GUZMAN 31 sol. Ambas muchachas tenían mucho carácter, eran de temperamentos fuertes. Tal y como ella, no se dejaban de nadie. A su madre le gustaba confeccionarles sus vestidos para que las dos niñas ladinas parecieran muñequitas suizas. Posteriormente, las hacendosas hijas, convertidas ya en atractivas muchachas que tenían inquieto al cura gallego de la iglesia del Calvario, cogerían sus caminos por la vida, casándose Anna Arabella el 30 de junio de 1929 con Roberto Aparicio Paganini, miembro de una prominente familia quezalteca; y Octavia Silva el 25 de noviembre de 1946, con Charles Kenneth Simmons, miembro de un prominente bufete de abogados de la ciudad de Kansas, EE.UU., con una sucursal en Guatemala. Es evidente que el pequeño Jacobo no siempre tuvo en casa a un hombre que le sirviera como guía a seguir en la niñez, o como modelo ejemplar en la juventud; no había un contrapeso del padre a la influencia de la madre, quien forzosamente tuvo que hacer de cabeza de la familia, además de sus tareas domésticas cotidianas, y de las hermanas, lo que posiblemente no benefició al futuro Presidente, a quien siendo gobernante se le achacaría, a menudo, actuar como títere de su esposa y ser objeto permanente de su manipulación. Conforme el pequeño Jacobo fue creciendo, el niño que por nacimiento era medio suizo y medio ladino, de naturaleza muy tímido, que hablaba poco con los extraños y que sólo compartía juegos con sus hermanitas en la sala de la casa, comenzó a jugar canicas con los otros niños en las calles tan tranquilas como polvorientas de la vecindad. Jacobo recordaba de adulto que, debido a que casi no habían carros que al circular pusieran en peligro la integridad física de los transeúntes, además de jugar canicas con los amigos del barrio, de niño pasaba gran parte del día en la calle, dando de patadas a una pelota multicolor de goma, derrochando energía a más no poder en el principal juego de ocio popular. Cuando la bola ya no daba para más por estar ya desinflada de tanta patada, de algún lugar salía otra, a veces de trapo o descosida, y el juego continuaba. Sólo los aguaceros de los fuertes temporales en la época de lluvias, que a veces dificultaban la visibilidad en pleno día, eran capaces de interrumpir los juegos callejeros. Todo esto convirtió al niño “suizo” que había nacido y crecido entre sábanas blancas y lleno de mimos, en otro niño más del pueblo quezalteco, que aprendía los trucos del fútbol infantil viendo las destrezas y soportando las irritantes rudezas de los niños mayores que hacían de contrincantes.
  • 32. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195432 La vida deportiva al aire libre de Jacobo Árbenz, según contaba décadas después el biografiado, se inició en la época del niño que descubre su afición a las canicas, al fútbol callejero y a andar en bicicleta. La época en que después de un duro partido regresaba a casa sudado y cansado, con hambre y mucha sed, con la ropa hecha un asco y con la camisa rota, a contarle a su madre sus más recientes incidentes futbolísticos y lo mucho que le dolían los pies por las numerosas ampollas que le habían salido de tanto jugar con un pequeño grupo de niños para meter goles en la portería enemiga. Como es sabido, el fútbol aunque fuese de niños, es un deporte rudo e intenso, pero también lleno de tácticas y estrategias para vencer al enemigo en el terreno de juego. Doña Tavita fungía para su hijo como máxima autoridad deportiva doméstica, sólo ella lo comprendía y le prestaba atención a sus quejas infantiles y una estimable ayuda, para superar esos cotidianos incidentes personales tan importantes en la vida futbolística, como eran los empujones, codazos, zancadillas y patadas en las espinillas de los otros jugadores, a quienes él también las había proporcionado, pero con más rudeza a los otros niños, además de botarles los dientes a más de uno por llevárselas de gracioso. Nadie le inspiró y secundó para jugar, ni le dio tanto calor humano a lo largo de su vida, como doña Tavita. Con el paso de los años, jugar fútbol, “entrenar”, como alegremente solía decir, pegando de carreras pateando la pelota en la calle hasta entrado el atardecer en que se ponía el sol, se volvió rutina para Jacobito. Era mejor que estar encerrado en la casa. Jacobo aprendió a jugar descalzo, como los otros niños y adolescentes. Sus pies se acostumbraron a dar tremendas patadas a la portería enemiga y, a veces, a otros niños jugadores que lo provocaban con golpes inesperados o insultos, como cuando le llamaban “suizo”, que ya dijimos que era para él un insulto. El castigo no se hacía esperar, hasta convencerlos de la desventaja en que se colocaban mofándose de él teniéndolo de frente. Se hizo prohibido pelear antes, durante o después de jugar pelota, y poco a poco se cumplió con ese reglamento, observándose buena conducta con el paso del tiempo. Esas rencillas de niños fueron terminando conforme la vida hizo cada vez mayores y más apacibles a los niños del vecindario. Abrumados por la pobreza, la economía de subsistencia y el éxodo de familias enteras a la capital, los vecinos se tranquilizaban viendo que sus hijos jugaran y aprendieran poco a poco a convivir aferrados a sus tradiciones y raíces populares. Para doña Tavita, era bueno que Jacobo descargara su energía jugando fútbol con sus amigos. De hecho, lo veía como una bendición de
  • 33. JACOBO ARBENZ GUZMAN 33 Dios, pero eso sucedía hasta las 6 p.m. en punto, hora en que su mamá lo llamaba para entrar a la casa. Una anécdota de su niñez que le gustaba referir a Jacobo Árbenz en círculos familiares fue una aventura infantil en la cual fue protagonista, y que refleja su carácter y espíritu inquieto. Como uno de juegos era montar bicicleta en la calle, tomando en dirección inesperada para desorientar a sus compañeros, un día se fue con su primo a un lugar de terreno escabroso e inapropiado. En dicho lugar estaba el Jefe Político local, revisando la construcción de un puente. Tanto él como las demás personas que le acompañaban quedaron asombrados al ver la destreza con que Jacobo y su primo manejaban sendas bicicletas, su valor y audacia infantil al pasar en diversas ocasiones por encima de una tabla angosta que unía las dos partes del puente en construcción, sin el menor temor de caer al vacío desde una considerable altura, poniendo más que nerviosos a quienes los observaban. El juego cesó cuando el Jefe Político mandó que los agarraran y les jalaran las orejas, lo cual fue imposible, por la velocidad con que los niños desaparecieron de la escena. A los primos les gustaba arriesgarse al máximo conduciendo sus bicicletas en los lugares más peligrosos y de difícil acceso, lo que los hacía sentirse diferentes y superiores a los demás niños de su edad. Era entonces cuando más se ponía de manifiesto la incipiente fuerte personalidad del pequeño Jacobo. Muy pronto Jacobito demostró que, al igual que su madre, y a diferencia de su padre, tenía un gran sentido del humor. Aunque nunca trató de hacerse el gracioso, sus ocurrencias infantiles mostraban que poseía un humor fino, irónico, con la persona adecuada y en el momento adecuado. Cada día, desde muy temprano, solía reír doña Tavita a carcajadas ante su más mínima ocurrencia. En casa Jacobo se burlaba, por ejemplo, de los golpes que recibía en las peleas escolares, peleando con otros niños, dejando entrever que los contendientes que se le enfrentaban, salían siempre peor parados que él. No pretendía que un golpe no le causara dolor sino que, pese a ser apacible, sabía defenderse cuando se indignaba. Esto lo demostró más que verbalmente un día en clase. Desde muy niño mostró Jacobito estar en contra de víctimas de la injusticia, especialmente de los castigos corporales que practicaban los maestros más severos, que consideraban que con la aplicación de métodos de “mano dura”, meterían en cintura a los niños traviesos, rebeldes, indisciplinados o alborotadores. Sentía que era humillante para un niño indefenso tener que soportar castigos corporales de sus maestros, ya que
  • 34. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195434 éste no tenía derecho a pegarle en público ni en privado por el solo hecho de ser una autoridad. Debía amonestársele, censurársele, pero no pegarle, decía a su madre. En una ocasión dio la cara por otro niño que no tuvo el ánimo de aceptar su indebido comportamiento. Así que el recibir los inmerecidos azotes, dio ejemplo de valor y entereza a sus compañeros, soportando estoicamente el dolor que producían los golpes en sus carnes. Según una persona que lo conoció siendo niño, Jacobito era muy simpático y bueno, pero ya se veía que tenía un carácter fuerte y no se dejaba de nadie. Esto lo demostró un día que un maestro le puso las manos encima frente a los alumnos porque creyó que Jacobito se había burlado de él imitando su voz chillona. Había sido otro niño sentado cerca de él. La respuesta de Jacobito fue darle un reglazo al maestro, dejando boquiabiertos a todos, incluyendo al maestro quien al comprender el error que había cometido, le pidió disculpas y lo respetó de ahí en adelante. La lección es que el ser pequeño no significaba que fuera inerme e impotente, y que tuviera que soportar el abuso, la arbitrariedad y la violencia de los mayores. Como doña Tavita le había enseñado a sus hijos que eran pecados graves la vagancia y el no tener voluntad, ni ideales en la vida, Jacobito aprendió a ser una persona trabajadora, llena de energía en todo lo que se proponía hacer. Lo demostró con las tareas escolares que hacía en clase o en casa, en las cuales obtenía notas sobresalientes. Esto le hacía acreedor a los permisos para, después de regresar de la escuela, jugar en casa con sus hermanitas durante muchas horas o en la calle con otros niños. A los deportes que hacía desde niño, les ponía siempre mucha fuerza de voluntad. No le importaban los golpes que recibía. Lo de tener ideales en la vida vendría después. Por lo pronto, a los desconocidos que lo trataban, Jacobito les daba la impresión de ser un niño mimado y huraño, quizás por ser hijo (varón) único, pero al tomar confianza con cualquier persona que no pertenecía a su círculo familiar y visitar su casa más frecuentemente, se comportaba con la naturalidad de un niño de su edad y se le veía muy feliz, inmerso en todo tipo de juegos infantiles con sus hermanitas. El carácter jovial y abierto de doña Octavia hacía de su casa un centro de reuniones, con sus amigas que llegaban diariamente, una tras otra o en alegre grupo, a pasarle toda la información y rumores que circulaban por el barrio y en la ciudad.
  • 35. JACOBO ARBENZ GUZMAN 35 Las primeras pautas de su futura singular existencia, las dio Jacobo precisamente en su edad escolar. Desde un principio demostró tener una inteligencia fuera de lo común. Rápidamente asimilaba todo cuanto le enseñaban. Le fascinaba hacer preguntas difíciles y poner en aprietos a sus maestros. Por su parte, procuraba dar respuestas lógicas, pero no fáciles de contestar para la mayoría de los niños de su edad. Doña Tavita solía referir lo preguntón que era Jacobo de niño, por ejemplo cuando preguntaba si su padre iba a regresar. Siempre presionó a sus interlocutores a explicarle aquello que no comprendía, aunque sus preguntas excedieran los límites del conocimiento de éstos. Su talento natural, unido a su espíritu inquisitivo, logró ser satisfecho con la lectura, que doña Tavita estimulaba. Fue gracias a ella que desde niño se convirtió en un gran lector de la Biblia y que su mente se llenara de conocimientos impensables en otros niños de su edad, que no tenían condiciones para ello. Al principio leyó en casa todo aquello que tenía a la vista y caía en sus manos. Más adelante comenzó a pedirles prestados libros a los padres de sus amigos. Aunque no se conocen con exactitud los libros formativos de su niñez y adolescencia, en más de una ocasión comentó que gustaba de leer biografías de grandes personajes. Es muy posible que esta inclinación le haya conducido a interesarse por la historia universal, que fue uno de los grandes temas de su preferencia a lo largo de su vida. Se cuenta que hacía anotaciones manuscritas en los bordes de las páginas y que, a veces, su madre lo reñía por ello. Paradójicamente, su ansia por saber le apartó intelectualmente de la mayoría de sus amiguitos. Como él mismo reconoció años más tarde, en muchas ocasiones prefería la soledad y tranquilidad que proporcionaba la lectura y el estudio, a estar perdiendo el tiempo en juegos que ya le parecían infantiles y, por consiguiente, cada vez más aburridos para un joven que deseaba madurar a pasos agigantados. Jacobo se convirtió en un gran conversador cuando consideraba que sus palabras no caerían en el vacío, sopesando muy bien lo que decía y analizando con detenimiento lo que escuchaba. Por lo general, sus interlocutores se asombraban de los conocimientos del niño y quedaban convencidos de que llegaría muy lejos, lo que no es sorprendente, si tomamos en cuenta que sus maestros lo consideraban no sólo como un alumno ejemplar, sino que como un futuro triunfador. De su padre sacó Jacobo el deseo de superación y el espíritu perfeccionista que le llegó a caracterizar. También le llegó a deber la risa franca, la seriedad y el buen talante cuando la ocasión lo ameritaba. Sus dos
  • 36. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195436 prolongadas ausencias, así como su enfermedad y fármaco-dependencia le crearon al suizo fama de hombre extraño. Pese a estar cubierto de respetabilidad por estar casado con una ladina y haber procreado con ella dos niñas y un niño, circulaban rumores de todo tipo sobre su salud corporal y mental. En la farmacia era una persona afable y trabajaba con gran ahínco en medio de sus tormentos, pero era obvio que la enfermedad le minaba también el carácter.
  • 37.
  • 38. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195438 Capítulo III: Adolescencia y juventud Jacobo Árbenz Guzmán fue un self-made-man, un hombre hecho a sí mismo; pero, antes de 1944, con sus defectos y sus cualidades, fue el producto de un medio social y de un régimen político. A través de su historia, aparece la historia de Guatemala desde principios a mediados del siglo XX. ¿Para qué serviría conocer la biografía de los primeros años de la vida de un futuro hombre de Estado, si al mismo tiempo no fuera posible bosquejar el cuadro de su país, de sus compatriotas y de su época? He aquí por qué es necesario conocer al niño que se hace hombre. La pregunta ¿Quién fue, antes de octubre de 1944, Jacobo Árbenz? es lo que trataré de responder a continuación. Al crecer, además de dar cada vez más muestras de su gran compresión intelectual, perseverancia y disciplina de trabajo, Jacobo se volvió robusto, lleno de energía y con gran fuerza corporal. Hacía sentir su presencia con solo entrar a algún lugar. Tenía mucha seguridad en sí mismo. Siguió practicando deportes populares como el fútbol, pero en la adolescencia se aficionó a la lucha libre, primero, y al boxeo, después. Este último deporte requiere tanto una buena constitución física, como mucha agilidad en los movimientos de piernas, pero también mucho cerebro para estudiar al contrincante. Jacobo se hizo famoso por sus certeros ganchos que intimidaban a sus oponentes antes de entrar en combate; tenía tanta fuerza que al menor descuido dejaba tendido a su opositor, a quien no le quedaba mucho ánimo para volver por más. Se ha mencionado la manera casual como Jacobo decidió pasar de la lucha libre al boxeo. La anécdota es tan reveladora que vale la pena repetirla, ya que refleja la personalidad del biografiado. Y es la siguiente: Como era costumbre en Guatemala, los amigos solían alegrarse espiritualmente ingiriendo bebidas estimulantes en cantinas de barrio.
  • 39. JACOBO ARBENZ GUZMAN 39 Cuando salían de ellas, se acompañaban hasta sus casas, si éstas quedaban por el mismo rumbo. En una ocasión, después de una sesión de buenos tragos, caminaba Jacobo con un amigo en una callejuela de Xelajú y vieron que se dirigía hacia ellos el campeón de box local, conocido también por su arrogancia. Al verlo, el amigo de Jacobo sugirió que se bajaran de la acera porque era muy estrecha y podía surgir un conflicto. Jacobo le respondió que él no se bajaba de la acera para darle el lugar a nadie, aunque se tratara del campeón de box del universo, y siguió su camino con paso más firme. Al toparse ambos frente a frente y no estar ninguno de los dos dispuestos a cederle el paso al otro, surgió el conflicto, pero gracias a Dios y a los puños de Jacobo poco después el campeón de box estaba tendido en la calle con los brazos en cruz. Al recuperarse, prefirió hacerse amigo de quien lo había derribado al primer asalto, invitándolo a visitar el gimnasio donde él era el entrenador. Su propuesta no cayó en saco roto. Jacobo se apuntó de inmediato y pronto se hizo común que venciera a cualquier contendiente en el cuadrilátero, golpeándolo con sus poderosos puños, ya que su fuerza física, heredada de su padre, era impresionante. Aún no era mayor de edad y no había quién no lo viera en la ciudad con admiración y respeto. El uso de la táctica y estrategia en el deporte es muy útil para superar el agotamiento físico cuando éste llega a producirse, pero también son importantes la autoestima y la autoconfianza, así como la voluntad y certeza del guerrero de poder vencer al oponente. Y esta actitud la demostraba Jacobo igualmente cuando comenzó a participar en campeonatos del barrio de hacer el pulso con el puño cerrado. Siempre vencía al oponente. Sus contendientes eran, por lo general, sus propios compañeros de juegos, y a veces hasta personas mayores. En el caso de la lucha de brazos, como también es llamada, no sólo intervienen los puños cerrados sino también los dedos, las muñecas, antebrazo, hombro, espalda y fuerza abdominal. Todo se ponía tenso en cuanto los contendientes apoyaban los codos sobre la mesa y entrelazaban sus dedos. La capacidad mental y la aplicación de la psicología del guerrero tenían más peso que la fuerza física. Con su habilidad para superar cualquier dificultad, Jacobo fue desde su adolescencia un reconocido pulseador de peso pesado. La imagen que tenemos de Jacobo Árbenz adolescente es la de un joven de figura espigada y de aspecto fuerte, que se destacaba tanto física como intelectualmente, contrastando con los demás jóvenes de su edad. En la escuela secundaria era uno de los de mayor estatura y rendimiento escolar, de comportamiento recatado y gran poder de observación. No
  • 40. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195440 hablaba mucho y hasta podía parecer un muchacho tímido por la manera como sonreía, pero hacía notar su presencia, no pasaba desapercibido aunque no deseara llamar la atención. Es posible que disfrutara saber que vivía intensamente cada día que pasaba y que jugaba un papel protagónico dondequiera que se encontrara. De aquí es posible que surgiera su gran capacidad de soñar, que le acompañaría incluso durante los años de la presidencia guatemalteca. Además del boxeo, Jacobo disfrutaba el polo a caballo, para lo que se requería ser muy buen jinete, además de poseer destreza, agilidad y habilidad física. Corretear detrás de la bola y burlar al adversario golpeándola con fuerza antes que él, era una de sus especialidades. Su equipo ganaba siempre y él, personalmente, se ganaba una legión de admiradores, especialmente en el medio femenino. Solía decir que lo que más le gustaba de los caballos que montaba era su fortaleza, su velocidad, su decisión y su lealtad. En las ocasiones que Jacobo jugaba con su equipo, se formaba un concurrido como entusiasta público que llegaba a admirar a su estrella, lo cual le llenaba de orgullo. De hecho, todos los deportes que practicaba Jacobo los ejecutaba casi a la perfección, como si fuese un profesional. En todos los deportes en que tomaba parte llegaba a convertirse en el principal atractivo, en el centro de la atención del juego. Cuando vivió en la finca que administraba su padre, se aficionó a montar caballo, llegando a ser muy buen jinete, al punto que siendo ya oficial del ejército fue el capitán de un equipo de polo, deporte muy en boga entre la gente adinerada del país. Su rudeza y valentía en los deportes contrastaba con su buena educación que infundía confianza a sus amigos y su gran sensibilidad humana, indudable herencia de doña Tavita. No parece que mostrara algún interés especial por las mujeres; los encuentros que hizo con muchachas pueden verse como fogueos para el momento que conoció a la mujer de su vida, la joven salvadoreña María Cristina Vilanova, de quien se enamoró desde el momento en que le fue presentada y con quien estaría unido hasta el día de su muerte. Asimismo era conocido su legendario “abrazo de oso”, capaz de paralizar y asfixiar a quien lo recibiera. En la creencia de que el trabajo al aire libre le sería más sano, el boticario aceptó la oferta de un amigo alemán para administrar una pequeña finca de café situada en las tierras bajas de Quetzaltenango, la llamada Bocacosta. Puede que el destino de Jacobito haya sido sellado con el traslado de la familia Árbenz Guzmán de la ciudad al medio
  • 41. JACOBO ARBENZ GUZMAN 41 rural cuando él tenía trece años. Fue en esta finca donde Jacobito tuvo una gran conmoción al encontrarse con la realidad de su país: conoció personalmente las grandes miserias y el alto grado de explotación a que eran sometidos los campesinos indígenas por los finqueros, que veían en ellos simple mano de obra esclava. Lo que más impresionó al adolescente Jacobo Árbenz al entrar en contacto con el medio campesino, fueron los abusos a que éstos eran sometidos por los finqueros, administradores, capataces y supervisores. Existía la creencia de que esa selecta élite de los finqueros alemanes eran personas muy trabajadoras e inteligentes, y que eran esos atributos los que los enriquecían rápidamente produciendo café para el mercado exterior. Estaban convencidos de que el enriquecimiento dependía de que produjeran café de buena calidad, es decir que lo que dieron en llamar “grano de oro” se cultivara la variedad más apropiada a una determinada altura de la montaña (entre 1,200 y 1,600 metros sobre el nivel del mar), y que la producción contara con una receta perfecta para buenas prácticas de manejo en las plantaciones y en el beneficio del grano seco. Nadie tenía interés en reconocer que el verdadero “secreto” del enriquecimiento de los finqueros, se debía a las facilidades que les daban los gobiernos entreguistas de turno para hacerse propietarios de grandes extensiones de tierras y, en especial, al buen funcionamiento de las leyes de trabajo forzado que habían decretado en diversas épocas, con la única finalidad de someter impunemente a los campesinos a condiciones de severa esclavitud productiva. La opresión y explotación de la mano de obra indígena era el verdadero “secreto” del enriquecimiento de los patrones blancos. La estadía de Jacobo Árbenz Guzmán en una finca de café fue una etapa que lo marcó para siempre y sobre la cual solía conversar en tono grave, pero solo con sus familiares y allegados. En las fincas de café no solamente trabajaban como esclavos la aplastante mayoría de los adultos, hombres y mujeres, sino que los menores de edad estaban privados de ir a la escuela y obligados a trabajar al lado de sus padres desde los cinco años. Las familias solían ser numerosas porque las mujeres parían los hijos que Dios, con ayuda del marido, quisiera mandarles. Los hombres hacían los trabajos más pesados en las plantaciones, pero las mujeres trabajaban igual o más que sus maridos en la recolección del fruto maduro, invirtiendo mayor esfuerzo laboral porque, además de los trabajos que hacían en las plantaciones al lado de sus maridos, tenían que realizar labores domésticas, que cada día las extenuaban al límite. Y esto sin contar con que el trabajo
  • 42. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195442 en las fincas se realizaba diariamente en condiciones de vida o muerte, debido a que los trabajadores debían cortar el café en situación de riesgo, pues las plantaciones solían estar llenas de serpientes venenosas, cuyos venenos no contaban con antídotos y, en cuestión de minutos, penetraba a gran velocidad en la sangre, afectando órganos vitales. Se jugaban la vida diariamente, paso a paso. Los gritos de los que habían sido mordidos y las graves consecuencias que les seguían, se volvieron tan normales como cantar mientras se trabajaba. Lo peor de todo, es que los capataces atribuían estos “accidentes” laborales a la negligencia de los trabajadores, a fallas humanas. Según los capataces, el trabajador debía “revisar” siempre el lugar donde iba a laborar. Jacobo no tuvo en la finca la vida privilegiada por ser el hijo del patrón o del administrador, pues el hijo era tratado por su padre como si fuese un peón más. Esto era necesario por si algún día Jacobo quería ser administrador de su propia finca, por lo que iniciaba el aprendizaje desde el puesto más bajo en la escala de trabajador. Desde el primer día de su entrenamiento como futuro patrón debía levantarse antes de la salida del sol y hacer sus tareas de acuerdo con las necesidades o prioridades en la finca. Las jornadas laborales eran extenuantes, aptas sólo para gente recia. En la lucha tenaz del trabajo agrícola, desde preparar la tierra para sembrar maíz y hacer la milpa, como hacer tareas de limpieza, sembrar y cuidar los almácigos hasta convertirse en plantas, cortar café en la temporada de cosecha, conocer cómo se llevaban a cabo todas las tareas relacionadas con el secado del café, y hasta aprender a trepar a la copa del árbol más alto, era considerado trabajo necesario, y Jacobo tenía que aprender a realizarlo. En la primera mitad del siglo XX, la agricultura era el sector productivo más importante de Guatemala. Sin embargo, los campesinos eran vistos como ciudadanos de segunda categoría, eran la población mayoritaria pero estaba obligada a vivir entre sombras pese a ser la creadora de la riqueza nacional. En las fincas los campesinos andaban descalzos y vestidos con harapos llenos de barro adherido. Sus viviendas no podían ser consideradas casas, sino más bien chozas primitivas de guano, de una sola habitación en donde a menudo cohabitaban varias familias, se cocinaban los alimentos en un fogón con leña y todos dormían en el suelo de tierra, al lado de los animales domésticos cuando los había, como perros famélicos, cerdos y gallinas. El techo de las chozas solía ser de palmas. Casas de madera o adobe con tejados de zinc sólo las tenían el dueño y el administrador. El agua que se utilizaba para cocinar, beber u otros menesteres, podía ser de lluvia, que
  • 43. JACOBO ARBENZ GUZMAN 43 se almacenaba en recipientes de metal generalmente llenos de insectos y alimañas muertas, que producía múltiples enfermedades al ser bebida. En casi todas las fincas había nacientes cercanas de agua que se aprovechaban para las necesidades más inmediatas. Los más afortunados se abastecían de agua de pozo y otros, menos afortunados, tenían que acarrear desde largas distancias el agua de los ríos y las quebradas, doblegados bajo el peso de las cubetas que les encorvaban las espaldas. Lo peor de todo era que los trabajadores estaban ya tan acostumbrados a malvivir sembrando y cosechando maíz y frijol para medio alimentarse y poder sobrevivir, y a hacer sus tareas cotidianas en semejantes condiciones, que soportaban su miserable vida como algo natural, como si ya no les importara ser tratados más que como seres humanos como animales de trabajo sometidos a la explotación de los propietarios, desde antes del amanecer hasta después de la puesta del sol. En las épocas lluviosas o de frío invernal, llovían las enfermedades infecto-contagiosas, endémicas y mortales. No existía un médico ni personal sanitario de ninguna clase. Ni siquiera medicinas para aliviar las temperaturas que pronto se convertían en fiebres mortales. La ropa que todo el mundo llevaba puesta se caracterizaba por su hedor a excremento, ya que las posibilidades de aseo eran ínfimas. Esto significa que por falta de aseo personal, todo el mundo portaba gérmenes que también les abrían las puertas del cementerio, pero a nadie le importaba el mal olor porque sus olfatos ya no lo sentían. Jacobo descubrió que los campesinos no habían elegido padecer de miseria crónica ni ser esclavos de por vida del hombre blanco o su compinche mestizo. Simplemente fueron convertidos en tales o habían nacido en una finca, cuyos terrenos les habían sido robados a sus ancestros por los alemanes o extranjeros de otras nacionalidades. El hombre blanco era el saqueador, el asesino de indígenas desde los tiempos de la invasión española. Según expresó el déspota Rufino Barrios, el asesino mestizo que gobernó el país con mano de hierro de 1871 a 1885, promoviendo la inmigración alemana, para él 100 familias alemanes valían más que 20,000 indios. Siguiendo este pensamiento típico de los ladinos frente a los indígenas, despojó de sus tierras comunales a decenas de miles de campesinos que las poseían desde tiempos inmemoriales y obligó a sus moradores a trabajar a golpe de látigo para los inmigrantes. “Un terreno vale por los peones que tiene para trabajarlo y convertirlo en una finca”, escribió un cínico inmigrante alemán. Desgraciadamente no se equivocaba. Fue de
  • 44. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195444 esta manera como el campesino que trabajaba en tierras de la comunidad se quedó un día sin sus tierras de cultivo, y convertido en esclavo. Huir de las tierras que le habían sido robadas no le era posible al campesino si tenía familia. Sin embargo, sí huyeron de la esclavitud miles de jóvenes solteros en busca de tierras para cultivarlas a escondidas, o de trabajo en alguna parte. Los más audaces cruzaban las fronteras hacia Belice o México, donde buscaban enmontañarse para siempre. Muchas plantaciones se quedaron sin gente antes de ser terminadas. Algunas familias volvieron. En otras el éxodo fue detenido encarcelando a los hijos de los peones a manera de rehenes. Muchos que habían huido fracasaron en el intento, por ser perseguidos por policías rurales y soldados del ejército, quienes al capturarlos los llevaban amarrados para ser puestos en prisión. Al salir de la cárcel, los campesinos eran amarrados y regresados a pie al terruño que los había visto nacer, resignados pero sin perder la esperanza ni la ilusión de volver a intentar escapar en alguna otra ocasión. La conducción en condiciones humillantes y muchas veces sin darles alimentos durante el trayecto, la llamaban por cordillera. Muchos campesinos no llegaban a su destino pues morían de hambre y sed en el camino. Los que lograban retornar vivos, se alegraban de volver a ver a sus padres y de tener por lo menos un trabajo, ya que conseguirlo en otra parte se les había vuelto tarea muy complicada por el sistema de dominación imperante. Los dictadores “liberales” como Rufino Barrios, Manuel Estrada Cabrera y Jorge Ubico, y sus camarillas de funcionarios corruptos, se robaron miles de caballerías de tierras y se convirtieron en finqueros cafetaleros. Ante las leyes que ellos mismos habían fabricado a su medida e intereses, aparecían como patronos respetuosos de la Constitución de la republiqueta. Gobernaron para establecer y mantener un sistema oligarca de generaciones de propietarios de grandes latifundios que los hacían producir con mano de obra esclava. Fueron ellos quienes posibilitaron las oleadas de inmigrantes alemanes a quienes consideraban de raza superior, civilizadores, según afirmaban con orgullo patrio. Históricamente se les ha considerado erróneamente señores feudales, pues en realidad se trataba de capitalistas agrarios, poseedores de grandes fincas que cultivaban con esclavos legales, que bajo las condiciones de trabajo arriba descritas les producían una plusvalía imposible de cuantificar, por el hecho de que la ganancia provenía de producir café al más bajo costo posible y venderlo en el mercado internacional al precio más alto posible. Para darle visos de legalidad al sistema esclavista establecido, emitieron leyes.
  • 45. JACOBO ARBENZ GUZMAN 45 Segúnsusrelatoshistóricoshechosapersonasdesuabsolutaconfianza, Jacobo se sintió siempre orgulloso de haber trabajado en una finca como un peón más, pues aseguraba que ese recuerdo le había ayudado años después a sacar adelante la Reforma Agraria en Guatemala. De su estadía en esa finca sacó una conclusión: finquero no era la profesión que elegiría para realizar sus sueños. Tenía grandes deseos de superación personal y deseaba tomar la mejor decisión de su vida. Después de satisfacer su curiosidad acerca de lo que era y significaba una finca para un inmigrante alemán o suizo, había aprendido que era el peor lugar para la vida de un campesino guatemalteco, pues vivía como esclavo y cualquier día podía morir mordido por una culebra, por una enfermedad o simplemente de hambre o envejecido prematuramente. Muchos niños morían al nacer, otros días después, y la mayoría que lograba crecer, lo hacía desnutrido y propenso a todo tipo de enfermedades. Las razones las tenía muy claras y podía explicarlas hasta el último detalle a quien se las preguntara, por haber compilado muchas anécdotas de sus pasadas experiencias juveniles en el medio rural. Un medio que un guatemalteco de la ciudad nunca se podía imaginar. Generalmente cuando hablaba de ello se ponía serio al recordar sus pasadas amargas experiencias; en otras ocasiones hablaba con bastante humor mientras apelaba a su memoria. Había temas relacionados con su pasada experiencia en la finca que le conmovían siempre que se refería a ellos: uno era la falta de acceso a la educación de la niñez en el medio rural, especialmente en las fincas. El otro, no menos serio, era el tema del racismo, la discriminación y la pobreza en que se encontraba la población indígena del país. En las fincas no existían ni escuelas ni personal cualificado para instruir a los niños campesinos. En la inmensa mayoría de las fincas no había escuela primaria, en donde se enseñara a leer y escribir a los niños. Cuando había algún maestro que enseñara las primeras letras, los únicos beneficiados eran los hijos del patrón, cuando éste vivía en la finca, y los del administrador. Las escuelitas tenían unos pocos alumnos, a quienes enseñaba un maestro o maestra empírico envejecido en el lugar juntamente con sus pocos alumnos quienes se quedaban para siempre en la finca, trabajando como personal de confianza del propietario, aprovechando lo que habían aprendido. Algunos abandonaban el lugar en busca de un mejor destino, se casaban y nunca más ponían las plantas de sus pies en el caserío donde habían nacido. Desde la invasión española de 1524, el campesino indígena fue llamado despectivamente indio y fue visto más como un animal de carga y trabajo
  • 46. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195446 forzado que como un ser humano; se les consideró fuerza laboral, y con su esfuerzo y productividad se enriquecieron parasitariamente. Nunca se les ha tratado en plano de igualdad ni se han respetado sus derechos humanos y ciudadanos; su religión, cultura y estilo de vida han sido estigmatizadas y motivo de mofas dentro de la población ladina. Todo esto lo observó de cerca Jacobo en la finca, después de reflexionar sobre las advertencias que desde niño recibía de los ladinos en Xelajú, en el sentido de que “el indio es peligroso y hay que andarse con cuidado cuando está borracho porque le sale el instinto asesino en contra del ladino”. El haber comprobado Jacobo que los indígenas son muy trabajadores y muy agradables de trato cuando ven en el ladino a una persona que no los discrimina, hizo que los apreciara en todo lo que valen y posiblemente desde entonces procuró destacar sus orígenes genéticos maternos. En una ocasión, Jacobo Árbenz le confió a una persona de su confianza, que siendo oficial del Ejército encargado de escoltar a la cárcel por cordillera a unos campesinos fugados, sintió repugnancia por el papel de instrumento de represión que estaba ejerciendo. Consideraba que era injusto el trato que se les daba a esos hombres valientes que habían tenido el coraje de romper sus cadenas y huir de la esclavitud. Esas reflexiones fueron decisivas para solicitar su traslado del cuartel de San Juan Sacatepéquez donde estaba estacionado, a la Escuela Politécnica. Árbenz aún no comprendía que el robo de las tierras comunales por parte de dictadores para entregárselas a los inmigrantes alemanes, estaba estrechamente unida a la explotación, la opresión, la discriminación racial, la pobreza, la desigualdad social y la exclusión a que se enfrentaban los campesinos indígenas. Cuando lo comprendió años más tarde, procuró como presidente hacer valer los derechos humanos fundamentales de la población campesina, especialmente su derecho a la propiedad de la tierra. Su pensamiento y su motivación revolucionaria lo llevaron a solicitarle a sus colaboradores más cercanos, que hicieran todo lo posible por impulsar el derecho de los pueblos indígenas al trabajo, a la asistencia sanitaria, a la expresión y a la participación política, como ciudadanos guatemaltecos de primera clase y no de segunda, en plano de absoluta igualdad con la población ladina. A la destacada dirigente magisterial que le servía como asistente personal, Carmela Ramos de Castellanos, le pidió que viera que se le prestara especial atención a los niños indígenas, facilitándose su incorporación masiva a la educación primaria hasta en las aldeas y fincas
  • 47. JACOBO ARBENZ GUZMAN 47 más remotas, que se promoviera su educación secundaria por medio de becas de estudio. Le pidió también a doña Carmela, que se nombraran maestros a indígenas y que se promovieran para altos cargos en el sistema educativo nacional. Lamentablemente, su derrocamiento impidió que las autoridades del gobierno revolucionario cumplieran con sus disposiciones sobre mejorar el estado de los derechos políticos, civiles, culturales, económicos y sociales de la población indígena guatemalteca. A Jacobo no le había resultado nada fácil vivir y trabajar en la finca, porque había sido impactado con esa realidad. Por ello, al poco tiempo tenía la certeza que su futuro inmediato debía labrarlo fuera de ahí, donde lo único útil había sido ver con sus propios ojos cómo los peones estaban destinados a vivir y morir como animales de trabajo, sin contemplaciones ni la mínima atención médica durante sus cortas vidas laborales. Recordaba que después de salir de la finca y retornar a Quetzaltenango, hablaba muy orgulloso de sus vivencias personales, que a veces más parecían historias fantásticas. Contaba sobre la manera en que aprendió a cortar la maleza, pasándose el afilado machete de una mano a la otra, manejando manejándolo con la misma destreza. Este aprendizaje no le resultó nada del otro mundo, como tampoco hacerlo todo con absoluta rapidez. Contaba que en poco tiempo llegó a jefe de cuadrillas de chapeado, así como de pepescadores de granos de café maduros caídos de las ramas. Nunca imaginó que regresaría al medio rural, pero a hacer reformas profundas en el sistema de tenencia de la tierra y a liberar a los campesinos oprimidos durante generaciones. Todo por la patria y la revolución guatemalteca.
  • 48. POR LA PATRIA Y LA REVOLUCIÓN EN GUATEMALA, 1951-195448 SEGUNDA PARTE: LAS RAÍCES DE NUESTRO PRESENTE Capítulo I: El nacimiento de Jacobo Árbenz a la vida militar: el Caballero Cadete 497. En 1951, siendo Presidente de Guatemala el Teniente Coronel Juan Jacobo Árbenz Guzmán, un militar cubano egresado de la Escuela Politécnica, escribía lleno de nostalgia y admiración por Guatemala y su Presidente revolucionario, los siguientes párrafos: “Por el amplio y pintoresco Paseo de la Reforma, en la Nueva Guatemala de la Asunción, los árboles se yerguen majestuosos y los pájaros vuelas y cantan sobre los sotos verdeantes y las jacarandas en flor. Allí se yerguen, en medio de una especie de praderas turgente, suntuosos chalets y edificios públicos que albergan el regimiento motomecanizado, el Instituto de Nutrición y otros. Y por uno de los vados se levan los muros amarillos, de suntuosas almenas coloniales, de la academia militar conocida desde los tiempos de su fundación con el nombre de Escuerla Politécnica, que ha dado los mejores frutos a Guatemala, traducidos en militares nutridos de verdadera cultura y patriotismo, que a través de las edades, y con muy raras excepciones, han sido orgullo del país, desde diversos ángulos de la vida nacional. Este instituto de pedagogía militar, el mejor de la América Central y uno de los más prestigiosos de la América Latina entera, es orgullo de Guatemala y su nombre es pronunciado con el mismo legítimo blasón con que los norteamericanos hablan de West Point o los franceses de Saint Cyr. Y es que, sin temor de caer en hipérboles, este centro docente ha ofrecido hombres forjados en las recias disciplinas de la academia, acendraron su carácter y sus convicciones democráticas para ofrecer a Guatemala los sazonados frutos de una educación eficiente y moderna. El 15 de septiembre de 1873, en conmemoración de un aniversario de la independencia de Centroamérica, se dispuso en Guatemala la creación de una academia para la enseñanza militar de la juventud que con el nombre