1. La CONTRA de la INSTANT
Carlos Ferrater
E
ntre los impulsores de la Instant city, había gente como Fernando Bendito,
un ácrata, o Borja Arquer. Habíamos empezado a montar un grupo llamado
“Grupo Abierto de Diseño Urquinaona” y entonces llegó esa oportunidad
del congreso de Ibiza en setiembre de 1971, organizado desde el FAD, del que era
responsable Giralt-Miracle.
En febrero de ese mismo año fuimos allí diciendo que queríamos participar, pero
su respuesta fue que todo estaba ya organizado. Entonces, junto a Fernando
Bendito les preguntamos por los estudiantes y su alojamiento durante el
congreso. Para ellos habían previsto un terreno donde poder acampar. Entonces
Fernando y yo propusimos hacernos cargo del tema, aun cuando el presupuesto
era muy reducido. Firmamos, nos hicimos responsables y nos pusimos a trabajar.
Estábamos también en contacto con Luis Racionero que venía de Berkeley. Mi
hermano hizo el poster. El manifiesto/invitación era de un papel tipo seda que
permitía ser enviado por correo sin que pesara demasiado.
Fotos del interior de la Instant City
Enviamos el manifiesto por todo el mundo. En marzo se habían recibido más
respuestas de las que se habían obtenido para el congreso. Fue entonces
cuando nos fuimos a ver a José Miguel Prada Poole, alguien que sabía mucho
sobre el tema y, posteriormente, a la empresa Aiscondel en busca de plástico.
Para convencerles del patrocinio, tuvimos que hacer previamente una prueba en
Cerdanyola, a la que vino José Miguel de Madrid.
Esa primera prueba estaba hecha mediante juntas pegadas con adhesivo de do-
ble cara, que se iba deslizando. José Miguel diseñó una unión en la que la grapa
apenas sufre tensiones. A Ibiza llegó gente de todas partes. Recuerdo que había
por allí unos chicos belgas o de los Países Bajos, con los que hicimos un hincha-
ble en forma de tricornio: un homenaje a la Guardia Civil ¡que no dejaba de
martirizar! Además los congresistas tenían mala conciencia y venían a bajarnos
comida o nos invitaban a los hoteles, a los que no entrábamos porque íbamos
como íbamos y teníamos que quedarnos en la terraza.
Ya en la Instant se formó una asamblea. Se crearon cooperativas que iban a
comprar a Ibiza con la furgoneta de algunos hippies. Después construimos los
váteres, las letrinas, unas duchas al aire libre, etc. Eso era el “comité para la
Instant”. Se pactó que no habría nombres, que no habría autorías. Sin embargo,
aunque hubo una organización mínima – casi como en una ciudad tradicional
cooperativa- se acabaron creando y repitiendo algunos roles. Esto fue el final. El
resultado fue que la ciudad instantánea, como modelo contracultural de protesta
contra los hoteles y el congreso oficial que los anglosajones dominaban
completamente, generó también su propia contracultura.
Mucha gente de la Instant aborrecimos aquel experimento comunitario,
porque acabó generando sus propias normas de convivencia, no se podía tocar
música por la noche, letreros por todas partes, la comida, limpiarse los zapatos,
etc. Aquello se convirtió en una mini-ciudad burguesa y entonces lo que hicimos
un grupo reducido fue coger plástico, irnos a la montaña y construir una ciudad
contra la Instant en la ladera de cala San Miguel, con palos, cañas, cajones,
cartones y los trozos de plástico que habíamos cogido.
Un grupo contracultural. La contra de la Instant. No obstante, la Instant funcionó
de manera magnífica como lugar de experimentación y experiencia colectiva,
cortábamos, grapábamos en grupo, pero al final, una vez hecha, deberíamos
haberla destruido, irla destruyendo conforme la construíamos. Y sin embargo,
entre todo aquello habían cosas valiosas: la idea del reciclaje, la idea de salvar e
incorporar un árbol, la ironía del tricornio, el trabajo colectivo, el trabajo como
elemento específico de relación, el anonimato, el ocio.
Reivindicábamos que en una sociedad tecnológica se ofreciera la posibilidad del
ocio. Una sociedad con un sobrante productivo debía ofrecer tiempo de ocio,
ocio organizado creativamente, la conexión interdisciplinar. Se entendía la crea-
ción como elemento de salvación humana. Sin embargo, aquel ocio que
reivindicábamos, ligado a una experiencia vital, era muy distinto al que puede
ofrecer ese parque temático en que se ha convertido el ocio actual.
Aunque de todas aquellas utopías no quedó nada, en ese momento eran una vía
de salida a un régimen, frente a una institución. Nos rebelábamos un poco con-
tra la disciplina misma. Por un tiempo no hablé de la Instant. Muchas de las per-
sonas que me acompañaron en esa experiencia fueron desapareciendo, por lo
que enterré el tema e intenté no volver a sacarlo nunca. Lo archivé todo.
Fue Yago Conde, que conocía la experiencia y con el que trabajé en la
rehabilitación de una nave textil abandonada en la calle Regina quien me animó
varias veces a hablar de este proyecto de nuevo.
Cuando Yago falleció decidí explicar de nuevo, en su honor, la Instant. Lo hice
por primera vez para la inauguración de aquel curso en la Escuela de arquitectu-
ra de Barcelona.
Entrevista a
José Miguel de
Prada Poole
Q
En este número de Quaderns queremos abordar el tema de las
infraestructuras en un momento en que se ha dado una
disfunción entre la velocidad de producción de la arquitectura y
el uso de la misma. Se han construido aeropuertos en los últimos
años para los que no hay pasajeros suficientes. En ese sentido
queríamos recuperar arquitecturas capaces de solventar esa disfunción entre
el tempo de producción y de su consumo, tal como sucede en la Instant City
del año 1971.
PP. ¡La Instant city es una “inflaestructura”!
Si os interesa, tengo también un diseño de una ciudad para tres millones de
habitantes. Se construye a 48 metros del suelo respetando lo que ocurre abajo, el
territorio. Es desmontable y tiene un peso de 50 kg/m², ¡estructura incluida!
Q. Ahora vuelve a considerarse de nuevo el peso de los edificios como un
factor relevante. En los años veinte, desde revistas como ABC, se
reivindicaban la ligereza y la esencialidad…
PP. Sí, es un tema que siempre me ha preocupado. En el año 1971 participé en un
concurso para unas escuelas que tenían que construirse en lugares despoblados,
por eso tenían que ser reutilizables para que, cuando no hubiera niños, te
pudieras llevar el edificio a otro lugar. Todas las fachadas eran de chapa y las
ventanas eran las mismas que se utilizaban en los autobuses. Se empleaban
perfiles en frío y todo iba atornillado para poder desmontarlo fácilmente.
¡No pesaba prácticamente nada!
Q. ¿Cuándo empezaste a trabajar con inflables?
PP. Entré en la escuela en el año 1954-55 aproximadamente. Ya había visto
algunas cosas de Fuller… en aquel momento estaba interesado con las cosas del
“menos”: menos peso, menos estructura, menos dinero… así que lo único que
podíaespacios estructuras inflables. Entonces me alié con un toldero para
Los hacer eran
empezar a fabricar naves industriales. Realicé montones de planos para naves.
libres en Barcelona:
Hicimos una para Astilleros Españoles de Cádiz que medía 33 metros de ancho por
“Albergue para congresistas, ICSID,
180 metros de largo. Recuerdo que iba plegada sólo en tres paquetes de lona de 2,5
Fernando Bendito,Carlos Ferrater,
x 2,5 x 2,5 metros. Entonces me invitaron al MIT, donde por aquel
José Prada, arquitectos” (Instant City)
entonces estaba Thomas Herzog, quien luego escribiría uno de los libros de
referencia sobre hinchables. Allí estuve realizando algunos proyectos de ese tipo,
Fotografía: J.M.Puim
entre ellos algunos invernaderos.
Q. En Estados Unidos conociste grupos como Ant Farm?
PP. No. Cuando empecé, las únicas estructuras neumáticas que existían eran las de
Walter Bird.
Existía anteriormente una patente de estructuras pesadísimas de lona
embetunada. Posteriormente, durante la guerra fría se empezaron a construir
muchas antenas de radar, pero debido a la radiación solar la antena se deformaba
perdiendo fiabilidad. Decidieron entonces cubrirlas, pero las cúpulas de Fuller no
servían, puesto que la estructura metálica afectaba a la recepción, por lo que
Walter Bird inventó un sistema utilizando estructuras neumáticas.
Yo que había visto alguna cosa de esas… empecé a echar cuentas.
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Q. Y ¿cómo empezó el proyecto de la Instant City?
PP. Recibí un buen día una carta de un “Comité ad hoc”. El grupo estaba formado
por estudiantes: Fernando Bendito, Carlos Ferrater y otros. No sé si realmente fue
Luis Racionero el que habló con los organizadores del congreso, o fueron los
organizadores los que se pusieron de acuerdo con él. Pero, por entonces, Luis esta-
ba fascinado por su reciente viaje a Estados Unidos, donde entró en contacto con
los movimientos underground de la costa oeste.
Q. … y la idea de una ciudad instantánea?
PP. Hacía unos años que una idea me rondaba por la cabeza. Cuando estaba
terminando arquitectura se había producido eleste número queremos abordar
En inicio de ese boom turístico que
el tema de las infraestructuras en
luego se ha ido incrementando con el tiempo. Las playas, antes tranquilas y
un momento en que se ha dado una
desnudas, se habían ido llenando de edificios baratos y ramplones construidos a
toda prisa. Poco a poco, lugares paradisíacos y desérticos se la velocidad de
disfunción entre habían ido
transformando en masas desordenadas de edificaciones al la arquitectura y el uso
producción de buen tuntún. Año tras
de la misma. Queríamos recuperar
año, la situación, lejos de mejorar, empeoraba rápidamente. La degradación se
añadía a la degradación, no dando tiempo al sistema paracapaces de solventar
arquitecturas regenerarse.
esta disfunción, tal como sucede
Meditando sobre esta situación y observando cómo los campesinos de las tierras
de secano dejan descansar la tierra entre cosecha y cosecha, del año 1971. los
en la Instant City y viendo cómo
madereros planifican la tala del bosque de modo que pueda recuperarse, pensé:
¿sería factible el diseño de una ciudad de vacaciones que desapareciera sin dejar
rastro al final de la temporada turística, de tal manera que al año siguiente se
situara en otro lugar distinto y distante, con objeto de que volviera a implantarse en
el mismo emplazamiento?
Quadernos #83 - Arcutectura
Con todos estos condicionantes previos, había empezado a diseñar una ciudad de
vacaciones cuyos edificios ni siquiera necesitarían una estructura. ¿Qué mejor y
más barato material de construcción que el aire para tal fin? Así no tendríamos que