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EL COLGADO
Sheldon Kopp
EL COLGADO
La psiquiatría y las fuerzas
de la oscuridad
EDITORIAL ALF A ARGENTINA
BUENOS AIRES
Título del original en inglés
THE HANGED MAN
~ 1974 by Science and Behavoir Books, Inc.
e 1976 by EDITORIAL ALFA ARGENTINA
Traducción de
CESAR TOMAS AIRA
Tapa de
NEGRO DIAZ
Queda hecho el depósito
que marca la ley 11.723
IMPRESO EN LA ARGENTINA
A mis hijos, que tanto echaré de menos,
Jon, el poeta errante,
David, el romántico tenaz,
Nick, el amable atleta.
EL COLGADO
A veces me siento como si tuviera cuatrocientos años, y, cargado de sabiduría, me abrumase el dolor de un
conocimiento excesivo. Echo de menos el maravillarme, y la esperanza, que experimenté en mi juventud, aunque ahora
casi no puedo recordar cómo eran esos sentimientos. He visto demasiados absurdos, he sido testigo impotente de
demasiado sufrimiento.
¿Qué clase de mundo es éste? Poca cosa. Una vida extravagante, llena de padecimientos, vacía de sentido. Con todo, es
el único mundo que existe. Sólo podemos elegir entre la vida y la muerte. Si elijo la vida, debo vivirla tal como es.
Lamentarse de ella forma parte del vivir. Pero no debemos esperar que mejore por efecto de esos lamentos: pues no los
escucha nadie que pueda hacer algo al respecto. Los únicos que habrán de escuchar mis quejas son los otros
quejumbrosos, también atrapados en este abismo, en esta única vida disponible.
Este, entonces, ha de ser el mensaje que me diga a mí mismo: sólo puedo llegar a ser quien soy. Y sólo puedo vivir esta
vida particular que me ha sido dada. El único sentido que le encuentro es seguir adelante, sintiéndolo todo,
descubriendo cuanto sea capaz de advertir, sin buscar mejoras y ni siquiera cambios, sino sólo el coraje para vedo todo,
hasta el último detalle, sin la esperanza de que se convierta en algo diferente.
¿Por qué molestarse en escribir acerca de todo eso? ¿Con qué objeto? Nada va a mejorar. Me acuerdo aquí de la
antigua leyenda judía de los Lamed- Vov, aquellos treinta y seis Hombres Justos ocultos cuya misión era
recorrer la tierra preocupándose por el sufrimiento humano, aunque sabían que no podrían aliviarlo.
Tradicionalmente se creía que sólo mientras se mantuviera la profundidad desgarradora de su preocupación,
Dios continuaría permitiendo la existencia del mundo de los hombres comunes.
Pero yo no soy un Lamed- Vov; no soy un santo de incógnito. Me angustia más mi propia situación en este
mundo que la suerte de la humanidad. Puedo identificarme mejor con ese Hombre Justo que se dirigió a Sodoma
con la esperanza de salvar a sus habitantes del pecado y el castigo. 1 Les hablaba a los gritos, predicando en las
calles, urgiéndolos a cambiar de rumbo. Nadie escuchaba, y nadie respondía, y sin embargo él seguía voceando
su mensaje de advertencia, su promesa de redención. Hasta que un día un niño lo detuvo y le preguntó por qué
seguía gritando, cuando ya no quedaban esperanzas de ser escuchado. Y el Hombre Justo respondió: "Cuando
llegué aquí por primera vez proclamé mi mensaje con la esperanza de cambiar a estos hombres. Ahora sé que no
puedo hacerlo. Si continúo gritando es sólo con la esperanza de impedir que ellos me cambien a mí". Y eso es
también lo que pasa conmigo. Ejerzo la psicoterapia no para rescatar a los otros de su locura, sino para preservar
lo que queda de mi propia cordura. No para curar a los otros, sino para protegerme yo.
He dicho- que mi problema es que estoy demasiado viejo, demasiado abrumado por la experiencia. Pero es
mentira. En realidad mi problema es que soy demasiado joven, crónicamente un niño ingenuo y sorprendido, un
primitivo carente de conocimiento, ciego, desvalido, eterno recién nacido. Miro el mundo con una mirada
amplia y no aprehensiva, sin tratar de clasificar intelectualmente sus significados ni de adquirir habilidades
técnicas con algún propósito práctico. Simpatizo con todo lo que existe, no sé limitarme a mi propio lugar en el
tiempo y el espacio. Como a los salvajes, me espantan los enemigos invisibles. Y al igual que el primitivo que
por primera vez se encuentra ante una sequoia gigante o a orillas del océano, una y otra vez me llenan de pavor
las experiencias de un mundo que mi mente no puede abarcar.
1 Elie Wiesel. One Generation After, traducido por Lily Edelman y el autor. Bard Books Ipublicado por Avon, ueva York, 1972, págs. 94 y ss.
Aun la experiencia de mi propia mano me deja perplejo. Se encuentra fuera del "yo" fenoménico (que se ubica
en alguna parte de la cabeza y el pecho), y sin embargo forma parte de mí, Responde a mi gobierno intuitivo (la
mayoría de las veces), y sin embargo parece tener una vida propia. Y si perdiera mi mano, yo seguiría siendo yo.
¿Seguiría siéndolo?
Continuamente me deja atónito el hecho de que otras personas tengan sus propios yo, no exactamente iguales
al mío. Resulta tan difícil creer que ellos son enteramente otros, que no son yo. Para mi desconsuelo (y para mi
bien) advierto que cada árbol está separado de mí, aunque no por eso tengo que encarar el asunto, entenderlo, o
hacer algo con él. Pero en cuanto a la maldita-bendita existencia de otras personas, ¿qué debo hacer frente a eso?
A veces pienso que si cualquiera de nosotros pudiésemos por un momento ver el mundo a través de los ojos de
otra persona, mirar desde dentro de su cráneo, tener la oportunidad de comparar su experiencia con la nuestra,
con toda seguridad enloqueceríamos de inmediato.
Y como si no fuera más que suficiente tener que vérmelas Con otro ser humano que no es yo, aparece además la
encantadora, lunática, temible e irresoluble alteridad de la Mujer. Su presencia desafía, deleita, contrasta y
completa mi masculinidad. Es una experiencia que no puedo soportar sino por unos pocos momentos.
A veces sentimos el mero hecho de estar vivos como si no tuviésemos piel, sólo la carne viva vulnerable,
sensible, irritable, siempre en peligro. Es en esos momentos cuando más necesito percibir mi lugar entre la
gente, escuchar su historia y saber que también es la mía. Imperativamente necesito estar seguro de que alguien
puede oírme, recibir su grito de respuesta, contestarle del mismo modo.
En tales ocasiones, confío más en mis sueños que en mis experiencias de vigilia. Desde hace mucho tiempo
considero a mis sueños como visiones proféticas. No quiero decir que predigan el futuro, sino sólo que iluminan
el presente cuando mis ojos se cierran tanto que pueden empezar a ver con claridad. No estorbado por la razón,
apartado de las distracciones de la sabiduría convencional, libre de los distorsionantes rituales protectores
propios de la interacción social, en mis sueños puedo ver más vívidamente quién soy y dónde estoy. Por eso es
que con tanta frecuencia prefiero confiar en mi juicio nocturno, y tomar decisiones sobre la base de mis
reminiscencias matutinas. Creo que Jung está en lo cierto cuando dice que nuestros sueños "no son sino un
mensaje del alma oscura que todo lo une". 2 Esa apertura hacia mis propios sueños me pone en contacto con los
aspectos más antiguos y más humanos del ser que soy, me ayuda a encontrar mi lugar en la comunidad humana.
Así como los sueños son la voz interior de las luchas, alegrías y ambigüedades básicas de la humanidad, los
mitos son su expresión externa. Los motivos recurrentes de las leyendas y los cuentos de hadas ofrecen
imágenes concentradas de las eternas inquietudes humanas, nítidos esquemas de formas de conducta universales.
Es así cómo estos viejos relatos, al igual que los sueños, me transportan más allá de los límites de mi historia
personal, me devuelven a la corriente transpersonal de la humanidad. Conservan su misterio poderoso y su
acuciante sabiduría aún hoy, cuando nuestra ilustración ya no nos permite seguir "creyendo" en ellos. Todavía
pueden instruirnos, siempre y cuando el exceso de civilización, de adelantos y de ciencia, no nos haya vuelto
sordos a su mensaje. En la medida en que cada uno de nosotros se abra a su propio inconsciente, se sentirá
conmovido por las leyendas míticas de pueblos antiguos que creyeron que el mundo estaba controlado por
fuerzas oscuras y poderes ocultos. Es en esta sabiduría popular del mundo donde podemos llegar a comprender
los esquemas que revelan nuestra común humanidad.
Así sucede con la historia de Pandora, el mito griego acerca de la primera mujer mortal sobre la tierra. Irritado
con el hombre porque Prometeo había robado el fuego olímpico, Zeus creó a Pandora como instrumento de
venganza: un ser maligno a quien todos los hombres habrían de desear. El propio nombre de Pandora significa
"portadora de todos los dones". Atenea le otorgó su conocimiento de las artes,
2 C.G.Jung. Reseña de G.R.Heyer, Praktische Seelenheilkunde, Zentralbltut fur psychoterapie, IX (1936, 3: 184 - 187). Coll. Works,
último volumen, citado en Psychological Reflections; An Anthology of the Writings of C. G. Jung, selección y compilación de Jolande Jacobi, Harper and
Row, Nueva York, 1961, pág. 68.
mientras que Afrodita la hizo hermosa. Armada con la astucia y las zalamerías de Hermes, y elegantemente
adornada por las Gracias, era en verdad Irresistible. Fue así que Epimeteo (hermano de Prometeo) quedó
perdidamente enamorado de ella y la acogió con adoración en el mundo de los mortales.
Pandora traía consigo una caja acerca de la cual Zeus le había prevenido que no la abriese nunca jamás y no
espiara dentro ni por un instante. Pero al fin, la curiosidad fue más fuerte que ella: y alzó la tapa de la caja, sólo
para echar un vistazo a los secretos que contenía. En ese momento de descuido escaparon volando todas las
miserias del hombre. Pulularon por el mundo la Codicia, la Vanidad, la Calumnia, la Envidia, y todos los
restantes vicios mortales. Horrorizada, volvió a cerrar la caja' de un golpe. Al hacerlo, retuvo para el hombre lo
que quedaba en la caja, la virtud más radical: la Esperanza.
Si las miserias no hubiesen sido desatadas, con seguridad la Esperanza habría quedado atrapada debajo de
ellas. Aun cuando los males habían sido desconocidos para la humanidad antes de que la curiosidad de Pandora
los dejara libres, también lo había sido la empeñosa voluntad del hombre de vivir con sus imperfecciones. Sufrir
no nos hace ni buenos ni malos. Sólo es preciso que en nuestro deseo de evitar el dolor y el mal no nos
apartemos de la creciente inquietud hacia la que nos lleva la curiosidad.
¿Cómo debemos entender este torbellino de saber primitivo? ¿Cómo es posible que la sabiduría de todos los
tiempos nos llegue bajo la forma de visiones nocturnas aparentemente sin sentido y el sempiterno
entretenimiento de los cuentos populares transmitidos por tradición oral? ¿Cómo puede ser que la captación
intuitiva de aquellas experiencias que son más humanas ocurra en la soledad de sueños que con tanta frecuencia
parecen irracionales, y en los fragmentos de leyendas y dramas primitivos que bien quisiera el hombre civilizado
haber producido él mismo?
El concepto junguiano de los arquetipos ofrece un puente entre los temas recurrentes de la literatura mundial y la
mitología por un lado, y los de los sueños y fantasías del hombre contemporáneo por el otro. Sin embargo,
existen factores distorsionantes que oscurecen los significados eternos y universales de los temas arquetípicos.
Su poder primordial se ve circunscripto por el contexto cultural en el que aparecen, limitado por las
convenciones históricas de la época, y sujeto por lazos con retos a las experiencias vitales de un individuo
particular.
Con la esperanza de trascender estas restricciones y distorsiones, se intentó representar los arquetipos de la
transformación psíquica bajo la forma de imágenes visuales no Verbalizadas. De este modo es posible responder
a sus mensajes primitivos sin la intermediación transfíguradora del lenguaje, los recursos literarios y las
restricciones del contexto histórico. La respuesta personal es más pura, surge con mayor plenitud y vivacidad de
la intuición cuando se la evoca con imágenes pictóricas que "muestran los pasos que hay que dar, las distintas
fases del trabajo interior, (que) ... aseguran ... una universalidad que trasciende las convenciones culturales y
lingüísticas. Eso es el Tarot". 3
La más antigua mención de las cartas del Tarot es de B90 d.C., pero se dice que las imágenes de las cartas de
la Arcana Maior (que aparecen como ilustraciones a lo largo de este libro) provienen de antiguos escritos
sagrados egipcios. Algunos eruditos en Tarot insisten en que su origen es chino, mientras que otros sostienen
que fueron traídas desde la India por -los gitanos. Sea cual fuere la hipótesis correcta, o aun si las cartas resultan
estar directamente vinculadas con las fuentes cabalísticas judías (como algunos pretenden), es seguro que son
muy antiguas, eternamente cautivante s, y ricas en símbolos místicos.
Hay 78 cartas en un mazo de Tarot. La Arcana-Minor mcluye 56 cartas divididas en cuatro series y
numeradas de modo tal que sirve como antecedente de las modernas cartas de juego. Junto con las 22 cartas de
la Arcana Maior (de las que nos ocuparemos nosotros) forman un mazo adivinatorio, con el que muchos afirman
ser capaces de leer el pasado, el presente y el futuro.
Por lo que a mí se refiere, no acepto el pretendido poder adivinatorio del Tarot. Al igual que el 1 Ching, la
Santa Biblia, o los gurúes y terapeutas (pasados y presentes), el Tarot es pobre como oráculo. No
3 Ralph Metzner, Maps of Consciousness, Collier Books, Nueva York, 1971, pág. 55 (el subrayado es mío).
obstante, todos ellos pueden servir como fuente de sabiduría universal en tanto implican una inmersión en las
preocupaciones eternas del hombre, y proponen una imaginería densamente simbólica, en una atmósfera onírica
... (en la que el sujeto o paciente) no tiene nada sobre qué apoyarse, con excepción ... (de su) propio y harto
falible juicio subjetivo". 4
De este modo, aun los hombres comunes pueden abrirse a la sabiduría intemporal que por lo general se
considera restringida a unos pocos iluminados. Es así que los símbolos del Tarot pueden servir de guía para
revelaciones arquetípicas del inconsciente transpersonal o colectivo. Estas imágenes suscitan profundos ecos en
la psiquis, poniendo a los hombres en contacto con saberes olvidados y poderes personales nunca puestos a
prueba.
La lectura de las cartas del Tarot, al igual que la alquimia, la astrología, la numerología y la hechicería, ha
sido asociada tradicionalmente con las artes negras. Y "la fuerza que lleva al hombre a la magia negra es el
apetito de poder". 5 Pero el poder que yo busco no es el de los ensalmos y embrujos, ni el del sortilegio
diabólico. En cambio, me dirigiría y dirigiría a mis pacientes hacia aquellos lugares recónditos de nuestro
inconsciente que han sido oscurecidos por la ciencia, la civilización y el saber convencional a serpiente del
paraíso les dijo a Adán y Eva que si comían del fruto del Árbol del conocimiento: "No moriréis más sabe Dios
que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses sabiendo el bien el mal". 6 Para
mí, ser como dioses significa encontrar dentro de nosotros mismos aquellas cualidades más profundamente
humanas. Los pensamientos más antiguos del hombre aparecen con figuras fascinantes entre los símbolos
pictóricos de la Arcana Maior del Tarot.
Primer está El Tonto, el joker del mazo. Este joven ingenuo con la mirada fija en un lejano horizonte está
representado a punto de caer en un precipicio. El abismo no lo amedrenta. Un paso más y habrá atravesado las
puertas de la experiencia, al iniciar la aventura suprema en busca de la sabiduría cósmica. La rosa blanca que
tiene en su mano, el perro a sus pies, la serpiente que se aleja reptando, el zurrón de conocimientos no
empleados que carga al hombro, todo esto está grávido de significados simbólicos. En posición correcta, esta
carta indica las elecciones espirituales creativas que se presentan en la vida, elecciones que se deben hacer con la
mayor cautela.
En posición inversa, cabeza abajo, El Tonto previene sobre errores y fracasos y acerca de los trucos de que se
vale la vida para hacemos tontos a todos. Pero para el tonto místico, el empeño en la tontería juvenil puede
aportar sabiduría. Tener la simpleza de espíritu suficiente como para preguntarse" ¿Quién soy?" es comenzar a
ser sabio.
Otra figura simbólicamente sugestiva en la Arcana Maior del Tarot es la de El Mago. En él se ha
cumplido todo lo que en El Tonto era sólo promesa. Eleva su vara hacia los cielos con una mano,
mientras que el índice de la otra apunta hacia la tierra. Extrae su poder espiritual de lo alto, pero lo
manifiesta en la experiencia directa de su vida cotidiana. E18 acostado que aparece sobre su cabeza y
la serpiente devorándose a sí misma que sirve de cinturón a su toga, son símbolos de la Eternidad. A
su disposición, sobre la mesa que está frente a él, se encuentran los elementos naturales de la vida:
aire, fuego, agua tierra, representados respectivamente por los símbolos e cada palo de los naipes de la
Arcana Minor. Están las espadas (piques) de la Lucha y la. Desgracia, los Bastos (tréboles) del
Emprendimiento y la Gloria, las Copas (corazones) del Amor y la Felicidad, los Oros (diamantes) del
Dinero y el Interés. Esta carta mágica del advenimiento al Yo Superior, cuando aparece en posición
correcta sugiere la unión de la voluntad personal con el designio divino, la consumación de la
habilidad, el ingenio y el poder. Invertida, significa el uso destructivo del poder o su parálisis por
causa de debilidad o indecisión. Describiré sólo una carta más por el momento, para completar la tríada
del Tarot que más me guio hacia mi yo oculto. Cuando dispuse por primera vez el mazo ante mí, sin saber
nada de los significados tradicionalmente adscriptos a cada imagen, me sentí impulsado a recoger El Tonto,
El Mago y El Colgado.
4 The 1 Ch'ing or Book ofChantLes, traducción Baynes, Bollingen Series XIX. Princeton University Press, Princeton, Nueva
Jersey, 1950. De la Introducción de C.G. Jung, pág. XXXV
5 Richard Cavendish, The Black Arts, Capricorn Books, Nueva York, 1967, pág. 1
6 Génesis 3: 4 - 5 (el subrayado es mío)
La última de estas figuras cuelga suspendida cabeza abajo de una cruz de madera viva. Tiene los brazos doblados a la
espalda, su pierna libre, doblada, forma una cruz viviente, y la cabeza pende en una aureola brillante de profundo éxtasis.
Se encuentra en una postura de reversión mental, saldando antiguas deudas en la medida en que se allana a la redención
de concentrarse en asuntos a la vez espirituales y ocultos. Esta carta en posición correcta sugiere la reversión del modo
de vida de un hombre. Es durante esta pausa profética que suspende sus decisiones, mientras se apresta a acceder
plenamente a la conciencia personal. Invertida, esta carta implica profecías falsas, arrogancia, y resistencia a las
influencias espirituales.
Cuando recogí las tres cartas, no pude decidir de qué modo tomar El Colgado. Al evaluar el significado de las
tres figuras que tanto me cautivaban, me di cuenta de que en realidad me encuentro en una encrucijada de mi vida.
Como adulto, maestro y terapeuta, he alcanzado buena parte de la habilidad del Mago, su ingenio y su poder.
Pero convertirme en ese poderoso gurú me ha costado mucho de la inocencia, el idealismo y la curiosidad del
Tonto. La sabiduría llegó acompañada de un cinismo hastiado del mundo, que me ha desalentado y estereotipado.
Mediante el golpe contundente de un tumor cerebral, la vida me convirtió en un tonto. Cuando cayó sobre mí, sin
aviso ni justificación, mis poderes mágicos parecieron vacíos de significado, y me quedaba muy poca de la
espontaneidad juvenil necesaria para volver a encontrar mi camino. Y así, en este momento me encuentro de vuelta en la
psicoterapia, una vez más como paciente, saldando viejas deudas, buscando la redención, detenido una vez más para
encontrar el camino. La concentración espiritual y el acercamiento a las cuestiones de lo oculto inconsciente me hicieron
escribir este libro, persiguiendo el conocimiento de los esquemas y fuerzas que dan forma a nuestras vidas. A riesgo de
que mi Colgado aparezca en posición invertida, voy a combatir las falsas profecías que me dicta mí arrogancia. Sólo así
podré llegar a saber si estoy encaminado hacia la redención o si estoy simplemente "colgado".
En la historia temprana del hombre, y todavía hoy en las culturas primitivas, los sueños y los mitos son considerados
realidades religiosas. Constituyen un aspecto incuestionado de la vida, como determinantes culturales.
A medida que las culturas "progresan" la ciencia y la razón van diluyendo el significado y la profundidad de aquellos
relatos y experiencias. Sin embargo, sucede que la ciencia no ha cumplido su tarea y así, en tiempos recientes, el hombre
ha tornado conciencia de cierta pérdida. Las explicaciones no. satisfacen. Saber que esto o aquello no es más que un mito o
un sueño nos deja perdidos y errantes, con un profundo sentimiento de alienación, de pérdida de significado, y de vacuidad. Y
así en (nuestro siglo, la tecnología, alguna vez promesa de feli1cidad, se ha convertido en amenaza no sólo para nuestro modo
de vida, sino para la vida misma. Poetas, pensadores y científicos sociales están dispuestos a restaurar el significado más
amplio de los mitos y los sueños. Experimentan una renovada esperanza en nuestra posibilidad de recobrar la sabiduría de la
niñez, el poder de la inocencia, la sofisticación de los primitivos. En consecuencia, una renovada aproximación a los mitos y
los sueños servirá para recuperar el acceso a verdades existenciales perdidas. El simbolismo y la intuición restablecen la
posibilidad de hacer contacto con la sustancia transpersonal del ser humano. Reducir mitos y sueños a simples cosas pasibles
de ser explicadas, y creer que de ese modo podemos comprenderlas más plenamente, vacía a las culturas que se construyeron
sobre la base de esos mitos y sueños. Tal vez estamos llegando a reconocer que, corno escribió el poeta Archibald Mac Leish,
"un mundo se acaba cuando su metáfora ha muerto.". 7
Interesa averiguar de qué modo loe intentos hiperracionalistas de explicar esas poderosas metáforas terminaron por vaciarlas
de sentido, El mito del que los primitivos, sin ponerlo jamás en duda, extraían sus fuerzas, y en torno del cual conformaban
los significados de sus vidas, es estudiado por los eruditos corno un mero relato acerca de Dioses, no. demasiado distinto de
aquellas sagas cuyos protagonistas activos son personas. Los antropólogos, con un enfoque distorsionado tanto por el
iluminismo como por la rémora de las fariseas perspectivas occidentales y cristianas, se apresuraron a ver el mito primitivo
como algo inferior a la religión. No conformes con denigrar los vestigios de las imágenes míticas de las
sociedades más antiguas, de algún modo llegaron a sentir que hasta los grupos africanos contemporáneos, por ejemplo., tenían
por guía poco más que un infantil fetiche tribal. Estos primitivos ni siquiera se habían dado cuenta de que existe un Dios único,
y sus ritos simbólicos de canibalismo en modo alguno podían ser considerados equivalentes a las prácticas de los
norteamericanos contemporáneos (antropólogos incluidos) que una vez por semana comen del cuerpo y la sangre de un Dios
muerto.
Separados de la legítima imbricación en la vida espiritual de su tiempo, vistos como algo menos que religioso, o
prerreligioso, los mitos acabaron reducidos a ser nada más que el intento del ingenuo primitivo por explicar algún
fenómeno natural que, en realidad, su ignorancia no le permitía comprender. Las explicaciones míticas de la
existencia del universo, los mitos de creación que aparecen en toda sociedad, pasaron al mismo plano que las
preguntas del niño preescolar acerca del origen de las cosas, nacidas de la ignorancia y la curiosidad. Ya nadie
comprendió que surgían del perenne desamparo del hombre en un universo atravesado por fuerzas que en última
instancia no tiene modo de controlar, en un universo de cuyos orígenes nunca puede estar seguro.
7 Archibald MacLeish, "Hypocrite Auteur", Collected Poems 1917 - 1952, Houghton Mifflin Co., Boston 1952, pág. 173
Sólo en las últimas décadas hemos caído en la cuenta de que la ciencia no nos salvará, que la razón es una ramera que nos
seduce, que el desengaño es lo habitual.
Nuevamente los hombres empezaron a tornar en serio sus mitos y sueños como expresiones del esfuerzo humano, por lograr
una visión total del mundo, por interpretar qué hay de significativo en la vida, como intentos serios de integrar experiencia y
realidad. El existencialismo surgió en Europa cuando las esperanzas y los sueños fueron destrozados por una nueva guerra
mundial, guerra que incluyó la barbarie genocida, demasiado grotesca corno para que pudiese ser comprendida.
Fue entonces que se redescubrió a Kierkegaard, que Platón y Agustín fueron considerados más significativos que
Aristóteles y Tomás de Aquino como guías para entender cómo vivimos. Fue entonces que Sartre y Heidegger,
Jaspers y el resto, hicieron oír sus voces, cuestionaron los cimientos mismos del ser, sacudieron el mundo
filosófico, repudiaron las categorías metafísicas tradicionales, y sentaron a la investigación científica tradicional
sobre su presuntuoso trasero. Fue entonces cuando los emergentes mitólogos de nuestra época pudieron hacer
sentir su impacto. Fue entonces que Alan Watts, ese juglar errante del Zen y el misticismo, pudo definir el mito en
forma tan simple y vigorosa, como "una imaginería en cuyos términos damos sentido a la vida". 8 Fue entonces
cuando el reduccionismo de Freud, su empleo de los mitos para hacer explícita la profundidad y el poder de la
experiencia humana, pudo dejar paso a Jung, quien sugirió ahora que los sueños eran visiones o imágenes de
significados antes que síntomas, que constituían un espejo mágico que podría unificar y transformar nuestra
experiencia.
Tal vez el mitólogo más extraordinario de nuestra época sea Joseph Campbell. Ha recopilado los viejos
relatos, conservando la riqueza original de su revelación, y devolvió a la mitología a su sitial antiguo de aventura
del espíritu, cuya profundidad la vuelve cuestión de vida o muerte. Para llegar a definir al mito, Campbell estudia
cuatro funciones de la mitología. 9
La primera es la función mística o metafísica, con la que el hombre intenta una "reconciliación de la
conciencia con una condición previa de su propia existencia, la naturaleza monstruosa de este juego terrible que es
la vida". En el marco de esta función se encuentra nuestra experiencia de vivir una vida que es fundamentalmente
inmanejable, incomprensible, y en definidas cuentas dolorosa. ¿Cómo puede un hombre abrirse paso en un
peregrinaje semejante cargando sus culpas, su perplejidad, su impotencia, a menos que existan mitos que rediman a
la conciencia humana de su trágica sensación de sobrecogimiento y extravío? En segundo lugar Campbell
menciona la función cosmológica. Quiere decir con esto que el hombre necesita darse una imagen del universo
para poder comprender el lugar en que vive. El mito formula una imagen acorde con la ciencia y la cultura de la
época; proporciona un sentido de unidad, de modo que cualquier cosa con la que uno se encuentre pueda ser
reconocida como parte de "una grande y única escena sacra". La tercera función del mito, que Campbell llama
sociológica, es definida como una forma de "validar y mantener un cierto orden social específico". La posibilidad
de que esta función se corrompa es evidente cuando reyes y sacerdotes pueden invocar la profunda experiencia de
sueños y mitos para mantener en la esclavitud al pueblo, y aumentar su poder. Es por eso que en un momento dado
James Joyce hace que su Ulises se toque el entrecejo con un gesto pensativo)' declare: "aquí dentro dice que debo
matar al sacerdote y al rey". 10
Campbell designa como psicológica a la cuarta función, la mitología, En esta ve al mito como guía yapoyo para
sostener a los individuos desde el nacimiento hasta la muerte, a través de las difíciles transiciones que exige la
vida humana. Para Campbell ésta es quizá la función primordial, dado que considera a los órdenes sociológico
y cosmológico como variables, y a las correspondientes funciones de la mitología como contingentes en el orden
del tiempo. Por el contrario, advierte que existe una irreductible biología de la especie que hace necesario que
cada hombre enfrente los mismos problemas psicológicos inherentes. Pone énfasis en lo excesivamente largo del
período de inmadurez y dependencia de la especie humana, y las consiguientes dificultades para atravesar el
umbral hacia la responsabilidad adulta, las dificultades para emerger en un segundo nacimiento que es en verdad
un nacimiento social. Por eso es que Campbell nos dice que "la cuarta función es iniciar al individuo en los órdenes de su
propia psique, orientándolo hacia su enriquecimiento y realización espirituales".
8 Álan Watts. "Westem Mythology: Its Dissolution and Transformation", en Myths, Dreams, and Religion, compilado por
Joseph Campbell, E.P.Dutton and Co., Inc., Nueva York, 1970, pág. 14.
9 Joseph Campbell. "Mythological Themes in Creative Literature and Art", en Myths, Dreams, and Religion, 1970, págs. 138
- 175.
10 pág. 574~mes-- Joyce, Ulysses, Random House, Nueva York, 1934
Por lo tanto, hay muchos modos de comprender las funciones del mito. Tal vez a la larga resulte que cada uno de esos
modos no es sino un mito contemporáneo, un cuento de hadas que nos contamos a nosotros mismos
para damos ánimo mientras erramos por la jungla en definitiva irresoluble de una vida más oscura, más peli-
grosa, y más sobrecogedora de lo que quisiéramos que fuese.
En lo que a mí se refiere, uno de los modos de concebir tales asuntos que más me ayudó a comprenderlos es el
concepto de C. G.l ung de los arquetipos. 11 Para 1 ung, los arquetipos son esquemas biológicos de conducta,
modos de percepción, y formas de experimentar la vida que han hecho posible en todas las épocas la
autoconciencia del hombre en el mundo. Son maneras inconscientes de aprehender la vida, evidentes para
nosotros sólo a través de los efectos que producen. Estos efectos son esquemas fenoménicos universales, que
pueden reconocerse en la configuración recurrente de determinadas situaciones y en los tipos de figuras que
"conforman el modo en que los seres humanos se experimentan a sí mismos, a los otros, y al mundo en su
conjunto". 12
Los motivos familiares que se repiten una y otra vez en sueños y mitos incluyen imágenes tan primordiales
como la Creación Original, la Gran Madre tanto en su carácter de vientre fecundo como en el de voraz y
destructiva, el Gran Padre, que puede ser el viejo y sabio Señor del Cielo, o un juez arbitrario e iracundo; y el
Hijo como vínculo con el pasado. Los insolubles misterios de la relación entre lo masculino y lo femenino, la
oscuridad y la luz, el cielo y la tierra, los cimientos mismos de la existencia, se manifiestan sin cesar, en cada
aparición y aventura del Héroe. El mito de la muerte y resurrección del héroe ha sido empleado durante mucho
tiempo como conjunto de imágenes que expresa el ritmo vital de acontecimientos naturales tales como los
cotidianos crepúsculos del sol.
Imágenes poderosas como ésta han morado siempre en la enigmática penumbra del inconsciente colectivo del
hombre, configurando sutilmente el sentido de su propia persona, de su mundo, de la Naturaleza misma. Estos
arquetipos no son tanto ideas heredadas cuanto modos heredados de funcionamiento psíquico, esquemas
biológicos de experiencia. Cada hombre está, por supuesto, sujeto a las experiencias particulares que componen
su propia historia personal. Pero cada hombre se encuentra también en relación con todos los demás hombres,
de Cualquier época y lugar, gobernado por maneras transpersonales de vida que incumben a todos los hombres
Los arquetipos que vinculan a los hombres por sobre el vacío que los separa "semejan lechos de ríos;
secos ya porque el agua ha desaparecido de ellos, aunque puede volver en cualquier momento. Un
arquetipo es como un viejo curso de agua por el cual el río de la vida fluyó durante mucho tiempo,
trazando un profundo surco para correr por él. Cuanto más tiempo haya corrido tanto más
profundo el surco, y mayor probabilidad de que tarde o temprano retornen las aguas". 13
Es posible, por supuesto, tratar de entender los sueños como expresión epifenoménica de procesos
fisiológicos, o a lo sumo como el residuo curiosamente fragmentado y poéticamente condensado de'los
acontecimientos del día de un determinado hombre, motivado tal vez por deseos infantiles inconscientes
del individuo. Del mismo modo, podemos tratar de elaborar una historia natural de dioses y héroes, en
la cual "el mito no significa otra cosa que el relato de aquello que les ha sucedido, transmitido por
creyentes entusiastas". 14 Pero para mí, reducciones objetivadoras como ésas diluyen la riqueza
transpersonal de la experiencia humana, que tan tremendamente acrecientan las coloridas metáforas del
sueño y el mito.
Yo no sé realmente cómo son las cosas. Hace mucho, mucho tiempo que dejé de creer en la Realidad. Prefiero
el encanto y el terror de mis experiencias subjetivas antes que aquellas explicaciones fríamente científicas que a
la larga resultan ser no más reales, y mucho menos entretenidas, que mis propias fantasías y meditaciones. Y es
por eso que para mí los arquetipos junguianos proporcionan
un recorrido ricamente dramático e intensamente colorido. ¿Qué más puedo pedir de cualquier ventura que
encarezca la vida? Es posible que el significado de los arquetipos no me ayude a comprender mejor de lo que lo
he hecho hasta ahora la condición humana. Ya es bastante que me permitan experimentada más profunda-
mente, más plenamente, con todos los sentidos abiertos a la cualidad de mi marcha por ésta, mi sola y única vida.
11 C. G. Jung. The Archetypes and the Collective Unconscious, en Collected Works, vol. 9, parte 1, , Princeton, Nueva Jersey,
segunda edición, 1968.
12 Ibid., pág. 183.
13 C.G.Jung, "Wotan", Neue Schweizer Rundschau (N.S.), 111, 11, (mar, 1936: 657-69), en Collected Works, Citado en Jacobí, pág. 36.
14 Martin Buber, Moses: The Heuelation and the Covenant, Harpér and Row, Nueva York, 1958, pág. 17.
Capítulo II
VOY A CONTAR UN CUENTO
PARA FACILITARLES LAS COSAS
Alce Negro, guerrero y curandero de los Sioux Oglala, nos dice que "es en lo oscuro de sus ojos donde
los hombres se extravían". 1 Volver la mirada al espacio interior es a la vez fascinante y peligroso. El
Inconsciente que todos los hombres comparten, y que algunos llaman "las profundidades del alma", es
esa región oscura de la que surgen las visiones del espíritu. Es una fuente de poderes primordiales, a
veces más terribles que lo que un hombre osaría enfrentar.
Es así que casi siempre, la mayoría de los hombres evita incursionar en ese "mundo oscuro lleno de
seres fabulosos". 2 Los mitos que cuentan su historia son desestimados como meras fantasías, como
cuentos infantiles. La noche trae visiones de esos lugares tenebrosos, pero el hombre reduce su
significado diciéndose: "Estaba sonando, nada más".
Sólo el relámpago de la conciencia puede atravesar la oscuridad del Inconsciente. En la carta del Tarot
llamada La Torre, la estructura opresora de la ignorancia, es destrozada por el golpe del rayo. En
posición correcta, esta carta promete un acontecimiento de ruptura iluminadora.
Si sale invertida, previene acerca de una falta de libertad espiritual y de una opresión que se perpetúa.
Si tan sólo mirásemos, dispuestos a ver lo que se presente, si escuchásemos, preparados para oír todo lo que
suene, sin duda advertiríamos que los dones que humildemente ofrecen las profundidades transpersonales se
encuentran al alcance de la mano, una y otra vez. Así le ocurrió al antiguo rey héroe hindú, cuya batalla con la
gran oscuridad ha quedado registrada en los veinticinco cuentos de "El rey y el cadáver”. 3
Todos los días un mendigo sagrado se aparecía por la corte y en silencio le ofrecía una fruta al rey. El rey
aceptaba cada don sin prestarle mucha atención, y sin examinarlo siquiera se lo pasaba al tesorero, que estaba a
su lado, y todos los días el mendigo se iba como había venido, en silencio, sin pedir nada para sí. Al cabo de diez
años de esta charada sin palabras, un día el rey tuvo la ocurrencia de darle el obsequio recibido a su monito
doméstico. En cuanto el animal hincó el diente en la fruta, una hermosa joya cayó de su interior. Al ver esto, el
rey reclamó que el tesorero le dijese qué había sido de todos los regalos anteriormente recibidos. Resultó ser que
habían sido arrojados a la cámara del tesoro, cuyo piso estaba ahora tapizado por una masa de fruta en
descomposición y joyas de valor inapreciable. El rey se sintió al mismo tiempo complacido y curioso. Al día
siguiente habló en privado con el mendigo, y por primera vez éste requirió algo a cambio de su ofrenda. Solicitó
que fuera el rey el héroe intrépido que buscaba para que lo ayudase en un ritual de exorcismo. El bravo rey
convino en encontrarse con él la próxima noche de
luna nueva en la gran explanada funeraria, donde se cremaba a los muertos y se colgaba a los criminales. En la
oscuridad de la noche acordada, armado de su espada y encapuchado para ocultar su identidad real, el rey se
dirigió intrépidamente hacia el lugar de la terrible cita. Calaveras y esqueletos carbonizados yacían dispersos por
doquier, mientras demonios y monstruos llenaban el aire con una gritería espantosa. Cuando el rey se aproximó
1 Black Elk Speaks: Being the Lile Story 01 a Holy Man 01, Pocket books, Nueva York, 1972, pág. 2.
2 c. G.Jung, "Psychological Aspects of the Mother Archetype", ollected Works, vol. 9, Princeton University Press, Princeton,
Nueva ersey, 1969.
3 Heinrich Zimmer. The King ami the Corpse: Tale o/ the soul's Conquest of Eoil, compilado por J. Campbell,
Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1957.
para averiguar qué era lo que debía hacer para ayudar, el viejo hechicero estaba trazando sobre el piso un círculo
mágico; le dijo al rey héroe que fuera hacia el otro extremo de la explanada, hasta un árbol grande del que pendía
'un ahorcado. Debía descolgarlo y traer el cadáver hasta el Círculo mágico. Atravesando el terreno funerario con
trémula determinación, el rey se aproximó hasta el árbol para desprenderle su extraño fruto. Trepó y con su
espada cortó la cuerda. Escuchó que el cuerpo, al caer, emitía un gemido. Pero cuando quiso examinar esa figura
rígida para ver si aún conservaba vida, una risa fantasmal brotó de su garganta. El rey desafió al fantasma, pero
en cuanto dijo una palabra el cadáver voló de nuevo hasta la rama del árbol. Cuando el rey trepó para volver a
soltado, se aseguró de no emitir sonido alguno. Izó el cuerpo sobre sus hombros, y comenzó a atravesar con
esfuerzo la explanada. Pero antes de que hubiera dado muchos pasos la voz del cadáver le habló al oído,
diciéndole: "Voy a contarte un cuento, oh Rey, para facilitarte las cosas". El rey no respondió y el fantasma
procedió a contar su cuento:
Bien, había una vez tres jóvenes brahmines que hablan vivido muchos años en el hogar de su maestro
espiritual. Los tres se habían enamorado de la hija del maestro, y éste no se atrevía a concedérsela a ninguno de
los tres por temor de lastimar el corazón de los restantes. Pero por entonces la doncella enfermó seriamente y
murió, y los tres jóvenes, desesperados por igual, entregaron su cuerpo a una pira funeraria. Una vez quemado
el cadáver, el primero de los jóvenes decidió desahogar su pena errando por el mundo como un mendigo asceta,
el segundo recogió los amados huesos de entre las cenizas y marchó con ellos hacia un renombrado santuario
que se encontraba junto a las vivificantes aguas del sagrado Ganges, mientras que el tercero, quedándose en el
lugar, construyó una ermita sobre el lugar del fuego y durmió sobre las cenizas del cuerpo de la amada. Pero el
que había decidido vagar por el mundo fue un día testigo de un acontecimiento extraordinario. Vio a un hombre
leer de un libro un ensalmo mágico que devolvió a la vida a un niño cuyo cuerpo ya había sido reducido a
cenizas. Luego de robar el libro, el joven amante regresó de prisa al escenario de la cremación, y llegó cuando
también lo hacía el que había viajado hasta el Ganges, luego de haber sumergido los huesos en sus aguas
vivificantes. Se recompuso el esqueleto entre las cenizas, fue leído el ensalmo del libro, y el milagro ocurrió. La
tres veces amada resurgió, más hermosa que nunca. Y al punto volvió a suscitarse la rivalidad, pero ahora con
mayor ardor, puesto que cada uno proclamaba haber ganado el derecho a ella: uno por haber custodiado sus
cenizas, otro por haber sumergido sus huesos en el Ganges, y el tercero por haber pronunciado el ensalmo. "¿y
entonces a quién le pertenece?" dijo la voz del cadáver. "Si conoces la respuesta, pero no respondes, tu cabeza
estallará en cien pedazos.” 4
Creyendo saber la respuesta, el rey no se atrevió a quedar en silencio. La solución que ofreció fue ésta: el
brahmín que había sido capaz de conseguir el ensalmo que la devolvió a la vida había actuado 'como un padre.
El que desempeñó la piadosa tarea de llevar sus huesos hasta el Ganges había cumplido con un deber de hijo.
Pero el joven que nunca abandonó a su amada, que durmió entre sus cenizas, sólo él había vivido la vida de un
marido amante. Era a él a quien pertenecía. Apenas fue pronunciada la última palabra de este juicio, el cadáver
soltó un gemido de dolor fingido, voló del hombro del rey y volvió a colgar una vez más de la rama del árbol.
Molesto, el rey descolgó nuevamente el cadáver y recomenzó su fatigoso acarreo. La macabra escena se repitió
una y otra vez. En cada oportunidad el espectro atormentó al rey con un nuevo relato de enigma, amenazándolo
cada vez con que su cabeza explotaría si conocía la respuesta y no respondía. En cada caso, el rey descubrió que
su conciencia se había expandido, plena de una sabiduría que él no sabía que tenía. Pero, exasperantemente,
cada sabio juicio sólo le reportaba un nuevo viaje cansador hasta el árbol donde el cadáver había vuelto a
colgarse. Hubo veinticuatro cuentos en total, pero sólo veintitrés agobiados regresos hasta el árbol del
ahorcado. Pues para el vigésimo cuarto enigma el rey no pudo encontrar respuesta. Ninguna sabiduría humana
4 Ibid. pág. 207
puede fondear la gran oscuridad hasta las últimas profundidades. Había soportado la prueba con sabiduría y
bravura, pero no pudo hallar solución a este enigma final. En cambio trataba sin palabras de desentrañar el
hecho de haber encontrado la santidad bajo la túnica de un mendigo, haber recibido enseñanzas de humildad de
un mono, haber ampliado su sabiduría mediante los burlones acertijos de un extraño y aparentemente
peligroso. Al no tener respuesta para la última adivinanza, pudo llevar adelante su propósito de acarrear el cadáver
hasta el círculo mágico. ¿Tal vez fue más sabio en sus meditaciones silenciosas que en sus respuestas inteligentemente
lógicas? El espectro, al cabo, pareció complacido con el rey, y cuando se disponía a abandonar el cadáver -que ahora
era una carga mucho más tolerable-, le advirtió al rey acerca de los terribles peligros que le aguardaban dentro del
círculo mágico: "Escucha, oh Rey", advirtió el espectro. "Escucha lo que tengo que decirte, y, si en algo valoras tu
propio bien, haz exactamente lo que te indico. Ese monje mendigo es un impostor muy peligroso. Con sus poderosas
palabras va a obligarme a reingresar en este cadáver, que entonces utilizará como ídolo. Lo que planea hacer es
colocarlo en el centro de su círculo mágico, adorarme allí como una divinidad, y, en el curso de la adoración,
sacrificarte como víctima. Se te ordenará inclinarte y reverenciarme, primero de rodillas y luego prosternado en la
actitud más servil de devoción, con la cabeza, las manos y los hombros contra el suelo. Entonces intentará decapitarte
de un solo golpe con tu propia espada. "Sólo hay un modo de escapar. Cuando te ordene inclinarte, debes decir: 'Por
favor, haz una demostración de esta forma servil de postrarse para que yo, un rey no acostumbrado a actitudes tales,
pueda ver cómo se asume esa postura de adoración'. Y cuando esté echado en el suelo, le cortas la cabeza de un rápido
tajo de la espada. En ese instante, todo el poder sobrenatural que este hechicero intenta conjurar en la esfera de las
cosas celestes caerá sobre ti. ¡Y entonces serás verdaderamente un rey poderoso!”. 5
Cuando el rey llegó al círculo mágico, el mago pareció sumamente satisfecho tanto por haber completado él mismo los
preparativos para el ritual como porque el rey hubiese llevado a término su horrible misión. El círculo estaba ahora
bordeado de huesos, iluminados por velas de grasa de muertos. El hechicero tomó el cadáver, lo colocó dentro del
círculo, y lo adornó mientras entonaba sus ensalmos. De este modo obligó al espectro a reingresar al cuerpo y comenzó
a adorarlo tal como el fantasma había anticipado. Prevenido, el rey no cumplió la orden de postrarse en esa misa negra.
Apeló en cambio al ardid que le había sido sugerido, y en cuanto el hechicero hizo ejemplo de la postura de adoración, el rey
le cortó la cabeza y le arrancó el corazón. Presentó esas sangrientas ofrendas al espectro. En cuanto lo hizo, un aullido de
júbilo surgió de los espíritus de es cementerio. Habían sido rescatados de la esclavitud que el sanguinario nigromante había
querido imponerles con sus encantamientos.
El espectro reconoció con gratitud la victoria del rey héroe sobre el hechicero que había dominado los poderes
sobrenaturales. Le prometió concederle cualquier deseo que eligiese. Sabiamente el rey sólo pidió que el cuento
de esta noche fuera contado y vuelto a contar entre los hombres a todo lo ancho del mundo y a través de las edades. El
espectro prometió que así sería, y así ha sido, tanto en Oriente como en Occidente, del sánscrito al español, ayer, hoy y
mañana. Yo ya cumplí mi parte al contárselo a ustedes, ¡No dejen de cumplir con la suya contándoselo a otros!
Recientemente en mi práctica terapéutica, una paciente y yo hicimos una moderna incursión en la gran
oscuridad. Como ocurrió con ese rey hindú hace mucho tiempo, también nosotros encontramos temible y
excitante nuestra aventura mística. Nos arriesgamos juntos en la oscuridad en pos de una nueva luz.
Ese día vino a su hora de terapia quejándose de un vago pero persistente sentimiento de angustia, y un
doloroso nudo de tensión indefinida. Aunque ella por lo general reconocía con facilidad las fuentes de su
malestar, ese día no acertaba a encontrarle significado, ni causa ni alivio a esa angustia que la hacía sentirse tan
abrumada y tensa. Trató de vincular su padecimiento con problemas de su vida, pero por alguna razón no pudo
hacerlo. No parecía haber relaciones ostensibles, y ella desesperaba de salir a flote de ese marasmo de
5 Ibid. pág. 213 Y ss
malestar inconexo. Tampoco yo sabía lo que le estaba ocurriendo, pero intuitivamente traté de hacer más
concreta su difusa incomodidad y le pregunté si podía ubicar esa sensación en alguna parte de su cuerpo.
Resultó ser que la angustia estaba ubicada en mitad del pecho, mientras que el nudo de tensión se
experimentaba como un dolor de vientre. Fue entonces que recordé haber leído recientemente algo acerca de
un "viaje por el cuerpo" 6 (no diferente del "ensueño guiado", el juego de afrontamientos de Schutz 7). La idea
de alentar a un paciente a fantasear un viaje por la gran oscuridad de su propio cuerpo era incitante, pero hasta
el momento había evitado intentarla debido a mi propio temor a lo enormemente desconocido. Ella y yo ya
habíamos sido compañeros en otras aventuras espirituales, y por eso me animé a correr el riesgo esta vez. Le
pregunté si quería que la ayudase de una manera que podía requerir una buena cuota de confianza de su parte.
Aunque con obvios titubeos, aceptó intentarlo. Le dije que si era capaz de imaginarse lo bastante reducida en
tamaño, podría ayudarla a fantasear un viaje por el interior de su cuerpo que tuviera la posibilidad de
enfrentarse con su inexorable angustia.
Cuando le pregunté cómo prefería ingresar a su cuerpo, eligió la boca como vía de acceso. Como un padre que
tratara de sumergir a su hijo en el clima de un cuento poco familiar, comencé describiendo cuán vasto debía
parecer un cuerpo humano común a alguien tan pequeño como la minúscula viajera en la que estaba por
convertirse. Entusiasmo y sorpresa reemplazaron en parte su timidez cuando con los ojos cerrados empezó a
ver los panoramas liliputienses que yo le sugería.
Pronto se sintió lo bastante pequeña como para entrar, pero quedó indecisa, parada sobre su labio inferior.
Quería entrar a su boca abierta, pero casi de inmediato se vio enfrentada con el insuperable obstáculo de los
dientes, un cerco demasiado alto como para trepar por él. Sencillamente no podía saltar por encima, y se
disculpó por tener que abandonar la travesía justo en sus comienzos.
Le tomé la mano y le ofrecí mi ayuda, si estaba dispuesta a aceptada. Alentada por mí, imaginó un
miniterapeuta parado junto a ella sobre el labio. Con dependencia complacida fue capaz de imaginar que yo la
alzaba por encima de los dientes que le habían bloqueado el camino. Esperó que yo franqueara la valla y me
uniera nuevamente a ella. Cuando le pedí que prosiguiera con la descripción de los alrededores, nos hizo
disfrutar de la tambaleante caminata por la lengua, elástica como un "colchón de agua". Aparté la invitación
sexual que había en esta asociación, y la urgí a que se encaminara hacia el lugar donde estaba el conflicto.
Pronto nos encontramos suspendidos sobre el negro de su garganta. Quedó paralizada de miedo cuando atisbó
la inescrutable oscuridad del vacío. Todo el aliento o la confianza que le diera no iban a bastar para hacerle dar
un paso más. Le dije que si lograba quebrar la fascinación del abismo y volverse, advertiría en mi espalda un
gran atado. Encantada de que la distrajera de las impenetrables tinieblas de la garganta, pudo ver de inmediato la
mochila, sorprendida de haberla pasado por alto hasta ese momento. A mi sugerencia, hurgó en su interior hasta
encontrar la linterna eléctrica que yo estaba seguro de haber llevado.
Al sacarla pudo comprobar claramente cuán poderoso y brillante era el haz de luz que arrojaba, y le satisfizo advertir lo
bien que iluminaba el túnel oscuro de su garganta. Ahora que podíamos ver adelante, no nos resultó difícil descender
por ese declive escarpado hacia el corredor más amplio de su pecho.
El temor y el desaliento aumentaron nuevamente en cuanto empezó a discernir la masa de "angustia" que había más
6 William V. Sehutz. Joy: Expanding Human Awareness, Grove Press, Inc., Nueva York, 1967, págs. 90 - lIS.
7 Eugene D. Alexander, "In - the - Body Trips: A New Therapeutie Teehnique: 'Preeonscious Sharing ", Psychotherapy, reimpreso en
The Jntellectual Digest, vol, l I, N° lO, junio 1972, págs. 78 - 79.
adelante, por ese corredor. Estaba segura de que nos encontrábamos en un atolladero. No iba a haber forma de
superarla. Yo la acompañé cuando (urgida por mí) se aproximó a este nuevo obstáculo y lo examinó linterna en mano.
Describió su "angustia" como una esfera informe, marrón y abultada. El tono descompuesto de su voz me sugirió que lo
que había adelante era un gran pedazo de materia fecal, pero resistí la tentación de hacer esta interpretación por
temor de que nos sacara de su cuerpo, de vuelta a las fútiles preocupaciones de su cabeza.
Le pedí que se aproximara a la esfera y se valiese de la luz para examinar su estructura en busca de algún indicio que
nos sugiriera cómo atravesarla. Observando más detenidamente, pareció en verdad sorprendida al advertir que no era
tan sólida como había parecido a primera vista. Se convenció de que si era capaz de apartarla con el pie, podríamos
seguir adelante. Le aseguré que tal cosa no ofrecería problemas porque en la mochila yo traía un par de borceguíes
para cada uno. Una vez más se sintió complacida y agradecida por el hecho de que yo llevara justamente el equipo que
necesitábamos. Y así, sin más demora, nos calzamos nuestros borceguíes y avanzamos.
Superada la esfera de ansiedad, el pasaje volvió a estrecharse pero, entusiasmados como estábamos, no hubo
dificultades en proseguir la marcha hacia abajo y atravesar la abertura del diafragma. Y entonces, súbitamente más
dificultades! Sin previo aviso, el pasaje oscuro y estrecho se abrió a la vasta cámara de su vientre. Quedó helada de
terror cuando se enfrentó con la fría y blanca vacuidad de este espacio ilimitado. Entendí mal su alarma. Creyendo que
tenía miedo de perder el rumbo, le llamé la atención sobre una piedra grande que había a su derecha, y le sugerí que
echara un vistazo por detrás. Lo hizo, pero mis instrucciones de que revisara la caja guarnecida que había del otro lado
la confundieron. No sabía qué era una caja guarnecida. Mi metáfora había sido demasiado masculina. Traté de
describirle la caja con forma de baúl y aplicaciones de metal. "Parece un arcón marino", dijo por fin. Con alivio acepté
que me había equivocado, que en realidad era un arcón marino. Le indiqué que lo abriera y estudiara los mapas y
cartas que contenía. Las encontró, las miró y me dijo que no le servían de nada. Con condescendiente impaciencia le
sugerí que eran de fácil lectura, mapas tipo Walt Disney, y que debía observarlos con más cuidado si es que queríamos
salir de allí. Pacientemente me explicó que no estábamos perdidos sino más bien bloqueados. Esa extensa blancura
que había delante nuestro no era una tundra que había que atravesar sino un glaciar impenetrable que nos cerraba el
paso. Con tanta ansiedad como entusiasmo, le aseguré que tenía muchos equipos más en la mochila, y que con toda
certeza alguno de ellos serviría para el caso. No pudo encontrar nada, y me pidió ayuda. La primera opción que
propuse fue la que habría sido más natural para mí si yo me hubiese encontrado solo ante una pared de hielo
impenetrable. Le .dije que en la mochila guardaba una maravillosa máquina calefactora que llenaría nuestra caverna de
un suave resplandor dorado, capaz de fundir toda obstruyente frialdad. Pero replicó con impaciencia: "¿Qué otra cosa
tienes?" Era apropiado para mí, pero no para ella.
Pensé para mis adentros que algo mucho más agresivo podría servir. "¿Qué tal un rayo láser para abrimos camino?"
Con los ojos todavía cerrados, sonrió y dijo: "Muy bien, ¿hay algo más?” Supe entonces que andaba por la buena
senda. "Si revisas con cuidado la mochila vas a encontrar una botellita de T.N.T.", le sugerí. "Ya la encontré", exclamó
encantada. Le pregunté si quería que yo la arrojase en su lugar. Se rehusó enfáticamente. Hasta ese momento había
permanecido recostada sin moverse, contando su participación en la aventura. Pero ahora, súbitamente animada y
entusiasta, recogió el brazo derecho, hizo volar la imaginaria botella de T. N. T., y exclamó alegremente un explosivo
"¡BUUM!". El inesperado. estallido me hizo saltar de la silla.
El polvo se aplacó, y en la calma que sobrevino empecé a preguntarme cómo iba a terminar todo esto. "Cómo
vamos a encontrar ahora la salida", pregunté, repentinamente ansioso por temor de que eligiera un doloroso
segundo nacimiento a través de la vagina corno ruta de escape. Pero mi pregunta la sorprendió, "¿No te das cuenta?"
dijo, "Mira dónde hemos venido a caer a través del hielo. Mira ese cielo azul tan hermoso, los árboles, la hierba. Es
un día de sol maravilloso. Vamos, hagamos una excursión al campo.". Cuando me lo dijo así, vi las cosas tan clara-
mente que no pude comprender cómo las había ignorado hasta entonces. La joven angustiada y abrumada que había
iniciado ese viaje a través de la oscuridad, se había transformado en una criatura cálida, alegre y vivaz. Manifestó una
profunda sensación de tranquilidad y bienestar que nunca había experimentado antes, y estaba maravillada corno
una niña de que hubiéramos podido hacer ese mágicoviaje liberador de almas. Quiso que se lo explicara para poder
entender lo que había ocurrido. Suprimiendo mi orgullosa tentación de interpretar cómo habíamos trabajado con su
hostilidad inconsciente, le dije que ya había comprendido todo lo que había por comprender. Pareció aliviada;
complacida y aliviada por sentir que era suficiente, por decidir quedarse con el sentido intuitivo de nuestra aventura.
Estaba segura de que sola no habría podido hacer el viaje y yo estaba seguro de que tampoco habría podido hacerlo
solo. Pero no la convencí de que yo también era inexperto, de que había sentido miedo durante el trayecto y no había
estado muy seguro de la salida.
Regresó a la sesión siguiente conservando su sensación de bienestar y con un creciente apetito de aventura. En el
ínterin había emprendido un nuevo viaje por su cuenta que la había dejado feliz y esperanzada. Se sintió muy orgullosa
cuando me informó que había tenido su primera "fantasía irreal" propia. Durante toda su vida, sus ensueños diurnos
habían sido programas de trabajo del Chanchito Práctico, ideas que debían ser organizadas, situaciones de tensión que
había que repetir, y estrategias de futuro cumplimiento que había que poner a prueba. Cuánto había envidiado a su
hermana más joven, juguetona e imaginativa, que construía mundos de frutilla y siempre parecía divertirse mucho
más que ella. Le pedí que pusiera todo por escrito. Esto es lo que me entregó:
"La otra noche estaba en la cama recordando maravillada y feliz las fantasías que Shelly y yo habíamos compartido en
terapia individual, cuando emprendimos un viaje por el interior de mi cuerpo. Que yo sepa es la primera fantasía que
he tenido nunca. Lo que yo antes creía que eran fantasías, para Shelly eran planes, y después del viaje que hice
con él comprendí por qué. Estaba acostada deseando que pudiéramos repetirlo alguna vez. En realidad, sabía
que Shelly lo haría y lo que deseaba era poder hacerlo yo, de algún modo.
"Repentinamente entonces, y sin previo aviso, me encontré con Shelly en un prado de margaritas. Éramos muy
pequeños, diminutos en comparación con las flores, y parecía como si todo el mundo fuese un prado de
margaritas. Sin que yo lo planeara, saltábamos de una travesura maravillosa a otra. Hicimos pequeños túneles
por entre el pasto y nos echamos de espaldas para mirar, allá en las alturas, el envés de las margaritas, y vimos
cómo se filtraban los rayos del sol. Trepamos por los tallos y anduvimos por sobre los pétalos y nos recostamos
sobre los centros amarillos para absorber el sol. Y entonces, lo más divertido de todo, uno de nosotros por
turno inclinaba una margarita mientras el otro se trepaba al centro, y luego la soltaba de golpe, haciendo que el
otro saltase por todo el prado de margaritas, al parecer sin fin. No recuerdo que los saltos se interrumpieran en
ningún momento ni recuerdo en modo alguno quién saltaba y quién hacía saltar, y lo mejor de todo es que esto
no tiene la menor importancia… ya no”
La parte que más me gustaba era cuando ella inclinaba el tallo de la margarita, tiraba hacia abajo con todas sus
fuerzas, y lo soltaba de pronto de modo que yo resultaba catapultado hacia el cielo, daba una voltereta, y caía
planeando con alas de dragón. Ahora le tocaba a ella. Y realmente ella iba a cuidar que su oportunidad no
volviera a perderse. Durante la semana había arreglado las cosas de modo de tomarse unas largas vacaciones
de verano, liberándose de la pesada responsabilidad de dirigir un complicado proyecto gubernamental. Iba a
encontrarse con su hermana en Barcelona. De ahí en adelante todo iba a ser diversión no planificada, viajar de
un lado a otro por un territorio desconocido en busca del sol, del yo de no sabía qué.
Capítulo III
LA NATURALEZA NO CEREMONIAL
DE LA PSICOTERAPIA
-¿Quién eres tú? -dijo la Oruga.
No era un comienzo alentador' para una conversación. Cautelosamente, Alicia contestó:
-En este momento, yo... apenas si lo sé, señor... por lo menos sé quién era esta mañana, cuando me
levanté, pero me parece que debo de haber cambiado varias veces desde entonces.
-¿Qué quieres decir con eso? - dijo severamente la Oruga - Explícate!
-Temo no poder explicarlo, señor -repuso Alicia-, porque yo no soy yo, ya ve usted.
-No veo nada -dijo la Oruga.
-Temo no poder expresarlo con mayor claridad -respondió Alicia con toda cortesía-, porque para
empezar, yo misma no lo comprendo; y esto de cambiar de tamaño tantas veces en un mismo día es
muy desconcertante.
-No lo es -dijo la Oruga.
-Bueno, tal vez todavía no le parezca así -dijo Alicia-; pero cuanto tenga que convertirse en una
crisálida -cosa que sucederá tarde o temprano- y después en una mariposa, me inclinaría a pensar que
se va a sentir un poco raro, ¿no?
-De ningún modo -replicó la Oruga.
-Bueno, es posible que sus sensaciones sean diferentes -dijo Alicia-: todo lo que yo sé es que a mí me
haría sentir muy extraña.
-Tú -dijo la Oruga desdeñosamente-. ¿Quién eres tú?
Lo cual los llevó otra vez al comienzo de la conversación. 1
La disconformidad con su destino, combinada con una inquieta curiosidad, llevaron a Alicia a caer en la
conejera. Su aparición en el mundo aparentemente loco del País de las Maravillas, y sus conversaciones con sus
absurdos habitantes, le procuraron experiencias que la desarmaron al extremo de empezar a minar su cortesía, su
razonabilidad, hasta su misma identidad como persona confiablemente socializada.
La presencia de otros seres humanos ofrece un desafío continuo a la imagen que quisiéramos presentar al
mundo. A todos nosotros nos enseñaron a mantener cierto grado de restricción de nuestros apetitos primitivos, a
demostrar por lo menos una apariencia de sociabilidad y auto control. Se supone que las virtudes que conforman
una buena reputación (aunque varíen de grupo en grupo) deben estar a la vista. Se espera de nosotros una cierta
cuota de respeto por el otro, de cooperación, de candor, y de modestia. Se requiere un cierto grado de conducta
civilizada cuando ponemos en escena el baile de disfraces de la adecuación social.
Debemos comportamos como si no estuviésemos tironeados por poderosas urgencias biológicas, ni
obsesionados por oscuras imágenes primitivas, como si nuestras identidades sociales representaran a quienes
realmente somos. A fin de mantener este aceptable sentido del teatro, la interacción social está repleta de
ceremonias, convenciones, y diálogos rituales que preservan el barniz de la civilización. 2
1 Lewis Carroll, Alice' s Aduentures in W onderland, y Through the Looking- Glass, eon todas las ilustraciones originales de John Tenníel, Maemillan;
Londres, 1968, pág. 48
2 Erving Goffman. Relations in Public: Microstudies ofthe Public Order, Basic Books, Ine., Nueva York, 1971.
Las infracciones y desviaciones que intencional o inadvertidamente revelen nuestra naturaleza primitiva
subyacente son censuradas y corregidas en el acto mediante determinadas reparaciones. Es así que las imágenes
míticas poderosamente primitivas que orientan la conducta humana permanecen ocultas tras
una fachada de amanerada razonabilidad.
Cuántas veces resulta evidente que nuestro barniz de civilización, por más valioso y bien articulado que sea,
aunque esté fuertemente sustentado por superestructuras filosóficas o religiosas, no ha dejado de ser un
revestimiento delgado y precario. El hombre moderno, esa criatura pos iluminista, prefiere creer que su naturaleza
está primordialmente determinada por fuerzas psicológicas y culturales. Pero el más reciente escrutinio
investigativo y especulativo de la especie humana pone de manifiesto que gran parte de la conducta humana tiene
una base biológica en medida igual a la del resto del reino animal. Los trabajos de Ardrey, Lorenz, Tiger y Fox,
Goffman y Hall 3 respaldan todos la imagen del hombre como animal imperial, orientado por ocultas dimensiones
determinadas por el desarrollo evolutivo y mediatizadas por los códigos genéticos, todos los cuales cimentan
esquemas instintivos de apareamiento, lucha, juego y política. Preferiríamos que nuestras interacciones se basan
en sobre sentimientos más elevados, sobre ideologías, sobre principios morales. Sin embargo, con mucha
frecuencia nuestra conducta puede ser explorada como producto de la territorialidad, de esquemas biológicos
inconscientes, de violentos imperativos animales. Casi siempre nos comportamos como los animales que somos.
En la mayoría de los casos, nuestra única expresión humana es la forma en que tratamos de explicar nuestros
instintos básicos.
El éxito de la muy vendida novela de William Golding, Lord of the Flies 4 reflejó nuestra vaga conciencia
del mal que hay oculto en cada uno de nosotros, y nuestra fascinación por él. Este relato encantador y
grotesco describe cómo unos escolares graciosos y bien educados, que se encuentran solos en una isla
deshabitada, e convierten, de un día para otro, en primitivos belicosos que nos sobrecogen al poner en
práctica las desesperadas urgencias secretas que la mayoría de nosotros sólo ve de frente en sus pesadillas.
Pero podrá insistirse en que esto es sólo una novela, la invención literaria de un hombre. ¡Nada de eso!
Durante el bombardeo de Londres en la Segunda Guerra Mundial (la "guerra buena") muchos jóvenes
británicos comunes y "normales" fueron evacuados de la ciudad para protegerlos de los ataques nocturnos.
Estos "niños sin familia", 5 como los llamaron Anna Freud y Dorothy .Burlíngham, fueron ubicados en
guarderías residenciales, en bien regenteados hogares de adopción comunales que funcionaban como
colonias del Plan de Padres Adoptivos para Niños de Guerra, Inc. La mayor parte de los chicos fueron
alojados allí sólo temporalmente, con plenas esperanzas de devolverles a sus familias intactas en cuanto
fuese posible hacer sin riesgos.
Estos saludables escolares estaban bien alimentados y vestidos, correctamente albergados, y recibían
una benévola supervisión adulta; pero estaban mal preparados para sufrir la experiencia de la vida sin
familia. Algunos de los resultados fueron que estos chicos muy pronto desarrollaron inesperadas conductas
de mentira, robo, pelea y extorsión. Otros fueron tratados como una amenaza frente a la cual había que
adoptar métodos desesperados de defensa. La ausencia de respaldo y protección familiar reveló en estos
jóvenes esquemas de supervivencia no diferentes de aquellos que manifiesta cualquier animal desesperado.
Las conductas puestas de manifiesto en estas guarderías residenciales británicas en modo alguno se
advierten sólo en niños en tensión. Menciono este ejemplo en primer lugar sólo porque nuestras ideas
sentimentales acerca de la naturaleza infantil hacen que estos datos resulten más chocantes. Pero los
adultos, y aun culturas enteras, pueden sufrir deterioros semejantes. Un ejemplo reciente, dramático y
bien investigado, puede encontrarse en el último trabajo de ese extraordinario antropólogo que es Colin
M. Turnbull. Su libro, The Mountain People, 6 describe sus experiencias personales con los Ik, una tribu
cazadora y recolectora de Uganda. No hace mucho tiempo, este pueblo constituía una sociedad decente,
generosa y estable. Por un accidente de la política nacionalista africana, fueron trasladados de su entorno
familiar, que era apto para la caza y les aseguraba el sustento, a un territorio montañés improductivo, sin
agua y sin caza, donde el gobierno había decidido que debían convertirse en granjeros.
3 Lionel Tiger y Robin Fox. The Imperial Animal. Holt, Rínehart and Winston, Nueva York, 1971.
4 William Coldíng, Lord 01 the Flies, Capricorn Books, G.P. Putnam's Sons, Nueva York. 1959.
5 Anna Freud y Dorotlíy Y. Burlingham, lnfants Without FamiLies, Medical War Books, International Press, Nueva York, 1944.
6 Colin Turnbull. The Mountain People. Simon and Schuster, Nueva York 1972
Menos de tres generaciones en este ambiente ajeno, inhospitalario y punitivo dejaron a su cultura en
ruinas y a su "humanidad" convertida en algo casi inexistente. "Sus ciudades en la montaña estaban lejos
de ser habitables; la comida era incomible porque no la había, y la gente... (se volvió) tan poco amistosa,
falta de caridad, escasamente hospitalaria, y egoísta en general como puede llegarse a serlo." La
compasión, el amor, el sentimiento de comunidad y la vida familiar virtualmente desaparecieron. Los
niños eran ahora abandonados a los tres años, y se veían obligados a luchar por sí mismos como mejor
pudiesen. Los que sobrevivían se convertían en adultos descarriados, deshonestos y ruines, que
sádicamente se mofaban de las penurias de sus compañeros de tribu. Los viejos (difícilmente alguno
sobrevivía más allá de los veinticinco años) eran abandonados, pero no
antes de que los jóvenes más fuertes (en ocasiones sus propios hijos) los despojaran de las magras
posesiones que pudieran quedarles, inclusive arrebatándoles comida a medias masticada de sus bocas
desesperadamente cerradas. Aunque nuestra situación es diferente, Turnbull se pregunta acerca de los
efectos finales de la tensión; el anonimato y el frío egoísmo que reinan en el Occidente contemporáneo.
Un reciente estudio sobre "Poder psicológico y patología de la Prisión" 7 sirve como escalofriante
profecía acerca de la endeblez y fragilidad de nuestros modos de vida ilustrados y humanísticamente
civilizados. Hace apenas dos años, un profesor de psicología de Stanford creó una prisión simulada en el
sótano del edificio donde se encontraban el laboratorio y las aulas. Se pagó a jóvenes normales, para que
se desempeñaran como sujetos experimentales y se les asignó arbitrariamente el papel de prisioneros y
guardianes. El experimento, planeado para desarrollarse a lo largo de dos semanas, debió darse por
terminado a los seis días debido a los terribles resultados: rápidamente los sujetos perdieron la capacidad
de discernir entre su yo y su rol en la situación simulada. Muchos de los "guardianes" pronto se volvieron
sádicos en su uso arbitrario del poder, e inclusive los "guardianes buenos" no interfirieron en el
comportamiento abusivo de los "guardianes malos". La conducta de los "prisioneros" osciló entre el
pánico y la depresión y la despiadada delación de los otros. En ambos grupos, la moral y la ética
se deterioraron rápida e irreversiblemente. Tan poderoso fue el impacto de los resultados de este
experimento, que sus comprobaciones fueron presentadas al Comité Jurídico del Congreso de los Estados
Unidos, con la esperanza de que hicieran más vívida la peligrosa influencia de la situación carcelaria, y la
necesidad de una reforma radical. La capa civilizada de la naturaleza humana no resiste el esfuerzo.
Existen muchos parámetros reconfortantes de nuestra "naturaleza", de nuestras normas, de nuestras
maneras, que damos por seguros y contamos con encontrarlos allí cada mañana. Yo no me confío tanto.
Me acuerdo de (estoy obsesionado por) una experiencia de años atrás, cuando debí ingresar a un
hospital para una operación de cirugía mayor. Se me reconocía como un adulto competente y respetable,
marido-amigo-psicoterapeuta- escritor, y en todo sentido miembro sustancial de la comunidad. A los
pocos días, yo era no sólo un paciente sino también un chico asustado y dependiente y un despojo
miserable y arruinado. ¿Cómo iba a saber, cuando firmaba mi ingreso, decidido a encarar con
responsabilidad también este tramo de mi vida, que a breve plazo podía llegar a sentirme conmovido
hasta las lágrimas cuando una enfermera a la que no conocía me dijera que ese día yo "había movido bien
el vientre"? Supongo que esto tiene implicancias en el desarrollo de las neurosis cuando los padres dan
muy poco a sus hijos. Cuando los niños no obtienen lo que necesitan para sobrevivir, se reordenan sus
prioridades emocionales y desaparece la posibilidad suntuaria de buscar "cosas más elevadas". En
cambio, los chicos deben rebuscárselas aquí y allá para sobrevivir, y se ven constreñidos a transformar lo
que consigan, sea lo que fuere, en lo que deban haber llegado a valorar. Quisiera tener el cuidado de
señalar aquí que mucho de lo que parece corrupto, malo, brutal y grotesco en los patrones biológicos
subyacentes, es calificado así sólo en contraste con nuestras ideas románticas de lo maravilloso que es ser
"humano". Aun las situaciones de desastre y desesperación por la supervivencia revelan patrones
biológicos valiosos, como cuando en una crisis de incendio, inundación o desastre político emerge una
fuerza, un coraje, una lealtad y una devoción insospechados. Vacilo al mencionar estas cualidades,
principalmente por mi cínica convicción de que la mayoría de los lectores habrá de aferrarse a aquellos
ejemplos que les respalden sus autoimágenes más confortables y evitarán las revelaciones más
dolorosamente amenazadoras.
7 Philip G. Zimbardo. "The Psychological Power and Pathology of Imprisonment", Selected Documents in sychology, MS. N° 347,
American Psychological Association Journal Supplement Abstract Service, Washington, D.C., 1973.
No hace mucho, en una sesión de terapia de grupo, un hombre contó que se había sentido conmovido por un
programa de televisión que mostraba a los animales de presa nocturnos bajo una óptica naturalista. Se
trataba de una jauría de hienas que procuraba separar de su madre a un rinoceronte de pocos meses, todavía
sin cuernos, para poder matarlo y devorarlo. El pequeño rinoceronte logró escapar. El grupo se sintió
satisfecho y aliviado por lo que parecía un final a lo Disney para un relato horrible, pero quien lo contaba
aclaró que la cría había escapado momentáneamente, porque al anochecer del día siguiente el hato de hienas
volvería para intentar nuevamente la matanza. Se oyeron entonces consternados murmullos acerca del
pobre rinoceronte de parte de los otros miembros de grupo. Pregunté entonces cómo era que nadie más que
yo se pusiera de parte de las hienas. Después de todo, era el "designio de Dios".
Algunos pacientes trataron de ayudarme a superar mi "dura cáscara defensiva". Pero en realidad, yo sólo
estaba representando (a mi modo salvaje de hacerlo). No me siento más comprometido con el cazador
que con su presa, excepto cuando me toca temporariamente encarar uno u otro aspecto en mi propia
vida. El mundo no me parece ni bueno ni malo, sino simplemente tal como es, un des-orden (non-
pattern) azaroso y entrópico al que cada uno de nosotros aporta significado. Es cierto que de vez en
cuando siento deseos de asumir una posición dramática, pretender que existen héroes y villanos, pero
sólo para hacer más intensa la experiencia "de mi paso por este escenario que tiene tantas posibilidades
incitantes, pero carece sin embargo de audiencia, guión y dirección. Al igual que Alicia, me abro camino
lo mejor y lo más tontamente que puedo a través de esta vida que lo deja a uno perplejo.
Como ocurre con otros países de las maravillas, la psicoterapia es una eficaz interrupción de
conductas anteriores, en parte debido a la voluntad del terapeuta de proceder sin comprometerse en
tareas reparadoras de ese tipo. Su transparencia personal se combina con una restringida participación en
el ritual social protector. No estorbado por constricciones semejantes, el terapeuta y el paciente se ven
sumergidos en la intimidad personal primitiva, agitada por el poder emocional de los patrones míticos
transpersonales que entre ambos hacen emerger.
Entre las cartas del Tarot, la Rueda de la Fortuna simboliza el impacto del giro inesperado de los
acontecimientos. Lo impredecible de la conducta del terapeuta, como lo inopinado de las sorpresas que
la Fortuna aporta a la vida de cada hombre, le revelan quién es él mismo en circunstancias que lo toman
desprevenido. En la Carta del Tarot, la Rueda dela Fortuna que nunca cesa de girar lleva la marca de los
signos del Zodíaco y de fuerzas místicas animales. Como puede suponerse, en posición correcta esta
carta promete inesperada buena suerte, pero si es tallada en posición inversa puede haber un vuelco
desfavorable.
Desde el mismo momento en que entra en contacto conmigo, el paciente se enfrenta Con ambigüedades
inesperadas que se resisten a ser resueltas dentro de las categorías sociales habituales. El estilo de mis
entrevistas carece totalmente de esos lubricantes ceremoniales que facilitan la mayoría de las
interacciones sociales. Siempre que me resulta posible evito los modales ritualizados que con tanta
frecuencia proveen la apariencia de un contacto, civilizado. La señalada renuencia del terapeuta a
proporcionar paliativos o alivio impersonal incrementa, por supuesto, el nivel de incertidumbre o ansiedad
del paciente. Esto a su vez aumenta el riesgo de que abandone el tratamiento, pero a la vez asegura que, si
se queda, deberá moverse de un modo cada vez más transparente y profundamente personal. El proceso
comienza con el primer intento del paciente potencial de ponerse en contacto conmigo. Cuando llega una
llamada al teléfono de mi oficina no suena ninguna campanilla, sino que el parpadeo de una luz (que sólo
yo puedo ver) me indica que habrá un mensaje para mí en el conmutador que está en el vestíbulo. Esto
permite que las sesiones de terapia prosigan sin interrupción. La operadora sólo me pasará la llamada si se
trata de un mensaje urgente de mi esposa o de cualquiera de mis hijos. En mi profesión no hay
emergencias de otra naturaleza. Recoger las llamadas telefónicas en el conmutador me permite escoger
cuáles voy a responder. Yo no abro toda la correspondencia que me llega, y no 'Veo razón para ser
más esclavo de la compañía de teléfonos que del servicio postal. Por lo general el mensaje telefónico
habrá de rezar: "La señora Mary Smith llamó para solicitar hora de terapia", y a continuación su número
de teléfono.
Cuando me resulta cómodo respondo diciendo: "Mary Smith, habla Sheldon Kopp". De entrada, esto
aparta el contacto inicial del tradicional estilo médico-paciente, postulándonos como socialmente iguales,
dejando indefinida la relación y exigiendo una elección consciente del saludo por parte del paciente. Si
tengo tiempo, respondo al pedido con una invitación a encontramos, sentamos y charlar, para ver si
gustamos uno del otro lo suficiente como para decidir trabajar juntos. Propongo una hora, una propuesta
firme sin posibilidades de ajuste. Si el paciente pone peros porque no le conviene (la mayoría lo hace), de
inmediato le recomiendo otro terapeuta. La mayoría de los pacientes encuentran la manera de
arreglárselas para tener libre la hora que les propongo, y así resolvemos la primera exigencia de
adaptación ceremonial a mi favor.
Yo tomo muy en serio lo de la elección mutua. Durante esa primera hora debemos llegar a conocemos un
poco, y yo no supongo de antemano que el paciente decidirá trabajar conmigo. Pregunto siempre cuáles
son sus sentimientos respecto de mí, y exijo que el paciente considere la posibilidad de no volver a menos
que mi persona lo haya satisfecho y nuestro encuentro le haya despertado esperanzas. Del mismo modo,
no habré de trabajar con un paciente sobre el cual sienta que no podrá convertirse en alguien importante
para mí. En algún momento, cerca del final de la primera hora, le diré al paciente que, o bien no voy a
trabajar con él, o bien tengo ganas de trabajar con él, o que me gustaría mucho trabajar con él, junto con
las razones que me hacen sentirlo así. Para aumentar mi propia libertad en este aspecto, le hago saber .que
no habré dé cobrarle esa consulta inicial a menos que convengamos en trabajar juntos.
Cuando trato con pacientes renuentes, los que están inseguros de su voluntad de comprometerse en una
tarea psicoterapéutica, mi estrategia es aumentar el anticipo. Por ejemplo, cuando encuentro un paciente
con el que me interesa seguir trabajando, pero cuyas maniobras defensivas iniciales involucran que se
resista y rechace cualquier propuesta contractual que yo haga, le aumento las exigencias. Así, si un
paciente insiste en que no está seguro de poder venir una vez por semana, yo hago hincapié en que si
quiere trabajar conmigo tendrá que venir dos veces por semana. Si siente que preferiría hacer una prueba
de un par de semanas para ver cómo marcha, yo insisto en que se comprometa por tres meses. Si se
muestra remiso, me importa entonces que se vaya sin perjuicio para sí, y de hecho le dificulto aún más el
regreso al reiterarle que no le cobraré la consulta inicial si no vuelve a llamarme. Puede ahorrarse ese
dinero y aprovechar de esa hora lo que haya podido aprender, simplemente no volviendo a ponerse en
contacto conmigo. Pero si decide afrontar mis requerimientos contractuales y volver, entonces, por
supuesto, le cobraré también la consulta inicial.
Un problema que se plantea es el de suscitar buena fe en un paciente con tales resistencias. Es decir,
puedo
hacer que acepte un período de prueba de dos veces por semana durante tres meses, pero en el fondo
puede quedarle la inquietud de que si no le convence se irá de todos modos, y no hay nada que yo pueda
hacer al respecto. En algunos casos, resuelvo esta lucha de poderes insistiendo en percibir un anticipo
como parte del contrato. El paciente, por supuesto, es suspicaz y siente que de alguna manera puedo
hacerlo entrar y después impulsarlo a romper el contrato para quedarme con la plata. Para no dejarle
escapatoria al respecto establezco que el anticipo sea dinero que él va a perder realmente si rompe el
contrato, pero que yo no voy a ganar. Por ejemplo, uno de esos pacientes fue hace poco un hombre judío
casado con una mujer católica con la que se encontraba en una frecuente hostilidad pasiva. Se mostraba
remiso a formalizar un contrato; yo insistí en fijar un anticipo de doscientos dólares bajo la forma de un
cheque extendido a la orden de Caridad Católica, pero cobrarle sólo si rompía el contrato.
Por supuesto, sea cual fuere la naturaleza no ceremonial de la psicoterapia, el paciente y el terapeuta
son personas reales, que obran en un contexto social culturalmente sancionado, y conciertan un contrato
económico. Su alianza terapéutica básica supone el acuerdo de trabajar juntos en un lugar y un tiempo
determinados, con el propósito compartido de ayudar al paciente a ser más feliz. El terapeuta es un
profesional que intercambia sus servicios de experto por dinero, el paciente un cliente que
paga por ayuda.
Pero no es la alianza terapéutica la que abre la relación al juego de las fuerzas arquetípicas, sino la
barrera terapéutica. Esta barrera es la prerrogativa que tiene el terapeuta de actuar en cualquier momento
como si la situación no fuera real. El paciente y yo nos enfrentamos como pueden hacerlos agentes libres
cualesquiera, conversando para sacar a luz sus problemas entre nosotros. Pero en cualquier momento yo
puedo desplazar el foco hacia el modo en que él está tratando el asunto y decir: "Usted reacciona como si
yo fuera su padre (o su madre o su hermano, etc.)". En un nivel, este desplazamiento interruptor es una
interpretación de la transferencia, esto es, la atracción de la atención del paciente sobre los antiguos
sentimientos no resueltos que influyen sobre su conducta, y que en esta instancia han sido transferidos
sobre la persona del terapeuta. Pero lo que es más importante, levantar la barrera terapéutica es uno de
los muchos recursos que tiene el terapeuta para socavar la realidad social, haciendo al paciente más
vulnerable a las fuerzas oscuras que se revuelven bajo la superficie, y abriéndonos a una intimidad
personal inesperadamente intensa.
Cada sesión de terapia comienza con mi silencio. Aunque pueda no creerlo así, el paciente es quien
mejor sabe por dónde comenzar. Si prefiere esperar que yo inicie el intercambio, lo más probable es que
me escuche decir (cincuenta minutos después): "Nuestro tiempo terminó por hoy".
En caso de que empiece intentando cortesías tales como preguntarme: "¿Cómo anda usted hoy?", lo
más probable es que no obtenga respuesta alguna. Si me doy por enterado de la propuesta (en caso de que
insista), lo más probable es que lo haga manifestando mi sorpresa: "¿ Qué se cree que está haciendo?" o
interpretando su conducta-como una distracción desviada, como una desesperada maniobra elusiva, un
bajo intento de soborno, o alguna otra táctica empleada como defensa frente a su propia ansiedad. o, si se
muestra lo bastante empecinado y yo ese día me siento particularmente travieso, puedo consentir y
ofrecerle una descripción increíblemente detallada del estado de mi salud, y seguir y seguir hasta que
me interrumpa, desesperado.
Dentro del marco de referencia de la interacción social cotidiana, la terapia posee la perspectiva
caleidoscópicamente lunática del País de las Maravillas de Alicia. La cualidad trastornada de la
relación ha sido descripta satíricamente señalando que es una relación en la que el terapeuta-
siempre marcha un paso adelante del paciente. La reciprocidad de sus posiciones superior e inferior
se mantiene de dos modos distintos: crudamente, por las demandas defensivas del paciente, o
sutilmente, por las maniobras técnicas del terapeuta. Esto de desarmarse mutuamente ha sido
descripto como un interjuego en el que "el paciente insiste en que el analista marche un paso
adelante mientras trata desesperadamente de dejarlo un paso atrás, mientras que el analista insiste
en que el paciente se mantenga un paso atrás a fin de ayudarlo a aprender a marchar un paso
adelante".
De entrada el paciente se somete a este incómodo equilibrio desde el momento en que viene
voluntariamente a buscar mi ayuda, se encuentra conmigo cuando me conviene a mí, y me paga
una gran cantidad de dinero. Debe decir lo que le venga a la mente sin preocuparse de que sea
racional, apropiado, o socialmente decente. Yo no necesito decir nada, y con frecuencia eso es
lo que hago. y lo que es más, ya quedó convenido desde el principio que muchas veces el
paciente no sabrá qué es lo que realmente está tratando de decir, puesto que es guiado por
motivaciones de las que no siempre es consciente, mientras se supone que yo soy un experto en
tales asuntos. Mis reacciones ante su conducta son "interpretaciones" mientras que sus
evaluaciones de mis propósitos son "fantasías".
Por otro lado, cuando el paciente acepta que yo estoy ahí como un consultor técnico, puedo
insistir en que debe considerar mis sentimientos como los de otro esforzado ser humano. Soy el
experto no comprometido que simplemente hace su trabajo y no le interesa si su paciente
"mejora" o no. Al mismo tiempo, estoy ahí como una persona atenta, que ofrece la ayuda que
puede, pero que no sabe mucho más que el paciente acerca de cómo hay que vivir.
La aparente perversidad de mis cambios de actitud tiene un significado oculto, que perdería su
valor si le fuese revelado directamente al paciente. El yudo terapéutico de mis tácticas se propone
interrumpir tanto las defensas autolimitadoras que el paciente esgrime para evitar riesgos como el
barniz protector de sus interacciones sociales-de cortesía. Mi repentino presentarme como otro ser
humano vulnerable, alguien que está ahí para contar su propia historia, responde a mi voluntad de
ser un compañero para el paciente en el caos que sucede a estas interrupciones, Puedo hacer girar al
paciente como un trompo y ponerlo cabeza abajo con sólo dejarlo caer por su propio peso, pero
cuando llegue a los cimientos de
su vida, allí me encontrará junto a él como un compañero comprometido aunque cansado del
mundo. Y en cuanto acometa el terrible peregrinaje de una vida abierta a los peligros de las fuerzas
oscuras, que comúnmente hubiese evitado, iré con él, deseando que podamos extraer coraje el uno
del otro.
Pero decirle todo esto por adelantado sería inútil. Lo más probable es que no me creería. ¿Por qué
debería confiar en mí antes de conocerme? Y lo que es más, aun si por alguna razón siguiera
ciegamente mis instrucciones con la esperanza de obtener lo que vino a buscar, sus esfuerzos
carecerían de la vitalidad espontánea de las acciones que brotan en el fuego del momento. Ya estoy
aleccionado sobre estas cosas por el relato jasídico de la Capa:
Una mujer acudió al rabí Israel, el sabio de Koznitz, y le dijo entre muchas lágrimas que hacía doce años
que estaba casada y aún no había concebido un hijo. "¿Y qué quieres hacer al respecto?" le preguntó él.
Ella no supo qué decir. "Mi madre"; así le habló el sabio, "estaba entrando en años y no había tenido un
hijo todavía. Se enteró entonces que el santo Baal Shem iba a detenerse en
Apt en el curso de un viaje. Se apresuró a llegarse hasta su posada y le suplicó que rogara que ella pudiese
tener un hijo. '¿Qué estás dispuesta a hacer al respecto?' preguntó él. 'Mi marido es un pobre
encuadernador' repuso ella, 'pero yo tengo una cosa hermosa para darle al rabí'. Se dirigió a su casa tan
rápido como pudo, a buscar su capa de buena calidad... que estaba cuidadosamente guardada en un cajón.
Pero cuando regresó con ella a la posada, se enteró de que el Baal Shem ya había partido para Mezbizh.
De inmediato partió tras él, y dado que no tenía dinero como para ir a caballo marchó a pie de ciudad en
ciudad con su... (capa) hasta que llegó a Mezbizh. El Baal Shem tomó la capa y la colgó contra la pared.
'Está bien'-,dijo.
Mi madre anduvo a pie todo el trayecto de regreso, de ciudad en ciudad, hasta que llegó a Apt. Un año
después, nacía yo…
"Yo también", exclamó la mujer, "te traeré mi capa buena, así puedo tener un hijo."
"No servirá", repuso el sabio. "Tú ya conoces la historia. Mi madre no tuvo ninguna historia que la
guiara."
EL MAGO
Capítulo IV
ESTAR DONDE ELLOS NO ESTAN
Aunque las circunstancias han cambiado, los esquemas relacionales del hombre se repiten invariablemente.
Hubo un tiempo en que la humanidad vivió oculta en cuevas sombrías de las que sólo se atrevía a salir, siempre en
grupos, al principio a recoger raíces y yerbas comestibles, luego para cazar los animales del bosque y las llanuras. La
hacinada superpoblación de nuestros días vive en estructuras de acero y cristal levantadas con el auxilio de la más
refinada tecnología, y se gana la vida vendiendo seguros o fabricando piezas para vehículos a la luna. No obstante estos
cambios, al parecer gigantescos, en nuestro estilo de vida, ciertas configuraciones de la aventura humana sobreviven
inmutables. Algunas de las relaciones fundamentales entre los hombres seguirán siendo lo que son por mucho tiempo
aun.
De ellas, las más evidentes son las interdependencias de origen biológico: madre e hijo, padre e hijo, hombre y mujer.
Pero también sobreviven, en continua mutación, los motivos arquetípicos del líder y su seguidor, del protector y el
protegido, del maestro y el discípulo. La relación del Médico y el Paciente es otra de esas reciprocidades poderosas,
entre los modos fundamentales en que los hombres dependen uno de otro.
Siempre, y en todo lugar, ha habido hombres que han pedido a otros ayuda, conducción, o cura. A veces ese
intercambio tiene por finalidad el alivio del dolor y la enfermedad. A veces se-trata de la cura del alma.
Sea como sea, se espera que quien detenta el saber tenga poderes que trasciendan las flaquezas más humanas
del paciente. El papel de médico, por supuesto, no le es impuesto a nadie: como el borracho o el idiota del
pueblo, el médico lo es en parte voluntariamente. De modo que la tentación corruptora del poder no proviene
sólo de la dependencia esperanzada del paciente, sino también de la presunción arrogante del médico, que lo
hace creer por encima de sus semejantes.
El peligro inherente a la posición de poder del médico aparece entre los significados proféticos de una de las
cartas del Tarot: El Mago. Cuando este artista de lo sobrenatural aparece alzado sobre sus pies, el destino de la
persona a quien se le está adivinando la suerte incluye la habilidad divina y la sabiduría y poder para alcanzar
metas prodigiosas. Pero si el Mago sale cabeza abajo, el poder se usará con fines destructivos, o será paralizado
por la debilidad y la indecisión.
Hay quienes han visto semejanzas entre la relación del psicoterapeuta y su paciente, al menos en su primera
etapa, y la del brujo y su aprendiz. 1 El paciente, por supuesto, espera encontrar un padre bueno y todopoderoso,
ese nigromante-sabio que usará poderes sobrenaturales para invocar las fuerzas que curen todo mal, resuelvan
todo problema y traigan una dicha eterna.
Estas fantasías del paciente se corresponden puntualmente con la fascinación que usa el gurú para curar. Es muy
probable que durante cierto período ambos se extravíen, validando consensualmente la ilusión de que el
terapeuta sabe más que el paciente sobre las dimensiones más profundas de la vida, y que alguna vez esta
sabiduría y poder pertenecerán al aprendiz, siempre y cuando éste se rinda, se entregue, y persista en su esfuerzo.
Si los dos resisten a la tentación de terminar prematuramente este juego de poder, la batalla de magia y
contramagia sigue hasta uno de dos finales posibles: o bien el aprendiz llega a reconocer que él también es brujo,
o se extravía para siempre.
Los antepasados de los actuales médicos de la mente son numerosos. El psicoterapeuta contemporáneo ya
aparece esbozado en aquellos visionarios individuales que fueron los gurúes de antiguas civilizaciones. La
herencia que ha recibido el gurú contemporáneo incluye las metáforas curativas del maestro Zen, del rabino
jasídico, del ermitaño cristiano del Siglo IV, de los brujos, los "Medicine Men", y los Magos. 2 En su forma más
antigua y primordial, el médico fue el Shamán paleolítico, el auxiliar, médico y guía de las primitivas sociedades
cazadoras y recolectoras. Antes de que el hombre aprendiese a sembrar y cosechar, a domesticar animales o a
adorar a un dios, antes de todos esos "progresos", buscó en el Shamán una guía espiritual.
1 Adolf Guggenbuhl - Craig, Pouier in the Helping Proffesions, Spring Publications, Nueva York, 1971, págs. 38 – 40
2 Sheldon B. Kopp, Guru: Metaphors from a Psychotherapist, Science and Behavior Books, Palo Alto, California, 1971
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  • 1.
  • 2.
  • 4. Sheldon Kopp EL COLGADO La psiquiatría y las fuerzas de la oscuridad EDITORIAL ALF A ARGENTINA BUENOS AIRES
  • 5. Título del original en inglés THE HANGED MAN ~ 1974 by Science and Behavoir Books, Inc. e 1976 by EDITORIAL ALFA ARGENTINA Traducción de CESAR TOMAS AIRA Tapa de NEGRO DIAZ Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 IMPRESO EN LA ARGENTINA
  • 6. A mis hijos, que tanto echaré de menos, Jon, el poeta errante, David, el romántico tenaz, Nick, el amable atleta.
  • 8. A veces me siento como si tuviera cuatrocientos años, y, cargado de sabiduría, me abrumase el dolor de un conocimiento excesivo. Echo de menos el maravillarme, y la esperanza, que experimenté en mi juventud, aunque ahora casi no puedo recordar cómo eran esos sentimientos. He visto demasiados absurdos, he sido testigo impotente de demasiado sufrimiento. ¿Qué clase de mundo es éste? Poca cosa. Una vida extravagante, llena de padecimientos, vacía de sentido. Con todo, es el único mundo que existe. Sólo podemos elegir entre la vida y la muerte. Si elijo la vida, debo vivirla tal como es. Lamentarse de ella forma parte del vivir. Pero no debemos esperar que mejore por efecto de esos lamentos: pues no los escucha nadie que pueda hacer algo al respecto. Los únicos que habrán de escuchar mis quejas son los otros quejumbrosos, también atrapados en este abismo, en esta única vida disponible. Este, entonces, ha de ser el mensaje que me diga a mí mismo: sólo puedo llegar a ser quien soy. Y sólo puedo vivir esta vida particular que me ha sido dada. El único sentido que le encuentro es seguir adelante, sintiéndolo todo, descubriendo cuanto sea capaz de advertir, sin buscar mejoras y ni siquiera cambios, sino sólo el coraje para vedo todo, hasta el último detalle, sin la esperanza de que se convierta en algo diferente. ¿Por qué molestarse en escribir acerca de todo eso? ¿Con qué objeto? Nada va a mejorar. Me acuerdo aquí de la antigua leyenda judía de los Lamed- Vov, aquellos treinta y seis Hombres Justos ocultos cuya misión era recorrer la tierra preocupándose por el sufrimiento humano, aunque sabían que no podrían aliviarlo. Tradicionalmente se creía que sólo mientras se mantuviera la profundidad desgarradora de su preocupación, Dios continuaría permitiendo la existencia del mundo de los hombres comunes. Pero yo no soy un Lamed- Vov; no soy un santo de incógnito. Me angustia más mi propia situación en este mundo que la suerte de la humanidad. Puedo identificarme mejor con ese Hombre Justo que se dirigió a Sodoma con la esperanza de salvar a sus habitantes del pecado y el castigo. 1 Les hablaba a los gritos, predicando en las calles, urgiéndolos a cambiar de rumbo. Nadie escuchaba, y nadie respondía, y sin embargo él seguía voceando su mensaje de advertencia, su promesa de redención. Hasta que un día un niño lo detuvo y le preguntó por qué seguía gritando, cuando ya no quedaban esperanzas de ser escuchado. Y el Hombre Justo respondió: "Cuando llegué aquí por primera vez proclamé mi mensaje con la esperanza de cambiar a estos hombres. Ahora sé que no puedo hacerlo. Si continúo gritando es sólo con la esperanza de impedir que ellos me cambien a mí". Y eso es también lo que pasa conmigo. Ejerzo la psicoterapia no para rescatar a los otros de su locura, sino para preservar lo que queda de mi propia cordura. No para curar a los otros, sino para protegerme yo. He dicho- que mi problema es que estoy demasiado viejo, demasiado abrumado por la experiencia. Pero es mentira. En realidad mi problema es que soy demasiado joven, crónicamente un niño ingenuo y sorprendido, un primitivo carente de conocimiento, ciego, desvalido, eterno recién nacido. Miro el mundo con una mirada amplia y no aprehensiva, sin tratar de clasificar intelectualmente sus significados ni de adquirir habilidades técnicas con algún propósito práctico. Simpatizo con todo lo que existe, no sé limitarme a mi propio lugar en el tiempo y el espacio. Como a los salvajes, me espantan los enemigos invisibles. Y al igual que el primitivo que por primera vez se encuentra ante una sequoia gigante o a orillas del océano, una y otra vez me llenan de pavor las experiencias de un mundo que mi mente no puede abarcar. 1 Elie Wiesel. One Generation After, traducido por Lily Edelman y el autor. Bard Books Ipublicado por Avon, ueva York, 1972, págs. 94 y ss.
  • 9. Aun la experiencia de mi propia mano me deja perplejo. Se encuentra fuera del "yo" fenoménico (que se ubica en alguna parte de la cabeza y el pecho), y sin embargo forma parte de mí, Responde a mi gobierno intuitivo (la mayoría de las veces), y sin embargo parece tener una vida propia. Y si perdiera mi mano, yo seguiría siendo yo. ¿Seguiría siéndolo? Continuamente me deja atónito el hecho de que otras personas tengan sus propios yo, no exactamente iguales al mío. Resulta tan difícil creer que ellos son enteramente otros, que no son yo. Para mi desconsuelo (y para mi bien) advierto que cada árbol está separado de mí, aunque no por eso tengo que encarar el asunto, entenderlo, o hacer algo con él. Pero en cuanto a la maldita-bendita existencia de otras personas, ¿qué debo hacer frente a eso? A veces pienso que si cualquiera de nosotros pudiésemos por un momento ver el mundo a través de los ojos de otra persona, mirar desde dentro de su cráneo, tener la oportunidad de comparar su experiencia con la nuestra, con toda seguridad enloqueceríamos de inmediato. Y como si no fuera más que suficiente tener que vérmelas Con otro ser humano que no es yo, aparece además la encantadora, lunática, temible e irresoluble alteridad de la Mujer. Su presencia desafía, deleita, contrasta y completa mi masculinidad. Es una experiencia que no puedo soportar sino por unos pocos momentos. A veces sentimos el mero hecho de estar vivos como si no tuviésemos piel, sólo la carne viva vulnerable, sensible, irritable, siempre en peligro. Es en esos momentos cuando más necesito percibir mi lugar entre la gente, escuchar su historia y saber que también es la mía. Imperativamente necesito estar seguro de que alguien puede oírme, recibir su grito de respuesta, contestarle del mismo modo. En tales ocasiones, confío más en mis sueños que en mis experiencias de vigilia. Desde hace mucho tiempo considero a mis sueños como visiones proféticas. No quiero decir que predigan el futuro, sino sólo que iluminan el presente cuando mis ojos se cierran tanto que pueden empezar a ver con claridad. No estorbado por la razón, apartado de las distracciones de la sabiduría convencional, libre de los distorsionantes rituales protectores propios de la interacción social, en mis sueños puedo ver más vívidamente quién soy y dónde estoy. Por eso es que con tanta frecuencia prefiero confiar en mi juicio nocturno, y tomar decisiones sobre la base de mis reminiscencias matutinas. Creo que Jung está en lo cierto cuando dice que nuestros sueños "no son sino un mensaje del alma oscura que todo lo une". 2 Esa apertura hacia mis propios sueños me pone en contacto con los aspectos más antiguos y más humanos del ser que soy, me ayuda a encontrar mi lugar en la comunidad humana. Así como los sueños son la voz interior de las luchas, alegrías y ambigüedades básicas de la humanidad, los mitos son su expresión externa. Los motivos recurrentes de las leyendas y los cuentos de hadas ofrecen imágenes concentradas de las eternas inquietudes humanas, nítidos esquemas de formas de conducta universales. Es así cómo estos viejos relatos, al igual que los sueños, me transportan más allá de los límites de mi historia personal, me devuelven a la corriente transpersonal de la humanidad. Conservan su misterio poderoso y su acuciante sabiduría aún hoy, cuando nuestra ilustración ya no nos permite seguir "creyendo" en ellos. Todavía pueden instruirnos, siempre y cuando el exceso de civilización, de adelantos y de ciencia, no nos haya vuelto sordos a su mensaje. En la medida en que cada uno de nosotros se abra a su propio inconsciente, se sentirá conmovido por las leyendas míticas de pueblos antiguos que creyeron que el mundo estaba controlado por fuerzas oscuras y poderes ocultos. Es en esta sabiduría popular del mundo donde podemos llegar a comprender los esquemas que revelan nuestra común humanidad. Así sucede con la historia de Pandora, el mito griego acerca de la primera mujer mortal sobre la tierra. Irritado con el hombre porque Prometeo había robado el fuego olímpico, Zeus creó a Pandora como instrumento de venganza: un ser maligno a quien todos los hombres habrían de desear. El propio nombre de Pandora significa "portadora de todos los dones". Atenea le otorgó su conocimiento de las artes, 2 C.G.Jung. Reseña de G.R.Heyer, Praktische Seelenheilkunde, Zentralbltut fur psychoterapie, IX (1936, 3: 184 - 187). Coll. Works, último volumen, citado en Psychological Reflections; An Anthology of the Writings of C. G. Jung, selección y compilación de Jolande Jacobi, Harper and Row, Nueva York, 1961, pág. 68.
  • 10. mientras que Afrodita la hizo hermosa. Armada con la astucia y las zalamerías de Hermes, y elegantemente adornada por las Gracias, era en verdad Irresistible. Fue así que Epimeteo (hermano de Prometeo) quedó perdidamente enamorado de ella y la acogió con adoración en el mundo de los mortales. Pandora traía consigo una caja acerca de la cual Zeus le había prevenido que no la abriese nunca jamás y no espiara dentro ni por un instante. Pero al fin, la curiosidad fue más fuerte que ella: y alzó la tapa de la caja, sólo para echar un vistazo a los secretos que contenía. En ese momento de descuido escaparon volando todas las miserias del hombre. Pulularon por el mundo la Codicia, la Vanidad, la Calumnia, la Envidia, y todos los restantes vicios mortales. Horrorizada, volvió a cerrar la caja' de un golpe. Al hacerlo, retuvo para el hombre lo que quedaba en la caja, la virtud más radical: la Esperanza. Si las miserias no hubiesen sido desatadas, con seguridad la Esperanza habría quedado atrapada debajo de ellas. Aun cuando los males habían sido desconocidos para la humanidad antes de que la curiosidad de Pandora los dejara libres, también lo había sido la empeñosa voluntad del hombre de vivir con sus imperfecciones. Sufrir no nos hace ni buenos ni malos. Sólo es preciso que en nuestro deseo de evitar el dolor y el mal no nos apartemos de la creciente inquietud hacia la que nos lleva la curiosidad. ¿Cómo debemos entender este torbellino de saber primitivo? ¿Cómo es posible que la sabiduría de todos los tiempos nos llegue bajo la forma de visiones nocturnas aparentemente sin sentido y el sempiterno entretenimiento de los cuentos populares transmitidos por tradición oral? ¿Cómo puede ser que la captación intuitiva de aquellas experiencias que son más humanas ocurra en la soledad de sueños que con tanta frecuencia parecen irracionales, y en los fragmentos de leyendas y dramas primitivos que bien quisiera el hombre civilizado haber producido él mismo? El concepto junguiano de los arquetipos ofrece un puente entre los temas recurrentes de la literatura mundial y la mitología por un lado, y los de los sueños y fantasías del hombre contemporáneo por el otro. Sin embargo, existen factores distorsionantes que oscurecen los significados eternos y universales de los temas arquetípicos. Su poder primordial se ve circunscripto por el contexto cultural en el que aparecen, limitado por las convenciones históricas de la época, y sujeto por lazos con retos a las experiencias vitales de un individuo particular. Con la esperanza de trascender estas restricciones y distorsiones, se intentó representar los arquetipos de la transformación psíquica bajo la forma de imágenes visuales no Verbalizadas. De este modo es posible responder a sus mensajes primitivos sin la intermediación transfíguradora del lenguaje, los recursos literarios y las restricciones del contexto histórico. La respuesta personal es más pura, surge con mayor plenitud y vivacidad de la intuición cuando se la evoca con imágenes pictóricas que "muestran los pasos que hay que dar, las distintas fases del trabajo interior, (que) ... aseguran ... una universalidad que trasciende las convenciones culturales y lingüísticas. Eso es el Tarot". 3 La más antigua mención de las cartas del Tarot es de B90 d.C., pero se dice que las imágenes de las cartas de la Arcana Maior (que aparecen como ilustraciones a lo largo de este libro) provienen de antiguos escritos sagrados egipcios. Algunos eruditos en Tarot insisten en que su origen es chino, mientras que otros sostienen que fueron traídas desde la India por -los gitanos. Sea cual fuere la hipótesis correcta, o aun si las cartas resultan estar directamente vinculadas con las fuentes cabalísticas judías (como algunos pretenden), es seguro que son muy antiguas, eternamente cautivante s, y ricas en símbolos místicos. Hay 78 cartas en un mazo de Tarot. La Arcana-Minor mcluye 56 cartas divididas en cuatro series y numeradas de modo tal que sirve como antecedente de las modernas cartas de juego. Junto con las 22 cartas de la Arcana Maior (de las que nos ocuparemos nosotros) forman un mazo adivinatorio, con el que muchos afirman ser capaces de leer el pasado, el presente y el futuro. Por lo que a mí se refiere, no acepto el pretendido poder adivinatorio del Tarot. Al igual que el 1 Ching, la Santa Biblia, o los gurúes y terapeutas (pasados y presentes), el Tarot es pobre como oráculo. No 3 Ralph Metzner, Maps of Consciousness, Collier Books, Nueva York, 1971, pág. 55 (el subrayado es mío).
  • 11. obstante, todos ellos pueden servir como fuente de sabiduría universal en tanto implican una inmersión en las preocupaciones eternas del hombre, y proponen una imaginería densamente simbólica, en una atmósfera onírica ... (en la que el sujeto o paciente) no tiene nada sobre qué apoyarse, con excepción ... (de su) propio y harto falible juicio subjetivo". 4 De este modo, aun los hombres comunes pueden abrirse a la sabiduría intemporal que por lo general se considera restringida a unos pocos iluminados. Es así que los símbolos del Tarot pueden servir de guía para revelaciones arquetípicas del inconsciente transpersonal o colectivo. Estas imágenes suscitan profundos ecos en la psiquis, poniendo a los hombres en contacto con saberes olvidados y poderes personales nunca puestos a prueba. La lectura de las cartas del Tarot, al igual que la alquimia, la astrología, la numerología y la hechicería, ha sido asociada tradicionalmente con las artes negras. Y "la fuerza que lleva al hombre a la magia negra es el apetito de poder". 5 Pero el poder que yo busco no es el de los ensalmos y embrujos, ni el del sortilegio diabólico. En cambio, me dirigiría y dirigiría a mis pacientes hacia aquellos lugares recónditos de nuestro inconsciente que han sido oscurecidos por la ciencia, la civilización y el saber convencional a serpiente del paraíso les dijo a Adán y Eva que si comían del fruto del Árbol del conocimiento: "No moriréis más sabe Dios que el día que comiereis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como dioses sabiendo el bien el mal". 6 Para mí, ser como dioses significa encontrar dentro de nosotros mismos aquellas cualidades más profundamente humanas. Los pensamientos más antiguos del hombre aparecen con figuras fascinantes entre los símbolos pictóricos de la Arcana Maior del Tarot. Primer está El Tonto, el joker del mazo. Este joven ingenuo con la mirada fija en un lejano horizonte está representado a punto de caer en un precipicio. El abismo no lo amedrenta. Un paso más y habrá atravesado las puertas de la experiencia, al iniciar la aventura suprema en busca de la sabiduría cósmica. La rosa blanca que tiene en su mano, el perro a sus pies, la serpiente que se aleja reptando, el zurrón de conocimientos no empleados que carga al hombro, todo esto está grávido de significados simbólicos. En posición correcta, esta carta indica las elecciones espirituales creativas que se presentan en la vida, elecciones que se deben hacer con la mayor cautela. En posición inversa, cabeza abajo, El Tonto previene sobre errores y fracasos y acerca de los trucos de que se vale la vida para hacemos tontos a todos. Pero para el tonto místico, el empeño en la tontería juvenil puede aportar sabiduría. Tener la simpleza de espíritu suficiente como para preguntarse" ¿Quién soy?" es comenzar a ser sabio. Otra figura simbólicamente sugestiva en la Arcana Maior del Tarot es la de El Mago. En él se ha cumplido todo lo que en El Tonto era sólo promesa. Eleva su vara hacia los cielos con una mano, mientras que el índice de la otra apunta hacia la tierra. Extrae su poder espiritual de lo alto, pero lo manifiesta en la experiencia directa de su vida cotidiana. E18 acostado que aparece sobre su cabeza y la serpiente devorándose a sí misma que sirve de cinturón a su toga, son símbolos de la Eternidad. A su disposición, sobre la mesa que está frente a él, se encuentran los elementos naturales de la vida: aire, fuego, agua tierra, representados respectivamente por los símbolos e cada palo de los naipes de la Arcana Minor. Están las espadas (piques) de la Lucha y la. Desgracia, los Bastos (tréboles) del Emprendimiento y la Gloria, las Copas (corazones) del Amor y la Felicidad, los Oros (diamantes) del Dinero y el Interés. Esta carta mágica del advenimiento al Yo Superior, cuando aparece en posición correcta sugiere la unión de la voluntad personal con el designio divino, la consumación de la habilidad, el ingenio y el poder. Invertida, significa el uso destructivo del poder o su parálisis por causa de debilidad o indecisión. Describiré sólo una carta más por el momento, para completar la tríada del Tarot que más me guio hacia mi yo oculto. Cuando dispuse por primera vez el mazo ante mí, sin saber nada de los significados tradicionalmente adscriptos a cada imagen, me sentí impulsado a recoger El Tonto, El Mago y El Colgado. 4 The 1 Ch'ing or Book ofChantLes, traducción Baynes, Bollingen Series XIX. Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1950. De la Introducción de C.G. Jung, pág. XXXV 5 Richard Cavendish, The Black Arts, Capricorn Books, Nueva York, 1967, pág. 1 6 Génesis 3: 4 - 5 (el subrayado es mío)
  • 12. La última de estas figuras cuelga suspendida cabeza abajo de una cruz de madera viva. Tiene los brazos doblados a la espalda, su pierna libre, doblada, forma una cruz viviente, y la cabeza pende en una aureola brillante de profundo éxtasis. Se encuentra en una postura de reversión mental, saldando antiguas deudas en la medida en que se allana a la redención de concentrarse en asuntos a la vez espirituales y ocultos. Esta carta en posición correcta sugiere la reversión del modo de vida de un hombre. Es durante esta pausa profética que suspende sus decisiones, mientras se apresta a acceder plenamente a la conciencia personal. Invertida, esta carta implica profecías falsas, arrogancia, y resistencia a las influencias espirituales. Cuando recogí las tres cartas, no pude decidir de qué modo tomar El Colgado. Al evaluar el significado de las tres figuras que tanto me cautivaban, me di cuenta de que en realidad me encuentro en una encrucijada de mi vida. Como adulto, maestro y terapeuta, he alcanzado buena parte de la habilidad del Mago, su ingenio y su poder. Pero convertirme en ese poderoso gurú me ha costado mucho de la inocencia, el idealismo y la curiosidad del Tonto. La sabiduría llegó acompañada de un cinismo hastiado del mundo, que me ha desalentado y estereotipado. Mediante el golpe contundente de un tumor cerebral, la vida me convirtió en un tonto. Cuando cayó sobre mí, sin aviso ni justificación, mis poderes mágicos parecieron vacíos de significado, y me quedaba muy poca de la espontaneidad juvenil necesaria para volver a encontrar mi camino. Y así, en este momento me encuentro de vuelta en la psicoterapia, una vez más como paciente, saldando viejas deudas, buscando la redención, detenido una vez más para encontrar el camino. La concentración espiritual y el acercamiento a las cuestiones de lo oculto inconsciente me hicieron escribir este libro, persiguiendo el conocimiento de los esquemas y fuerzas que dan forma a nuestras vidas. A riesgo de que mi Colgado aparezca en posición invertida, voy a combatir las falsas profecías que me dicta mí arrogancia. Sólo así podré llegar a saber si estoy encaminado hacia la redención o si estoy simplemente "colgado". En la historia temprana del hombre, y todavía hoy en las culturas primitivas, los sueños y los mitos son considerados realidades religiosas. Constituyen un aspecto incuestionado de la vida, como determinantes culturales. A medida que las culturas "progresan" la ciencia y la razón van diluyendo el significado y la profundidad de aquellos relatos y experiencias. Sin embargo, sucede que la ciencia no ha cumplido su tarea y así, en tiempos recientes, el hombre ha tornado conciencia de cierta pérdida. Las explicaciones no. satisfacen. Saber que esto o aquello no es más que un mito o un sueño nos deja perdidos y errantes, con un profundo sentimiento de alienación, de pérdida de significado, y de vacuidad. Y así en (nuestro siglo, la tecnología, alguna vez promesa de feli1cidad, se ha convertido en amenaza no sólo para nuestro modo de vida, sino para la vida misma. Poetas, pensadores y científicos sociales están dispuestos a restaurar el significado más amplio de los mitos y los sueños. Experimentan una renovada esperanza en nuestra posibilidad de recobrar la sabiduría de la niñez, el poder de la inocencia, la sofisticación de los primitivos. En consecuencia, una renovada aproximación a los mitos y los sueños servirá para recuperar el acceso a verdades existenciales perdidas. El simbolismo y la intuición restablecen la posibilidad de hacer contacto con la sustancia transpersonal del ser humano. Reducir mitos y sueños a simples cosas pasibles de ser explicadas, y creer que de ese modo podemos comprenderlas más plenamente, vacía a las culturas que se construyeron sobre la base de esos mitos y sueños. Tal vez estamos llegando a reconocer que, corno escribió el poeta Archibald Mac Leish, "un mundo se acaba cuando su metáfora ha muerto.". 7 Interesa averiguar de qué modo loe intentos hiperracionalistas de explicar esas poderosas metáforas terminaron por vaciarlas de sentido, El mito del que los primitivos, sin ponerlo jamás en duda, extraían sus fuerzas, y en torno del cual conformaban los significados de sus vidas, es estudiado por los eruditos corno un mero relato acerca de Dioses, no. demasiado distinto de aquellas sagas cuyos protagonistas activos son personas. Los antropólogos, con un enfoque distorsionado tanto por el iluminismo como por la rémora de las fariseas perspectivas occidentales y cristianas, se apresuraron a ver el mito primitivo como algo inferior a la religión. No conformes con denigrar los vestigios de las imágenes míticas de las sociedades más antiguas, de algún modo llegaron a sentir que hasta los grupos africanos contemporáneos, por ejemplo., tenían por guía poco más que un infantil fetiche tribal. Estos primitivos ni siquiera se habían dado cuenta de que existe un Dios único, y sus ritos simbólicos de canibalismo en modo alguno podían ser considerados equivalentes a las prácticas de los norteamericanos contemporáneos (antropólogos incluidos) que una vez por semana comen del cuerpo y la sangre de un Dios muerto. Separados de la legítima imbricación en la vida espiritual de su tiempo, vistos como algo menos que religioso, o prerreligioso, los mitos acabaron reducidos a ser nada más que el intento del ingenuo primitivo por explicar algún fenómeno natural que, en realidad, su ignorancia no le permitía comprender. Las explicaciones míticas de la existencia del universo, los mitos de creación que aparecen en toda sociedad, pasaron al mismo plano que las preguntas del niño preescolar acerca del origen de las cosas, nacidas de la ignorancia y la curiosidad. Ya nadie comprendió que surgían del perenne desamparo del hombre en un universo atravesado por fuerzas que en última instancia no tiene modo de controlar, en un universo de cuyos orígenes nunca puede estar seguro. 7 Archibald MacLeish, "Hypocrite Auteur", Collected Poems 1917 - 1952, Houghton Mifflin Co., Boston 1952, pág. 173
  • 13. Sólo en las últimas décadas hemos caído en la cuenta de que la ciencia no nos salvará, que la razón es una ramera que nos seduce, que el desengaño es lo habitual. Nuevamente los hombres empezaron a tornar en serio sus mitos y sueños como expresiones del esfuerzo humano, por lograr una visión total del mundo, por interpretar qué hay de significativo en la vida, como intentos serios de integrar experiencia y realidad. El existencialismo surgió en Europa cuando las esperanzas y los sueños fueron destrozados por una nueva guerra mundial, guerra que incluyó la barbarie genocida, demasiado grotesca corno para que pudiese ser comprendida. Fue entonces que se redescubrió a Kierkegaard, que Platón y Agustín fueron considerados más significativos que Aristóteles y Tomás de Aquino como guías para entender cómo vivimos. Fue entonces que Sartre y Heidegger, Jaspers y el resto, hicieron oír sus voces, cuestionaron los cimientos mismos del ser, sacudieron el mundo filosófico, repudiaron las categorías metafísicas tradicionales, y sentaron a la investigación científica tradicional sobre su presuntuoso trasero. Fue entonces cuando los emergentes mitólogos de nuestra época pudieron hacer sentir su impacto. Fue entonces que Alan Watts, ese juglar errante del Zen y el misticismo, pudo definir el mito en forma tan simple y vigorosa, como "una imaginería en cuyos términos damos sentido a la vida". 8 Fue entonces cuando el reduccionismo de Freud, su empleo de los mitos para hacer explícita la profundidad y el poder de la experiencia humana, pudo dejar paso a Jung, quien sugirió ahora que los sueños eran visiones o imágenes de significados antes que síntomas, que constituían un espejo mágico que podría unificar y transformar nuestra experiencia. Tal vez el mitólogo más extraordinario de nuestra época sea Joseph Campbell. Ha recopilado los viejos relatos, conservando la riqueza original de su revelación, y devolvió a la mitología a su sitial antiguo de aventura del espíritu, cuya profundidad la vuelve cuestión de vida o muerte. Para llegar a definir al mito, Campbell estudia cuatro funciones de la mitología. 9 La primera es la función mística o metafísica, con la que el hombre intenta una "reconciliación de la conciencia con una condición previa de su propia existencia, la naturaleza monstruosa de este juego terrible que es la vida". En el marco de esta función se encuentra nuestra experiencia de vivir una vida que es fundamentalmente inmanejable, incomprensible, y en definidas cuentas dolorosa. ¿Cómo puede un hombre abrirse paso en un peregrinaje semejante cargando sus culpas, su perplejidad, su impotencia, a menos que existan mitos que rediman a la conciencia humana de su trágica sensación de sobrecogimiento y extravío? En segundo lugar Campbell menciona la función cosmológica. Quiere decir con esto que el hombre necesita darse una imagen del universo para poder comprender el lugar en que vive. El mito formula una imagen acorde con la ciencia y la cultura de la época; proporciona un sentido de unidad, de modo que cualquier cosa con la que uno se encuentre pueda ser reconocida como parte de "una grande y única escena sacra". La tercera función del mito, que Campbell llama sociológica, es definida como una forma de "validar y mantener un cierto orden social específico". La posibilidad de que esta función se corrompa es evidente cuando reyes y sacerdotes pueden invocar la profunda experiencia de sueños y mitos para mantener en la esclavitud al pueblo, y aumentar su poder. Es por eso que en un momento dado James Joyce hace que su Ulises se toque el entrecejo con un gesto pensativo)' declare: "aquí dentro dice que debo matar al sacerdote y al rey". 10 Campbell designa como psicológica a la cuarta función, la mitología, En esta ve al mito como guía yapoyo para sostener a los individuos desde el nacimiento hasta la muerte, a través de las difíciles transiciones que exige la vida humana. Para Campbell ésta es quizá la función primordial, dado que considera a los órdenes sociológico y cosmológico como variables, y a las correspondientes funciones de la mitología como contingentes en el orden del tiempo. Por el contrario, advierte que existe una irreductible biología de la especie que hace necesario que cada hombre enfrente los mismos problemas psicológicos inherentes. Pone énfasis en lo excesivamente largo del período de inmadurez y dependencia de la especie humana, y las consiguientes dificultades para atravesar el umbral hacia la responsabilidad adulta, las dificultades para emerger en un segundo nacimiento que es en verdad un nacimiento social. Por eso es que Campbell nos dice que "la cuarta función es iniciar al individuo en los órdenes de su propia psique, orientándolo hacia su enriquecimiento y realización espirituales". 8 Álan Watts. "Westem Mythology: Its Dissolution and Transformation", en Myths, Dreams, and Religion, compilado por Joseph Campbell, E.P.Dutton and Co., Inc., Nueva York, 1970, pág. 14. 9 Joseph Campbell. "Mythological Themes in Creative Literature and Art", en Myths, Dreams, and Religion, 1970, págs. 138 - 175. 10 pág. 574~mes-- Joyce, Ulysses, Random House, Nueva York, 1934
  • 14. Por lo tanto, hay muchos modos de comprender las funciones del mito. Tal vez a la larga resulte que cada uno de esos modos no es sino un mito contemporáneo, un cuento de hadas que nos contamos a nosotros mismos para damos ánimo mientras erramos por la jungla en definitiva irresoluble de una vida más oscura, más peli- grosa, y más sobrecogedora de lo que quisiéramos que fuese. En lo que a mí se refiere, uno de los modos de concebir tales asuntos que más me ayudó a comprenderlos es el concepto de C. G.l ung de los arquetipos. 11 Para 1 ung, los arquetipos son esquemas biológicos de conducta, modos de percepción, y formas de experimentar la vida que han hecho posible en todas las épocas la autoconciencia del hombre en el mundo. Son maneras inconscientes de aprehender la vida, evidentes para nosotros sólo a través de los efectos que producen. Estos efectos son esquemas fenoménicos universales, que pueden reconocerse en la configuración recurrente de determinadas situaciones y en los tipos de figuras que "conforman el modo en que los seres humanos se experimentan a sí mismos, a los otros, y al mundo en su conjunto". 12 Los motivos familiares que se repiten una y otra vez en sueños y mitos incluyen imágenes tan primordiales como la Creación Original, la Gran Madre tanto en su carácter de vientre fecundo como en el de voraz y destructiva, el Gran Padre, que puede ser el viejo y sabio Señor del Cielo, o un juez arbitrario e iracundo; y el Hijo como vínculo con el pasado. Los insolubles misterios de la relación entre lo masculino y lo femenino, la oscuridad y la luz, el cielo y la tierra, los cimientos mismos de la existencia, se manifiestan sin cesar, en cada aparición y aventura del Héroe. El mito de la muerte y resurrección del héroe ha sido empleado durante mucho tiempo como conjunto de imágenes que expresa el ritmo vital de acontecimientos naturales tales como los cotidianos crepúsculos del sol. Imágenes poderosas como ésta han morado siempre en la enigmática penumbra del inconsciente colectivo del hombre, configurando sutilmente el sentido de su propia persona, de su mundo, de la Naturaleza misma. Estos arquetipos no son tanto ideas heredadas cuanto modos heredados de funcionamiento psíquico, esquemas biológicos de experiencia. Cada hombre está, por supuesto, sujeto a las experiencias particulares que componen su propia historia personal. Pero cada hombre se encuentra también en relación con todos los demás hombres, de Cualquier época y lugar, gobernado por maneras transpersonales de vida que incumben a todos los hombres Los arquetipos que vinculan a los hombres por sobre el vacío que los separa "semejan lechos de ríos; secos ya porque el agua ha desaparecido de ellos, aunque puede volver en cualquier momento. Un arquetipo es como un viejo curso de agua por el cual el río de la vida fluyó durante mucho tiempo, trazando un profundo surco para correr por él. Cuanto más tiempo haya corrido tanto más profundo el surco, y mayor probabilidad de que tarde o temprano retornen las aguas". 13 Es posible, por supuesto, tratar de entender los sueños como expresión epifenoménica de procesos fisiológicos, o a lo sumo como el residuo curiosamente fragmentado y poéticamente condensado de'los acontecimientos del día de un determinado hombre, motivado tal vez por deseos infantiles inconscientes del individuo. Del mismo modo, podemos tratar de elaborar una historia natural de dioses y héroes, en la cual "el mito no significa otra cosa que el relato de aquello que les ha sucedido, transmitido por creyentes entusiastas". 14 Pero para mí, reducciones objetivadoras como ésas diluyen la riqueza transpersonal de la experiencia humana, que tan tremendamente acrecientan las coloridas metáforas del sueño y el mito. Yo no sé realmente cómo son las cosas. Hace mucho, mucho tiempo que dejé de creer en la Realidad. Prefiero el encanto y el terror de mis experiencias subjetivas antes que aquellas explicaciones fríamente científicas que a la larga resultan ser no más reales, y mucho menos entretenidas, que mis propias fantasías y meditaciones. Y es por eso que para mí los arquetipos junguianos proporcionan un recorrido ricamente dramático e intensamente colorido. ¿Qué más puedo pedir de cualquier ventura que encarezca la vida? Es posible que el significado de los arquetipos no me ayude a comprender mejor de lo que lo he hecho hasta ahora la condición humana. Ya es bastante que me permitan experimentada más profunda- mente, más plenamente, con todos los sentidos abiertos a la cualidad de mi marcha por ésta, mi sola y única vida. 11 C. G. Jung. The Archetypes and the Collective Unconscious, en Collected Works, vol. 9, parte 1, , Princeton, Nueva Jersey, segunda edición, 1968. 12 Ibid., pág. 183. 13 C.G.Jung, "Wotan", Neue Schweizer Rundschau (N.S.), 111, 11, (mar, 1936: 657-69), en Collected Works, Citado en Jacobí, pág. 36. 14 Martin Buber, Moses: The Heuelation and the Covenant, Harpér and Row, Nueva York, 1958, pág. 17.
  • 15.
  • 16. Capítulo II VOY A CONTAR UN CUENTO PARA FACILITARLES LAS COSAS Alce Negro, guerrero y curandero de los Sioux Oglala, nos dice que "es en lo oscuro de sus ojos donde los hombres se extravían". 1 Volver la mirada al espacio interior es a la vez fascinante y peligroso. El Inconsciente que todos los hombres comparten, y que algunos llaman "las profundidades del alma", es esa región oscura de la que surgen las visiones del espíritu. Es una fuente de poderes primordiales, a veces más terribles que lo que un hombre osaría enfrentar. Es así que casi siempre, la mayoría de los hombres evita incursionar en ese "mundo oscuro lleno de seres fabulosos". 2 Los mitos que cuentan su historia son desestimados como meras fantasías, como cuentos infantiles. La noche trae visiones de esos lugares tenebrosos, pero el hombre reduce su significado diciéndose: "Estaba sonando, nada más". Sólo el relámpago de la conciencia puede atravesar la oscuridad del Inconsciente. En la carta del Tarot llamada La Torre, la estructura opresora de la ignorancia, es destrozada por el golpe del rayo. En posición correcta, esta carta promete un acontecimiento de ruptura iluminadora. Si sale invertida, previene acerca de una falta de libertad espiritual y de una opresión que se perpetúa. Si tan sólo mirásemos, dispuestos a ver lo que se presente, si escuchásemos, preparados para oír todo lo que suene, sin duda advertiríamos que los dones que humildemente ofrecen las profundidades transpersonales se encuentran al alcance de la mano, una y otra vez. Así le ocurrió al antiguo rey héroe hindú, cuya batalla con la gran oscuridad ha quedado registrada en los veinticinco cuentos de "El rey y el cadáver”. 3 Todos los días un mendigo sagrado se aparecía por la corte y en silencio le ofrecía una fruta al rey. El rey aceptaba cada don sin prestarle mucha atención, y sin examinarlo siquiera se lo pasaba al tesorero, que estaba a su lado, y todos los días el mendigo se iba como había venido, en silencio, sin pedir nada para sí. Al cabo de diez años de esta charada sin palabras, un día el rey tuvo la ocurrencia de darle el obsequio recibido a su monito doméstico. En cuanto el animal hincó el diente en la fruta, una hermosa joya cayó de su interior. Al ver esto, el rey reclamó que el tesorero le dijese qué había sido de todos los regalos anteriormente recibidos. Resultó ser que habían sido arrojados a la cámara del tesoro, cuyo piso estaba ahora tapizado por una masa de fruta en descomposición y joyas de valor inapreciable. El rey se sintió al mismo tiempo complacido y curioso. Al día siguiente habló en privado con el mendigo, y por primera vez éste requirió algo a cambio de su ofrenda. Solicitó que fuera el rey el héroe intrépido que buscaba para que lo ayudase en un ritual de exorcismo. El bravo rey convino en encontrarse con él la próxima noche de luna nueva en la gran explanada funeraria, donde se cremaba a los muertos y se colgaba a los criminales. En la oscuridad de la noche acordada, armado de su espada y encapuchado para ocultar su identidad real, el rey se dirigió intrépidamente hacia el lugar de la terrible cita. Calaveras y esqueletos carbonizados yacían dispersos por doquier, mientras demonios y monstruos llenaban el aire con una gritería espantosa. Cuando el rey se aproximó 1 Black Elk Speaks: Being the Lile Story 01 a Holy Man 01, Pocket books, Nueva York, 1972, pág. 2. 2 c. G.Jung, "Psychological Aspects of the Mother Archetype", ollected Works, vol. 9, Princeton University Press, Princeton, Nueva ersey, 1969. 3 Heinrich Zimmer. The King ami the Corpse: Tale o/ the soul's Conquest of Eoil, compilado por J. Campbell, Princeton University Press, Princeton, Nueva Jersey, 1957.
  • 17. para averiguar qué era lo que debía hacer para ayudar, el viejo hechicero estaba trazando sobre el piso un círculo mágico; le dijo al rey héroe que fuera hacia el otro extremo de la explanada, hasta un árbol grande del que pendía 'un ahorcado. Debía descolgarlo y traer el cadáver hasta el Círculo mágico. Atravesando el terreno funerario con trémula determinación, el rey se aproximó hasta el árbol para desprenderle su extraño fruto. Trepó y con su espada cortó la cuerda. Escuchó que el cuerpo, al caer, emitía un gemido. Pero cuando quiso examinar esa figura rígida para ver si aún conservaba vida, una risa fantasmal brotó de su garganta. El rey desafió al fantasma, pero en cuanto dijo una palabra el cadáver voló de nuevo hasta la rama del árbol. Cuando el rey trepó para volver a soltado, se aseguró de no emitir sonido alguno. Izó el cuerpo sobre sus hombros, y comenzó a atravesar con esfuerzo la explanada. Pero antes de que hubiera dado muchos pasos la voz del cadáver le habló al oído, diciéndole: "Voy a contarte un cuento, oh Rey, para facilitarte las cosas". El rey no respondió y el fantasma procedió a contar su cuento: Bien, había una vez tres jóvenes brahmines que hablan vivido muchos años en el hogar de su maestro espiritual. Los tres se habían enamorado de la hija del maestro, y éste no se atrevía a concedérsela a ninguno de los tres por temor de lastimar el corazón de los restantes. Pero por entonces la doncella enfermó seriamente y murió, y los tres jóvenes, desesperados por igual, entregaron su cuerpo a una pira funeraria. Una vez quemado el cadáver, el primero de los jóvenes decidió desahogar su pena errando por el mundo como un mendigo asceta, el segundo recogió los amados huesos de entre las cenizas y marchó con ellos hacia un renombrado santuario que se encontraba junto a las vivificantes aguas del sagrado Ganges, mientras que el tercero, quedándose en el lugar, construyó una ermita sobre el lugar del fuego y durmió sobre las cenizas del cuerpo de la amada. Pero el que había decidido vagar por el mundo fue un día testigo de un acontecimiento extraordinario. Vio a un hombre leer de un libro un ensalmo mágico que devolvió a la vida a un niño cuyo cuerpo ya había sido reducido a cenizas. Luego de robar el libro, el joven amante regresó de prisa al escenario de la cremación, y llegó cuando también lo hacía el que había viajado hasta el Ganges, luego de haber sumergido los huesos en sus aguas vivificantes. Se recompuso el esqueleto entre las cenizas, fue leído el ensalmo del libro, y el milagro ocurrió. La tres veces amada resurgió, más hermosa que nunca. Y al punto volvió a suscitarse la rivalidad, pero ahora con mayor ardor, puesto que cada uno proclamaba haber ganado el derecho a ella: uno por haber custodiado sus cenizas, otro por haber sumergido sus huesos en el Ganges, y el tercero por haber pronunciado el ensalmo. "¿y entonces a quién le pertenece?" dijo la voz del cadáver. "Si conoces la respuesta, pero no respondes, tu cabeza estallará en cien pedazos.” 4 Creyendo saber la respuesta, el rey no se atrevió a quedar en silencio. La solución que ofreció fue ésta: el brahmín que había sido capaz de conseguir el ensalmo que la devolvió a la vida había actuado 'como un padre. El que desempeñó la piadosa tarea de llevar sus huesos hasta el Ganges había cumplido con un deber de hijo. Pero el joven que nunca abandonó a su amada, que durmió entre sus cenizas, sólo él había vivido la vida de un marido amante. Era a él a quien pertenecía. Apenas fue pronunciada la última palabra de este juicio, el cadáver soltó un gemido de dolor fingido, voló del hombro del rey y volvió a colgar una vez más de la rama del árbol. Molesto, el rey descolgó nuevamente el cadáver y recomenzó su fatigoso acarreo. La macabra escena se repitió una y otra vez. En cada oportunidad el espectro atormentó al rey con un nuevo relato de enigma, amenazándolo cada vez con que su cabeza explotaría si conocía la respuesta y no respondía. En cada caso, el rey descubrió que su conciencia se había expandido, plena de una sabiduría que él no sabía que tenía. Pero, exasperantemente, cada sabio juicio sólo le reportaba un nuevo viaje cansador hasta el árbol donde el cadáver había vuelto a colgarse. Hubo veinticuatro cuentos en total, pero sólo veintitrés agobiados regresos hasta el árbol del ahorcado. Pues para el vigésimo cuarto enigma el rey no pudo encontrar respuesta. Ninguna sabiduría humana 4 Ibid. pág. 207
  • 18. puede fondear la gran oscuridad hasta las últimas profundidades. Había soportado la prueba con sabiduría y bravura, pero no pudo hallar solución a este enigma final. En cambio trataba sin palabras de desentrañar el hecho de haber encontrado la santidad bajo la túnica de un mendigo, haber recibido enseñanzas de humildad de un mono, haber ampliado su sabiduría mediante los burlones acertijos de un extraño y aparentemente peligroso. Al no tener respuesta para la última adivinanza, pudo llevar adelante su propósito de acarrear el cadáver hasta el círculo mágico. ¿Tal vez fue más sabio en sus meditaciones silenciosas que en sus respuestas inteligentemente lógicas? El espectro, al cabo, pareció complacido con el rey, y cuando se disponía a abandonar el cadáver -que ahora era una carga mucho más tolerable-, le advirtió al rey acerca de los terribles peligros que le aguardaban dentro del círculo mágico: "Escucha, oh Rey", advirtió el espectro. "Escucha lo que tengo que decirte, y, si en algo valoras tu propio bien, haz exactamente lo que te indico. Ese monje mendigo es un impostor muy peligroso. Con sus poderosas palabras va a obligarme a reingresar en este cadáver, que entonces utilizará como ídolo. Lo que planea hacer es colocarlo en el centro de su círculo mágico, adorarme allí como una divinidad, y, en el curso de la adoración, sacrificarte como víctima. Se te ordenará inclinarte y reverenciarme, primero de rodillas y luego prosternado en la actitud más servil de devoción, con la cabeza, las manos y los hombros contra el suelo. Entonces intentará decapitarte de un solo golpe con tu propia espada. "Sólo hay un modo de escapar. Cuando te ordene inclinarte, debes decir: 'Por favor, haz una demostración de esta forma servil de postrarse para que yo, un rey no acostumbrado a actitudes tales, pueda ver cómo se asume esa postura de adoración'. Y cuando esté echado en el suelo, le cortas la cabeza de un rápido tajo de la espada. En ese instante, todo el poder sobrenatural que este hechicero intenta conjurar en la esfera de las cosas celestes caerá sobre ti. ¡Y entonces serás verdaderamente un rey poderoso!”. 5 Cuando el rey llegó al círculo mágico, el mago pareció sumamente satisfecho tanto por haber completado él mismo los preparativos para el ritual como porque el rey hubiese llevado a término su horrible misión. El círculo estaba ahora bordeado de huesos, iluminados por velas de grasa de muertos. El hechicero tomó el cadáver, lo colocó dentro del círculo, y lo adornó mientras entonaba sus ensalmos. De este modo obligó al espectro a reingresar al cuerpo y comenzó a adorarlo tal como el fantasma había anticipado. Prevenido, el rey no cumplió la orden de postrarse en esa misa negra. Apeló en cambio al ardid que le había sido sugerido, y en cuanto el hechicero hizo ejemplo de la postura de adoración, el rey le cortó la cabeza y le arrancó el corazón. Presentó esas sangrientas ofrendas al espectro. En cuanto lo hizo, un aullido de júbilo surgió de los espíritus de es cementerio. Habían sido rescatados de la esclavitud que el sanguinario nigromante había querido imponerles con sus encantamientos. El espectro reconoció con gratitud la victoria del rey héroe sobre el hechicero que había dominado los poderes sobrenaturales. Le prometió concederle cualquier deseo que eligiese. Sabiamente el rey sólo pidió que el cuento de esta noche fuera contado y vuelto a contar entre los hombres a todo lo ancho del mundo y a través de las edades. El espectro prometió que así sería, y así ha sido, tanto en Oriente como en Occidente, del sánscrito al español, ayer, hoy y mañana. Yo ya cumplí mi parte al contárselo a ustedes, ¡No dejen de cumplir con la suya contándoselo a otros! Recientemente en mi práctica terapéutica, una paciente y yo hicimos una moderna incursión en la gran oscuridad. Como ocurrió con ese rey hindú hace mucho tiempo, también nosotros encontramos temible y excitante nuestra aventura mística. Nos arriesgamos juntos en la oscuridad en pos de una nueva luz. Ese día vino a su hora de terapia quejándose de un vago pero persistente sentimiento de angustia, y un doloroso nudo de tensión indefinida. Aunque ella por lo general reconocía con facilidad las fuentes de su malestar, ese día no acertaba a encontrarle significado, ni causa ni alivio a esa angustia que la hacía sentirse tan abrumada y tensa. Trató de vincular su padecimiento con problemas de su vida, pero por alguna razón no pudo hacerlo. No parecía haber relaciones ostensibles, y ella desesperaba de salir a flote de ese marasmo de 5 Ibid. pág. 213 Y ss
  • 19. malestar inconexo. Tampoco yo sabía lo que le estaba ocurriendo, pero intuitivamente traté de hacer más concreta su difusa incomodidad y le pregunté si podía ubicar esa sensación en alguna parte de su cuerpo. Resultó ser que la angustia estaba ubicada en mitad del pecho, mientras que el nudo de tensión se experimentaba como un dolor de vientre. Fue entonces que recordé haber leído recientemente algo acerca de un "viaje por el cuerpo" 6 (no diferente del "ensueño guiado", el juego de afrontamientos de Schutz 7). La idea de alentar a un paciente a fantasear un viaje por la gran oscuridad de su propio cuerpo era incitante, pero hasta el momento había evitado intentarla debido a mi propio temor a lo enormemente desconocido. Ella y yo ya habíamos sido compañeros en otras aventuras espirituales, y por eso me animé a correr el riesgo esta vez. Le pregunté si quería que la ayudase de una manera que podía requerir una buena cuota de confianza de su parte. Aunque con obvios titubeos, aceptó intentarlo. Le dije que si era capaz de imaginarse lo bastante reducida en tamaño, podría ayudarla a fantasear un viaje por el interior de su cuerpo que tuviera la posibilidad de enfrentarse con su inexorable angustia. Cuando le pregunté cómo prefería ingresar a su cuerpo, eligió la boca como vía de acceso. Como un padre que tratara de sumergir a su hijo en el clima de un cuento poco familiar, comencé describiendo cuán vasto debía parecer un cuerpo humano común a alguien tan pequeño como la minúscula viajera en la que estaba por convertirse. Entusiasmo y sorpresa reemplazaron en parte su timidez cuando con los ojos cerrados empezó a ver los panoramas liliputienses que yo le sugería. Pronto se sintió lo bastante pequeña como para entrar, pero quedó indecisa, parada sobre su labio inferior. Quería entrar a su boca abierta, pero casi de inmediato se vio enfrentada con el insuperable obstáculo de los dientes, un cerco demasiado alto como para trepar por él. Sencillamente no podía saltar por encima, y se disculpó por tener que abandonar la travesía justo en sus comienzos. Le tomé la mano y le ofrecí mi ayuda, si estaba dispuesta a aceptada. Alentada por mí, imaginó un miniterapeuta parado junto a ella sobre el labio. Con dependencia complacida fue capaz de imaginar que yo la alzaba por encima de los dientes que le habían bloqueado el camino. Esperó que yo franqueara la valla y me uniera nuevamente a ella. Cuando le pedí que prosiguiera con la descripción de los alrededores, nos hizo disfrutar de la tambaleante caminata por la lengua, elástica como un "colchón de agua". Aparté la invitación sexual que había en esta asociación, y la urgí a que se encaminara hacia el lugar donde estaba el conflicto. Pronto nos encontramos suspendidos sobre el negro de su garganta. Quedó paralizada de miedo cuando atisbó la inescrutable oscuridad del vacío. Todo el aliento o la confianza que le diera no iban a bastar para hacerle dar un paso más. Le dije que si lograba quebrar la fascinación del abismo y volverse, advertiría en mi espalda un gran atado. Encantada de que la distrajera de las impenetrables tinieblas de la garganta, pudo ver de inmediato la mochila, sorprendida de haberla pasado por alto hasta ese momento. A mi sugerencia, hurgó en su interior hasta encontrar la linterna eléctrica que yo estaba seguro de haber llevado. Al sacarla pudo comprobar claramente cuán poderoso y brillante era el haz de luz que arrojaba, y le satisfizo advertir lo bien que iluminaba el túnel oscuro de su garganta. Ahora que podíamos ver adelante, no nos resultó difícil descender por ese declive escarpado hacia el corredor más amplio de su pecho. El temor y el desaliento aumentaron nuevamente en cuanto empezó a discernir la masa de "angustia" que había más 6 William V. Sehutz. Joy: Expanding Human Awareness, Grove Press, Inc., Nueva York, 1967, págs. 90 - lIS. 7 Eugene D. Alexander, "In - the - Body Trips: A New Therapeutie Teehnique: 'Preeonscious Sharing ", Psychotherapy, reimpreso en The Jntellectual Digest, vol, l I, N° lO, junio 1972, págs. 78 - 79.
  • 20. adelante, por ese corredor. Estaba segura de que nos encontrábamos en un atolladero. No iba a haber forma de superarla. Yo la acompañé cuando (urgida por mí) se aproximó a este nuevo obstáculo y lo examinó linterna en mano. Describió su "angustia" como una esfera informe, marrón y abultada. El tono descompuesto de su voz me sugirió que lo que había adelante era un gran pedazo de materia fecal, pero resistí la tentación de hacer esta interpretación por temor de que nos sacara de su cuerpo, de vuelta a las fútiles preocupaciones de su cabeza. Le pedí que se aproximara a la esfera y se valiese de la luz para examinar su estructura en busca de algún indicio que nos sugiriera cómo atravesarla. Observando más detenidamente, pareció en verdad sorprendida al advertir que no era tan sólida como había parecido a primera vista. Se convenció de que si era capaz de apartarla con el pie, podríamos seguir adelante. Le aseguré que tal cosa no ofrecería problemas porque en la mochila yo traía un par de borceguíes para cada uno. Una vez más se sintió complacida y agradecida por el hecho de que yo llevara justamente el equipo que necesitábamos. Y así, sin más demora, nos calzamos nuestros borceguíes y avanzamos. Superada la esfera de ansiedad, el pasaje volvió a estrecharse pero, entusiasmados como estábamos, no hubo dificultades en proseguir la marcha hacia abajo y atravesar la abertura del diafragma. Y entonces, súbitamente más dificultades! Sin previo aviso, el pasaje oscuro y estrecho se abrió a la vasta cámara de su vientre. Quedó helada de terror cuando se enfrentó con la fría y blanca vacuidad de este espacio ilimitado. Entendí mal su alarma. Creyendo que tenía miedo de perder el rumbo, le llamé la atención sobre una piedra grande que había a su derecha, y le sugerí que echara un vistazo por detrás. Lo hizo, pero mis instrucciones de que revisara la caja guarnecida que había del otro lado la confundieron. No sabía qué era una caja guarnecida. Mi metáfora había sido demasiado masculina. Traté de describirle la caja con forma de baúl y aplicaciones de metal. "Parece un arcón marino", dijo por fin. Con alivio acepté que me había equivocado, que en realidad era un arcón marino. Le indiqué que lo abriera y estudiara los mapas y cartas que contenía. Las encontró, las miró y me dijo que no le servían de nada. Con condescendiente impaciencia le sugerí que eran de fácil lectura, mapas tipo Walt Disney, y que debía observarlos con más cuidado si es que queríamos salir de allí. Pacientemente me explicó que no estábamos perdidos sino más bien bloqueados. Esa extensa blancura que había delante nuestro no era una tundra que había que atravesar sino un glaciar impenetrable que nos cerraba el paso. Con tanta ansiedad como entusiasmo, le aseguré que tenía muchos equipos más en la mochila, y que con toda certeza alguno de ellos serviría para el caso. No pudo encontrar nada, y me pidió ayuda. La primera opción que propuse fue la que habría sido más natural para mí si yo me hubiese encontrado solo ante una pared de hielo impenetrable. Le .dije que en la mochila guardaba una maravillosa máquina calefactora que llenaría nuestra caverna de un suave resplandor dorado, capaz de fundir toda obstruyente frialdad. Pero replicó con impaciencia: "¿Qué otra cosa tienes?" Era apropiado para mí, pero no para ella. Pensé para mis adentros que algo mucho más agresivo podría servir. "¿Qué tal un rayo láser para abrimos camino?" Con los ojos todavía cerrados, sonrió y dijo: "Muy bien, ¿hay algo más?” Supe entonces que andaba por la buena senda. "Si revisas con cuidado la mochila vas a encontrar una botellita de T.N.T.", le sugerí. "Ya la encontré", exclamó encantada. Le pregunté si quería que yo la arrojase en su lugar. Se rehusó enfáticamente. Hasta ese momento había permanecido recostada sin moverse, contando su participación en la aventura. Pero ahora, súbitamente animada y entusiasta, recogió el brazo derecho, hizo volar la imaginaria botella de T. N. T., y exclamó alegremente un explosivo "¡BUUM!". El inesperado. estallido me hizo saltar de la silla. El polvo se aplacó, y en la calma que sobrevino empecé a preguntarme cómo iba a terminar todo esto. "Cómo vamos a encontrar ahora la salida", pregunté, repentinamente ansioso por temor de que eligiera un doloroso segundo nacimiento a través de la vagina corno ruta de escape. Pero mi pregunta la sorprendió, "¿No te das cuenta?" dijo, "Mira dónde hemos venido a caer a través del hielo. Mira ese cielo azul tan hermoso, los árboles, la hierba. Es un día de sol maravilloso. Vamos, hagamos una excursión al campo.". Cuando me lo dijo así, vi las cosas tan clara- mente que no pude comprender cómo las había ignorado hasta entonces. La joven angustiada y abrumada que había iniciado ese viaje a través de la oscuridad, se había transformado en una criatura cálida, alegre y vivaz. Manifestó una profunda sensación de tranquilidad y bienestar que nunca había experimentado antes, y estaba maravillada corno una niña de que hubiéramos podido hacer ese mágicoviaje liberador de almas. Quiso que se lo explicara para poder
  • 21. entender lo que había ocurrido. Suprimiendo mi orgullosa tentación de interpretar cómo habíamos trabajado con su hostilidad inconsciente, le dije que ya había comprendido todo lo que había por comprender. Pareció aliviada; complacida y aliviada por sentir que era suficiente, por decidir quedarse con el sentido intuitivo de nuestra aventura. Estaba segura de que sola no habría podido hacer el viaje y yo estaba seguro de que tampoco habría podido hacerlo solo. Pero no la convencí de que yo también era inexperto, de que había sentido miedo durante el trayecto y no había estado muy seguro de la salida. Regresó a la sesión siguiente conservando su sensación de bienestar y con un creciente apetito de aventura. En el ínterin había emprendido un nuevo viaje por su cuenta que la había dejado feliz y esperanzada. Se sintió muy orgullosa cuando me informó que había tenido su primera "fantasía irreal" propia. Durante toda su vida, sus ensueños diurnos habían sido programas de trabajo del Chanchito Práctico, ideas que debían ser organizadas, situaciones de tensión que había que repetir, y estrategias de futuro cumplimiento que había que poner a prueba. Cuánto había envidiado a su hermana más joven, juguetona e imaginativa, que construía mundos de frutilla y siempre parecía divertirse mucho más que ella. Le pedí que pusiera todo por escrito. Esto es lo que me entregó: "La otra noche estaba en la cama recordando maravillada y feliz las fantasías que Shelly y yo habíamos compartido en terapia individual, cuando emprendimos un viaje por el interior de mi cuerpo. Que yo sepa es la primera fantasía que he tenido nunca. Lo que yo antes creía que eran fantasías, para Shelly eran planes, y después del viaje que hice con él comprendí por qué. Estaba acostada deseando que pudiéramos repetirlo alguna vez. En realidad, sabía que Shelly lo haría y lo que deseaba era poder hacerlo yo, de algún modo. "Repentinamente entonces, y sin previo aviso, me encontré con Shelly en un prado de margaritas. Éramos muy pequeños, diminutos en comparación con las flores, y parecía como si todo el mundo fuese un prado de margaritas. Sin que yo lo planeara, saltábamos de una travesura maravillosa a otra. Hicimos pequeños túneles por entre el pasto y nos echamos de espaldas para mirar, allá en las alturas, el envés de las margaritas, y vimos cómo se filtraban los rayos del sol. Trepamos por los tallos y anduvimos por sobre los pétalos y nos recostamos sobre los centros amarillos para absorber el sol. Y entonces, lo más divertido de todo, uno de nosotros por turno inclinaba una margarita mientras el otro se trepaba al centro, y luego la soltaba de golpe, haciendo que el otro saltase por todo el prado de margaritas, al parecer sin fin. No recuerdo que los saltos se interrumpieran en ningún momento ni recuerdo en modo alguno quién saltaba y quién hacía saltar, y lo mejor de todo es que esto no tiene la menor importancia… ya no” La parte que más me gustaba era cuando ella inclinaba el tallo de la margarita, tiraba hacia abajo con todas sus fuerzas, y lo soltaba de pronto de modo que yo resultaba catapultado hacia el cielo, daba una voltereta, y caía planeando con alas de dragón. Ahora le tocaba a ella. Y realmente ella iba a cuidar que su oportunidad no volviera a perderse. Durante la semana había arreglado las cosas de modo de tomarse unas largas vacaciones de verano, liberándose de la pesada responsabilidad de dirigir un complicado proyecto gubernamental. Iba a encontrarse con su hermana en Barcelona. De ahí en adelante todo iba a ser diversión no planificada, viajar de un lado a otro por un territorio desconocido en busca del sol, del yo de no sabía qué.
  • 22.
  • 23. Capítulo III LA NATURALEZA NO CEREMONIAL DE LA PSICOTERAPIA -¿Quién eres tú? -dijo la Oruga. No era un comienzo alentador' para una conversación. Cautelosamente, Alicia contestó: -En este momento, yo... apenas si lo sé, señor... por lo menos sé quién era esta mañana, cuando me levanté, pero me parece que debo de haber cambiado varias veces desde entonces. -¿Qué quieres decir con eso? - dijo severamente la Oruga - Explícate! -Temo no poder explicarlo, señor -repuso Alicia-, porque yo no soy yo, ya ve usted. -No veo nada -dijo la Oruga. -Temo no poder expresarlo con mayor claridad -respondió Alicia con toda cortesía-, porque para empezar, yo misma no lo comprendo; y esto de cambiar de tamaño tantas veces en un mismo día es muy desconcertante. -No lo es -dijo la Oruga. -Bueno, tal vez todavía no le parezca así -dijo Alicia-; pero cuanto tenga que convertirse en una crisálida -cosa que sucederá tarde o temprano- y después en una mariposa, me inclinaría a pensar que se va a sentir un poco raro, ¿no? -De ningún modo -replicó la Oruga. -Bueno, es posible que sus sensaciones sean diferentes -dijo Alicia-: todo lo que yo sé es que a mí me haría sentir muy extraña. -Tú -dijo la Oruga desdeñosamente-. ¿Quién eres tú? Lo cual los llevó otra vez al comienzo de la conversación. 1 La disconformidad con su destino, combinada con una inquieta curiosidad, llevaron a Alicia a caer en la conejera. Su aparición en el mundo aparentemente loco del País de las Maravillas, y sus conversaciones con sus absurdos habitantes, le procuraron experiencias que la desarmaron al extremo de empezar a minar su cortesía, su razonabilidad, hasta su misma identidad como persona confiablemente socializada. La presencia de otros seres humanos ofrece un desafío continuo a la imagen que quisiéramos presentar al mundo. A todos nosotros nos enseñaron a mantener cierto grado de restricción de nuestros apetitos primitivos, a demostrar por lo menos una apariencia de sociabilidad y auto control. Se supone que las virtudes que conforman una buena reputación (aunque varíen de grupo en grupo) deben estar a la vista. Se espera de nosotros una cierta cuota de respeto por el otro, de cooperación, de candor, y de modestia. Se requiere un cierto grado de conducta civilizada cuando ponemos en escena el baile de disfraces de la adecuación social. Debemos comportamos como si no estuviésemos tironeados por poderosas urgencias biológicas, ni obsesionados por oscuras imágenes primitivas, como si nuestras identidades sociales representaran a quienes realmente somos. A fin de mantener este aceptable sentido del teatro, la interacción social está repleta de ceremonias, convenciones, y diálogos rituales que preservan el barniz de la civilización. 2 1 Lewis Carroll, Alice' s Aduentures in W onderland, y Through the Looking- Glass, eon todas las ilustraciones originales de John Tenníel, Maemillan; Londres, 1968, pág. 48 2 Erving Goffman. Relations in Public: Microstudies ofthe Public Order, Basic Books, Ine., Nueva York, 1971. Las infracciones y desviaciones que intencional o inadvertidamente revelen nuestra naturaleza primitiva subyacente son censuradas y corregidas en el acto mediante determinadas reparaciones. Es así que las imágenes míticas poderosamente primitivas que orientan la conducta humana permanecen ocultas tras
  • 24. una fachada de amanerada razonabilidad. Cuántas veces resulta evidente que nuestro barniz de civilización, por más valioso y bien articulado que sea, aunque esté fuertemente sustentado por superestructuras filosóficas o religiosas, no ha dejado de ser un revestimiento delgado y precario. El hombre moderno, esa criatura pos iluminista, prefiere creer que su naturaleza está primordialmente determinada por fuerzas psicológicas y culturales. Pero el más reciente escrutinio investigativo y especulativo de la especie humana pone de manifiesto que gran parte de la conducta humana tiene una base biológica en medida igual a la del resto del reino animal. Los trabajos de Ardrey, Lorenz, Tiger y Fox, Goffman y Hall 3 respaldan todos la imagen del hombre como animal imperial, orientado por ocultas dimensiones determinadas por el desarrollo evolutivo y mediatizadas por los códigos genéticos, todos los cuales cimentan esquemas instintivos de apareamiento, lucha, juego y política. Preferiríamos que nuestras interacciones se basan en sobre sentimientos más elevados, sobre ideologías, sobre principios morales. Sin embargo, con mucha frecuencia nuestra conducta puede ser explorada como producto de la territorialidad, de esquemas biológicos inconscientes, de violentos imperativos animales. Casi siempre nos comportamos como los animales que somos. En la mayoría de los casos, nuestra única expresión humana es la forma en que tratamos de explicar nuestros instintos básicos. El éxito de la muy vendida novela de William Golding, Lord of the Flies 4 reflejó nuestra vaga conciencia del mal que hay oculto en cada uno de nosotros, y nuestra fascinación por él. Este relato encantador y grotesco describe cómo unos escolares graciosos y bien educados, que se encuentran solos en una isla deshabitada, e convierten, de un día para otro, en primitivos belicosos que nos sobrecogen al poner en práctica las desesperadas urgencias secretas que la mayoría de nosotros sólo ve de frente en sus pesadillas. Pero podrá insistirse en que esto es sólo una novela, la invención literaria de un hombre. ¡Nada de eso! Durante el bombardeo de Londres en la Segunda Guerra Mundial (la "guerra buena") muchos jóvenes británicos comunes y "normales" fueron evacuados de la ciudad para protegerlos de los ataques nocturnos. Estos "niños sin familia", 5 como los llamaron Anna Freud y Dorothy .Burlíngham, fueron ubicados en guarderías residenciales, en bien regenteados hogares de adopción comunales que funcionaban como colonias del Plan de Padres Adoptivos para Niños de Guerra, Inc. La mayor parte de los chicos fueron alojados allí sólo temporalmente, con plenas esperanzas de devolverles a sus familias intactas en cuanto fuese posible hacer sin riesgos. Estos saludables escolares estaban bien alimentados y vestidos, correctamente albergados, y recibían una benévola supervisión adulta; pero estaban mal preparados para sufrir la experiencia de la vida sin familia. Algunos de los resultados fueron que estos chicos muy pronto desarrollaron inesperadas conductas de mentira, robo, pelea y extorsión. Otros fueron tratados como una amenaza frente a la cual había que adoptar métodos desesperados de defensa. La ausencia de respaldo y protección familiar reveló en estos jóvenes esquemas de supervivencia no diferentes de aquellos que manifiesta cualquier animal desesperado. Las conductas puestas de manifiesto en estas guarderías residenciales británicas en modo alguno se advierten sólo en niños en tensión. Menciono este ejemplo en primer lugar sólo porque nuestras ideas sentimentales acerca de la naturaleza infantil hacen que estos datos resulten más chocantes. Pero los adultos, y aun culturas enteras, pueden sufrir deterioros semejantes. Un ejemplo reciente, dramático y bien investigado, puede encontrarse en el último trabajo de ese extraordinario antropólogo que es Colin M. Turnbull. Su libro, The Mountain People, 6 describe sus experiencias personales con los Ik, una tribu cazadora y recolectora de Uganda. No hace mucho tiempo, este pueblo constituía una sociedad decente, generosa y estable. Por un accidente de la política nacionalista africana, fueron trasladados de su entorno familiar, que era apto para la caza y les aseguraba el sustento, a un territorio montañés improductivo, sin agua y sin caza, donde el gobierno había decidido que debían convertirse en granjeros. 3 Lionel Tiger y Robin Fox. The Imperial Animal. Holt, Rínehart and Winston, Nueva York, 1971. 4 William Coldíng, Lord 01 the Flies, Capricorn Books, G.P. Putnam's Sons, Nueva York. 1959. 5 Anna Freud y Dorotlíy Y. Burlingham, lnfants Without FamiLies, Medical War Books, International Press, Nueva York, 1944. 6 Colin Turnbull. The Mountain People. Simon and Schuster, Nueva York 1972
  • 25. Menos de tres generaciones en este ambiente ajeno, inhospitalario y punitivo dejaron a su cultura en ruinas y a su "humanidad" convertida en algo casi inexistente. "Sus ciudades en la montaña estaban lejos de ser habitables; la comida era incomible porque no la había, y la gente... (se volvió) tan poco amistosa, falta de caridad, escasamente hospitalaria, y egoísta en general como puede llegarse a serlo." La compasión, el amor, el sentimiento de comunidad y la vida familiar virtualmente desaparecieron. Los niños eran ahora abandonados a los tres años, y se veían obligados a luchar por sí mismos como mejor pudiesen. Los que sobrevivían se convertían en adultos descarriados, deshonestos y ruines, que sádicamente se mofaban de las penurias de sus compañeros de tribu. Los viejos (difícilmente alguno sobrevivía más allá de los veinticinco años) eran abandonados, pero no antes de que los jóvenes más fuertes (en ocasiones sus propios hijos) los despojaran de las magras posesiones que pudieran quedarles, inclusive arrebatándoles comida a medias masticada de sus bocas desesperadamente cerradas. Aunque nuestra situación es diferente, Turnbull se pregunta acerca de los efectos finales de la tensión; el anonimato y el frío egoísmo que reinan en el Occidente contemporáneo. Un reciente estudio sobre "Poder psicológico y patología de la Prisión" 7 sirve como escalofriante profecía acerca de la endeblez y fragilidad de nuestros modos de vida ilustrados y humanísticamente civilizados. Hace apenas dos años, un profesor de psicología de Stanford creó una prisión simulada en el sótano del edificio donde se encontraban el laboratorio y las aulas. Se pagó a jóvenes normales, para que se desempeñaran como sujetos experimentales y se les asignó arbitrariamente el papel de prisioneros y guardianes. El experimento, planeado para desarrollarse a lo largo de dos semanas, debió darse por terminado a los seis días debido a los terribles resultados: rápidamente los sujetos perdieron la capacidad de discernir entre su yo y su rol en la situación simulada. Muchos de los "guardianes" pronto se volvieron sádicos en su uso arbitrario del poder, e inclusive los "guardianes buenos" no interfirieron en el comportamiento abusivo de los "guardianes malos". La conducta de los "prisioneros" osciló entre el pánico y la depresión y la despiadada delación de los otros. En ambos grupos, la moral y la ética se deterioraron rápida e irreversiblemente. Tan poderoso fue el impacto de los resultados de este experimento, que sus comprobaciones fueron presentadas al Comité Jurídico del Congreso de los Estados Unidos, con la esperanza de que hicieran más vívida la peligrosa influencia de la situación carcelaria, y la necesidad de una reforma radical. La capa civilizada de la naturaleza humana no resiste el esfuerzo. Existen muchos parámetros reconfortantes de nuestra "naturaleza", de nuestras normas, de nuestras maneras, que damos por seguros y contamos con encontrarlos allí cada mañana. Yo no me confío tanto. Me acuerdo de (estoy obsesionado por) una experiencia de años atrás, cuando debí ingresar a un hospital para una operación de cirugía mayor. Se me reconocía como un adulto competente y respetable, marido-amigo-psicoterapeuta- escritor, y en todo sentido miembro sustancial de la comunidad. A los pocos días, yo era no sólo un paciente sino también un chico asustado y dependiente y un despojo miserable y arruinado. ¿Cómo iba a saber, cuando firmaba mi ingreso, decidido a encarar con responsabilidad también este tramo de mi vida, que a breve plazo podía llegar a sentirme conmovido hasta las lágrimas cuando una enfermera a la que no conocía me dijera que ese día yo "había movido bien el vientre"? Supongo que esto tiene implicancias en el desarrollo de las neurosis cuando los padres dan muy poco a sus hijos. Cuando los niños no obtienen lo que necesitan para sobrevivir, se reordenan sus prioridades emocionales y desaparece la posibilidad suntuaria de buscar "cosas más elevadas". En cambio, los chicos deben rebuscárselas aquí y allá para sobrevivir, y se ven constreñidos a transformar lo que consigan, sea lo que fuere, en lo que deban haber llegado a valorar. Quisiera tener el cuidado de señalar aquí que mucho de lo que parece corrupto, malo, brutal y grotesco en los patrones biológicos subyacentes, es calificado así sólo en contraste con nuestras ideas románticas de lo maravilloso que es ser "humano". Aun las situaciones de desastre y desesperación por la supervivencia revelan patrones biológicos valiosos, como cuando en una crisis de incendio, inundación o desastre político emerge una fuerza, un coraje, una lealtad y una devoción insospechados. Vacilo al mencionar estas cualidades, principalmente por mi cínica convicción de que la mayoría de los lectores habrá de aferrarse a aquellos ejemplos que les respalden sus autoimágenes más confortables y evitarán las revelaciones más dolorosamente amenazadoras. 7 Philip G. Zimbardo. "The Psychological Power and Pathology of Imprisonment", Selected Documents in sychology, MS. N° 347, American Psychological Association Journal Supplement Abstract Service, Washington, D.C., 1973.
  • 26. No hace mucho, en una sesión de terapia de grupo, un hombre contó que se había sentido conmovido por un programa de televisión que mostraba a los animales de presa nocturnos bajo una óptica naturalista. Se trataba de una jauría de hienas que procuraba separar de su madre a un rinoceronte de pocos meses, todavía sin cuernos, para poder matarlo y devorarlo. El pequeño rinoceronte logró escapar. El grupo se sintió satisfecho y aliviado por lo que parecía un final a lo Disney para un relato horrible, pero quien lo contaba aclaró que la cría había escapado momentáneamente, porque al anochecer del día siguiente el hato de hienas volvería para intentar nuevamente la matanza. Se oyeron entonces consternados murmullos acerca del pobre rinoceronte de parte de los otros miembros de grupo. Pregunté entonces cómo era que nadie más que yo se pusiera de parte de las hienas. Después de todo, era el "designio de Dios". Algunos pacientes trataron de ayudarme a superar mi "dura cáscara defensiva". Pero en realidad, yo sólo estaba representando (a mi modo salvaje de hacerlo). No me siento más comprometido con el cazador que con su presa, excepto cuando me toca temporariamente encarar uno u otro aspecto en mi propia vida. El mundo no me parece ni bueno ni malo, sino simplemente tal como es, un des-orden (non- pattern) azaroso y entrópico al que cada uno de nosotros aporta significado. Es cierto que de vez en cuando siento deseos de asumir una posición dramática, pretender que existen héroes y villanos, pero sólo para hacer más intensa la experiencia "de mi paso por este escenario que tiene tantas posibilidades incitantes, pero carece sin embargo de audiencia, guión y dirección. Al igual que Alicia, me abro camino lo mejor y lo más tontamente que puedo a través de esta vida que lo deja a uno perplejo. Como ocurre con otros países de las maravillas, la psicoterapia es una eficaz interrupción de conductas anteriores, en parte debido a la voluntad del terapeuta de proceder sin comprometerse en tareas reparadoras de ese tipo. Su transparencia personal se combina con una restringida participación en el ritual social protector. No estorbado por constricciones semejantes, el terapeuta y el paciente se ven sumergidos en la intimidad personal primitiva, agitada por el poder emocional de los patrones míticos transpersonales que entre ambos hacen emerger. Entre las cartas del Tarot, la Rueda de la Fortuna simboliza el impacto del giro inesperado de los acontecimientos. Lo impredecible de la conducta del terapeuta, como lo inopinado de las sorpresas que la Fortuna aporta a la vida de cada hombre, le revelan quién es él mismo en circunstancias que lo toman desprevenido. En la Carta del Tarot, la Rueda dela Fortuna que nunca cesa de girar lleva la marca de los signos del Zodíaco y de fuerzas místicas animales. Como puede suponerse, en posición correcta esta carta promete inesperada buena suerte, pero si es tallada en posición inversa puede haber un vuelco desfavorable. Desde el mismo momento en que entra en contacto conmigo, el paciente se enfrenta Con ambigüedades inesperadas que se resisten a ser resueltas dentro de las categorías sociales habituales. El estilo de mis entrevistas carece totalmente de esos lubricantes ceremoniales que facilitan la mayoría de las interacciones sociales. Siempre que me resulta posible evito los modales ritualizados que con tanta frecuencia proveen la apariencia de un contacto, civilizado. La señalada renuencia del terapeuta a proporcionar paliativos o alivio impersonal incrementa, por supuesto, el nivel de incertidumbre o ansiedad del paciente. Esto a su vez aumenta el riesgo de que abandone el tratamiento, pero a la vez asegura que, si se queda, deberá moverse de un modo cada vez más transparente y profundamente personal. El proceso comienza con el primer intento del paciente potencial de ponerse en contacto conmigo. Cuando llega una llamada al teléfono de mi oficina no suena ninguna campanilla, sino que el parpadeo de una luz (que sólo yo puedo ver) me indica que habrá un mensaje para mí en el conmutador que está en el vestíbulo. Esto permite que las sesiones de terapia prosigan sin interrupción. La operadora sólo me pasará la llamada si se trata de un mensaje urgente de mi esposa o de cualquiera de mis hijos. En mi profesión no hay emergencias de otra naturaleza. Recoger las llamadas telefónicas en el conmutador me permite escoger cuáles voy a responder. Yo no abro toda la correspondencia que me llega, y no 'Veo razón para ser más esclavo de la compañía de teléfonos que del servicio postal. Por lo general el mensaje telefónico habrá de rezar: "La señora Mary Smith llamó para solicitar hora de terapia", y a continuación su número de teléfono. Cuando me resulta cómodo respondo diciendo: "Mary Smith, habla Sheldon Kopp". De entrada, esto aparta el contacto inicial del tradicional estilo médico-paciente, postulándonos como socialmente iguales, dejando indefinida la relación y exigiendo una elección consciente del saludo por parte del paciente. Si tengo tiempo, respondo al pedido con una invitación a encontramos, sentamos y charlar, para ver si gustamos uno del otro lo suficiente como para decidir trabajar juntos. Propongo una hora, una propuesta firme sin posibilidades de ajuste. Si el paciente pone peros porque no le conviene (la mayoría lo hace), de
  • 27. inmediato le recomiendo otro terapeuta. La mayoría de los pacientes encuentran la manera de arreglárselas para tener libre la hora que les propongo, y así resolvemos la primera exigencia de adaptación ceremonial a mi favor. Yo tomo muy en serio lo de la elección mutua. Durante esa primera hora debemos llegar a conocemos un poco, y yo no supongo de antemano que el paciente decidirá trabajar conmigo. Pregunto siempre cuáles son sus sentimientos respecto de mí, y exijo que el paciente considere la posibilidad de no volver a menos que mi persona lo haya satisfecho y nuestro encuentro le haya despertado esperanzas. Del mismo modo, no habré de trabajar con un paciente sobre el cual sienta que no podrá convertirse en alguien importante para mí. En algún momento, cerca del final de la primera hora, le diré al paciente que, o bien no voy a trabajar con él, o bien tengo ganas de trabajar con él, o que me gustaría mucho trabajar con él, junto con las razones que me hacen sentirlo así. Para aumentar mi propia libertad en este aspecto, le hago saber .que no habré dé cobrarle esa consulta inicial a menos que convengamos en trabajar juntos. Cuando trato con pacientes renuentes, los que están inseguros de su voluntad de comprometerse en una tarea psicoterapéutica, mi estrategia es aumentar el anticipo. Por ejemplo, cuando encuentro un paciente con el que me interesa seguir trabajando, pero cuyas maniobras defensivas iniciales involucran que se resista y rechace cualquier propuesta contractual que yo haga, le aumento las exigencias. Así, si un paciente insiste en que no está seguro de poder venir una vez por semana, yo hago hincapié en que si quiere trabajar conmigo tendrá que venir dos veces por semana. Si siente que preferiría hacer una prueba de un par de semanas para ver cómo marcha, yo insisto en que se comprometa por tres meses. Si se muestra remiso, me importa entonces que se vaya sin perjuicio para sí, y de hecho le dificulto aún más el regreso al reiterarle que no le cobraré la consulta inicial si no vuelve a llamarme. Puede ahorrarse ese dinero y aprovechar de esa hora lo que haya podido aprender, simplemente no volviendo a ponerse en contacto conmigo. Pero si decide afrontar mis requerimientos contractuales y volver, entonces, por supuesto, le cobraré también la consulta inicial. Un problema que se plantea es el de suscitar buena fe en un paciente con tales resistencias. Es decir, puedo hacer que acepte un período de prueba de dos veces por semana durante tres meses, pero en el fondo puede quedarle la inquietud de que si no le convence se irá de todos modos, y no hay nada que yo pueda hacer al respecto. En algunos casos, resuelvo esta lucha de poderes insistiendo en percibir un anticipo como parte del contrato. El paciente, por supuesto, es suspicaz y siente que de alguna manera puedo hacerlo entrar y después impulsarlo a romper el contrato para quedarme con la plata. Para no dejarle escapatoria al respecto establezco que el anticipo sea dinero que él va a perder realmente si rompe el contrato, pero que yo no voy a ganar. Por ejemplo, uno de esos pacientes fue hace poco un hombre judío casado con una mujer católica con la que se encontraba en una frecuente hostilidad pasiva. Se mostraba remiso a formalizar un contrato; yo insistí en fijar un anticipo de doscientos dólares bajo la forma de un cheque extendido a la orden de Caridad Católica, pero cobrarle sólo si rompía el contrato. Por supuesto, sea cual fuere la naturaleza no ceremonial de la psicoterapia, el paciente y el terapeuta son personas reales, que obran en un contexto social culturalmente sancionado, y conciertan un contrato económico. Su alianza terapéutica básica supone el acuerdo de trabajar juntos en un lugar y un tiempo determinados, con el propósito compartido de ayudar al paciente a ser más feliz. El terapeuta es un profesional que intercambia sus servicios de experto por dinero, el paciente un cliente que paga por ayuda. Pero no es la alianza terapéutica la que abre la relación al juego de las fuerzas arquetípicas, sino la barrera terapéutica. Esta barrera es la prerrogativa que tiene el terapeuta de actuar en cualquier momento como si la situación no fuera real. El paciente y yo nos enfrentamos como pueden hacerlos agentes libres cualesquiera, conversando para sacar a luz sus problemas entre nosotros. Pero en cualquier momento yo puedo desplazar el foco hacia el modo en que él está tratando el asunto y decir: "Usted reacciona como si yo fuera su padre (o su madre o su hermano, etc.)". En un nivel, este desplazamiento interruptor es una interpretación de la transferencia, esto es, la atracción de la atención del paciente sobre los antiguos sentimientos no resueltos que influyen sobre su conducta, y que en esta instancia han sido transferidos sobre la persona del terapeuta. Pero lo que es más importante, levantar la barrera terapéutica es uno de los muchos recursos que tiene el terapeuta para socavar la realidad social, haciendo al paciente más vulnerable a las fuerzas oscuras que se revuelven bajo la superficie, y abriéndonos a una intimidad personal inesperadamente intensa.
  • 28. Cada sesión de terapia comienza con mi silencio. Aunque pueda no creerlo así, el paciente es quien mejor sabe por dónde comenzar. Si prefiere esperar que yo inicie el intercambio, lo más probable es que me escuche decir (cincuenta minutos después): "Nuestro tiempo terminó por hoy". En caso de que empiece intentando cortesías tales como preguntarme: "¿Cómo anda usted hoy?", lo más probable es que no obtenga respuesta alguna. Si me doy por enterado de la propuesta (en caso de que insista), lo más probable es que lo haga manifestando mi sorpresa: "¿ Qué se cree que está haciendo?" o interpretando su conducta-como una distracción desviada, como una desesperada maniobra elusiva, un bajo intento de soborno, o alguna otra táctica empleada como defensa frente a su propia ansiedad. o, si se muestra lo bastante empecinado y yo ese día me siento particularmente travieso, puedo consentir y ofrecerle una descripción increíblemente detallada del estado de mi salud, y seguir y seguir hasta que me interrumpa, desesperado. Dentro del marco de referencia de la interacción social cotidiana, la terapia posee la perspectiva caleidoscópicamente lunática del País de las Maravillas de Alicia. La cualidad trastornada de la relación ha sido descripta satíricamente señalando que es una relación en la que el terapeuta- siempre marcha un paso adelante del paciente. La reciprocidad de sus posiciones superior e inferior se mantiene de dos modos distintos: crudamente, por las demandas defensivas del paciente, o sutilmente, por las maniobras técnicas del terapeuta. Esto de desarmarse mutuamente ha sido descripto como un interjuego en el que "el paciente insiste en que el analista marche un paso adelante mientras trata desesperadamente de dejarlo un paso atrás, mientras que el analista insiste en que el paciente se mantenga un paso atrás a fin de ayudarlo a aprender a marchar un paso adelante". De entrada el paciente se somete a este incómodo equilibrio desde el momento en que viene voluntariamente a buscar mi ayuda, se encuentra conmigo cuando me conviene a mí, y me paga una gran cantidad de dinero. Debe decir lo que le venga a la mente sin preocuparse de que sea racional, apropiado, o socialmente decente. Yo no necesito decir nada, y con frecuencia eso es lo que hago. y lo que es más, ya quedó convenido desde el principio que muchas veces el paciente no sabrá qué es lo que realmente está tratando de decir, puesto que es guiado por motivaciones de las que no siempre es consciente, mientras se supone que yo soy un experto en tales asuntos. Mis reacciones ante su conducta son "interpretaciones" mientras que sus evaluaciones de mis propósitos son "fantasías". Por otro lado, cuando el paciente acepta que yo estoy ahí como un consultor técnico, puedo insistir en que debe considerar mis sentimientos como los de otro esforzado ser humano. Soy el experto no comprometido que simplemente hace su trabajo y no le interesa si su paciente "mejora" o no. Al mismo tiempo, estoy ahí como una persona atenta, que ofrece la ayuda que puede, pero que no sabe mucho más que el paciente acerca de cómo hay que vivir. La aparente perversidad de mis cambios de actitud tiene un significado oculto, que perdería su valor si le fuese revelado directamente al paciente. El yudo terapéutico de mis tácticas se propone interrumpir tanto las defensas autolimitadoras que el paciente esgrime para evitar riesgos como el barniz protector de sus interacciones sociales-de cortesía. Mi repentino presentarme como otro ser humano vulnerable, alguien que está ahí para contar su propia historia, responde a mi voluntad de ser un compañero para el paciente en el caos que sucede a estas interrupciones, Puedo hacer girar al paciente como un trompo y ponerlo cabeza abajo con sólo dejarlo caer por su propio peso, pero cuando llegue a los cimientos de su vida, allí me encontrará junto a él como un compañero comprometido aunque cansado del mundo. Y en cuanto acometa el terrible peregrinaje de una vida abierta a los peligros de las fuerzas oscuras, que comúnmente hubiese evitado, iré con él, deseando que podamos extraer coraje el uno del otro. Pero decirle todo esto por adelantado sería inútil. Lo más probable es que no me creería. ¿Por qué debería confiar en mí antes de conocerme? Y lo que es más, aun si por alguna razón siguiera ciegamente mis instrucciones con la esperanza de obtener lo que vino a buscar, sus esfuerzos carecerían de la vitalidad espontánea de las acciones que brotan en el fuego del momento. Ya estoy aleccionado sobre estas cosas por el relato jasídico de la Capa: Una mujer acudió al rabí Israel, el sabio de Koznitz, y le dijo entre muchas lágrimas que hacía doce años que estaba casada y aún no había concebido un hijo. "¿Y qué quieres hacer al respecto?" le preguntó él. Ella no supo qué decir. "Mi madre"; así le habló el sabio, "estaba entrando en años y no había tenido un
  • 29. hijo todavía. Se enteró entonces que el santo Baal Shem iba a detenerse en Apt en el curso de un viaje. Se apresuró a llegarse hasta su posada y le suplicó que rogara que ella pudiese tener un hijo. '¿Qué estás dispuesta a hacer al respecto?' preguntó él. 'Mi marido es un pobre encuadernador' repuso ella, 'pero yo tengo una cosa hermosa para darle al rabí'. Se dirigió a su casa tan rápido como pudo, a buscar su capa de buena calidad... que estaba cuidadosamente guardada en un cajón. Pero cuando regresó con ella a la posada, se enteró de que el Baal Shem ya había partido para Mezbizh. De inmediato partió tras él, y dado que no tenía dinero como para ir a caballo marchó a pie de ciudad en ciudad con su... (capa) hasta que llegó a Mezbizh. El Baal Shem tomó la capa y la colgó contra la pared. 'Está bien'-,dijo. Mi madre anduvo a pie todo el trayecto de regreso, de ciudad en ciudad, hasta que llegó a Apt. Un año después, nacía yo… "Yo también", exclamó la mujer, "te traeré mi capa buena, así puedo tener un hijo." "No servirá", repuso el sabio. "Tú ya conoces la historia. Mi madre no tuvo ninguna historia que la guiara."
  • 31. Capítulo IV ESTAR DONDE ELLOS NO ESTAN Aunque las circunstancias han cambiado, los esquemas relacionales del hombre se repiten invariablemente. Hubo un tiempo en que la humanidad vivió oculta en cuevas sombrías de las que sólo se atrevía a salir, siempre en grupos, al principio a recoger raíces y yerbas comestibles, luego para cazar los animales del bosque y las llanuras. La hacinada superpoblación de nuestros días vive en estructuras de acero y cristal levantadas con el auxilio de la más refinada tecnología, y se gana la vida vendiendo seguros o fabricando piezas para vehículos a la luna. No obstante estos cambios, al parecer gigantescos, en nuestro estilo de vida, ciertas configuraciones de la aventura humana sobreviven inmutables. Algunas de las relaciones fundamentales entre los hombres seguirán siendo lo que son por mucho tiempo aun. De ellas, las más evidentes son las interdependencias de origen biológico: madre e hijo, padre e hijo, hombre y mujer. Pero también sobreviven, en continua mutación, los motivos arquetípicos del líder y su seguidor, del protector y el protegido, del maestro y el discípulo. La relación del Médico y el Paciente es otra de esas reciprocidades poderosas, entre los modos fundamentales en que los hombres dependen uno de otro. Siempre, y en todo lugar, ha habido hombres que han pedido a otros ayuda, conducción, o cura. A veces ese intercambio tiene por finalidad el alivio del dolor y la enfermedad. A veces se-trata de la cura del alma. Sea como sea, se espera que quien detenta el saber tenga poderes que trasciendan las flaquezas más humanas del paciente. El papel de médico, por supuesto, no le es impuesto a nadie: como el borracho o el idiota del pueblo, el médico lo es en parte voluntariamente. De modo que la tentación corruptora del poder no proviene sólo de la dependencia esperanzada del paciente, sino también de la presunción arrogante del médico, que lo hace creer por encima de sus semejantes. El peligro inherente a la posición de poder del médico aparece entre los significados proféticos de una de las cartas del Tarot: El Mago. Cuando este artista de lo sobrenatural aparece alzado sobre sus pies, el destino de la persona a quien se le está adivinando la suerte incluye la habilidad divina y la sabiduría y poder para alcanzar metas prodigiosas. Pero si el Mago sale cabeza abajo, el poder se usará con fines destructivos, o será paralizado por la debilidad y la indecisión. Hay quienes han visto semejanzas entre la relación del psicoterapeuta y su paciente, al menos en su primera etapa, y la del brujo y su aprendiz. 1 El paciente, por supuesto, espera encontrar un padre bueno y todopoderoso, ese nigromante-sabio que usará poderes sobrenaturales para invocar las fuerzas que curen todo mal, resuelvan todo problema y traigan una dicha eterna. Estas fantasías del paciente se corresponden puntualmente con la fascinación que usa el gurú para curar. Es muy probable que durante cierto período ambos se extravíen, validando consensualmente la ilusión de que el terapeuta sabe más que el paciente sobre las dimensiones más profundas de la vida, y que alguna vez esta sabiduría y poder pertenecerán al aprendiz, siempre y cuando éste se rinda, se entregue, y persista en su esfuerzo. Si los dos resisten a la tentación de terminar prematuramente este juego de poder, la batalla de magia y contramagia sigue hasta uno de dos finales posibles: o bien el aprendiz llega a reconocer que él también es brujo, o se extravía para siempre. Los antepasados de los actuales médicos de la mente son numerosos. El psicoterapeuta contemporáneo ya aparece esbozado en aquellos visionarios individuales que fueron los gurúes de antiguas civilizaciones. La herencia que ha recibido el gurú contemporáneo incluye las metáforas curativas del maestro Zen, del rabino jasídico, del ermitaño cristiano del Siglo IV, de los brujos, los "Medicine Men", y los Magos. 2 En su forma más antigua y primordial, el médico fue el Shamán paleolítico, el auxiliar, médico y guía de las primitivas sociedades cazadoras y recolectoras. Antes de que el hombre aprendiese a sembrar y cosechar, a domesticar animales o a adorar a un dios, antes de todos esos "progresos", buscó en el Shamán una guía espiritual. 1 Adolf Guggenbuhl - Craig, Pouier in the Helping Proffesions, Spring Publications, Nueva York, 1971, págs. 38 – 40 2 Sheldon B. Kopp, Guru: Metaphors from a Psychotherapist, Science and Behavior Books, Palo Alto, California, 1971