Un niño de 8 años roba en el mercado público de un país donde rige la sharía. Su castigo: que la rueda de un camión aplaste su brazo izquierdo. Las fotografías son durísimas. Pero lo más nauseabundo de todo es ver al hombre que lo sujeta retransmirlo con un micrófono inalámbrico. Vivo con la esperanza de que algún día, esta gente sea juzgada en un tribunal popular y pasados por las armas como viles alimañas que son, nazis contemporáneos, que se escudan en argumentos religiosos para dar rienda suelta a su desprecio absoluto por los derechos humanos.