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NUEVO TESTAMENTO I
IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO 332 - 323
JHON KEVIN MARIÑO
JAIRO FERNANDEZ
DOCENTE IBP
INSTITUTO BIBLICO PENTECOSTAL (IBP)
SOLEDAD, ARIL 23 DE 2020
IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO 332 - 323
Alejandro Magno, nacido en 356 AEC, fue el hijo de Filipo II (382-336 AEC), el Rey
de Macedonia en Grecia del norte (considerado un bárbaro según las ciudades de
Grecia del sur). Filipo creó un poderoso ejército profesional, que unió en base a la
fuerza a las fragmentadas ciudades-estado de Grecia en un sólo imperio.
Desde temprana edad, Alejandro demostró un enorme talento militar y fue
nominado comandante en el ejército de su padre a la edad de 18 años. Habiendo
conquistado toda Grecia, Filipo estaba a punto de embarcarse en una campaña
para invadir al archienemigo de Grecia, el Imperio Persa. Antes de invadirlos,
Filipo fue asesinado, posiblemente por Alejandro, quien luego se convirtió en rey
en el año 336 AEC. Dos años más tarde en 334 AEC, cruzó el Hellespont (Turquía
hoy en día) con 45.000 hombres e invadió al Imperio Persa.
Ya hacía algún tiempo que Alejandro se había ganado el sobrenombre de "el
grande". Paulatinamente había abandonado los modos de un rey macedonio (un
noble entre los nobles, al estilo homérico), para adoptar las costumbres de los
monarcas persas. Gustaba de las adulaciones y las reverencias, y hasta parecía
que empezaba a creerse que era hijo de Zeus. Estas actitudes empezaron a crear
reticencias entre sus hombres o, al menos, así se lo pareció a él. A finales
de 330, cuando se encontraba en el actual Afganistán, acusó de conspiración
a Filotas, uno de sus generales, lo llevó a juicio y lo hizo ejecutar. Filotas era hijo
de Parmenio, que estaba a cargo de las tropas de Media, unos 1.500 kilómetros al
oeste. Alejandro comprendió que no podía confiar en Parmenio una vez que éste
se enterara de la muerte de su hijo, así que envió mensajeros con el encargo de
asesinarlo, y así lo hicieron.
Grecia seguía firmemente gobernada por Antípatro. Esparta había sido doblegada
y Atenas había permanecido al margen, si bien Demóstenes había estimulado la
revuelta espartana. La ciudad le otorgó una corona de oro en reconocimiento de sus
servicios, pero Esquines se levantó para hablar en contra del homenaje
pronunciando un magistral discurso. Demóstenes le replicó con el que sería el más
famoso de sus discursos: "Sobre la corona". La victoria de Demóstenes fue tan
completa que Esquines se vio obligado a abandonar Atenas. Se retiró a Rodas,
donde pasó el resto de su vida dirigiendo una escuela de oratoria. Se cuenta que
años después un estudiante que había leído el discurso de Esquines contra la
corona se maravilló de que su maestro hubiera perdido. "Ah", respondió
Esquines, "no te maravillarías si hubieras leído la réplica de Demóstenes".
Por esta época, un viajero griego llamado Piteas viajó por la costa atlántica, y de
sus informes se desprende que debió de llegar hasta las Islas Británicas y a Islandia.
También exploró el norte de Europa, hasta el mar Báltico. En el Atlántico observó
las mareas, y conjeturó que eran causadas por la luna.
Durante los dos años siguientes, Alejandro siguió combatiendo contra los sátrapas
y las tribus salvajes. Nunca fue derrotado. Persiguió a Besso (o Artajerjes IV),
obligándole a abandonar Bactriana. En 329 fue traicionado por sus propios
hombres, que lo entregaron a Alejandro. Éste mandó que le cortaran la nariz y las
orejas. Luego lo mandó a Ecbatana, donde fue ejecutado. En 328 llegó
a Maracanda (la actual Samarcanda), en las fronteras orientales del Imperio Persa.
Allí dio un gran banquete. Según la costumbre, varios hombres se levantaron para
brindar adulando a Alejandro, diciendo que era mucho más grande que su padre.
Alejandro parecía más complacido cuando más se menospreciaba a Filipo II. Sin
embargo, un viejo veterano llamado Clito no aguantó más y se levantó para
defender a Filipo II. Dijo que él había puesto los cimientos de la grandeza
macedónica y que Alejandro había obtenido sus victorias con el ejército de Filipo.
Alejandro, borracho, cogió una lanza y mató a Clito.
El Imperio de Alejandro Magno.
Alejandro de Épiro seguía en Italia ayudando a las ciudades griegas del sur contra
las tribus italianas del norte. Había sellado una alianza con Roma, lo que debió de
preocupar a los samnitas, que podían verse atacados simultáneamente por los
romanos al este y los griegos al sur. De momento sólo estaban en guerra con los
griegos, pero Roma fundó una colonia en Fregellae, justo en la frontera con el
Samnio.
Alejandro Magno quería considerarse rey de griegos y persas por igual. En 327 se
casó con una princesa persa, Roxana, y empezó a entrenar a 30.000 persas a la
manera macedónica, para que sirvieran en el ejército. Ese mismo año un rey indio
le pidió ayuda contra un rey rival. Las crónicas griegas le llaman Taxiles, si bien no
está claro que fuera su nombre, sino más bien un nombre derivado del de su
reino, Taxilia, situado al norte de la India, cerca de la frontera con Persia. Su rival
era Poros, cuyo reino se extendía al este de Taxilia. Alejandro aceptó
inmediatamente y cruzó el Indo, más allá de las fronteras persas. El ejército de
Poros contaba con un arma nueva para Alejandro: elefantes. En 326 tuvo lugar una
batalla junto al río Hidaspes, afluente del Indo. Alejandro maniobró hábilmente su
ejército de tal forma que desconcertó a Poros y no le dio ocasión de aprovechar sus
elefantes. En la batalla murió Bucéfalo, el caballo de Alejandro. Tras su victoria, se
dice que preguntó al orgulloso Poros cómo esperaba ser tratado. "Como un rey",
respondió él, y así fue. Alejandro le dejó gobernar su reino en calidad de sátrapa, y
Poros le fue leal mientras vivió.
Ese mismo año los tarentinos, que habían llamado a Alejandro de Épiro en su
ayuda, decidieron que éste se estaba volviendo demasiado poderoso, y que les traía
mejor cuenta enfrentarse ellos solos a los italianos. Le retiraron su apoyo y fue
derrotado en Pandosia, al sur de Italia. Su sucesor tuvo dificultades para hacerse
con el trono epirota, así que no se ocupó de Italia. En cuanto Alejandro desapareció,
los samnitas se volvieron hacia Roma. Por su parte, Roma estaba deseando la
confrontación, y un incidente en Campania sirvió de excusa para iniciar la Segunda
Guerra Samnita. Al sur del Samnio había dos regiones: Lucania y Apulia. Las tribus
italianas que las habitaban habían luchado junto a los samnitas contra Alejandro,
pero los samnitas eran para ellas más peligrosos que la lejana Roma, así que se
pusieron de parte de Roma. Para los griegos del sur, Lucania y Apulia eran sus
inmediatos enemigos, así que se pusieron de parte del Samnio. De este modo, los
dos tercios de Italia estuvieron en guerra. Etruria no intervino. Hacía tiempo que
había concertado una paz con Roma y la mantuvo escrupulosamente.
Alejandro Magno planeaba atravesar la India y llegar así al fin del mundo, según las
creencias de la época, pero sus soldados estaban cansados. Llevaban seis años
luchando lejos de su patria y lo único que querían era volver. Alejandro estuvo
enfurruñado tres días, pero al final consintió en volver. Construyó una flota que
navegó por el Indo, mientras el ejército le seguía por la orilla. Tenía que someter a
tribus hostiles a medida que avanzaba. Se cuenta que, en una ocasión, mientras
asediaba una ciudad, perdió la paciencia y saltó la muralla junto a tres hombres
nada más. Sus hombres lograron entrar poco después y rescatarlo, pero fue
seriamente herido. La flota fue enviada de vuelta por el Indo al mando de un general
llamado Nearco. Llegó hasta Babilonia por el golfo Pérsico. Fue la primera flota
occidental que navegó por el océano Índico.
En 325 el nuevo duque de Qin, se otorgó el título de rey, como ya habían hecho
otros príncipes chinos. Qin siguió haciéndose más poderoso al tiempo que su
administración se hacía más eficiente.
Mientras tanto Alejandro atravesaba con su ejército el desierto de Gedrosia, donde
sus hombres sufrieron el hambre y la sed. Se especula sobre la posibilidad de que
Alejandro hubiera decidido castigarlos por haberle obligado a volver. En Babilonia
se hallaba Harpalo, que no estaba en condiciones de rendir cuentas a Alejandro
sobre su gestión, así que, al tener noticias de su regreso, huyó y en 324 se presentó
en Atenas llevando consigo un gran tesoro. Allí pidió ser admitido y protegido frente
a Macedonia. Por primera vez Demóstenes hizo prevalecer la prudencia frente a su
odio a Macedonia. Sostuvo que Atenas no debía permitirle la entrada. Sin embargo,
Harpalo hizo ver que con el dinero que traía se podría hacer que Grecia y Asia se
rebelaran contra Alejandro. Con la oposición de Demóstenes, los atenienses
acogieron a Harpalo.
Antípatro exigió a Atenas que entregara al traidor. Demóstenes se opuso por
considerarlo indigno. De todos modos, Harpalo fue arrestado y su dinero guardado
en el Partenón con el fin de devolvérselo a Alejandro cuando volviera (sí volvía,
claro). Ahora bien, entre el momento en que Harpalo entregó el dinero y el momento
en que éste fue contado y depositado en el Partenón, la suma se había reducido a
la mitad. Tal vez Harpalo hubiera mentido respecto a la cantidad que poseía, pero
¿no creería más bien Alejandro que los atenienses le habían robado la mitad que
faltaba? Para colmo, Harpalo logró huir a Creta, donde fue asesinado poco después.
Atenas abrió una investigación para encontrar responsables que pudieran aplacar
a Alejandro. En la lista se incluyó a Demóstenes, que probablemente era inocente,
pero sin duda era un buen chivo expiatorio. Se le condenó a pagar una cantidad que
Demóstenes no poseía, así que fue encarcelado. Sin embargo, logró huir.
Alejandro había llegado a Babilonia y había tomado medidas contra los gobernantes
que, siguiendo a Harpalo, habían desobedecido sus órdenes. Luego continuó con
su plan de unificar a griegos y persas. Ordenó a 10.000 de sus soldados que se
casaran con mujeres asiáticas. Además, ordenó a las ciudades griegas que le
reconocieran como dios, al igual que hacían los persas. Incluso Atenas aceptó la
divinidad de Alejandro, pues con la crisis de Harpalo no estaba para llevarle la
contraria. Incluso Esparta cedió. Sus éforos dijeron con desprecio: "Si Alejandro
desea ser un dios, que lo sea".
Ese año murió Hefestión, amigo y amante de Alejandro, lo que afectó gravemente
al rey macedonio. Hizo matar al médico que no pudo salvarle, se negó a comer
durante cuatro días, ordenó unas fastuosas honras fúnebres y mandó consultar al
oráculo de Ammón si podía venerar al difundo como a un dios. Naturalmente la
respuesta fue afirmativa.
Los planes de Alejandro se volvieron cada vez más grandiosos. Parece ser que
empezó a preparar una flota para tomar Cartago. Sin embargo, en 323 enfermó y a
los pocos días murió. Se sospecha que fue envenenado.
Como cuando murió Filipo II, toda Grecia se rebeló contra Macedonia en cuanto se
tuvo noticia de la muerte de Alejandro. Se formó un ejército griego que derrotó a
Antípatro en Beocia. El general tuvo que retirarse a Lamia, al norte de las
Termópilas, donde fue sitiado por los aliados griegos. Aristóteles, que era
macedonio y no muy popular entre ciertos sectores atenienses, huyó discretamente
a Eubea. Demóstenes entró triunfalmente en Atenas. La ciudad pagó su multa.
La sucesión de Alejandro no estaba nada clara. De la familia real quedaban su
madre Olimpia, su mujer Roxana, un hijo, Alejandro, que nació unos meses
después de su muerte, una hermanastra, Tesalónica, y un hermanastro deficiente
mental, Filipo. Ninguno de ellos estaba en condiciones de reclamar el trono. Se dice
que, poco antes de morir, le preguntaron a Alejandro quién debía ser su sucesor, y
que la respuesta fue: "El más fuerte". El poder efectivo estaba en manos de una
treintena de generales dispersos por el imperio y que pronto iniciarían una maraña
de confusas guerras con el fin de apoderarse de las conquistas de Alejandro. Fueron
conocidos como diádocos (sucesores). Uno de los más hábiles fue Ptolomeo, del
que se rumoreaba que era hijo ilegítimo de Filipo II y, por consiguiente, hermanastro
de Alejandro Magno. (Tal vez el propio Ptolomeo difundió este rumor para legitimar
sus pretensiones al trono.) Inmediatamente después de la muerte de Alejandro se
dirigió a Egipto, donde ejecutó a Cleomenes y se apropió del gobierno. Más aún,
tuvo la astucia de apoderarse del cuerpo de Alejandro y enterrarlo en Menfis.
Por su parte, Lisímaco se apoderó de Tracia y Cratero acudió a Grecia para
ayudar a Antípatro, asediado en Lamia. En 322 los griegos fueron derrotados
en Cranón por los macedonios, al tiempo que una flota macedonia vencía a la flota
ateniense junto a la isla de Amorgos, al sudeste de Naxos. Toda Grecia cayó en
manos de Antípatro. Atenas convino en entregar a Demóstenes, pero éste huyó a
una pequeña isla, donde se refugió en un templo para evitar a los enviados de
Antípatro. Trataron de hacerle salir, pero decidió envenenarse. También ese año
murió Aristóteles, al parecer por una úlcera de estómago. El Liceo quedó bajo la
dirección de Teofrasto, cuya investigación se centró principalmente en la botánica,
y llegó a describir laboriosamente más de 500 especies de plantas. Por esta
época, Dicearco, un geógrafo que había estudiado también en el Liceo usó la
información traída por los ejércitos de Alejandro para elaborar los mejores mapas
del mundo antiguo. Fue el primero en usar líneas de latitud.
La primera guerra entre los diádocos la inició Perdicas, que había ejercido de
primer ministro en la época de la muerte de Alejandro y dominaba a su hermanastro.
Trató de que éste fuera reconocido como Filipo III y, al tiempo, ejercer como regente.
Ante la negativa general, atacó a Ptolomeo sin éxito, luego se alió con Eumenes, a
quien Cratero, que acababa de regresar de Grecia, le disputaba Asia Menor.
Unos años antes, un nativo (no griego) se había erigido en rey de la antigua satrapía
de Capadocia, con el nombre de Ariarates I. Sin embargo, Perdicas lo mató
en 321 y se apoderó de la región, poco después Cratero murió en una batalla y
luego Perdicas fue asesinado por un grupo de oficiales conducidos
por Seleuco, que logró el control sobre Babilonia. Capadocia conservó a sus reyes,
pero, al igual que Asia Menor, quedó en manos de Eumenes.
En Italia, la Segunda Guerra Samnita duraba ya cinco años, con una leve ventaja
para Roma. Un ejército romano de Campania recibió un falso informe difundido por
los samnitas, según el cual una ciudad de Apulia, aliada de Roma, estaba siendo
atacada. Los romanos decidieron acudir en su ayuda, para lo cual tenían que
atravesar el Samnio. El camino les llevaba por un estrecho valle situado junto a la
ciudad samnita de Caudio, por lo que era conocido como las Horcas
Caudinas. Cuando los romanos llegaron al final del desfiladero lo encontraron
bloqueado por árboles y rocas. Dieron media vuelta y se encontraron con un ejército
samnita. Estaban atrapados (deshonrosamente, además). Los samnitas optaron por
no pelear. Dejaron que los romanos acabaran con sus víveres y esperaron a que
murieran de hambre. Evidentemente, los romanos se vieron obligados a rendirse.
Los samnitas exigieron el fin de la guerra con algunas condiciones adicionales en
su favor. Los generales romanos no podían firmar la paz. Sólo el Senado tenía esa
atribución, y los samnitas lo sabían. Así pues, decidieron quedarse con 600 rehenes,
tomados de entre los mejores oficiales romanos, y dejaron marchar al resto del
ejército para que negociara la paz.
Cuando el ejército llegó a Roma, el Senado se reunió para tomar una decisión. Uno
de los generales propuso que él y su compañero fueran entregados a los samnitas
por haberlos engañado con un falso acuerdo y que los rehenes fueran
abandonados. Casi todos los senadores tenían parientes entre los rehenes, pero la
propuesta fue aceptada. Los samnitas mataron a los rehenes, pero perdieron la
oportunidad de obtener una victoria definitiva. La guerra continuó.
En 320 se produjo un cambio dinástico en el reino indio de Magadha. La nueva
dinastía fue inaugurada por Chandragupta, de la familia de los Maurya, que
asesinó al último miembro de la casa real con la ayuda de un grupo de proscritos.
Estableció su capital en Pataliputra, e inició un proceso de expansión que
convertiría a su reino en el primer imperio indio históricamente conocido.
Alejandro Magno Y Los Judíos
Alejandro Magno, un día salió con su poderoso ejército para enfrentar a Darío III,
que era el rey de un fuerte imperio que abarcaba también a la tierra de Israel.
Alejandro ya había logrado derrotar a todas las naciones que participaban de la
alianza del imperio de Darío III, y se disponía ahora a guerrear con Jerusalén, pues
esta ciudad también pertenecía a la citada alianza.
Aconteció en momentos en que Alejandro se acostó sobre su cama para descansar,
que sobre su cabeza se le aparece un hombre, vestido de blanco, portando una
espada en su mano. El hombre alzó su espada sobre la cabeza del rey, y Alejandro
sintió mucho miedo. Por eso le dijo:
“Mi señor, ¿por qué vais a matar a vuestro siervo?”.
El hombre le respondió:
“Yo soy el ángel que ha sido enviado por Dios delante de ti para conquistar para ti
poderosos reinados. Y ahora has de morir por pretender levantarte contra
Jerusalén, con el propósito de dañar al pueblo de Dios”.
Alejandro le dijo:
“Disculpa la falta de tu siervo, y si el hecho de que yo conquiste Jerusalén te
parece algo malo, en ese caso regresaré”.
El hombre le dijo:
“Ve a Jerusalén, y cuando estés allí, y veáis un hombre vestido de blanco, con mi
aspecto y apariencia, entonces te prosternarás a tierra frente a él, y todo lo que te
diga habéis de hacer. No profanes su palabra, pues el día que lo hagáis,
moriréis”.
El rey se levantó y fue a Jerusalén. En ese momento, todo el pueblo judío escuchó
que Alejandro de Macedonia se acercaba y temieron mucho, por eso clamaron a
Dios y decretaron ayuno público. Luego salieron al encuentro del soberano para
homenajearlo y suplicarle piedad. Entre el pueblo se encontraba Janania, que era
el Kohen Gadol (Oficiante Principal del Templo Sagrado), quien estaba vestido de
blanco.
Cuando el rey avistó a Jananiá, se dio prisa para descender de su corcel, y correr a
prosternarse a tierra frente a él. Al ver eso los reyes de la alianza de Alejandro se
enojaron y le dijeron:
“¿Por qué te prosternas a ese hombre que no tiene fuerza para la guerra?”.
Alejandro les respondió:
“No se enojen por ello, pues el ángel que va delante de mí en todas las guerras
para ayudarme, tiene el mismo aspecto que este hombre frente al cual me
prosterné”.

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  • 1. NUEVO TESTAMENTO I IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO 332 - 323 JHON KEVIN MARIÑO JAIRO FERNANDEZ DOCENTE IBP INSTITUTO BIBLICO PENTECOSTAL (IBP) SOLEDAD, ARIL 23 DE 2020
  • 2. IMPERIO DE ALEJANDRO MAGNO 332 - 323 Alejandro Magno, nacido en 356 AEC, fue el hijo de Filipo II (382-336 AEC), el Rey de Macedonia en Grecia del norte (considerado un bárbaro según las ciudades de Grecia del sur). Filipo creó un poderoso ejército profesional, que unió en base a la fuerza a las fragmentadas ciudades-estado de Grecia en un sólo imperio. Desde temprana edad, Alejandro demostró un enorme talento militar y fue nominado comandante en el ejército de su padre a la edad de 18 años. Habiendo conquistado toda Grecia, Filipo estaba a punto de embarcarse en una campaña para invadir al archienemigo de Grecia, el Imperio Persa. Antes de invadirlos, Filipo fue asesinado, posiblemente por Alejandro, quien luego se convirtió en rey en el año 336 AEC. Dos años más tarde en 334 AEC, cruzó el Hellespont (Turquía hoy en día) con 45.000 hombres e invadió al Imperio Persa. Ya hacía algún tiempo que Alejandro se había ganado el sobrenombre de "el grande". Paulatinamente había abandonado los modos de un rey macedonio (un noble entre los nobles, al estilo homérico), para adoptar las costumbres de los monarcas persas. Gustaba de las adulaciones y las reverencias, y hasta parecía que empezaba a creerse que era hijo de Zeus. Estas actitudes empezaron a crear reticencias entre sus hombres o, al menos, así se lo pareció a él. A finales de 330, cuando se encontraba en el actual Afganistán, acusó de conspiración a Filotas, uno de sus generales, lo llevó a juicio y lo hizo ejecutar. Filotas era hijo de Parmenio, que estaba a cargo de las tropas de Media, unos 1.500 kilómetros al oeste. Alejandro comprendió que no podía confiar en Parmenio una vez que éste se enterara de la muerte de su hijo, así que envió mensajeros con el encargo de asesinarlo, y así lo hicieron. Grecia seguía firmemente gobernada por Antípatro. Esparta había sido doblegada y Atenas había permanecido al margen, si bien Demóstenes había estimulado la revuelta espartana. La ciudad le otorgó una corona de oro en reconocimiento de sus servicios, pero Esquines se levantó para hablar en contra del homenaje pronunciando un magistral discurso. Demóstenes le replicó con el que sería el más famoso de sus discursos: "Sobre la corona". La victoria de Demóstenes fue tan completa que Esquines se vio obligado a abandonar Atenas. Se retiró a Rodas, donde pasó el resto de su vida dirigiendo una escuela de oratoria. Se cuenta que años después un estudiante que había leído el discurso de Esquines contra la corona se maravilló de que su maestro hubiera perdido. "Ah", respondió Esquines, "no te maravillarías si hubieras leído la réplica de Demóstenes". Por esta época, un viajero griego llamado Piteas viajó por la costa atlántica, y de sus informes se desprende que debió de llegar hasta las Islas Británicas y a Islandia. También exploró el norte de Europa, hasta el mar Báltico. En el Atlántico observó las mareas, y conjeturó que eran causadas por la luna.
  • 3. Durante los dos años siguientes, Alejandro siguió combatiendo contra los sátrapas y las tribus salvajes. Nunca fue derrotado. Persiguió a Besso (o Artajerjes IV), obligándole a abandonar Bactriana. En 329 fue traicionado por sus propios hombres, que lo entregaron a Alejandro. Éste mandó que le cortaran la nariz y las orejas. Luego lo mandó a Ecbatana, donde fue ejecutado. En 328 llegó a Maracanda (la actual Samarcanda), en las fronteras orientales del Imperio Persa. Allí dio un gran banquete. Según la costumbre, varios hombres se levantaron para brindar adulando a Alejandro, diciendo que era mucho más grande que su padre. Alejandro parecía más complacido cuando más se menospreciaba a Filipo II. Sin embargo, un viejo veterano llamado Clito no aguantó más y se levantó para defender a Filipo II. Dijo que él había puesto los cimientos de la grandeza macedónica y que Alejandro había obtenido sus victorias con el ejército de Filipo. Alejandro, borracho, cogió una lanza y mató a Clito. El Imperio de Alejandro Magno. Alejandro de Épiro seguía en Italia ayudando a las ciudades griegas del sur contra las tribus italianas del norte. Había sellado una alianza con Roma, lo que debió de preocupar a los samnitas, que podían verse atacados simultáneamente por los romanos al este y los griegos al sur. De momento sólo estaban en guerra con los griegos, pero Roma fundó una colonia en Fregellae, justo en la frontera con el Samnio. Alejandro Magno quería considerarse rey de griegos y persas por igual. En 327 se casó con una princesa persa, Roxana, y empezó a entrenar a 30.000 persas a la manera macedónica, para que sirvieran en el ejército. Ese mismo año un rey indio le pidió ayuda contra un rey rival. Las crónicas griegas le llaman Taxiles, si bien no está claro que fuera su nombre, sino más bien un nombre derivado del de su reino, Taxilia, situado al norte de la India, cerca de la frontera con Persia. Su rival
  • 4. era Poros, cuyo reino se extendía al este de Taxilia. Alejandro aceptó inmediatamente y cruzó el Indo, más allá de las fronteras persas. El ejército de Poros contaba con un arma nueva para Alejandro: elefantes. En 326 tuvo lugar una batalla junto al río Hidaspes, afluente del Indo. Alejandro maniobró hábilmente su ejército de tal forma que desconcertó a Poros y no le dio ocasión de aprovechar sus elefantes. En la batalla murió Bucéfalo, el caballo de Alejandro. Tras su victoria, se dice que preguntó al orgulloso Poros cómo esperaba ser tratado. "Como un rey", respondió él, y así fue. Alejandro le dejó gobernar su reino en calidad de sátrapa, y Poros le fue leal mientras vivió. Ese mismo año los tarentinos, que habían llamado a Alejandro de Épiro en su ayuda, decidieron que éste se estaba volviendo demasiado poderoso, y que les traía mejor cuenta enfrentarse ellos solos a los italianos. Le retiraron su apoyo y fue derrotado en Pandosia, al sur de Italia. Su sucesor tuvo dificultades para hacerse con el trono epirota, así que no se ocupó de Italia. En cuanto Alejandro desapareció, los samnitas se volvieron hacia Roma. Por su parte, Roma estaba deseando la confrontación, y un incidente en Campania sirvió de excusa para iniciar la Segunda Guerra Samnita. Al sur del Samnio había dos regiones: Lucania y Apulia. Las tribus italianas que las habitaban habían luchado junto a los samnitas contra Alejandro, pero los samnitas eran para ellas más peligrosos que la lejana Roma, así que se pusieron de parte de Roma. Para los griegos del sur, Lucania y Apulia eran sus inmediatos enemigos, así que se pusieron de parte del Samnio. De este modo, los dos tercios de Italia estuvieron en guerra. Etruria no intervino. Hacía tiempo que había concertado una paz con Roma y la mantuvo escrupulosamente. Alejandro Magno planeaba atravesar la India y llegar así al fin del mundo, según las creencias de la época, pero sus soldados estaban cansados. Llevaban seis años luchando lejos de su patria y lo único que querían era volver. Alejandro estuvo enfurruñado tres días, pero al final consintió en volver. Construyó una flota que navegó por el Indo, mientras el ejército le seguía por la orilla. Tenía que someter a tribus hostiles a medida que avanzaba. Se cuenta que, en una ocasión, mientras asediaba una ciudad, perdió la paciencia y saltó la muralla junto a tres hombres nada más. Sus hombres lograron entrar poco después y rescatarlo, pero fue seriamente herido. La flota fue enviada de vuelta por el Indo al mando de un general llamado Nearco. Llegó hasta Babilonia por el golfo Pérsico. Fue la primera flota occidental que navegó por el océano Índico. En 325 el nuevo duque de Qin, se otorgó el título de rey, como ya habían hecho otros príncipes chinos. Qin siguió haciéndose más poderoso al tiempo que su administración se hacía más eficiente. Mientras tanto Alejandro atravesaba con su ejército el desierto de Gedrosia, donde sus hombres sufrieron el hambre y la sed. Se especula sobre la posibilidad de que Alejandro hubiera decidido castigarlos por haberle obligado a volver. En Babilonia se hallaba Harpalo, que no estaba en condiciones de rendir cuentas a Alejandro
  • 5. sobre su gestión, así que, al tener noticias de su regreso, huyó y en 324 se presentó en Atenas llevando consigo un gran tesoro. Allí pidió ser admitido y protegido frente a Macedonia. Por primera vez Demóstenes hizo prevalecer la prudencia frente a su odio a Macedonia. Sostuvo que Atenas no debía permitirle la entrada. Sin embargo, Harpalo hizo ver que con el dinero que traía se podría hacer que Grecia y Asia se rebelaran contra Alejandro. Con la oposición de Demóstenes, los atenienses acogieron a Harpalo. Antípatro exigió a Atenas que entregara al traidor. Demóstenes se opuso por considerarlo indigno. De todos modos, Harpalo fue arrestado y su dinero guardado en el Partenón con el fin de devolvérselo a Alejandro cuando volviera (sí volvía, claro). Ahora bien, entre el momento en que Harpalo entregó el dinero y el momento en que éste fue contado y depositado en el Partenón, la suma se había reducido a la mitad. Tal vez Harpalo hubiera mentido respecto a la cantidad que poseía, pero ¿no creería más bien Alejandro que los atenienses le habían robado la mitad que faltaba? Para colmo, Harpalo logró huir a Creta, donde fue asesinado poco después. Atenas abrió una investigación para encontrar responsables que pudieran aplacar a Alejandro. En la lista se incluyó a Demóstenes, que probablemente era inocente, pero sin duda era un buen chivo expiatorio. Se le condenó a pagar una cantidad que Demóstenes no poseía, así que fue encarcelado. Sin embargo, logró huir. Alejandro había llegado a Babilonia y había tomado medidas contra los gobernantes que, siguiendo a Harpalo, habían desobedecido sus órdenes. Luego continuó con su plan de unificar a griegos y persas. Ordenó a 10.000 de sus soldados que se casaran con mujeres asiáticas. Además, ordenó a las ciudades griegas que le reconocieran como dios, al igual que hacían los persas. Incluso Atenas aceptó la divinidad de Alejandro, pues con la crisis de Harpalo no estaba para llevarle la contraria. Incluso Esparta cedió. Sus éforos dijeron con desprecio: "Si Alejandro desea ser un dios, que lo sea". Ese año murió Hefestión, amigo y amante de Alejandro, lo que afectó gravemente al rey macedonio. Hizo matar al médico que no pudo salvarle, se negó a comer durante cuatro días, ordenó unas fastuosas honras fúnebres y mandó consultar al oráculo de Ammón si podía venerar al difundo como a un dios. Naturalmente la respuesta fue afirmativa. Los planes de Alejandro se volvieron cada vez más grandiosos. Parece ser que empezó a preparar una flota para tomar Cartago. Sin embargo, en 323 enfermó y a los pocos días murió. Se sospecha que fue envenenado. Como cuando murió Filipo II, toda Grecia se rebeló contra Macedonia en cuanto se tuvo noticia de la muerte de Alejandro. Se formó un ejército griego que derrotó a Antípatro en Beocia. El general tuvo que retirarse a Lamia, al norte de las Termópilas, donde fue sitiado por los aliados griegos. Aristóteles, que era macedonio y no muy popular entre ciertos sectores atenienses, huyó discretamente a Eubea. Demóstenes entró triunfalmente en Atenas. La ciudad pagó su multa.
  • 6. La sucesión de Alejandro no estaba nada clara. De la familia real quedaban su madre Olimpia, su mujer Roxana, un hijo, Alejandro, que nació unos meses después de su muerte, una hermanastra, Tesalónica, y un hermanastro deficiente mental, Filipo. Ninguno de ellos estaba en condiciones de reclamar el trono. Se dice que, poco antes de morir, le preguntaron a Alejandro quién debía ser su sucesor, y que la respuesta fue: "El más fuerte". El poder efectivo estaba en manos de una treintena de generales dispersos por el imperio y que pronto iniciarían una maraña de confusas guerras con el fin de apoderarse de las conquistas de Alejandro. Fueron conocidos como diádocos (sucesores). Uno de los más hábiles fue Ptolomeo, del que se rumoreaba que era hijo ilegítimo de Filipo II y, por consiguiente, hermanastro de Alejandro Magno. (Tal vez el propio Ptolomeo difundió este rumor para legitimar sus pretensiones al trono.) Inmediatamente después de la muerte de Alejandro se dirigió a Egipto, donde ejecutó a Cleomenes y se apropió del gobierno. Más aún, tuvo la astucia de apoderarse del cuerpo de Alejandro y enterrarlo en Menfis. Por su parte, Lisímaco se apoderó de Tracia y Cratero acudió a Grecia para ayudar a Antípatro, asediado en Lamia. En 322 los griegos fueron derrotados en Cranón por los macedonios, al tiempo que una flota macedonia vencía a la flota ateniense junto a la isla de Amorgos, al sudeste de Naxos. Toda Grecia cayó en manos de Antípatro. Atenas convino en entregar a Demóstenes, pero éste huyó a una pequeña isla, donde se refugió en un templo para evitar a los enviados de Antípatro. Trataron de hacerle salir, pero decidió envenenarse. También ese año murió Aristóteles, al parecer por una úlcera de estómago. El Liceo quedó bajo la dirección de Teofrasto, cuya investigación se centró principalmente en la botánica, y llegó a describir laboriosamente más de 500 especies de plantas. Por esta época, Dicearco, un geógrafo que había estudiado también en el Liceo usó la información traída por los ejércitos de Alejandro para elaborar los mejores mapas del mundo antiguo. Fue el primero en usar líneas de latitud. La primera guerra entre los diádocos la inició Perdicas, que había ejercido de primer ministro en la época de la muerte de Alejandro y dominaba a su hermanastro. Trató de que éste fuera reconocido como Filipo III y, al tiempo, ejercer como regente. Ante la negativa general, atacó a Ptolomeo sin éxito, luego se alió con Eumenes, a quien Cratero, que acababa de regresar de Grecia, le disputaba Asia Menor. Unos años antes, un nativo (no griego) se había erigido en rey de la antigua satrapía de Capadocia, con el nombre de Ariarates I. Sin embargo, Perdicas lo mató en 321 y se apoderó de la región, poco después Cratero murió en una batalla y luego Perdicas fue asesinado por un grupo de oficiales conducidos por Seleuco, que logró el control sobre Babilonia. Capadocia conservó a sus reyes, pero, al igual que Asia Menor, quedó en manos de Eumenes. En Italia, la Segunda Guerra Samnita duraba ya cinco años, con una leve ventaja para Roma. Un ejército romano de Campania recibió un falso informe difundido por los samnitas, según el cual una ciudad de Apulia, aliada de Roma, estaba siendo atacada. Los romanos decidieron acudir en su ayuda, para lo cual tenían que atravesar el Samnio. El camino les llevaba por un estrecho valle situado junto a la
  • 7. ciudad samnita de Caudio, por lo que era conocido como las Horcas Caudinas. Cuando los romanos llegaron al final del desfiladero lo encontraron bloqueado por árboles y rocas. Dieron media vuelta y se encontraron con un ejército samnita. Estaban atrapados (deshonrosamente, además). Los samnitas optaron por no pelear. Dejaron que los romanos acabaran con sus víveres y esperaron a que murieran de hambre. Evidentemente, los romanos se vieron obligados a rendirse. Los samnitas exigieron el fin de la guerra con algunas condiciones adicionales en su favor. Los generales romanos no podían firmar la paz. Sólo el Senado tenía esa atribución, y los samnitas lo sabían. Así pues, decidieron quedarse con 600 rehenes, tomados de entre los mejores oficiales romanos, y dejaron marchar al resto del ejército para que negociara la paz. Cuando el ejército llegó a Roma, el Senado se reunió para tomar una decisión. Uno de los generales propuso que él y su compañero fueran entregados a los samnitas por haberlos engañado con un falso acuerdo y que los rehenes fueran abandonados. Casi todos los senadores tenían parientes entre los rehenes, pero la propuesta fue aceptada. Los samnitas mataron a los rehenes, pero perdieron la oportunidad de obtener una victoria definitiva. La guerra continuó. En 320 se produjo un cambio dinástico en el reino indio de Magadha. La nueva dinastía fue inaugurada por Chandragupta, de la familia de los Maurya, que asesinó al último miembro de la casa real con la ayuda de un grupo de proscritos. Estableció su capital en Pataliputra, e inició un proceso de expansión que convertiría a su reino en el primer imperio indio históricamente conocido. Alejandro Magno Y Los Judíos Alejandro Magno, un día salió con su poderoso ejército para enfrentar a Darío III, que era el rey de un fuerte imperio que abarcaba también a la tierra de Israel. Alejandro ya había logrado derrotar a todas las naciones que participaban de la alianza del imperio de Darío III, y se disponía ahora a guerrear con Jerusalén, pues esta ciudad también pertenecía a la citada alianza. Aconteció en momentos en que Alejandro se acostó sobre su cama para descansar, que sobre su cabeza se le aparece un hombre, vestido de blanco, portando una espada en su mano. El hombre alzó su espada sobre la cabeza del rey, y Alejandro sintió mucho miedo. Por eso le dijo: “Mi señor, ¿por qué vais a matar a vuestro siervo?”. El hombre le respondió: “Yo soy el ángel que ha sido enviado por Dios delante de ti para conquistar para ti poderosos reinados. Y ahora has de morir por pretender levantarte contra Jerusalén, con el propósito de dañar al pueblo de Dios”.
  • 8. Alejandro le dijo: “Disculpa la falta de tu siervo, y si el hecho de que yo conquiste Jerusalén te parece algo malo, en ese caso regresaré”. El hombre le dijo: “Ve a Jerusalén, y cuando estés allí, y veáis un hombre vestido de blanco, con mi aspecto y apariencia, entonces te prosternarás a tierra frente a él, y todo lo que te diga habéis de hacer. No profanes su palabra, pues el día que lo hagáis, moriréis”. El rey se levantó y fue a Jerusalén. En ese momento, todo el pueblo judío escuchó que Alejandro de Macedonia se acercaba y temieron mucho, por eso clamaron a Dios y decretaron ayuno público. Luego salieron al encuentro del soberano para homenajearlo y suplicarle piedad. Entre el pueblo se encontraba Janania, que era el Kohen Gadol (Oficiante Principal del Templo Sagrado), quien estaba vestido de blanco. Cuando el rey avistó a Jananiá, se dio prisa para descender de su corcel, y correr a prosternarse a tierra frente a él. Al ver eso los reyes de la alianza de Alejandro se enojaron y le dijeron: “¿Por qué te prosternas a ese hombre que no tiene fuerza para la guerra?”. Alejandro les respondió: “No se enojen por ello, pues el ángel que va delante de mí en todas las guerras para ayudarme, tiene el mismo aspecto que este hombre frente al cual me prosterné”.