Los pueblos iberos se extendían por el sur y este de la Península Ibérica y vivían en poblados amurallados dedicados a la agricultura y ganadería. Los pueblos celtas habitaban en castros y construían casas circulares, organizándose también en tribus y destacando en la fabricación de metales. Los romanos utilizaban monedas propias en sus territorios de la Península Ibérica.