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I
ER RICACHO QUE SE ZAMPÓ EN LOS CIELOS
Se ice i pué que sea verdá, qu`en cierta ves un rico podrío allegó
a las puertas der Cielo i San Perico no tuvo más tutía c`abrille,
pos s`había ganao er Cielo vaya osté a saber acómo, ya que trayía
toa la decumentación en regla. Pos jue tal er contento i l`alegría
der sucedío -hay que tenel en cuenta qu`era la prímer ves c`un
ricachón dentraba en los Cielos-, que s`hizo una fiesta mu jrande,
con muncho jolgorio i cante flamenco, i muncha comía de toas las
clases i bebercio a porrillo pa too quisque, que no fartaba de ná,
que tiraron la casa por la ventana, vamos, i tóo er mundo estaba en
una nube.
Entuiscovía se arrecuerdan las ánimas der Cielo d`aquella fiesta
tan soná i más d`uno ha pecao con
la sesera endeseando de que un angelico de los que s`hacen
ar cargo de los papeles pa traspasal los cielos haga una pifia i
s`enquivoque de nuevas.
Er dicío que d`esta hestoria se asaca es que too Dios s`enquivoca i
s`hace caca.
er ricacho que se
zampó en los cielos
II
ER COMENCIPIO DER MORCIGUILLO
Er ratón de monte enjamás de los jamases habïa esfisao la
nieve, no habïa visto un nevazo. Asín, cuandi nievó por
ves prime i la vio blanca como la carta, la aciguató i remiró
como a una cosa cirimindrángana, con canguelo, i er sol,
que s`espejaba nella, lo cegó. En su ceguez, sin ver ni tres
amontaos en un burro, trompezó en la primera piedra que
pilló como un zote i se cayó pa bajo abajotes dende tóo lo
altotes de la montaña a espachurrarse com`un güevo d`un
nío de pájaro en er suelo de l`ondo. Pero jue tan larga la
caïda, duró tanto tiempo er caepabajo, que le surtieron alas
der pellejo de su propia encarnaúra i remontó er güelo sin
acerse saldiguera, convirtiéndose-n un morciguillo volan-
dero.
er comencipio
der morciguillo
III
SALTARÁN CHISPAS
Era un pueblo tan descreído y herético que casi nadie acudía a
escuchar la santa misa, a confesarse o a comulgar. Y al cura se le
ocurrió una treta para hacer que volvieran los feligreses a los ofi-
cios religiosos; para ello necesitaba la colaboración del sacristán,
pues él solo no era suficiente para llevar la idea a cabo.
Así, que le dice al sacristán en secreto:
-Mira lo que haremos; mañana domingo, a la hora de la misa, que
es de las principales, por lo que acudirá más gente que a las otras,
tú te vas a meter debajo del púlpito con un cubo lleno de brasas,
y cuando me oigas decir ¡saltarán chispas de Nuestro Divino Co-
razón!, tú le soplas fuerte al cubo para que salten chispas y todos
los presentes se crean que es un milagro. Ya verás como a partir de
entonces sí que vendrá mucha gente a misa y nos veremos con la
iglesia y los cepillos llenos a rebosar.
Así se hace. Llega la misa, empieza, y el cura diciéndola y el
sacristán a sus faldas con el cubo lleno de brasas de carbón espe-
rando las palabras para soplar con el fuelle listo. Pero el cura, en
viendo tan llena de gente la parroquia, que daba gloria verla así, se
alargaba en su homilía aprovechando la ocasión.
Así se hace. Llega la misa, empieza, y el cura diciéndola y el
sacristán a sus faldas con el cubo lleno de brasas de carbón espe-
rando las palabras para soplar con el fuelle listo. Pero el cura, en
viendo tan llena de gente la parroquia, que daba gloria verla así, se
alargaba en su homilía aprovechando la ocasión.
El sacristán estaba viendo que las brasas se iban consumiendo y no
podía soplar las brasas para avivarlas porque hubiesen saltado las
chispas antes de tiempo, fastidiándolo todo.
-¡Chisss, chisss…, señor cura!
-Espera –le decía el cura por lo bajini.
-¡Pero señor cura…!
-¡Que esperes un poco!
Así se fue pasando el tiempo hasta que al fin el cura pronunció las
palabras concertadas. Dijo en voz alta para que fuese bien oído por
el sacristán:
-¡Saltarán chispas de Nuestro Divino Corazón!...
Y respondió el sacristán:
-Saltarán puntas de pijo, que se me ha apagado el tizón.
IV
LOS SIETE CABRITICOS Y`ELL LOBO
En una casica mu bonica en comedio der fosque, vevían siete
cabriticos con su máere, que los
protegía de tuiscas las deficultás. Allí, los alimalicos blincaban y
jubaban, sempre embajo la mirá
vrigilante e su mama.
Tanimentres, dende l`aspesura, esconnío dentre l`arbolea, ell lobo
asperaba er momento en que se fuá ida la galupa, qu`es una cabra
blanca como la carta, pa jalarse a los pequeñiquios.
Un día, la maire se tenió qu`il a mercal a la plaza, i llamó a los
siete mañacos pa dalles las estruciones pa mentres qu`ella estuviá
juera.,
-Hijos míos, me tiengo qu`il ar mercao... Y quió que me prometáis
que no le vis a-bril la puerta a naide hista que no sus hagáis segu-
rao de que soy yo, y naide más.
Er más mayor de los chequeticos, ijo asacando er pecho, ice:
-Asín mesmico s`hará, mama; no se precupe osté.
-Tener muncho cuidiao de que no sus engañufe ell lobo, muchi-
chos; qu`es unu cutimañero redomao.
Se colgó la galupa la capaza der cuello y salió a la puerta la calle.
-Atrancal la puerta mu bien por dentro con er mozo, y no l`abráis a
naide; no sus digo más.
-¡Dicaluego! -dijieron utiquios los cabritiquios rejuntaos.
La galupa echó a-ndar por la verea lante, dasta que s`envesibiló
dentre los árboles de la fosca escura.
Ell lobo, qu`estaba esfisando cómo s`iba la máere, se pasaba la
llengua por los morros i s`arrascaba er cocote con una pata, esflo-
reando anguna e sus chanchas marranchas pa mincharse a la maña-
quería. Jalar zampar i namás, es en lo que sabía pensar er tragón.
Los cabritiquios, en cuanti que se jue ida su mae echaron er mozo
a la puerta, i s`asentaron alreor de la mesa la cocina sin dicir ni
media.
Ell lobo s`acercó dempacio, dempacico a la casa i llamó a la puer-
ta: “Pomm..., pomm...”
Aentro la casa, los cabriticos s`asustaron muncho, i se rejuntaron
toicos en un rinconcico con los los de la lana de punta, tiesos de
canguelo. Endeseguida, er más mayor d`ellos s`encarruchó pa la
puerta.
Ell lobo s`acercó dempacio, dempacico a la casa i llamó a la puer-
ta: “Pomm..., pomm...”
Aentro la casa, los cabriticos s`asustaron muncho, i se rejuntaron
toicos en un rinconcico con los los de la lana de punta, tiesos de
canguelo. Endeseguida, er más mayor d`ellos s`encarruchó pa la
puerta.
-¿Quién es? -dijió.
-Abrir, hijos míos, que soy güestra máere -ice ell lobo.
-No, qu`eres ell lobo; que mi mamá tié la vos más clara, i tú la tiés
mu ronca.
I ell lobo se jue tóo enfurrunchao pa su lobera, i se zampó una
ocena güevos crúos pa ponerse la vos más clara. I se golvió pa
la casica i llamó otra ves a la puerta, no mu afuerte: “Pomm...,
pomm...”
-¿Quién es? -dijieron ende drento.
-Abrir, hijos míos, que soy güestra máere -ice ell lobo con la vos
mu fina.
-Pos asoma la patica por debajo la puerta.
Ell lobo metió una pata por debajo la puerta, i los cabriticos, ar
vel las jarras afilás i la color tan escura del pelo, negro como la
bruneta, dijeron, icen:
-No, qu`eres ell lobo; que noestra mamá tié las piernas blancas,
i tú las tiés mu negras -i uno e los mengajos le dio una patá en la
pata.
I ell lobo golvió a golverse pa su lobera, s`echó una armostrá
d`harina esturreá por toa la pata, i, dimpués, se jue otra ves a la
casica, i llamó a la puerta: “Pomm..., pomm...”
-¿Quién es?
-Abrir, hijos míos, que soy güestra máere.
-Pos asoma la patica por debajo de la puerta.
Ell lobo coló la pata llena d`harina por debajo la puerta i los cabri-
ticos, ar ver qu`era blanca como la de su mamá, dijieron, icen:
-¡Ah, qu`es la mama!
Esatrancaron la puerta der mozo, i en cuanti que vido ell lobo
qu`estaba la puerta abría, s`entró pa dentro a tóo correr turbio
com`un pelús i principió a preseguil a los cabritiquios i a chis-
queárselos d`un bocao ande los pillaba. “Uno..., dos..., tres...,
cuatro..., cinco..., sais..., y... ¿...?...”
“¿Ánd`estará er que me farta?...”, piensaba ell lobo mentres que
reguscaba por toa la casica sin que resultara por dengún lao. I ya
que s`hartó de dar güeltas Cescarcuñando, se jue; poique la galupa
no tardaría muncho en golver, i poique amás, era er más chiquitujo
er que s`había dejao sin jalar, i no tendría muncho chiche siendo
como era tan mengajo.
Cuandi la máere abocó ar caminico la casa y vido la puerta abría,
s`echó una correntilla, i dentró en la casa tóo atrabiná, i chisclan-
do:
-¿Ánd`estáis, hijos míos?... ¡Vrigen e la Juensanta, qu`esjracia más
jrande ha pasao aquí!...
Y`er más chequitín e los cabriticos, qu`estaba esconnío en la
cajica er reló, ar sintil los chillíos que daba su máere, salió dando
blincos.
-¡Mama, mama...! Ha vinío ell lobo, y nus ha engañufao, i
l`habemos abrío la puerta creyéndonos qu`era usté, i sa co-
mío a tuicos mis hermanicos. Y`a mí no m`ha pillao poique
m`h`esconnío en la cajica er reló.
La galupa cogió ar pequeñín, i se jueron siguiendo las güellas
dell lobo... A luego, se lo encuentraron acostao all lao d`un pozo
d`agua, espatarragao encima d`un ribazo.
La máere asacó unas estijeras mu jrandes c`allevaba, i, dempaci-
co pa qu`ell lobo no se dispertara, le jue abriendo la pancha hista
que pudieron salir los cabriticos que s`había zampao enantes. Los
mandó a tóos que se callaran poique armaban muncha escandalera
y`estaba a pique de que se dispertara ell lobo. Lluego, le zamparon
dentre tóos una güena montoná e pedruscos y tolmos en la bartola
all lobo, i se la golvió a cierrar la máere, cosiéndosela con una
buja y`hilo. Alluego, se jueron pa su casica, la señá cabra i sus
cabritillos, tan contentos y tan campantes.
Cuandi ell lobo se dispertó de su soñarrera, s`encontró mu pesao
de vientre, i si a pocas no allega ar pozo pa echarse de bruces i me-
terse un trancazo de agüica bien fresca, pa ver si asín se le pasaban
los retortijones que tenía. S`asomó por cima er pozo, i s`abocó pa
beber; cuandi las piedras que tenía nel astógamo se le abajaron pa
la caeza, se cayó entro er pozo con tol peso; con tol equipo, va-
mos. No púo nadar er pobre con tantismo peso cargao, y s`ahogó
com`una piedra en er río
Y`enjamás de los jamases golvió a paecer por allí más ell lobo, i
los cabriticos blincaron i jubaron sin que naide los molestara más
nunca.
I colorín, colorao, este cuento sa rematao.
V
ER QUINTO PINO
Más tardan en llegar los viejos
cuando el destino está más lejos.
(Refrán)
Er quinto matujo surtió de la tierra poquico a poco. I poquico a
poco jue-chand`ojas i tirando pa riba ribotas. Asín jue creciendo
con los años hista que s`izo árbole. A pesar de qu`estaba mu len-
jos, en er quinto pino; estonces allegaron los ombres i lo cortaron
con un gran serrucho; namás que valía su máera pa-cer tablillas
de poco fuste.
La máera d`un pino, cualquiera
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fin

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  • 2. I ER RICACHO QUE SE ZAMPÓ EN LOS CIELOS Se ice i pué que sea verdá, qu`en cierta ves un rico podrío allegó a las puertas der Cielo i San Perico no tuvo más tutía c`abrille, pos s`había ganao er Cielo vaya osté a saber acómo, ya que trayía toa la decumentación en regla. Pos jue tal er contento i l`alegría der sucedío -hay que tenel en cuenta qu`era la prímer ves c`un ricachón dentraba en los Cielos-, que s`hizo una fiesta mu jrande, con muncho jolgorio i cante flamenco, i muncha comía de toas las clases i bebercio a porrillo pa too quisque, que no fartaba de ná, que tiraron la casa por la ventana, vamos, i tóo er mundo estaba en una nube. Entuiscovía se arrecuerdan las ánimas der Cielo d`aquella fiesta tan soná i más d`uno ha pecao con la sesera endeseando de que un angelico de los que s`hacen ar cargo de los papeles pa traspasal los cielos haga una pifia i s`enquivoque de nuevas. Er dicío que d`esta hestoria se asaca es que too Dios s`enquivoca i s`hace caca. er ricacho que se zampó en los cielos
  • 3. II ER COMENCIPIO DER MORCIGUILLO Er ratón de monte enjamás de los jamases habïa esfisao la nieve, no habïa visto un nevazo. Asín, cuandi nievó por ves prime i la vio blanca como la carta, la aciguató i remiró como a una cosa cirimindrángana, con canguelo, i er sol, que s`espejaba nella, lo cegó. En su ceguez, sin ver ni tres amontaos en un burro, trompezó en la primera piedra que pilló como un zote i se cayó pa bajo abajotes dende tóo lo altotes de la montaña a espachurrarse com`un güevo d`un nío de pájaro en er suelo de l`ondo. Pero jue tan larga la caïda, duró tanto tiempo er caepabajo, que le surtieron alas der pellejo de su propia encarnaúra i remontó er güelo sin acerse saldiguera, convirtiéndose-n un morciguillo volan- dero. er comencipio der morciguillo
  • 4. III SALTARÁN CHISPAS Era un pueblo tan descreído y herético que casi nadie acudía a escuchar la santa misa, a confesarse o a comulgar. Y al cura se le ocurrió una treta para hacer que volvieran los feligreses a los ofi- cios religiosos; para ello necesitaba la colaboración del sacristán, pues él solo no era suficiente para llevar la idea a cabo. Así, que le dice al sacristán en secreto: -Mira lo que haremos; mañana domingo, a la hora de la misa, que es de las principales, por lo que acudirá más gente que a las otras, tú te vas a meter debajo del púlpito con un cubo lleno de brasas, y cuando me oigas decir ¡saltarán chispas de Nuestro Divino Co- razón!, tú le soplas fuerte al cubo para que salten chispas y todos los presentes se crean que es un milagro. Ya verás como a partir de entonces sí que vendrá mucha gente a misa y nos veremos con la iglesia y los cepillos llenos a rebosar. Así se hace. Llega la misa, empieza, y el cura diciéndola y el sacristán a sus faldas con el cubo lleno de brasas de carbón espe- rando las palabras para soplar con el fuelle listo. Pero el cura, en viendo tan llena de gente la parroquia, que daba gloria verla así, se alargaba en su homilía aprovechando la ocasión. Así se hace. Llega la misa, empieza, y el cura diciéndola y el sacristán a sus faldas con el cubo lleno de brasas de carbón espe- rando las palabras para soplar con el fuelle listo. Pero el cura, en viendo tan llena de gente la parroquia, que daba gloria verla así, se alargaba en su homilía aprovechando la ocasión. El sacristán estaba viendo que las brasas se iban consumiendo y no podía soplar las brasas para avivarlas porque hubiesen saltado las chispas antes de tiempo, fastidiándolo todo. -¡Chisss, chisss…, señor cura! -Espera –le decía el cura por lo bajini. -¡Pero señor cura…! -¡Que esperes un poco! Así se fue pasando el tiempo hasta que al fin el cura pronunció las palabras concertadas. Dijo en voz alta para que fuese bien oído por el sacristán: -¡Saltarán chispas de Nuestro Divino Corazón!... Y respondió el sacristán: -Saltarán puntas de pijo, que se me ha apagado el tizón.
  • 5. IV LOS SIETE CABRITICOS Y`ELL LOBO En una casica mu bonica en comedio der fosque, vevían siete cabriticos con su máere, que los protegía de tuiscas las deficultás. Allí, los alimalicos blincaban y jubaban, sempre embajo la mirá vrigilante e su mama. Tanimentres, dende l`aspesura, esconnío dentre l`arbolea, ell lobo asperaba er momento en que se fuá ida la galupa, qu`es una cabra blanca como la carta, pa jalarse a los pequeñiquios. Un día, la maire se tenió qu`il a mercal a la plaza, i llamó a los siete mañacos pa dalles las estruciones pa mentres qu`ella estuviá juera., -Hijos míos, me tiengo qu`il ar mercao... Y quió que me prometáis que no le vis a-bril la puerta a naide hista que no sus hagáis segu- rao de que soy yo, y naide más. Er más mayor de los chequeticos, ijo asacando er pecho, ice: -Asín mesmico s`hará, mama; no se precupe osté. -Tener muncho cuidiao de que no sus engañufe ell lobo, muchi- chos; qu`es unu cutimañero redomao. Se colgó la galupa la capaza der cuello y salió a la puerta la calle. -Atrancal la puerta mu bien por dentro con er mozo, y no l`abráis a naide; no sus digo más. -¡Dicaluego! -dijieron utiquios los cabritiquios rejuntaos. La galupa echó a-ndar por la verea lante, dasta que s`envesibiló dentre los árboles de la fosca escura. Ell lobo, qu`estaba esfisando cómo s`iba la máere, se pasaba la llengua por los morros i s`arrascaba er cocote con una pata, esflo- reando anguna e sus chanchas marranchas pa mincharse a la maña- quería. Jalar zampar i namás, es en lo que sabía pensar er tragón. Los cabritiquios, en cuanti que se jue ida su mae echaron er mozo a la puerta, i s`asentaron alreor de la mesa la cocina sin dicir ni media. Ell lobo s`acercó dempacio, dempacico a la casa i llamó a la puer- ta: “Pomm..., pomm...” Aentro la casa, los cabriticos s`asustaron muncho, i se rejuntaron toicos en un rinconcico con los los de la lana de punta, tiesos de canguelo. Endeseguida, er más mayor d`ellos s`encarruchó pa la puerta.
  • 6. Ell lobo s`acercó dempacio, dempacico a la casa i llamó a la puer- ta: “Pomm..., pomm...” Aentro la casa, los cabriticos s`asustaron muncho, i se rejuntaron toicos en un rinconcico con los los de la lana de punta, tiesos de canguelo. Endeseguida, er más mayor d`ellos s`encarruchó pa la puerta. -¿Quién es? -dijió. -Abrir, hijos míos, que soy güestra máere -ice ell lobo. -No, qu`eres ell lobo; que mi mamá tié la vos más clara, i tú la tiés mu ronca. I ell lobo se jue tóo enfurrunchao pa su lobera, i se zampó una ocena güevos crúos pa ponerse la vos más clara. I se golvió pa la casica i llamó otra ves a la puerta, no mu afuerte: “Pomm..., pomm...” -¿Quién es? -dijieron ende drento. -Abrir, hijos míos, que soy güestra máere -ice ell lobo con la vos mu fina. -Pos asoma la patica por debajo la puerta. Ell lobo metió una pata por debajo la puerta, i los cabriticos, ar vel las jarras afilás i la color tan escura del pelo, negro como la bruneta, dijeron, icen: -No, qu`eres ell lobo; que noestra mamá tié las piernas blancas, i tú las tiés mu negras -i uno e los mengajos le dio una patá en la pata. I ell lobo golvió a golverse pa su lobera, s`echó una armostrá d`harina esturreá por toa la pata, i, dimpués, se jue otra ves a la casica, i llamó a la puerta: “Pomm..., pomm...” -¿Quién es? -Abrir, hijos míos, que soy güestra máere. -Pos asoma la patica por debajo de la puerta. Ell lobo coló la pata llena d`harina por debajo la puerta i los cabri- ticos, ar ver qu`era blanca como la de su mamá, dijieron, icen: -¡Ah, qu`es la mama! Esatrancaron la puerta der mozo, i en cuanti que vido ell lobo qu`estaba la puerta abría, s`entró pa dentro a tóo correr turbio com`un pelús i principió a preseguil a los cabritiquios i a chis- queárselos d`un bocao ande los pillaba. “Uno..., dos..., tres..., cuatro..., cinco..., sais..., y... ¿...?...” “¿Ánd`estará er que me farta?...”, piensaba ell lobo mentres que reguscaba por toa la casica sin que resultara por dengún lao. I ya que s`hartó de dar güeltas Cescarcuñando, se jue; poique la galupa no tardaría muncho en golver, i poique amás, era er más chiquitujo er que s`había dejao sin jalar, i no tendría muncho chiche siendo como era tan mengajo. Cuandi la máere abocó ar caminico la casa y vido la puerta abría, s`echó una correntilla, i dentró en la casa tóo atrabiná, i chisclan- do: -¿Ánd`estáis, hijos míos?... ¡Vrigen e la Juensanta, qu`esjracia más jrande ha pasao aquí!... Y`er más chequitín e los cabriticos, qu`estaba esconnío en la cajica er reló, ar sintil los chillíos que daba su máere, salió dando blincos.
  • 7. -¡Mama, mama...! Ha vinío ell lobo, y nus ha engañufao, i l`habemos abrío la puerta creyéndonos qu`era usté, i sa co- mío a tuicos mis hermanicos. Y`a mí no m`ha pillao poique m`h`esconnío en la cajica er reló. La galupa cogió ar pequeñín, i se jueron siguiendo las güellas dell lobo... A luego, se lo encuentraron acostao all lao d`un pozo d`agua, espatarragao encima d`un ribazo. La máere asacó unas estijeras mu jrandes c`allevaba, i, dempaci- co pa qu`ell lobo no se dispertara, le jue abriendo la pancha hista que pudieron salir los cabriticos que s`había zampao enantes. Los mandó a tóos que se callaran poique armaban muncha escandalera y`estaba a pique de que se dispertara ell lobo. Lluego, le zamparon dentre tóos una güena montoná e pedruscos y tolmos en la bartola all lobo, i se la golvió a cierrar la máere, cosiéndosela con una buja y`hilo. Alluego, se jueron pa su casica, la señá cabra i sus cabritillos, tan contentos y tan campantes. Cuandi ell lobo se dispertó de su soñarrera, s`encontró mu pesao de vientre, i si a pocas no allega ar pozo pa echarse de bruces i me- terse un trancazo de agüica bien fresca, pa ver si asín se le pasaban los retortijones que tenía. S`asomó por cima er pozo, i s`abocó pa beber; cuandi las piedras que tenía nel astógamo se le abajaron pa la caeza, se cayó entro er pozo con tol peso; con tol equipo, va- mos. No púo nadar er pobre con tantismo peso cargao, y s`ahogó com`una piedra en er río Y`enjamás de los jamases golvió a paecer por allí más ell lobo, i los cabriticos blincaron i jubaron sin que naide los molestara más nunca. I colorín, colorao, este cuento sa rematao.
  • 8. V ER QUINTO PINO Más tardan en llegar los viejos cuando el destino está más lejos. (Refrán) Er quinto matujo surtió de la tierra poquico a poco. I poquico a poco jue-chand`ojas i tirando pa riba ribotas. Asín jue creciendo con los años hista que s`izo árbole. A pesar de qu`estaba mu len- jos, en er quinto pino; estonces allegaron los ombres i lo cortaron con un gran serrucho; namás que valía su máera pa-cer tablillas de poco fuste. La máera d`un pino, cualquiera la puede acer sal de higuera. er quinto pino
  • 9. fin