Antología de textos de escritoras españolas del siglo XX que destacaron por denunciar en sus textos la realidad sicológica, social y cultural de la mujer.
2. Carmen de Burgos “Colombine”
• Iba ella a cuerpo, con sus collares y alhajas
puestas, vestida ya con las ropas de novia y
lavada y perfumada, con esa impudicia con
que las familias preparan la entrega de la
hija. Sin duda todo aquello era lo que más se
la había dado. La muchacha, excitada con
sus preparativos de boda, viéndose hermosa
ante el espejo, había oído el llamamiento de
la naturaleza que la inclinaba hacia el
hombre joven, fuerte hermoso, y le hacía
huir del que le estaba destinado. Era una
eclosión de juventud, de sensualidad
suprema la que los había envuelto. Y los dos
corrían hacia la dicha, embriagados en el
perfuma del amanecer y en los olores a
jabón y a colonia, que emanaban las ropas
de la muchacha mezclados con los efluvios
de la carne morena y primaveral. La clave de
la pasión andaluza estaba en la sensualidad
de los perfumes de su tierra.
• Puñal de claveles
3. Yo siento que me hice del roce de
tanta gente: de la monjita, de la
amiga de buen gusto, del tío abuelo
casi emparedado, del chico de los
pájaros, del beso, de la caricia, del
insulto, del amigo que nos advirtió,
del que callado apretó los dientes y
sentimos la mordedura... Todos,
todos. Somos lo que nos han hecho,
lentamente, al correr tantos años.
Cuando estamos definitivamente
seguros de ser nosotros, nos
morimos.
Memoria de la melancolía
Maria Teresa León
4. Alfonsina Storni
• Tú me quieres alba,
me quieres de
espumas,
me quieres de
nácar.
Que sea azucena
sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada.
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres
nívea,
tú me quieres
blanca,
tú me quieres alba.
•Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de
pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
-Dios te lo perdone-,
me pretendes casta
-Dios te lo perdone-,
¡me pretendes alba!
TÚ ME QUIERES ALBA
5. Mercé Rodoreda
• .
Y me metí en la Plaza del
Diamante (...) y con los brazos
delante de la cara para salvarme
de no sabía qué, di un grito de
infierno. Un grito que debía
hacer muchos años que llevaba
dentro y con aquel grito, tan
ancho que le costó mucho pasar
por la garganta, me salió de la
boca una pizca de cosa de nada
que había vivido tanto tiempo
encerrada dentro, era mi
juventud que se escapaba con
un grito que no sabía bien lo que
era… ¿abandono?
La Plaza del Diamante
6. Dulce María Loynaz
• SI ME QUIERES, QUIÉREME
ENTERA
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra...
Si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
y morena...
Quiéreme día,
quiéreme noche...
¡Y madrugada en la ventana
abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡Quiéreme toda... O no me
quieras!
7. Carmen Laforet
• Esas palabras que los niños, jugando al
parecer absortos y ajenos a la conversación,
recogen ávidamente: «Cuando crezca,
seguramente tendrá un tipo bonito», «Los
niños dan muchas sorpresas al crecer»...
Dormida, yo me veía corriendo, tropezando, y
al golpe sentía que algo se desprendía de mí,
como un vestido o una crisálida que se
rompe y cae arrugada a los pies. Veía los ojos
asombrados de las gentes. Al correr al
espejo, contemplaba, temblorosa de emoción,
mi transformación asombrosa en una rubia
princesa —precisamente rubia, como
describían los cuentos—, inmediatamente
dotada, por gracia de la belleza, con los
atributos de dulzura, encanto y bondad, y el
maravilloso de esparcir generosamente mis
sonrisas… Esta fábula, tan repetida en mis
noches infantiles, me hacía sonreír, cuando
con las manos un poco temblorosas trataba
de peinarme con esmero y de que apareciera
bonito mi traje menos viejo, cuidadosamente
planchado para la fiesta. «Tal vez —pensaba
yo un poco ruborizada— ha llegado hoy ese
día.»
• Nada
8. Rosa Chacel
• Toda diversificación entre los
productos-¿mentales, intelectuales,
creacionales?- de los dos sexos
relega a la mujer a una zona
paupérrima... ¿Por qué?, dirán...
Porque el hombre sólo puede
enriquecerse paulatinamente si lleva
consigo su milenario capital. Así,
pues, la mujer, si no endosa la
misma carga, tiene que empezar
ahora..., tiene que estructurarse
sobre una experiencia de...
¿despego, desamor, rebeldía?... En
una palabra, de resentimiento.
9. Carmen Martín Gaite
• ¿Por qué las mujeres tienen
tanto, tantísimo miedo, un miedo
tan específicamente distinto, a la
soledad? ¿Por qué se echan en
brazos de lo primero que las
exima el buscarse en soledad? O
dicho en otras palabras: ¿Por
qué se aguantan tan mal, tan
rematadamente mal –y cada día
peor- a sí mismas?
• La búsqueda de
interlocutor y otras búsquedas
10. Josefina Aldecoa
• Era morena, delgada. Los ojos no expresaban
• sentimiento alguno pero observé que eran unos
ojos grandes y luminosos. Una diadema le
prendía en la frente el velo blanco que caía
sobre los hombros y se deslizaba por la
espalda. Con la mano derecha sujetaba un ramo
de flores y me fijé en que los nudillos le
blanqueaban de la fuerza con que lo apretaba.
En la mano izquierda llevaba un guante puesto y
el otro, vacío y desmayado, lo aferraba con el
ramo.
• —Ella está triste —informó Rosa—. Dicen que
su familia no la dejaba casarse...
• A mí me pareció que la novia no estaba triste; en
• todo caso nerviosa, deseando terminar cuanto
antes el paseo para llegar a su casa o al Hotel o
dondequiera que celebraran el banquete.
• En el instante en que nos sobrepasaban, me fijé
en
• el novio. Un hombre joven, serio, con un bigote
negro que le acentuaba el gesto firme. Un
hombre vestido con uniforme de gala. Miraba
por encima del montón de personas que le
rodeaban y su mirada se perdía en un punto
lejano, más allá de la calle. No sé por qué,
pensé: «Parece que estuviera en otra parte».
• Historia de una maestra
11. Gloria Fuertes
Hay quien dice que estoy como una
cabra;
lo dicen, lo repiten, ya lo creo;
pero soy una cabra muy extraña
que lleva una medalla y siete cuernos.
(...)
Vivo sola, cabra sola
-que no quise cabrito en compañía-
cuando subo a lo alto de este valle,
siempre encuentro un lirio de alegría.
Y vivo por mi cuenta, cabra sola;
que yo a ningún rebaño pertenezco.
Si sufrir es estar como una cabra,
entonces sí lo estoy, no dudar de ello.
ESTOY COMO UNA CABRA
12. Monserrat Roig
• La mare era una dona molt de casa seva,
no havia sortit mai sola a Barcelona,
perquè deia que s'hi perdia. Però quan
els feren tornar a la força i es quedaren
sense res, sense feina, sense casa,
sense menjar, la mare baixava sola a la
ciutat i es perdia pels carrers estrets del
Barri Xino tot venent tabac, pa i oli
d'estraperlo. I sempre guardava la fruita
més bonica, les pomes lluents, les
taronges grosses, fins que es feien
malbé. La guardava per als seus fills, els
qui s'havien quedat a Alemanya, perquè
deia que tindrien gana, quan tornessin.
Ja hem vist que no tornarien, que en
Pepe i el seu pare moririen al camp de
Gusen .
• Els catalans als camps nazis
13. Carme Riera
• De la mà de la mitologia m'he acostat
als grecs. He agafat El Banquet [de
Plató], que sempre guarda sorpreses.
rellegir-lo per a tu, amb tu, m'ha permès
entendre d'una manera distinta el mite
de l'androgin. Érem, abans del càstig,
persones dotades de dos caps, dos
cossos, dos sexes, masculí i femení. En
ocasions, doblement masculí, o femení
en d'altres. Però els déus, alarmats pel
poder que anàvem adquirint, adonant-
se del subversiu que podria arribar a
ser, ja que sospitaven que volíem
construir una escala per arribar fins a
l'Olimp, ens tallaren pel mig, i des de
llavors cada un de nosaltres cerca la
seva meitat perduda, la seva mitja
taronja, tal com es diu de manera
col.loquial. Pens, a hora d'ara, que la
nostra autèntica meitat és l'ésser que
ens va gestar, de la qual cosa podria
deduir-se que la meitat perduda per
tots, homes i dones, és sempre
femenina.
• Temps d’una espera
14. Soledad Puértolas
• Porque se diga lo que se diga,
los libros dan respuestas.
Aunque no sean soluciones,
aunque no sean definitivas.
Respuestas instantáneas, luces
que relampaguean en la
oscuridad. Una hermosa frase,
un pasaje de una novela, un
verso: allí está, de pronto, la
verdad. Y todo el sin sentido, y
todo el desorden, se convierten,
repentinamente, en belleza.
• Bella y oscura
15. Rosa Montero
• La gente decía que era hermosa, o al menos
alguna gente aún lo decía, y ella se lo había
creído mucho tiempo atrás, en otra vida. Ahora
simplemente se encontraba rara, con esa mata
desordenada de pelo rojizo veteado de canas,
semejante a un fuego que se extingue; con la piel
lechosa y las ojeras, y con una mirada oscura en
la que no se podía reconocer. Un vampiro diurno.
Hacía mucho tiempo que no conseguía
reconciliarse con su aspecto. No se sentía del
todo real. Por eso jamás se hacía fotos, y
procuraba no mirarse en los espejos, en los
escaparates, en las puertas de vidrio. Sólo se
asomaba a su reflejo por las mañanas, todas las
mañanas, en su cuarto de baño. Se enfrentaba al
azogue, con los párpados pesados y la boca
sabiendo todavía al salitre de la noche, para
intentar acostumbrarse a su rostro de ahora.
Pero no, no avanzaba. Seguía siendo una
extraña. A fin de cuentas, tampoco los vampiros
pueden contemplar su propia imagen. "
• El corazón del tártaro
16. Ana Rosetti
• POR QUÉ MI CARNE NO TE QUIERE
VERBO...
• Por qué mi carne no te quiere verbo,
por qué no te conjuga, por qué no te
reparte,
por qué desde las tapias no saltan
buganvillas
con tus significados
y en miradas de azogue que no
reverbera el sol
dando de ti noticia,
ni se destapan cajas con tu música
y su claro propósito,
y ningún diccionario ajeno te interpreta.
Por qué, por qué, Amor mío,
eres mapa ilegible,
flecha desorientada,
regalo ensimismado en su intacto
envoltorio,
palabra indivisible que nace y muere en
mí.
•
17. Toti Martinez de Lezea
• Hoy, cuando cualquier aniversario es
excusa para conmemorar las grandes
gestas de la humanidad, cuando se
habla de reconciliaciones ecuménicas y
se rehabilita a personajes importantes
injustamente condenados, aún no se ha
reivindicado la inocencia de miles de
personas quemadas vivas legalmente
gracias las mentiras, prejuicios y
obsesiones de las clases dirigentes
políticas y religiosas. La palabra
“bruja” sigue siendo sinónimo de
maldad, de mujer vieja y fea, y hemos
olvidado que muchas de aquellas
víctimas eran niñas que áun no habían
cumplido los diez anos, que otras eran
jóvenes en la flor de la vida y que la
mayoría eran mujeres que únicamente
intentaban ganarse el sustento.
La herbolera
18. Clara Janés
• OJOS
• Me has acorralado
y con odio agarrado mis solapas,
me has empujado hacia un
rincón
y me has golpeado
hasta dejar tinto de sangre
el aire mismo,
y así y todo,
he aquí que todavía me levanto
y mirándote te digo:
ahora mismo,
en este momento lo decido,
haré donación de mis ojos
aunque tenga que llevarlos
mi asesino.
19. Almudena Grandes
Ahora voy a cumplir treinta y siete, y
procuro no volver jamás la cabeza, porque
no sé muy bien adónde ha ido a parar mi
última década, no comprendo en qué
agujero perdí los veinticuatro años, por
ejemplo, o dónde se me cayeron los
veintiséis, o qué me pasó cuando cumplí
veintinueve, pero lo cierto es que no los
recuerdo, no soy consciente de haberlos
vivido, es como si el tiempo se devorara a sí
mismo, como si cada día que pasa me
robara un día pasado, como si los años se
anularan entre sí. Ahora sé que el enemigo
juega con cartas marcadas, y ya no puedo
hacer nada por rescatarme a mí misma de
todos los lugares, de todas las personas, de
todas las mañanas y las noches que fueron
un error, pero por lo menos no intento
exprimir el mundo para forzarle a justificar
mi vida cada doce horas.
Atlas de geografía humana
20. Dulce Chacón
• El que tiró de Celia para hacerla bajar de la roca fue el
Chaqueta Negra. Huye, le dijo, corre, corre. Y ella corrió. Sin
mirar atrás y sin esperar a su hermano. Corrió, con el disparo
del naranjero de Mateo retumbando en sus oídos. Sin oír
nada más. Un disparo, como un grito. Un alarido que la
atravesó por dentro, que la atraviesa mientras corre junto a
los demás en desbandada. Corre. Apenas unos pocos
quedan atrás. Corre monte abajo con la pistola en la mano y
la cantimplora vacía en bandolera. Su hermano organiza la
fuga instando a los que huyen, gritando que no abandonen
las armas, citándolos en el campamento de reserva, la base
de retirada para situaciones de emergencia. Pero ella no mira
hacia atrás. No oye a su hermano. No oye más que el
naranjero de Mateo. Ese disparo, y sólo ese, es el que la hace
correr. Corre. Huye de un grito que la desgarra mientras
corre. Llora. Corre. Siente que se ahoga. Suda. Tose. Huye
hacia El Llano. Tropieza. Cae. Se levanta. Corre. Corre
aunque las piernas no aguanten su carrera. Hacia El Llano.
Aunque le falte el aire. Hacia El Llano. Corre. Sin mirar a los
que han tomado otro camino. Hace calor. Corre. Vuelve la
mirada. Y está sola. Corre monte abajo sola. Hacia El Llano.
Siguió corriendo. Y sintió que se ahogaba. Las piernas no le
respondían. Un golpe de tos. Se metió un pañuelo en la boca.
La carrera perdía su fuerza. Cayó al suelo. Se levantó. Corrió
unos pasos. Volvió a caer. Unos pasos más. Hacia El Llano.
Miró a su alrededor y descubrió unos matorrales. Buscó
cobijo y sombra, por un rato. Sólo por un rato. Se agachó.
Entre los matorrales. Hacía mucho calor. Tenía sed. Le dolía
el pecho y las piernas le temblaban. Oteó la lejanía. Nada.
Nadie. Se sentó en la tierra. Se sacó el pañuelo de la boca y
volcó su cantimplora en la lengua. Una gota resbaló como un
regalo. Una gota. La paladeó. Atisbó de nuevo la lejanía.
Nadie. Aprestó el oído. Silencio. Silencio y soledad entre el
follaje.
21. Angeles Caso
• Siempre hubo mujeres valientes
y decididas que pensaron,
imaginaron e inventaron, que
empuñaron valientemente la
pluma, el pincel, la gubia o el
violonchelo para escribir,
pintar, esculpir y hacer música,
pero casi todas fueron
empujadas durante siglos al
limbo del olvido.
• Las olvidadas
22. Lucía Etxebarría
• Mamá conoció a papá en un
guateque de colegio universitario,
un guateque que acababa a la diez y
el que se escuchaban los discos de
Paul Anka en un pick-up. No tuvo ni
que fijarse en él. Papá se le impuso
como una aparición nada más entrar
en aquel enorme salón, porque papá
se elevaba diez centímetros por
encima del resto de los presentes en
la sala. Y al segundo de verlo
decidió que sería suyo o de ninguna.
Menuda tontería, decía mamá más
tarde, cuando rememoraba aquel
primer arrobamiento de veinte años,
la mayor tontería que hice en mi
vida.
Amor, curiosidad, prozac y dudas
23. Espido Freire
• Jamás quise ser cantante, aunque
intenté ser una mentirosa
convincente. Nací con buenas
cualidades, con dulce voz y oído
atinado. De las virtudes que se me
habían entregado al nacer para que
sobreviviera en el mundo, era la que
yo menos valoraba, y por lo tanto, no
comprendía por qué me envidiaban,
cuando no tenía conciencia de que
ello era envidia, mi voz de tonos de
terrón de azúcar, de agudos
limpios.(...) Una sirena puede entregar
su voz a cambio de las piernas que le
lleven al príncipe, pero ha de
conservar la cabeza en su lugar.(...)
Yo callé. Entregué mi voz a cambio de
encontrar la paz.
• Diabulus in musica