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ART
´
ICULOS DE ESTUDIO

































































































































29 DE ABRIL–5 DE MAYO
No hay tropiezo
para los que aman
a Jehov
´
a
P
´
AGINA 3 ˙ C
´
ANTICOS: 45 Y 32

































































































































6-12 DE MAYO
¿Est
´
a su coraz
´
on
dispuesto a conocer
a Jehov
´
a?
P
´
AGINA 8 ˙ C
´
ANTICOS: 62 Y 60

































































































































13-19 DE MAYO
¿Qu
´
e har
´
a ahora
que ha “llegado
a conocer a Dios”?
P
´
AGINA 13 ˙ C
´
ANTICOS: 81 Y 135

































































































































20-26 DE MAYO
Jehov
´
a es
nuestra morada
P
´
AGINA 19 ˙ C
´
ANTICOS: 51 Y 95

































































































































27 DE MAYO–2 DE JUNIO
Honremos el gran
nombre de Jehov
´
a
P
´
AGINA 24 ˙ C
´
ANTICOS: 27 Y 101
34567
15 DE MARZO DE 2013
Esta publicaci
´
on se distribuye como parte de una obra
mundial de educaci
´
on b
´
ıblica que se sostiene con
donativos. Prohibida su venta. A menos que se indique
lo contrario, las citas b
´
ıblicas se han tomado de la
versi
´
on en lenguaje moderno Traducci
´
on del Nuevo
Mundo de las Santas Escrituras (con referencias).
The Watchtower (ISSN 0043-1087) is published semi-
monthly by Watchtower Bible and Tract Society of New
York, Inc.; L. Weaver, Jr., President; G. F. Simonis,
Secretary-Treasurer; 25 Columbia Heights, Brooklyn, NY
11201-2483, and by Watch Tower Bible and Tract Soci-
ety of Canada, PO Box 4100, Georgetown, ON L7G 4Y4.
Periodicals Postage Paid at Brooklyn, NY, and at ad-
ditional mailing offices. POSTMASTER: Send address
changes to Watchtower, 1000 Red Mills Road, Wallkill,
NY 12589-3299. 5 2013 Watch Tower Bible and Tract
Society of Pennsylvania. Todos los derechos reservados.
Printed in Canada.
345676
March 15, 2013
Vol. 134, No. 6 Semimonthly SPANISH
ART
´
ICULOS DE ESTUDIO










































































































































































































































































































ˇ No hay tropiezo para los que aman a Jehov
´
a
Los cristianos estamos en una carrera cuyo premio es la
vida eterna. Pero todos tropezamos por culpa del pecado
que hemos heredado. Este art
´
ıculo nos ayudar
´
a a descubrir
cinco causas de tropiezo y nos indicar
´
a qu
´
e debemos hacer
para que estas no nos impidan ganar la carrera.










































































































































































































































































































ˇ ¿Est
´
a su coraz
´
on dispuesto a conocer a Jehov
´
a?
El libro de Jerem
´
ıas nos habla mucho del coraz
´
on. Este
art
´
ıculo nos explicar
´
a qu
´
e es un “coraz
´
on incircunciso” y por
qu
´
e es peligroso hasta para los cristianos. Veremos tambi
´
en
lo que podemos hacer para tener un coraz
´
on dispuesto a
conocer a Jehov
´
a (Jer. 9:26; 24:7).










































































































































































































































































































ˇ ¿Qu
´
e har
´
a ahora que ha “llegado a conocer a
Dios”?
¿Qu
´
e pasos tenemos que dar para conocer a Dios y para
que
´
el nos conozca? ¿C
´
omo y por qu
´
e sigue progresando
el cristiano despu
´
es de haber alcanzado la madurez espiri-
tual? En este art
´
ıculo hallaremos las respuestas.










































































































































































































































































































ˇ Jehov
´
a es nuestra morada
Aunque vivimos rodeados de enemigos en sentido espiri-
tual, no debemos tener miedo. En este art
´
ıculo veremos por
qu
´
e nuestro Dios, Jehov
´
a, es la morada m
´
as segura.










































































































































































































































































































ˇ Honremos el gran nombre de Jehov
´
a
¿Qu
´
e significa ser parte del pueblo que lleva el nombre de
Dios? ¿Qu
´
e implica andar en ese nombre? ¿Y qu
´
e opina
Dios de los que desprecian su nombre? Encontraremos
las respuestas en este art
´
ıculo.
OTROS ART
´
ICULOS










































































































































































18 Hallamos consuelo
cuando consolamos a otros










































































































































































29 ¿De verdad lo escribi
´
o Josefo?










































































































































































30 ¡Nunca pierda la esperanza!
FINLANDIA
PORTADA: La costa de Finlandia
est
´
a salpicada de muchas islas.
El pa
´
ıs tambi
´
en tiene miles de lagos,
sobre todo en las zonas central y
oriental. Algunos publicadores que
predican por temporadas en lugares
donde hacen falta m
´
as evangeliza-
dores se desplazan en barco
                                   
POBLACI
´
ON:
5.375.276
HABITANTES POR PUBLICADOR:
283
PRECURSORES REGULARES:
1.824
SIENDO a
´
un muy joven, Mary Decker se convirti
´
o en
una corredora de fama internacional. En 1984 lleg
´
o a
los Juegos Ol
´
ımpicos como la favorita para ganar la
medalla de oro en la final de los 3.000 metros. Sin em-
bargo, ese d
´
ıa no cruz
´
o la l
´
ınea de meta. ¿Qu
´
e ocurri
´
o?
Tropez
´
o con la pierna de otra competidora y cay
´
o al
suelo. Como se hizo da
˜
no, tuvieron que sacarla de la
pista. Mary no pod
´
ıa dejar de llorar. Pero no se rindi
´
o.
En 1985, menos de un a
˜
no despu
´
es de su ca
´
ıda, rea-
pareci
´
o en plena forma y estableci
´
o un nuevo r
´
ecord
mundial en la milla femenina.
2 Los cristianos participamos en una carrera sim-
b
´
olica y nuestro objetivo es cruzar la l
´
ınea de llega-
da cueste lo que cueste. En esta prueba, lo m
´
as im-
portante no es la velocidad. Pero eso no quiere decir
que corramos tranquilamente y que podamos descan-
sar de vez en cuando. M
´
as bien, la carrera podr
´
ıa
compararse a un marat
´
on, en el que la resistencia es
imprescindible para triunfar. El ap
´
ostol Pablo habl
´
o de
una carrera en la primera carta que envi
´
o a los cristia-
nos de Corinto, ciudad famosa por sus competiciones
de atletismo.
´
El les escribi
´
o: “¿No saben ustedes que
los corredores en una carrera todos corren, pero solo
uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcan-
cen” (1 Cor. 9:24).
3 La Biblia nos pide que participemos en esta carre-
ra (lea 1 Corintios 9:25-27). El premio es vivir para
siempre: los cristianos ungidos, en el cielo, y el resto
de los corredores, en la Tierra. Ahora bien, esta com-
petici
´
on no es como las dem
´
as, ya que todos los parti-
cipantes que persisten hasta llegar a la meta obtienen
1. ¿C
´
omo demostr
´
o una corredora que no estaba dispuesta a
rendirse?
2. ¿En qu
´
e tipo de carrera participamos los cristianos, y cu
´
al
es nuestro objetivo?
3. ¿Qui
´
enes pueden ganar el premio de la vida eterna?
NO HAY TROPIEZO
PARA LOS QUE AMAN
A JEHOV
´
A
“Paz abundante perte-
nece a los que aman
tu ley, y no hay para
ellos tropiezo.”
(SAL. 119:165)
¿C
´
OMO RESPONDER
´
IA?



























































































































































¿En qu
´
e carrera participamos
los cristianos, y cu
´
al es
el premio?



























































































































































¿Qu
´
e podr
´
ıa hacernos tropezar?



























































































































































¿En qu
´
e sentido no hay tropiezo
para los que aman la ley
de Jehov
´
a?
3
4 LA ATALAYA
el premio (Mat. 24:13). Solo pierden quie-
nes no corren seg
´
un las normas o no cru-
zan la l
´
ınea de llegada. Y un detalle m
´
as:
esta es la
´
unica carrera donde se puede
conseguir vida eterna.
4 Llegar a la meta no es f
´
acil, pues hace
falta decisi
´
on y autodisciplina. En toda la
historia, solo ha habido una persona que
lo ha logrado sin tropezar una sola vez:
Jesucristo. Pero su disc
´
ıpulo Santiago es-
cribi
´
o que todos los seguidores de Cris-
to “tropezamos muchas veces” (Sant. 3:2).
¡Qu
´
e palabras tan ciertas! Nadie puede
decir que es perfecto y que no le afectan
las imperfecciones de los dem
´
as. En oca-
siones podemos tropezar, tambalearnos
y perder impulso. Tal vez hasta nos cai-
gamos, pero nos levantamos y seguimos
corriendo. Algunos cristianos han ca
´
ıdo y
se han hecho tanto da
˜
no que han necesi-
tado ayuda para levantarse y volver a la
carrera. De modo que es posible que en al-
g
´
un momento, incluso varias veces, trope-
cemos y nos caigamos (1 Rey. 8:46).
4. ¿Por qu
´
e no es f
´
acil correr en la carrera por
la vida eterna?
AUNQUE TROPIECE,
NO ABANDONE LA CARRERA
5 A la hora de describir el estado espiri-
tual de un cristiano, tal vez hayamos uti-
lizado indistintamente las palabras trope-
zar o caer. Aunque no siempre es as
´
ı, estas
expresiones b
´
ıblicas pueden significar lo
mismo. Fij
´
emonos, por ejemplo, en lo que
dice Proverbios 24:16: “Puede que el justo
caiga hasta siete veces, y ciertamente se
levantar
´
a; pero a los inicuos la calamidad
los har
´
a tropezar”.
6 Jehov
´
a no permitir
´
a que quienes con-
f
´
ıan en
´
el tropiecen en el sentido de que
sufran una ca
´
ıda —por una dificultad o un
paso en falso— de la que no puedan re-
cuperarse. Estamos convencidos de que si
algo as
´
ı nos ocurre,
´
el nos “levantar
´
a” para
que sigamos sirvi
´
endole con toda el alma.
Sin duda, esto es un gran consuelo para
quienes de veras aman a Jehov
´
a. En cam-
bio, los inicuos, o malvados, no quieren re-
5, 6. a) ¿En qu
´
e sentido no hay tropiezo para
los cristianos? b) ¿C
´
omo logramos levantarnos
si caemos? c) ¿Por qu
´
e no se recuperan algunos
despu
´
es de caer?
Si se cae, acepte ayuda
y lev
´
antese
15 DE MARZO DE 2013 5
cuperarse y ni buscan ni aceptan la ayuda
que
´
el les ofrece mediante su esp
´
ıritu y su
pueblo. ¡Qu
´
e diferentes son los que aman
la ley de Dios! “No hay para ellos tropie-
zo”, o sea, no hay nada que pueda sacarlos
permanentemente de la carrera por la vida
(lea Salmo 119:165).
7 Debido a alguna debilidad, hay her-
manos que cometen pecados de menor
gravedad, incluso en repetidas ocasiones.
Pero pueden seguir teniendo la aproba-
ci
´
on de Jehov
´
a si se vuelven a levantar, es
decir, si de verdad se arrepienten y una
vez m
´
as se esfuerzan por servirle con leal-
tad. Vemos que eso es as
´
ı cuando exami-
namos la relaci
´
on de Dios con el antiguo
Israel (Is. 41:9, 10). En Proverbios 24:16,
ya citado, no se destaca el lado negativo,
nuestras ca
´
ıdas, sino el positivo: que po-
demos levantarnos con la ayuda de nues-
tro misericordioso Dios (lea Isa
´
ıas 55:7).
Tanto Jehov
´
a como Jesucristo nos animan
a ponernos de pie, demostrando as
´
ı que
conf
´
ıan en nosotros (Sal. 86:5; Juan 5:19).
8 Aunque un corredor de marat
´
on tro-
piece y caiga, quiz
´
as pueda recuperarse
y seguir avanzando si act
´
ua r
´
apidamente.
Quienes estamos en la carrera por la vida
eterna no sabemos en qu
´
e “d
´
ıa y hora”
terminar
´
a (Mat. 24:36). Aun as
´
ı, cuanto
menos tropecemos, m
´
as probable ser
´
a que
mantengamos un buen ritmo, sigamos en
la carrera y lleguemos a la meta. Entonces,
¿qu
´
e podemos hacer para no tropezar?
CAUSAS DE TROPIEZO
9 Analicemos cinco posibles causas de
tropiezo: las debilidades personales, los
deseos pecaminosos, las injusticias come-
tidas por nuestros hermanos, la tribula-
ci
´
on o persecuci
´
on y las imperfecciones
de los dem
´
as. Si hemos tropezado, recor-
7, 8. ¿C
´
omo es posible que alguien caiga y siga
teniendo la aprobaci
´
on de Dios?
9. ¿Qu
´
e posibles causas de tropiezo analizare-
mos?
demos que Jehov
´
a tiene mucha paciencia.´
El no se apresura a calificarnos de deslea-
les.
10 Las debilidades personales pueden
compararse a piedras que podr
´
ıa encon-
trar un corredor en el trayecto. Si nos
fijamos en las vidas del rey David y del
ap
´
ostol Pedro, observamos dos de esas
“piedras”: la falta de autocontrol y el te-
mor a otros hombres.
11 Al rey David le costaba controlarse,
tal como lo demuestran sus actos relacio-
nados con Bat-seba o su reacci
´
on impulsi-
va cuando Nabal lo ofendi
´
o. Eso s
´
ı, aun-
que ten
´
ıa esa debilidad, nunca dej
´
o de
esforzarse por agradar a Jehov
´
a. Con la
ayuda de otras personas, logr
´
o recuperar
su equilibrio espiritual (1 Sam. 25:5-13,
32, 33; 2 Sam. 12:1-13).
12 Pedro tem
´
ıa lo que otros pudieran
hacerle, y aunque se mantuvo leal a Je-
s
´
us y a Jehov
´
a, en algunas ocasiones co-
meti
´
o graves errores. Por ejemplo, neg
´
o
en p
´
ublico conocer a su Maestro, no solo
una vez, sino tres (Luc. 22:54-62). M
´
as tar-
de no se comport
´
o de un modo cristiano,
pues trat
´
o a los hermanos no jud
´
ıos como
si no fueran tan buenos como los herma-
nos jud
´
ıos. En cambio, el ap
´
ostol Pablo
sab
´
ıa que no deb
´
ıan existir divisiones, o
clases, en la congregaci
´
on. Pedro estaba
equivocado. As
´
ı que, antes de que su ac-
titud perjudicara a la hermandad, Pablo lo
aconsej
´
o francamente y cara a cara (G
´
al.
2:11-14). ¿Fue ese un golpe tan duro al or-
gullo de Pedro que lo hizo abandonar la
carrera por la vida? No;
´
el medit
´
o en el
consejo de Pablo, lo puso en pr
´
actica y si-
gui
´
o en la carrera.
13 Otra debilidad personal podr
´
ıa estar
10, 11. ¿Con qu
´
e debilidad personal tuvo que
luchar David?
12. ¿C
´
omo sigui
´
o Pedro en la carrera despu
´
es
de tropezar?
13. ¿C
´
omo podr
´
ıa una enfermedad hacernos
tropezar?
6 LA ATALAYA
relacionada con la salud. Inquietarse en
exceso por alguna enfermedad podr
´
ıa fre-
nar nuestro ritmo espiritual e incluso ha-
cer que nos cans
´
aramos y nos paraliz
´
ara-
mos. Por ejemplo, una hermana japonesa
tuvo un problema de salud diecisiete a
˜
nos
despu
´
es de bautizarse. Esto le preocupa-
ba tanto que se debilit
´
o en sentido es-
piritual hasta el punto de dejar de predi-
car. Dos ancianos la visitaron, y, gracias
al
´
animo que recibi
´
o, ella volvi
´
o a asistir
a las reuniones. Ahora comenta: “El afec-
tuoso recibimiento de los hermanos me
emocion
´
o profundamente”. Nuestra her-
mana est
´
a otra vez en la carrera.
14 Los deseos pecaminosos han hecho
caer a muchos cristianos. Cuando nues-
tros malos deseos nos tientan, debemos
tomar medidas en
´
ergicas para mantener-
nos mental, moral y espiritualmente lim-
pios. Jes
´
us dijo que debemos arrancarnos,
por decirlo as
´
ı, cualquier cosa que nos pu-
diera hacer tropezar, incluso un ojo o una
mano. Entonces, ¿no deber
´
ıamos “arran-
car” cualquier pensamiento o conducta
inmoral que nos pudiera sacar de la carre-
ra? (Lea Mateo 5:29, 30.)
15 Un hermano ha estado luchando
contra deseos homosexuales desde que
era muy joven.
´
El cuenta que aunque cre-
ci
´
o en un hogar cristiano, siempre se sen-
t
´
ıa mal porque le parec
´
ıa que no encaja-
ba en ning
´
un sitio. Cuando ten
´
ıa 20 a
˜
nos,
era precursor regular y siervo ministerial.
Pero entonces cometi
´
o un grave error, fue
disciplinado y recibi
´
o ayuda de los ancia-
nos. ¿C
´
omo pudo levantarse y recuperar
su paso espiritual? Orando, estudiando la
Palabra de Dios y centr
´
andose en servir
a los dem
´
as. A
˜
nos m
´
as tarde, reconoce:
“De vez en cuando, esos deseos regresan,
pero no dejo que me controlen. He apren-
dido que Jehov
´
a no permite que seamos
14, 15. ¿Qu
´
e medidas en
´
ergicas hay que to-
mar cuando surgen malos deseos? Ponga un
ejemplo.
tentados m
´
as all
´
a de lo que podemos so-
portar. As
´
ı que creo que
´
el piensa que yo
puedo vencer”. Y a
˜
nade: “Todo lo que he
tenido que luchar se ver
´
a recompensado
en el nuevo mundo. ¡Eso es lo que quiero!
Y hasta que llegue ese d
´
ıa, seguir
´
e luchan-
do”. No cabe duda:
´
el no est
´
a dispuesto a
abandonar la carrera.
16 Las injusticias cometidas por nuestros
hermanos tambi
´
en pueden hacernos tro-
pezar. Un hermano de Francia que ha-
b
´
ıa servido de anciano de congregaci
´
on
se amarg
´
o porque cre
´
ıa que hab
´
ıa sido
v
´
ıctima de una injusticia. Como resulta-
do, dej
´
o de asistir a las reuniones y de
predicar. Dos ancianos lo visitaron, lo es-
cucharon y fueron comprensivos. No lo
interrumpieron cuando les contaba su
versi
´
on de la historia. Lo animaron a dejar
el asunto en manos de Jehov
´
a y destaca-
ron que lo m
´
as importante es agradarle a
´
el. Este hermano acept
´
o la ayuda y no tar-
d
´
o en volver a la carrera. Otra vez est
´
a
ocupado en las actividades espirituales.
17 Todos los cristianos debemos fijar-
nos en Jesucristo, a quien Dios ha ele-
gido como Cabeza de la congregaci
´
on, y
no en seres humanos imperfectos. Jes
´
us,
cuyos ojos son “como una llama de fue-
go”, analiza todo desde una justa perspec-
tiva y ve mucho m
´
as all
´
a de lo que noso-
tros jam
´
as podr
´
ıamos ver (Rev. 1:13-16).´
El sabe si lo que nos parece una injusticia
es en realidad un malentendido de nues-
tra parte y se encarga de los problemas de
la congregaci
´
on al tiempo debido y de la
forma correcta. Por tanto, nunca permita-
mos que las acciones o decisiones de un
hermano nos hagan tropezar.
18 A
´
un quedan dos causas m
´
as de tro-
piezo: la tribulaci
´
on o persecuci
´
on y las
16, 17. a) ¿Qu
´
e ayud
´
o a un hermano que cre
´
ıa
haber sufrido una injusticia? b) ¿Qu
´
e debemos
tener presente si no queremos tropezar?
18. ¿C
´
omo podemos resistir las dificultades
que se presenten?
imperfecciones de los dem
´
as. En la par
´
abola
del sembrador, Jes
´
us dijo que la “tribula-
ci
´
on o persecuci
´
on a causa de la palabra”
har
´
ıa tropezar a algunas personas. Sin im-
portar de d
´
onde venga —familiares, veci-
nos o gobiernos—, la persecuci
´
on pudiera
afectar a quien “no tiene ra
´
ız en s
´
ı mis-
mo”, es decir, a quien tiene una fe d
´
e-
bil (Mat. 13:21). Pero si estamos decididos
a permanecer cerca de Jehov
´
a, el mensa-
je del Reino har
´
a fuerte nuestra fe y nos
mantendremos firmes, como un
´
arbol con
ra
´
ıces profundas. Cuando las dificultades
nos agobien, oremos y reflexionemos en
“cualquier cosa que haya digna de alaban-
za” (lea Filipenses 4:6-9). Con la fuerza
que Jehov
´
a nos da, podremos soportar la
presi
´
on y no permitiremos que las situa-
ciones dif
´
ıciles nos hagan tropezar.
19 Lamentablemente, algunos han de-
jado la carrera cristiana por las imperfec-
ciones de los dem
´
as. Diferencias sobre
asuntos de conciencia, o decisi
´
on perso-
nal, han sido su causa de tropiezo (1 Cor.
8:12, 13). Si alguien nos ofende, ¿hare-
mos una monta
˜
na de un grano de are-
na? La Biblia aconseja a los cristianos que
no juzguen a los dem
´
as ni insistan en los
derechos personales, sino que m
´
as bien
est
´
en dispuestos a perdonar (Luc. 6:37).
Cuando la conducta de alguien nos inco-
mode, pregunt
´
emonos: “¿Juzgo a los de-
m
´
as seg
´
un mi criterio? Puesto que s
´
e que
mis hermanos son imperfectos, ¿permiti-
r
´
e que un error de alguno de ellos me sa-
que de la carrera por la vida?”. Nuestro
amor por Jehov
´
a nos dar
´
a la determina-
ci
´
on para alcanzar la meta sin importar lo
que hagan los dem
´
as.
NO ABANDONE LA CARRERA
20 ¿Est
´
a usted decidido a correr “la ca-
19. ¿C
´
omo podemos impedir que una ofensa
nos haga tropezar?
20, 21. ¿Qu
´
e est
´
a usted resuelto a hacer en la
carrera por la vida?
rrera hasta terminarla”? (2 Tim. 4:7, 8.)
Entonces, estudie la Biblia yotras publica-
ciones de la organizaci
´
on de Jehov
´
a para
investigar, meditar y descubrir posibles
causas de tropiezo. P
´
ıdale a Dios esp
´
ıritu
santo, pues este le dar
´
a el empuje espiri-
tual que necesita. Recuerde que ning
´
un
corredor est
´
a condenado a fracasar por-
que haya tropezado o ca
´
ıdo alguna vez.
Puede levantarse y regresar a la carrera.
Incluso puede transformar los obst
´
aculos
en valiosas ense
˜
nanzas.
21 Las Escrituras indican que para par-
ticipar en la carrera por la vida eterna uno
no puede quedarse de brazos cruzados.
Tiene que luchar. No es como subirse a un
autob
´
us que lleve a sus pasajeros a la vic-
toria. Cada uno de nosotros debe correr
hacia la l
´
ınea de meta. Y mientras avan-
zamos, la “paz abundante” de Dios ser
´
a
como viento a favor (Sal. 119:165). Pode-
mos tener la seguridad de que Jehov
´
a nos
ayudar
´
a y nos bendecir
´
a por la eternidad
si corremos hasta el final (Sant. 1:12).
No permita que nada le impida terminar la carrera
15 DE MARZO DE 2013 7
¿LE GUSTAN los higos? A muchas personas les
encantan, ya sean frescos o secos, y por eso las hi-
gueras abundan en numerosos pa
´
ıses. Los jud
´
ıos de
tiempos b
´
ıblicos eran amantes de los higos (Nah. 3:12;
Luc.13:6-9). Este fruto es rico en fibra, antioxidantes y
minerales. De ah
´
ı que algunos aseguren que es bueno
para el coraz
´
on.
2 En una ocasi
´
on, Jehov
´
a habl
´
o de los higos, pero
no para explicar sus ventajas nutricionales. M
´
as bien,
los compar
´
o a personas. Lo que dijo mediante el pro-
feta Jerem
´
ıas tiene mucho que ver con nuestro cora-
z
´
on y el de nuestros seres queridos. Mientras analiza-
mos sus palabras, pensemos en lo que implican para
los cristianos.
3 Para empezar, veamos lo que Dios le dijo a Jere-
m
´
ıas. Corr
´
ıa el a
˜
no 617 antes de nuestra era; los habi-
tantes de Jud
´
a estaban muy enfermos en sentido es-
piritual. Dios le inform
´
o al profeta en una visi
´
on lo
que ocurrir
´
ıa m
´
as adelante y lo ilustr
´
o con dos clases
de higos: los muy buenos y los muy malos (lea Jere-
m
´
ıas 24:1-3). Los malos representaban al rey Sede-
qu
´
ıas y a otras personas parecidas a
´
el que sufrir
´
ıan a
manos del rey Nabucodonosor y sus ej
´
ercitos. ¿Qu
´
e
puede decirse de Ezequiel, Daniel y sus tres compa
˜
ne-
ros, quienes ya estaban en Babilonia? ¿Y qu
´
e hay de al-
gunos jud
´
ıos que pronto ser
´
ıan desterrados all
´
ı? Ellos
eran como higos buenos. Con el tiempo, algunos re-
gresar
´
ıan para reconstruir Jerusal
´
en y su templo. Yeso
fue lo que sucedi
´
o (Jer. 24:8-10; 25:11, 12; 29:10).
4 Jehov
´
a declar
´
o respecto a los israelitas simboli-
zados por los higos buenos: “De veras les dar
´
e un
1, 2. ¿Qu
´
e interesante comparaci
´
on hizo Jehov
´
a, y por qu
´
e
debe interesarnos?
3. ¿Qu
´
e representan los higos del cap
´
ıtulo 24 de Jerem
´
ıas?
4. ¿C
´
omo nos anima lo que Dios dijo respecto a los higos
buenos?
¿EST
´
A SU CORAZ
´
ON
DISPUESTO A CONOCER
A JEHOV
´
A?
“Les dar
´
e un coraz
´
on
para que me conozcan,
que yo soy Jehov
´
a;
y tendr
´
an que llegar a
ser mi pueblo.”(JER. 24:7)
¿QU
´
E RESPONDER
´
IA?



























































































































































¿En qu
´
e sentido fueron “incir-
cuncisos de coraz
´
on” muchos
jud
´
ıos en tiempos de Jerem
´
ıas?



























































































































































¿Por qu
´
e debemos todos exami-
nar nuestro coraz
´
on simb
´
olico?



























































































































































¿Qu
´
e podemos hacer para tener
un coraz
´
on dispuesto a conocer
a Jehov
´
a?
8 LA ATALAYA
15 DE MARZO DE 2013 9
coraz
´
on para que me conozcan, que yo
soy Jehov
´
a; y tendr
´
an que llegar a ser
mi pueblo” (Jer. 24:7). Este es el anima-
dor texto tem
´
atico del art
´
ıculo que esta-
mos estudiando. ¡Dios quiere darnos un
coraz
´
on para que lo conozcamos! Aqu
´
ı el
coraz
´
on se relaciona con nuestra inclina-
ci
´
on. Sin duda, queremos ser personas
dispuestas a conocer a Dios, as
´
ı como ser
parte de su pueblo. Para lograrlo, hace
falta estudiar y obedecer su Palabra, arre-
pentirse y convertirse, dedicar la vida a
Dios y ser bautizado en el nombre del Pa-
dre, del Hijo y del esp
´
ıritu santo (Mat. 28:
19, 20; Hech. 3:19). Algunos ya han dado
estos pasos, yotros los est
´
an dando y asis-
ten a nuestras reuniones.
5 Sin importar cu
´
antos de esos pasos
hayamos dado, todos necesitamos seguir
vigilando nuestra actitud y conducta. ¿Por
qu
´
e? La raz
´
on la hallamos en lo que Jere-
m
´
ıas escribi
´
o sobre el coraz
´
on. Aunque al-
gunos cap
´
ıtulos tratan sobre las naciones
vecinas, su libro se centra en Jud
´
a duran-
te el reinado de cinco de sus reyes (Jer.
1:15, 16). El profeta habl
´
o principalmente
de hombres, mujeres y ni
˜
nos que ya esta-
ban dedicados a Jehov
´
a. Sus antepasados
hab
´
ıan aceptado voluntariamente ser el
pueblo de Dios (
´
Ex.19:3-8). Y los israelitas
del tiempo de Jerem
´
ıas confirmaron que
estaban dedicados a Dios al decir: “¡Aqu
´
ı
estamos! Hemos venido a ti, porque t
´
u, oh
Jehov
´
a, eres nuestro Dios” (Jer. 3:22). Sin
embargo, ¿qu
´
e cree usted que ten
´
ıan en
su coraz
´
on?
¿NECESITABAN OPERARSE
DEL CORAZ
´
ON?
6 Hoy d
´
ıa, los m
´
edicos utilizan la tec-
nolog
´
ıa m
´
as moderna para examinar el
coraz
´
on y comprobar su estado. No obs-
5. Cuando Jerem
´
ıas habl
´
o del coraz
´
on, ¿a qui
´
e-
nes se refiri
´
o principalmente?
6. ¿Por qu
´
e debe interesarnos mucho lo que
Dios dijo sobre el coraz
´
on?
tante, Jehov
´
a va mucho m
´
as all
´
a, como
hizo en tiempos de Jerem
´
ıas. Est
´
a espe-
cialmente capacitado para ello, seg
´
un in-
dican sus palabras: “El coraz
´
on es m
´
as
traicionero que cualquier otra cosa, y
es desesperado. ¿Qui
´
en puede conocer-
lo? Yo, Jehov
´
a, estoy escudri
˜
nando el co-
raz
´
on, [...] para dar a cada uno confor-
me a sus caminos, conforme al fruto de
sus tratos” (Jer. 17:9, 10). Escudri
˜
nar el
coraz
´
on no exige un examen m
´
edico del
´
organo literal, que en setenta u ochenta
a
˜
nos puede latir unos 3.000 millones de
veces. M
´
as bien, Jehov
´
a se refiri
´
o al cora-
z
´
on simb
´
olico, que representa lo que la
persona es en su interior y engloba sus
deseos, pensamientos, inclinaciones, ac-
titudes y metas. Ese “coraz
´
on” est
´
a en to-
dos nosotros. Dios puede examinarlo, y,
hasta cierto grado, nosotros tambi
´
en.
7 A fin de prepararnos para tal exa-
men, podemos hacernos esta pregunta:
“¿Cu
´
al era la condici
´
on de coraz
´
on de
la mayor
´
ıa de los jud
´
ıos contempor
´
aneos
de Jerem
´
ıas?”. Y para contestarla, vea-
mos una frase un tanto extra
˜
na que Jere-
m
´
ıas emple
´
o: “Todos los de la casa de Is-
rael son incircuncisos de coraz
´
on”. Con ello
no se refiri
´
o a la circuncisi
´
on normal que
se practicaba a los jud
´
ıos varones, pues
ya hab
´
ıa dicho: “¡Mira! Vienen d
´
ıas —es la
expresi
´
on de Jehov
´
a—, y ciertamente pe-
dir
´
e cuentas a todos los circuncisos que, sin
embargo, todav
´
ıa est
´
an en incircuncisi
´
on”.
Por tanto, incluso los jud
´
ıos circuncida-
dos eran “incircuncisos de coraz
´
on” (Jer.
9:25, 26). ¿Qu
´
e significaba eso?
8 Hallamos una clave para entender lo
que significa “incircuncisos de coraz
´
on”
en lo que Dios anim
´
o a su pueblo a hacer:
“Quiten los prepucios de sus corazones,
7. ¿Qu
´
e dijo Jerem
´
ıas sobre el coraz
´
on de la
mayor
´
ıa de los jud
´
ıos de su
´
epoca?
8, 9. ¿Qu
´
e deb
´
ıa hacer con su coraz
´
on la ma-
yor
´
ıa de los jud
´
ıos?
10 LA ATALAYA
hombres de Jud
´
a y habitantes de Jerusa-
l
´
en; para que no salga mi furia [...] a causa
de la maldad de sus tratos”. ¿D
´
onde se ori-
ginaba esa maldad? En su interior, en su
coraz
´
on (lea Marcos 7:20-23). A trav
´
es de
Jerem
´
ıas, Dios hizo un acertado diagn
´
os-
tico sobre la fuente de la maldad de los
jud
´
ıos. Sus corazones insist
´
ıan en rebe-
larse, y sus motivos y pensamientos desa-
gradaban a Jehov
´
a (lea Jerem
´
ıas 5:23, 24
y 7:24-26). Por eso les dijo: “Circunc
´
ıden-
se a Jehov
´
a, y quiten los prepucios de sus
corazones” (Jer. 4:4; 18:11, 12).
9 En efecto, aquellos jud
´
ıos necesita-
ban someterse a una operaci
´
on de cora-
z
´
on simb
´
olica, tal como hicieron sus an-
tepasados en tiempos de Mois
´
es (Deut.
10:16; 30:6). Quitarse “los prepucios de
sus corazones” significaba librarse de
todo lo que los hac
´
ıa insensibles: los pen-
samientos, deseos o motivos que estuvie-
ran en conflicto con las normas divinas
(Hech. 7:51).
UN CORAZ
´
ON DISPUESTO
A CONOCER A JEHOV
´
A HOY D
´
IA
10 Debemos sentirnos muy agradeci-
dos de que Dios nos permita entender
lo que puede pasarle al coraz
´
on simb
´
oli-
10. Siguiendo el ejemplo de David, ¿qu
´
e debe-
mos hacer?
co. Ahora bien, ¿por qu
´
e debe interesar-
nos este asunto a los testigos de Jehov
´
a?
No es que muchos cristianos est
´
en practi-
cando la maldad o convirti
´
endose en “hi-
gos malos”, como les sucedi
´
o a muchos
jud
´
ıos de la antig
¨
uedad. Al contrario, los
siervos de Dios de hoy forman un pue-
blo puro y fiel. Con todo, reflexione en el
ruego que David, un hombre justo, elev
´
o
a Jehov
´
a: “Escudr
´
ı
˜
name completamente,
oh Dios, y conoce mi coraz
´
on. Exam
´
ıname,
y conoce mis pensamientos inquietantes,
y ve si hay en m
´
ı alg
´
un camino doloroso”
(Sal. 17:3; 139:23, 24).
11 Jehov
´
a desea que todos alcancemos
y conservemos una buena posici
´
on ante
´
el. Jerem
´
ıas declar
´
o: “T
´
u, oh Jehov
´
a de los
ej
´
ercitos, est
´
as examinando al justo; es-
t
´
as viendo los ri
˜
nones y el coraz
´
on” (Jer.
20:12). Si el Todopoderoso examina has-
ta el coraz
´
on del justo, ¿no deber
´
ıamos
nosotros hacernos un examen honrado?
(Lea Salmo 11:5.) Tal vez descubramos
una actitud, una meta o un sentimiento
arraigado que requiera atenci
´
on. O qui-
z
´
as encontremos algo que est
´
e endure-
ciendo nuestro coraz
´
on, algo que tenga-
mos que extirpar. As
´
ı nos someter
´
ıamos
a una operaci
´
on del coraz
´
on simb
´
olico.
¿Qu
´
e podr
´
ıamos buscar en tal examen?
¿Y c
´
omo podr
´
ıamos hacer los cambios
necesarios? (Jer. 4:4.)
12 Una cosa es cierta: Jehov
´
a no va a
obligarnos a cambiar. De “los higos bue-
nos”,
´
el dijo: “Les dar
´
e un coraz
´
on para
que me conozcan”. No indic
´
o que los for-
zar
´
ıa a cambiar su coraz
´
on. M
´
as bien,
ellos deb
´
ıan desear un coraz
´
on dispuesto
a conocer a Dios. ¿Y verdad que nosotros
deber
´
ıamos desear lo mismo?
13 Jes
´
us afirm
´
o: “Del coraz
´
on salen ra-
11, 12. a) ¿Por qu
´
e debe cada uno de nosotros
examinar su coraz
´
on? b) ¿Qu
´
e es lo que Dios
no har
´
a?
13, 14. ¿C
´
omo podr
´
ıa causarle da
˜
no a un cris-
tiano su propio coraz
´
on?
zonamientos inicuos, asesinatos, adulte-
rios, fornicaciones, hurtos, testimonios
falsos, blasfemias” (Mat. 15:19). Por su-
puesto, un hermano con un coraz
´
on
insensible podr
´
ıa cometer adulterio o for-
nicaci
´
on, y si no se arrepintiera, perder
para siempre el favor divino. Pero inclu-
so un cristiano que no ha cometido tales
pecados podr
´
ıa estar alimentando un mal
deseo en su coraz
´
on (lea Mateo 5:27, 28).
Ah
´
ı es donde un buen autoexamen pue-
de ser de mucha ayuda. Si lo llev
´
aramos a
cabo, ¿encontrar
´
ıamos alg
´
un sentimiento
impropio hacia alguien del sexo opuesto,
alg
´
un anhelo secreto que Dios no aproba-
r
´
ıa y que deber
´
ıamos arrancar?
14 ¿Y qu
´
e hay de aquel que no ha llega-
do a cometer un asesinato pero deja que el
rencor crezca en su interior hasta el pun-
to de odiar a un hermano en la fe? (Lev.
19:17.) ¿Luchar
´
a por desarraigar esos sen-
timientos que podr
´
ıan endurecerle el cora-
z
´
on? (Mat. 5:21, 22.)
15 Felizmente, la mayor
´
ıa de los cristia-
nos no tienen esa “enfermedad del cora-
z
´
on”. Pero Jes
´
us tambi
´
en habl
´
o de “razo-
namientos inicuos”, es decir, puntos de
15, 16. a) ¿C
´
omo podr
´
ıa un cristiano ser “incir-
cunciso de coraz
´
on”? b) ¿Por qu
´
e cree usted que
Jehov
´
a detesta “un coraz
´
on incircunciso”?
vista o actitudes perjudiciales que influ-
yen en muchos aspectos de la vida. Por
ejemplo, alguien podr
´
ıa tener un concep-
to equivocado de la lealtad a los familia-
res. Claro est
´
a, los cristianos deben amar
a sus parientes, no como muchas perso-
nas que carecen de “cari
˜
no natural” en
estos “
´
ultimos d
´
ıas” (2 Tim. 3:1, 3). Sin
embargo, hay quienes piensan que “la fa-
milia es la familia” y se van al extremo de
defender o apoyar a sus parientes a toda
costa. Si estos sufren una ofensa, ellos se
sienten ofendidos tambi
´
en. Piense en lo
que hicieron los hermanos de Dina por
abrigar esos sentimientos tan intensos
(G
´
en. 34:13, 25-30). O imag
´
ınese cu
´
anto
odio tendr
´
ıa Absal
´
on en su coraz
´
on para
llegar a matar a su medio hermano Am-
n
´
on (2 Sam.13:1-30). ¿Acaso no hubo “ra-
zonamientos inicuos” tras estos horribles
actos?
16 Por supuesto, los cristianos verdade-
ros no cometen ning
´
un asesinato. Aho-
ra bien, podr
´
ıa suceder que un hermano
le abrigara resentimiento a otro porque
creyera que ha tratado mal a un pariente
suyo, sea esto cierto o no. Tal vez rechace
sus invitaciones o nunca le muestre hos-
pitalidad (Heb. 13:1, 2). Esos sentimien-
tos tan negativos y esa frialdad no pue-
den tomarse a la ligera, pues revelan falta
Examinar
el coraz
´
on
y arrancar de
´
el
los malos deseos
nos traer
´
a
bendiciones
15 DE MARZO DE 2013 11
12 LA ATALAYA
de amor. De hecho, Aquel que exami-
na los corazones quiz
´
as diagnostique que
ese hermano es “incircunciso de coraz
´
on”
(Jer. 9:25, 26). Y recuerde lo que Jehov
´
a
les dijo a los jud
´
ıos: “Quiten los prepu-
cios de sus corazones” (Jer. 4:4).
ADQUIERA Y CONSERVE UN CORAZ
´
ON
DISPUESTO A CONOCER A JEHOV
´
A
17 Es posible que, tras examinar su co-
raz
´
on simb
´
olico, descubra que no sigue
la direcci
´
on de Jehov
´
a como deber
´
ıa y
que, hasta cierto punto, es un coraz
´
on
“incircunciso”. Puede que detecte temor
al hombre, anhelo de prominencia o de
lujos o hasta una inclinaci
´
on a la terque-
dad o la independencia. En tal caso, usted
no es el
´
unico (Jer. 7:24; 11:8). Jerem
´
ıas
escribi
´
o que los jud
´
ıos infieles de su
´
epo-
ca ten
´
ıan “un coraz
´
on terco y rebelde”,
y a
˜
nadi
´
o: “No han dicho en su coraz
´
on:
‘Temamos, ahora, a Jehov
´
a nuestro Dios,
Aquel que est
´
a dando el aguacero y la llu-
via del oto
˜
no’” (Jer. 5:23, 24). ¿No indica
eso que cultivar un mayor temor de Dios
y una mayor gratitud hacia
´
el nos ayuda-
r
´
a a “circuncidar el coraz
´
on”? Ese temor
saludable nos permitir
´
a tener un coraz
´
on
17. ¿C
´
omo nos ayuda el temor de Dios a tener
un coraz
´
on m
´
as receptivo?
m
´
as receptivo a lo que
´
el desea que sea-
mos.
18 Y podemos colaborar con Jehov
´
a si
´
el nos da un coraz
´
on dispuesto a conocer-
lo. De hecho, eso es lo que
´
el prometi
´
o
en el caso de los ungidos, con quienes es-
tableci
´
o un nuevo pacto: “Pondr
´
e mi ley
dentro de ellos, y en su coraz
´
on la escribi-
r
´
e. Y ciertamente llegar
´
e a ser su Dios, y
ellos mismos llegar
´
an a ser mi pueblo”.1
En cuanto a conocerlo de verdad, a
˜
nadi
´
o:
“Ya no ense
˜
nar
´
an cada uno a su compa-
˜
nero y cada uno a su hermano, diciendo:
‘¡Conozcan a Jehov
´
a!’, porque todos ellos
me conocer
´
an, desde el menor de ellos
aun hasta el mayor de ellos [...]. Porque
perdonar
´
e su error, y no me acordar
´
e m
´
as
de su pecado” (Jer. 31:31-34).
19 Sea que usted anhele beneficiarse
para siempre de ese nuevo pacto en el
cielo o en la Tierra, debe mantener el de-
seo de conocer a Jehov
´
a y ser parte de su
pueblo. Para que usted reciba tales bene-
ficios,
´
el tiene que perdonarle sus peca-
dos sobre la base del rescate de Cristo.
El mismo hecho de que Dios pueda per-
donarlo debe impulsarlo a perdonar a los
dem
´
as, incluso a aquellos a quienes qui-
z
´
as guarde alg
´
un rencor. Librarse de cual-
quier mal sentimiento de ese tipo le har
´
a
bien a su coraz
´
on. No solo demostrar
´
a
que desea servir a Jehov
´
a, sino tambi
´
en
que lo conoce cada vez m
´
as. Ser
´
a como
las personas de las que Jehov
´
a dijo me-
diante Jerem
´
ıas: “Ustedes realmente me
buscar
´
an y me hallar
´
an, porque me bus-
car
´
an con todo su coraz
´
on. Y yo mismo
ciertamente me dejar
´
e hallar por uste-
des” (Jer. 29:13, 14).
1 El nuevo pacto se analiza en el cap
´
ıtulo 14 del li-
bro Dios nos habla mediante Jerem
´
ıas.
18. ¿Qu
´
e prometi
´
o Jehov
´
a a aquellos con quie-
nes estableci
´
o un nuevo pacto?
19. ¿Qu
´
e maravillosa perspectiva tienen los
cristianos verdaderos?
ANTES de cada despegue, los pilotos de uno de los
aviones m
´
as seguros que existen hacen m
´
as de treinta
comprobaciones siguiendo una lista de verificaci
´
on.
Si no lo hicieran, las posibilidades de sufrir un tr
´
agico
accidente ser
´
ıan mucho mayores. ¿Sabe usted a qu
´
e
pilotos se les pide especialmente que completen la lis-
ta de verificaci
´
on? ¡A los m
´
as experimentados! ¿Por
qu
´
e? Porque los pilotos con muchas horas de vuelo
podr
´
ıan confiarse f
´
acilmente y no ser tan cuidadosos
al llevar a cabo la inspecci
´
on.
2 Al igual que un piloto precavido, usted puede uti-
lizar un tipo de lista de verificaci
´
on para asegurarse de
que su fe no le falle cuando m
´
as la necesite. Tanto si
nos bautizamos recientemente como si fue hace mu-
chos a
˜
nos, es vital comprobar con regularidad la pro-
fundidad de nuestra fe y devoci
´
on a Jehov
´
a. Si no lo
hici
´
eramos, podr
´
ıamos perder nuestra espiritualidad.
Es tal como la Biblia nos advierte: “El que piensa que
est
´
a en pie, cu
´
ıdese de no caer” (1 Cor. 10:12).
3 Los cristianos de Galacia necesitaban comprobar
la profundidad de su fe y valorar su libertad espiri-
tual. Mediante su sacrificio, Jes
´
us hab
´
ıa abierto el
camino para que quienes pusieran fe en
´
el llegaran a
conocer a Dios de la manera m
´
as extraordinaria po-
sible: ¡podr
´
ıan llegar a ser sus hijos! (G
´
al. 4:9.) Para
no perder esa bendita relaci
´
on, los g
´
alatas ten
´
ıan que
rechazar las ense
˜
nanzas de los judaizantes, quienes
insist
´
ıan en que se observara la Ley mosaica. Pero los
gentiles que formaban parte de la congregaci
´
on ja-
m
´
as hab
´
ıan estado bajo dicha Ley. Tanto jud
´
ıos como
gentiles necesitaban progresar espiritualmente, lo
1. ¿Por qu
´
e deben los pilotos completar una lista de verifica-
ci
´
on antes de cada despegue?
2. ¿Qu
´
e debe comprobar con regularidad todo cristiano?
3. ¿Qu
´
e necesitaban hacer los cristianos de Galacia?
¿QU
´
E HAR
´
A AHORA
QUE HA “LLEGADO
A CONOCER A DIOS”?
“Han llegado a conocer
a Dios.” (G
´
AL. 4:9)
¿PUEDE RESPONDER?



























































































































































¿Por qu
´
e es
´
util repasar
peri
´
odicamente una lista
de verificaci
´
on espiritual?



























































































































































¿Por qu
´
e tiene que seguir
creciendo espiritualmente
el cristiano maduro?



























































































































































¿Por qu
´
e debemos meditar en
nuestra fe y nuestra dedicaci
´
on
a Jehov
´
a?
13
14 LA ATALAYA
que implicaba reconocer que la obedien-
cia a la Ley mosaica no era lo que los ha-
c
´
ıa justos a los ojos de Dios.
PRIMEROS PASOS
PARA CONOCER A DIOS
4 El consejo del ap
´
ostol Pablo a los g
´
a-
latas est
´
a en la Biblia con un prop
´
osito:
impedir que los cristianos verdaderos de
cualquier
´
epoca le vuelvan la espalda a la
verdad b
´
ıblica y regresen a las cosas que
dejaron atr
´
as. Jehov
´
a inspir
´
o al ap
´
ostol
para que animara a permanecer firmes a
todos sus siervos, no solo a los que com-
pon
´
ıan las congregaciones de Galacia.
5 A todos nos conviene recordar c
´
omo
fuimos liberados de la esclavitud espiri-
tual y nos hicimos testigos de Jehov
´
a.
Para ello, piense en estas dos preguntas:
¿Recuerda los pasos que dio para poder
bautizarse? ¿Recuerda c
´
omo lleg
´
o a cono-
cer a Dios y a ser reconocido por
´
el como
su amigo, de modo que pudo sentirse ver-
daderamente libre en sentido espiritual?
6 En l
´
ıneas generales, todos hemos se-
guido nueve pasos que, a modo de lis-
ta de verificaci
´
on espiritual, aparecen en
el recuadro “Pasos que nos llevan a bau-
tizarnos y seguir progresando”. Recordar
con regularidad esos nueve pasos nos for-
talecer
´
a para resistir la tentaci
´
on de vol-
ver a las cosas del mundo. Tal como un pi-
loto experimentado pero precavido vuela
seguro tras revisar su lista de verificaci
´
on,
usted podr
´
a persistir en su fiel servicio re-
visando su lista de verificaci
´
on espiritual.
QUIENES SON CONOCIDOS POR DIOS
SIGUEN CRECIENDO ESPIRITUALMENTE
7 La lista de verificaci
´
on recuerda al
piloto que debe seguir cuidadosamen-
4, 5. ¿Qu
´
e consejo les dio Pablo a los g
´
alatas, y
por qu
´
e es oportuno para nosotros?
6. ¿Qu
´
e lista de verificaci
´
on vamos a examinar?
7. ¿Qu
´
e modelo debemos seguir, y por qu
´
e?
te un procedimiento antes de cada vue-
lo. Nosotros tambi
´
en podemos verificar,
o examinar, nuestro estado espiritual y lo
que hemos hecho desde que nos bauti-
zamos. Pablo escribi
´
o a Timoteo: “Si-
gue reteniendo el modelo de palabras sa-
ludables que o
´
ıste de m
´
ı con la fe y el
amor que hay en relaci
´
on con Cristo Je-
s
´
us” (2 Tim. 1:13). Esas “palabras saluda-
bles” se encuentran en la Palabra de Dios
(1 Tim. 6:3). Tal como el boceto de un ar-
tista ofrece una idea general del cuadro,
ese modelo de la verdad b
´
ıblica nos da
una idea general de lo que Dios espera
de nosotros. Por eso, repasemos los pa-
sos que nos llevaron al bautismo y vea-
mos hasta qu
´
e punto estamos siguiendo
el modelo de la verdad.
8 El primer punto de nuestra lista de
verificaci
´
on es la necesidad de adqui-
rir conocimiento. Luego, podemos culti-
var fe. Pero tenemos que seguir creciendo
en ambos aspectos (2 Tes. 1:3). El creci-
miento consiste en una serie de cambios
progresivos; es aumentar, agrandar. Por
lo tanto, despu
´
es del bautismo debemos
seguir cultivando nuestra espiritualidad
para que nuestro crecimiento no se de-
tenga.
9 Podemos comparar nuestro creci-
miento espiritual al de un
´
arbol. Este pue-
de alcanzar un tama
˜
no asombroso, sobre
todo si cuenta con ra
´
ıces profundas o ex-
tensas. Por ejemplo, algunos de los ma-
jestuosos cedros del L
´
ıbano pueden lle-
gar a la altura de un edificio de 12 pisos,
tener fuertes y penetrantes ra
´
ıces y un
tronco de hasta 12 metros (40 pies) de cir-
cunferencia (Cant. de Cant. 5:15). Cuan-
do el estir
´
on inicial termina, el
´
arbol
sigue creciendo, pero ya no de una forma
8, 9. a) ¿Por qu
´
e debemos seguir creciendo en
conocimiento y fe? b) ¿Por qu
´
e es importante
nuestro crecimiento espiritual, y c
´
omo se pare-
ce al desarrollo de un
´
arbol?
15 DE MARZO DE 2013 15
tan obvia. A
˜
no tras a
˜
no, el tronco se en-
sancha y las ra
´
ıces se extienden, con lo
que el
´
arbol gana estabilidad. Lo mismo
es cierto del crecimiento espiritual del
cristiano. En un per
´
ıodo inicial de estudio
de la Biblia podemos crecer muy r
´
apido
y llegar a bautizarnos; quiz
´
as hasta reu-
namos los requisitos para ser precurso-
res o recibir otros privilegios. Los miem-
bros de la congregaci
´
on notan nuestro
progreso con gran alegr
´
ıa. Ahora bien, en
los a
˜
nos siguientes es posible que nues-
tro crecimiento no sea tan evidente. Sin
embargo, tenemos que seguir creciendo
en fe y conocimiento hasta “la medida de
estatura que pertenece a la plenitud del
Cristo” (Efes. 4:13). De este modo pasa-
mos de ser brotes diminutos, por as
´
ı de-
cirlo, a ser cristianos maduros,
´
arboles
robustos y bien desarrollados.
10 Pero nuestro crecimiento no debe
detenerse ah
´
ı. Necesitamos adquirir m
´
as
conocimiento y profundizar nuestra fe,
de modo que estemos a
´
un m
´
as arraiga-
dos al terreno de la Palabra de Dios (Prov.
12:3). Muchos miembros de la congrega-
ci
´
on han hecho eso. Por ejemplo, despu
´
es
de m
´
as de tres d
´
ecadas sirviendo de an-
ciano, cierto hermano reconoce que a
´
un
sigue creciendo espiritualmente.
´
El dice:
“Mi aprecio por la Biblia ha aumentado
much
´
ısimo. Continuamente encuentro
oportunidades de aplicar las leyes y los
principios b
´
ıblicos de diversas maneras.
Y cada vez valoro m
´
as el ministerio”.
FORTALEZCA SU AMISTAD CON DIOS
11 Crecer espiritualmente tambi
´
en in-
cluye acercarnos a Jehov
´
a como nuestro
Amigo y Padre.
´
El quiere que nos sin-
tamos aceptados, amados y protegidos,
10. ¿Por qu
´
e es necesario que hasta los cristia-
nos maduros sigan creciendo espiritualmente?
11. ¿C
´
omo podemos llegar a conocer mejor a
Jehov
´
a con el tiempo?
como se siente un ni
˜
no en los brazos de
su padre o como nos sentimos cuando
estamos en compa
˜
n
´
ıa de un amigo leal.
Claro est
´
a, una relaci
´
on tan estrecha con
Jehov
´
a no surge de la noche a la ma
˜
nana.
Se requiere tiempo para llegar a conocer-
lo bien y amarlo. Por tanto, resu
´
elvase a
dedicar alg
´
un tiempo todos los d
´
ıas a leer
su Palabra. Adem
´
as, lea todos los n
´
ume-
ros de La Atalaya y ¡Despertad!, as
´
ı como
el resto de nuestras publicaciones.
12 Los amigos de Dios crecen espiri-
tualmente gracias a sus oraciones sinceras
y a las buenas compa
˜
n
´
ıas (lea Malaqu
´
ıas
3:16). Los “o
´
ıdos [de Jehov
´
a] est
´
an hacia
12. ¿Qu
´
e tenemos que hacer para que nuestra
amistad con Jehov
´
a se mantenga fuerte?
Los
´
arboles siempre siguen creciendo,
y los cristianos debemos hacer lo mismo
16 LA ATALAYA
su ruego” (1 Ped. 3:12). Como un padre
amoroso, Jehov
´
a est
´
a atento a nuestras
s
´
uplicas. Por tanto, debemos “perseve-
r[ar] en la oraci
´
on” (Rom. 12:12). No po-
demos seguir siendo cristianos plena-
mente desarrollados sin la ayuda de Dios.
Las presiones de este sistema son dema-
siado grandes para resistirlas y superarlas
por nosotros mismos. Si dejamos de orar,
nos separaremos del aporte constante de
fortaleza que Dios quiere y puede darnos.
¿Est
´
a usted satisfecho con la calidad de
sus oraciones, o ve que debe mejorar en
este aspecto? (Jer. 16:19.)
13 Jehov
´
a se complace en todos los que
“buscan refugio en
´
el”. Por consiguiente,
aun despu
´
es de llegar a conocer a Dios,
tenemos que seguir reuni
´
endonos con
la congregaci
´
on, que est
´
a formada por
quienes tambi
´
en lo conocen (Nah. 1:7).
En un mundo en que abunda el desalien-
to, haremos muy bien si nos rodeamos
de hermanos animadores. ¿Qu
´
e benefi-
cios obtendremos? En la congregaci
´
on
hallaremos personas que nos animar
´
an a
mostrar amor y a realizar obras excelen-
tes (Heb. 10:24, 25). El amor mutuo sobre
el que Pablo escribi
´
o a los hebreos exige
que exista una hermandad, una comuni-
dad de adoradores unidos, una congrega-
ci
´
on. Para manifestar esa clase de amor,
hay que estar con otros cristianos. En su
lista de verificaci
´
on, marque siempre la
asistencia a las reuniones y la participa-
ci
´
on en ellas.
14 Para llegar a ser cristianos, tuvimos
que arrepentirnos y volvernos de nues-
tros pecados, dej
´
andolos atr
´
as. Sin em-
bargo, el arrepentimiento es un proce-
so continuo. Puesto que somos humanos
13. ¿Por qu
´
e es imprescindible para nuestro
crecimiento espiritual la compa
˜
n
´
ıa de otros
cristianos?
14. ¿En qu
´
e sentido es arrepentirse y volverse
un proceso continuo?
imperfectos, el pecado sigue acech
´
ando-
nos como una serpiente enroscada y lista
para atacar (Rom. 3:9, 10; 6:12-14). Tenga-
mos los ojos bien abiertos y no pasemos
por alto nuestras faltas. Felizmente, Jeho-
v
´
a es paciente con nosotros mientras lu-
chamos con empe
˜
no por vencer nuestras
debilidades y hacemos los cambios nece-
sarios (Filip. 2:12; 2 Ped. 3:9). Es de gran
ayuda controlar el uso de nuestro tiempo
y recursos, y abandonar cualquier meta
ego
´
ısta que tengamos. Una hermana es-
cribe: “Fui criada en la verdad, pero crec
´
ı
con un punto de vista sobre Jehov
´
a dis-
tinto al de la mayor
´
ıa. Pensar en
´
el me
daba miedo, y cre
´
ıa que jam
´
as ser
´
ıa capaz
de agradarle”. Con el tiempo, esta her-
mana se debilit
´
o espiritualmente por va-
rias desgracias personales. Ella prosigue:
“No es que no amara a Jehov
´
a, sino que
en realidad no lo conoc
´
ıa. Sin embargo,
despu
´
es de muchas oraciones muy inten-
sas, todo comenz
´
o a cambiar. Sent
´
ı que
Jehov
´
a me llevaba de la mano como a un
ni
˜
no, ayud
´
andome a superar un obst
´
acu-
lo a la vez, siempre con mucho cari
˜
no y
mostr
´
andome lo que ten
´
ıa que hacer”.
15 “Sigan hablando al pueblo” sobre las
buenas nuevas. El
´
angel de Dios les di-
rigi
´
o estas palabras a Pedro y los dem
´
as
ap
´
ostoles despu
´
es de que fueron libera-
dos milagrosamente de la prisi
´
on (Hech.
5:19-21). Predicar todas las semanas es
otro punto de nuestra lista de verifica-
ci
´
on. Jes
´
us y su Padre observan tanto
nuestra fe como nuestro ministerio (Rev.
2:19). El anciano citado en un p
´
arrafo an-
terior se
˜
nala: “El servicio del campo es
nuestra vida misma”.
16 Medite en su dedicaci
´
on. Nuestra po-
sesi
´
on m
´
as valiosa es la amistad que te-
nemos con Jehov
´
a.
´
El conoce a los que
15. ¿Qu
´
e observan Jes
´
us y su Padre?
16. ¿Por qu
´
e debemos meditar en nuestra dedi-
caci
´
on a Jehov
´
a?
PASOS QUE NOS LLEVAN
A BAUTIZARNOS
Y SEGUIR PROGRESANDO
1 Comenzamos “adquiriendo cono-
cimiento” de Jehov
´
a y su Hijo,
Jesucristo (Juan 17:3).
2 Nuestra fe crece al ir aumentando
nuestro conocimiento (Juan 3:16).
3 Empezamos a orar a Jehov
´
a con
frecuencia (Hech. 2:21).
4 Comprendemos la necesidad de
reunirnos regularmente con otras
personas que comparten nuestra fe
(Heb. 10:24, 25).
5 Nos arrepentimos de nuestros pecados
(Hech. 17:30).
6 Nos volvemos, es decir, rechazamos
las pr
´
acticas que Dios condena
(Hech. 3:19).
7 Nuestra fe nos impulsa a hablar a
otras personas (2 Cor. 4:13).
8 Nos dedicamos a Jehov
´
a siguiendo
el ejemplo de Jes
´
us (1 Ped. 4:2).
9 Bautiz
´
andonos en agua, mostramos
en p
´
ublico que nos hemos dedicado
a Jehov
´
a (1 Ped. 3:21).
le pertenecen (lea Isa
´
ıas 44:5). Examine
con oraci
´
on la calidad y la profundidad
de su relaci
´
on con
´
el. Y, relacionado con
esto, recuerde la importante fecha de su
bautismo; as
´
ı no olvidar
´
a que con
´
el hizo
p
´
ublica la decisi
´
on m
´
as trascendental de
todas las que haya tomado.
EL AGUANTE NOS MANTIENE
CERCA DE JEHOV
´
A
17 En su carta a los G
´
alatas, Pablo sub-
ray
´
o la necesidad de tener aguante (G
´
al.
6:9). Hoy d
´
ıa, esa cualidad tambi
´
en es
esencial para el cristiano. Usted afron-
tar
´
a dificultades, pero Jehov
´
a lo ayu-
dar
´
a. No deje de pedirle esp
´
ıritu santo.
Se sentir
´
a reconfortado cuando
´
el sus-
tituya el dolor por gozo, la angustia por
paz (Mat. 7:7-11). Piense en esto: si Jeho-
v
´
a cuida de los p
´
ajaros, ¿no se interesa-
r
´
a mucho m
´
as por usted, que lo ama y
le ha dedicado su vida? (Mat. 10:29-31.)
Sin importar qu
´
e presiones tenga que so-
portar, nunca vuelva atr
´
as ni se rinda.
¡De cu
´
antas riquezas maravillosas disfru-
tamos debido a que Jehov
´
a nos considera
sus amigos!
18 Por tanto, si hace poco que usted ha
llegado a conocer a Dios y se ha bautiza-
do, ¿qu
´
e debe hacer ahora? Seguir cono-
ciendo a Jehov
´
a, crecer hacia la madurez
espiritual. ¿Y si, en cambio, lleva muchos
a
˜
nos bautizado? Tambi
´
en debe seguir
profundizando y ampliando su cono-
cimiento de Jehov
´
a. En cuanto a su amis-
tad con
´
el, nunca se duerma en los laure-
les. M
´
as bien, repase de vez en cuando
su lista de verificaci
´
on para asegurarse de
que contin
´
ua estrechando su relaci
´
on con
Jehov
´
a, nuestro amoroso Padre, Amigo y
Dios (lea 2 Corintios 13:5, 6).
17. ¿Por qu
´
e necesitamos aguante para perma-
necer cerca de Jehov
´
a?
18. Tras haber “llegado a conocer a Dios”, ¿qu
´
e
debe hacer usted ahora?
15 DE MARZO DE 2013 17
18 LA ATALAYA
Un recurso muy valioso para salir adelante es el
consuelo que recibimos de la familia, los amigos y
los hermanos cristianos.
Las palabras amables y cari
˜
nosas de un ami-
go pueden aliviarnos y sanarnos (Prov. 16:24;
18:24; 25:11). Ahora bien, los cristianos verdade-
ros no solo estamos interesados en recibir consue-
lo. Tomamos la iniciativa para “consolar a los que
se hallan en cualquier clase de tribulaci
´
on median-
te el consuelo con que nosotros mismos estamos
siendo consolados por Dios” (2 Cor. 1:4; Luc. 6:31).
Antonio, un superintendente de distrito de M
´
exico,
comprob
´
o lo ciertas que son estas palabras.
Cuando le diagnosticaron un linfoma —un tipo
de c
´
ancer que afecta a la sangre—, se angusti
´
o
much
´
ısimo. Con todo, procur
´
o dominar los senti-
mientos negativos. ¿C
´
omo lo hac
´
ıa? Trataba de
recordar c
´
anticos del Reino y los cantaba para
meditar en la letra. Tambi
´
en lo consolaba mucho
orar en voz alta y leer la Biblia.
Sin embargo, Antonio reconoce que la principal
ayuda vino de sus hermanos en la fe.
´
El relata:
“Cuando mi esposa y yo nos sent
´
ıamos agobiados,
le ped
´
ıamos a un pariente nuestro, anciano de con-
gregaci
´
on, que viniera y orara con nosotros. Esto
nos consolaba y tranquilizaba. Gracias al apoyo de
la familia y los hermanos, en poco tiempo pudimos
vencer los sentimientos negativos”. ¡Qu
´
e agradeci-
do se sinti
´
o de tener amigos tan amorosos y com-
pasivos!
Otro recurso a nuestra disposici
´
on en tiempos de
angustia es el esp
´
ıritu santo, que seg
´
un afirm
´
o el
ap
´
ostol Pedro, es una “d
´
adiva gratuita” (Hech. 2:38).
Esto qued
´
o demostrado cuando muchos disc
´
ıpulos
fueron ungidos en el Pentecost
´
es del a
˜
no 33 de
nuestra era. Pero el esp
´
ıritu santo tambi
´
en est
´
a al al-
cance de todos nosotros hoy d
´
ıa, y podemos solici-
tar todo el que necesitemos. Por lo tanto, ¿por qu
´
e
no pedirlo en abundancia? (Is. 40:28-31.)
DEMUESTRE PROFUNDO INTER
´
ES
POR LOS QUE SUFREN
El ap
´
ostol Pablo soport
´
o muchas adversidades y
en m
´
as de una ocasi
´
on se vio cara a cara con la
muerte (2 Cor. 1:8-10). Pero no le aterraba la idea
de morir, pues sab
´
ıa que contaba con el apoyo de
Jehov
´
a. Escribi
´
o: “Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Se
˜
nor Jesucristo, el Padre de tiernas mise-
ricordias y el Dios de todo consuelo, que nos con-
suela en toda nuestra tribulaci
´
on” (2 Cor. 1:3, 4).
Pablo no se dej
´
o arrastrar por la autocompasi
´
on;
por el contrario, las pruebas que sufri
´
o lo ayudaron
a cultivar empat
´
ıa, a ponerse en el lugar de los de-
m
´
as. Le permitieron estar mejor preparado para
consolar a quienes lo necesitaban.
Tras recuperarse de su enfermedad, Antonio
pudo volver a ser superintendente viajante. Siem-
pre se hab
´
ıa interesado por los hermanos, pero
a partir de entonces
´
el y su esposa se esforzaron
m
´
as por visitar y animar a los enfermos. Por ejem-
plo, al visitar a un cristiano que estaba luchando
con una grave dolencia, Antonio se enter
´
o de que
este hermano no quer
´
ıa ir a las reuniones. “No es
que
´
el no amara a Jehov
´
a o a los hermanos —expli-
ca—, pero la enfermedad lo hab
´
ıa aplastado tanto
que se sent
´
ıa in
´
util.”
A fin de animarlo, Antonio le pidi
´
o hace poco
que hiciera la oraci
´
on en una reuni
´
on social. Aun-
que no se cre
´
ıa digno de hacerla, el hermano acep-
t
´
o. Antonio recuerda: “Su oraci
´
on fue bell
´
ısima, y
despu
´
es
´
el parec
´
ıa otra persona. Se sinti
´
o
´
util de
nuevo”.
Vale la pena tener presente que, en mayor o me-
nor grado, todos hemos sufrido alguna vez. Pero
como dijo Pablo, esas experiencias dolorosas nos
preparan para consolar a otros. Por lo tanto, mos-
tremos inter
´
es por nuestros hermanos que sufren
e imitemos a Jehov
´
a siendo una fuente de consue-
lo para nuestro semejante.
Hallamos consuelo cuando consolamos a otros
Todos los seres humanos somos imperfectos y nos enfermamos de vez en cuando, a ve-
ces de gravedad. ¿Qu
´
e nos ayudar
´
a a no desfallecer si sufrimos una enfermedad grave?
¿SE SIENTE como en casa en este mundo? Si no es
as
´
ı, usted no es el
´
unico. A lo largo de la historia, todos
los que han amado de verdad a Jehov
´
a se han sentido
como forasteros en este sistema de cosas. Por ejemplo,
hubo fieles siervos de Dios que, mientras se mudaban
de campamento en campamento en la tierra de Ca-
na
´
an, “declararon p
´
ublicamente que eran extra
˜
nos y
residentes temporales” (Heb. 11:13).
2 Al igual que ellos, los disc
´
ıpulos ungidos de Je-
s
´
us, cuya “ciudadan
´
ıa existe en los cielos”, se conside-
ran “forasteros y residentes temporales” en este sis-
tema de cosas (Filip. 3:20; 1 Ped. 2:11). Y las “otras
ovejas” de Cristo “no son parte del mundo”, as
´
ı como
´
el tampoco lo fue (Juan 10:16; 17:16). Pero los siervos
de Dios no est
´
an “sin techo”. Al contrario, disfrutan
de la protecci
´
on del hogar m
´
as seguro y acogedor ima-
ginable, un hogar que puede verse con los ojos de la
fe. Mois
´
es escribi
´
o: “Oh Jehov
´
a, t
´
u mismo has resulta-
do ser una verdadera morada para nosotros durante
generaci
´
on tras generaci
´
on” (Sal. 90:1).1 ¿C
´
omo resul-
t
´
o Jehov
´
a ser “una verdadera morada” para sus siervos
leales de la antig
¨
uedad? ¿De qu
´
e manera lo es hoy
para el pueblo que porta su nombre? ¿Y c
´
omo resul-
tar
´
a ser la
´
unica morada segura en el futuro?
JEHOV
´
A FUE “UNA VERDADERA MORADA”
PARA SUS SIERVOS DE LA ANTIG
¨
UEDAD
3 Como sucede con muchas otras comparaciones
de la Biblia, Salmo 90:1 tiene un protagonista, una
imagen y varios puntos en que se asemejan. El prota-
gonista es Jehov
´
a. La imagen es la de una morada, un
1 La Nueva Traducci
´
on Viviente vierte Salmo 90:1 de la siguiente
manera: “Se
˜
nor, a lo largo de todas las generaciones, ¡t
´
u has sido
nuestro hogar!”.
1, 2. ¿C
´
omo se han sentido los siervos de Dios en este siste-
ma de cosas, y qu
´
e “hogar” tienen?
3. ¿Qu
´
e protagonista e imagen hallamos en Salmo 90:1, y en
qu
´
e se asemejan?
JEHOV
´
A ES
NUESTRA MORADA
“Oh Jehov
´
a, t
´
u mismo
has resultado ser una
verdadera morada para
nosotros durante gene-
raci
´
on tras generaci
´
on.”
(SAL. 90:1)
¿QU
´
E RESPONDER
´
IA?



























































































































































¿C
´
omo fue Jehov
´
a “una verda-
dera morada” para los fieles
de la antig
¨
uedad?



























































































































































¿Qu
´
e aprendemos de un hom-
bre tan fiel como Abrah
´
an?



























































































































































¿C
´
omo podemos demostrar que
Jehov
´
a es nuestra “verdadera
morada”?
19
20 LA ATALAYA
lugar donde alojarse. Y Jehov
´
a tiene mu-
cho en com
´
un con un lugar as
´
ı. Por ejem-
plo, brinda protecci
´
on a su pueblo, en
armon
´
ıa con el hecho de que
´
el es la mis-
ma personificaci
´
on del amor (1 Juan 4:8).
Tambi
´
en es un Dios de paz que permite a
sus leales “morar en seguridad” (Sal. 4:8).
Piense, si no, en su trato con los fieles pa-
triarcas, comenzando con Abrah
´
an.
4 Podemos hacernos una idea de c
´
omo
se sinti
´
o Abrah
´
an, que a
´
un se llamaba
Abr
´
an, cuando Jehov
´
a le dijo: “Vete de tu
pa
´
ıs y de tus parientes [...] al pa
´
ıs que yo
te mostrar
´
e”. Si aquel hombre fiel sinti
´
o
alg
´
un temor, sin duda se le disip
´
o al o
´
ır lo
que Jehov
´
a sigui
´
o dici
´
endole: “Har
´
e de ti
una naci
´
on grande y te bendecir
´
e y de ve-
ras har
´
e grande tu nombre [...]. Y cierta-
4, 5. ¿C
´
omo fue Dios “una verdadera morada”
para Abrah
´
an?
mente bendecir
´
e a los que te bendigan, y
al que invoque mal sobre ti lo maldecir
´
e”
(G
´
en. 12:1-3).
5 Con esas palabras, Jehov
´
a se com-
prometi
´
o a ser un refugio seguro para
Abrah
´
an y sus descendientes (G
´
en. 26:
1-6). Y cumpli
´
o su promesa. Por ejemplo,
impidi
´
o que el fara
´
on de Egipto yel rey de
Guerar, Abim
´
elec, violaran a Sara y mata-
ran a Abrah
´
an. Tambi
´
en protegi
´
o a Isaac
y Rebeca de un modo parecido (G
´
en. 12:
14-20; 20:1-14; 26:6-11). Y “no permiti
´
o
que ning
´
un humano los defraudara, an-
tes bien, a causa de ellos censur
´
o a re-
yes, diciendo: ‘No toquen ustedes a mis
ungidos, y a mis profetas no hagan nada
malo’” (Sal. 105:14, 15).
6 Entre esos profetas estuvo Jacob,
el nieto de Abrah
´
an. Cuando lleg
´
o el mo-
mento de que se casara, Isaac, su pa-
dre, le dijo: “No debes tomar esposa
de las hijas de Cana
´
an. Lev
´
antate, ve a
Pad
´
an-aram, a la casa de Betuel, padre
de tu madre, y de all
´
ı t
´
omate una esposa
de las hijas de Lab
´
an” (G
´
en. 28:1, 2). Ja-
cob obedeci
´
o sin vacilar. Abandonando la
seguridad que le proporcionaba su fami-
lia inmediata, que viv
´
ıa en Cana
´
an, via-
j
´
o cientos de kil
´
ometros, probablemen-
te solo, hasta la regi
´
on de Har
´
an (G
´
en.
28:10). Puede que se preguntara: “¿Cu
´
an-
to tiempo estar
´
e ausente? ¿Me acoger
´
a
bien mi t
´
ıo y me conceder
´
a una espo-
sa que adore a Dios?”. Cualquier preocu-
paci
´
on de ese tipo sin duda desapareci
´
o
cuando lleg
´
o a Luz, a unos 100 kil
´
ometros
(60 millas) de Beer-seba. ¿Qu
´
e ocurri
´
o
all
´
ı?
7 En Luz, Jehov
´
a se apareci
´
o a Jacob en
un sue
˜
no y le dijo: “Aqu
´
ı estoy yo conti-
go y ciertamente te guardar
´
e en todo el
6. ¿Qu
´
e le dijo Isaac a Jacob que hiciera, y
c
´
omo puede haberse sentido Jacob?
7. ¿Qu
´
e garant
´
ıa le dio Dios a Jacob en un
sue
˜
no?
“No voy a dejarte”
camino por el cual est
´
as yendo, y cierta-
mente te har
´
e volver a este suelo, porque
no voy a dejarte hasta que realmente haya
hecho lo que te he hablado” (G
´
en. 28:15).
¡Cu
´
anto debieron de tranquilizar y conso-
lar a Jacob aquellas afectuosas palabras!
¿Puede usted imagin
´
arselo caminando
resuelto despu
´
es de esa experiencia, an-
sioso por ver c
´
omo iba a cumplir Dios
su promesa? Si usted ha dejado su hogar,
quiz
´
as para apoyar la predicaci
´
on en otro
pa
´
ıs, con toda probabilidad entender
´
a los
sentimientos de Jacob. Y sin duda habr
´
a
visto pruebas de la protecci
´
on de Jehov
´
a
en su propio caso.
8 Cuando Jacob lleg
´
o a Har
´
an, su t
´
ıo
Lab
´
an le extendi
´
o una c
´
alida bienvenida,
y m
´
as tarde le dio a Lea y Raquel por es-
posas. Sin embargo, con el tiempo trat
´
o
de aprovecharse de
´
el, tanto que le cam-
bi
´
o su salario 10 veces (G
´
en. 31:41, 42).
Jacob aguant
´
o aquellas injusticias, con-
fiando en que Jehov
´
a lo seguir
´
ıa cuidan-
do. Y, de hecho, as
´
ı fue, pues cuando
regres
´
o a Cana
´
an pose
´
ıa “grandes reba-
˜
nos, y siervas y siervos, y camellos y as-
nos” (G
´
en. 30:43). Profundamente agra-
decido, le dijo a Jehov
´
a: “Indigno soy de
todas las bondades amorosas y de toda
la fidelidad que has ejercido para con tu
siervo, porque con solo mi bast
´
on cruc
´
e
este Jord
´
an y ahora he llegado a ser dos
campamentos” (G
´
en. 32:10).
9 Estos ejemplos nos muestran por qu
´
e
Mois
´
es pudo afirmar: “Oh Jehov
´
a, t
´
u mis-
mo has resultado ser una verdadera mo-
rada para nosotros durante generaci
´
on
tras generaci
´
on” (Sal. 90:1). Sus palabras
siguen vigentes hoy, pues Jehov
´
a, con
quien “no hay la variaci
´
on del giro de
la sombra”, contin
´
ua siendo una morada
acogedora y segura para sus leales (Sant.
1:17). Veamos de qu
´
e manera.
8, 9. ¿C
´
omo fue Jehov
´
a “una verdadera mora-
da” para Jacob, y qu
´
e aprendemos de ello?
JEHOV
´
A ES “UNA VERDADERA MORADA”
PARA SUS SIERVOS DE HOY
10 Imag
´
ınese que est
´
a testificando en
un tribunal contra una organizaci
´
on cri-
minal presente en todo el mundo y sabe
que su l
´
ıder es un embustero y un ase-
sino sumamente inteligente, poderoso y
despiadado. ¿Se sentir
´
ıa seguro al salir
del juzgado al final del d
´
ıa? ¡Dif
´
ıcilmen-
te! En realidad, tendr
´
ıa buenas razones
para solicitar protecci
´
on. Esto ilustra la si-
tuaci
´
on de los siervos de Jehov
´
a, que con
valor testificamos a favor de
´
el y denun-
ciamos a su malvado enemigo, Satan
´
as
(lea Revelaci
´
on 12:17). Pero ¿ha podido
Satan
´
as silenciarnos? ¡Desde luego que
no! De hecho, continuamos prosperando
espiritualmente, y eso solo tiene una ex-
plicaci
´
on: Jehov
´
a sigue siendo nuestro re-
fugio, “una verdadera morada” para no-
sotros, en especial en estos
´
ultimos d
´
ıas
(lea Isa
´
ıas 54:14, 17). Con todo,
´
el no pue-
de ser un refugio seguro para nosotros si
permitimos que Satan
´
as nos atraiga fue-
ra de nuestra morada.
11 He aqu
´
ı otra lecci
´
on que aprende-
mos de los patriarcas. Aunque viv
´
ıan en
la tierra de Cana
´
an, se mantuvieron apar-
tados de la gente del lugar, cuya maldad
e inmoralidad detestaban (G
´
en. 27:46).
Eran hombres de principios que no de-
pend
´
ıan de una larga lista de cosas que
pod
´
ıan o no pod
´
ıan hacer. Les bastaba
con lo que sab
´
ıan de Jehov
´
a y su per-
sonalidad. Puesto que
´
el era su morada,
no deseaban acercarse al mundo tanto
como pudieran. Al contrario, guardaban
toda la distancia posible. ¡Qu
´
e magn
´
ıfi-
co ejemplo para nosotros! ¿Procura usted
imitar a los fieles patriarcas al elegir sus
10. ¿Por qu
´
e podemos tener la certeza de que
Jehov
´
a sigue siendo una morada segura para
sus siervos?
11. ¿Qu
´
e otra lecci
´
on aprendemos de los pa-
triarcas?
15 DE MARZO DE 2013 21
22 LA ATALAYA
compa
˜
n
´
ıas o diversiones? Por desgracia,
algunos miembros de la congregaci
´
on
cristiana dan muestras de que, al menos
hasta cierto punto, se sienten c
´
omodos
en el mundo de Satan
´
as. Si usted se sien-
te as
´
ı aunque sea solo un poco, ore a Jeho-
v
´
a en cuanto a ello. Recuerde, este es el
mundo de Satan
´
as y, como tal, refleja su
frialdad y ego
´
ısmo (2 Cor. 4:4; Efes. 2:
1, 2).
12 Para no caer v
´
ıctimas de las tram-
pas del Diablo, tenemos que aprovechar
por completo las ayudas espirituales que
Jehov
´
a ofrece a sus siervos, a quienes ha-
cen de
´
el su morada. Entre tales ayudas
figuran las reuniones cristianas, la ado-
12. a) ¿C
´
omo cuida Jehov
´
a de sus siervos?
b) ¿C
´
omo se siente usted al pensar en todas las
ayudas que nos da Jehov
´
a?
raci
´
on en familia y las “d
´
adivas en hom-
bres”, es decir, pastores nombrados por
Dios para consolarnos y apoyarnos en
nuestra lucha con las dificultades de la
vida (Efes. 4:8-12). El hermano George
Gangas, quien fue miembro del Cuerpo
Gobernante por muchos a
˜
nos, escribi
´
o:
“Cuando estoy entre [los siervos de Dios]
siento que estoy en casa con mi familia,
en un para
´
ıso espiritual”. ¿Se siente usted
del mismo modo?
13 Algo m
´
as que aprendemos de los pa-
triarcas es que no les import
´
o ser dife-
rentes de la gente que los rodeaba. Como
vimos en el p
´
arrafo 1, “declararon p
´
ublica-
mente que eran extra
˜
nos y residentes tem-
porales en la tierra” (Heb.11:13). ¿Est
´
a us-
ted decidido a ser diferente? Claro, eso
no siempre es f
´
acil. Pero con el apoyo de
Dios y de sus hermanos en la fe, puede
lograrlo. Recuerde que hay muchos otros
cristianos en su situaci
´
on. De hecho,
todos los que deseamos servir a Jehov
´
a te-
nemos una lucha constante (Efes. 6:12).
Pero es una lucha que ganaremos si con-
fiamos en Jehov
´
a y hacemos de
´
el nuestra
morada segura.
14 Tambi
´
en es de vital importancia que
imite a Abrah
´
an manteniendo la vista en
el premio (2 Cor. 4:18). El ap
´
ostol Pablo
escribi
´
o que Abrah
´
an “esperaba la ciu-
dad que tiene fundamentos verdaderos,
cuyo edificador y hacedor es Dios” (Heb.
11:10). Esa “ciudad” result
´
o ser el Reino
mesi
´
anico, y
´
el, por supuesto, deb
´
ıa espe-
rar a que llegara. En cierto sentido, noso-
tros no tenemos que esperarlo, pues ya
est
´
a gobernando en los cielos. Lo que
es m
´
as, las pruebas indican que pronto
tomar
´
a pleno control de la Tierra. ¿Es el
Reino una realidad para usted? ¿Influye
13. ¿Qu
´
e importante lecci
´
on aprendemos al
examinar Hebreos 11:13?
14. ¿Qu
´
e “ciudad” esperaban los siervos de
Jehov
´
a?
Los
´
angeles apoyan y protegen a los siervos de Dios
15 DE MARZO DE 2013 23
en su modo de ver la vida, en lo que opi-
na de este mundo y en sus prioridades?
(Lea 2 Pedro 3:11, 12.)
NUESTRA “VERDADERA MORADA”
AL ACERCARSE EL FIN
15 A medida que el mundo de Satan
´
as
se acerque a su fin, sus “dolores de an-
gustia” ir
´
an empeorando (Mat. 24:7, 8).
Y, desde luego, las cosas se pondr
´
an a
´
un
m
´
as dif
´
ıciles durante la gran tribulaci
´
on.
Los servicios p
´
ublicos y dem
´
as sistemas
organizados de este mundo se vendr
´
an
abajo, y la gente temer
´
a por su propia
vida (Hab. 3:16, 17). Completamente de-
sesperados, buscar
´
an refugio, por as
´
ı de-
cirlo, “en las cuevas y en las masas roco-
sas de las monta
˜
nas” (Rev. 6:15-17). Pero
ni las cuevas literales ni las organizacio-
nes pol
´
ıticas y comerciales que ahora pa-
recen firmes como monta
˜
nas les brinda-
r
´
an protecci
´
on alguna.
16 Los siervos de Jehov
´
a, en cambio, se-
guir
´
an disfrutando de la seguridad de su
“verdadera morada”, Jehov
´
a Dios. Se sen-
tir
´
an como el profeta Habacuc, quien dijo:
“Me alborozar
´
e en Jehov
´
a mismo; cier-
tamente estar
´
e gozoso en el Dios de mi
salvaci
´
on” (Hab. 3:18). ¿De qu
´
e maneras
ser
´
a Jehov
´
a “una verdadera morada” du-
rante ese turbulento per
´
ıodo? Tendremos
que esperar para verlo. Pero una cosa es
cierta: lo mismo que los israelitas de la
´
epoca del
´
exodo, la “gran muchedumbre”
permanecer
´
a organizada, constantemen-
te alerta a las instrucciones divinas (Rev.
7:9; lea
´
Exodo 13:18). Esas instrucciones
vendr
´
an por un canal teocr
´
atico, proba-
blemente la congregaci
´
on. De hecho, pa-
rece que los miles y miles de congregacio-
nes de todo el mundo est
´
an relacionadas
15. ¿Qu
´
e futuro les espera a quienes conf
´
ıan
en este mundo?
16. ¿Cu
´
anto debemos valorar la congregaci
´
on,
y por qu
´
e?
con los “cuartos interiores” protectores
predichos en Isa
´
ıas 26:20 (l
´
ealo). ¿Valora
usted las reuniones de la congregaci
´
on?
¿Obedece sin vacilar las instrucciones que
Jehov
´
a nos da mediante ella? (Heb.13:17.)
17 Incluso quienes mueran fieles antes
de que comience la gran tribulaci
´
on es-
tar
´
an seguros con Jehov
´
a, su “verdadera
morada”. Mucho despu
´
es de que los fie-
les patriarcas murieron, Jehov
´
a le dijo a
Mois
´
es: “Yo soy [...] el Dios de Abrah
´
an,
el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” (
´
Ex.
3:6). Tras citar estas palabras, Jes
´
us agre-
g
´
o: “
´
El no es Dios de muertos, sino de
vivos, porque para
´
el todos ellos viven”
(Luc. 20:38). Es como si sus siervos lea-
les que han muerto todav
´
ıa vivieran, pues
es un hecho que los va a resucitar (Ecl.
7:1).
18 En el nuevo mundo que est
´
a a las
puertas, Jehov
´
a ser
´
a “una verdadera mo-
rada” para su pueblo en un sentido m
´
as.
Revelaci
´
on 21:3 nos promete: “¡Mira!
La tienda de Dios est
´
a con la humanidad,
y
´
el residir
´
a con ellos”. Jehov
´
a residir
´
a con
la humanidad por medio de Jesucristo, a
quien utilizar
´
a para gobernar la Tierra du-
rante los primeros mil a
˜
nos. Concluido
ese per
´
ıodo, Jes
´
us entregar
´
a el Reino a su
Padre tras haber cumplido el prop
´
osito di-
vino para la Tierra (1 Cor. 15:28). A partir
de ese momento, Jehov
´
a gobernar
´
a direc-
tamente a los seres humanos, que ya se-
r
´
an perfectos. ¡Qu
´
e magn
´
ıfico futuro nos
aguarda! Mientras tanto, luchemos por
imitar a las generaciones fieles de la anti-
g
¨
uedad haciendo de Jehov
´
a nuestra “ver-
dadera morada”.
17. ¿En qu
´
e sentido es Jehov
´
a “una verdadera
morada” incluso para sus siervos leales que han
muerto?
18. En el nuevo mundo, ¿c
´
omo ser
´
a Jehov
´
a
“una verdadera morada” para su pueblo de un
modo especial?
24 LA ATALAYA
EN GENERAL, las iglesias de la cristiandad han deja-
do de emplear el nombre de Dios. Por ejemplo, cierta
versi
´
on inglesa de la Biblia dice en su pr
´
ologo: “El uso
de cualquier nombre propio para el Dios que es uno y
´
unico [...] es enteramente inapropiado para la fe uni-
versal de la Iglesia Cristiana” (Revised Standard Version).
2 Los testigos de Jehov
´
a, en cambio, estamos orgullo-
sos de portar el nombre de Dios y glorificarlo (lea Sal-
mo 86:12 e Isa
´
ıas 43:10). Adem
´
as, nos sentimos privi-
legiados por comprender el significado de ese nombre
y la cuesti
´
on universal relacionada con su santificaci
´
on
(Mat. 6:9). Sin embargo, este es un privilegio que nunca
debemos dar por sentado. Por eso analizaremostres im-
portantes preguntas: 1) ¿Qu
´
e significa conocer el nom-
bre de Dios? 2) ¿C
´
omo ha sido Jehov
´
a fiel a su gran
nombre, glorific
´
andolo de ese modo? 3) ¿C
´
omo pode-
mos andar “en el nombre de Jehov
´
a”?
¿QU
´
E SIGNIFICA CONOCER
EL NOMBRE DE DIOS?
3 Conocer el nombre de Dios significa mucho m
´
as
que o
´
ır y pronunciar la palabra Jehov
´
a. Implica conocer
qu
´
e clase de Dios es Jehov
´
a, sus cualidades, prop
´
osi-
tos y actividades seg
´
un se exponen en la Biblia, por
ejemplo, cuando esta habla de c
´
omo trata a sus siervos.
Jehov
´
a concede este entendimiento de manera progre-
siva, de acuerdo con el desarrollo de su prop
´
osito (Prov.
4:18). Revel
´
o su nombre a nuestros primeros padres; de
hecho, Eva lo us
´
o cuando dio a luz a Ca
´
ın (G
´
en. 4:1).
Los fieles patriarcas No
´
e, Abrah
´
an, Isaac y Jacob cono-
c
´
ıan el nombre de Dios, y este cobr
´
o m
´
as significado
para ellos cuando Jehov
´
a los bendijo, los cuid
´
o y los
puso al tanto de distintos aspectos de su prop
´
osito. M
´
as
1, 2. A diferencia de las iglesias de la cristiandad, ¿qu
´
e pien-
san del nombre de Dios los testigos de Jehov
´
a?
3. ¿Qu
´
e significa conocer el nombre de Dios?
HONREMOS
EL GRAN NOMBRE
DE JEHOV
´
A
“Glorificar
´
e tu nombre
hasta tiempo indefini-
do.” (SAL. 86:12)
¿LO PUEDE EXPLICAR?



























































































































































¿Qu
´
e significa conocer el nom-
bre de Dios?



























































































































































¿C
´
omo ha ido revelando Jehov
´
a
su nombre?



























































































































































¿Qu
´
e implica andar “en el nom-
bre de Jehov
´
a”?
adelante, a Mois
´
es le concedi
´
o una com-
prensi
´
on especial del nombre divino.
4 Lea
´
Exodo 3:10-15. Cuando Mois
´
es te-
n
´
ıa 80 a
˜
nos, Dios le mand
´
o: “Saca t
´
u de
Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”.
Mois
´
es respondi
´
o respetuosamente con
una pregunta que encerraba un profundo
significado. En realidad le pregunt
´
o cu
´
al
era su nombre. Teniendo en cuenta que
el nombre de Dios se conoc
´
ıa desde ha-
c
´
ıa mucho, ¿qu
´
e pretend
´
ıa Mois
´
es con su
pregunta? Es obvio que deseaba saber m
´
as
sobre la persona representada por el nom-
bre, conocer hechos que convencieran a su
pueblo de que Dios de veras los iba a li-
berar. Su preocupaci
´
on estaba justificada,
pues como los israelitas llevaban alg
´
un
tiempo siendo esclavos, tal vez dudar
´
ıan
de que el Dios de sus antepasados fuera ca-
paz de liberarlos. Algunos de ellos incluso
adoraban dioses egipcios (Ezeq. 20:7, 8).
5 ¿C
´
omo respondi
´
o Jehov
´
a a la pregunta
de Mois
´
es? En parte, dijo: “Esto es lo que
has de decir a los hijos de Israel: ‘YO RE-
SULTAR
´
E SER me ha enviado a ustedes. [...]
Jehov
´
a el Dios de sus antepasados [...] me
ha enviado a ustedes’”.1 Dios prometi
´
o
que llegar
´
ıa a ser lo que
´
el decidiera ser
para cumplir su prop
´
osito, es decir, que
siempre resultar
´
ıa fiel a su palabra. Por lo
tanto, en el vers
´
ıculo 15 leemos que Jeho-
v
´
a mismo dijo: “Este es mi nombre has-
ta tiempo indefinido, y este es la memoria
de m
´
ı a generaci
´
on tras generaci
´
on”. Tal
revelaci
´
on debi
´
o de fortalecer much
´
ısimo
la fe de Mois
´
es y llenarlo de temor reve-
rente.
1 El nombre de Dios es una forma del verbo he-
breo que significa “llegar a ser”. En concreto, el nom-
bre Jehov
´
a significa “
´
El Causa [o Hace] Que Llegue a
Ser” (G
´
en. 2:4, nota).
4. ¿Por qu
´
e le pregunt
´
o Mois
´
es a Dios cu
´
al era
su nombre, y por qu
´
e estaba justificada su preo-
cupaci
´
on?
5. ¿C
´
omo aclar
´
o Jehov
´
a el significado de su
nombre cuando le respondi
´
o a Mois
´
es?
JEHOV
´
A FUE FIEL A SU NOMBRE
6 Poco despu
´
es de darsu comisi
´
on a Moi-
s
´
es, Jehov
´
a fue completamente fiel a su
gran nombre “resultando ser” el Liberta-
dor de Israel. Humill
´
o a Egipto con 10 terri-
bles plagas, con las que puso al descubierto
la impotencia de los dioses egipcios, inclui-
do el fara
´
on (
´
Ex. 12:12). Entonces dividi
´
o
el mar Rojo, condujo a Israel a trav
´
es de
´
el
y ahog
´
o en sus aguas al fara
´
on y su ej
´
erci-
to (Sal. 136:13-15). En “el desierto grande e
inspirador de temor”, “result
´
o ser” el gran
Conservador de la vida: le dio alimento y
agua a su pueblo, que se compon
´
ıa de dos
o tres millones de personas o hasta m
´
as.
Y no solo eso. Durante todo ese tiempo, las
6, 7. ¿C
´
omo fue Jehov
´
a completamente fiel a
su gran nombre?
Conocer el significado del nombre de Dios
fortaleci
´
o la fe de Mois
´
es
15 DE MARZO DE 2013 25
prendas de vestir y las sandalias no se les
gastaron (Deut. 1:19; 29:5). Como vemos,
nada puede impedirle a Jehov
´
a ser fiel a su
incomparable nombre. M
´
as adelante le de-
clar
´
o a Isa
´
ıas: “Yo... yo soy Jehov
´
a, y fuera
de m
´
ı no hay salvador” (Is. 43:11).
7 Josu
´
e, el sucesor de Mois
´
es, tambi
´
en
presenci
´
o los impresionantes actos de
Jehov
´
a en Egipto y en el desierto. Por eso,
hacia el fin de su vida, pudo decir con ple-
na convicci
´
on a sus hermanos israelitas:
“Ustedes bien saben con todo su coraz
´
on y
con toda su alma que ni una sola palabra
de todas las buenas palabras que Jehov
´
a
su Dios les ha hablado ha fallado. Todas
se han realizado para ustedes. Ni una sola
palabra de ellas ha fallado” (Jos. 23:14).
En efecto, de manera muy clara, Jehov
´
a
cumpli
´
o su palabra, “result
´
o ser” lo que ha-
b
´
ıa prometido.
8 Hoy, de igual modo, Jehov
´
a est
´
a “re-
sultando ser” fiel a su nombre. Por medio
de su Hijo profetiz
´
o que durante los
´
ulti-
mos d
´
ıas el mensaje del Reino se predica-
r
´
ıa “en toda la tierra habitada” (Mat. 24:14).
¿Qui
´
en sino el Dios todopoderoso podr
´
ıa
predecir tal obra y encargarse de que se
llevara a cabo empleando a muchos “ile-
trados y del vulgo”? (Hech. 4:13.) As
´
ı, al
participar en esta obra, participamos en el
cumplimiento de la profec
´
ıa b
´
ıblica. Hon-
ramos a nuestro Padre y mostramos que
somos sinceros cuando decimos: “Santifi-
cado sea tu nombre. Venga tu reino. Efec-
t
´
uese tu voluntad, como en el cielo, tam-
bi
´
en sobre la tierra” (Mat. 6:9, 10).
SU GRAN NOMBRE
9 Poco despu
´
es del
´
exodo de Israel, Jeho-
v
´
a lleg
´
o a ser algo nuevo para su pueblo.
Mediante el pacto de la Ley, se convirti
´
o
en “su due
˜
no marital” y asumi
´
o con gusto
todas las obligaciones que ello supon
´
ıa (Jer.
3:14). Los israelitas, por su parte, llegaron a
ser su “esposa”, el pueblo que
´
el eligi
´
o para
que llevara su nombre (Is. 54:5, 6). Cuan-
do ellos se somet
´
ıan a Dios de buena gana
y guardaban sus mandamientos,
´
el resulta-
ba ser el “Esposo” perfecto. Los bendec
´
ıa,
los proteg
´
ıa y les daba paz (N
´
um. 6:22-27).
Como consecuencia, su gran nombre era
glorificado entre las naciones (lea Deutero-
nomio 4:5-8 y Salmo 86:7-10). De hecho,
durante toda la historia de Israel hubo mu-
chos extranjeros que abrazaron la adora-
ci
´
on verdadera. Su decisi
´
on fue la misma
que Rut la moabita le expres
´
o a Noem
´
ı: “Tu
pueblo ser
´
a mi pueblo, y tu Dios mi Dios”
(Rut 1:16).
10 Durante unos mil quinientos a
˜
nos, la
relaci
´
on de Jehov
´
a con Israel revel
´
o muchas
8. ¿C
´
omo est
´
a siendo Jehov
´
a fiel a su nombre
hoy d
´
ıa?
9, 10. En su relaci
´
on con Israel, ¿c
´
omo fue
a
˜
nadiendo Jehov
´
a significado a su nombre, y
con qu
´
e resultado?
El fara
´
on no quiso reconocer que Jehov
´
a es Dios
LA ATALAYA
15 DE MARZO DE 2013 27
facetas de la personalidad divina. A pesar
de la rebeld
´
ıa de la naci
´
on, vez tras vez
´
el
fue “un Dios misericordioso” y “tardo para
la c
´
olera”, de extraordinaria paciencia (
´
Ex.
34:5-7). Sin embargo, su paciencia ten
´
ıa un
l
´
ımite, y la naci
´
on jud
´
ıa lo sobrepas
´
o cuan-
do rechaz
´
o y mat
´
o a Jes
´
us (Mat. 23:37, 38).
Los descendientes naturales de Israel deja-
ron de ser el pueblo del nombre de Dios.
En su mayor
´
ıa murieron espiritualmente,
como un
´
arbol marchito (Luc. 23:31). ¿Qu
´
e
efecto tuvo esto en su actitud para con el
nombre divino?
11 La historia indica que, con el tiempo,
los jud
´
ıos llegaron a tener supersticiones
respecto al nombre de Dios, hasta el punto
de creer que no deb
´
ıan pronunciarlo (
´
Ex.
20:7). De manera gradual dejaron de usar-
lo. A Jehov
´
a sin duda le doli
´
o mucho esa
enorme falta de respeto (Sal. 78:40, 41).
Est
´
a claro que el Dios “cuyo nombre es
Celoso” no iba a permitir que su nombre
siguiera vinculado a unas personas que,
por haberlo rechazado a
´
el, ya no conta-
ban con su favor (
´
Ex. 34:14). Este hecho
debe grabar en nuestra mente la importan-
cia de tratar con sumo respeto el nombre
del Creador.
UN NUEVO PUEBLO
PORTA EL NOMBRE DE DIOS
12 Jehov
´
a revel
´
o mediante Jerem
´
ıas su
prop
´
osito de establecer “un nuevo pacto”
con una nueva naci
´
on, el Israel espiritual.
Adem
´
as, predijo que todos sus miembros
lo conocer
´
ıan, “desde el menor de ellos
aun hasta el mayor” (Jer. 31:31, 33, 34).
Esa profec
´
ıa empez
´
o a cumplirse en el Pen-
tecost
´
es del a
˜
no 33 de nuestra era, cuan-
do Dios estableci
´
o el nuevo pacto. La nue-
va naci
´
on, “el Israel de Dios”, compuesta
de jud
´
ıos y no jud
´
ıos, lleg
´
o a ser “un pue-
11. ¿A qu
´
e se debi
´
o que la naci
´
on jud
´
ıa dejara
de usar el nombre de Dios?
12. ¿C
´
omo dio Jehov
´
a comienzo al predicho
“pueblo para su nombre”?
blo para su nombre”, o, como
´
el dijo, “per-
sonas que son llamadas por mi nom-
bre” (G
´
al. 6:16; lea Hechos 15:14-17; Mat.
21:43).
13 Como personas que eran llamadas
por el nombre de Jehov
´
a, los miembros de
esa naci
´
on espiritual emplearon el nombre
divino, y obviamente lo hicieron al citar
de las Escrituras Hebreas.1 Por eso, cuan-
do el ap
´
ostol Pedro se dirigi
´
o a un audi-
torio internacional de jud
´
ıos y pros
´
elitos
en el Pentecost
´
es del a
˜
no 33, emple
´
o ese
nombre varias veces (Hech. 2:14, 20, 21,
25, 34). Los primeros cristianos honraron
a Jehov
´
a, y
´
el, por su parte, bendijo su la-
bor predicadora. En la actualidad tambi
´
en
bendice nuestro ministerio cuando procla-
mamos su nombre con orgullo y se lo mos-
tramos a quienes nos escuchan, de ser po-
sible en su propia Biblia. De esa manera les
presentamos al Dios verdadero. ¡Qu
´
e pri-
vilegio... tanto para ellos como para noso-
tros! Esa presentaci
´
on puede, en algunos
casos, marcar el comienzo de una maravi-
llosa relaci
´
on con Jehov
´
a que seguir
´
a cre-
ciendo por la eternidad.
14 Posteriormente, la apostas
´
ıa comen-
z
´
o a infectar a la congregaci
´
on cristiana,
sobre todo tras la muerte de los ap
´
osto-
les (2 Tes. 2:3-7). Hubo maestros falsos
que incluso adoptaron la tradici
´
on jud
´
ıa de
no emplear el nombre divino. Pero ¿permi-
tir
´
ıa Jehov
´
a que desapareciera el nombre
con el que decidi
´
o ser recordado? ¡Nunca!
1 El texto hebreo que utilizaron los primeros cris-
tianos conten
´
ıa el Tetragr
´
amaton. Y hay pruebas de
que el nombre tambi
´
en se hallaba en las primeras co-
pias de la Septuaginta, una traducci
´
on al griego de las
Escrituras Hebreas.
13. a) ¿Por qu
´
e podemos estar seguros de que
los primeros cristianos emplearon el nombre de
Dios? b) ¿Cu
´
anto valora usted el privilegio de
emplear el nombre de Jehov
´
a en su ministerio?
14, 15. A pesar de la propagaci
´
on de la aposta-
s
´
ıa, ¿qu
´
e ha hecho Jehov
´
a para proteger el nom-
bre por el que decidi
´
o ser recordado?
28 LA ATALAYA
Es cierto que no podemos determinar con
exactitud c
´
omo se pronunciaba, pero el
nombre ha perdurado. A lo largo de las
´
epocas ha aparecido en diversas traduc-
ciones de la Biblia, as
´
ı como en los es-
critos de distintos biblistas. Por ejemplo,
en 1757, Charles Peters escribi
´
o que Jeho-
v
´
a, a diferencia de los numerosos t
´
ıtulos
divinos, “parece ser la palabra que mejor
expresa su esencia”. Por su parte, Hopton
Haynes comenz
´
o el cap
´
ıtulo 7 de un libro
del a
˜
no 1797 sobre la adoraci
´
on a Dios con
estas palabras: “JEHOV
´
A, el nombre propio
de DIOS entre los jud
´
ıos, a quien solo ellos
adoraban, como tambi
´
en lo hicieron Cristo
y sus Ap
´
ostoles”. Henry Grew (1781-1862)
no solo utiliz
´
o el nombre de Dios, sino que
tambi
´
en comprendi
´
o que hab
´
ıa sido trata-
do con falta de respeto y que deb
´
ıa ser san-
tificado. Y George Storrs (1796-1879), es-
trecho colaborador de Charles T. Russell,
emple
´
o el nombre de Dios, al igual que el
propio Russell.
15 En este sentido, el a
˜
no 1931 tuvo es-
pecial importancia, pues los Estudian-
tes Internacionales de la Biblia, como
hasta entonces se llam
´
o a quienes for-
maban el pueblo de Dios, adoptaron el
nombre b
´
ıblico de testigos de Jehov
´
a (Is. 43:
10-12). As
´
ı anunciaron al mundo que es-
taban orgullosos de ser siervos del
´
unico
Dios verdadero, de ser “un pueblo para su
nombre”, para alabar ese nombre (Hech.
15:14). Aquellos sucesos nos recuerdan es-
tas palabras de Jehov
´
a que se encuentran
en Malaqu
´
ıas 1:11: “Desde el nacimiento
del sol aun hasta su puesta mi nombre ser
´
a
grande entre las naciones”.
ANDE EN EL NOMBRE
DE JEHOV
´
A
16 El profeta Miqueas escribi
´
o: “Todos
los pueblos, por su parte, andar
´
an cada
cual en el nombre de su dios; pero noso-
16. ¿Por qu
´
e es un honor andar “en el nombre
de Jehov
´
a”?
tros, por nuestra parte, andaremos en el
nombre de Jehov
´
a nuestro Dios hasta
tiempo indefinido, aun para siempre”
(Miq. 4:5). Para los Estudiantes de la Bi-
blia, el hecho de que Jehov
´
a permitiera
que adoptaran su nombre no solo fue un
gran honor, sino tambi
´
en una garant
´
ıa de
que ten
´
ıan su aprobaci
´
on (lea Malaqu
´
ıas
3:16-18). Ahora bien, ¿cu
´
anto valora us-
ted ese privilegio? ¿Se esfuerza al m
´
axi-
mo por andar “en el nombre de Jehov
´
a”?
¿Comprende lo que eso implica?
17 Andar en el nombre de Dios impli-
ca al menos tres cosas. Primero, debemos
proclamar ese nombre, pues reconoce-
mos que solo aquel que “invoque el nom-
bre de Jehov
´
a ser
´
a salvo” (Rom. 10:13). Se-
gundo, tenemos que reflejar las cualidades
divinas, en especial el amor (1 Juan 4:8).
Y tercero, hemos de someternos de buena
gana a las justas normas de nuestro Padre
celestial para no traerle ninguna deshon-
ra a su santo nombre (1 Juan 5:3). ¿Est
´
a
usted resuelto a andar “en el nombre de
Jehov
´
a nuestro Dios hasta tiempo indefini-
do”?
18 Muy pronto, todos los que pasan por
alto o desaf
´
ıan a Jehov
´
a tendr
´
an que sa-
ber qui
´
en es
´
el (Ezeq. 38:23). Entre ellos es-
tar
´
an personas semejantes a aquel fara
´
on
que dijo: “¿Qui
´
en es Jehov
´
a, para que yo
obedezca su voz[?]”.
´
El lo averigu
´
o por las
malas (
´
Ex. 5:1, 2; 9:16; 12:29). Nosotros, en
cambio, hemos llegado a conocer a Jeho-
v
´
a porque as
´
ı lo quisimos. Estamos orgu-
llosos de llevar su nombre y de formar
parte del obediente “pueblo para su nom-
bre”. Por lo tanto, miramos al futuro con
confianza en la promesa que se halla en
Salmo 9:10: “Los que conocen tu nombre
confiar
´
an en ti, porque ciertamente no de-
jar
´
as a los que te buscan, oh Jehov
´
a”.
17. ¿Qu
´
e implica andar en el nombre de Dios?
18. ¿Por qu
´
e raz
´
on pueden mirar al futuro con
confianza todos los que honran el nombre de
Jehov
´
a?
En el libro XX de su obra Antig
¨
uedades Jud
´
ıas,
Flavio Josefo, historiador del primer siglo de nues-
tra era, habla de la muerte de Santiago, hermano
de Jes
´
us: “[Se trajo] a juicio al hermano de Jes
´
us
que se llam
´
o Cristo; su nombre era Jacobo [o San-
tiago]”. Muchos expertos aceptan esta declaraci
´
on
como genuina. Sin embargo, algunos dudan de la
autenticidad de otra afirmaci
´
on sobre Jes
´
us que
aparece en la misma obra. Este pasaje, conocido
como Testimonium Flavianum, dice as
´
ı:
“Por aquel tiempo existi
´
o un hombre sabio, lla-
mado Jes
´
us, si es l
´
ıcito llamarlo hombre, porque
realiz
´
o grandes milagros y [fue] maestro de aque-
llos hombres que aceptan con placer la verdad.
Atrajo a muchos jud
´
ıos y muchos gentiles. Era el
Cristo. Delatado por los principales de los jud
´
ıos,
Pilatos lo conden
´
o a la crucifixi
´
on. Aquellos que an-
tes lo hab
´
ıan amado no dejaron de hacerlo, porque
se les apareci
´
o al tercer d
´
ıa resucitado; los profe-
tas hab
´
ıan anunciado [este] y mil otros hechos ma-
ravillosos acerca de
´
el. Desde entonces hasta la
actualidad existe la agrupaci
´
on de los cristianos.”
(Antig
¨
uedades Jud
´
ıas, libro XVIII, cap. III, sec. 3, tra-
ducci
´
on de Luis Farr
´
e.)
Desde finales del siglo XVI ha persistido un encen-
dido debate entre quienes defienden la legitimidad
de este texto y quienes dudan que lo haya escrito Jo-
sefo. Serge Bardet, historiador franc
´
es y especialis-
ta en literatura cl
´
asica, ha tratado de poner fin a
esta pol
´
emica que ha durado m
´
as de cuatro siglos.
Su investigaci
´
on vio la luz con el t
´
ıtulo Le Testimo-
nium Flavianum: Examen historique consid
´
erations
historiographiques (El Testimonium Flavianum. Exa-
men hist
´
orico y factores historiogr
´
aficos).
Josefo no era un escritor cristiano, sino un histo-
riador jud
´
ıo. Por lo tanto, gran parte de la pol
´
emica
gira en torno a las palabras que us
´
o para identifi-
car a Jes
´
us: “Era el Cristo”. En su an
´
alisis, Bardet
declara que ese t
´
ıtulo concuerda “en todo senti-
do con el idioma griego, que usa el art
´
ıculo [defini-
do] delante de los nombres de personas”. Bardet
a
˜
nade que desde el punto de vista judeocristiano,
“no solo no es imposible que Josefo haya usado el
t
´
ermino Christos”, sino que el hecho de que lo usa-
ra es un indicio “que la mayor
´
ıa de los cr
´
ıticos ha
pasado por alto, cometiendo as
´
ı un gran error”.
¿Podr
´
ıa ser que alg
´
un falsificador tratara de her-
mosear el texto y escribiera este fragmento imitan-
do el estilo de Josefo? Bas
´
andose en pruebas his-
t
´
oricas y textuales, Bardet concluy
´
o que conseguir
una imitaci
´
on de esa clase ser
´
ıa poco menos que
un milagro. Exigir
´
ıa que el falsificador fuera “uno
de los m
´
as h
´
abiles de la antig
¨
uedad”. En otras pa-
labras, alguien “que dominara el estilo de escribir
de Josefo tanto como Josefo mismo”.
Entonces, ¿por qu
´
e se ha armado tanto alboroto
por la autenticidad de este texto? Bardet va a la
ra
´
ız del problema: “El Testimonium est
´
a en tela de
juicio —en contraste con la mayor
´
ıa de los textos
antiguos— sencillamente porque han surgido pre-
guntas sobre
´
el”. A
˜
nade que las posturas enfren-
tadas que se han adoptado durante todos estos
siglos se basan m
´
as en “motivos ocultos” que en
una evaluaci
´
on seria del texto, evaluaci
´
on que apo-
ya firmemente su autenticidad.
No sabemos si el an
´
alisis de Bardet har
´
a que
otros expertos cambien su opini
´
on sobre el Tes-
timonium Flavianum. Uno que s
´
ı lo ha hecho es
Pierre Geoltrain, destacado especialista en juda
´
ıs-
mo helen
´
ıstico y cristianismo primitivo.
´
El siempre
hab
´
ıa sostenido que el Testimonium era una inter-
polaci
´
on (fragmento a
˜
nadido al texto) y se burlaba
de los que cre
´
ıan en su autenticidad. Pero ahora
afirma que gracias al an
´
alisis de Bardet ha cambia-
do de opini
´
on. Declara: “Nadie deber
´
ıa atreverse
a tachar de poco cre
´
ıble el testimonio de Josefo”.
Por supuesto, los testigos de Jehov
´
a tenemos
una raz
´
on todav
´
ıa m
´
as convincente para creer que
Jes
´
us es el Cristo: el testimonio que da la Biblia
(2 Tim. 3:16).
¿De verdad lo escribi
´
o Josefo?
15 DE MARZO DE 2013 29
¡Nunca pierda
la esperanza!



























































































































































































































¿Hace a
˜
nos que usted es testigo


























































































































































































































de Jehov
´
a y anhela que su c
´
onyuge


























































































































































































































sirva a Dios a su lado?


























































































































































































































¿O se sinti
´
o desanimado cuando


























































































































































































































un estudiante de la Biblia que parec
´
ıa


























































































































































































































muy interesado nunca se puso


























































































































































































































de parte de Dios?


























































































































































































































Casi cuarenta a
˜
nos
despu
´
es de conocer
la verdad, Georgina vio
bautizarse a su esposo
La carta de Alice a Stella dec
´
ıa:
“Te encantar
´
a saber que
tu estudiante de la Biblia
de 1974 se bautiz
´
o en la
´
ultima
asamblea de distrito”
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  • 1. ART ´ ICULOS DE ESTUDIO 29 DE ABRIL–5 DE MAYO No hay tropiezo para los que aman a Jehov ´ a P ´ AGINA 3 ˙ C ´ ANTICOS: 45 Y 32 6-12 DE MAYO ¿Est ´ a su coraz ´ on dispuesto a conocer a Jehov ´ a? P ´ AGINA 8 ˙ C ´ ANTICOS: 62 Y 60 13-19 DE MAYO ¿Qu ´ e har ´ a ahora que ha “llegado a conocer a Dios”? P ´ AGINA 13 ˙ C ´ ANTICOS: 81 Y 135 20-26 DE MAYO Jehov ´ a es nuestra morada P ´ AGINA 19 ˙ C ´ ANTICOS: 51 Y 95 27 DE MAYO–2 DE JUNIO Honremos el gran nombre de Jehov ´ a P ´ AGINA 24 ˙ C ´ ANTICOS: 27 Y 101 34567 15 DE MARZO DE 2013
  • 2. Esta publicaci ´ on se distribuye como parte de una obra mundial de educaci ´ on b ´ ıblica que se sostiene con donativos. Prohibida su venta. A menos que se indique lo contrario, las citas b ´ ıblicas se han tomado de la versi ´ on en lenguaje moderno Traducci ´ on del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras (con referencias). The Watchtower (ISSN 0043-1087) is published semi- monthly by Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.; L. Weaver, Jr., President; G. F. Simonis, Secretary-Treasurer; 25 Columbia Heights, Brooklyn, NY 11201-2483, and by Watch Tower Bible and Tract Soci- ety of Canada, PO Box 4100, Georgetown, ON L7G 4Y4. Periodicals Postage Paid at Brooklyn, NY, and at ad- ditional mailing offices. POSTMASTER: Send address changes to Watchtower, 1000 Red Mills Road, Wallkill, NY 12589-3299. 5 2013 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania. Todos los derechos reservados. Printed in Canada. 345676 March 15, 2013 Vol. 134, No. 6 Semimonthly SPANISH ART ´ ICULOS DE ESTUDIO ˇ No hay tropiezo para los que aman a Jehov ´ a Los cristianos estamos en una carrera cuyo premio es la vida eterna. Pero todos tropezamos por culpa del pecado que hemos heredado. Este art ´ ıculo nos ayudar ´ a a descubrir cinco causas de tropiezo y nos indicar ´ a qu ´ e debemos hacer para que estas no nos impidan ganar la carrera. ˇ ¿Est ´ a su coraz ´ on dispuesto a conocer a Jehov ´ a? El libro de Jerem ´ ıas nos habla mucho del coraz ´ on. Este art ´ ıculo nos explicar ´ a qu ´ e es un “coraz ´ on incircunciso” y por qu ´ e es peligroso hasta para los cristianos. Veremos tambi ´ en lo que podemos hacer para tener un coraz ´ on dispuesto a conocer a Jehov ´ a (Jer. 9:26; 24:7). ˇ ¿Qu ´ e har ´ a ahora que ha “llegado a conocer a Dios”? ¿Qu ´ e pasos tenemos que dar para conocer a Dios y para que ´ el nos conozca? ¿C ´ omo y por qu ´ e sigue progresando el cristiano despu ´ es de haber alcanzado la madurez espiri- tual? En este art ´ ıculo hallaremos las respuestas. ˇ Jehov ´ a es nuestra morada Aunque vivimos rodeados de enemigos en sentido espiri- tual, no debemos tener miedo. En este art ´ ıculo veremos por qu ´ e nuestro Dios, Jehov ´ a, es la morada m ´ as segura. ˇ Honremos el gran nombre de Jehov ´ a ¿Qu ´ e significa ser parte del pueblo que lleva el nombre de Dios? ¿Qu ´ e implica andar en ese nombre? ¿Y qu ´ e opina Dios de los que desprecian su nombre? Encontraremos las respuestas en este art ´ ıculo. OTROS ART ´ ICULOS 18 Hallamos consuelo cuando consolamos a otros 29 ¿De verdad lo escribi ´ o Josefo? 30 ¡Nunca pierda la esperanza! FINLANDIA PORTADA: La costa de Finlandia est ´ a salpicada de muchas islas. El pa ´ ıs tambi ´ en tiene miles de lagos, sobre todo en las zonas central y oriental. Algunos publicadores que predican por temporadas en lugares donde hacen falta m ´ as evangeliza- dores se desplazan en barco POBLACI ´ ON: 5.375.276 HABITANTES POR PUBLICADOR: 283 PRECURSORES REGULARES: 1.824
  • 3. SIENDO a ´ un muy joven, Mary Decker se convirti ´ o en una corredora de fama internacional. En 1984 lleg ´ o a los Juegos Ol ´ ımpicos como la favorita para ganar la medalla de oro en la final de los 3.000 metros. Sin em- bargo, ese d ´ ıa no cruz ´ o la l ´ ınea de meta. ¿Qu ´ e ocurri ´ o? Tropez ´ o con la pierna de otra competidora y cay ´ o al suelo. Como se hizo da ˜ no, tuvieron que sacarla de la pista. Mary no pod ´ ıa dejar de llorar. Pero no se rindi ´ o. En 1985, menos de un a ˜ no despu ´ es de su ca ´ ıda, rea- pareci ´ o en plena forma y estableci ´ o un nuevo r ´ ecord mundial en la milla femenina. 2 Los cristianos participamos en una carrera sim- b ´ olica y nuestro objetivo es cruzar la l ´ ınea de llega- da cueste lo que cueste. En esta prueba, lo m ´ as im- portante no es la velocidad. Pero eso no quiere decir que corramos tranquilamente y que podamos descan- sar de vez en cuando. M ´ as bien, la carrera podr ´ ıa compararse a un marat ´ on, en el que la resistencia es imprescindible para triunfar. El ap ´ ostol Pablo habl ´ o de una carrera en la primera carta que envi ´ o a los cristia- nos de Corinto, ciudad famosa por sus competiciones de atletismo. ´ El les escribi ´ o: “¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren, pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcan- cen” (1 Cor. 9:24). 3 La Biblia nos pide que participemos en esta carre- ra (lea 1 Corintios 9:25-27). El premio es vivir para siempre: los cristianos ungidos, en el cielo, y el resto de los corredores, en la Tierra. Ahora bien, esta com- petici ´ on no es como las dem ´ as, ya que todos los parti- cipantes que persisten hasta llegar a la meta obtienen 1. ¿C ´ omo demostr ´ o una corredora que no estaba dispuesta a rendirse? 2. ¿En qu ´ e tipo de carrera participamos los cristianos, y cu ´ al es nuestro objetivo? 3. ¿Qui ´ enes pueden ganar el premio de la vida eterna? NO HAY TROPIEZO PARA LOS QUE AMAN A JEHOV ´ A “Paz abundante perte- nece a los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.” (SAL. 119:165) ¿C ´ OMO RESPONDER ´ IA? ¿En qu ´ e carrera participamos los cristianos, y cu ´ al es el premio? ¿Qu ´ e podr ´ ıa hacernos tropezar? ¿En qu ´ e sentido no hay tropiezo para los que aman la ley de Jehov ´ a? 3
  • 4. 4 LA ATALAYA el premio (Mat. 24:13). Solo pierden quie- nes no corren seg ´ un las normas o no cru- zan la l ´ ınea de llegada. Y un detalle m ´ as: esta es la ´ unica carrera donde se puede conseguir vida eterna. 4 Llegar a la meta no es f ´ acil, pues hace falta decisi ´ on y autodisciplina. En toda la historia, solo ha habido una persona que lo ha logrado sin tropezar una sola vez: Jesucristo. Pero su disc ´ ıpulo Santiago es- cribi ´ o que todos los seguidores de Cris- to “tropezamos muchas veces” (Sant. 3:2). ¡Qu ´ e palabras tan ciertas! Nadie puede decir que es perfecto y que no le afectan las imperfecciones de los dem ´ as. En oca- siones podemos tropezar, tambalearnos y perder impulso. Tal vez hasta nos cai- gamos, pero nos levantamos y seguimos corriendo. Algunos cristianos han ca ´ ıdo y se han hecho tanto da ˜ no que han necesi- tado ayuda para levantarse y volver a la carrera. De modo que es posible que en al- g ´ un momento, incluso varias veces, trope- cemos y nos caigamos (1 Rey. 8:46). 4. ¿Por qu ´ e no es f ´ acil correr en la carrera por la vida eterna? AUNQUE TROPIECE, NO ABANDONE LA CARRERA 5 A la hora de describir el estado espiri- tual de un cristiano, tal vez hayamos uti- lizado indistintamente las palabras trope- zar o caer. Aunque no siempre es as ´ ı, estas expresiones b ´ ıblicas pueden significar lo mismo. Fij ´ emonos, por ejemplo, en lo que dice Proverbios 24:16: “Puede que el justo caiga hasta siete veces, y ciertamente se levantar ´ a; pero a los inicuos la calamidad los har ´ a tropezar”. 6 Jehov ´ a no permitir ´ a que quienes con- f ´ ıan en ´ el tropiecen en el sentido de que sufran una ca ´ ıda —por una dificultad o un paso en falso— de la que no puedan re- cuperarse. Estamos convencidos de que si algo as ´ ı nos ocurre, ´ el nos “levantar ´ a” para que sigamos sirvi ´ endole con toda el alma. Sin duda, esto es un gran consuelo para quienes de veras aman a Jehov ´ a. En cam- bio, los inicuos, o malvados, no quieren re- 5, 6. a) ¿En qu ´ e sentido no hay tropiezo para los cristianos? b) ¿C ´ omo logramos levantarnos si caemos? c) ¿Por qu ´ e no se recuperan algunos despu ´ es de caer? Si se cae, acepte ayuda y lev ´ antese
  • 5. 15 DE MARZO DE 2013 5 cuperarse y ni buscan ni aceptan la ayuda que ´ el les ofrece mediante su esp ´ ıritu y su pueblo. ¡Qu ´ e diferentes son los que aman la ley de Dios! “No hay para ellos tropie- zo”, o sea, no hay nada que pueda sacarlos permanentemente de la carrera por la vida (lea Salmo 119:165). 7 Debido a alguna debilidad, hay her- manos que cometen pecados de menor gravedad, incluso en repetidas ocasiones. Pero pueden seguir teniendo la aproba- ci ´ on de Jehov ´ a si se vuelven a levantar, es decir, si de verdad se arrepienten y una vez m ´ as se esfuerzan por servirle con leal- tad. Vemos que eso es as ´ ı cuando exami- namos la relaci ´ on de Dios con el antiguo Israel (Is. 41:9, 10). En Proverbios 24:16, ya citado, no se destaca el lado negativo, nuestras ca ´ ıdas, sino el positivo: que po- demos levantarnos con la ayuda de nues- tro misericordioso Dios (lea Isa ´ ıas 55:7). Tanto Jehov ´ a como Jesucristo nos animan a ponernos de pie, demostrando as ´ ı que conf ´ ıan en nosotros (Sal. 86:5; Juan 5:19). 8 Aunque un corredor de marat ´ on tro- piece y caiga, quiz ´ as pueda recuperarse y seguir avanzando si act ´ ua r ´ apidamente. Quienes estamos en la carrera por la vida eterna no sabemos en qu ´ e “d ´ ıa y hora” terminar ´ a (Mat. 24:36). Aun as ´ ı, cuanto menos tropecemos, m ´ as probable ser ´ a que mantengamos un buen ritmo, sigamos en la carrera y lleguemos a la meta. Entonces, ¿qu ´ e podemos hacer para no tropezar? CAUSAS DE TROPIEZO 9 Analicemos cinco posibles causas de tropiezo: las debilidades personales, los deseos pecaminosos, las injusticias come- tidas por nuestros hermanos, la tribula- ci ´ on o persecuci ´ on y las imperfecciones de los dem ´ as. Si hemos tropezado, recor- 7, 8. ¿C ´ omo es posible que alguien caiga y siga teniendo la aprobaci ´ on de Dios? 9. ¿Qu ´ e posibles causas de tropiezo analizare- mos? demos que Jehov ´ a tiene mucha paciencia.´ El no se apresura a calificarnos de deslea- les. 10 Las debilidades personales pueden compararse a piedras que podr ´ ıa encon- trar un corredor en el trayecto. Si nos fijamos en las vidas del rey David y del ap ´ ostol Pedro, observamos dos de esas “piedras”: la falta de autocontrol y el te- mor a otros hombres. 11 Al rey David le costaba controlarse, tal como lo demuestran sus actos relacio- nados con Bat-seba o su reacci ´ on impulsi- va cuando Nabal lo ofendi ´ o. Eso s ´ ı, aun- que ten ´ ıa esa debilidad, nunca dej ´ o de esforzarse por agradar a Jehov ´ a. Con la ayuda de otras personas, logr ´ o recuperar su equilibrio espiritual (1 Sam. 25:5-13, 32, 33; 2 Sam. 12:1-13). 12 Pedro tem ´ ıa lo que otros pudieran hacerle, y aunque se mantuvo leal a Je- s ´ us y a Jehov ´ a, en algunas ocasiones co- meti ´ o graves errores. Por ejemplo, neg ´ o en p ´ ublico conocer a su Maestro, no solo una vez, sino tres (Luc. 22:54-62). M ´ as tar- de no se comport ´ o de un modo cristiano, pues trat ´ o a los hermanos no jud ´ ıos como si no fueran tan buenos como los herma- nos jud ´ ıos. En cambio, el ap ´ ostol Pablo sab ´ ıa que no deb ´ ıan existir divisiones, o clases, en la congregaci ´ on. Pedro estaba equivocado. As ´ ı que, antes de que su ac- titud perjudicara a la hermandad, Pablo lo aconsej ´ o francamente y cara a cara (G ´ al. 2:11-14). ¿Fue ese un golpe tan duro al or- gullo de Pedro que lo hizo abandonar la carrera por la vida? No; ´ el medit ´ o en el consejo de Pablo, lo puso en pr ´ actica y si- gui ´ o en la carrera. 13 Otra debilidad personal podr ´ ıa estar 10, 11. ¿Con qu ´ e debilidad personal tuvo que luchar David? 12. ¿C ´ omo sigui ´ o Pedro en la carrera despu ´ es de tropezar? 13. ¿C ´ omo podr ´ ıa una enfermedad hacernos tropezar?
  • 6. 6 LA ATALAYA relacionada con la salud. Inquietarse en exceso por alguna enfermedad podr ´ ıa fre- nar nuestro ritmo espiritual e incluso ha- cer que nos cans ´ aramos y nos paraliz ´ ara- mos. Por ejemplo, una hermana japonesa tuvo un problema de salud diecisiete a ˜ nos despu ´ es de bautizarse. Esto le preocupa- ba tanto que se debilit ´ o en sentido es- piritual hasta el punto de dejar de predi- car. Dos ancianos la visitaron, y, gracias al ´ animo que recibi ´ o, ella volvi ´ o a asistir a las reuniones. Ahora comenta: “El afec- tuoso recibimiento de los hermanos me emocion ´ o profundamente”. Nuestra her- mana est ´ a otra vez en la carrera. 14 Los deseos pecaminosos han hecho caer a muchos cristianos. Cuando nues- tros malos deseos nos tientan, debemos tomar medidas en ´ ergicas para mantener- nos mental, moral y espiritualmente lim- pios. Jes ´ us dijo que debemos arrancarnos, por decirlo as ´ ı, cualquier cosa que nos pu- diera hacer tropezar, incluso un ojo o una mano. Entonces, ¿no deber ´ ıamos “arran- car” cualquier pensamiento o conducta inmoral que nos pudiera sacar de la carre- ra? (Lea Mateo 5:29, 30.) 15 Un hermano ha estado luchando contra deseos homosexuales desde que era muy joven. ´ El cuenta que aunque cre- ci ´ o en un hogar cristiano, siempre se sen- t ´ ıa mal porque le parec ´ ıa que no encaja- ba en ning ´ un sitio. Cuando ten ´ ıa 20 a ˜ nos, era precursor regular y siervo ministerial. Pero entonces cometi ´ o un grave error, fue disciplinado y recibi ´ o ayuda de los ancia- nos. ¿C ´ omo pudo levantarse y recuperar su paso espiritual? Orando, estudiando la Palabra de Dios y centr ´ andose en servir a los dem ´ as. A ˜ nos m ´ as tarde, reconoce: “De vez en cuando, esos deseos regresan, pero no dejo que me controlen. He apren- dido que Jehov ´ a no permite que seamos 14, 15. ¿Qu ´ e medidas en ´ ergicas hay que to- mar cuando surgen malos deseos? Ponga un ejemplo. tentados m ´ as all ´ a de lo que podemos so- portar. As ´ ı que creo que ´ el piensa que yo puedo vencer”. Y a ˜ nade: “Todo lo que he tenido que luchar se ver ´ a recompensado en el nuevo mundo. ¡Eso es lo que quiero! Y hasta que llegue ese d ´ ıa, seguir ´ e luchan- do”. No cabe duda: ´ el no est ´ a dispuesto a abandonar la carrera. 16 Las injusticias cometidas por nuestros hermanos tambi ´ en pueden hacernos tro- pezar. Un hermano de Francia que ha- b ´ ıa servido de anciano de congregaci ´ on se amarg ´ o porque cre ´ ıa que hab ´ ıa sido v ´ ıctima de una injusticia. Como resulta- do, dej ´ o de asistir a las reuniones y de predicar. Dos ancianos lo visitaron, lo es- cucharon y fueron comprensivos. No lo interrumpieron cuando les contaba su versi ´ on de la historia. Lo animaron a dejar el asunto en manos de Jehov ´ a y destaca- ron que lo m ´ as importante es agradarle a ´ el. Este hermano acept ´ o la ayuda y no tar- d ´ o en volver a la carrera. Otra vez est ´ a ocupado en las actividades espirituales. 17 Todos los cristianos debemos fijar- nos en Jesucristo, a quien Dios ha ele- gido como Cabeza de la congregaci ´ on, y no en seres humanos imperfectos. Jes ´ us, cuyos ojos son “como una llama de fue- go”, analiza todo desde una justa perspec- tiva y ve mucho m ´ as all ´ a de lo que noso- tros jam ´ as podr ´ ıamos ver (Rev. 1:13-16).´ El sabe si lo que nos parece una injusticia es en realidad un malentendido de nues- tra parte y se encarga de los problemas de la congregaci ´ on al tiempo debido y de la forma correcta. Por tanto, nunca permita- mos que las acciones o decisiones de un hermano nos hagan tropezar. 18 A ´ un quedan dos causas m ´ as de tro- piezo: la tribulaci ´ on o persecuci ´ on y las 16, 17. a) ¿Qu ´ e ayud ´ o a un hermano que cre ´ ıa haber sufrido una injusticia? b) ¿Qu ´ e debemos tener presente si no queremos tropezar? 18. ¿C ´ omo podemos resistir las dificultades que se presenten?
  • 7. imperfecciones de los dem ´ as. En la par ´ abola del sembrador, Jes ´ us dijo que la “tribula- ci ´ on o persecuci ´ on a causa de la palabra” har ´ ıa tropezar a algunas personas. Sin im- portar de d ´ onde venga —familiares, veci- nos o gobiernos—, la persecuci ´ on pudiera afectar a quien “no tiene ra ´ ız en s ´ ı mis- mo”, es decir, a quien tiene una fe d ´ e- bil (Mat. 13:21). Pero si estamos decididos a permanecer cerca de Jehov ´ a, el mensa- je del Reino har ´ a fuerte nuestra fe y nos mantendremos firmes, como un ´ arbol con ra ´ ıces profundas. Cuando las dificultades nos agobien, oremos y reflexionemos en “cualquier cosa que haya digna de alaban- za” (lea Filipenses 4:6-9). Con la fuerza que Jehov ´ a nos da, podremos soportar la presi ´ on y no permitiremos que las situa- ciones dif ´ ıciles nos hagan tropezar. 19 Lamentablemente, algunos han de- jado la carrera cristiana por las imperfec- ciones de los dem ´ as. Diferencias sobre asuntos de conciencia, o decisi ´ on perso- nal, han sido su causa de tropiezo (1 Cor. 8:12, 13). Si alguien nos ofende, ¿hare- mos una monta ˜ na de un grano de are- na? La Biblia aconseja a los cristianos que no juzguen a los dem ´ as ni insistan en los derechos personales, sino que m ´ as bien est ´ en dispuestos a perdonar (Luc. 6:37). Cuando la conducta de alguien nos inco- mode, pregunt ´ emonos: “¿Juzgo a los de- m ´ as seg ´ un mi criterio? Puesto que s ´ e que mis hermanos son imperfectos, ¿permiti- r ´ e que un error de alguno de ellos me sa- que de la carrera por la vida?”. Nuestro amor por Jehov ´ a nos dar ´ a la determina- ci ´ on para alcanzar la meta sin importar lo que hagan los dem ´ as. NO ABANDONE LA CARRERA 20 ¿Est ´ a usted decidido a correr “la ca- 19. ¿C ´ omo podemos impedir que una ofensa nos haga tropezar? 20, 21. ¿Qu ´ e est ´ a usted resuelto a hacer en la carrera por la vida? rrera hasta terminarla”? (2 Tim. 4:7, 8.) Entonces, estudie la Biblia yotras publica- ciones de la organizaci ´ on de Jehov ´ a para investigar, meditar y descubrir posibles causas de tropiezo. P ´ ıdale a Dios esp ´ ıritu santo, pues este le dar ´ a el empuje espiri- tual que necesita. Recuerde que ning ´ un corredor est ´ a condenado a fracasar por- que haya tropezado o ca ´ ıdo alguna vez. Puede levantarse y regresar a la carrera. Incluso puede transformar los obst ´ aculos en valiosas ense ˜ nanzas. 21 Las Escrituras indican que para par- ticipar en la carrera por la vida eterna uno no puede quedarse de brazos cruzados. Tiene que luchar. No es como subirse a un autob ´ us que lleve a sus pasajeros a la vic- toria. Cada uno de nosotros debe correr hacia la l ´ ınea de meta. Y mientras avan- zamos, la “paz abundante” de Dios ser ´ a como viento a favor (Sal. 119:165). Pode- mos tener la seguridad de que Jehov ´ a nos ayudar ´ a y nos bendecir ´ a por la eternidad si corremos hasta el final (Sant. 1:12). No permita que nada le impida terminar la carrera 15 DE MARZO DE 2013 7
  • 8. ¿LE GUSTAN los higos? A muchas personas les encantan, ya sean frescos o secos, y por eso las hi- gueras abundan en numerosos pa ´ ıses. Los jud ´ ıos de tiempos b ´ ıblicos eran amantes de los higos (Nah. 3:12; Luc.13:6-9). Este fruto es rico en fibra, antioxidantes y minerales. De ah ´ ı que algunos aseguren que es bueno para el coraz ´ on. 2 En una ocasi ´ on, Jehov ´ a habl ´ o de los higos, pero no para explicar sus ventajas nutricionales. M ´ as bien, los compar ´ o a personas. Lo que dijo mediante el pro- feta Jerem ´ ıas tiene mucho que ver con nuestro cora- z ´ on y el de nuestros seres queridos. Mientras analiza- mos sus palabras, pensemos en lo que implican para los cristianos. 3 Para empezar, veamos lo que Dios le dijo a Jere- m ´ ıas. Corr ´ ıa el a ˜ no 617 antes de nuestra era; los habi- tantes de Jud ´ a estaban muy enfermos en sentido es- piritual. Dios le inform ´ o al profeta en una visi ´ on lo que ocurrir ´ ıa m ´ as adelante y lo ilustr ´ o con dos clases de higos: los muy buenos y los muy malos (lea Jere- m ´ ıas 24:1-3). Los malos representaban al rey Sede- qu ´ ıas y a otras personas parecidas a ´ el que sufrir ´ ıan a manos del rey Nabucodonosor y sus ej ´ ercitos. ¿Qu ´ e puede decirse de Ezequiel, Daniel y sus tres compa ˜ ne- ros, quienes ya estaban en Babilonia? ¿Y qu ´ e hay de al- gunos jud ´ ıos que pronto ser ´ ıan desterrados all ´ ı? Ellos eran como higos buenos. Con el tiempo, algunos re- gresar ´ ıan para reconstruir Jerusal ´ en y su templo. Yeso fue lo que sucedi ´ o (Jer. 24:8-10; 25:11, 12; 29:10). 4 Jehov ´ a declar ´ o respecto a los israelitas simboli- zados por los higos buenos: “De veras les dar ´ e un 1, 2. ¿Qu ´ e interesante comparaci ´ on hizo Jehov ´ a, y por qu ´ e debe interesarnos? 3. ¿Qu ´ e representan los higos del cap ´ ıtulo 24 de Jerem ´ ıas? 4. ¿C ´ omo nos anima lo que Dios dijo respecto a los higos buenos? ¿EST ´ A SU CORAZ ´ ON DISPUESTO A CONOCER A JEHOV ´ A? “Les dar ´ e un coraz ´ on para que me conozcan, que yo soy Jehov ´ a; y tendr ´ an que llegar a ser mi pueblo.”(JER. 24:7) ¿QU ´ E RESPONDER ´ IA? ¿En qu ´ e sentido fueron “incir- cuncisos de coraz ´ on” muchos jud ´ ıos en tiempos de Jerem ´ ıas? ¿Por qu ´ e debemos todos exami- nar nuestro coraz ´ on simb ´ olico? ¿Qu ´ e podemos hacer para tener un coraz ´ on dispuesto a conocer a Jehov ´ a? 8 LA ATALAYA
  • 9. 15 DE MARZO DE 2013 9 coraz ´ on para que me conozcan, que yo soy Jehov ´ a; y tendr ´ an que llegar a ser mi pueblo” (Jer. 24:7). Este es el anima- dor texto tem ´ atico del art ´ ıculo que esta- mos estudiando. ¡Dios quiere darnos un coraz ´ on para que lo conozcamos! Aqu ´ ı el coraz ´ on se relaciona con nuestra inclina- ci ´ on. Sin duda, queremos ser personas dispuestas a conocer a Dios, as ´ ı como ser parte de su pueblo. Para lograrlo, hace falta estudiar y obedecer su Palabra, arre- pentirse y convertirse, dedicar la vida a Dios y ser bautizado en el nombre del Pa- dre, del Hijo y del esp ´ ıritu santo (Mat. 28: 19, 20; Hech. 3:19). Algunos ya han dado estos pasos, yotros los est ´ an dando y asis- ten a nuestras reuniones. 5 Sin importar cu ´ antos de esos pasos hayamos dado, todos necesitamos seguir vigilando nuestra actitud y conducta. ¿Por qu ´ e? La raz ´ on la hallamos en lo que Jere- m ´ ıas escribi ´ o sobre el coraz ´ on. Aunque al- gunos cap ´ ıtulos tratan sobre las naciones vecinas, su libro se centra en Jud ´ a duran- te el reinado de cinco de sus reyes (Jer. 1:15, 16). El profeta habl ´ o principalmente de hombres, mujeres y ni ˜ nos que ya esta- ban dedicados a Jehov ´ a. Sus antepasados hab ´ ıan aceptado voluntariamente ser el pueblo de Dios ( ´ Ex.19:3-8). Y los israelitas del tiempo de Jerem ´ ıas confirmaron que estaban dedicados a Dios al decir: “¡Aqu ´ ı estamos! Hemos venido a ti, porque t ´ u, oh Jehov ´ a, eres nuestro Dios” (Jer. 3:22). Sin embargo, ¿qu ´ e cree usted que ten ´ ıan en su coraz ´ on? ¿NECESITABAN OPERARSE DEL CORAZ ´ ON? 6 Hoy d ´ ıa, los m ´ edicos utilizan la tec- nolog ´ ıa m ´ as moderna para examinar el coraz ´ on y comprobar su estado. No obs- 5. Cuando Jerem ´ ıas habl ´ o del coraz ´ on, ¿a qui ´ e- nes se refiri ´ o principalmente? 6. ¿Por qu ´ e debe interesarnos mucho lo que Dios dijo sobre el coraz ´ on? tante, Jehov ´ a va mucho m ´ as all ´ a, como hizo en tiempos de Jerem ´ ıas. Est ´ a espe- cialmente capacitado para ello, seg ´ un in- dican sus palabras: “El coraz ´ on es m ´ as traicionero que cualquier otra cosa, y es desesperado. ¿Qui ´ en puede conocer- lo? Yo, Jehov ´ a, estoy escudri ˜ nando el co- raz ´ on, [...] para dar a cada uno confor- me a sus caminos, conforme al fruto de sus tratos” (Jer. 17:9, 10). Escudri ˜ nar el coraz ´ on no exige un examen m ´ edico del ´ organo literal, que en setenta u ochenta a ˜ nos puede latir unos 3.000 millones de veces. M ´ as bien, Jehov ´ a se refiri ´ o al cora- z ´ on simb ´ olico, que representa lo que la persona es en su interior y engloba sus deseos, pensamientos, inclinaciones, ac- titudes y metas. Ese “coraz ´ on” est ´ a en to- dos nosotros. Dios puede examinarlo, y, hasta cierto grado, nosotros tambi ´ en. 7 A fin de prepararnos para tal exa- men, podemos hacernos esta pregunta: “¿Cu ´ al era la condici ´ on de coraz ´ on de la mayor ´ ıa de los jud ´ ıos contempor ´ aneos de Jerem ´ ıas?”. Y para contestarla, vea- mos una frase un tanto extra ˜ na que Jere- m ´ ıas emple ´ o: “Todos los de la casa de Is- rael son incircuncisos de coraz ´ on”. Con ello no se refiri ´ o a la circuncisi ´ on normal que se practicaba a los jud ´ ıos varones, pues ya hab ´ ıa dicho: “¡Mira! Vienen d ´ ıas —es la expresi ´ on de Jehov ´ a—, y ciertamente pe- dir ´ e cuentas a todos los circuncisos que, sin embargo, todav ´ ıa est ´ an en incircuncisi ´ on”. Por tanto, incluso los jud ´ ıos circuncida- dos eran “incircuncisos de coraz ´ on” (Jer. 9:25, 26). ¿Qu ´ e significaba eso? 8 Hallamos una clave para entender lo que significa “incircuncisos de coraz ´ on” en lo que Dios anim ´ o a su pueblo a hacer: “Quiten los prepucios de sus corazones, 7. ¿Qu ´ e dijo Jerem ´ ıas sobre el coraz ´ on de la mayor ´ ıa de los jud ´ ıos de su ´ epoca? 8, 9. ¿Qu ´ e deb ´ ıa hacer con su coraz ´ on la ma- yor ´ ıa de los jud ´ ıos?
  • 10. 10 LA ATALAYA hombres de Jud ´ a y habitantes de Jerusa- l ´ en; para que no salga mi furia [...] a causa de la maldad de sus tratos”. ¿D ´ onde se ori- ginaba esa maldad? En su interior, en su coraz ´ on (lea Marcos 7:20-23). A trav ´ es de Jerem ´ ıas, Dios hizo un acertado diagn ´ os- tico sobre la fuente de la maldad de los jud ´ ıos. Sus corazones insist ´ ıan en rebe- larse, y sus motivos y pensamientos desa- gradaban a Jehov ´ a (lea Jerem ´ ıas 5:23, 24 y 7:24-26). Por eso les dijo: “Circunc ´ ıden- se a Jehov ´ a, y quiten los prepucios de sus corazones” (Jer. 4:4; 18:11, 12). 9 En efecto, aquellos jud ´ ıos necesita- ban someterse a una operaci ´ on de cora- z ´ on simb ´ olica, tal como hicieron sus an- tepasados en tiempos de Mois ´ es (Deut. 10:16; 30:6). Quitarse “los prepucios de sus corazones” significaba librarse de todo lo que los hac ´ ıa insensibles: los pen- samientos, deseos o motivos que estuvie- ran en conflicto con las normas divinas (Hech. 7:51). UN CORAZ ´ ON DISPUESTO A CONOCER A JEHOV ´ A HOY D ´ IA 10 Debemos sentirnos muy agradeci- dos de que Dios nos permita entender lo que puede pasarle al coraz ´ on simb ´ oli- 10. Siguiendo el ejemplo de David, ¿qu ´ e debe- mos hacer? co. Ahora bien, ¿por qu ´ e debe interesar- nos este asunto a los testigos de Jehov ´ a? No es que muchos cristianos est ´ en practi- cando la maldad o convirti ´ endose en “hi- gos malos”, como les sucedi ´ o a muchos jud ´ ıos de la antig ¨ uedad. Al contrario, los siervos de Dios de hoy forman un pue- blo puro y fiel. Con todo, reflexione en el ruego que David, un hombre justo, elev ´ o a Jehov ´ a: “Escudr ´ ı ˜ name completamente, oh Dios, y conoce mi coraz ´ on. Exam ´ ıname, y conoce mis pensamientos inquietantes, y ve si hay en m ´ ı alg ´ un camino doloroso” (Sal. 17:3; 139:23, 24). 11 Jehov ´ a desea que todos alcancemos y conservemos una buena posici ´ on ante ´ el. Jerem ´ ıas declar ´ o: “T ´ u, oh Jehov ´ a de los ej ´ ercitos, est ´ as examinando al justo; es- t ´ as viendo los ri ˜ nones y el coraz ´ on” (Jer. 20:12). Si el Todopoderoso examina has- ta el coraz ´ on del justo, ¿no deber ´ ıamos nosotros hacernos un examen honrado? (Lea Salmo 11:5.) Tal vez descubramos una actitud, una meta o un sentimiento arraigado que requiera atenci ´ on. O qui- z ´ as encontremos algo que est ´ e endure- ciendo nuestro coraz ´ on, algo que tenga- mos que extirpar. As ´ ı nos someter ´ ıamos a una operaci ´ on del coraz ´ on simb ´ olico. ¿Qu ´ e podr ´ ıamos buscar en tal examen? ¿Y c ´ omo podr ´ ıamos hacer los cambios necesarios? (Jer. 4:4.) 12 Una cosa es cierta: Jehov ´ a no va a obligarnos a cambiar. De “los higos bue- nos”, ´ el dijo: “Les dar ´ e un coraz ´ on para que me conozcan”. No indic ´ o que los for- zar ´ ıa a cambiar su coraz ´ on. M ´ as bien, ellos deb ´ ıan desear un coraz ´ on dispuesto a conocer a Dios. ¿Y verdad que nosotros deber ´ ıamos desear lo mismo? 13 Jes ´ us afirm ´ o: “Del coraz ´ on salen ra- 11, 12. a) ¿Por qu ´ e debe cada uno de nosotros examinar su coraz ´ on? b) ¿Qu ´ e es lo que Dios no har ´ a? 13, 14. ¿C ´ omo podr ´ ıa causarle da ˜ no a un cris- tiano su propio coraz ´ on?
  • 11. zonamientos inicuos, asesinatos, adulte- rios, fornicaciones, hurtos, testimonios falsos, blasfemias” (Mat. 15:19). Por su- puesto, un hermano con un coraz ´ on insensible podr ´ ıa cometer adulterio o for- nicaci ´ on, y si no se arrepintiera, perder para siempre el favor divino. Pero inclu- so un cristiano que no ha cometido tales pecados podr ´ ıa estar alimentando un mal deseo en su coraz ´ on (lea Mateo 5:27, 28). Ah ´ ı es donde un buen autoexamen pue- de ser de mucha ayuda. Si lo llev ´ aramos a cabo, ¿encontrar ´ ıamos alg ´ un sentimiento impropio hacia alguien del sexo opuesto, alg ´ un anhelo secreto que Dios no aproba- r ´ ıa y que deber ´ ıamos arrancar? 14 ¿Y qu ´ e hay de aquel que no ha llega- do a cometer un asesinato pero deja que el rencor crezca en su interior hasta el pun- to de odiar a un hermano en la fe? (Lev. 19:17.) ¿Luchar ´ a por desarraigar esos sen- timientos que podr ´ ıan endurecerle el cora- z ´ on? (Mat. 5:21, 22.) 15 Felizmente, la mayor ´ ıa de los cristia- nos no tienen esa “enfermedad del cora- z ´ on”. Pero Jes ´ us tambi ´ en habl ´ o de “razo- namientos inicuos”, es decir, puntos de 15, 16. a) ¿C ´ omo podr ´ ıa un cristiano ser “incir- cunciso de coraz ´ on”? b) ¿Por qu ´ e cree usted que Jehov ´ a detesta “un coraz ´ on incircunciso”? vista o actitudes perjudiciales que influ- yen en muchos aspectos de la vida. Por ejemplo, alguien podr ´ ıa tener un concep- to equivocado de la lealtad a los familia- res. Claro est ´ a, los cristianos deben amar a sus parientes, no como muchas perso- nas que carecen de “cari ˜ no natural” en estos “ ´ ultimos d ´ ıas” (2 Tim. 3:1, 3). Sin embargo, hay quienes piensan que “la fa- milia es la familia” y se van al extremo de defender o apoyar a sus parientes a toda costa. Si estos sufren una ofensa, ellos se sienten ofendidos tambi ´ en. Piense en lo que hicieron los hermanos de Dina por abrigar esos sentimientos tan intensos (G ´ en. 34:13, 25-30). O imag ´ ınese cu ´ anto odio tendr ´ ıa Absal ´ on en su coraz ´ on para llegar a matar a su medio hermano Am- n ´ on (2 Sam.13:1-30). ¿Acaso no hubo “ra- zonamientos inicuos” tras estos horribles actos? 16 Por supuesto, los cristianos verdade- ros no cometen ning ´ un asesinato. Aho- ra bien, podr ´ ıa suceder que un hermano le abrigara resentimiento a otro porque creyera que ha tratado mal a un pariente suyo, sea esto cierto o no. Tal vez rechace sus invitaciones o nunca le muestre hos- pitalidad (Heb. 13:1, 2). Esos sentimien- tos tan negativos y esa frialdad no pue- den tomarse a la ligera, pues revelan falta Examinar el coraz ´ on y arrancar de ´ el los malos deseos nos traer ´ a bendiciones 15 DE MARZO DE 2013 11
  • 12. 12 LA ATALAYA de amor. De hecho, Aquel que exami- na los corazones quiz ´ as diagnostique que ese hermano es “incircunciso de coraz ´ on” (Jer. 9:25, 26). Y recuerde lo que Jehov ´ a les dijo a los jud ´ ıos: “Quiten los prepu- cios de sus corazones” (Jer. 4:4). ADQUIERA Y CONSERVE UN CORAZ ´ ON DISPUESTO A CONOCER A JEHOV ´ A 17 Es posible que, tras examinar su co- raz ´ on simb ´ olico, descubra que no sigue la direcci ´ on de Jehov ´ a como deber ´ ıa y que, hasta cierto punto, es un coraz ´ on “incircunciso”. Puede que detecte temor al hombre, anhelo de prominencia o de lujos o hasta una inclinaci ´ on a la terque- dad o la independencia. En tal caso, usted no es el ´ unico (Jer. 7:24; 11:8). Jerem ´ ıas escribi ´ o que los jud ´ ıos infieles de su ´ epo- ca ten ´ ıan “un coraz ´ on terco y rebelde”, y a ˜ nadi ´ o: “No han dicho en su coraz ´ on: ‘Temamos, ahora, a Jehov ´ a nuestro Dios, Aquel que est ´ a dando el aguacero y la llu- via del oto ˜ no’” (Jer. 5:23, 24). ¿No indica eso que cultivar un mayor temor de Dios y una mayor gratitud hacia ´ el nos ayuda- r ´ a a “circuncidar el coraz ´ on”? Ese temor saludable nos permitir ´ a tener un coraz ´ on 17. ¿C ´ omo nos ayuda el temor de Dios a tener un coraz ´ on m ´ as receptivo? m ´ as receptivo a lo que ´ el desea que sea- mos. 18 Y podemos colaborar con Jehov ´ a si ´ el nos da un coraz ´ on dispuesto a conocer- lo. De hecho, eso es lo que ´ el prometi ´ o en el caso de los ungidos, con quienes es- tableci ´ o un nuevo pacto: “Pondr ´ e mi ley dentro de ellos, y en su coraz ´ on la escribi- r ´ e. Y ciertamente llegar ´ e a ser su Dios, y ellos mismos llegar ´ an a ser mi pueblo”.1 En cuanto a conocerlo de verdad, a ˜ nadi ´ o: “Ya no ense ˜ nar ´ an cada uno a su compa- ˜ nero y cada uno a su hermano, diciendo: ‘¡Conozcan a Jehov ´ a!’, porque todos ellos me conocer ´ an, desde el menor de ellos aun hasta el mayor de ellos [...]. Porque perdonar ´ e su error, y no me acordar ´ e m ´ as de su pecado” (Jer. 31:31-34). 19 Sea que usted anhele beneficiarse para siempre de ese nuevo pacto en el cielo o en la Tierra, debe mantener el de- seo de conocer a Jehov ´ a y ser parte de su pueblo. Para que usted reciba tales bene- ficios, ´ el tiene que perdonarle sus peca- dos sobre la base del rescate de Cristo. El mismo hecho de que Dios pueda per- donarlo debe impulsarlo a perdonar a los dem ´ as, incluso a aquellos a quienes qui- z ´ as guarde alg ´ un rencor. Librarse de cual- quier mal sentimiento de ese tipo le har ´ a bien a su coraz ´ on. No solo demostrar ´ a que desea servir a Jehov ´ a, sino tambi ´ en que lo conoce cada vez m ´ as. Ser ´ a como las personas de las que Jehov ´ a dijo me- diante Jerem ´ ıas: “Ustedes realmente me buscar ´ an y me hallar ´ an, porque me bus- car ´ an con todo su coraz ´ on. Y yo mismo ciertamente me dejar ´ e hallar por uste- des” (Jer. 29:13, 14). 1 El nuevo pacto se analiza en el cap ´ ıtulo 14 del li- bro Dios nos habla mediante Jerem ´ ıas. 18. ¿Qu ´ e prometi ´ o Jehov ´ a a aquellos con quie- nes estableci ´ o un nuevo pacto? 19. ¿Qu ´ e maravillosa perspectiva tienen los cristianos verdaderos?
  • 13. ANTES de cada despegue, los pilotos de uno de los aviones m ´ as seguros que existen hacen m ´ as de treinta comprobaciones siguiendo una lista de verificaci ´ on. Si no lo hicieran, las posibilidades de sufrir un tr ´ agico accidente ser ´ ıan mucho mayores. ¿Sabe usted a qu ´ e pilotos se les pide especialmente que completen la lis- ta de verificaci ´ on? ¡A los m ´ as experimentados! ¿Por qu ´ e? Porque los pilotos con muchas horas de vuelo podr ´ ıan confiarse f ´ acilmente y no ser tan cuidadosos al llevar a cabo la inspecci ´ on. 2 Al igual que un piloto precavido, usted puede uti- lizar un tipo de lista de verificaci ´ on para asegurarse de que su fe no le falle cuando m ´ as la necesite. Tanto si nos bautizamos recientemente como si fue hace mu- chos a ˜ nos, es vital comprobar con regularidad la pro- fundidad de nuestra fe y devoci ´ on a Jehov ´ a. Si no lo hici ´ eramos, podr ´ ıamos perder nuestra espiritualidad. Es tal como la Biblia nos advierte: “El que piensa que est ´ a en pie, cu ´ ıdese de no caer” (1 Cor. 10:12). 3 Los cristianos de Galacia necesitaban comprobar la profundidad de su fe y valorar su libertad espiri- tual. Mediante su sacrificio, Jes ´ us hab ´ ıa abierto el camino para que quienes pusieran fe en ´ el llegaran a conocer a Dios de la manera m ´ as extraordinaria po- sible: ¡podr ´ ıan llegar a ser sus hijos! (G ´ al. 4:9.) Para no perder esa bendita relaci ´ on, los g ´ alatas ten ´ ıan que rechazar las ense ˜ nanzas de los judaizantes, quienes insist ´ ıan en que se observara la Ley mosaica. Pero los gentiles que formaban parte de la congregaci ´ on ja- m ´ as hab ´ ıan estado bajo dicha Ley. Tanto jud ´ ıos como gentiles necesitaban progresar espiritualmente, lo 1. ¿Por qu ´ e deben los pilotos completar una lista de verifica- ci ´ on antes de cada despegue? 2. ¿Qu ´ e debe comprobar con regularidad todo cristiano? 3. ¿Qu ´ e necesitaban hacer los cristianos de Galacia? ¿QU ´ E HAR ´ A AHORA QUE HA “LLEGADO A CONOCER A DIOS”? “Han llegado a conocer a Dios.” (G ´ AL. 4:9) ¿PUEDE RESPONDER? ¿Por qu ´ e es ´ util repasar peri ´ odicamente una lista de verificaci ´ on espiritual? ¿Por qu ´ e tiene que seguir creciendo espiritualmente el cristiano maduro? ¿Por qu ´ e debemos meditar en nuestra fe y nuestra dedicaci ´ on a Jehov ´ a? 13
  • 14. 14 LA ATALAYA que implicaba reconocer que la obedien- cia a la Ley mosaica no era lo que los ha- c ´ ıa justos a los ojos de Dios. PRIMEROS PASOS PARA CONOCER A DIOS 4 El consejo del ap ´ ostol Pablo a los g ´ a- latas est ´ a en la Biblia con un prop ´ osito: impedir que los cristianos verdaderos de cualquier ´ epoca le vuelvan la espalda a la verdad b ´ ıblica y regresen a las cosas que dejaron atr ´ as. Jehov ´ a inspir ´ o al ap ´ ostol para que animara a permanecer firmes a todos sus siervos, no solo a los que com- pon ´ ıan las congregaciones de Galacia. 5 A todos nos conviene recordar c ´ omo fuimos liberados de la esclavitud espiri- tual y nos hicimos testigos de Jehov ´ a. Para ello, piense en estas dos preguntas: ¿Recuerda los pasos que dio para poder bautizarse? ¿Recuerda c ´ omo lleg ´ o a cono- cer a Dios y a ser reconocido por ´ el como su amigo, de modo que pudo sentirse ver- daderamente libre en sentido espiritual? 6 En l ´ ıneas generales, todos hemos se- guido nueve pasos que, a modo de lis- ta de verificaci ´ on espiritual, aparecen en el recuadro “Pasos que nos llevan a bau- tizarnos y seguir progresando”. Recordar con regularidad esos nueve pasos nos for- talecer ´ a para resistir la tentaci ´ on de vol- ver a las cosas del mundo. Tal como un pi- loto experimentado pero precavido vuela seguro tras revisar su lista de verificaci ´ on, usted podr ´ a persistir en su fiel servicio re- visando su lista de verificaci ´ on espiritual. QUIENES SON CONOCIDOS POR DIOS SIGUEN CRECIENDO ESPIRITUALMENTE 7 La lista de verificaci ´ on recuerda al piloto que debe seguir cuidadosamen- 4, 5. ¿Qu ´ e consejo les dio Pablo a los g ´ alatas, y por qu ´ e es oportuno para nosotros? 6. ¿Qu ´ e lista de verificaci ´ on vamos a examinar? 7. ¿Qu ´ e modelo debemos seguir, y por qu ´ e? te un procedimiento antes de cada vue- lo. Nosotros tambi ´ en podemos verificar, o examinar, nuestro estado espiritual y lo que hemos hecho desde que nos bauti- zamos. Pablo escribi ´ o a Timoteo: “Si- gue reteniendo el modelo de palabras sa- ludables que o ´ ıste de m ´ ı con la fe y el amor que hay en relaci ´ on con Cristo Je- s ´ us” (2 Tim. 1:13). Esas “palabras saluda- bles” se encuentran en la Palabra de Dios (1 Tim. 6:3). Tal como el boceto de un ar- tista ofrece una idea general del cuadro, ese modelo de la verdad b ´ ıblica nos da una idea general de lo que Dios espera de nosotros. Por eso, repasemos los pa- sos que nos llevaron al bautismo y vea- mos hasta qu ´ e punto estamos siguiendo el modelo de la verdad. 8 El primer punto de nuestra lista de verificaci ´ on es la necesidad de adqui- rir conocimiento. Luego, podemos culti- var fe. Pero tenemos que seguir creciendo en ambos aspectos (2 Tes. 1:3). El creci- miento consiste en una serie de cambios progresivos; es aumentar, agrandar. Por lo tanto, despu ´ es del bautismo debemos seguir cultivando nuestra espiritualidad para que nuestro crecimiento no se de- tenga. 9 Podemos comparar nuestro creci- miento espiritual al de un ´ arbol. Este pue- de alcanzar un tama ˜ no asombroso, sobre todo si cuenta con ra ´ ıces profundas o ex- tensas. Por ejemplo, algunos de los ma- jestuosos cedros del L ´ ıbano pueden lle- gar a la altura de un edificio de 12 pisos, tener fuertes y penetrantes ra ´ ıces y un tronco de hasta 12 metros (40 pies) de cir- cunferencia (Cant. de Cant. 5:15). Cuan- do el estir ´ on inicial termina, el ´ arbol sigue creciendo, pero ya no de una forma 8, 9. a) ¿Por qu ´ e debemos seguir creciendo en conocimiento y fe? b) ¿Por qu ´ e es importante nuestro crecimiento espiritual, y c ´ omo se pare- ce al desarrollo de un ´ arbol?
  • 15. 15 DE MARZO DE 2013 15 tan obvia. A ˜ no tras a ˜ no, el tronco se en- sancha y las ra ´ ıces se extienden, con lo que el ´ arbol gana estabilidad. Lo mismo es cierto del crecimiento espiritual del cristiano. En un per ´ ıodo inicial de estudio de la Biblia podemos crecer muy r ´ apido y llegar a bautizarnos; quiz ´ as hasta reu- namos los requisitos para ser precurso- res o recibir otros privilegios. Los miem- bros de la congregaci ´ on notan nuestro progreso con gran alegr ´ ıa. Ahora bien, en los a ˜ nos siguientes es posible que nues- tro crecimiento no sea tan evidente. Sin embargo, tenemos que seguir creciendo en fe y conocimiento hasta “la medida de estatura que pertenece a la plenitud del Cristo” (Efes. 4:13). De este modo pasa- mos de ser brotes diminutos, por as ´ ı de- cirlo, a ser cristianos maduros, ´ arboles robustos y bien desarrollados. 10 Pero nuestro crecimiento no debe detenerse ah ´ ı. Necesitamos adquirir m ´ as conocimiento y profundizar nuestra fe, de modo que estemos a ´ un m ´ as arraiga- dos al terreno de la Palabra de Dios (Prov. 12:3). Muchos miembros de la congrega- ci ´ on han hecho eso. Por ejemplo, despu ´ es de m ´ as de tres d ´ ecadas sirviendo de an- ciano, cierto hermano reconoce que a ´ un sigue creciendo espiritualmente. ´ El dice: “Mi aprecio por la Biblia ha aumentado much ´ ısimo. Continuamente encuentro oportunidades de aplicar las leyes y los principios b ´ ıblicos de diversas maneras. Y cada vez valoro m ´ as el ministerio”. FORTALEZCA SU AMISTAD CON DIOS 11 Crecer espiritualmente tambi ´ en in- cluye acercarnos a Jehov ´ a como nuestro Amigo y Padre. ´ El quiere que nos sin- tamos aceptados, amados y protegidos, 10. ¿Por qu ´ e es necesario que hasta los cristia- nos maduros sigan creciendo espiritualmente? 11. ¿C ´ omo podemos llegar a conocer mejor a Jehov ´ a con el tiempo? como se siente un ni ˜ no en los brazos de su padre o como nos sentimos cuando estamos en compa ˜ n ´ ıa de un amigo leal. Claro est ´ a, una relaci ´ on tan estrecha con Jehov ´ a no surge de la noche a la ma ˜ nana. Se requiere tiempo para llegar a conocer- lo bien y amarlo. Por tanto, resu ´ elvase a dedicar alg ´ un tiempo todos los d ´ ıas a leer su Palabra. Adem ´ as, lea todos los n ´ ume- ros de La Atalaya y ¡Despertad!, as ´ ı como el resto de nuestras publicaciones. 12 Los amigos de Dios crecen espiri- tualmente gracias a sus oraciones sinceras y a las buenas compa ˜ n ´ ıas (lea Malaqu ´ ıas 3:16). Los “o ´ ıdos [de Jehov ´ a] est ´ an hacia 12. ¿Qu ´ e tenemos que hacer para que nuestra amistad con Jehov ´ a se mantenga fuerte? Los ´ arboles siempre siguen creciendo, y los cristianos debemos hacer lo mismo
  • 16. 16 LA ATALAYA su ruego” (1 Ped. 3:12). Como un padre amoroso, Jehov ´ a est ´ a atento a nuestras s ´ uplicas. Por tanto, debemos “perseve- r[ar] en la oraci ´ on” (Rom. 12:12). No po- demos seguir siendo cristianos plena- mente desarrollados sin la ayuda de Dios. Las presiones de este sistema son dema- siado grandes para resistirlas y superarlas por nosotros mismos. Si dejamos de orar, nos separaremos del aporte constante de fortaleza que Dios quiere y puede darnos. ¿Est ´ a usted satisfecho con la calidad de sus oraciones, o ve que debe mejorar en este aspecto? (Jer. 16:19.) 13 Jehov ´ a se complace en todos los que “buscan refugio en ´ el”. Por consiguiente, aun despu ´ es de llegar a conocer a Dios, tenemos que seguir reuni ´ endonos con la congregaci ´ on, que est ´ a formada por quienes tambi ´ en lo conocen (Nah. 1:7). En un mundo en que abunda el desalien- to, haremos muy bien si nos rodeamos de hermanos animadores. ¿Qu ´ e benefi- cios obtendremos? En la congregaci ´ on hallaremos personas que nos animar ´ an a mostrar amor y a realizar obras excelen- tes (Heb. 10:24, 25). El amor mutuo sobre el que Pablo escribi ´ o a los hebreos exige que exista una hermandad, una comuni- dad de adoradores unidos, una congrega- ci ´ on. Para manifestar esa clase de amor, hay que estar con otros cristianos. En su lista de verificaci ´ on, marque siempre la asistencia a las reuniones y la participa- ci ´ on en ellas. 14 Para llegar a ser cristianos, tuvimos que arrepentirnos y volvernos de nues- tros pecados, dej ´ andolos atr ´ as. Sin em- bargo, el arrepentimiento es un proce- so continuo. Puesto que somos humanos 13. ¿Por qu ´ e es imprescindible para nuestro crecimiento espiritual la compa ˜ n ´ ıa de otros cristianos? 14. ¿En qu ´ e sentido es arrepentirse y volverse un proceso continuo? imperfectos, el pecado sigue acech ´ ando- nos como una serpiente enroscada y lista para atacar (Rom. 3:9, 10; 6:12-14). Tenga- mos los ojos bien abiertos y no pasemos por alto nuestras faltas. Felizmente, Jeho- v ´ a es paciente con nosotros mientras lu- chamos con empe ˜ no por vencer nuestras debilidades y hacemos los cambios nece- sarios (Filip. 2:12; 2 Ped. 3:9). Es de gran ayuda controlar el uso de nuestro tiempo y recursos, y abandonar cualquier meta ego ´ ısta que tengamos. Una hermana es- cribe: “Fui criada en la verdad, pero crec ´ ı con un punto de vista sobre Jehov ´ a dis- tinto al de la mayor ´ ıa. Pensar en ´ el me daba miedo, y cre ´ ıa que jam ´ as ser ´ ıa capaz de agradarle”. Con el tiempo, esta her- mana se debilit ´ o espiritualmente por va- rias desgracias personales. Ella prosigue: “No es que no amara a Jehov ´ a, sino que en realidad no lo conoc ´ ıa. Sin embargo, despu ´ es de muchas oraciones muy inten- sas, todo comenz ´ o a cambiar. Sent ´ ı que Jehov ´ a me llevaba de la mano como a un ni ˜ no, ayud ´ andome a superar un obst ´ acu- lo a la vez, siempre con mucho cari ˜ no y mostr ´ andome lo que ten ´ ıa que hacer”. 15 “Sigan hablando al pueblo” sobre las buenas nuevas. El ´ angel de Dios les di- rigi ´ o estas palabras a Pedro y los dem ´ as ap ´ ostoles despu ´ es de que fueron libera- dos milagrosamente de la prisi ´ on (Hech. 5:19-21). Predicar todas las semanas es otro punto de nuestra lista de verifica- ci ´ on. Jes ´ us y su Padre observan tanto nuestra fe como nuestro ministerio (Rev. 2:19). El anciano citado en un p ´ arrafo an- terior se ˜ nala: “El servicio del campo es nuestra vida misma”. 16 Medite en su dedicaci ´ on. Nuestra po- sesi ´ on m ´ as valiosa es la amistad que te- nemos con Jehov ´ a. ´ El conoce a los que 15. ¿Qu ´ e observan Jes ´ us y su Padre? 16. ¿Por qu ´ e debemos meditar en nuestra dedi- caci ´ on a Jehov ´ a?
  • 17. PASOS QUE NOS LLEVAN A BAUTIZARNOS Y SEGUIR PROGRESANDO 1 Comenzamos “adquiriendo cono- cimiento” de Jehov ´ a y su Hijo, Jesucristo (Juan 17:3). 2 Nuestra fe crece al ir aumentando nuestro conocimiento (Juan 3:16). 3 Empezamos a orar a Jehov ´ a con frecuencia (Hech. 2:21). 4 Comprendemos la necesidad de reunirnos regularmente con otras personas que comparten nuestra fe (Heb. 10:24, 25). 5 Nos arrepentimos de nuestros pecados (Hech. 17:30). 6 Nos volvemos, es decir, rechazamos las pr ´ acticas que Dios condena (Hech. 3:19). 7 Nuestra fe nos impulsa a hablar a otras personas (2 Cor. 4:13). 8 Nos dedicamos a Jehov ´ a siguiendo el ejemplo de Jes ´ us (1 Ped. 4:2). 9 Bautiz ´ andonos en agua, mostramos en p ´ ublico que nos hemos dedicado a Jehov ´ a (1 Ped. 3:21). le pertenecen (lea Isa ´ ıas 44:5). Examine con oraci ´ on la calidad y la profundidad de su relaci ´ on con ´ el. Y, relacionado con esto, recuerde la importante fecha de su bautismo; as ´ ı no olvidar ´ a que con ´ el hizo p ´ ublica la decisi ´ on m ´ as trascendental de todas las que haya tomado. EL AGUANTE NOS MANTIENE CERCA DE JEHOV ´ A 17 En su carta a los G ´ alatas, Pablo sub- ray ´ o la necesidad de tener aguante (G ´ al. 6:9). Hoy d ´ ıa, esa cualidad tambi ´ en es esencial para el cristiano. Usted afron- tar ´ a dificultades, pero Jehov ´ a lo ayu- dar ´ a. No deje de pedirle esp ´ ıritu santo. Se sentir ´ a reconfortado cuando ´ el sus- tituya el dolor por gozo, la angustia por paz (Mat. 7:7-11). Piense en esto: si Jeho- v ´ a cuida de los p ´ ajaros, ¿no se interesa- r ´ a mucho m ´ as por usted, que lo ama y le ha dedicado su vida? (Mat. 10:29-31.) Sin importar qu ´ e presiones tenga que so- portar, nunca vuelva atr ´ as ni se rinda. ¡De cu ´ antas riquezas maravillosas disfru- tamos debido a que Jehov ´ a nos considera sus amigos! 18 Por tanto, si hace poco que usted ha llegado a conocer a Dios y se ha bautiza- do, ¿qu ´ e debe hacer ahora? Seguir cono- ciendo a Jehov ´ a, crecer hacia la madurez espiritual. ¿Y si, en cambio, lleva muchos a ˜ nos bautizado? Tambi ´ en debe seguir profundizando y ampliando su cono- cimiento de Jehov ´ a. En cuanto a su amis- tad con ´ el, nunca se duerma en los laure- les. M ´ as bien, repase de vez en cuando su lista de verificaci ´ on para asegurarse de que contin ´ ua estrechando su relaci ´ on con Jehov ´ a, nuestro amoroso Padre, Amigo y Dios (lea 2 Corintios 13:5, 6). 17. ¿Por qu ´ e necesitamos aguante para perma- necer cerca de Jehov ´ a? 18. Tras haber “llegado a conocer a Dios”, ¿qu ´ e debe hacer usted ahora? 15 DE MARZO DE 2013 17
  • 18. 18 LA ATALAYA Un recurso muy valioso para salir adelante es el consuelo que recibimos de la familia, los amigos y los hermanos cristianos. Las palabras amables y cari ˜ nosas de un ami- go pueden aliviarnos y sanarnos (Prov. 16:24; 18:24; 25:11). Ahora bien, los cristianos verdade- ros no solo estamos interesados en recibir consue- lo. Tomamos la iniciativa para “consolar a los que se hallan en cualquier clase de tribulaci ´ on median- te el consuelo con que nosotros mismos estamos siendo consolados por Dios” (2 Cor. 1:4; Luc. 6:31). Antonio, un superintendente de distrito de M ´ exico, comprob ´ o lo ciertas que son estas palabras. Cuando le diagnosticaron un linfoma —un tipo de c ´ ancer que afecta a la sangre—, se angusti ´ o much ´ ısimo. Con todo, procur ´ o dominar los senti- mientos negativos. ¿C ´ omo lo hac ´ ıa? Trataba de recordar c ´ anticos del Reino y los cantaba para meditar en la letra. Tambi ´ en lo consolaba mucho orar en voz alta y leer la Biblia. Sin embargo, Antonio reconoce que la principal ayuda vino de sus hermanos en la fe. ´ El relata: “Cuando mi esposa y yo nos sent ´ ıamos agobiados, le ped ´ ıamos a un pariente nuestro, anciano de con- gregaci ´ on, que viniera y orara con nosotros. Esto nos consolaba y tranquilizaba. Gracias al apoyo de la familia y los hermanos, en poco tiempo pudimos vencer los sentimientos negativos”. ¡Qu ´ e agradeci- do se sinti ´ o de tener amigos tan amorosos y com- pasivos! Otro recurso a nuestra disposici ´ on en tiempos de angustia es el esp ´ ıritu santo, que seg ´ un afirm ´ o el ap ´ ostol Pedro, es una “d ´ adiva gratuita” (Hech. 2:38). Esto qued ´ o demostrado cuando muchos disc ´ ıpulos fueron ungidos en el Pentecost ´ es del a ˜ no 33 de nuestra era. Pero el esp ´ ıritu santo tambi ´ en est ´ a al al- cance de todos nosotros hoy d ´ ıa, y podemos solici- tar todo el que necesitemos. Por lo tanto, ¿por qu ´ e no pedirlo en abundancia? (Is. 40:28-31.) DEMUESTRE PROFUNDO INTER ´ ES POR LOS QUE SUFREN El ap ´ ostol Pablo soport ´ o muchas adversidades y en m ´ as de una ocasi ´ on se vio cara a cara con la muerte (2 Cor. 1:8-10). Pero no le aterraba la idea de morir, pues sab ´ ıa que contaba con el apoyo de Jehov ´ a. Escribi ´ o: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Se ˜ nor Jesucristo, el Padre de tiernas mise- ricordias y el Dios de todo consuelo, que nos con- suela en toda nuestra tribulaci ´ on” (2 Cor. 1:3, 4). Pablo no se dej ´ o arrastrar por la autocompasi ´ on; por el contrario, las pruebas que sufri ´ o lo ayudaron a cultivar empat ´ ıa, a ponerse en el lugar de los de- m ´ as. Le permitieron estar mejor preparado para consolar a quienes lo necesitaban. Tras recuperarse de su enfermedad, Antonio pudo volver a ser superintendente viajante. Siem- pre se hab ´ ıa interesado por los hermanos, pero a partir de entonces ´ el y su esposa se esforzaron m ´ as por visitar y animar a los enfermos. Por ejem- plo, al visitar a un cristiano que estaba luchando con una grave dolencia, Antonio se enter ´ o de que este hermano no quer ´ ıa ir a las reuniones. “No es que ´ el no amara a Jehov ´ a o a los hermanos —expli- ca—, pero la enfermedad lo hab ´ ıa aplastado tanto que se sent ´ ıa in ´ util.” A fin de animarlo, Antonio le pidi ´ o hace poco que hiciera la oraci ´ on en una reuni ´ on social. Aun- que no se cre ´ ıa digno de hacerla, el hermano acep- t ´ o. Antonio recuerda: “Su oraci ´ on fue bell ´ ısima, y despu ´ es ´ el parec ´ ıa otra persona. Se sinti ´ o ´ util de nuevo”. Vale la pena tener presente que, en mayor o me- nor grado, todos hemos sufrido alguna vez. Pero como dijo Pablo, esas experiencias dolorosas nos preparan para consolar a otros. Por lo tanto, mos- tremos inter ´ es por nuestros hermanos que sufren e imitemos a Jehov ´ a siendo una fuente de consue- lo para nuestro semejante. Hallamos consuelo cuando consolamos a otros Todos los seres humanos somos imperfectos y nos enfermamos de vez en cuando, a ve- ces de gravedad. ¿Qu ´ e nos ayudar ´ a a no desfallecer si sufrimos una enfermedad grave?
  • 19. ¿SE SIENTE como en casa en este mundo? Si no es as ´ ı, usted no es el ´ unico. A lo largo de la historia, todos los que han amado de verdad a Jehov ´ a se han sentido como forasteros en este sistema de cosas. Por ejemplo, hubo fieles siervos de Dios que, mientras se mudaban de campamento en campamento en la tierra de Ca- na ´ an, “declararon p ´ ublicamente que eran extra ˜ nos y residentes temporales” (Heb. 11:13). 2 Al igual que ellos, los disc ´ ıpulos ungidos de Je- s ´ us, cuya “ciudadan ´ ıa existe en los cielos”, se conside- ran “forasteros y residentes temporales” en este sis- tema de cosas (Filip. 3:20; 1 Ped. 2:11). Y las “otras ovejas” de Cristo “no son parte del mundo”, as ´ ı como ´ el tampoco lo fue (Juan 10:16; 17:16). Pero los siervos de Dios no est ´ an “sin techo”. Al contrario, disfrutan de la protecci ´ on del hogar m ´ as seguro y acogedor ima- ginable, un hogar que puede verse con los ojos de la fe. Mois ´ es escribi ´ o: “Oh Jehov ´ a, t ´ u mismo has resulta- do ser una verdadera morada para nosotros durante generaci ´ on tras generaci ´ on” (Sal. 90:1).1 ¿C ´ omo resul- t ´ o Jehov ´ a ser “una verdadera morada” para sus siervos leales de la antig ¨ uedad? ¿De qu ´ e manera lo es hoy para el pueblo que porta su nombre? ¿Y c ´ omo resul- tar ´ a ser la ´ unica morada segura en el futuro? JEHOV ´ A FUE “UNA VERDADERA MORADA” PARA SUS SIERVOS DE LA ANTIG ¨ UEDAD 3 Como sucede con muchas otras comparaciones de la Biblia, Salmo 90:1 tiene un protagonista, una imagen y varios puntos en que se asemejan. El prota- gonista es Jehov ´ a. La imagen es la de una morada, un 1 La Nueva Traducci ´ on Viviente vierte Salmo 90:1 de la siguiente manera: “Se ˜ nor, a lo largo de todas las generaciones, ¡t ´ u has sido nuestro hogar!”. 1, 2. ¿C ´ omo se han sentido los siervos de Dios en este siste- ma de cosas, y qu ´ e “hogar” tienen? 3. ¿Qu ´ e protagonista e imagen hallamos en Salmo 90:1, y en qu ´ e se asemejan? JEHOV ´ A ES NUESTRA MORADA “Oh Jehov ´ a, t ´ u mismo has resultado ser una verdadera morada para nosotros durante gene- raci ´ on tras generaci ´ on.” (SAL. 90:1) ¿QU ´ E RESPONDER ´ IA? ¿C ´ omo fue Jehov ´ a “una verda- dera morada” para los fieles de la antig ¨ uedad? ¿Qu ´ e aprendemos de un hom- bre tan fiel como Abrah ´ an? ¿C ´ omo podemos demostrar que Jehov ´ a es nuestra “verdadera morada”? 19
  • 20. 20 LA ATALAYA lugar donde alojarse. Y Jehov ´ a tiene mu- cho en com ´ un con un lugar as ´ ı. Por ejem- plo, brinda protecci ´ on a su pueblo, en armon ´ ıa con el hecho de que ´ el es la mis- ma personificaci ´ on del amor (1 Juan 4:8). Tambi ´ en es un Dios de paz que permite a sus leales “morar en seguridad” (Sal. 4:8). Piense, si no, en su trato con los fieles pa- triarcas, comenzando con Abrah ´ an. 4 Podemos hacernos una idea de c ´ omo se sinti ´ o Abrah ´ an, que a ´ un se llamaba Abr ´ an, cuando Jehov ´ a le dijo: “Vete de tu pa ´ ıs y de tus parientes [...] al pa ´ ıs que yo te mostrar ´ e”. Si aquel hombre fiel sinti ´ o alg ´ un temor, sin duda se le disip ´ o al o ´ ır lo que Jehov ´ a sigui ´ o dici ´ endole: “Har ´ e de ti una naci ´ on grande y te bendecir ´ e y de ve- ras har ´ e grande tu nombre [...]. Y cierta- 4, 5. ¿C ´ omo fue Dios “una verdadera morada” para Abrah ´ an? mente bendecir ´ e a los que te bendigan, y al que invoque mal sobre ti lo maldecir ´ e” (G ´ en. 12:1-3). 5 Con esas palabras, Jehov ´ a se com- prometi ´ o a ser un refugio seguro para Abrah ´ an y sus descendientes (G ´ en. 26: 1-6). Y cumpli ´ o su promesa. Por ejemplo, impidi ´ o que el fara ´ on de Egipto yel rey de Guerar, Abim ´ elec, violaran a Sara y mata- ran a Abrah ´ an. Tambi ´ en protegi ´ o a Isaac y Rebeca de un modo parecido (G ´ en. 12: 14-20; 20:1-14; 26:6-11). Y “no permiti ´ o que ning ´ un humano los defraudara, an- tes bien, a causa de ellos censur ´ o a re- yes, diciendo: ‘No toquen ustedes a mis ungidos, y a mis profetas no hagan nada malo’” (Sal. 105:14, 15). 6 Entre esos profetas estuvo Jacob, el nieto de Abrah ´ an. Cuando lleg ´ o el mo- mento de que se casara, Isaac, su pa- dre, le dijo: “No debes tomar esposa de las hijas de Cana ´ an. Lev ´ antate, ve a Pad ´ an-aram, a la casa de Betuel, padre de tu madre, y de all ´ ı t ´ omate una esposa de las hijas de Lab ´ an” (G ´ en. 28:1, 2). Ja- cob obedeci ´ o sin vacilar. Abandonando la seguridad que le proporcionaba su fami- lia inmediata, que viv ´ ıa en Cana ´ an, via- j ´ o cientos de kil ´ ometros, probablemen- te solo, hasta la regi ´ on de Har ´ an (G ´ en. 28:10). Puede que se preguntara: “¿Cu ´ an- to tiempo estar ´ e ausente? ¿Me acoger ´ a bien mi t ´ ıo y me conceder ´ a una espo- sa que adore a Dios?”. Cualquier preocu- paci ´ on de ese tipo sin duda desapareci ´ o cuando lleg ´ o a Luz, a unos 100 kil ´ ometros (60 millas) de Beer-seba. ¿Qu ´ e ocurri ´ o all ´ ı? 7 En Luz, Jehov ´ a se apareci ´ o a Jacob en un sue ˜ no y le dijo: “Aqu ´ ı estoy yo conti- go y ciertamente te guardar ´ e en todo el 6. ¿Qu ´ e le dijo Isaac a Jacob que hiciera, y c ´ omo puede haberse sentido Jacob? 7. ¿Qu ´ e garant ´ ıa le dio Dios a Jacob en un sue ˜ no? “No voy a dejarte”
  • 21. camino por el cual est ´ as yendo, y cierta- mente te har ´ e volver a este suelo, porque no voy a dejarte hasta que realmente haya hecho lo que te he hablado” (G ´ en. 28:15). ¡Cu ´ anto debieron de tranquilizar y conso- lar a Jacob aquellas afectuosas palabras! ¿Puede usted imagin ´ arselo caminando resuelto despu ´ es de esa experiencia, an- sioso por ver c ´ omo iba a cumplir Dios su promesa? Si usted ha dejado su hogar, quiz ´ as para apoyar la predicaci ´ on en otro pa ´ ıs, con toda probabilidad entender ´ a los sentimientos de Jacob. Y sin duda habr ´ a visto pruebas de la protecci ´ on de Jehov ´ a en su propio caso. 8 Cuando Jacob lleg ´ o a Har ´ an, su t ´ ıo Lab ´ an le extendi ´ o una c ´ alida bienvenida, y m ´ as tarde le dio a Lea y Raquel por es- posas. Sin embargo, con el tiempo trat ´ o de aprovecharse de ´ el, tanto que le cam- bi ´ o su salario 10 veces (G ´ en. 31:41, 42). Jacob aguant ´ o aquellas injusticias, con- fiando en que Jehov ´ a lo seguir ´ ıa cuidan- do. Y, de hecho, as ´ ı fue, pues cuando regres ´ o a Cana ´ an pose ´ ıa “grandes reba- ˜ nos, y siervas y siervos, y camellos y as- nos” (G ´ en. 30:43). Profundamente agra- decido, le dijo a Jehov ´ a: “Indigno soy de todas las bondades amorosas y de toda la fidelidad que has ejercido para con tu siervo, porque con solo mi bast ´ on cruc ´ e este Jord ´ an y ahora he llegado a ser dos campamentos” (G ´ en. 32:10). 9 Estos ejemplos nos muestran por qu ´ e Mois ´ es pudo afirmar: “Oh Jehov ´ a, t ´ u mis- mo has resultado ser una verdadera mo- rada para nosotros durante generaci ´ on tras generaci ´ on” (Sal. 90:1). Sus palabras siguen vigentes hoy, pues Jehov ´ a, con quien “no hay la variaci ´ on del giro de la sombra”, contin ´ ua siendo una morada acogedora y segura para sus leales (Sant. 1:17). Veamos de qu ´ e manera. 8, 9. ¿C ´ omo fue Jehov ´ a “una verdadera mora- da” para Jacob, y qu ´ e aprendemos de ello? JEHOV ´ A ES “UNA VERDADERA MORADA” PARA SUS SIERVOS DE HOY 10 Imag ´ ınese que est ´ a testificando en un tribunal contra una organizaci ´ on cri- minal presente en todo el mundo y sabe que su l ´ ıder es un embustero y un ase- sino sumamente inteligente, poderoso y despiadado. ¿Se sentir ´ ıa seguro al salir del juzgado al final del d ´ ıa? ¡Dif ´ ıcilmen- te! En realidad, tendr ´ ıa buenas razones para solicitar protecci ´ on. Esto ilustra la si- tuaci ´ on de los siervos de Jehov ´ a, que con valor testificamos a favor de ´ el y denun- ciamos a su malvado enemigo, Satan ´ as (lea Revelaci ´ on 12:17). Pero ¿ha podido Satan ´ as silenciarnos? ¡Desde luego que no! De hecho, continuamos prosperando espiritualmente, y eso solo tiene una ex- plicaci ´ on: Jehov ´ a sigue siendo nuestro re- fugio, “una verdadera morada” para no- sotros, en especial en estos ´ ultimos d ´ ıas (lea Isa ´ ıas 54:14, 17). Con todo, ´ el no pue- de ser un refugio seguro para nosotros si permitimos que Satan ´ as nos atraiga fue- ra de nuestra morada. 11 He aqu ´ ı otra lecci ´ on que aprende- mos de los patriarcas. Aunque viv ´ ıan en la tierra de Cana ´ an, se mantuvieron apar- tados de la gente del lugar, cuya maldad e inmoralidad detestaban (G ´ en. 27:46). Eran hombres de principios que no de- pend ´ ıan de una larga lista de cosas que pod ´ ıan o no pod ´ ıan hacer. Les bastaba con lo que sab ´ ıan de Jehov ´ a y su per- sonalidad. Puesto que ´ el era su morada, no deseaban acercarse al mundo tanto como pudieran. Al contrario, guardaban toda la distancia posible. ¡Qu ´ e magn ´ ıfi- co ejemplo para nosotros! ¿Procura usted imitar a los fieles patriarcas al elegir sus 10. ¿Por qu ´ e podemos tener la certeza de que Jehov ´ a sigue siendo una morada segura para sus siervos? 11. ¿Qu ´ e otra lecci ´ on aprendemos de los pa- triarcas? 15 DE MARZO DE 2013 21
  • 22. 22 LA ATALAYA compa ˜ n ´ ıas o diversiones? Por desgracia, algunos miembros de la congregaci ´ on cristiana dan muestras de que, al menos hasta cierto punto, se sienten c ´ omodos en el mundo de Satan ´ as. Si usted se sien- te as ´ ı aunque sea solo un poco, ore a Jeho- v ´ a en cuanto a ello. Recuerde, este es el mundo de Satan ´ as y, como tal, refleja su frialdad y ego ´ ısmo (2 Cor. 4:4; Efes. 2: 1, 2). 12 Para no caer v ´ ıctimas de las tram- pas del Diablo, tenemos que aprovechar por completo las ayudas espirituales que Jehov ´ a ofrece a sus siervos, a quienes ha- cen de ´ el su morada. Entre tales ayudas figuran las reuniones cristianas, la ado- 12. a) ¿C ´ omo cuida Jehov ´ a de sus siervos? b) ¿C ´ omo se siente usted al pensar en todas las ayudas que nos da Jehov ´ a? raci ´ on en familia y las “d ´ adivas en hom- bres”, es decir, pastores nombrados por Dios para consolarnos y apoyarnos en nuestra lucha con las dificultades de la vida (Efes. 4:8-12). El hermano George Gangas, quien fue miembro del Cuerpo Gobernante por muchos a ˜ nos, escribi ´ o: “Cuando estoy entre [los siervos de Dios] siento que estoy en casa con mi familia, en un para ´ ıso espiritual”. ¿Se siente usted del mismo modo? 13 Algo m ´ as que aprendemos de los pa- triarcas es que no les import ´ o ser dife- rentes de la gente que los rodeaba. Como vimos en el p ´ arrafo 1, “declararon p ´ ublica- mente que eran extra ˜ nos y residentes tem- porales en la tierra” (Heb.11:13). ¿Est ´ a us- ted decidido a ser diferente? Claro, eso no siempre es f ´ acil. Pero con el apoyo de Dios y de sus hermanos en la fe, puede lograrlo. Recuerde que hay muchos otros cristianos en su situaci ´ on. De hecho, todos los que deseamos servir a Jehov ´ a te- nemos una lucha constante (Efes. 6:12). Pero es una lucha que ganaremos si con- fiamos en Jehov ´ a y hacemos de ´ el nuestra morada segura. 14 Tambi ´ en es de vital importancia que imite a Abrah ´ an manteniendo la vista en el premio (2 Cor. 4:18). El ap ´ ostol Pablo escribi ´ o que Abrah ´ an “esperaba la ciu- dad que tiene fundamentos verdaderos, cuyo edificador y hacedor es Dios” (Heb. 11:10). Esa “ciudad” result ´ o ser el Reino mesi ´ anico, y ´ el, por supuesto, deb ´ ıa espe- rar a que llegara. En cierto sentido, noso- tros no tenemos que esperarlo, pues ya est ´ a gobernando en los cielos. Lo que es m ´ as, las pruebas indican que pronto tomar ´ a pleno control de la Tierra. ¿Es el Reino una realidad para usted? ¿Influye 13. ¿Qu ´ e importante lecci ´ on aprendemos al examinar Hebreos 11:13? 14. ¿Qu ´ e “ciudad” esperaban los siervos de Jehov ´ a? Los ´ angeles apoyan y protegen a los siervos de Dios
  • 23. 15 DE MARZO DE 2013 23 en su modo de ver la vida, en lo que opi- na de este mundo y en sus prioridades? (Lea 2 Pedro 3:11, 12.) NUESTRA “VERDADERA MORADA” AL ACERCARSE EL FIN 15 A medida que el mundo de Satan ´ as se acerque a su fin, sus “dolores de an- gustia” ir ´ an empeorando (Mat. 24:7, 8). Y, desde luego, las cosas se pondr ´ an a ´ un m ´ as dif ´ ıciles durante la gran tribulaci ´ on. Los servicios p ´ ublicos y dem ´ as sistemas organizados de este mundo se vendr ´ an abajo, y la gente temer ´ a por su propia vida (Hab. 3:16, 17). Completamente de- sesperados, buscar ´ an refugio, por as ´ ı de- cirlo, “en las cuevas y en las masas roco- sas de las monta ˜ nas” (Rev. 6:15-17). Pero ni las cuevas literales ni las organizacio- nes pol ´ ıticas y comerciales que ahora pa- recen firmes como monta ˜ nas les brinda- r ´ an protecci ´ on alguna. 16 Los siervos de Jehov ´ a, en cambio, se- guir ´ an disfrutando de la seguridad de su “verdadera morada”, Jehov ´ a Dios. Se sen- tir ´ an como el profeta Habacuc, quien dijo: “Me alborozar ´ e en Jehov ´ a mismo; cier- tamente estar ´ e gozoso en el Dios de mi salvaci ´ on” (Hab. 3:18). ¿De qu ´ e maneras ser ´ a Jehov ´ a “una verdadera morada” du- rante ese turbulento per ´ ıodo? Tendremos que esperar para verlo. Pero una cosa es cierta: lo mismo que los israelitas de la ´ epoca del ´ exodo, la “gran muchedumbre” permanecer ´ a organizada, constantemen- te alerta a las instrucciones divinas (Rev. 7:9; lea ´ Exodo 13:18). Esas instrucciones vendr ´ an por un canal teocr ´ atico, proba- blemente la congregaci ´ on. De hecho, pa- rece que los miles y miles de congregacio- nes de todo el mundo est ´ an relacionadas 15. ¿Qu ´ e futuro les espera a quienes conf ´ ıan en este mundo? 16. ¿Cu ´ anto debemos valorar la congregaci ´ on, y por qu ´ e? con los “cuartos interiores” protectores predichos en Isa ´ ıas 26:20 (l ´ ealo). ¿Valora usted las reuniones de la congregaci ´ on? ¿Obedece sin vacilar las instrucciones que Jehov ´ a nos da mediante ella? (Heb.13:17.) 17 Incluso quienes mueran fieles antes de que comience la gran tribulaci ´ on es- tar ´ an seguros con Jehov ´ a, su “verdadera morada”. Mucho despu ´ es de que los fie- les patriarcas murieron, Jehov ´ a le dijo a Mois ´ es: “Yo soy [...] el Dios de Abrah ´ an, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” ( ´ Ex. 3:6). Tras citar estas palabras, Jes ´ us agre- g ´ o: “ ´ El no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para ´ el todos ellos viven” (Luc. 20:38). Es como si sus siervos lea- les que han muerto todav ´ ıa vivieran, pues es un hecho que los va a resucitar (Ecl. 7:1). 18 En el nuevo mundo que est ´ a a las puertas, Jehov ´ a ser ´ a “una verdadera mo- rada” para su pueblo en un sentido m ´ as. Revelaci ´ on 21:3 nos promete: “¡Mira! La tienda de Dios est ´ a con la humanidad, y ´ el residir ´ a con ellos”. Jehov ´ a residir ´ a con la humanidad por medio de Jesucristo, a quien utilizar ´ a para gobernar la Tierra du- rante los primeros mil a ˜ nos. Concluido ese per ´ ıodo, Jes ´ us entregar ´ a el Reino a su Padre tras haber cumplido el prop ´ osito di- vino para la Tierra (1 Cor. 15:28). A partir de ese momento, Jehov ´ a gobernar ´ a direc- tamente a los seres humanos, que ya se- r ´ an perfectos. ¡Qu ´ e magn ´ ıfico futuro nos aguarda! Mientras tanto, luchemos por imitar a las generaciones fieles de la anti- g ¨ uedad haciendo de Jehov ´ a nuestra “ver- dadera morada”. 17. ¿En qu ´ e sentido es Jehov ´ a “una verdadera morada” incluso para sus siervos leales que han muerto? 18. En el nuevo mundo, ¿c ´ omo ser ´ a Jehov ´ a “una verdadera morada” para su pueblo de un modo especial?
  • 24. 24 LA ATALAYA EN GENERAL, las iglesias de la cristiandad han deja- do de emplear el nombre de Dios. Por ejemplo, cierta versi ´ on inglesa de la Biblia dice en su pr ´ ologo: “El uso de cualquier nombre propio para el Dios que es uno y ´ unico [...] es enteramente inapropiado para la fe uni- versal de la Iglesia Cristiana” (Revised Standard Version). 2 Los testigos de Jehov ´ a, en cambio, estamos orgullo- sos de portar el nombre de Dios y glorificarlo (lea Sal- mo 86:12 e Isa ´ ıas 43:10). Adem ´ as, nos sentimos privi- legiados por comprender el significado de ese nombre y la cuesti ´ on universal relacionada con su santificaci ´ on (Mat. 6:9). Sin embargo, este es un privilegio que nunca debemos dar por sentado. Por eso analizaremostres im- portantes preguntas: 1) ¿Qu ´ e significa conocer el nom- bre de Dios? 2) ¿C ´ omo ha sido Jehov ´ a fiel a su gran nombre, glorific ´ andolo de ese modo? 3) ¿C ´ omo pode- mos andar “en el nombre de Jehov ´ a”? ¿QU ´ E SIGNIFICA CONOCER EL NOMBRE DE DIOS? 3 Conocer el nombre de Dios significa mucho m ´ as que o ´ ır y pronunciar la palabra Jehov ´ a. Implica conocer qu ´ e clase de Dios es Jehov ´ a, sus cualidades, prop ´ osi- tos y actividades seg ´ un se exponen en la Biblia, por ejemplo, cuando esta habla de c ´ omo trata a sus siervos. Jehov ´ a concede este entendimiento de manera progre- siva, de acuerdo con el desarrollo de su prop ´ osito (Prov. 4:18). Revel ´ o su nombre a nuestros primeros padres; de hecho, Eva lo us ´ o cuando dio a luz a Ca ´ ın (G ´ en. 4:1). Los fieles patriarcas No ´ e, Abrah ´ an, Isaac y Jacob cono- c ´ ıan el nombre de Dios, y este cobr ´ o m ´ as significado para ellos cuando Jehov ´ a los bendijo, los cuid ´ o y los puso al tanto de distintos aspectos de su prop ´ osito. M ´ as 1, 2. A diferencia de las iglesias de la cristiandad, ¿qu ´ e pien- san del nombre de Dios los testigos de Jehov ´ a? 3. ¿Qu ´ e significa conocer el nombre de Dios? HONREMOS EL GRAN NOMBRE DE JEHOV ´ A “Glorificar ´ e tu nombre hasta tiempo indefini- do.” (SAL. 86:12) ¿LO PUEDE EXPLICAR? ¿Qu ´ e significa conocer el nom- bre de Dios? ¿C ´ omo ha ido revelando Jehov ´ a su nombre? ¿Qu ´ e implica andar “en el nom- bre de Jehov ´ a”?
  • 25. adelante, a Mois ´ es le concedi ´ o una com- prensi ´ on especial del nombre divino. 4 Lea ´ Exodo 3:10-15. Cuando Mois ´ es te- n ´ ıa 80 a ˜ nos, Dios le mand ´ o: “Saca t ´ u de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel”. Mois ´ es respondi ´ o respetuosamente con una pregunta que encerraba un profundo significado. En realidad le pregunt ´ o cu ´ al era su nombre. Teniendo en cuenta que el nombre de Dios se conoc ´ ıa desde ha- c ´ ıa mucho, ¿qu ´ e pretend ´ ıa Mois ´ es con su pregunta? Es obvio que deseaba saber m ´ as sobre la persona representada por el nom- bre, conocer hechos que convencieran a su pueblo de que Dios de veras los iba a li- berar. Su preocupaci ´ on estaba justificada, pues como los israelitas llevaban alg ´ un tiempo siendo esclavos, tal vez dudar ´ ıan de que el Dios de sus antepasados fuera ca- paz de liberarlos. Algunos de ellos incluso adoraban dioses egipcios (Ezeq. 20:7, 8). 5 ¿C ´ omo respondi ´ o Jehov ´ a a la pregunta de Mois ´ es? En parte, dijo: “Esto es lo que has de decir a los hijos de Israel: ‘YO RE- SULTAR ´ E SER me ha enviado a ustedes. [...] Jehov ´ a el Dios de sus antepasados [...] me ha enviado a ustedes’”.1 Dios prometi ´ o que llegar ´ ıa a ser lo que ´ el decidiera ser para cumplir su prop ´ osito, es decir, que siempre resultar ´ ıa fiel a su palabra. Por lo tanto, en el vers ´ ıculo 15 leemos que Jeho- v ´ a mismo dijo: “Este es mi nombre has- ta tiempo indefinido, y este es la memoria de m ´ ı a generaci ´ on tras generaci ´ on”. Tal revelaci ´ on debi ´ o de fortalecer much ´ ısimo la fe de Mois ´ es y llenarlo de temor reve- rente. 1 El nombre de Dios es una forma del verbo he- breo que significa “llegar a ser”. En concreto, el nom- bre Jehov ´ a significa “ ´ El Causa [o Hace] Que Llegue a Ser” (G ´ en. 2:4, nota). 4. ¿Por qu ´ e le pregunt ´ o Mois ´ es a Dios cu ´ al era su nombre, y por qu ´ e estaba justificada su preo- cupaci ´ on? 5. ¿C ´ omo aclar ´ o Jehov ´ a el significado de su nombre cuando le respondi ´ o a Mois ´ es? JEHOV ´ A FUE FIEL A SU NOMBRE 6 Poco despu ´ es de darsu comisi ´ on a Moi- s ´ es, Jehov ´ a fue completamente fiel a su gran nombre “resultando ser” el Liberta- dor de Israel. Humill ´ o a Egipto con 10 terri- bles plagas, con las que puso al descubierto la impotencia de los dioses egipcios, inclui- do el fara ´ on ( ´ Ex. 12:12). Entonces dividi ´ o el mar Rojo, condujo a Israel a trav ´ es de ´ el y ahog ´ o en sus aguas al fara ´ on y su ej ´ erci- to (Sal. 136:13-15). En “el desierto grande e inspirador de temor”, “result ´ o ser” el gran Conservador de la vida: le dio alimento y agua a su pueblo, que se compon ´ ıa de dos o tres millones de personas o hasta m ´ as. Y no solo eso. Durante todo ese tiempo, las 6, 7. ¿C ´ omo fue Jehov ´ a completamente fiel a su gran nombre? Conocer el significado del nombre de Dios fortaleci ´ o la fe de Mois ´ es 15 DE MARZO DE 2013 25
  • 26. prendas de vestir y las sandalias no se les gastaron (Deut. 1:19; 29:5). Como vemos, nada puede impedirle a Jehov ´ a ser fiel a su incomparable nombre. M ´ as adelante le de- clar ´ o a Isa ´ ıas: “Yo... yo soy Jehov ´ a, y fuera de m ´ ı no hay salvador” (Is. 43:11). 7 Josu ´ e, el sucesor de Mois ´ es, tambi ´ en presenci ´ o los impresionantes actos de Jehov ´ a en Egipto y en el desierto. Por eso, hacia el fin de su vida, pudo decir con ple- na convicci ´ on a sus hermanos israelitas: “Ustedes bien saben con todo su coraz ´ on y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas palabras que Jehov ´ a su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes. Ni una sola palabra de ellas ha fallado” (Jos. 23:14). En efecto, de manera muy clara, Jehov ´ a cumpli ´ o su palabra, “result ´ o ser” lo que ha- b ´ ıa prometido. 8 Hoy, de igual modo, Jehov ´ a est ´ a “re- sultando ser” fiel a su nombre. Por medio de su Hijo profetiz ´ o que durante los ´ ulti- mos d ´ ıas el mensaje del Reino se predica- r ´ ıa “en toda la tierra habitada” (Mat. 24:14). ¿Qui ´ en sino el Dios todopoderoso podr ´ ıa predecir tal obra y encargarse de que se llevara a cabo empleando a muchos “ile- trados y del vulgo”? (Hech. 4:13.) As ´ ı, al participar en esta obra, participamos en el cumplimiento de la profec ´ ıa b ´ ıblica. Hon- ramos a nuestro Padre y mostramos que somos sinceros cuando decimos: “Santifi- cado sea tu nombre. Venga tu reino. Efec- t ´ uese tu voluntad, como en el cielo, tam- bi ´ en sobre la tierra” (Mat. 6:9, 10). SU GRAN NOMBRE 9 Poco despu ´ es del ´ exodo de Israel, Jeho- v ´ a lleg ´ o a ser algo nuevo para su pueblo. Mediante el pacto de la Ley, se convirti ´ o en “su due ˜ no marital” y asumi ´ o con gusto todas las obligaciones que ello supon ´ ıa (Jer. 3:14). Los israelitas, por su parte, llegaron a ser su “esposa”, el pueblo que ´ el eligi ´ o para que llevara su nombre (Is. 54:5, 6). Cuan- do ellos se somet ´ ıan a Dios de buena gana y guardaban sus mandamientos, ´ el resulta- ba ser el “Esposo” perfecto. Los bendec ´ ıa, los proteg ´ ıa y les daba paz (N ´ um. 6:22-27). Como consecuencia, su gran nombre era glorificado entre las naciones (lea Deutero- nomio 4:5-8 y Salmo 86:7-10). De hecho, durante toda la historia de Israel hubo mu- chos extranjeros que abrazaron la adora- ci ´ on verdadera. Su decisi ´ on fue la misma que Rut la moabita le expres ´ o a Noem ´ ı: “Tu pueblo ser ´ a mi pueblo, y tu Dios mi Dios” (Rut 1:16). 10 Durante unos mil quinientos a ˜ nos, la relaci ´ on de Jehov ´ a con Israel revel ´ o muchas 8. ¿C ´ omo est ´ a siendo Jehov ´ a fiel a su nombre hoy d ´ ıa? 9, 10. En su relaci ´ on con Israel, ¿c ´ omo fue a ˜ nadiendo Jehov ´ a significado a su nombre, y con qu ´ e resultado? El fara ´ on no quiso reconocer que Jehov ´ a es Dios LA ATALAYA
  • 27. 15 DE MARZO DE 2013 27 facetas de la personalidad divina. A pesar de la rebeld ´ ıa de la naci ´ on, vez tras vez ´ el fue “un Dios misericordioso” y “tardo para la c ´ olera”, de extraordinaria paciencia ( ´ Ex. 34:5-7). Sin embargo, su paciencia ten ´ ıa un l ´ ımite, y la naci ´ on jud ´ ıa lo sobrepas ´ o cuan- do rechaz ´ o y mat ´ o a Jes ´ us (Mat. 23:37, 38). Los descendientes naturales de Israel deja- ron de ser el pueblo del nombre de Dios. En su mayor ´ ıa murieron espiritualmente, como un ´ arbol marchito (Luc. 23:31). ¿Qu ´ e efecto tuvo esto en su actitud para con el nombre divino? 11 La historia indica que, con el tiempo, los jud ´ ıos llegaron a tener supersticiones respecto al nombre de Dios, hasta el punto de creer que no deb ´ ıan pronunciarlo ( ´ Ex. 20:7). De manera gradual dejaron de usar- lo. A Jehov ´ a sin duda le doli ´ o mucho esa enorme falta de respeto (Sal. 78:40, 41). Est ´ a claro que el Dios “cuyo nombre es Celoso” no iba a permitir que su nombre siguiera vinculado a unas personas que, por haberlo rechazado a ´ el, ya no conta- ban con su favor ( ´ Ex. 34:14). Este hecho debe grabar en nuestra mente la importan- cia de tratar con sumo respeto el nombre del Creador. UN NUEVO PUEBLO PORTA EL NOMBRE DE DIOS 12 Jehov ´ a revel ´ o mediante Jerem ´ ıas su prop ´ osito de establecer “un nuevo pacto” con una nueva naci ´ on, el Israel espiritual. Adem ´ as, predijo que todos sus miembros lo conocer ´ ıan, “desde el menor de ellos aun hasta el mayor” (Jer. 31:31, 33, 34). Esa profec ´ ıa empez ´ o a cumplirse en el Pen- tecost ´ es del a ˜ no 33 de nuestra era, cuan- do Dios estableci ´ o el nuevo pacto. La nue- va naci ´ on, “el Israel de Dios”, compuesta de jud ´ ıos y no jud ´ ıos, lleg ´ o a ser “un pue- 11. ¿A qu ´ e se debi ´ o que la naci ´ on jud ´ ıa dejara de usar el nombre de Dios? 12. ¿C ´ omo dio Jehov ´ a comienzo al predicho “pueblo para su nombre”? blo para su nombre”, o, como ´ el dijo, “per- sonas que son llamadas por mi nom- bre” (G ´ al. 6:16; lea Hechos 15:14-17; Mat. 21:43). 13 Como personas que eran llamadas por el nombre de Jehov ´ a, los miembros de esa naci ´ on espiritual emplearon el nombre divino, y obviamente lo hicieron al citar de las Escrituras Hebreas.1 Por eso, cuan- do el ap ´ ostol Pedro se dirigi ´ o a un audi- torio internacional de jud ´ ıos y pros ´ elitos en el Pentecost ´ es del a ˜ no 33, emple ´ o ese nombre varias veces (Hech. 2:14, 20, 21, 25, 34). Los primeros cristianos honraron a Jehov ´ a, y ´ el, por su parte, bendijo su la- bor predicadora. En la actualidad tambi ´ en bendice nuestro ministerio cuando procla- mamos su nombre con orgullo y se lo mos- tramos a quienes nos escuchan, de ser po- sible en su propia Biblia. De esa manera les presentamos al Dios verdadero. ¡Qu ´ e pri- vilegio... tanto para ellos como para noso- tros! Esa presentaci ´ on puede, en algunos casos, marcar el comienzo de una maravi- llosa relaci ´ on con Jehov ´ a que seguir ´ a cre- ciendo por la eternidad. 14 Posteriormente, la apostas ´ ıa comen- z ´ o a infectar a la congregaci ´ on cristiana, sobre todo tras la muerte de los ap ´ osto- les (2 Tes. 2:3-7). Hubo maestros falsos que incluso adoptaron la tradici ´ on jud ´ ıa de no emplear el nombre divino. Pero ¿permi- tir ´ ıa Jehov ´ a que desapareciera el nombre con el que decidi ´ o ser recordado? ¡Nunca! 1 El texto hebreo que utilizaron los primeros cris- tianos conten ´ ıa el Tetragr ´ amaton. Y hay pruebas de que el nombre tambi ´ en se hallaba en las primeras co- pias de la Septuaginta, una traducci ´ on al griego de las Escrituras Hebreas. 13. a) ¿Por qu ´ e podemos estar seguros de que los primeros cristianos emplearon el nombre de Dios? b) ¿Cu ´ anto valora usted el privilegio de emplear el nombre de Jehov ´ a en su ministerio? 14, 15. A pesar de la propagaci ´ on de la aposta- s ´ ıa, ¿qu ´ e ha hecho Jehov ´ a para proteger el nom- bre por el que decidi ´ o ser recordado?
  • 28. 28 LA ATALAYA Es cierto que no podemos determinar con exactitud c ´ omo se pronunciaba, pero el nombre ha perdurado. A lo largo de las ´ epocas ha aparecido en diversas traduc- ciones de la Biblia, as ´ ı como en los es- critos de distintos biblistas. Por ejemplo, en 1757, Charles Peters escribi ´ o que Jeho- v ´ a, a diferencia de los numerosos t ´ ıtulos divinos, “parece ser la palabra que mejor expresa su esencia”. Por su parte, Hopton Haynes comenz ´ o el cap ´ ıtulo 7 de un libro del a ˜ no 1797 sobre la adoraci ´ on a Dios con estas palabras: “JEHOV ´ A, el nombre propio de DIOS entre los jud ´ ıos, a quien solo ellos adoraban, como tambi ´ en lo hicieron Cristo y sus Ap ´ ostoles”. Henry Grew (1781-1862) no solo utiliz ´ o el nombre de Dios, sino que tambi ´ en comprendi ´ o que hab ´ ıa sido trata- do con falta de respeto y que deb ´ ıa ser san- tificado. Y George Storrs (1796-1879), es- trecho colaborador de Charles T. Russell, emple ´ o el nombre de Dios, al igual que el propio Russell. 15 En este sentido, el a ˜ no 1931 tuvo es- pecial importancia, pues los Estudian- tes Internacionales de la Biblia, como hasta entonces se llam ´ o a quienes for- maban el pueblo de Dios, adoptaron el nombre b ´ ıblico de testigos de Jehov ´ a (Is. 43: 10-12). As ´ ı anunciaron al mundo que es- taban orgullosos de ser siervos del ´ unico Dios verdadero, de ser “un pueblo para su nombre”, para alabar ese nombre (Hech. 15:14). Aquellos sucesos nos recuerdan es- tas palabras de Jehov ´ a que se encuentran en Malaqu ´ ıas 1:11: “Desde el nacimiento del sol aun hasta su puesta mi nombre ser ´ a grande entre las naciones”. ANDE EN EL NOMBRE DE JEHOV ´ A 16 El profeta Miqueas escribi ´ o: “Todos los pueblos, por su parte, andar ´ an cada cual en el nombre de su dios; pero noso- 16. ¿Por qu ´ e es un honor andar “en el nombre de Jehov ´ a”? tros, por nuestra parte, andaremos en el nombre de Jehov ´ a nuestro Dios hasta tiempo indefinido, aun para siempre” (Miq. 4:5). Para los Estudiantes de la Bi- blia, el hecho de que Jehov ´ a permitiera que adoptaran su nombre no solo fue un gran honor, sino tambi ´ en una garant ´ ıa de que ten ´ ıan su aprobaci ´ on (lea Malaqu ´ ıas 3:16-18). Ahora bien, ¿cu ´ anto valora us- ted ese privilegio? ¿Se esfuerza al m ´ axi- mo por andar “en el nombre de Jehov ´ a”? ¿Comprende lo que eso implica? 17 Andar en el nombre de Dios impli- ca al menos tres cosas. Primero, debemos proclamar ese nombre, pues reconoce- mos que solo aquel que “invoque el nom- bre de Jehov ´ a ser ´ a salvo” (Rom. 10:13). Se- gundo, tenemos que reflejar las cualidades divinas, en especial el amor (1 Juan 4:8). Y tercero, hemos de someternos de buena gana a las justas normas de nuestro Padre celestial para no traerle ninguna deshon- ra a su santo nombre (1 Juan 5:3). ¿Est ´ a usted resuelto a andar “en el nombre de Jehov ´ a nuestro Dios hasta tiempo indefini- do”? 18 Muy pronto, todos los que pasan por alto o desaf ´ ıan a Jehov ´ a tendr ´ an que sa- ber qui ´ en es ´ el (Ezeq. 38:23). Entre ellos es- tar ´ an personas semejantes a aquel fara ´ on que dijo: “¿Qui ´ en es Jehov ´ a, para que yo obedezca su voz[?]”. ´ El lo averigu ´ o por las malas ( ´ Ex. 5:1, 2; 9:16; 12:29). Nosotros, en cambio, hemos llegado a conocer a Jeho- v ´ a porque as ´ ı lo quisimos. Estamos orgu- llosos de llevar su nombre y de formar parte del obediente “pueblo para su nom- bre”. Por lo tanto, miramos al futuro con confianza en la promesa que se halla en Salmo 9:10: “Los que conocen tu nombre confiar ´ an en ti, porque ciertamente no de- jar ´ as a los que te buscan, oh Jehov ´ a”. 17. ¿Qu ´ e implica andar en el nombre de Dios? 18. ¿Por qu ´ e raz ´ on pueden mirar al futuro con confianza todos los que honran el nombre de Jehov ´ a?
  • 29. En el libro XX de su obra Antig ¨ uedades Jud ´ ıas, Flavio Josefo, historiador del primer siglo de nues- tra era, habla de la muerte de Santiago, hermano de Jes ´ us: “[Se trajo] a juicio al hermano de Jes ´ us que se llam ´ o Cristo; su nombre era Jacobo [o San- tiago]”. Muchos expertos aceptan esta declaraci ´ on como genuina. Sin embargo, algunos dudan de la autenticidad de otra afirmaci ´ on sobre Jes ´ us que aparece en la misma obra. Este pasaje, conocido como Testimonium Flavianum, dice as ´ ı: “Por aquel tiempo existi ´ o un hombre sabio, lla- mado Jes ´ us, si es l ´ ıcito llamarlo hombre, porque realiz ´ o grandes milagros y [fue] maestro de aque- llos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos jud ´ ıos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los jud ´ ıos, Pilatos lo conden ´ o a la crucifixi ´ on. Aquellos que an- tes lo hab ´ ıan amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareci ´ o al tercer d ´ ıa resucitado; los profe- tas hab ´ ıan anunciado [este] y mil otros hechos ma- ravillosos acerca de ´ el. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupaci ´ on de los cristianos.” (Antig ¨ uedades Jud ´ ıas, libro XVIII, cap. III, sec. 3, tra- ducci ´ on de Luis Farr ´ e.) Desde finales del siglo XVI ha persistido un encen- dido debate entre quienes defienden la legitimidad de este texto y quienes dudan que lo haya escrito Jo- sefo. Serge Bardet, historiador franc ´ es y especialis- ta en literatura cl ´ asica, ha tratado de poner fin a esta pol ´ emica que ha durado m ´ as de cuatro siglos. Su investigaci ´ on vio la luz con el t ´ ıtulo Le Testimo- nium Flavianum: Examen historique consid ´ erations historiographiques (El Testimonium Flavianum. Exa- men hist ´ orico y factores historiogr ´ aficos). Josefo no era un escritor cristiano, sino un histo- riador jud ´ ıo. Por lo tanto, gran parte de la pol ´ emica gira en torno a las palabras que us ´ o para identifi- car a Jes ´ us: “Era el Cristo”. En su an ´ alisis, Bardet declara que ese t ´ ıtulo concuerda “en todo senti- do con el idioma griego, que usa el art ´ ıculo [defini- do] delante de los nombres de personas”. Bardet a ˜ nade que desde el punto de vista judeocristiano, “no solo no es imposible que Josefo haya usado el t ´ ermino Christos”, sino que el hecho de que lo usa- ra es un indicio “que la mayor ´ ıa de los cr ´ ıticos ha pasado por alto, cometiendo as ´ ı un gran error”. ¿Podr ´ ıa ser que alg ´ un falsificador tratara de her- mosear el texto y escribiera este fragmento imitan- do el estilo de Josefo? Bas ´ andose en pruebas his- t ´ oricas y textuales, Bardet concluy ´ o que conseguir una imitaci ´ on de esa clase ser ´ ıa poco menos que un milagro. Exigir ´ ıa que el falsificador fuera “uno de los m ´ as h ´ abiles de la antig ¨ uedad”. En otras pa- labras, alguien “que dominara el estilo de escribir de Josefo tanto como Josefo mismo”. Entonces, ¿por qu ´ e se ha armado tanto alboroto por la autenticidad de este texto? Bardet va a la ra ´ ız del problema: “El Testimonium est ´ a en tela de juicio —en contraste con la mayor ´ ıa de los textos antiguos— sencillamente porque han surgido pre- guntas sobre ´ el”. A ˜ nade que las posturas enfren- tadas que se han adoptado durante todos estos siglos se basan m ´ as en “motivos ocultos” que en una evaluaci ´ on seria del texto, evaluaci ´ on que apo- ya firmemente su autenticidad. No sabemos si el an ´ alisis de Bardet har ´ a que otros expertos cambien su opini ´ on sobre el Tes- timonium Flavianum. Uno que s ´ ı lo ha hecho es Pierre Geoltrain, destacado especialista en juda ´ ıs- mo helen ´ ıstico y cristianismo primitivo. ´ El siempre hab ´ ıa sostenido que el Testimonium era una inter- polaci ´ on (fragmento a ˜ nadido al texto) y se burlaba de los que cre ´ ıan en su autenticidad. Pero ahora afirma que gracias al an ´ alisis de Bardet ha cambia- do de opini ´ on. Declara: “Nadie deber ´ ıa atreverse a tachar de poco cre ´ ıble el testimonio de Josefo”. Por supuesto, los testigos de Jehov ´ a tenemos una raz ´ on todav ´ ıa m ´ as convincente para creer que Jes ´ us es el Cristo: el testimonio que da la Biblia (2 Tim. 3:16). ¿De verdad lo escribi ´ o Josefo? 15 DE MARZO DE 2013 29
  • 30. ¡Nunca pierda la esperanza! ¿Hace a ˜ nos que usted es testigo de Jehov ´ a y anhela que su c ´ onyuge sirva a Dios a su lado? ¿O se sinti ´ o desanimado cuando un estudiante de la Biblia que parec ´ ıa muy interesado nunca se puso de parte de Dios? Casi cuarenta a ˜ nos despu ´ es de conocer la verdad, Georgina vio bautizarse a su esposo La carta de Alice a Stella dec ´ ıa: “Te encantar ´ a saber que tu estudiante de la Biblia de 1974 se bautiz ´ o en la ´ ultima asamblea de distrito”