2. Un maestro y su asistente llegaron a la
pequeña choza perdida en el medio de
una campiña en busca de ayuda. En el
frente de la casa sólo había una vaca.
Al golpear el Maestro la puerta, un
hombre se le apareció:
-“¿Qué puedo hacer por usted?”,
preguntó sonriendo.
3. -“Hemos tenido problemas con nuestro
transporte: ¿podrías darnos cobijo por la
noche?”.
-“Por supuesto. Pasen y siéntanse como en
casa”.
Su mujer invitó a los visitantes a sentarse a
cenar. Los cuatro compartieron leche, queso y
carne asada. El asistente, sorprendido por la
simpleza que lo rodeaba, preguntó:
-“Sólo he visto una vaca en el frente de su
casa… ¿Cómo hacen para vivir así?
4. Mire”, contestó el hombre. “Es vaca nos da la
leche que tomamos, sus terneros son nuestro
alimento, sus cueros nuestros abrigos… No
necesitamos nada más”.
Tras la cena, todos partieron a sus cuartos. A
la mañana siguiente, los huéspedes dieron las
gracias y emprendieron su camino. En ese
momento, el asistente quedó estupefacto
ante el pedido de Maestro: “Mátales la
vaca”.
5. El asistente, si bien atónito, cumplió la
orden.
El cargo de consciencia lo persiguió por
años, al punto de regresar a aquella casa
para saber qué había sido de esa familia.
Su sorpresa fue mayúscula al encontrarse
con una gran hacienda, llena de animales,
un molino y varias comodidades más.
6. Sorprendido, golpeó la puerta. Ante él,
apareció un hombre a quien no
reconoció.
-“¿Qué puedo hacer por usted?”,
preguntó.
-“Hace años estuve en esta casa pero
todo era muy distinto. Quería saber qué
fue de la familia que aquí vivía”.
7. Debemos ser nosotros, jamás nos hemos
mudado”.
-“Pero… ¿Cómo es que llegaron a tener
todo esto”.
-“Mire, sucedió algo muy extraño. Una
mañana, nos despertamos y nuestra vaca
estaba muerta. Por lo tanto, debimos
comenzar una nueva vida, llena de
esfuerzos y nuevos desafíos, que hoy nos
permite tener todo lo que ve”.