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Aquel era un mundo rústico y primitivo, es cierto,
   pero con todo ello fue, y continúa siendo...



“ El Paraíso Perdido ”



Diseño gráfico y textos
por Francisco Arámburo.
Música: The Mission de                  Sierra de La Giganta
    Ennio Morricone.                    al encontrarse con el
                                            Mar de Cortés.
                                         Foto: F. Arámburo
 (Suban el volumen)
Nota: Esta presentación ostenta un sesgo
 un tanto satírico y mordaz. Es cierto.
Es su estilo, no pude evitarlo. Perdonen.

¡Así me salió sin querer!




                         De manera que siéntense a verla,
                         asuman una actitud complaciente
Foto: Serranía central
  de Baja California     y ofrézcanle una amable sonrisa.
Estamos en la Edad Paleolítica.
 Todo es primitivo, prehistórico, rudimentario.


Los hombres son una especie de gorilas peludos que viven
  de la caza y la recolección, y se guarecen en cavernas.




Su lenguaje se compone de
rugidos más que de palabras.
Todavía no hay escritura, papiros,
cheques, pagarés, páginas de sociales,
vitaminas, motocicletas, mofles, carros
de sonido, bocinas, telegramas,
devaluaciones, tarjetas de crédito,
partidos políticos, elecciones,
televisores ni ases del futbol.




Foto tomada desde
 La Cueva Pintada
Aun no se ha legislado sobre los derechos de
los trabajadores ni se conocen los líderes sindicales,
  las huelgas, las ruidosas protestas, las exaltadas
  manifestaciones ni los plantones cerrando calles.

No existen vendedores ambulantes, semáforos,
agentes de tránsito ni inspectores de Hacienda.



¿No es este un verdadero paraíso?




 Tampoco hay pitos ni flautas, por lo cual
   Vivaldi es un perfecto desconocido.
Un día se descubrirá el arte de
 pulimentar la piedra y la magia de la
agricultura, y ese descubrimiento dará
origen a toda una civilización. Pero aun
      faltan muchos siglos para
           que llegue ese día.
Repito: este es un mundo lejano,
       primitivo, rudimentario, prehistórico.




Y no hablemos de los
metales, del arado,
de la rueda, de las
embarcaciones,
de los calendarios,
de los cosméticos,
de los insecticidas,
de las computadoras
ni de los kleenex,
pues son invenciones
totalmente                   ¡Son los albores
inexistentes.                de la civilización!
Estamos en la Edad Paleolítica,
ya lo dijimos, y estos hombres, a
    quienes no se les ha ocurrido
   aun fabricar un cacharro para
   hervir el agua, ni sembrar una
  semilla para cosechar su fruto,
     ni confeccionar unas toscas
sandalias, cogen sin embargo un
trozo de óxido vegetal mezclado
  con carbón, lo diluyen en grasa
   animal, y en el interior de sus
 guaridas, sobre la roca húmeda,
         van pintando “al fresco”
       sus pinturas maravillosas.
El paisaje agreste es tan inaccesible y abrupto que ofusca
     los sentidos, pero señala arteramente el borroso
                despertar de la humanidad.




  Sierras pedregosas, profundos desfiladeros, paredones
incandescentes, barrancos hostiles, interminables veredas,
   laberínticas cuevas y desolados panoramas forman en
    San Borjitas y San Francisquito la lejana prehistoria
                    de la Baja California.
El lugar es alucinante. El espectáculo es imponente. No hay
pintor moderno capaz de trazar con mano tan segura, hoy en
día, la silueta primitivista de un ciervo saltando, de un conejo
  agazapado, de un pájaro en pleno vuelo con tanta belleza.
   Ni siquiera con los medios modernos, las pinturas
        más finas o las técnicas más sofisticadas.
¡Es asombroso!
Todos cuantos ven por primera vez esta muestra increíble
 de arte prehistórico se quedan desconcertados, absortos
   ante la prodigiosa revelación, y muchos no pueden
                   dar crédito a sus ojos.




¿Cómo es posible –se preguntan– que esto se haya hecho
 en una edad tan bárbara? Pero yo creo que se ha hecho,
       precisamente, por lo “bárbaro” de la edad.
Aquellos hombres no tenían academias, clases de dibujo
  ni diseño gráfico, pinacotecas, museos ni tradición.
  No tenían influencias externas, críticas ni reseñas en
      suplementos dominicales, y mucho menos un
         Programa Nacional para el Desarrollo
                de las Culturas Indígenas




El “Arte” como palabra o concepto aun no se conocía.
Aún no se inventaban los estilos pictóricos subjetivos,
abstractos, impresionistas, cubistas y demás “técnicas”
   distorsionadas a través de una versión artificial
       y discordante que les ha dado por llamar
                 “de vanguardia.”


       No, nada de eso existía aun.
Eran unos artistas
             natos sin saberlo




Ellos no tenían identidad qué perder, sólo qué ganar, y eso
    les daba una enorme ventaja. Si pintaban así no eran
         tan bárbaros. Los bárbaros somos nosotros.
¡Dichosa edad la Edad Paleolítica!
   Era un mundo tranquilo, rústico, natural y silencioso.
 Los hombres vagaban, comían raíces y frutas y algo que
cazaban; disfrutaban de la naturaleza, pasaban hambre y
  frío, es cierto (¿no lo pasan también hoy en día mucha
gente en todo el mundo?) pero eran dueños absolutos de
 todo lo existente y hacían lo puro que les daba la gana.


                      Definitivamente eran los únicos
                      y absolutos dueños del mundo.
Así es. Vivían en un mundo joven todo lleno de misterios
 y sorpresas. Cada día era una revelación, y como todo
   estaba por descubrirse, cada objeto, cada acto, por
    más pequeño que fuera, constituía un regocijante
  suceso, como los niños cuando empiezan a caminar.




   En su mundo todo era reciente, fresco, novedoso.
Que el fuego, que el maíz, que la palanca, que el anzuelo,
      ¡valiosísimos y asombrosos prodigios!
Los paleolitas pintaban por el placer puro
  de reproducir la naturaleza que veían a su
   alrededor para poder gozarla en toda su
elemental sencillez y su profundo significado.
Pero cabe hacer una reflexión.
Aquí vive el recuerdo pero reina el misterio:
¿Quiénes eran? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué?
             ¡Nadie lo sabe!
Desgraciadamente los paleolitas no sabían que eran paleolitas y
 desconocían su bienestar. Una absurda sed de progreso los llevó al
 Neolismo, y a medida que comenzaron a cocer el barro y cultivar la
    tierra, a criar ganado, a embalsamar los muertos, a construir
      pirámides y a cruzar océanos, decayó su arte maravilloso.




     El mundo fue encogiéndose, secándose, arrugándose,
   haciéndose hosco y aburrido. Y además se volvió violento,
agresivo, acelerado y ruidoso. Se descubrió el metal y con él las
  espadas, los fusiles y los cañones, dándoles fuerza, poder y
    supremacía a los que los poseían, y esclavitud y muerte
            a los que carecían de tales “adelantos.”
Se aprendió a hilar el algodón y
con él llegaron las incómodas
prendas de vestir y las ridículas
modas. Surgió una nueva
civilización de competencia,
tensiones y desalientos.

Se inventaron los pararrayos, las balanzas, las inyecciones,
los cigarros, los cuellos almidonados, las odiosas corbatas,
    las calculadoras electrónicas, los bancos, el dinero
                     y la bomba atómica.

  Y se inició sin remedio la decadencia de la especie.
Efectivamente, cuando el hombre salió de sus
cavernas y se puso el casco, se calzó las botas,
 tomó la espada y cesó de decorar sus cuevas,
 empezó la cuenta regresiva hacia el desastre.
La ambición fue el
estigma de su caída.




Ahora, archivado en el abandono, olvidado en la
inaccesible serranía, perdido entre las marañas
empolvadas, quedó para siempre el lejano pasado,
la evidencia de su arte magistral, visible hoy solamente
en sus piedras pintadas y en sus grutas decoradas,
donde el hombre plasmó su verdadera grandeza.
Su paso silencioso por el mundo quedó simbolizado
 con nostalgia en sus pájaros multicolores, sus ciervos
saltones, sus conejos agazapados y las notables figuras
  humanas que destacan su presencia en cada escena.

        Allí quedó el testimonio borroso,
              irreal, casi olvidado de
                 El paraíso perdido.


                        F i n
    Una presentación de
 Francisco Arámburo Salas
faramburo@prodigy.net.mx

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  • 1. Aquel era un mundo rústico y primitivo, es cierto, pero con todo ello fue, y continúa siendo... “ El Paraíso Perdido ” Diseño gráfico y textos por Francisco Arámburo. Música: The Mission de Sierra de La Giganta Ennio Morricone. al encontrarse con el Mar de Cortés. Foto: F. Arámburo (Suban el volumen)
  • 2. Nota: Esta presentación ostenta un sesgo un tanto satírico y mordaz. Es cierto. Es su estilo, no pude evitarlo. Perdonen. ¡Así me salió sin querer! De manera que siéntense a verla, asuman una actitud complaciente Foto: Serranía central de Baja California y ofrézcanle una amable sonrisa.
  • 3. Estamos en la Edad Paleolítica. Todo es primitivo, prehistórico, rudimentario. Los hombres son una especie de gorilas peludos que viven de la caza y la recolección, y se guarecen en cavernas. Su lenguaje se compone de rugidos más que de palabras.
  • 4. Todavía no hay escritura, papiros, cheques, pagarés, páginas de sociales, vitaminas, motocicletas, mofles, carros de sonido, bocinas, telegramas, devaluaciones, tarjetas de crédito, partidos políticos, elecciones, televisores ni ases del futbol. Foto tomada desde La Cueva Pintada
  • 5. Aun no se ha legislado sobre los derechos de los trabajadores ni se conocen los líderes sindicales, las huelgas, las ruidosas protestas, las exaltadas manifestaciones ni los plantones cerrando calles. No existen vendedores ambulantes, semáforos, agentes de tránsito ni inspectores de Hacienda. ¿No es este un verdadero paraíso? Tampoco hay pitos ni flautas, por lo cual Vivaldi es un perfecto desconocido.
  • 6. Un día se descubrirá el arte de pulimentar la piedra y la magia de la agricultura, y ese descubrimiento dará origen a toda una civilización. Pero aun faltan muchos siglos para que llegue ese día.
  • 7. Repito: este es un mundo lejano, primitivo, rudimentario, prehistórico. Y no hablemos de los metales, del arado, de la rueda, de las embarcaciones, de los calendarios, de los cosméticos, de los insecticidas, de las computadoras ni de los kleenex, pues son invenciones totalmente ¡Son los albores inexistentes. de la civilización!
  • 8. Estamos en la Edad Paleolítica, ya lo dijimos, y estos hombres, a quienes no se les ha ocurrido aun fabricar un cacharro para hervir el agua, ni sembrar una semilla para cosechar su fruto, ni confeccionar unas toscas sandalias, cogen sin embargo un trozo de óxido vegetal mezclado con carbón, lo diluyen en grasa animal, y en el interior de sus guaridas, sobre la roca húmeda, van pintando “al fresco” sus pinturas maravillosas.
  • 9. El paisaje agreste es tan inaccesible y abrupto que ofusca los sentidos, pero señala arteramente el borroso despertar de la humanidad. Sierras pedregosas, profundos desfiladeros, paredones incandescentes, barrancos hostiles, interminables veredas, laberínticas cuevas y desolados panoramas forman en San Borjitas y San Francisquito la lejana prehistoria de la Baja California.
  • 10. El lugar es alucinante. El espectáculo es imponente. No hay pintor moderno capaz de trazar con mano tan segura, hoy en día, la silueta primitivista de un ciervo saltando, de un conejo agazapado, de un pájaro en pleno vuelo con tanta belleza. Ni siquiera con los medios modernos, las pinturas más finas o las técnicas más sofisticadas.
  • 11. ¡Es asombroso! Todos cuantos ven por primera vez esta muestra increíble de arte prehistórico se quedan desconcertados, absortos ante la prodigiosa revelación, y muchos no pueden dar crédito a sus ojos. ¿Cómo es posible –se preguntan– que esto se haya hecho en una edad tan bárbara? Pero yo creo que se ha hecho, precisamente, por lo “bárbaro” de la edad.
  • 12. Aquellos hombres no tenían academias, clases de dibujo ni diseño gráfico, pinacotecas, museos ni tradición. No tenían influencias externas, críticas ni reseñas en suplementos dominicales, y mucho menos un Programa Nacional para el Desarrollo de las Culturas Indígenas El “Arte” como palabra o concepto aun no se conocía.
  • 13. Aún no se inventaban los estilos pictóricos subjetivos, abstractos, impresionistas, cubistas y demás “técnicas” distorsionadas a través de una versión artificial y discordante que les ha dado por llamar “de vanguardia.” No, nada de eso existía aun.
  • 14. Eran unos artistas natos sin saberlo Ellos no tenían identidad qué perder, sólo qué ganar, y eso les daba una enorme ventaja. Si pintaban así no eran tan bárbaros. Los bárbaros somos nosotros.
  • 15. ¡Dichosa edad la Edad Paleolítica! Era un mundo tranquilo, rústico, natural y silencioso. Los hombres vagaban, comían raíces y frutas y algo que cazaban; disfrutaban de la naturaleza, pasaban hambre y frío, es cierto (¿no lo pasan también hoy en día mucha gente en todo el mundo?) pero eran dueños absolutos de todo lo existente y hacían lo puro que les daba la gana. Definitivamente eran los únicos y absolutos dueños del mundo.
  • 16. Así es. Vivían en un mundo joven todo lleno de misterios y sorpresas. Cada día era una revelación, y como todo estaba por descubrirse, cada objeto, cada acto, por más pequeño que fuera, constituía un regocijante suceso, como los niños cuando empiezan a caminar. En su mundo todo era reciente, fresco, novedoso. Que el fuego, que el maíz, que la palanca, que el anzuelo, ¡valiosísimos y asombrosos prodigios!
  • 17. Los paleolitas pintaban por el placer puro de reproducir la naturaleza que veían a su alrededor para poder gozarla en toda su elemental sencillez y su profundo significado.
  • 18. Pero cabe hacer una reflexión. Aquí vive el recuerdo pero reina el misterio: ¿Quiénes eran? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¡Nadie lo sabe!
  • 19. Desgraciadamente los paleolitas no sabían que eran paleolitas y desconocían su bienestar. Una absurda sed de progreso los llevó al Neolismo, y a medida que comenzaron a cocer el barro y cultivar la tierra, a criar ganado, a embalsamar los muertos, a construir pirámides y a cruzar océanos, decayó su arte maravilloso. El mundo fue encogiéndose, secándose, arrugándose, haciéndose hosco y aburrido. Y además se volvió violento, agresivo, acelerado y ruidoso. Se descubrió el metal y con él las espadas, los fusiles y los cañones, dándoles fuerza, poder y supremacía a los que los poseían, y esclavitud y muerte a los que carecían de tales “adelantos.”
  • 20. Se aprendió a hilar el algodón y con él llegaron las incómodas prendas de vestir y las ridículas modas. Surgió una nueva civilización de competencia, tensiones y desalientos. Se inventaron los pararrayos, las balanzas, las inyecciones, los cigarros, los cuellos almidonados, las odiosas corbatas, las calculadoras electrónicas, los bancos, el dinero y la bomba atómica. Y se inició sin remedio la decadencia de la especie.
  • 21. Efectivamente, cuando el hombre salió de sus cavernas y se puso el casco, se calzó las botas, tomó la espada y cesó de decorar sus cuevas, empezó la cuenta regresiva hacia el desastre.
  • 22. La ambición fue el estigma de su caída. Ahora, archivado en el abandono, olvidado en la inaccesible serranía, perdido entre las marañas empolvadas, quedó para siempre el lejano pasado, la evidencia de su arte magistral, visible hoy solamente en sus piedras pintadas y en sus grutas decoradas, donde el hombre plasmó su verdadera grandeza.
  • 23. Su paso silencioso por el mundo quedó simbolizado con nostalgia en sus pájaros multicolores, sus ciervos saltones, sus conejos agazapados y las notables figuras humanas que destacan su presencia en cada escena. Allí quedó el testimonio borroso, irreal, casi olvidado de El paraíso perdido. F i n Una presentación de Francisco Arámburo Salas faramburo@prodigy.net.mx