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CUBA COLONIAL
Colón y la colonización
Cuando Colón se acercó a Cuba el 27 de octubre de 1492, la describió como “la tierra más bonita que
hayan visto ojos humanos”, y la nombró Juana en honor de la heredera española. Pero como se
engañaba en su búsqueda del reino del Gran Khan, y halló poco oro en la isla, Colón no tardó en
abandonar el territorio decantándose por La Española (que actualmente conforman Haití y la
República Dominicana).
La colonización de Cuba no empezó hasta casi veinte años después, en 1511, cuando Diego
Velázquez de Cuéllar dirigió una flotilla de cuatro barcos y 400 hombres desde La Española destinada
a conquistar la isla para la Corona de España. Tras atracar cerca de la actual Baracoa, los
conquistadores no tardaron en fundar siete asentamientos pioneros por toda su nueva colonia.
Pese a que Velázquez intentó proteger a los indios del lugar de los excesos flagrantes de los
espadachines españoles, los invasores no tardaron en encontrarse con una rebelión declarada entre
manos. El líder del fugaz movimiento insurgente fue el beligerante Hatuey, un influyente cacique taíno
y arquetipo de la resistencia cubana, al que acabaron quemando en la hoguera.
Tras acabar con la resistencia, los españoles se dedicaron a vaciar las escasas reservas de oro y
minerales de la isla usando a los nativos como mano de obra. El brutal sistema duró veinte años,
hasta que Fray Bartolomé de Las Casas, pidió a la corona española un trato más humano, y en 1542
se abolieron las encomiendas para los nativos. Por desgracia para los taínos, llegó demasiado tarde:
los que no habían fallecido ya no tardaron en sucumbir a enfermedades europeas como la viruela, y
hacia 1550 solo quedaban unos cinco mil supervivientes desperdigados.
Las guerras de independencia
Con los terratenientes cubanos preocupados porque se repitiera la rebelión de esclavos de 1791 en
Haití, las guerras de independencia de Cuba se produjeron más de medio siglo después de que el
resto de América Latina se hubiera separado de España. Pero cuando llegaron, no fueron menos
apasionadas ni menos sangrientas.
Primera Guerra de Independencia
Hartos de las políticas reaccionarias de España y envidiosos del nuevo sueño americano de Lincoln
en el norte, los terratenientes criollos que vivían en Bayamo empezaron a tramar cómo sublevarse a
finales de la década de 1860. El conflicto tuvo un arranque prometedor el 10 de octubre de 1868,
cuando Carlos Manuel de Céspedes, un poeta en ciernes, abogado y dueño de una plantación de
azúcar, inició un levantamiento desde su molino de azúcar de Demajagua, en la provincia de Oriente.
Pedía la abolición de la esclavitud y liberó a sus propios esclavos en un acto de solidaridad.
Céspedes proclamó el famoso Grito de Yara, un grito de libertad por una Cuba independiente, en el
que alentaba a otros separatistas desilusionados a sumarse. Para los administradores coloniales de
La Habana, un intento tan audaz de arrebatarles el control de su mando constituía un acto de traición,
y reaccionaron en consecuencia.
Por fortuna para los rebeldes, apenas organizados, el reservado Céspedes había hecho sus deberes
militares. Al cabo de unas semanas del histórico Grito de Yara el abogado convertido en general
había formado un ejército de más de mil quinientos hombres y marchado desafiante por Bayamo,
ciudad que tomaron en cuestión de días. Pero los éxitos iniciales quedaron durante mucho tiempo en
punto muerto. La decisión táctica de no invadir la parte occidental de Cuba, además de la alianza
entre peninsulares (españoles nacidos en España pero que vivían en Cuba) y españoles no tardó en
dejar rezagado a Céspedes. Recibió la ayuda temporal del general mulato Antonio Maceo, un duro e
inflexible santiagüero apodado el Titán de Bronce, y del dominicano igualmente formidable Máximo
Gómez, pero pese al trastorno económico y la destrucción periódica de la cosecha de azúcar, los
rebeldes carecían de un líder político dinámico capaz de unirlos tras una causa ideológica singular.
Tras perder a Céspedes en la batalla en 1874, la guerra se prolongó cuatro años más, hasta el punto
de que la economía cubana cayó por los suelos y hubo más 200 000 víctimas. Finalmente, en febrero
de 1878 se firmó un pacto deslucido entre los españoles y los separatistas agotados por la contienda,
un acuerdo sin valor que no resolvía nada y concedía muy poco a la causa rebelde. Indignado y
desilusionado, Maceo dio a conocer su disconformidad en la Protesta de Baraguá, pero tras un breve
2
intento frustrado de reanudar la guerra en 1879, tanto Gómez como él desaparecieron en un exilio
prolongado.
Segunda Guerra de Independencia
Cuando llegó la hora, apareció el hombre: José Martí, poeta, patriota, visionario e intelectual, se había
convertido en una figura patriótica de proporciones bolivarianas en los años posteriores a su
ignominioso exilio de 1871, no solo en Cuba, sino en toda Latinoamérica. Después de que lo
arrestaran a los 16 años durante la Primera Guerra de Independencia, Martí se había pasado veinte
años formulando sus ideas revolucionarias en lugares tan diversos como Guatemala, México y EE
UU. Aunque le impresionaron la habilidad para los negocios y la diligencia de los estadounidenses, le
repelía igualmente el materialismo del país y estaba decidido a presentar una alternativa cubana
viable.
Entregado de manera apasionada a la causa de la resistencia, Martí escribió, habló, elevó peticiones
y organizó incansablemente para lograr la independencia durante más de una década, y para cuando
llegó 1892 había acumulado ímpetu suficiente para convencer a Maceo y Gómez de que
abandonaran el exilio y se sumaran al Partido Revolucionario Cubano (PRC). Al fin, Cuba había
encontrado a su Bolívar.
Martí y sus compatriotas pensaban que había llegado la hora de que se produjera otra revolución, por
lo que zarparon a Cuba en abril de 1895 y desembarcaron cerca de Baracoa dos meses después de
que las insurrecciones subvencionadas por el PRC contuvieran a las fuerzas cubanas en La Habana.
Los rebeldes reclutaron a 40 000 hombres con los que no tardaron en reagruparse y dirigirse hacia el
oeste, donde el 19 de mayo entablaron combate por primera vez en un lugar llamado Dos Ríos. Fue
en ese campo de batalla sembrado de balas y extrañamente anónimo donde Martí fue tiroteado y
asesinado mientras dirigía una carga suicida hacia las líneas enemigas. Si hubiera vivido, se habría
convertido con toda seguridad en el primer presidente de Cuba, pero se convirtió en un héroe y mártir
cuya vida y legado acabó inspirando a generaciones de cubanos.
Conscientes de los errores cometidos durante la Primera Guerra de Independencia, Gómez y Maceo
marcharon hacia el oeste arrasando y quemando todo lo que pudieron entre Oriente y Matanzas. Las
primeras victorias condujeron a una ofensiva continua, y en enero de 1896 Maceo había penetrado en
Pinar del Río, mientras Gómez resistía cerca de La Habana. Los españoles respondieron con un
general igualmente implacable llamado Valeriano Weyler, que construyó fortificaciones en dirección
norte-sur por todo el país para limitar los movimientos de los rebeldes. Para quebrar la resistencia
clandestina, los guajiros o campesinos fueron recluidos en campos de reconcentración, y todo aquel
que apoyara la rebelión podía ser ejecutado. Las tácticas brutales empezaron a dar resultados, y el 7
de diciembre de 1896 los mambís (así se llamó a los rebeldes que se enfrentaron a España en el s.
xix) sufrieron un duro golpe militar cuando Antonio Maceo fue asesinado al sur de La Habana cuando
intentaba escapar hacia el este.
Presencia estadounidense
Para entonces Cuba estaba sumida en el caos: miles de personas habían fallecido, el país estaba en
llamas, y William Randolph Hearst y la prensa sensacionalista de EE UU dirigían una campaña bélica
histérica basada en noticias macabras y a menudo inexactas sobre las atrocidades españolas.
Preparándose quizá para lo peor, el acorazado Maine fue enviado a La Habana en enero de 1898,
para “proteger a los ciudadanos estadounidenses”. La tarea nunca se llevó a cabo: el 15 de febrero
de 1898 el Maine explotó inesperadamente en el puerto de La Habana, matando a 266 marineros
estadounidenses. Los españoles afirmaron que había sido un accidente, los estadounidenses
culparon a los españoles, y algunos cubanos acusaron a EE UU, afirmando que les proporcionaba un
pretexto para intervenir. Pese a que se realizaron diversas investigaciones durante los años
siguientes, el auténtico motivo de la explosión puede que siga siendo uno de los grandes misterios de
la historia, ya que el casco del barco fue hundido en aguas profundas en 1911.
Tras el desastre del Maine, EE UU se desplegó para apoderarse de la isla. Ofrecieron 300 millones
de US$ a España por Cuba, y cuando se rechazó este acuerdo, exigieron a los españoles que se
retiraran totalmente. El tan esperado enfrentamiento entre EE UU y España que se había ido
fermentando imperceptiblemente bajo la superficie durante décadas desembocó en guerra.
La única batalla terrestre importante del conflicto tuvo lugar el 1 de julio, cuando el ejército de EE UU
atacó posiciones españolas en la colina de San Juan al oeste de Santiago de Cuba. Pese a ser
muchos menos y contar con armas limitadas y anticuadas, los españoles asediados resistieron
3
durante más de veinticuatro horas hasta que el futuro presidente de EE UU Theodore Roosevelt puso
fin al estado de sitio dirigiendo una famosa carga de caballería de los Rough Riders hasta la colina de
San Juan. Fue el principio del fin para los españoles, y se les ofreció la rendición incondicional ante
los estadounidenses el 17 de julio de 1898.
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CUBA POSCOLONIAL
La era Batista
Fulgencio Batista era un astuto y perspicaz negociador que fue responsable de los mejores y los
perores intentos de Cuba de constituir una democracia embrionaria en las décadas de 1940 y 1950.
Tras un golpe de Estado de oficiales del ejército en 1933, se hizo con el poder casi por eliminación,
abriéndose camino gradualmente en el vacío de poder entre las facciones corruptas de un gobierno
agonizante. A partir de 1934, Batista ejerció como jefe del estado mayor y, en 1940 en unas
elecciones relativamente libres y justas, fue elegido presidente. En su mandato oficial, Batista empez ó
a aprobar diversas reformas sociales y comenzó a redactar la Constitución más liberal y democrática
de Cuba hasta la fecha. Pero ni la luna de miel liberal ni el buen humor de Batista duraron mucho
tiempo. El antiguo sargento del ejército dimitió tras las elecciones de 1944 y entregó el poder al
políticamente inepto Ramón Grau San Martín; la corrupción y la incompetencia no tardaron en
triunfar.
Salta la chispa revolucionaria
Consciente de su latente popularidad y considerándolo una oportunidad fácil de forrarse con una
última paga, Batista llega a un acuerdo con la Mafia estadounidense, prometiéndole carta blanca en
Cuba a cambio de una tajada de los beneficios procedentes de las apuestas, y se posiciona para
regresar al poder. El 10 de marzo de 1952, tres meses antes de las elecciones que parecía que iba a
perder, Batista llevó a cabo un golpe militar. Implacablemente condenado por los políticos de la
oposición dentro de Cuba, pero reconocido por EE UU dos semanas después, Batista pronto deja
claro, al suspender varias garantías constitucionales entre las que figura el derecho de huelga, que su
segunda incursión no sería tan progresista como la primera.
Tras el golpe de Batista, se formó un círculo revolucionario en La Habana en torno a la carismática
figura de Fidel Castro, abogado de profesión y excelente orador que iba a presentarse a las
elecciones canceladas de 1952. Apoyado por su hermano menor Raúl y su fiel teniente Abel
Santamaría (que más adelante torturaron hasta la muerte los matones de Batista), Castro no halló
más alternativa que el uso de la fuerza para liberar a Cuba de su dictador. Con pocos efectivos pero
decidido a hacer una declaración política, Castro lideró a 119 rebeldes en un ataque al estratégico
cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. El asalto audaz y mal planeado
fracasó estrepitosamente cuando el chófer del rebelde tomó el giro equivocado en las calles mal
señalizadas de Santiago y se disparó la alarma.
Engañados, asustados y superados en número, 64 de los conspiradores de Moncada fueron
rodeados por el ejército de Batista y torturados y ejecutados brutalmente. Castro y unos cuantos más
lograron escapar hasta las montañas cercanas, donde fueron hallados unos días después por un
comprensivo teniente del ejército llamado Sarría, que había recibido instrucciones de matarlos. “¡No
disparéis, no se pueden matar las ideas!” fue lo que supuestamente gritó Sarría al encontrar a Castro
y sus exhaustos colegas. Al llevarlo a la cárcel en vez de eliminarlo, Sarría arruinó su carrera militar,
pero le salvó la vida a Fidel. (Una de las primeras acciones de Fidel tras el triunfo de la Revolución
fue sacar a Sarría de la cárcel y darle un cargo en el ejército revolucionario.) La captura de Castro no
tardó en convertirse en noticia nacional, y se defendió a sí mismo en el juicio, para el que escribió un
discurso elocuente y ejecutado con maestría que más adelante transcribió en un completo manifiesto
político titulado La historia me absolverá. Castro empezaba a disfrutar de su nueva legitimación y se
veía reforzado por una sensación creciente de insatisfacción con el conjunto del antiguo régimen del
país cuando fue sentenciado a 15 años de cárcel en Isla de Pinos (el antiguo nombre de Isla de la
Juventud). Cuba ya estaba en camino de conseguir un nuevo héroe nacional.
En febrero de 1955 Batista obtuvo la presidencia en las que se consideraron unas elecciones
fraudulentas, y, en un intento de ganarse el favor de la oposición interna creciente, accedió a
amnistiar a todos los presos políticos, Castro incluido. Como creía que la auténtica intención de
Batista era asesinarlo en cuanto saliera de la cárcel, Castro huyó a México y dejó al maestro de
4
escuela baptista Frank País a cargo de una nueva campaña de resistencia clandestina que los
vengativos veteranos de Moncada habían bautizado como Movimiento del 26 de julio.
La Revolución
En Ciudad de México, Castro y sus compatriotas volvieron a conspirar y a trazar un plan, involucrando
a figuras nuevas como Camilo Cienfuegos y el médico argentino Ernesto Che Guevara. Huyendo de
la policía mexicana y decidido a llegar a Cuba a tiempo para un levantamiento que Frank País había
planeado para finales de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, Castro y 81 camaradas zarparon
rumbo a la isla el 25 de noviembre en un viejo y abarrotado yate recreativo llamado Granma. Tras
siete días nefastos en el mar llegaron a la playa Las Coloradas cerca de Niquero, en Oriente, el 2
diciembre (dos días tarde), y tras un desembarco catastrófico. Tres días más tarde, los soldados de
Batista los descubrieron y persiguieron por un campo de caña de azúcar en Alegría de Pío.
De los 82 soldados rebeldes que habían salido de México poco más de una docena logró escapar.
Los supervivientes vagaron desesperados durante días, medio muertos de hambre, heridos y
pensando que el resto de sus compatriotas había sido asesinado en la escaramuza inicial. No
obstante, con la ayuda de los campesinos del lugar, los desventurados soldados logró finalmente
reagruparse dos semanas más tarde en Cinco Palmas, un claro en las sombras de la sierra Maestra.
El resurgimiento se produjo el 17 de enero de 1957, cuando las guerrillas consiguieron una
importante victoria al saquear un pequeño puesto militar en la costa sur, en la provincia de Granma,
llamado La Plata. A esto siguió un devastador golpe propagandístico en febrero cuando Fidel
persuadió al periodista del New York TimesHerbert Matthews de que subiera a la sierra Maestra para
entrevistarlo. El artículo resultante otorgó fama internacional y simpatía de los estadounidenses
liberales a la figura de Castro. Claro que para entonces no era el único agitador antibatista. El 13 de
marzo de 1957, estudiantes universitarios dirigidos por José Antonio Echeverría atacaron el Palacio
Presidencial de La Habana en un intento fallido de asesinar a Batista. Dispararon y mataron a dos
tercios de los 35 atacantes mientras huían, y las represalias en las calles de La Habana fueron
contundentes.
En otros lugares, las pasiones estaban igual de exaltadas, y en septiembre de 1957 oficiales navales
en la ciudad de Cienfugos organizaron una revuelta armada y empezaron a distribuir armas entre la
población desafecta. Tras algunas luchas encarnizadas puerta a puerta, la insurrección fue aplastada
brutalmente y rodearon y mataron a los cabecillas, pero los revolucionarios habían demostrado lo que
querían: los días de Batista estaban contados.
Mientras, en la sierra Maestra, los rebeldes de Fidel aplastaron a 53 soldados de Batista en un puesto
del ejército de El Uvero en el mes de mayo y consiguieron más suministros. El movimiento parecía ir
ganando impulso y pese a perder a Frank País, asesinado por un pelotón del Gobierno en Santiago
de Cuba en julio, el apoyo y las simpatías crecían rápidamente por todo el país. A principios de 1958
Castro había instalado un cuartel general fijo en La Plata (que no debe confundirse con La Plata de la
provincia de Granma) en un bosque nuboso en lo alto de la sierra Maestra, y emitía mensajes
propagandísticos desde Radio Rebelde a todo Cuba. Las cosas estaban empezando a cambiar.
Batista comenzó a percatarse del descenso de su popularidad y envió un ejército de 10 000 hombres
a la sierra Maestra en mayo de 1958 con el fin de terminar con Castro, en una misión conocida como
Plan FF (Fin de Fidel). Los rebeldes lucharon desesperados por sus vidas hasta que la ofensiva dio
un vuelco –con la ayuda de los campesinos de la zona. A los estadounidenses cada vez les
incomodaba más la táctica de terror ilimitado de su antiguo aliado cubano, por lo que Castro percibió
la oportunidad de convertir la defensa en ofensa y firmó el innovador Pacto de Caracas con ocho
grupos principales de la oposición donde pedía a EE UU que cesara la ayuda a Batista en todos los
sentidos. El Che Guevara y Camilo Cienfuegos fueron enviados enseguida a los montes Escambray a
abrir nuevos frentes en el oeste y para cuando llegó diciembre Cienfuegos retenía a las tropas en
Yaguajay (la guarnición acabó rindiéndose tras un asedio de once días) y Guevara tenía cercada
Santa Clara, por lo que el fin parecía próximo. Se encargó al Che Guevara que sellara la victoria final,
utilizando tácticas clásicas de guerrilla para hacer descarrilar un tren blindado en Santa Clara y partir
en dos el maltrecho sistema de comunicaciones del país. En Nochevieja de 1958, el juego había
terminado: el entusiasmo se apoderó del país, y el Che y Camilo se dirigieron a La Habana sin hallar
resistencia.
En el amanecer del 1 de enero de 1959, Batista huyó en un avión privado a la República Dominicana.
Mientras tanto, Fidel se presentó en Santiago de Cuba y pronunció un enardecedor discurso de
5
victoria desde del ayuntamiento del parque Céspedes antes de subirse a un jeep y recorrer el campo
hasta La Habana en una cabalgata. Aparentemente el triunfo de la Revolución era total.
La historia de Cuba desde la Revolución ha sido una narración de enfrentamiento, retórica, pulsos de
la Guerra Fría y un omnipresente embargo comercial por parte de EE UU que ha involucrado a 11
presidentes estadounidenses y a dos líderes cubanos, ambos llamados Castro. Durante los primeros
treinta años, Cuba se alió con la Unión Soviética y EE UU empleó varias tácticas represivas (todas
fallidas) para hacer entrar en vereda a Fidel Castro, entre ellas una invasión chapucera, más de
seiscientos intentos de asesinato y uno de los bloqueos económicos más largos de la historia
moderna. Cuando el bloque soviético cayó en 1989-1991, Cuba se quedó sola tras un líder cada vez
más terco que sobrevivió a una década de rigurosa austeridad económica conocida como Período
Especial. El PIB se redujo a más de la mitad, los lujos desaparecieron, y una actitud de tiempos de
guerra en cuanto a racionamiento y sacrificio arraigó entre una población que se consideraba liberada
de las influencias extranjeras (neo)coloniales por primera vez en la historia.

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La guerra colonial y la crisis del 98 - Completa
 

Cuba colonial

  • 1. 1 CUBA COLONIAL Colón y la colonización Cuando Colón se acercó a Cuba el 27 de octubre de 1492, la describió como “la tierra más bonita que hayan visto ojos humanos”, y la nombró Juana en honor de la heredera española. Pero como se engañaba en su búsqueda del reino del Gran Khan, y halló poco oro en la isla, Colón no tardó en abandonar el territorio decantándose por La Española (que actualmente conforman Haití y la República Dominicana). La colonización de Cuba no empezó hasta casi veinte años después, en 1511, cuando Diego Velázquez de Cuéllar dirigió una flotilla de cuatro barcos y 400 hombres desde La Española destinada a conquistar la isla para la Corona de España. Tras atracar cerca de la actual Baracoa, los conquistadores no tardaron en fundar siete asentamientos pioneros por toda su nueva colonia. Pese a que Velázquez intentó proteger a los indios del lugar de los excesos flagrantes de los espadachines españoles, los invasores no tardaron en encontrarse con una rebelión declarada entre manos. El líder del fugaz movimiento insurgente fue el beligerante Hatuey, un influyente cacique taíno y arquetipo de la resistencia cubana, al que acabaron quemando en la hoguera. Tras acabar con la resistencia, los españoles se dedicaron a vaciar las escasas reservas de oro y minerales de la isla usando a los nativos como mano de obra. El brutal sistema duró veinte años, hasta que Fray Bartolomé de Las Casas, pidió a la corona española un trato más humano, y en 1542 se abolieron las encomiendas para los nativos. Por desgracia para los taínos, llegó demasiado tarde: los que no habían fallecido ya no tardaron en sucumbir a enfermedades europeas como la viruela, y hacia 1550 solo quedaban unos cinco mil supervivientes desperdigados. Las guerras de independencia Con los terratenientes cubanos preocupados porque se repitiera la rebelión de esclavos de 1791 en Haití, las guerras de independencia de Cuba se produjeron más de medio siglo después de que el resto de América Latina se hubiera separado de España. Pero cuando llegaron, no fueron menos apasionadas ni menos sangrientas. Primera Guerra de Independencia Hartos de las políticas reaccionarias de España y envidiosos del nuevo sueño americano de Lincoln en el norte, los terratenientes criollos que vivían en Bayamo empezaron a tramar cómo sublevarse a finales de la década de 1860. El conflicto tuvo un arranque prometedor el 10 de octubre de 1868, cuando Carlos Manuel de Céspedes, un poeta en ciernes, abogado y dueño de una plantación de azúcar, inició un levantamiento desde su molino de azúcar de Demajagua, en la provincia de Oriente. Pedía la abolición de la esclavitud y liberó a sus propios esclavos en un acto de solidaridad. Céspedes proclamó el famoso Grito de Yara, un grito de libertad por una Cuba independiente, en el que alentaba a otros separatistas desilusionados a sumarse. Para los administradores coloniales de La Habana, un intento tan audaz de arrebatarles el control de su mando constituía un acto de traición, y reaccionaron en consecuencia. Por fortuna para los rebeldes, apenas organizados, el reservado Céspedes había hecho sus deberes militares. Al cabo de unas semanas del histórico Grito de Yara el abogado convertido en general había formado un ejército de más de mil quinientos hombres y marchado desafiante por Bayamo, ciudad que tomaron en cuestión de días. Pero los éxitos iniciales quedaron durante mucho tiempo en punto muerto. La decisión táctica de no invadir la parte occidental de Cuba, además de la alianza entre peninsulares (españoles nacidos en España pero que vivían en Cuba) y españoles no tardó en dejar rezagado a Céspedes. Recibió la ayuda temporal del general mulato Antonio Maceo, un duro e inflexible santiagüero apodado el Titán de Bronce, y del dominicano igualmente formidable Máximo Gómez, pero pese al trastorno económico y la destrucción periódica de la cosecha de azúcar, los rebeldes carecían de un líder político dinámico capaz de unirlos tras una causa ideológica singular. Tras perder a Céspedes en la batalla en 1874, la guerra se prolongó cuatro años más, hasta el punto de que la economía cubana cayó por los suelos y hubo más 200 000 víctimas. Finalmente, en febrero de 1878 se firmó un pacto deslucido entre los españoles y los separatistas agotados por la contienda, un acuerdo sin valor que no resolvía nada y concedía muy poco a la causa rebelde. Indignado y desilusionado, Maceo dio a conocer su disconformidad en la Protesta de Baraguá, pero tras un breve
  • 2. 2 intento frustrado de reanudar la guerra en 1879, tanto Gómez como él desaparecieron en un exilio prolongado. Segunda Guerra de Independencia Cuando llegó la hora, apareció el hombre: José Martí, poeta, patriota, visionario e intelectual, se había convertido en una figura patriótica de proporciones bolivarianas en los años posteriores a su ignominioso exilio de 1871, no solo en Cuba, sino en toda Latinoamérica. Después de que lo arrestaran a los 16 años durante la Primera Guerra de Independencia, Martí se había pasado veinte años formulando sus ideas revolucionarias en lugares tan diversos como Guatemala, México y EE UU. Aunque le impresionaron la habilidad para los negocios y la diligencia de los estadounidenses, le repelía igualmente el materialismo del país y estaba decidido a presentar una alternativa cubana viable. Entregado de manera apasionada a la causa de la resistencia, Martí escribió, habló, elevó peticiones y organizó incansablemente para lograr la independencia durante más de una década, y para cuando llegó 1892 había acumulado ímpetu suficiente para convencer a Maceo y Gómez de que abandonaran el exilio y se sumaran al Partido Revolucionario Cubano (PRC). Al fin, Cuba había encontrado a su Bolívar. Martí y sus compatriotas pensaban que había llegado la hora de que se produjera otra revolución, por lo que zarparon a Cuba en abril de 1895 y desembarcaron cerca de Baracoa dos meses después de que las insurrecciones subvencionadas por el PRC contuvieran a las fuerzas cubanas en La Habana. Los rebeldes reclutaron a 40 000 hombres con los que no tardaron en reagruparse y dirigirse hacia el oeste, donde el 19 de mayo entablaron combate por primera vez en un lugar llamado Dos Ríos. Fue en ese campo de batalla sembrado de balas y extrañamente anónimo donde Martí fue tiroteado y asesinado mientras dirigía una carga suicida hacia las líneas enemigas. Si hubiera vivido, se habría convertido con toda seguridad en el primer presidente de Cuba, pero se convirtió en un héroe y mártir cuya vida y legado acabó inspirando a generaciones de cubanos. Conscientes de los errores cometidos durante la Primera Guerra de Independencia, Gómez y Maceo marcharon hacia el oeste arrasando y quemando todo lo que pudieron entre Oriente y Matanzas. Las primeras victorias condujeron a una ofensiva continua, y en enero de 1896 Maceo había penetrado en Pinar del Río, mientras Gómez resistía cerca de La Habana. Los españoles respondieron con un general igualmente implacable llamado Valeriano Weyler, que construyó fortificaciones en dirección norte-sur por todo el país para limitar los movimientos de los rebeldes. Para quebrar la resistencia clandestina, los guajiros o campesinos fueron recluidos en campos de reconcentración, y todo aquel que apoyara la rebelión podía ser ejecutado. Las tácticas brutales empezaron a dar resultados, y el 7 de diciembre de 1896 los mambís (así se llamó a los rebeldes que se enfrentaron a España en el s. xix) sufrieron un duro golpe militar cuando Antonio Maceo fue asesinado al sur de La Habana cuando intentaba escapar hacia el este. Presencia estadounidense Para entonces Cuba estaba sumida en el caos: miles de personas habían fallecido, el país estaba en llamas, y William Randolph Hearst y la prensa sensacionalista de EE UU dirigían una campaña bélica histérica basada en noticias macabras y a menudo inexactas sobre las atrocidades españolas. Preparándose quizá para lo peor, el acorazado Maine fue enviado a La Habana en enero de 1898, para “proteger a los ciudadanos estadounidenses”. La tarea nunca se llevó a cabo: el 15 de febrero de 1898 el Maine explotó inesperadamente en el puerto de La Habana, matando a 266 marineros estadounidenses. Los españoles afirmaron que había sido un accidente, los estadounidenses culparon a los españoles, y algunos cubanos acusaron a EE UU, afirmando que les proporcionaba un pretexto para intervenir. Pese a que se realizaron diversas investigaciones durante los años siguientes, el auténtico motivo de la explosión puede que siga siendo uno de los grandes misterios de la historia, ya que el casco del barco fue hundido en aguas profundas en 1911. Tras el desastre del Maine, EE UU se desplegó para apoderarse de la isla. Ofrecieron 300 millones de US$ a España por Cuba, y cuando se rechazó este acuerdo, exigieron a los españoles que se retiraran totalmente. El tan esperado enfrentamiento entre EE UU y España que se había ido fermentando imperceptiblemente bajo la superficie durante décadas desembocó en guerra. La única batalla terrestre importante del conflicto tuvo lugar el 1 de julio, cuando el ejército de EE UU atacó posiciones españolas en la colina de San Juan al oeste de Santiago de Cuba. Pese a ser muchos menos y contar con armas limitadas y anticuadas, los españoles asediados resistieron
  • 3. 3 durante más de veinticuatro horas hasta que el futuro presidente de EE UU Theodore Roosevelt puso fin al estado de sitio dirigiendo una famosa carga de caballería de los Rough Riders hasta la colina de San Juan. Fue el principio del fin para los españoles, y se les ofreció la rendición incondicional ante los estadounidenses el 17 de julio de 1898. ^ Arriba CUBA POSCOLONIAL La era Batista Fulgencio Batista era un astuto y perspicaz negociador que fue responsable de los mejores y los perores intentos de Cuba de constituir una democracia embrionaria en las décadas de 1940 y 1950. Tras un golpe de Estado de oficiales del ejército en 1933, se hizo con el poder casi por eliminación, abriéndose camino gradualmente en el vacío de poder entre las facciones corruptas de un gobierno agonizante. A partir de 1934, Batista ejerció como jefe del estado mayor y, en 1940 en unas elecciones relativamente libres y justas, fue elegido presidente. En su mandato oficial, Batista empez ó a aprobar diversas reformas sociales y comenzó a redactar la Constitución más liberal y democrática de Cuba hasta la fecha. Pero ni la luna de miel liberal ni el buen humor de Batista duraron mucho tiempo. El antiguo sargento del ejército dimitió tras las elecciones de 1944 y entregó el poder al políticamente inepto Ramón Grau San Martín; la corrupción y la incompetencia no tardaron en triunfar. Salta la chispa revolucionaria Consciente de su latente popularidad y considerándolo una oportunidad fácil de forrarse con una última paga, Batista llega a un acuerdo con la Mafia estadounidense, prometiéndole carta blanca en Cuba a cambio de una tajada de los beneficios procedentes de las apuestas, y se posiciona para regresar al poder. El 10 de marzo de 1952, tres meses antes de las elecciones que parecía que iba a perder, Batista llevó a cabo un golpe militar. Implacablemente condenado por los políticos de la oposición dentro de Cuba, pero reconocido por EE UU dos semanas después, Batista pronto deja claro, al suspender varias garantías constitucionales entre las que figura el derecho de huelga, que su segunda incursión no sería tan progresista como la primera. Tras el golpe de Batista, se formó un círculo revolucionario en La Habana en torno a la carismática figura de Fidel Castro, abogado de profesión y excelente orador que iba a presentarse a las elecciones canceladas de 1952. Apoyado por su hermano menor Raúl y su fiel teniente Abel Santamaría (que más adelante torturaron hasta la muerte los matones de Batista), Castro no halló más alternativa que el uso de la fuerza para liberar a Cuba de su dictador. Con pocos efectivos pero decidido a hacer una declaración política, Castro lideró a 119 rebeldes en un ataque al estratégico cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. El asalto audaz y mal planeado fracasó estrepitosamente cuando el chófer del rebelde tomó el giro equivocado en las calles mal señalizadas de Santiago y se disparó la alarma. Engañados, asustados y superados en número, 64 de los conspiradores de Moncada fueron rodeados por el ejército de Batista y torturados y ejecutados brutalmente. Castro y unos cuantos más lograron escapar hasta las montañas cercanas, donde fueron hallados unos días después por un comprensivo teniente del ejército llamado Sarría, que había recibido instrucciones de matarlos. “¡No disparéis, no se pueden matar las ideas!” fue lo que supuestamente gritó Sarría al encontrar a Castro y sus exhaustos colegas. Al llevarlo a la cárcel en vez de eliminarlo, Sarría arruinó su carrera militar, pero le salvó la vida a Fidel. (Una de las primeras acciones de Fidel tras el triunfo de la Revolución fue sacar a Sarría de la cárcel y darle un cargo en el ejército revolucionario.) La captura de Castro no tardó en convertirse en noticia nacional, y se defendió a sí mismo en el juicio, para el que escribió un discurso elocuente y ejecutado con maestría que más adelante transcribió en un completo manifiesto político titulado La historia me absolverá. Castro empezaba a disfrutar de su nueva legitimación y se veía reforzado por una sensación creciente de insatisfacción con el conjunto del antiguo régimen del país cuando fue sentenciado a 15 años de cárcel en Isla de Pinos (el antiguo nombre de Isla de la Juventud). Cuba ya estaba en camino de conseguir un nuevo héroe nacional. En febrero de 1955 Batista obtuvo la presidencia en las que se consideraron unas elecciones fraudulentas, y, en un intento de ganarse el favor de la oposición interna creciente, accedió a amnistiar a todos los presos políticos, Castro incluido. Como creía que la auténtica intención de Batista era asesinarlo en cuanto saliera de la cárcel, Castro huyó a México y dejó al maestro de
  • 4. 4 escuela baptista Frank País a cargo de una nueva campaña de resistencia clandestina que los vengativos veteranos de Moncada habían bautizado como Movimiento del 26 de julio. La Revolución En Ciudad de México, Castro y sus compatriotas volvieron a conspirar y a trazar un plan, involucrando a figuras nuevas como Camilo Cienfuegos y el médico argentino Ernesto Che Guevara. Huyendo de la policía mexicana y decidido a llegar a Cuba a tiempo para un levantamiento que Frank País había planeado para finales de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, Castro y 81 camaradas zarparon rumbo a la isla el 25 de noviembre en un viejo y abarrotado yate recreativo llamado Granma. Tras siete días nefastos en el mar llegaron a la playa Las Coloradas cerca de Niquero, en Oriente, el 2 diciembre (dos días tarde), y tras un desembarco catastrófico. Tres días más tarde, los soldados de Batista los descubrieron y persiguieron por un campo de caña de azúcar en Alegría de Pío. De los 82 soldados rebeldes que habían salido de México poco más de una docena logró escapar. Los supervivientes vagaron desesperados durante días, medio muertos de hambre, heridos y pensando que el resto de sus compatriotas había sido asesinado en la escaramuza inicial. No obstante, con la ayuda de los campesinos del lugar, los desventurados soldados logró finalmente reagruparse dos semanas más tarde en Cinco Palmas, un claro en las sombras de la sierra Maestra. El resurgimiento se produjo el 17 de enero de 1957, cuando las guerrillas consiguieron una importante victoria al saquear un pequeño puesto militar en la costa sur, en la provincia de Granma, llamado La Plata. A esto siguió un devastador golpe propagandístico en febrero cuando Fidel persuadió al periodista del New York TimesHerbert Matthews de que subiera a la sierra Maestra para entrevistarlo. El artículo resultante otorgó fama internacional y simpatía de los estadounidenses liberales a la figura de Castro. Claro que para entonces no era el único agitador antibatista. El 13 de marzo de 1957, estudiantes universitarios dirigidos por José Antonio Echeverría atacaron el Palacio Presidencial de La Habana en un intento fallido de asesinar a Batista. Dispararon y mataron a dos tercios de los 35 atacantes mientras huían, y las represalias en las calles de La Habana fueron contundentes. En otros lugares, las pasiones estaban igual de exaltadas, y en septiembre de 1957 oficiales navales en la ciudad de Cienfugos organizaron una revuelta armada y empezaron a distribuir armas entre la población desafecta. Tras algunas luchas encarnizadas puerta a puerta, la insurrección fue aplastada brutalmente y rodearon y mataron a los cabecillas, pero los revolucionarios habían demostrado lo que querían: los días de Batista estaban contados. Mientras, en la sierra Maestra, los rebeldes de Fidel aplastaron a 53 soldados de Batista en un puesto del ejército de El Uvero en el mes de mayo y consiguieron más suministros. El movimiento parecía ir ganando impulso y pese a perder a Frank País, asesinado por un pelotón del Gobierno en Santiago de Cuba en julio, el apoyo y las simpatías crecían rápidamente por todo el país. A principios de 1958 Castro había instalado un cuartel general fijo en La Plata (que no debe confundirse con La Plata de la provincia de Granma) en un bosque nuboso en lo alto de la sierra Maestra, y emitía mensajes propagandísticos desde Radio Rebelde a todo Cuba. Las cosas estaban empezando a cambiar. Batista comenzó a percatarse del descenso de su popularidad y envió un ejército de 10 000 hombres a la sierra Maestra en mayo de 1958 con el fin de terminar con Castro, en una misión conocida como Plan FF (Fin de Fidel). Los rebeldes lucharon desesperados por sus vidas hasta que la ofensiva dio un vuelco –con la ayuda de los campesinos de la zona. A los estadounidenses cada vez les incomodaba más la táctica de terror ilimitado de su antiguo aliado cubano, por lo que Castro percibió la oportunidad de convertir la defensa en ofensa y firmó el innovador Pacto de Caracas con ocho grupos principales de la oposición donde pedía a EE UU que cesara la ayuda a Batista en todos los sentidos. El Che Guevara y Camilo Cienfuegos fueron enviados enseguida a los montes Escambray a abrir nuevos frentes en el oeste y para cuando llegó diciembre Cienfuegos retenía a las tropas en Yaguajay (la guarnición acabó rindiéndose tras un asedio de once días) y Guevara tenía cercada Santa Clara, por lo que el fin parecía próximo. Se encargó al Che Guevara que sellara la victoria final, utilizando tácticas clásicas de guerrilla para hacer descarrilar un tren blindado en Santa Clara y partir en dos el maltrecho sistema de comunicaciones del país. En Nochevieja de 1958, el juego había terminado: el entusiasmo se apoderó del país, y el Che y Camilo se dirigieron a La Habana sin hallar resistencia. En el amanecer del 1 de enero de 1959, Batista huyó en un avión privado a la República Dominicana. Mientras tanto, Fidel se presentó en Santiago de Cuba y pronunció un enardecedor discurso de
  • 5. 5 victoria desde del ayuntamiento del parque Céspedes antes de subirse a un jeep y recorrer el campo hasta La Habana en una cabalgata. Aparentemente el triunfo de la Revolución era total. La historia de Cuba desde la Revolución ha sido una narración de enfrentamiento, retórica, pulsos de la Guerra Fría y un omnipresente embargo comercial por parte de EE UU que ha involucrado a 11 presidentes estadounidenses y a dos líderes cubanos, ambos llamados Castro. Durante los primeros treinta años, Cuba se alió con la Unión Soviética y EE UU empleó varias tácticas represivas (todas fallidas) para hacer entrar en vereda a Fidel Castro, entre ellas una invasión chapucera, más de seiscientos intentos de asesinato y uno de los bloqueos económicos más largos de la historia moderna. Cuando el bloque soviético cayó en 1989-1991, Cuba se quedó sola tras un líder cada vez más terco que sobrevivió a una década de rigurosa austeridad económica conocida como Período Especial. El PIB se redujo a más de la mitad, los lujos desaparecieron, y una actitud de tiempos de guerra en cuanto a racionamiento y sacrificio arraigó entre una población que se consideraba liberada de las influencias extranjeras (neo)coloniales por primera vez en la historia.