Gran Bretaña y Francia evolucionaron hacia estados nacionales democráticos en el siglo XIX. En Francia, Napoleón III se proclamó emperador en un golpe de estado y gobernó de forma autoritaria pero también impulsó las instituciones democráticas. Tras la derrota francesa ante Prusia, se estableció la Tercera República francesa, que promovió reformas sociales y un gobierno más estable aunque conservador.