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5º DOMINGO DEL T.O. (C.B)
5 de febrero de 2012
1. MONICIÓN DE ENTRADA
Os deseamos nuestra más cordial bienvenida a nuestra
Eucaristía. En este domingo Jesús de Nazaret realiza
un gran número de curaciones, comenzando por la
suegra del apostol San Pedro. El amor que Jesús
profesa a sus hermanos transforma el dolor en
felicidad, curando todas sus enfermedades. Es cierto
que nadie debe buscar el sufrimiento, pero asumirlo
con esperanza cuando llega. Siempre Jesús estará
cerca para ayudarnos.
La vida en prisión es como la vida de Job, nos
preguntamos ¿cuándo saldré de aquí? ¿cuando me
levantaré de esta situación que me tiene amarrado a
mis propias cadenas?
A veces, preferimos seguir tumbados en la cama,
como la suegra de Pedro, y que me las den todas;
total, para qué moverse, para qué hacer algún
esfuerzo si no merece la pena, ya estoy condenado de
por vida a sufrir esta situación de marginación y
cárcel.
Pero Jesús viene a tenderme la mano, a levantarme, a curarme, a sacarme de esta celda y estas
cadenas que me tienen amarrado a mi pasado y no me dejan mover; fiebres que me tienen
aprisionado y que no me dejan levantarme y ponerme en camino y luchar por mi libertad y servir
para algo en la vida. Celebremos con gozo este encuentro con Jesús el Libertador.
2. PEDIMOS PERDÓN
• Te pedimos perdón, Padre, porque no queremos aceptar nuestra situación actual ya que no
nos sentimos responsables de la misma al no aceptar nuestros fallos.
Perdónanos Señor
• Perdón Cristo Jesús, porque rechazamos la oferta de salvación y sanación que Tú nos
ofreces, porque seguimos sin reconocer que necesitamos de ti.
Cristo, perdónanos
• Señor, te pedimos perdón porque no te buscamos con sinceridad de corazón y sólo
buscamos que nos consueles en esto momentos de prisión.
Perdónanos, Señor
3. ORACIÓN DEL SACERDOTE
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Oh Dios Padre bondadoso:
Cuando te gritamos nuestro dolor
en nuestro cansancio, nuestra soledad y
abandono
o en nuestra enfermedad,
nuestra pérdida de la libertad,
recuerda cómo tu Hijo también
acudió a ti en su sufrimiento de muerte.
Fortalécenos en la convicción
de que podemos encontrarte aquí
en nuestra situación de prisión,
y de que tú siempre te preocupas por
nosotros
por medio de aquél que nos mostró
el camino de la verdadera libertad
Jesucristo nuestro Señor.
4. PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
♦ Comentario
El relato de Job, que escucharemos en la primera lectura, parece pesimista. Sin embargo puede
ser la realidad de muchos. Hemos de tenerlo en cuenta, la enseñanza de Job es que se sincera con
Dios aún en los momentos difíciles. Será una buena enseñanza para nosotros, hoy aquí en la
prisión. Acudir a Dios en todo momento y en toda ocasión.
LECTURA DEL LIBRO DE JOB 7,1-4.6-7
Habló Job diciendo:
El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero. Como el
esclavo suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses
baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿cuándo me levantaré? Se alarga la
noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera y se
consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más dicha.
Palabra de Dios
SALMO RESPONSORIAL (SALMO 146)
R.- ALABAD AL SEÑOR QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS.
Alabad al Señor, que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza
armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén,
reúne a los deportados de Israel. R.-
Él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas,
a cada una la llama por su nombre. R.-
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados. R.-
ALABAD AL SEÑOR, QUE SANA LOS CORAZONES DESTROZADOS (Sal 146)
Yo no alabo al Señor de los Ejércitos,
que destroza enemigos y malvados,
al Señor que nos pone de rodillas
y se saca el infierno de la manga;
al Señor que controla nuestras vidas,
nos convierte en esclavos e infantiles,
enemigos de risas y progresos,
partidario de leyes y de rúbricas.
Ese Dios no merece los respetos,
mucho menos merece la alabanza.
Es en el Dios de Jesús, en quien yo creo,
el Dios del Evangelio predicado.
Alabad al Señor:
al Dios que reconstruye nuestras ruinas,
que sana corazones destrozados,
que venda sus heridas compasivo,
que salva, que libera y pacifica.
Alabad al Señor:
es el Dios que sostiene a los humildes,
que levanta del polvo a los caídos,
el que humilla a soberbios,
poderosos y defiende el derecho de los
débiles.
Alabad al Señor:
que recoge a los hijos dispersados,
que prepara casa a los Sin-Techo,
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que integra a miserables y excluidos,
que libera a esclavos y cautivos,
los invita a un banquete sustancioso.
Alabad al Señor:
que es magnífico en todas sus promesas,
desbordante en ternuras y regalos,
merece una alabanza polifónica,
nuestro Dios, que es Amor-Misericordia
SEGUNDA LECTURA
♦ Comentario
San Pablo dice que es una necesidad ineludible para él predicar. La transmisión de la palabra de
Dios no es una exclusiva de los curas, ni siquiera de los seglares comprometidos. Es labor de
todos. Hemos de llevar el conocimiento de Cristo a todas las personas que nos rodean. Todos
tenemos el deber de dar a conocer la realidad de Cristo a quien no la sabe.
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CORINTIOS 9, 16-
19.22-23
Hermanos:
El hecho de predicar no es para mi motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no
anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo
hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente
dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación
de esta Buena Noticia. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho
todo a todo, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para
participar yo también de sus bienes.
Palabra de Dios
EVANGELIO
♦ Comentario
Jesús come en casa de Pedro, tras la oración en la sinagoga. Quita la fiebre a la suegra del
Apóstol. Luego se dedica, como todos sus días en la Tierra, a hacer el bien y a curar a los
enfermos. A la jornada siguiente, muy de mañana, irá a hablar con su Padre. Y luego marchará a
otros lugares a seguir haciendo el bien. Ese es su estilo. Nosotros no deberíamos olvidar nunca esa
cotidianidad de Jesús dedicada a los hermanos.
LECTURA DE LA BUENA NOTICIA DE JESUCRISTO SEGÚN SAN MARCOS 1, 29-39
En aquel tiempo, al salir Jesús de la Sinagoga, fue con Santiago y
Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en
cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la
mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al
anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y
poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a
muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos
demonios; y como los demonios lo conocían no les permitía hablar.
Se levantó de madrugada, se marcho al descampado y allí se puso
a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le
dijeron: Todo el mundo te busca. Él les respondió: Vámonos a otra
parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para
eso he venido.
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando
demonios.
Palabra del Señor
Reflexión
Continuamos el relato del evangelio de Marcos en el punto en el que lo dejamos la semana pasada. De
nuevo, Jesús entra en la historia de las personas para que tengan vida plena, para liberarlas de los yugos
que las esclavizan: la enfermedad, los malos espíritus…Nadie queda excluido. Cumple la voluntad del Padre,
que quiere que la salvación llegue a todos los rincones de la tierra.
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El pasaje evangélico resalta cómo la gente, necesitada de salud y de salvación, buscaba a Jesús y como Él
sabe compaginar compromiso y oración. Ambas cosas son principales; pero hay que saberlas armonizar con
equilibrio. Para Jesús la oración es una constante en su vida y el motor de su actividad. Es consciente de
que el activismo no le puede dominar. Por eso en ocasiones prefirió el silencio y la oración, aunque supiera
que muchos lo andaban buscando. También Él necesitó alimentar el compromiso en la comunicación con el
Padre.
Gran ejemplo el que nos deja Jesús en este pasaje evangélico: por un lado, sensibilidad y cercanía con los
que sufren; por otro, profunda condición creyente y orante.
La lectura del evangelio de hoy nos lleva también a descubrir la gran aportación de Cristo al sufrimiento
humano. Él no vino a sufrir el sufrimiento, sino a transformarlo. Lo que hizo fue quitar el veneno a la
dolencia. Al cargar con nuestros dolores redimió el dolor. Al llorar nuestras lágrimas, las hizo fecundas. Al
pasar por la desgracia, la transformó en fuente de gracia. Así todo sufrimiento puede convertirse en
sacramento. Ya no hay maldición, todo puede ser bendición. Cada sufrimiento, dolor o fracaso puede
convertirse en un beso de Jesús, escribía Madre Teresa de Calcuta, o un beso a Jesús.
La actividad de Jesús y sus palabras, la relación que tiene con la gente y con los discípulos, su cercanía con
Dios, no son para nosotros anécdotas del pasado. Su preocupación por los que sufren y el anuncio de la
Buena Noticia del Reino definen el estilo de vida de los que le seguimos como discípulos.
5. ORACIÓN FINAL
SÁLVAME, SEÑOR
Del dolor y de la enfermedad
Del sufrimiento y del pesimismo
SÁLVAME, SEÑOR
Del cansancio y de la angustia
De la tristeza y del desencanto
SÁLVAME, SEÑOR
De la maldad y del rencor
Del fracaso y de las caídas
SÁLVAME, SEÑOR
Del pecado y de la debilidad
De la muerte y de las lágrimas
SÁLVAME, SEÑOR
De la impaciencia y las prisas
Del quererlo todo sin hacer nada
SÁLVAME, SEÑOR
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Oh Dios y Padre nuestro:
Nadie sino tú puede comprender plenamente
las penas y alegrías que experimentamos,
ya que tu Hijo se hizo uno de nosotros.
Por la fuerza que él nos ha dado en esta eucaristía,
que sepamos acercarnos los unos a los otros
y compartir los unos las penas y alegrías de los otros.
Y cuando las palabras nos fallen,
que sepamos estar simplemente cerca de los que sufren
en respetuoso silencio,
a causa de aquél que está siempre cerca de nosotros
y nos cura de todas las enfermedades,
Jesucristo, nuestro Señor.