El poema expresa que el amor de Dios, no el cielo o el infierno, es lo que realmente motiva al hablante. Ver a Dios crucificado y sufriendo en la cruz despierta el amor del hablante, más que cualquier recompensa o castigo. El amor de Dios es tan grande que el hablante lo amaría incluso sin la esperanza del cielo o el temor del infierno.